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Interpretatio. Revista de hermenéutica

versión On-line ISSN 2448-864Xversión impresa ISSN 2683-1406

Interpret. Rev. herméneut vol.8 no.1 Ciudad de México mar. 2023  Epub 12-Mayo-2023

https://doi.org/10.19130/irh.2023.1.021x54s0072 

Dossier

Presentación

La buena palabra de una mujer indígena

Indigenous Woman’s Good Word

1 Clínica de Medicina Tradicional y Centro de Estudios Ancestrales Nishi Nete, Perú email: chononbensho@gmail.com


Mi nombre en shipibo-konibo, que es mi lengua materna, es Chonon Bensho, y significa ‘golondrina de los campos medicinales’. Soy una legítima heredera del saber de mis ancestros. Yo he podido formarme un poco en los conocimientos académicos de la modernidad y me gradué de la Escuela Superior de Arte de Yarinacocha, en la Amazonía peruana; esto me ha permitido asimilar las técnicas del arte occidental y de la investigación académica. Sin embargo, nunca he dejado la herencia de mis antepasados. Mis abuelos se han dedicado a la medicina ancestral desde tiempos muy antiguos. Su conocimiento era vasto y profundo. Los médicos y sabios reciben en shipibo los nombres de Meraya o de Onanya. Mi abuelo materno, Ranin Bima, fue un gran médico tradicional; y también lo fueron sus ancestros, y algunos de los abuelos de mi padre. Gracias a sus enseñanzas y herencias, he caminado las sendas sagradas de los antiguos sabios para vincularme con los mundos espirituales y recibir una luz que ilumine mi alma y mi vida. Nuestros mayores nos han transmitido su sabiduría; y en mis sueños he conversado con los Dueños espirituales de la medicina, con los seres luminosos Chaikonibo y con los sabios Inka. Ellos me han brindado sus enseñanzas con compasión y generosidad. Cuando una mujer shipiba conoce las costumbres de sus abuelas y las sigue practicando, cuando conoce las distintas plantas medicinales y con sus pies descalzos pisa la tierra que caminaron sus padres, no es una persona perdida en el mundo, sin identidad, sin destino. No es como un fantasma mahua yoshin, sin relaciones ni afectos. Es una persona que sabe de dónde viene e intuye a dónde va. En sus sueños puede conversar con sus antepasados y recibir consejos para vivir de manera correcta, para ser una buena esposa, una buena madre, una mujer que se realiza en forma plena en el ámbito de lo femenino; puede aunarse con su esposo en equilibrio, para vivir de manera legítima y promover el bienestar de su familia. Hay que saber vivir con sabiduría a pesar de la confusión y de la intranquilidad de este siglo.

Mi mamá me trajo al mundo en nuestra casa, en la comunidad nativa Santa Clara de Yarinacocha, en la Amazonía peruana. Ella dio a luz a todos sus hijos sin ninguna asistencia médica, sin necesidad de ir a la posta. Las mujeres antiguas eran mucho más fuertes de lo que somos nosotras, porque desde chicas usaban las plantas, porque trabajaban desde muy jóvenes en la huerta, porque su alimentación venía exclusivamente del bosque y de lo que ellas mismas sembraban. Al día siguiente de parir, retomaban sus trabajos cotidianos. Ellas se levantaban todos los días antes de que saliera el sol, afilaban el machete y cultivaban la tierra, cocinaban, limpiaban, se ocupaban de sus hijos, modelaban la cerámica, preparaban masato y chicha, y tejían. Todo lo hacían con buen ánimo. Y como vivían aunadas con el bosque, conversando con las plantas y con los ríos, navegando en sus canoas y atentas a los cantos de las aves, sus pensamientos eran hermosos. Ellas también cantaban, como los pájaros de los bosques, y las finas voces de sus cantos conmovían a sus esposos y a sus hijos. Con su ternura vencían cualquier hostilidad. Las mujeres de la familia se juntaban en las tardes para bordar la ropa, para decorar su cerámica, para hacer arte y envolverse con la belleza de sus diseños geométricos kene; y asimismo hacemos nosotras con mis hermanas y cuñadas. Cuando trabajamos juntas, las mujeres conversamos, nos vamos contando las novedades de la comunidad, de la familia, de nuestros hijos, reímos y hablamos acerca del futuro. Y también recordamos a nuestras abuelas, lo que ellas nos decían, lo que nos enseñaron de niñas, sus costumbres y su sabiduría. Cuando yo pinto o cuando bordo, muchas veces me dan ganas de cantar; y es entonces que surgen mis poemas, en los que imagino la vida de mis ancestros y la belleza de cada respiro.

