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Crítica (México, D.F.)

Print version ISSN 0011-1503

Crítica (Méx., D.F.) vol.41 n.122 Ciudad de México Aug. 2009  Epub Apr 24, 2020

https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.2009.940 

Artículos

El papel de los aspectos prácticos en una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento

The Role of Practical Facts in a Theory about Knowledge Attributions

Federico Matías Pailos* 

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad de Buenos Aires, Argentina, fpailos@hotmail.com


Resumen

En conjunción con la tesis de que sólo se debe actuar sobre la base de lo que se sabe, el Invariantismo Relativo al Interés que propone Stanley permite explicar la mayoría de nuestras intuiciones en torno a ciertos ejemplos relevantes. Pero si se relativiza el valor de verdad de las atribuciones de conocimiento a la situación práctica de todo individuo relevante, se pueden rescatar todas estas intuiciones, y no sólo la mayoría de ellas. Esta posición también explica la extrañeza generada por la paradoja de Moore, y el papel de las atribuciones de conocimiento en la justificación de las acciones.

Palabras clave: invariantismo; aserción; acción; intuiciones

Summary

Together with the thesis that one should only act based on what one knows, Stanley’s Interest-Relative Invariantism explains most of our intuitions by means of certain relevant examples. But if one posits that the truth-value of knowledge attributions is relative to the practical situation of all of the relevant agents, it is possible to explain why all our intuitions on these cases (and not just on most of them) are correct. This position helps us to explain the oddity in Moore’s paradox and the role of knowledge attributions in the justification of actions.

Key words: invariantism; assertion; action; intuitions

1. Los casos de Stanley

Jason Stanley insinúa, en Stanley 2005, que una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento debería, cuando menos, dar una explicación caritativa de nuestras intuiciones sobre los distintos casos de atribuciones de conocimiento. En particular, debería dar una explicación caritativa de ejemplos en los que el único factor relevante que varía es la situación práctica de alguno de los involucrados, mientras los elementos no prácticos relevantes del caso permanecen inalterados. Stanley se ocupa de presentar casos de una variada gama de este tipo de situaciones. Una buena teoría de las atribuciones de conocimiento debería explicar por qué nuestras intuiciones acerca de ellos son correctas, por qué mayormente lo son, o por qué vale la pena apartarse de ellas.1 Éstos son los casos que Stanley presenta:

  • (I) Cuando hay poco en juego [“Low Stakes”]. Hannah y su esposa Sarah vuelven a su casa en auto un viernes por la tarde. Planean detenerse en el banco para depositar los cheques con sus respectivas pagas. No es importante que lo hagan, ya que no tienen impuestos o deudas de vencimiento inminente. Además, al pasar por la puerta del banco notan que las filas de espera son largas, que es lo que habitualmente ocurre un viernes por la tarde. Al darse cuenta de que no es muy importante que depositen sus cheques (dado que no tienen deudas vencidas), Hannah dice: “Sé que el banco va a estar abierto mañana, pues estuve allí hace dos sábados. Podemos, entonces, depositar nuestros cheques mañana.”

  • (II) Cuando hay mucho en juego [“High Stakes”]. Hannah y su esposa Sarah vuelven en auto a su casa un viernes por la tarde. Planean detenerse en el banco para depositar los cheques con sus respectivas pagas. Como tienen impuestos de vencimiento inminente, y muy poco en sus cuentas, es importante que los depositen antes del lunes. Hannah recuerda haber pasado por la puerta del banco dos sábados antes, y que el banco estaba abierto. Pero Sarah señala con tino que el banco suele cambiar sus horarios. Hannah le dice a Sarah entonces: “Supongo que tienes razón. No sé que el banco vaya a estar abierto mañana.”

  • (III) Cuando hay poco en juego para quien atribuye conocimiento, pero mucho para el sujeto de la atribución de conocimiento [“Low Attibuttor-High Subject Stakes”]. Hannah y su esposa Sarah vuelven en auto a su casa un viernes por la tarde. Planean detenerse en el banco para depositar los cheques con sus respectivas pagas. Es importante que lo hagan antes del lunes. Hannah pasó por la puerta del banco dos sábados antes, y Jill la vio. Como el banco suele cambiar sus horarios, Hannah afirma: “Supongo que no sé en verdad que el banco vaya a estar abierto mañana.” De modo paralelo, Jill está pensando en pasar por el banco ese sábado para encontrarse con Hannah. No hay nada importante en juego para Jill en esto, y ella nada sabe de la situación de Hannah. Jill le dice a un amigo: “Hannah estuvo en el banco hace dos sábados. Sabe, por lo tanto, que el banco estará abierto este sábado.”

  • (IV) Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran [“Ignorant High Stakes”]. Hannah y Sarah vuelven en auto a su casa un viernes por la tarde. Planean detenerse en el banco para depositar los cheques con sus respectivas pagas. Es importante que lo hagan antes del lunes. Pero ni Hannah ni Sarah son conscientes de que tienen un vencimiento inminente, ni tampoco de la escasez de sus fondos. Hannah, al mirar la enorme fila de espera que hay en el banco, le dice a Sarah: “Sé que el banco estará abierto mañana, pues estuve allí hace dos sábados. Podemos depositar nuestros cheques mañana.”

  • (V) Cuando hay mucho en juego para quien atribuye conocimiento, pero poco para el sujeto de la atribución de conocimiento [“High Attributor-Low Subject Stakes”: HALSS]. Hannah y su esposa Sarah vuelven en auto a su casa un viernes por la tarde. Planean detenerse en el banco en el camino para depositar los cheques con sus respectivas pagas. Es importante que lo hagan antes del lunes. Hannah llama a Bill y le pregunta si el banco abrirá ese sábado. Bill contesta: “Bueno, estuve allí hace dos sábados, y el banco estaba abierto.” Hannah, dado que el banco suele cambiar sus horarios, afirma: “Bill en verdad no sabe que el banco vaya a estar abierto el sábado.”

Supongamos que el banco estará abierto el sábado. Stanley sostiene que, bajo ese supuesto, las respuestas intuitivas a estos casos serán las siguientes: en el caso “Cuando hay poco en juego”, la reacción intuitiva es que Hannah está en lo correcto y su afirmación “sé que el banco estará abierto mañana” es verdadera. En el caso “Cuando hay mucho en juego”, la respuesta intuitiva es que Hannah acierta una vez más, y que su afirmación “no sé que el banco vaya a estar abierto mañana” es verdadera. En el caso “Cuando hay poco en juego para quien atribuye conocimiento, pero mucho para el sujeto de la atribución de conocimiento”, nuestra intuición es que Jill se equivoca, y que su afirmación “Hannah sabe que el banco estará abierto este sábado” es falsa. En el cuarto caso, “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran”, nuestra reacción es que Hannah se equivoca, y que su afirmación “Sé que el banco estará abierto mañana” es falsa. Con respecto al caso HALSS, nuestra respuesta intuitiva es que la afirmación de Hannah “Bill en verdad no sabe que el banco vaya a estar abierto el sábado” es verdadera.

