En un paseo por el Museo de Arte de Nueva York (MoMA), y después de visitar varias salas, en una semioscura se dejaba una ventana de luz sobre una pintura. En el centro de la pared, como única visión, La noche estrellada (figura 3) de Vincent Willem van Gogh atrajo como un imán mi atención. Había una banca frente al cuadro, así que mi hija y yo nos sentamos a gozar de los trazos de este pintor tan conocido: los amarillos de la Luna, las titilantes estrellas y el azul del cielo del que sobresalen. Será por sus pinturas o por su vida, pero van Gogh es mencionando con frecuencia y es motivo de varias consideraciones. Aun ahora se discute sobre los posibles padecimientos que lo aquejaban: ¿epilepsia?, ¿depresión?, y algún otro diagnóstico que ha discurrido en la literatura. Ya sea por los diagnósticos que mencioné previamente o por su consumo de ajenjo, decidió, después del conocido evento de la oreja cortada, internarse en el asilo de Saint-Rémy, y durante su estancia ahí creó esa bella obra.

Figura 1 

Figura 2 

Figura 3 

Cuando residía en Arles, lugar al que se mudó en busca de inspiración, los amarillos llenaron su vida y ahí creó otro de sus famosos cuadros Naturaleza muerta: florero con doce girasoles (figura 2). Es triste saber que, por los componentes que utilizó van Gogh para su pintura amarilla, ahora su brillo se está perdiendo y al parecer no hay forma de detener el proceso de degradación del color, ya que el amarillo de cromo y el de cadmio que utilizó para darle esa vida a sus pinceladas, está siendo víctima de su propia belleza.

Además de los girasoles, van Gogh pintó otras naturalezas muertas, entre ellas varias con flores. Una de ellas, Jarrón con margaritas y Amapolas, tiene las vibrantes emociones del rojo, que contrastan con el azul y el blanco de las otras flores que aparecen en el florero. Ésta fue una de las pocas obras que el pintor vendió en vida y que, hasta hace algunos años, había permanecido en una colección privada. Su fondo rojo con tintes verde-amarillos me recordaron a la imagen de los micronúcleos con la tinción de naranja de acridina (figura 1). Esa imagen de verde-amarillo brillante indica daño en el ADN y lo que implica el evento -del daño-, no le quita la belleza del contraste del color. Las imágenes rojas que parecen amapolas corresponden a reticulocitos, formas jóvenes de eritrocitos en proceso de dejar los últimos vestigios de su inmadurez en el pasado.

Este pintor holandés tuvo una vida no del todo agradable, ya que tardó en encontrar su vocación como pintor y terminó con su vida como consecuencia de las enfermedades que padecía. Aunque, hasta para este hecho -el suicidio-, existe la teoría no totalmente aceptada de que fue herido por unos jóvenes que pretendieron asaltarlo y a consecuencia de las lesiones que estos individuos le ocasionaron, murió.

Una manera de no morir es trascender, y eso es lo que ha ocurrido con este especial pintor. Las imágenes evocan sus emociones y los contrastes en su vida. De no ser por su hermano, Theo, quien creyó en él y lo arropó para que pudiera encontrar su camino, y que estuvo con él hasta el final, Van Gogh no hubiera existido como lo conocemos ahora. Theo pidió a su viuda que no vendiera la obra de su hermano por separado; encomienda que mantuvo. A nosotros nos deja la noche estrellada y los campos de trigo, las flores en jarrones, las siluetas y las caras de aquellos con los que convivió, y el mensaje de su vida llena de color.