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Gaceta médica de México

On-line version ISSN 2696-1288Print version ISSN 0016-3813

Gac. Méd. Méx vol.155 n.2 Ciudad de México Mar./Apr. 2019  Epub July 01, 2021

 

De la vida de la Academia

In memoriam. Académico doctor José Guerrerosantos

Alejandro González-Ojeda1 

Clotilde Fuentes-Orozco1 

Juan Carlos Guerrerosantos2 

María Fernanda Ramírez-Berumen3 

Martín Iglesias-Morales3 

1Instituto Mexicano de Seguro Social, Centro Médico Nacional de Occidente, Hospital de Especialidades, Guadalajara, Jalisco

2Quirutex, México

3Secretaría de Salud, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, Departamento de Cirugía Plástica y Reconstructiva, Ciudad de México, México


Semblanza

El doctor José Guerrerosantos nació en San Martín Hidalgo, Jalisco, el 26 de febrero de 1932. Sus padres fueron don José Guerrero Fletes y doña Micaela Santos Ceballos. La familia estuvo conformada por sus hermanas Berenice, Godeleva y Carmen y su hermano Jesús. El ambiente familiar fue propicio para el desarrollo artístico e intelectual de todos sus miembros. Su educación primaria la cursó en su natal San Martín de Hidalgo, de 1933 a 1941. Fue acólito de su parroquia y recibió gran influenza del padre Alfonso Ortiz, que lo llevo a considerar la carrera del presbiterio, con la que no concordaban particularmente las hermanas del doctor Guerrerosantos porque consideraban que “las hermanas de los sacerdotes visten con ropa de cuello alto, mangas y faldas muy largas y, además, se quedaban solteras”. Pese a este desacuerdo familiar, el maestro fue inscrito en el Instituto de Ciencias de Guadalajara, Jalisco. Este colegio jesuita reforzó su vocación sacerdotal, que a la postre le fue negada por el consejo de la congregación encabezada por el padre Amozurrutia. Resuelto el dilema del celibato, el doctor Guerrerosantos procreó a cinco hijos: José, Johana, Juan Carlos, Fernando y Ana Guerrerosantos Arreola, todos espléndidos y exitosos profesionales, hombres y mujeres de bien, seres humanos que admiran y respetan fervientemente a su padre.

Las personalidades que influyeron en la vida profesional del maestro fueron el doctor José Barba Rubio, dermatólogo y creador del instituto dermatológico que lleva su nombre, a quien el doctor Guerrerosantos profesaba gran admiración y respeto. El doctor Barba Rubio fue médico tratante del maestro desde su juventud, quien sufría vitíligo desde temprana edad, y posteriormente fue mentor y guía.

Al egresar de una preparatoria privada, el maestro Guerrerosantos ingresó a la escuela de medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara en 1947. Su cuñado, el doctor Rafael Gutiérrez Martín (esposo de su hermana Berenice) le propuso cambiarse a la Universidad de Guadalajara, ya que la institución pública le ofrecía un mayor contacto con profesores y pacientes, donde concluyó la carrera en 1954.

El contacto del maestro con la cirugía plástica y reconstructiva lo inició desde estudiante, época en la que solicitó apoyo al doctor Barba Rubio para realizar una estancia en el Instituto Dermatológico Pascua de la Ciudad de México. Ahí conoció al doctor Guillermo López Yáñez, quien realizaba cirugía dermatológica en el Instituto, entonces bajo la dirección del doctor Fernando Latapí. Esos meses de rotación influyeron positivamente en su formación como cirujano plástico; incluso antes de graduarse apoyaba al doctor Barba Rubio con cirugías menores de la piel.

Su mentor le sugirió que realizara la especialidad de cirugía general y cirugía plástica en el Hospital Civil “Fray Antonio Alcalde”, que llevó a cabo entre 1954 y 1957. Las personalidades que lo apoyaron en esta noble institución fueron los doctores Alfonso Topete Durán (cirujano cardiotorácico y responsable del departamento de cirugía experimental de la Universidad de Guadalajara), doctor Trinidad González Gutiérrez (ginecólogo), Miguel Castellanos Puga (cirujano de tórax) y Palemón Rodríguez Gómez (jefe del Departamento de Cirugía Reconstructiva).