2. El IRI y los casos de Stanley

Las posiciones invariantistas sensibles acerca de las atribuciones de conocimiento sostienen que el valor de verdad de una atribución de conocimiento varía conforme a las circunstancias de evaluación; es decir, que los hechos relativos al sujeto de la atribución de conocimiento son parcialmente determinantes del valor de verdad de la atribución de conocimiento. Uno de los invariantistas sensibles más renombrados es el propio Stanley, quien llama al tipo de invariantismo sensible que defiende, “Invariantismo Relativo al Interés” [en adelante, IRI]. El IRI es la tesis según la cual para cualquier proposición p, que alguien sepa o no que p, está parcialmente determinado por factores prácticos del sujeto de la atribución de conocimiento. En palabras del propio Stanley:

Lo único que el defensor de IRI está sosteniendo es que, además de lo que la teoría de conocimiento que se prefiera diga acerca de cuándo x sabe en el tiempo t que p, hay una condición ulterior que está relacionada con los hechos prácticos del contexto del sujeto de la atribución. (Stanley 2005, p. 85)

Brevemente: cuanto más haya en juego para el sujeto de la atribución de conocimiento, más evidencia se requerirá para que su creencia verdadera constituya conocimiento. Ésta es una posición compatible con distintas teorías del conocimiento, pues sólo afirma que no independientemente de lo que la teoría elegida diga acerca de qué es que x sepa que p en el tiempo t y en el mundo posible w, hay una condición suplementaria que está relacionada con los intereses prácticos del sujeto de la atribución de conocimiento. Aunque el propio Stanley no se compromete con ninguna teoría del conocimiento compatible con el IRI, en su libro expone una teoría del conocimiento de primer orden que incluye al IRI como parte propia. Posteriormente señala los problemas que afronta,2 además de mencionar que no quiere comprometerse con ninguna teoría particular de primer orden de este estilo, porque toda teoría de este tipo tendrá problemas. Los problemas que esta teoría podría tener no son, en su mayoría, idiosincrásicos, sino propios de cualquier teoría de primer orden del estilo. A pesar de ello, Stanley entiende que la presentación de esa teoría, y la evaluación de su funcionamiento y aplicación (en particular, a los casos (I)-(V)) iluminará las ventajas de aceptar el IRI (en particular, en la explicación de los casos (I)-(V)). A continuación expongo la teoría de Stanley. Sean x, w, t y p letras esquemáticas reemplazables por nombres de personas, mundos posibles, tiempos y proposiciones, respectivamente. Entonces:

(IRI) Sabe que (< x,w,t, p >) si y sólo (1) p es verdadera en w, (2) ¬p no es una posibilidad epistémica seria para x en w y t, (3) si p es una cuestión práctica seria para x en w y t, entonces ¬p tiene una probabilidad epistémica suficientemente baja, dada la evidencia total de x, (4) x cree en t que p sobre la base de evidencia no inferencial, o cree que p sobre la base de una inferencia competente a partir de proposiciones que son sabidas por x en t. (Stanley 2005, pp. 89-90)

Como se ve, Stanley habla de la “probabilidad epistémica” de una proposición. Aunque no ahonda en esta idea, ni hace demasiado por clarificarla, sí pretende que se distinga de la noción de probabilidad subjetiva, usada en la teoría bayesiana clásica de la decisión racional, y que también se diferencie de la noción de probabilidad objetiva. Tampoco define las nociones de “posibilidad epistémica seria” y “cuestión práctica seria”, aunque las desarrolla mínimamente, amparado en algunos ejemplos. Stanley aspira a que esos ejemplos “apunten” a esas nociones con suficiente claridad. Por ejemplo, afirma que “las proposiciones con una probabilidad objetiva (o epistémica) igual o mayor que 50 por ciento, dada la evidencia total del sujeto [. . . ], son posibilidades epistémicas serias” (Stanley 2005, p. 91). Stanley se explaya un poco más en lo que respecta a la noción de “cuestión práctica seria”: “una proposición es una cuestión práctica seria para un individuo si hay alternativas a esa proposición que el sujeto racionalmente debe tomar en consideración al momento de decidir qué hacer” (Stanley 2005, p. 92).3 De todos modos, Stanley asume que son ideas suficientemente intuitivas.4 Él consideraría legítimo, en consecuencia, hacer uso de estas nociones en la formulación de teorías rivales. A continuación expondré cómo esta teoría explica las intuiciones que tenemos sobre los casos (I)-(V).

El IRI le permite a Stanley explicar por qué nuestra intuición es correcta en los cuatro primeros casos. En el caso “Cuando hay poco en juego”, la situación práctica de Hannah -el sujeto de la atribución de conocimiento- no es muy apremiante, por lo que las pruebas de las que dispone (haber pasado dos sábados antes por la puerta del banco, y ver que el banco estaba abierto) parecen suficientes para que su creencia verdadera de que el banco abrirá ese sábado sea parte de la totalidad de su conocimiento, dado que la proposición de que el banco va a estar abierto ese sábado no es una cuestión práctica seria ni una posibilidad epistémica seria para ella. La apremiante situación en la que Hannah (el sujeto de la atribución de conocimiento) se encuentra en el caso “Cuando hay mucho en juego” hace que las pruebas de las que Hannah dispone ya no sean suficientes para que ella sepa eso, pues que el banco esté abierto sí es una cuestión práctica seria para ella, “dado que, si no está abierto, esto afectará gravemente la utilidad de algunas de las acciones a su disposición (por ejemplo, ir al banco el sábado en vez del viernes)” (Stanley 2005, p. 97), y la negación de esta proposición no tiene una probabilidad epistémica suficientemente baja, dadas las pruebas con las que cuenta Hannah. En el caso “Cuando hay poco en juego para quien atribuye conocimiento, pero mucho para el sujeto de la atribución de conocimiento”, la situación práctica relevante es nuevamente la de Hannah (el sujeto de la atribución de conocimiento emitida por Jill), para quien el hecho de que el banco esté abierto ese sábado es una cuestión práctica seria. Por lo tanto, toda afirmación que atribuya a Hannah saber que el banco abrirá ese sábado resulta falsa, porque la probabilidad epistémica de que el banco no esté abierto ese sábado no es lo suficientemente baja, dada la totalidad de las pruebas de las que dispone Hannah. El caso “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran” es un caso en el que Hannah se halla en una situación “Cuando hay mucho en juego” sin saberlo, y por consiguiente la información con la que ella cuenta no es suficiente (contra lo que ella cree) para que su creencia verdadera de que el banco abrirá ese sábado valga como conocimiento (nuevamente, porque el hecho de que el banco esté abierto ese sábado es una cuestión práctica seria para Hannah, y la probabilidad epistémica de la negación de esa proposición no es lo suficientemente baja, dada la totalidad de las pruebas de que dispone Hannah). En todos estos casos, el IRI implica que nuestra intuición es correcta. Pero no ocurre lo mismo con HALSS. Aquí la intuición indica que Bill no sabe que el banco abrirá, pues posee las mismas pruebas para creerlo que Hannah, quien no sabe esto. Hannah está en una situación práctica apremiante, a diferencia de Bill, para quien no hay nada en juego en que el banco abra ese sábado. Bill es el sujeto de la atribución de conocimiento de Hannah, y su situación -lo que hay en juego para Bill, sus intereses y preocupaciones- es, en consecuencia, la relevante para determinar si él sabe o no que el banco abrirá ese sábado. Y que el banco esté abierto ese sábado no es ni una cuestión práctica seria ni una posibilidad epistémica seria para él. De acuerdo con el IRI, por lo tanto, Bill sabe que el banco abrirá ese sábado, contra lo que indica nuestra intuición.5

El IRI de Stanley está así en una mejor situación que las posiciones clásicas rivales para explicar la corrección de nuestras intuiciones sobre estos casos. Esas posiciones son: (i) el invariantismo estricto, (ii) el contextualismo, y (iii) el relativismo.