Cuando nacemos, nuestras madres entierran la placenta en la chacra y ponen el cordón umbilical en el techo de la casa. Eso se hace para crear un vínculo profundo entre nosotras y el territorio. Por eso, cuando crecemos y salimos de la comunidad, cuando viajamos o nos vamos a la ciudad, siempre pensamos en nuestra familia y en la huerta, y necesitamos volver. La mujer indígena legítima, que piensa de forma adecuada, nunca quiere alejarse por mucho tiempo de su comunidad. E incluso cuando estamos lejos, nuestra alma viaja en sueños a nuestro territorio, nos aunamos con las plantas, visitamos a nuestros parientes. Las mujeres preservamos la cultura, las costumbres de los antiguos, las vestimentas antiguas, los diseños geométricos y la lengua. Nosotras tenemos que enseñar a nuestros hijos las enseñanzas de nuestros antepasados y la sabiduría de las plantas medicinales. La vida de los pueblos indígenas es inseparable de los árboles, de los ríos, de las lagunas, del canto de las aves. Si nosotros nos alejamos de la tierra, si no conversamos con los árboles, con los ríos y con los ancestros en nuestros sueños, nuestra fuerza espiritual decae y nuestro pensamiento se debilita. En cambio, si practicamos las enseñanzas de los antiguos, nuestro pensamiento se hace fuerte, koshi shina; nuestro pensamiento se engrandece, anishina. Cuando bebemos del manantial aéreo y vegetal de los antiguos Meraya, nos volvemos personas humanas legítimas: sabemos conversar con todos los seres vivos, sabemos respetar la vida de los árboles y de los animales, y coexistimos en armonía con todo lo existente.

Nuestras madres nos enseñaron sobre las plantas medicinales y nosotras vamos a enseñar esta sabiduría a nuestras hijas. Hay plantas especiales que se dan a las niñas para que aprendan los diseños geométricos kene, que son el corazón estético de nuestra cultura y de nuestra espiritualidad. Algunas veces se ponen gotas del jugo de las hojas o de las raíces en los ojos y otras se lavan las manos con las plantas. Quienes conocen y usan estas plantas desde niñas, al crecer serán mujeres con mucha habilidad artística y personas de grandes pensamientos. Estas plantas medicinales nos hacen soñar con nuestros antepasados. Y en los

sueños vemos a las mujeres antiguas y ellas nos muestran sus diseños. Los sueños nos permiten obtener grandes conocimientos. Algunas veces soñamos con diseños antiguos, que eran más alargados que los que hacemos ahora, y otras, con diseños nuevos, que nunca hemos visto. Los diseños kene han nacido de un profundo diálogo con la naturaleza y del ánimo contemplativo de nuestros antepasados. Los diseños se inspiran en las arterias de las hojas, en los cuerpos de las boas, en las formas de los huesos de los peces o de los animales de caza, en la figura del cuerpo humano, en los cauces de los ríos, en los árboles y en las plantas medicinales. Los diseños kene eran la “escritura” de nuestros antepasados. Quien sabe interpretarlos puede leer en ellos la sabiduría y el pensamiento meditativo de los antiguos.

Los diseños no son estáticos y repetitivos, sino que van cambiando en el tiempo. Las mujeres y hombres de mi familia han sido, y siguen siendo, artistas y artesanos, conocedores de las plantas y del territorio, médicos y sabios. En mi familia hay grandes maestras del diseño y del bordado, como mi hermana Panshin Same; mis abuelas eran expertas ceramistas y tejedoras. Yo entiendo que el arte indígena contemporáneo asimila algunas técnicas del arte occidental, pero no pierde su diferencia y su particular sensibilidad bajo la hegemonía del mercado. A diferencia del arte y del pensamiento moderno, que establece una separación tajante entre la cultura y la naturaleza, el arte indígena dialoga con los territorios y expresa la voz de todos los seres vivos. Mis ancestros sabían que los seres humanos participamos de la red sagrada de la existencia; y que todos los seres, desde las aves hasta los animales de cuatro patas del monte, desde los ríos hasta el sol, están vivos, tienen pensamiento, tienen afecto y participan del lenguaje. Los seres vivos venimos de una fuente común, estamos emparentados y debemos respetar nuestro espacio, la vida de cada quien y no abusar de los demás. Mi arte trata de expresar esta unidad con la naturaleza y con los mundos espirituales; y también una ética ecológica que busca el equilibrio con los demás. Mis abuelas me enseñaron que las mujeres artistas debemos participar de la creación de la vida generando más belleza, trayendo la belleza esplendorosa del mundo espiritual a nuestro mundo. Los diseños kene, que ellas habían heredado de sus madres, estaban inspirados en la naturaleza y en los espíritus; y con esos diseños embellecían sus ropas, sus casas, sus herramientas, para que todo lo que miraran fuera bello. La geometría rítmica del kene busca siempre generar una simetría dinámica, un equilibrio, una complementación y un orden, en el que cada elemento ocupe el lugar que le corresponde. Mi arte y mi poesía, al igual que los cantos de los médicos tradicionales, está consagrado a la belleza y a expresar el resplandor de los mundos espirituales, para compartir con la humanidad un poco de claridad, de sosiego, de silencio y de amor por la tierra en esta época de miedo, violencia y confusión.