Al término de su entrenamiento y por sugerencia del doctor Topete Durán, realizó una estancia de un año como fellow en el Hospital San Lucas de la Universidad de Illinois, con los doctores Paul Greeley y Jack Curtin. Sus profesores le inculcaron un alto sentido de responsabilidad y trabajo en equipo, ratificada en la respuesta que sus mentores norteamericanos le dieron cuando les preguntó “¿por qué aquí, en Chicago, en su servicio, ustedes y sus colaboradores nos enseñan sin ningún secreto tanto la cirugía reconstructiva como la cirugía estética?”, a lo cual ellos le respondieron: “mira José, está perfectamente estudiado que cuando en un centro médico todos los doctores hacen muy bien las cosas existe mucha clientela y en nuestra especialidad un caso bueno nos da tres casos en un futuro y un mal resultado nos quita 20 pacientes, por lo tanto, es mejor enseñar para que todos lo hagamos muy bien, así todos tendremos clientela”.

Omitiendo el elemento de la clientela privada, el maestro Guerrerosantos constató que el trabajo en equipo y el bien enseñar le daría a él y a sus futuros alumnos, un beneficio común, tanto académico como económico. A su regreso a Guadalajara, en 1958, inmediatamente inició sus labores como cirujano plástico en el Instituto Dermatológico. Tal fue su empeño por el trabajo abnegado, que rápidamente se ganó un prestigio inusitado, aún en contra de sus pares que lo juzgaban por tratar pacientes con secuelas de la enfermedad de Hansen. Ellos decían: “pobre José, no puede tener clientela privada porque los puede contagiar ya que atiende muchos pacientes leprosos”. Estos críticos no dimensionaron que las técnicas propuestas para tratar a estos pacientes le darían el gran impulso internacional a su trabajo.

El maestro Guerrerosantos tenía perfectamente claras sus lealtades y las demostraba: cuando por circunstancias políticas se intentó retirar a su mentor de la dirección del Instituto Dermatológico, él expresó: “para que perjudiquen al doctor Barba Rubio necesitarán pasar sobre mi cadáver”. Su lealtad tuvo costos políticos. En las contrariedades y obstáculos que encontró para construir el instituto que hoy lleva su nombre, en el silencio de la meditación y el trabajo desmedido (decía: “el que prudente medita, muchos pesares evita”) encontró soluciones que poco a poco le permitieron demostrar los grandes beneficios que tenían en muchos enfermos desvalidos con graves problemas de salud; los resultados no se podían ocultar. Su bonhomía y trato generoso con amigos y enemigos le permitió obtener apoyos personales y económicos para alcanzar su meta.

El maestro perteneció a múltiples sociedades médicas de su especialidad y afines: ingresó a la Sociedad Americana de Cirugía Plástica y Reconstructiva en 1961, al Colegio Americano de Cirujanos en 1964, a la sociedad internacional de su especialidad en 1974, año en el que también ingresó a la Academia Nacional de Medicina de México. Fue miembro del comité editorial de varias revistas internacionales de cirugía plástica. En mis años mozos como estudiante de medicina leía sus artículos y frecuentemente lo encontraba como miembro del cuerpo editorial de esas revistas. Me concedió varias recomendaciones precisamente para ingresar al Colegio Americano de Cirugía y a la Academia Nacional de Medicina de México; como miembros del Capítulo Occidente, trabajamos en numerosos actos académicos. Recibió un sentido homenaje por sus 60 años como profesor de la Universidad de Guadalajara y su membresía en la Academia, el 27 de septiembre de 2013. En los últimos años, el Capítulo Occidente y su instituto organizábamos conferencias y simposios, que eran bien recibidos en el ámbito médico.