Todo invariantista estricto sostendrá que el estándar epistémico que debe satisfacer una creencia verdadera para ser conocimiento es el mismo en todo contexto. Hay dos grandes subramas del invariantismo estricto: el moderado y el escéptico. El adherente de la primera variedad creerá que el estándar que hay que satisfacer es lo suficientemente “bajo” o “accesible” como para que sepamos muchas cosas. Este invariantista no podrá explicar por qué nuestra intuición es correcta en los casos en los que hay mucho en juego para Hannah en que el banco abra ese sábado. Éstos son los casos “Cuando hay mucho en juego”, “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran” y HALSS. El defensor de la variante escéptica sostendrá que el estándar que hay que satisfacer en todo contexto es mucho más “exigente” o “alto”, y que sabemos mucho menos de lo que se cree que sabemos. Hannah, por lo tanto, afirmará falsamente que sabe en los casos “Cuando hay poco en juego” y “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran”, y en “Cuando hay poco en juego”, contradirá nuestra intuición.

El contextualismo sostiene que el significado y el valor de verdad de las atribuciones de conocimiento son relativos a un estándar epistémico determinado por el contexto de emisión de la atribución. El individuo relevante, aquel cuya situación práctica determinará el estándar epistémico, es el emisor (y no el sujeto de la atribución de conocimiento, como postula el IRI). Por consiguiente, esto implica que nuestras intuiciones son erradas en los casos “Cuando hay poco en juego para quien atribuye conocimiento, pero mucho para el sujeto de la atribución de conocimiento” (pues el estándar epistémico estará fijado por la situación del emisor, Jill en este caso. Como no hay mucho en juego para ella en que el banco abra ese sábado, el estándar epistémico será bajo, y como consecuencia la afirmación de Jill de que Hannah sabe que el banco abrirá ese sábado será verdadera, contra nuestra intuición) y “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran” (ya que como lo que determina el estándar epistémico pertinente son, para los contextualistas, las creencias del emisor -Hannah, en este caso-, y Hannah cree que no tiene deudas de vencimiento inminentes, entonces las pruebas de las que dispone son suficientes para que su afirmación -“Sé que el banco abrirá mañana”- sea verdadera; nuestra intuición señala lo contrario).

El relativismo es la posición que sostiene que el valor de verdad de una atribución de conocimiento es relativo al estándar de conocimiento del evaluador de la atribución de conocimiento. El individuo relevante, aquel cuya situación práctica determinará el estándar epistémico, es el evaluador (y no el sujeto de la atribución de conocimiento, como postula el IRI, ni tampoco el emisor, como sostiene el contextualismo). Así determinado, el estándar de conocimiento puede ser más cercano a un criterio exigente o más cercano a uno no tan exigente. Si ocurre lo primero, entonces nuestra intuición sobre el caso “Cuando hay poco en juego” es errada, pues el estándar pertinente es alto, y Hannah, por lo tanto, no sabe que el banco abrirá ese sábado. Si ocurre lo segundo, entonces nuestras intuiciones sobre el resto de los casos son erradas (pues el estándar de conocimiento siempre es bajo, y Hannah lo satisface en cada una de esas situaciones; nuevamente, contra lo que nuestra intuición indica).

3. El IRIG y los casos de Stanley

El principio de caridad insta a interpretar las acciones de los individuos como mayormente correctas; es decir, insta a que las interpretaciones propuestas acerca de las creencias, acciones, intuiciones y afirmaciones (las “acciones lingüísticas”) de los individuos sean tales que se infiera de ellas que esas creencias, acciones, intuiciones y afirmaciones son mayormente correctas. Este principio metodológico afecta cuando menos a todas las teorías acerca de la acción humana, y todos los participantes en este debate en particular se ciñen, en mayor o menor medida, a él.6 Una consecuencia del principio de caridad interpretativo es que si una teoría señala un error sistemático en el comportamiento de los individuos, esa teoría tendrá la carga de la prueba, lo que significa que el defensor de esa teoría estará en la obligación intelectual de aportar razones a favor de ella (obligación que no tienen en una primera instancia quienes no defiendan la existencia de tal error sistemático). Otra consecuencia de este principio es que si dos teorías acerca de lo que los individuos hacen son igualmente buenas en otros aspectos, entonces será preferible aquella que implique que los individuos nos equivocamos menos y acertamos más.7 Con respecto a los casos presentados por Stanley, conviene señalar que todas las posiciones tradicionales en torno a las atribuciones de conocimiento se comprometen con alguna teoría del error, ya que todas ellas implican que nos equivocamos sistemáticamente al evaluar una u otra de las situaciones de las que los casos (I)-(V) son ejemplos. Parece deseable, por las razones dadas, tener una teoría de las atribuciones de conocimiento que implique que nuestras intuiciones sobre estos casos son, todas ellas, correctas. Entiendo que para que una teoría de este estilo alcance el objetivo mencionado, deberá respetar la siguiente tesis, que “generaliza” la idea de Stanley de que la situación práctica del sujeto de la atribución de conocimiento es parcialmente determinante del valor de verdad de una atribución de conocimiento:

Invariantismo Relativo al Interés Generalizado [IRIG]. El valor de verdad de una atribución de conocimiento está parcialmente determinado por la situación práctica de aquél, entre el sujeto, el emisor y el evaluador de la atribución de conocimiento, que esté en una situación práctica más apremiante.

Stanley tiene razón al señalar que la situación práctica del sujeto de una atribución de conocimiento es parcialmente determinante del valor de verdad de la atribución de conocimiento. Su error es sólo no atender a la situación práctica de otros individuos relevantes: el emisor y el evaluador. Si, evaluados por cualquiera de nosotros,8se interpretan los casos de Stanley como situaciones en las que no hay mucho en juego para el evaluador, entonces obtendremos los resultados deseados, con la ayuda de una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento análoga a la teoría del conocimiento presentada por Stanley, pero que tenga al IRIG en lugar del IRI como parte propia. Esa teoría podría servirse de las nociones de “probabilidad epistémica”, “cuestión práctica seria” y “posibilidad epistémica seria”, introducidas por Stanley para explicar nuestras intuiciones sobre los casos (I)-(V). Sean u, x, y, w, w , w ′′, t, t , t ′′ y p letras esquemáticas reemplazables por nombres de individuos (u, x e y), mundos posibles (w, w , y w ′′), tiempos (t, t y t ′′) y proposiciones (p). “Sabe que (< u,w,t,x,w ,t , y,w ′′,t ′′, p >) es verdadera” debe ser leída como “la afirmación (realizada por el emisor u en el mundo posible w y el tiempo t) que dice que x sabe que p en el tiempo t y en el mundo posible w (evaluada por el individuo y en el tiempo t ′′ y en el mundo posible w ′′), es verdadera”. Entonces,

(IRIG) Sabe que (< u,w,t,x,w ,t , y,w ′′,t ′′, p >) es verdadera si y sólo (1) p es verdadera en w ; (2) ¬p no es una posibilidad epistémica seria para x en w y t ; (3) si p es una cuestión práctica seria para x en w y t , para u en w y t, o para y en w ′′ y t ′′, entonces ¬p tiene una probabilidad epistémica suficientemente baja, dadas las pruebas totales de x; (4) x cree en t que p sobre la base de evidencia no inferencial, o cree que p sobre la base de una inferencia competente a partir de proposiciones que son parte de lo que x sabe en t .9

Como se ve (por el modo especificado en que debe leerse “Sabe que (< u,w,t,x,w ,t , y,w ′′,t ′′, p >) es verdadera”), el IRIG no lo es, como el IRI, una teoría del conocimiento, sino una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento. No obstante, ellas desempeñan un papel similar, pues ambas aspiran a explicar nuestras intuiciones con respecto a los casos (I)-(V). Veamos, ahora, cómo el IRIG explica los casos de Stanley. Nuevamente, asumo que el que el banco abra el sábado no es una cuestión práctica seria para ningún evaluador que no sea uno de los individuos explícitamente mencionados en los ejemplos.