Como mujer shipiba, yo practico el bordado de los diseños kene. El kene me permite expresar mi sensibilidad artística y la profundidad filosófica y afectiva de mi pensamiento. Aunque son muchos los mestizos y los extranjeros que aprecian la belleza de nuestros diseños, pocos llegan a entender los profundos significados, afectivos y espirituales, que tienen para nosotros. Para una mujer shipiba el diseño es indesligable del afecto materno, del cariño de sus tías, del buen pensamiento de sus abuelas, de las tardes compartidas en familia, de los cuidados brindados en los primeros años, de las risas y de los consejos recibidos. No puedo hablar del kene desde el lenguaje frío y distante que exigen las academias modernas: para mí, el diseño es cariño, y en él se entrelaza la sabiduría de mi madre con la compasión de su mirada; siento su respiración y el latido de su corazón contra mi pecho cuando me abrazaba de niña, la dulzura de sus cantos, el hilo de los relatos que nos contaba y que nos unen a nuestros ancestros. El kene me trae siempre la memoria de sus desvelos y cuidados, e incluso los dolores de parto con los que me trajo al mundo. Como mi madre ya está ausente, en el kene recuerdo las lágrimas de la separación, la fugacidad de nuestro paso sobre esta tierra, pero también la certeza de la continuidad, de que algún día volveré a reencontrarme con mis antepasados. El kene es símbolo de nuestra identidad cultural y de nuestra relación con los ríos y los bosques amazónicos. En el kene se expresan nuestra comunicación con las plantas medicinales y con los seres de la naturaleza; también los pensamientos, las palabras, las alegrías, los cantos y la sabiduría de nuestros antiguos. El kene da testimonio de la aspiración del pueblo shipibo-konibo a la belleza, a la salud, al equilibrio, a la armonía existencial, al buen convivir con nuestros parientes y con el resto de seres vivos.

Las hojas con las que nuestras madres nos curan desde que somos niñas nos enseñan el arte del diseño. Las plantas medicinales obtienen su fuerza del aliento de la tierra, de la luz del sol, de la luna y de las estrellas, y de la lluvia. Además, tienen Dueños espirituales que cuidan de ellas y que transmiten sus conocimientos y sus potestades medicinales a quienes las utilizan con respeto y prudencia. Nuestros abuelos nos enseñaron a relacionarnos con las plantas medicinales de forma correcta. Para aprender de ellas hay que tomarlas y bañarse con las hojas; y luego, hay que ayunar y pasar mucho tiempo sin comer sal, sin ají, sin tener sexo, sin tomar alcohol, sin aceite, sin comer la carne de los animales de monte, sin que nos dé el sol contra el cuerpo ni la lluvia. Hay que dormir en el bosque, en un pequeño tambo lejos de la familia. Las plantas medicinales nos purifican. Nuestra sangre se vuelve semejante a la savia de las plantas y el olor de nuestro cuerpo adquiere el aroma de las plantas perfumadas. Entonces, poco a poco, se nos van acercando los espíritus Dueños de la medicina y nos van enseñando a curar a los enfermos y nos trasmiten los cantos curativos. Luego de muchos años de ayuno y abstinencias, se llega a ser un médico sabio Onanya. Los médicos saben vincularse con el mundo medicinal. Y con la fuerza de su palabra convocan la medicina de las plantas. La vibración del canto de los Onanya cura las enfermedades de los pacientes. Aunque mis poemas no son cantos curativos en un sentido estricto, sí quieren ser una contribución para el bienestar de la humanidad; yo trato de que mis poemas recuerden a los seres humanos acerca de los mundos espirituales, ya que, según nos enseñaron los antiguos, necesitamos siempre recibir ayuda de los Dueños espirituales de la medicina para vivir bien y llegar a realizarnos de forma plena, con sabiduría y bondad.