“15 minutos antes de morir”

En 2017 planeamos las habituales conferencias del maestro auspiciadas por la Academia. No fue posible tenerlas en junio de ese año, por su estado de salud, pero en agosto nos concedió el privilegio de escucharlo en excelentes disertaciones sobre temas en los que tenía una vasta experiencia; habló de cáncer de piel y el tratamiento de las anomalías congénitas craneofaciales. Su salud se deterioró en los siguientes meses, si bien el 7 de noviembre de ese año pudo inaugurar el Cuadragésimo Cuarto Congreso Anual del Instituto Jalisciense de Cirugía Reconstructiva que lleva su nombre y anunció el cuadragésimo quinto. El día 10 tenía programada una sesión sobre rinoplastia, que ya no pudo atender.

El maestro falleció el 20 de noviembre en la calidez de su hogar y en el seno de su familia. Peculiar como era, además de haber legado el instituto que lleva su nombre nos dejó un gran legado plástico, un mural que describe la filosofía e historia de la cirugía plástica. Guillermo Chávez Vega, muralista, entendió la percepción del maestro y la plasmó en una singular obra, para beneplácito de los pacientes de su instituto y para las futuras generaciones de especialistas (Figura 1).

Figura 1 El doctor Guerrerosantos y el muralista Guillermo Chávez Vega. 

Trascendencia familiar de un hombre extraordinario

Mi padre fue sin duda un hombre de gran vocación académica. Entre otras, tenía una frase que lo caracterizaba: “los que realmente aprenden son aquellos quienes más enseñan”. Sin duda para todos sus alumnos fue un maestro en el sentido académico y para todos los que lo rodeamos, un ser único e insustituible, un maestro de vida y un eterno ejemplo de bondad.

El 20 de noviembre de 2017 su corazón dejó de latir y se cerró para siempre la mirada más penetrante, amable y poderosa que he conocido. El 7 de noviembre en Puerto Vallarta, Jalisco, inauguró el Cuadragésimo Cuarto Simposio Anual de Cirugía Plástica, su último acto público y la oportunidad para despedirse de algunos de sus alumnos muy queridos allí presentes. Un día antes se había trasladado desde Guadalajara con principios de neumonía (que desconocíamos nosotros), diciéndonos que se sentía en perfectas condiciones, aun cuando se le percibía un poco de tos, pero para él la prioridad era asistir a su fiesta científica. El 7 de noviembre, su esposa, la señora Patricia Ascencio, me llamó a las siete de la mañana para pedirme que subiera a la habitación del hotel en el que nos estábamos hospedados. Mi padre efectivamente no se encontraba en condiciones físicas para inaugurar su magno evento, así que le propuse que yo podía hacerlo de manera representativa y una vez que se sintiera mejor podía bajar para saludar a sus queridos amigos y colegas y así asistir a las conferencias, que fueron la mayor de sus pasiones.

A las 10 de la mañana procedí a representarle y a medio discurso inaugural vimos cómo se abrían las puertas del salón y mi padre ingresaba súbitamente en su silla de ruedas empujado por el doctor Fernando Núñez Zapata a toda velocidad; todos en el salón aplaudimos y le abrimos paso en el presídium. El “maistro”, como muchos alumnos y amigos le decían, se sintió mejor e inauguró con un gran discurso en el que nos pedía realizar este evento “año tras año” en bien de la academia y de la enseñanza de nivel internacional; él, con razón, estaba orgulloso de su trascendente labor educativa.

Esa misma noche lo ingresamos en un hospital privado con un cuadro agudo de neumonía; transcurrieron seis días durante los cuales mejoró y así pudimos trasladarlo de regreso a Guadalajara, pero al llegar a su casa y pasar un par de horas se debilitó nuevamente y lo ingresamos en otro nosocomio tapatío.