En el caso “Cuando hay poco en juego”, el IRIG implica que Hannah dice algo verdadero al afirmar que sabe que el banco estará abierto el sábado, pues que el banco esté abierto ese sábado no es ni una cuestión práctica seria ni una posibilidad epistémica seria para ella, y las pruebas con las que cuenta son suficientes para que su creencia verdadera constituya conocimiento. En el caso “Cuando hay mucho en juego”, el IRIG también implica que Hannah (una vez más, sujeto y emisora) dice la verdad al negar que ella sepa que el banco estará abierto, pues su situación práctica (tiene deudas que sólo podrá saldar con el cheque que debe depositar) hace que el que el banco esté abierto ese sábado sea una cuestión práctica seria para ella. Y como la única evidencia de la que dispone al respecto es que pasó por la puerta del banco dos sábados antes, y el banco estaba abierto, la proposición de que el banco no esté abierto ese sábado no tiene una probabilidad epistémica suficientemente baja (dada esa evidencia). En el caso “Cuando hay poco en juego para quien atribuye conocimiento, pero mucho para el sujeto de la atribución de conocimiento”, la intuición indica que Jill dice una falsedad al afirmar que Hannah sabe, y el IRIG predice exactamente eso, dado que el que el banco esté abierto ese sábado es una cuestión práctica seria para Hannah, y las pruebas de las que dispone no son suficientes para que la proposición de que el banco no esté abierto ese sábado tenga una probabilidad epistémica suficientemente baja. En el caso “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran”, la intuición indica que la atribución de conocimiento de Hannah es falsa, y eso es lo que se sigue también del IRIG, pues su situación práctica hace que sea apremiante para ella depositar el cheque en el banco, aunque ella desconozca que ésa es su situación. Esto hace que el que el banco esté abierto ese sábado sea una cuestión práctica seria para ella, y que las pruebas de las que dispone no sean suficientes para que la proposición de que el banco no esté abierto ese sábado tenga una probabilidad epistémica suficientemente baja. Finalmente, en HALSS, la intuición indica que Hannah dice la verdad al negar que Bill sepa que el banco abrirá ese sábado. El IRI, contra nuestra intuición, predice que Bill sabe que el banco abrirá ese sábado. Del IRIG se sigue, contrariamente al IRI, que Hannah dice la verdad al negar que Bill sepa, pues dado que el hecho de que el banco esté abierto ese sábado es una cuestión práctica seria para Hannah (la emisora), la evidencia de la que dispone Bill (el sujeto de la atribución de conocimiento) no es suficiente para que la proposición que el banco no esté abierto ese sábado tenga una probabilidad epistémica suficientemente baja. La atribución de conocimiento “Bill no sabe que el banco abrirá ese sábado” es, por lo tanto, verdadera, y su negación, falsa.10

Una última observación sobre los casos (I)-(V). Las intuiciones que tenemos con respecto a ellos no son aleatorias, sino que parecen responder a la siguiente regla: cuanto más apremiante sea la situación práctica de cualquiera de los actores relevantes (el sujeto, el emisor y el evaluador de la atribución de conocimiento), más elevado será el estándar epistémico que deberá satisfacer el sujeto de la atribución de conocimiento para saber la proposición en cuestión. El IRI, el contextualismo y el relativismo rescatan, cada uno, un punto importante: la sensibilidad del valor de verdad de una atribución de conocimiento a la situación de uno de los individuos relevantes. (Ese individuo es, para el IRI, el sujeto; para el contextualismo, el emisor, y para el relativismo, el evaluador.) El problema de estas posiciones es la insensibilidad postulada de las atribuciones de conocimiento con respecto a la situación del resto de los individuos relevantes. La pretensión detrás del IRIG es remediar estas falencias.11

4. El Principio Acción-Conocimiento

Si la mejor teoría de las atribuciones de conocimiento es la compatible con el mayor número de intuiciones relevantes, parece razonable sostener que una teoría sobre las atribuciones de conocimiento que adopte el IRIG es preferible a una teoría que adopte el IRI, pues aquélla, y no la que tiene al IRI como parte propia, es compatible con todas las intuiciones de los ejemplos presentados por Stanley. Si una norma metodológica de toda teoría que procure explicar lo que los individuos hacen es la que insta a interpretarlos como si estuvieran en lo correcto hasta donde esto se pueda, entonces, prima facie, el IRI no es una posición tan buena como se desearía. Más aún: si hubiera una teoría rival más caritativa que ella, esa teoría rival estaría en una situación comparativamente mejor. Éste, precisamente, puede ser el caso de una posición como el IRIG: una teoría como IRIG, que tiene al IRIG como parte propia, permite afirmar que, en HALSS, Hannah no desconoce el significado de sus palabras, que las utiliza con su significado literal, y que ello implica que Hannah (contra lo que el IRI sostiene) dice la verdad en este caso. Recordemos (una vez más) lo dicho por Stanley: “Mi tendencia filosófica es preservar tantas intuiciones de sentido común como sea posible” (Stanley 2005, p. v). No parece irrazonable afirmar que es el IRIG, y no el IRI, el que mejor cumple este propósito. Pero Stanley no cree que éste sea el fin primario de una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento. Expondré sus razones.

Stanley niega que los casos (I)-(V) tengan el valor de base empírica para una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento. Lo que una buena teoría de este estilo debería hacer, de acuerdo con Stanley, es ser parte de una teoría que explique por qué nuestras acciones son correctas o incorrectas (por qué son racionales o por qué no lo son), y por qué algunas razones para actuar son apropiadas y otras no lo son. Stanley cree que el modo correcto de hacer esto es postulando el siguiente principio como aquel que rige la relación normativa entre conocimiento y acción:

El Principio Acción-Conocimiento [PAC]. Sólo las creencias que son conocimiento constituyen una base correcta para la acción.12

De acuerdo con Stanley, un gran mérito de IRI es que sanciona como correctas sólo aquellas atribuciones en las que lo atribuido es una base correcta para la acción, y que niega que creencias que no constituyen intuitivamente una legítima base para la acción sean conocimiento. Por esto Stanley encuentra meritorio que el IRI sea compatible con nuestras intuiciones en todos los casos salvo en HALSS. Aquellas intuiciones son las que sería razonable que tuviéramos si se actuara únicamente sobre la base de lo que sabemos. Pero la actitud intuitiva en el caso HALSS no es de ese estilo. Allí Hannah niega que Bill sepa que el banco abrirá ese sábado, y nuestra intuición indica que Hannah dice algo verdadero. Pero, a la par, parece intuitivamente correcto que Bill actúe sobre la base de la creencia de que el banco estará abierto ese sábado, creencia que, según Hannah (y nuestras intuiciones), no constituye conocimiento. Eso muestra, según Stanley, que esa intuición es anómala, y que es una virtud del IRI no ser compatible con ella (pues es incompatible con la idea de que debemos actuar sólo sobre la base de lo que sabemos). Claro, también es un deber de un defensor del IRI brindar una explicación de por qué tenemos las intuiciones que tenemos acerca de ese caso. No presentaré la explicación preconizada por Stanley, pero queda claro que el IRI está comprometido con la verdad de alguna teoría del error, pues sostiene que las intuiciones que tenemos acerca de casos como HALSS son erradas. De hecho, Stanley debería criticar el IRIG por ser incompatible con el PAC. Ampliaré este punto.