Los médicos Onanya aprenden de los Dueños espirituales de las plantas a elevar su espíritu. Con la fuerza de su pensamiento, los sabios visionarios conversan con el mundo de las aguas, con la profundidad de la tierra, con las montañas y con los árboles, con el mundo de las piedras y con el viento. Algunos médicos saben vestirse con la túnica brillante del picaflor y vestidos con ella ascienden hasta lo más hondo del cielo, hasta el sol y las estrellas. Y en sus sueños y visiones, los médicos van a visitar a los espíritus del bosque, a los Chaikonibo, que viven en un mundo hermoso y resplandeciente. Estos seres espirituales están escondidos entre los árboles, lejos del mundo moderno. Viven igual que los antiguos; su estilo de vida nunca ha cambiado. Cuando el médico en sus sueños y visiones llega a las casas de los Chaikonibo, los ve bien arreglados, como en las antiguas fiestas rituales ani sheati, bailando de la mano, alegres. Estos seres perfectos tienen buenos pensamientos y nunca discuten entre sí. Son expertos cazando, remando en la canoa y pescando. Ellos viven en unidad con todo lo existente. Si llegamos a verlos en nuestros sueños, nos sentimos bien alegres al ver lo hermosa que era la vida de nuestros antepasados, cuando todavía vivíamos bien con el resto de la naturaleza. Hoy los pueblos indígenas, bajo las exigencias de la modernidad, nos hemos alejado del territorio. Pero si no queremos perder lo que somos, debemos siempre recordar nuestro origen y no perder las enseñanzas de los abuelos. Los saberes de nuestros ancestros cobran vigencia en nuestros sueños, ya que ellos nos aconsejan cómo vivir bien y conservando nuestra dignidad en medio de las dificultades y retos de nuestro tiempo.

Nosotras sabemos que los árboles evitan la erosión de la tierra en la temporada de las lluvias; que cuando sus hojas caen y se descomponen en el suelo, donan nutrientes a la tierra; que muchos seres pequeños, como las hormigas y las aves, viven de los árboles; sabemos que los árboles dan sombra y nos permiten refrescarnos bajo ellos de las inclemencias de los días calurosos de la Amazonía; sabemos que retienen la humedad y las aguas; que purifican el aire y exhalan oxígeno. Los árboles y el territorio que nos legaron nuestros antepasados son

nuestra gran riqueza. Todos los seres vivos pertenecemos a una misma familia. La naturaleza es un organismo vivo, consciente, con lenguaje y afecto, con inteligencia. Nosotras sabemos hablar con todos los seres vivos y respetarlos; y ese es un conocimiento que el mundo moderno necesita para dejar de destruir el planeta, para aprender a vivir en armonía con el resto de seres vivos. Las mujeres indígenas cuidamos del bosque porque pensamos en la vida y la salud de nuestros hijos. Cuando dañamos el bosque, nos dañamos a nosotras mismas; en cambio, cuando somos conscientes de que el bosque y nuestro corazón comparten un mismo aliento, cuando nuestro respiro se aúna con el del bosque, nuestra creatividad se incrementa y nuestra salud (en un sentido integral) es mayor. Si seguimos destruyendo la naturaleza, nuestro futuro será un futuro enfermo. Debemos vivir con generosidad y con respeto, cuidando de la tierra como cuidamos de nuestras madres y de nuestros propios cuerpos.

Artista indígena del pueblo shipibo-konibo de la Amazonía peruana. Es descendiente de sabios médicos tradicionales Onanya y de mujeres que han conservado las tradiciones artesanales y artísticas de sus ancestros. Nació en la Comunidad Nativa de Santa Clara de Yarinacocha, en la región Ucayali. Realizó sus estudios profesionales en la Escuela Superior de Formación Artística Eduardo Meza Saravia, en el distrito de Yarinacocha, de la que se graduó en diciembre de 2018 con una tesis artista/etnográfica sobre los diseños kene. Ha participado en diversas muestras colectivas y en 2021 realizó su primera exposición individual, titulada “Metsá Nete: el hermoso mundo visionario de Chonon Bensho”, en la Alianza Francesa de Miraflores, en Lima (curador, Christian Bendayán). Asimismo, la institución británica “Art from heart” la eligió Artista del Mes en febrero de 2021. En septiembre de ese mismo año realizó su primera exposición individual en el extranjero, titulada “A River, a Snake, a Map in the Sky”, en la ciudad de Basilea, Suiza, como parte del festival de arte Culture Scapes (curaduría de Kateryna Botanova). En 2022 fue la ganadora del Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reservas del Perú, uno de los más importantes premios del arte peruano. En 2022 realizó una nueva exposición individual titulada “Inin Niwe y el mundo puro de los seres eternos”, en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega, del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú (curaduría de Pedro Favaron). Junto con Pedro Favaron ha realizado investigaciones etnográficas entre sus propios parientes y sobre su propia cultura y han publicado artículos académicos en diversas revistas indexadas de Colombia y los Estados Unidos. Asimismo, su trabajo pictórico y poético ha sido publicado en revistas de distintos países.

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