Pasé varias tardes acompañándolo y me llamaba la atención que en su agonía mi padre en su cama hospitalaria daba clases y conferencias en su mente: decía algo así como “jóvenes, el mejor abordaje para colocar las plicaturas es…” En una ocasión opté por despertarlo cariñosamente y preguntarle “¿acaso estás dando conferencias?” Y no van a creer cual fue su respuesta: “hijo, ¿qué tal nos quedó?” Intuyendo le dije: “¿tu simposio?” Él asintió. Le repetí varias veces “te quedó muy bien, todo nos salió muy padre y tus alumnos están muy contentos, ahora ponte en paz, ya no des clases aquí en el hospital; mejórate para que regreses a dar clases reales que tanto te gustan y te dan energías”. Afirmó con su cabeza y sonrió al darse cuenta de la realidad… Pasaron los días y mejoró ligeramente. Lo dieron de alta el 18 de noviembre y lo trasladamos a su casa. Ese día vio por televisión el triunfo de sus “chivas” del Guadalajara y tras disfrutar un último domingo en su hogar, su sillón, su comida casera y la compañía de su esposa Patricia y de Lucero, su fiel asistente, el siguiente lunes 20 de noviembre falleció a consecuencia de un infarto cerebral.

Frente a su féretro no tuve más que palabras de agradecimiento para él y para Dios por concedérmelo durante 50 años de mi vida.

¿De quién venimos? Mi papá fue un niño querido, respetado, admirado y consentido por sus padres, nanas, hermanas y hermano; vivió en un ambiente amable, puro y sano de espíritu. A pesar de ser consentido, nunca fue engreído, por el contrario, aprovechó su alegre personalidad y carisma para trabajar duro, comprometiéndose cada vez más con la asistencia social para ayudar a los desprotegidos y en pro de la enseñanza a sus alumnos.

Cuando eres niño no te percatas que eres hijo de un personaje fuera de serie, no entiendes plenamente que tu padre es fundador de instituciones, profesor universitario, autor prolífero, científico creativo y conferencista internacional y, por si eso fuera poco, además fue un exitoso médico privado. Todo esto con un escaso día de 24 horas y una semana de apenas siete días.

A pesar de su saturada agenda, él llegaba a comer a la casa tres veces por semana y a mí me daba enorme gusto escuchar la campana de la puerta del ingreso principal que anunciaba que mi papá había llegado. Experimentaba un fenómeno pavloviano que me llenaba de alegría química y me provocaba correr a darle la bienvenida. Desde que tengo uso de razón fuimos amigos inseparables.

Con el tiempo aprendimos que mi papá no era un hombre convencional y que lo mejor era disfrutar el compartirlo, así quienes asimilamos esto pudimos privilegiar la calidad sobre la cantidad de la convivencia familiar.

Desde los 12 años de edad pasé todos los veranos y vacaciones que pude a su lado y aprendí a instrumentar y asistir en el quirófano, aprendí artes gráficas, fotográficas y audiovisuales para ayudarlo en la parte académica, pero lo más importante es que formé parte de esa comunidad internacional de sus alumnos y colegas que lo admiraban y querían tanto. Hoy tengo un incontable patrimonio de amigos y hermanos del alma diseminados por todo el mundo gracias a mi padre.

¿Por qué lo quisimos tanto? Es muy fácil querer a una persona que 99 % del tiempo está de buenas; él era alegre, tarareaba, chiflaba, era travieso, bueno para contar chistes, anécdotas, historias y muy bromista. Si te hacía bromas era porque formabas parte de sus seres queridos. Pocas veces en la vida lo vi de mal humor; no era un líder por medio de regaños o sermones, más bien su fórmula maestra radicó en el buen humor. Lo caracterizaron el ejemplo, el autodominio y la gran inteligencia emocional. Siempre nos corrigió en privado, sin exhibir los errores o defectos que pudiéramos haber tenido.

Su felicidad se debía a que era un alma pura de niño, bien intencionada, a veces ingenua, que lo hacía creer en los demás, a jugar y fluir. Siempre me di cuenta de que para la mente optimista de mi papá los problemas eran parte de la solución y que con la paciencia que lo caracterizaba él alcanzaba cualquier objetivo.