El IRIG implica (como parte de una adecuada teoría de las atribuciones de conocimiento, como el IRIG) que nuestra intuición en los casos del tipo HALSS es correcta, y que el sujeto de la atribución de conocimiento no sabe lo que Stanley sostiene que sabe. En el ejemplo evaluado, Bill no sabe que el banco abrirá ese sábado. Pero a la vez nuestra intuición parece indicar, como señala Stanley, que Bill está plenamente justificado a actuar sobre la base de la creencia de que el banco abrirá ese sábado. Pero si lo está, entonces el PAC es falso, y la situación de Bill sería un contraejemplo de este principio (pues Bill parece autorizado a actuar sobre la base de una creencia que no es parte de la totalidad de su saber). Si el PAC fuera verdadero, entonces el defensor del IRIG estaría en problemas, dado que del IRIG (o más bien de una teoría como el IRIG, que incluye al IRIG como parte propia) se sigue que Bill no sabe eso. El defensor del IRIG acaso podría rechazar la intuición de que alguien en la posición de Bill, en un caso HALSS, está autorizado a actuar con base en su creencia verdadera y justificada que no constituye conocimiento. No obstante, ésta no sería una opción razonable. Si tomara este camino, el defensor del IRIG perdería la ventaja que tiene con respecto a un defensor del IRI, pues dejaría de respetar más intuiciones que su rival, dado que estaría rechazando la idea (altamente intuitiva) de que Bill está justificado a actuar sobre la base de su creencia verdadera, la cual no constituye conocimiento, de que el banco abrirá ese sábado. (De la posición de Stanley se sigue que Bill sí está autorizado a actuar en función de esa creencia.) El único camino que le queda, por consiguiente, es rechazar el poco intuitivo PAC.

5. El argumento a favor del PAC

Stanley sostiene que el PAC es verdadero, y aporta razones para afirmarlo. Debe darlas ya que, al menos, no es intuitivamente verdadero. En Stanley 2005, Stanley presenta un argumento inductivo (o abductivo) a favor del PAC.13 Stanley afirma que el PAC, en conjunción con una teoría que tenga como parte propia al IRI, permite explicar (i) la mayoría de los casos (I)-(V), (ii) la paradoja de Moore, y (iii) los usos de las atribuciones de conocimiento en la justificación de la acción. El punto (i) ya fue tratado. Desarrollaré a continuación el punto (ii).

Afirma Stanley:

Lo extraño de las afirmaciones que son ejemplos de la Paradoja de Moore se suele interpretar como evidencia a favor de la existencia de un vínculo intuitivo entre aserción y conocimiento, que sostiene que sólo se debe afirmar lo que se sabe [. . . ]. Por una razón similar, las reacciones que tenemos ante la mayoría de los casos presentados [los casos (I)-(V)] no son aleatorias. Son más bien reacciones naturales a la relación conceptual entre conocimiento y acción, a nuestra adhesión intuitiva al principio de que sólo se debe actuar sobre la base de lo que se sabe. (Stanley 2005, p. 11)

El PAC, como quedó establecido, afirma que sólo se debe actuar sobre la base de lo que se sabe. Cuando se lo restringe a la práctica asertiva, se obtiene el siguiente principio:

KNA: para toda p, podemos afirmar correctamente que p sólo si sabemos que p.14

Un modo sencillo de explicar la extrañeza que nos producen las afirmaciones cuya estructura es la de la paradoja de Moore consiste en sostener que esa extrañeza corresponde a una incorrección real, producto del incumplimiento de una norma de la aserción, que es el KNA, y de una norma general de la acción: el PAC (del que el KNA es un caso).

Me ocuparé ahora del punto (iii). Stanley afirma que habitualmente se recurre a las atribuciones de conocimiento en la justificación de la acción. Por ejemplo, cuando se me pregunta por qué fui al puesto de diarios de la izquierda, en lugar de dirigirme al de la derecha, respondo que lo hice porque que el de la izquierda tiene la revista que quiero comprar, pero no sé si el de la derecha la tiene. Si ocurre que el puesto de diarios de la izquierda no tiene la revista en cuestión, se me podrá criticar señalándome que sólo creía que la tenía. Criticar una acción con el argumento de que sólo está basada en una creencia que no constituye conocimiento es criticarla por no satisfacer la norma pertinente. Decir que una acción está basada en el conocimiento de la situación en cuestión es afirmar que esa acción sí satisface la norma pertinente. Las intuiciones que tenemos acerca de los ejemplos en cuestión se explican mejor si postulamos que estamos comprometidos con la norma de actuar sólo con base en lo que sabemos. Así, por ejemplo, en el caso “Cuando hay mucho en juego”, Hannah no debería actuar sobre la creencia de que el banco abrirá ese sábado, porque esa creencia no es parte de lo que Hannah sabe. Que los casos HALSS sean tales que aparentemente el sujeto de la atribución de conocimiento está justificado para actuar sobre la base de creencias que no constituyen conocimiento, prueba, de acuerdo con Stanley, que nuestra intuición sobre ese tipo de casos es anómala: o bien Bill está justificado para actuar y, por lo tanto sabe que el banco abrirá ese sábado (pues ésa es la creencia base para la eventual acción de acudir al banco el sábado), o bien es falso que sólo debamos actuar con base en lo que sabemos. Pero, sostiene Stanley, este principio es verdadero. Por consiguiente, contra nuestra intuición, Bill sabe que el banco abrirá ese sábado.

6. Límites y debilidades del argumento de Stanley

La propuesta de Stanley es muy persuasiva, en particular por todo lo que parece explicar. Si no hubiera un modo más caritativo de dar cuenta de estos fenómenos, sería razonable aceptarla, por más que el PAC no parezca inicialmente muy intuitivo. Pero hay otro modo, más caritativo, de explicar (i)-(iii). Comenzaré con (i).

Es cierto que adoptar el PAC, en conjunción con el IRI, ayuda a explicar por qué la mayoría de nuestras intuiciones con respecto a los casos (I)-(V) son correctas. Pero un defensor del IRIG puede afirmar algo similar con la intención de apoyar una posición diferente: nuestras reacciones a todos los casos (I)-(V) (y no ya simplemente a una mayoría de los mismos) parecen no ser meras respuestas aleatorias, sino responder a un patrón: son exactamente las respuestas que deberíamos dar si también (al menos) la situación práctica del emisor, y no sólo la del sujeto, determinara parcialmente el valor de verdad de la atribución de conocimiento. Esta posición tiene, sobre la de Stanley, el mérito de implicar que nuestra intuición sobre el caso HALSS es correcta: Bill no sabe (y, en consecuencia, por tanto Hannah está en lo correcto al afirmar que Bill no sabe), pero está justificado para actuar sobre la base de esa creencia. Esto es incompatible con la verdad del PAC. Lo indicado, en situaciones de este estilo, parece ser rechazar la tesis teórica, y no la respuesta intuitiva. Prima facie, no parece legítimo que aquélla tenga preeminencia sobre intuiciones preteóricas, como las que tenemos acerca del caso HALSS.