Su sabiduría y paciencia eran espejo de un espíritu pacífico, semejante al de los grandes líderes y maestros de Oriente que en lo simple resuelven las complejidades de la vida. Mi papá evitaba el conflicto a toda costa y esta cualidad le devolvió a cambio un gran respeto de parte de todos los que lo conocimos.

Mi padre fue un hombre agradecido y leal con sus padres, hermanos, hijos, sus nietos, su país, sus maestros, en especial con el doctor José Barba Rubio; con su universidad, compañeros y su profesión, de la que vivió enamorado. Agradecido con sus alumnos y colaboradores, era un amigo incondicional. Fue un honorable y caballeroso adversario.

Además de ser extraordinariamente trabajador, le gustaba vestir con buen gusto y pulcramente, sin perder la sencillez y humildad que lo acompañaron siempre. Los espacios que habitó fueron decorados con gran clase, disfrutaba el tequila y el vino de mesa, comía despacio, con gran elegancia y solemnidad; era un hombre que procuraba ejercitarse la mayor parte de su vida y que nunca dejó de tomar sus suplementos y antioxidantes, como él les llamaba. Cuando le tocaba ser el paciente era obediente y acataba todas y cada una de las indicaciones de sus médicos.

Mi padre, como hombre fuera de serie, sobresaliente y genial, en ocasiones no gozó de ser comprendido y valorado por completo, sin embargo, siempre tuvo apertura para solucionar este tipo de incomprensiones y hasta donde pudo promovió la unión familiar.

La trascendencia y fama de mi padre puede ser un simple derecho con prerrogativas heredadas que pueden hacer perder el piso. Donde quiera que se encuentre, le gustaría que asumiéramos un conjunto de compromisos y obligaciones sociales y humanas que nos comprometen a trabajar intensamente por el bien común, siendo personas justas, benévolas, correctas, generosas, didácticas, comprometidas, pacientes, prudentes, sanas, espirituales, frugales, innovadoras, cariñosas, globales, creativas y, sobre todo, agradecidas con él y con su compromiso por y para la vida.

Impacto académico y docente

El maestro Guerrerosantos corresponde a la generación denominada “emprendedora” y la época de su juventud fue la posguerra. A pesar de su gran atracción al fútbol, su imaginación se concentraba fuertemente en la medicina. En ese entonces, la cirugía plástica y reconstructiva se enfrentaba a grandes retos, como la reconstrucción de pacientes con secuelas de heridas de guerra, secuelas de quemaduras y la reconstrucción funcional y estética de pacientes pediátricos con labio y paladar hendidos. Adicionalmente, presentaba las necesidades de una especialidad naciente, como recibir y proveer una capacitación formal, así como de ampliar su campo de acción a la cirugía estética, sin que ello tradujera un lujo banal.

Durante su carrera de medicina de 1947 a 1953, su medio ambiente se caracterizó principalmente por el auge del rock and roll, el inicio de la televisión a color, la gestación de movimientos sociales en Latinoamérica, la aparición de la primera tarjeta de crédito, la formación de la NASA, el primer trasplante renal y el descubrimiento del ADN. Avances, descubrimientos e inventos inigualables con un futuro prometedor y un amplio campo para innovación, que atraían fuertemente a la juventud. Sin embargo, nada logró desviar la intención del maestro de dedicarse a la medicina.

Al término de su carrera de medicina, en 1954, ya recibido, prefirió dedicarse a la cirugía reconstructiva. Esta se caracterizaba en la década de 1950 por la utilización de colgajos pediculados. Planeados y diseñados por sir Harold Gillies, el maestro los utilizó hábilmente para reconstruir deformidades por heridas de arma de fuego o quemaduras. En esta etapa, el maestro Guerrerosantos también operó a pacientes pediátricos que sufrían labio y paladar hendidos e incursionó valientemente en el tratamiento de las deformidades faciales y corporales producidas por la lepra. Es notable remarcar que la transmisión de la lepra es principalmente a través del contacto con la piel y con las secreciones de las fosas nasales, sitios donde precisamente el maestro trabajaba al hacer las grandes reconstrucciones de nariz. Por esto, en la década de 1950 él empezó a ser conocido mundialmente.