Evaluaré ahora el punto (ii). Es verdad que lo extraño de afirmaciones de la forma “p, pero no sé que p” se puede explicar porque es verdad que sólo se puede afirmar correctamente lo que se sabe, tal como postulan el KNA y el PAC. Pero lo extraño de este tipo de afirmaciones también se puede explicar de otras maneras, cuando menos tan convincentes como la que recurre al KNA. Expondré una de ellas, defendida por Jennifer Lackey. Si bien puede defenderse que el KNA es la norma correcta de la aserción, se deben ofrecer argumentos contra esta otra posibilidad (y responder a las críticas que Lackey le formula). Lackey defiende, además, la idea de que afirmaciones de la paradoja de Moore pueden ser verdaderas. Por lo tanto, debe explicar la impresión de incorrección que generan. Lo hace de modo casi tan directo como Stanley: las afirmaciones de la paradoja de Moore parecen incorrectas porque son incorrectas. No obstante lo cual, pueden ser verdaderas.

En Lackey 2007 se sostiene que las afirmaciones con la estructura de la paradoja de Moore son incorrectas porque son engañosas -tienden a generar creencias falsas en los oyentes-, por lo que quebrantan una de las normas que rigen la aserción. Allí, Lackey defiende la idea de que la práctica asertiva está regida por dos normas:

RTBNA: Se puede afirmar correctamente que p sólo si (i) es razonable que creamos que p, y (ii) si afirmamos que p, debemos haber afirmado que p al menos parcialmente porque es razonable que creamos que p.

NMNA∗∗: S puede afirmar correctamente que p en un contexto C sólo si no es razonable para S creer que la afirmación de que p en C será engañosa con respecto a los propósitos del intercambio lingüístico en cuestión.

Si éstas son las normas que rigen la práctica asertiva, entonces las afirmaciones de la forma “p, pero no sé que p” no serán, en general, afirmaciones correctas, dado que son engañosas, pues crean en quienes las escuchan la ilusión de que quien las afirma tiene razones justificadas para creer que p no es verdadera, cuando en verdad no las tiene. La imagen que Lackey presenta acerca de las normas de la práctica asertiva es la más caritativa de las opciones disponibles, ya que explica por qué podemos realizar una afirmación de modo correcto sin saber lo afirmado, o sin realizar una afirmación verdadera, lo que trae como consecuencia que las afirmaciones correctas sean sustancialmente más que las afirmaciones consideradas correctas por un enfoque que adopte el KNA (siempre que se asuma que realizamos muchas afirmaciones que no quebrantan las normas propuestas por Lackey y que además no son verdaderas, así como muchas afirmaciones que no vulneran las normas propuestas por Lackey, y cuyo contenido no es parte de la totalidad de nuestro saber). La imagen de la práctica asertiva presentada por Lackey tiene además la virtud de explicar los casos de “afirmaciones en cuya verdad no se cree” [“selfless assertions”], que es algo que los enfoques rivales no hacen. Así caracteriza ella estos casos:

Hay tres componentes centrales de este fenómeno: en primer lugar, el sujeto, por razones puramente no epistémicas, no cree (y por lo tanto no sabe) que p; en segundo lugar, a pesar de que no cree que p, el sujeto comprende que p está sólidamente respaldada en toda la evidencia disponible; y, en tercer lugar, por lo dicho anteriormente, el sujeto afirma que p sin creer, y por consiguiente sin saber, que p. (Lackey 2007, p. 599)

El siguiente es un ejemplo que Lackey ofrece de este tipo de casos:

JURADO RACISTA: Martin fue criado por padres racistas en el seno de una comunidad estrecha de miras, y, durante buena parte de su vida, compartió la mayoría de las creencias de su familia y amigos. Luego de terminar el colegio secundario, ingresó a la universidad local, y empezó a descubrir algunas de las causas y consecuencias del racismo. En ese tiempo, Martin fue convocado para actuar de jurado en un caso en que se acusaba a un hombre negro de violar a una mujer blanca. Luego de ver todas las pruebas presentadas por la fiscalía y la defensa, Martin comprendió que las pruebas disponibles no avalaban la conclusión de que el acusado cometió el crimen del que se le acusaba. A pesar de esto, no podía dejar de sentir que el acusado era culpable. Luego de reflexionar al respecto, Martin comenzó a sospechar que su creencia estaba basada en el racismo que todavía albergaba en sí, y concluyó que, aunque no podía lograr creer que el acusado era inocente, él tenía la obligación de presentar el caso a otros como si lo fuera. Poco después de abandonar los tribunales, Martin se encuentra con un amigo de la infancia, quien le pregunta si acusado “lo hizo”. Aunque Martin no cree, y por lo tanto no sabe, que el acusado es inocente, afirma: “No, no la violó”. (Lackey 2007, p. 598)

Martin no cree que el acusado sea inocente, y por lo tanto no lo sabe. Pero es razonable que lo crea inocente, y afirma que lo es porque es razonable que así lo crea (por lo que satisface RTBNA), y, al hacerlo, no genera confusión en sus interlocutores (por lo que satisfacen NMNA∗∗). Si la respuesta intuitiva a este tipo de casos es que las afirmaciones de los emisores son correctas, esto genera un problema para defensores de KNA como Stanley, y constituye un argumento a favor de la imagen de la práctica asertiva presentada por Lackey que de ella se siga que tales afirmaciones son correctas.

Ni KNA ni RBNA (la norma que indica que se puede afirmar correctamente sólo lo que se cree razonablemente que es el caso) son, en consecuencia, normas de la práctica asertiva, pues ninguna de ellas permite explicar los casos de “afirmaciones en cuya verdad no se cree”. Además, la verdad no es ni una condición suficiente ni una condición necesaria de una afirmación correcta, y por lo tanto ni KNA ni TNA (la norma que indica que se puede afirmar correctamente sólo lo verdadero) pueden ser correctas. No puede ser una condición suficiente de la aserción correcta porque “desde esa perspectiva, las meras presunciones afortunadas y las afirmaciones producto de confundir los deseos con la realidad [‘wishful thinking’] serían actos correctos” (Lackey 2007, p. 607). No creemos que afirmaciones que constituyen aciertos azarosos sean, todas ellas, afirmaciones correctas. Y la verdad no puede ser una condición necesaria de la correcta aserción porque “desde esa perspectiva, las afirmaciones realizadas por nuestros gemelos en los mundos creados por genios malignos, y las afirmaciones imprecisas, serían actos impropios” (Lackey 2007, p. 607).

Con respecto al punto (iii), no puedo seguir completamente a Stanley en sus intuiciones acerca de los casos planteados. Si se actúa con base en la mera creencia plena de que el puesto de diarios está a la izquierda, o al menos si esa creencia está suficientemente justificada (de un modo que no implique que ella es parte de la totalidad del saber del sujeto), entonces sus razones son suficientemente buenas, sus bases para la acción son razones, y sus razones son buenas razones. Si, de hecho, el puesto de diarios no está a la izquierda, se criticará al agente por tener creencias falsas, pero no por haber actuado con base en su creencia plena de que el puesto de diarios está a la izquierda. En Cresto inédito, se argumenta en este sentido contra la idea de que estos ejemplos avalan el PAC. Allí, Cresto evalúa el siguiente ejemplo. Jack y Jill quieren llegar a cierto restaurante. Jill está segura de que, para hacerlo, debe girar a la derecha. No obstante, poco después de hacerlo, ambos descubren que el restaurante no estaba a la derecha. Jack se enfada con ella. Pero él no acusará a Jill de haber actuado irracionalmente, pues la acción de Jill fue racional, dadas sus creencias. Continúa Cresto:

¿La acusará, acaso, de tomar incorrectamente su creencia como base para su acción? Éste es un punto delicado, porque, así formulado, la pregunta es ambigua. Puede ser interpretada como:

(A) p no es una razón para ella, por lo que no debería haberla tomado como tal.

O como:

(B) p fue una legítima razón para actuar con base en ella, pero Jill no debió haber creído que p, porque p es falsa.

Sustituyamos p por “el restaurante está a la derecha”. Habitualmente, Jack no dirá “no debiste haber actuado sobre la base de tu creencia que p”, ni “no debiste dejar que tu creencia de que p guiara tus acciones”. Más bien dirá “no debiste haber estado segura de que p”. Sólo en el primer caso podrá afirmarse que el ejemplo avala el AKP [AKP: Tómese la proposición de que p como una razón para actuar, sólo si se sabe que p]. En otras palabras, sólo (A) es relevante como aval de AKP. Sin embargo, (A) es falsa. Está claro que p fue su razón para girar a la derecha. (Cresto inédito, p. 4)

De acuerdo con Cresto, por lo tanto, queda claro que los motivos de Jill para tomar el rumbo que tomó fueron razones que tuvo para hacerlo. Más aún, eran, en algún sentido, razones correctas para guiar su conducta, al menos si éstas eran parte de su conjunto de creencias. Pero, ¿eran buenas razones?15 Cresto responde que es una razón legítima para actuar, pero que Jill no debió haber tenido esa creencia en primer lugar, porque es falsa. Y afirma que una posible crítica de Jack a Jill es la siguiente: “no debiste haber estado segura de que p”. Ésta puede ser una respuesta adecuada en este caso, pero no en cualquier situación en que las razones para actuar no constituyan conocimiento. Pensemos en un caso como el anterior, pero en el que Jill se guía por lo que le dice un mapa. Ante el acoso de Jack, Jill se decide a preguntar, no a uno, sino a cinco transeúntes. Los cinco afirman que el restaurante está donde el mapa indica que está. Ahora bien: el restaurante acaba de mudarse, así que de hecho no está ahí. ¿Es correcto que Jack le diga a Jill “no tendrías que haber tenido la creencia de que el restaurante está dónde indica el mapa”, o algo parecido? Claramente no. Acertar sobre la base de buenas razones no era una opción disponible para Jill. Podía (i) equivocarse sobre la base de buenas razones, o (ii) acertar sobre la base de malas razones o por azar. Si sólo se debe actuar sobre la base de creencias que constituyen conocimiento, o si sólo se debe estar cierto de proposiciones verdaderas (con base en creencias suficientemente bien justificadas), hay situaciones en las que sólo podemos actuar incorrectamente. Esta imagen, menos caritativa de lo deseable, puede ser una consecuencia inevitable de nuestra mejor teoría al respecto de estos asuntos. Pero no lo es. Si se actúa sobre la base de creencias suficientemente bien justificadas, no se actúa incorrectamente en ningún sentido. Si el escenario es escéptico, se tiene mala suerte. Pero de ahí no se sigue que se haya cometido falta alguna.

7. Conclusión

Como cualquier teoría acerca de las acciones humanas, una teoría acerca de las atribuciones de conocimiento debe ser lo más caritativa posible. Una teoría que tenga al IRIG como parte propia satisface ese objetivo de modo más completo que una que, en lugar del IRIG, incluya al IRI. El IRIG permite explicar no sólo por qué todas las intuiciones que tenemos acerca de los casos (I)-(V) son correctas (el IRI solo explica por qué la mayoría de ellas lo son), sino que es compatible con la idea intuitiva de que es racional actuar sobre la base de lo que se sabe. No obstante, un defensor del IRI como Stanley podría objetar que ser lo más caritativa posible no es el principal objetivo de una teoría de este tipo. Stanley afirma que el papel de estas teorías es formar parte de una teoría más general que explique la relación normativa entre conocimiento y acción, y entiende que el modo correcto de hacer esto es defender la idea de que sólo es correcto actuar sobre la base de creencias que constituyan conocimiento. Si el PAC (tal como denominé a esta norma) es verdadero, entonces el IRI podría ser verdadero, pero el IRIG es falso. Ahora bien, las razones provistas por Stanley en respaldo del PAC no son persuasivas. Una teoría que adopte al IRIG y que postule, como las normas de la aserción, las presentadas por Lackey, puede explicar no sólo por qué todas nuestras intuiciones acerca de los casos de Stanley son correctas, sino también la impresión de incorrección acerca de las afirmaciones con la estructura de la paradoja de Moore. Además, se logra así dar una adecuada imagen a los usos de las atribuciones de conocimiento en la justificación de la acción. Es decir, una teoría de este estilo logra explicar todo lo que a Stanley le interesa explicar. Pero esta posición puede, además, explicar los casos de “afirmaciones en cuya verdad no se cree”: casos en los que se afirma justificadamente algo en lo que no se cree, y que por lo tanto no se sabe. Como indica Lackey, esas afirmaciones son correctas. Pero el PAC es incompatible con la corrección de estas afirmaciones. Por todos estos motivos, el IRIG es una mejor propuesta que la defendida por Stanley.16

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1 Pero Stanley parece creer que vale la pena apartarse de las intuiciones de sentido común lo menos posible. Ésta parece ser, al menos, la lectura más razonable de su siguiente afirmación: “Mi tendencia filosófica es preservar tantas intuiciones de sentido común como sea posible” (Stanley 2005, p. v.)

2Los problemas señalados por Stanley son los siguientes: (1) analiza la idea de “conocimiento” en términos de la idea de “probabilidad epistémica”. Pero la probabilidad epistémica de una proposición es la que ésta tiene relativamente al conjunto de proposiciones sabidas por el individuo, lo que torna a este análisis en circular. (2) Hay casos problemáticos, como aquellos que incluyen “proposiciones de lotería” (las proposiciones expresadas por afirmaciones del tipo “S sabe que su boleto de lotería no ganó”, emitidas sin tener el dato cierto de si ganó o no, y cuyo único fundamento es la probabilidad extremadamente baja de que, de hecho, el boleto sea ganador), que sugieren que todo análisis del conocimiento en términos de probabilidades está condenado a fracasar. (En Hawthorne 2004 se presentan razones en apoyo de esta tesis.) (3) Si el conocimiento no se distingue de la evidencia, como afirma Williamson (en Williamson 2000), entonces un presunto análisis de la noción de conocimiento en términos de evidencia no sería un verdadero análisis. Y Stanley encuentra muy verosímil el antecedente de este condicional.