En la década de 1960, su gran ingenio y constante actividad docente lo llevaron a describir el colgajo lingual para la reconstrucción de fístulas palatinas en pacientes con secuelas de labio y paladar hendidos.

A escasos 15 años de práctica clínica, durante los setenta, incursionó en la cirugía estética y describió el tratamiento quirúrgico del cuello flácido. Esta técnica fue realmente invasiva para esa época y con ella se obtuvieron extraordinarios resultados nunca conocidos. Esto lo convirtió en pionero del rejuvenecimiento facial y cervical y consolidó su presencia internacional. Su fama iba creciendo. Por ello, en 1974 ingresó a la Academia Nacional de Medicina de México.

Podemos definir la década de 1980 como la edad de oro del maestro, ya que en esos años describió el uso de injertos de la fascia temporal superficial, la cual es muy útil en la reconstrucción nasal y en la rinoplastia. También estudió, evaluó, utilizó e impulso importantemente el uso de los injertos grasos para fines reconstructivos, los cuales aplicó como tratamiento esencial del síndrome de Parry-Romberg. El éxito en esta técnica lo llevó a aplicarla y reportarla en una multitud de deformidades, pero principalmente en el aumento de glúteos y en el rejuvenecimiento facial en la década de 1990.

Su impacto científico mundial se puede medir en la base de datos Scopus, que evalúa artículos exclusivamente en revistas científicas de alto impacto, donde se ubica como el segundo cirujano plástico de México más citado, con 73 artículos, un h-index de 17 y 1029 referencias.

Su ejemplo docente ha quedado plasmado en sus alumnos: el doctor Lázaro Cárdenas cuenta con un h-index de 14 y el doctor Amado Ruiz Razura tiene un h-index de 13. Sin duda, el doctor Lázaro Cárdenas continuará su ascenso académico en los siguientes años.

De 1970 a 2015, el maestro Guerrerosantos publicó en promedio de 2.5 a 3 artículos por año. Por el número de publicaciones anuales hubiera podido estar en el nivel más alto del Sistema Nacional de Investigadores.

De los cinco artículos más citados, cuatro tratan sobre injertos grasos y el otro sobre el uso de injertos de fascia temporal para la reconstrucción nasal (Tabla 1). Sus citaciones bibliográficas tienen una curva ascendente a partir de 2010 y alcanzan su pico máximo en 2012 (Figura 2), es decir, la mayoría de los cirujanos plásticos del mundo solo tardaron entre 20 y 30 años para darse cuenta de la utilidad y veracidad de los conocimientos quirúrgicos empleados y publicados por el doctor Guerrerosantos.

Tabla 1 Publicaciones más citadas del doctor Guerrerosantos 

Título Año Revista
Long-term survival of free fat grafts in muscle: An experimental study in rat 1996 Aesthetic Plastic Surgery
Long-term outcome of autologous fat transplantation in aesthetic facial recontouring. Sixteen years of experience with 1936 cases. 2000 Clinics in Plastic Surgery
Autologous fat grafting for body contouring 1996 Clinics in Plastic Surgery
Autoantibodies in Parry-Romberg syndrome: A serologic study of 14 patients. 1995 Journal of Rheumatology
Temporoparietal free fascia grafts in rhinoplasty 1984 Plastic and Reconstructive Surgery

Figura 2 Citas bibliográficas por año del doctor Guerrerosantos, conforme la base de datos Scopus. 