3

Éste es uno de los ejemplos presentados por Stanley para dilucidar la idea de “cuestión práctica seria” (en este caso, por oposición: el ejemplo muestra una proposición que no es una “cuestión práctica seria”):

Supongamos que hay una probabilidad del 30 por ciento de que Christine Todd Whitman se corte las uñas del pie el 1 de septiembre de 2003. El 1 de septiembre de 2003 estoy en mi oficina considerando si debo ponerme a trabajar en este capítulo o si debo realizar mi labor de árbitro de una revista. Intuitivamente, la proposición de que Christine Todd Whitman se cortará las uñas del pie el 1 de septiembre de 2003 no es algo que deba tomar en consideración al momento de decidir qué hacer el 1 de septiembre de 2003. Es, de hecho, un asunto que puedo ignorar legítimamente en mi proceso de decisión, aunque su probabilidad sea relativamente alta (Stanley 2005, p. 93).

4

Éste es uno de los ejemplos presentados por Stanley para elucidar la idea de “posibilidad epistémica seria”:

Consideremos la proposición de que usted tiene un número par de cabellos. De hecho no me interesa cuántos cabellos tenga usted, pero creo que tiene un número par de ellos. Si resulta que usted tiene un número impar de cabellos, eso no me afectará en absoluto. Las distintas opciones a mi disposición serán retener mi creencia de que usted tiene un número impar de cabellos, o abandonarla. De hecho, dado que no me interesa cuántos cabellos tiene, que tenga o no un número impar de los mismos no afectará la utilidad garantizada esperada de retener mi creencia o abandonarla. Por lo tanto, la proposición de que usted tiene un número impar de cabellos no es una cuestión práctica seria para mí. No obstante, es epistémicamente relevante con respecto a mi creencia de que usted tiene un número par de cabellos, porque es una posibilidad seria (en el sentido epistémico) que usted tiene un número impar de cabellos (Stanley 2005, p. 96).

5En el capítulo 5 de Stanley 2005, Stanley ofrece una explicación de por qué tenemos intuiciones equivocadas en los casos HALSS. Por cuestiones de espacio, no evaluaré aquí su explicación.

6Para una defensa del principio de caridad interpretativa, véase Davidson 1984b y Davidson 1986. Para una crítica de la defensa davidsoniana, véase Moretti 1993.

7Recuerdo que el propio Jason Stanley parece conceder un lugar central a esta norma metafilosófica.

8Quiero decir, por cualquiera que no sea ni Hannah ni Sarah ni Bill ni Jill, ni ninguno de los individuos a los que los casos (I)-(V) hacen referencia.

9No estoy comprometido con el IRIG más de lo que Stanley lo está con el IRI. Sí pienso con respecto al IRIG y al IRIG algo similar a lo que Stanley piensa con respecto al IRI y al IRI: que cualquier teoría (acerca de las atribuciones de conocimiento, en este caso) que incluya al IRIG como parte propia es preferible, al menos por explicar de modo más satisfactorio los casos (I)-(V), a una teoría similar que no lo haga.

10Como me señaló un juez anónimo (a quien agradezco por esto), el IRIG podría servir para explicar nuevos casos de Stanley, en los que la situación práctica del evaluador sí hiciera diferencia (porque ella fuera apremiante). Pero aun cuando no tomemos en cuenta la situación práctica del evaluador, hay casos similares a los de Stanley que él no evalúa. En principio, así como hay una situación “Cuando hay mucho en juego, pero aquellos para quienes hay mucho en juego lo ignoran”, también puede haber una situación “Cuando hay poco en juego, pero aquellos para quienes hay poco en juego lo ignoran” [“Ignorant Low Stakes”], en la que no haya mucho en juego para el sujeto de la atribución de conocimiento, aunque él crea lo contrario. Hay, entonces, cuatro situaciones prácticas básicas en las que un individuo puede estar: (1) puede haber poco en juego para él, (2) puede haber mucho en juego para él, (3) puede haber poco en juego para él, aunque él lo ignore, (4) puede haber mucho en juego para él, aunque él lo ignore. Si se debe tomar en consideración la situación práctica del evaluador, además de la del emisor y la del sujeto de la atribución de conocimiento, la cantidad de tipos de casos que debemos considerar es 43: 64 casos de Stanley. Creo que una teoría que incorpore al IRIG como parte propia (y tal teoría podría ser el IRIG) podría explicar las respuestas intuitivas acerca de estos casos, y que éste es un mérito de la presente propuesta. No presentaré ni evaluaré todos estas situaciones, no sólo por cuestiones de espacio, sino, como ya señalé, por considerar que el caso contra el IRI de Stanley es suficientemente fuerte aun cuando sólo se tomen en consideración los cinco casos originales presentados por Stanley.

11Agradezco al juez anónimo que me señaló la importancia de hacer explícito este punto.

12

Al hablar sobre de las intuiciones que tenemos acerca de los casos (I)-(V), Stanley afirma: las intuiciones que tenemos acerca de los casos anteriores [los casos (I)-(V)] son exactamente las que sería esperable que tuviéramos si cierta conexión conceptual entre conocimiento y razonamiento práctico fuera correcta. Como han argumentado otros antiintelectualistas (Fantl y McGrath 2002, y especialmente Hawthorne 2004), es inmensamente verosímil asumir que el conocimiento está conectado constitutivamente con la acción, en el sentido de que se debe actuar sólo sobre la base de lo que se sabe. (Stanley 2005, p. 9)

En Hawthorne y Stanley 2008 se presenta lo que los autores llaman el “Principio Acción-Conocimiento” [AKP, de “Action-Knowledge Principle”]: AKP. Tómese la proposición que p como una razón para actuar sólo si se sabe que p (Hawthorne y Stanley 2008, p. 577).

En conversaciones privadas, Stanley sostuvo que el AKP es una reformulación de la norma que afirma que se debe actuar sólo sobre la base de lo que se sabe. Por este motivo, di a esta última norma el mismo nombre que los autores dieron a la norma que defienden en Hawthorne y Stanley 2008.

13 Hawthorne y Stanley 2008 también se puede ver como un intento, por parte de los autores, de cambiar la carga de la prueba. Allí se dan argumentos en contra de críticas que el AKP (que, como quedó establecido, es una reformulación posible del PAC) podría recibir. Pero, en ese artículo, la única justificación que ofrecen del AKP es el punto (iii) del argumento inductivo expuesto en Stanley 2005 (aunque en Hawthorne y Stanley 2008 se complete la argumentación con más ejemplos, la mayoría de los cuáles son muy controvertidos). Además de bosquejar esta defensa, los autores evalúan clarificaciones del PAC alternativas al AKP (se detienen en particular en una versión del mismo defendida en Fantl y McGrath 2002, pero la rechazan). Finalmente, responden varias objeciones que se le pueden formular al principio, ninguna de las cuales corresponde a las que presentaré a continuación.

14Utilizo, para este principio, la nomenclatura empleada en Lackey 2007. Los principales defensores de esta norma son Williamson (que desarrolla su defensa en Williamson 2000 (capítulo 11, pp. 238-269)) y DeRose (quien hace lo propio en DeRose 2002).

15Éste, no obstante, no es el modo de expresión elegido por Hawthorne y Stanley. Ellos dan una respuesta a la pregunta acerca de qué es lo que distingue a las razones de las que aparentan ser razones y en verdad no lo son. Piensan que si algo es una razón para actuar, es una buena razón para hacerlo; o que no hay “malas razones” para actuar; o que es impropio tildar a una razón para actuar de “buena” o “mala”. La objeción de Cresto atiende a este uso por el que optan los autores.

16Este trabajo fue escrito gracias a una beca otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Recibido: 05 de Noviembre de 2007; Revisado: 28 de Noviembre de 2008; Aprobado: 01 de Abril de 2009

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