No tardó en iniciar su trabajo docente, ya que cinco años de terminar su carrera médica, es decir en 1958, formó el Servicio de Cirugía Plástica y Reconstructiva en el antiguo Instituto Dermatológico de Jalisco. Cuando las condiciones fueron favorables, estructuró el Curso Universitario de Cirugía Plástica, el cual, junto con los cursos universitarios de dermatología, endocrinología y psiquiatría, fue de los primeros cursos universitarios avalados en 1969 por el Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara. Finalmente, el maestro José Guerrerosantos culminó su docencia con la fundación del Instituto Jalisciense de Cirugía Reconstructiva en 1976. Este sueño lo venía trabajando desde el inicio de su carrera, tal vez infundado por su gran benefactor y amigo, el doctor José Barba Rubio, quien fundó el Instituto Dermatológico de Guadalajara. El Instituto Jalisciense de Cirugía Reconstructiva lleva su nombre desde 2001, en honor a su gran labor institucional.

El número de residentes formados en cirugía plástica asciende a 364 hasta la fecha y su influencia ha trascendido a otros países. Así, se han formado 188 cirujanos plásticos mexicanos, 31 de Guatemala, 19 de República Dominicana, 17 de Colombia, 14 de Panamá, 13 de España, 11 de Venezuela, 10 de Ecuador, 10 de Argentina, siete de Nicaragua, siete de Italia, seis de Perú, cinco de Costa Rica, cuatro de Chile, cuatro de la República del Salvador, tres de Bolivia, dos de Haití, uno de Tailandia, uno de Inglaterra, uno de Brasil y uno de Belice.

Preocupado por la actualización de sus alumnos y de los cirujanos plásticos del país, realizó el primer Simposio de Cirugía Estética en 1974, con la ayuda de todos sus amigos cirujanos plásticos internacionales. Desde entonces, el simposio se ha realizado ininterrumpidamente cada año, hasta llegar al Cuadragésimo Quinto en 2018. Los profesores han provenido de todas las partes del mundo. Solo por citar algunos personajes renombrados están los doctores Ruth Graff, Yves Gerald Illouz, Thomas Biggs, Foad Nahai, Paula Regnault, Fernando Ortiz Monasterio y Mario González Ulloa. Se convirtió en el congreso más importante de México durante muchos años y aún es considerado el mejor curso de actualización de cirugía plástica en México. Llegar a ser profesor invitado en este simposio es motivo de orgullo. El Cuadragésimo Quinto Simposio tuvo profesores invitados de Alemania, Francia, Italia, Brasil y, por supuesto, a los mejores profesores de México.

El espíritu académico del doctor Guerrerosantos no ha desaparecido. Está presente en sus alumnos, quienes ahora tienen un gran reto: continuar la academia y la actividad asistencial. Entre ellos cabe destacar al doctor Lázaro Cárdenas, actual presidente de la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva, y al doctor Hiram Osiris González, actual director del Instituto Jalisciense de Cirugía Reconstructiva “Dr. José Guerrerosantos”.

Históricamente, el maestro José Guerrerosantos cumplió con las exigencias de la cirugía reconstructiva de su época. Reconstruyó hábilmente a los pacientes quemados o con labio y paladar hendidos, formó un curso universitario de cirugía plástica de gran impacto docente a nivel mundial, aportó conocimientos que han persistido a través del tiempo y, por último, incursionó en la cirugía estética, con profundo conocimiento médico y sin pensar que la cirugía plástica es banal.

El éxito de toda su vida docente, académica y asistencial se debió a que siempre siguió sus principios: primero, una lealtad absoluta para con sus maestros y amigos; segundo, el deseo continuo de compartir, fueran conocimientos, alegría o fracasos; tercero, tener siempre en el pensamiento a los maestros del pasado y del presente; y, por último, pensar en el pasado, presente y futuro de lo que investigues o realices.

La vida del maestro fue y será siempre la academia. Gracias maestro.

Correspondencia: Alejandro González-Ojeda E-mail: avygail5@gmail.com

Creative Commons License Academia Nacional de Medicina de México. Published by Permanyer. This is an open ccess article under the CC BY-NC-ND license