Durante la mayor parte del siglo XIX los intelectuales, escritores, publicistas y políticos en América Latina centraron sus principales intereses y energías en la discusión de problemas referentes al marco nacional de sus respectivas sociedades. Por ello fue excepcional la publicación de libros o ensayos dedicados a la temática hemisférica. Sin embargo, en ciertas coyunturas esta tendencia podía revertirse. A mediados del siglo, a raíz de diversas invasiones externas -la invasión de México por el ejército estadounidenses (1846- 1848), las posteriores incursiones de norteamericanos en Centroamérica, la invasión y ocupación de México por el ejército francés (1862-1867)-, un elenco diverso de intelectuales, diplomáticos y políticos de varios países de la región se dedicaron a escribir y difundir textos referentes al destino incierto de los países hispanoamericanos como un conjunto de naciones relativamente débiles frente a las potencias del norte.
Más precisamente fue en París a mediados del siglo que un prolífico y dinámico conjunto de escritores y diplomáticos latinoamericanos impulsó un programa de debates y escritos que se plasmaron en la invención del término y concepto de “América Latina”. Arturo Ardao, investigador uruguayo y pionero en historia intelectual latinoamericana decimonónica, argumenta que fue el escritor colombiano, José María Torres Caicedo, quien puede considerarse el verdadero padre de la expresión por varias razones, la más importante su labor propagandística a favor de la unidad de los países latinoamericanos y su proselitismo constante en revistas, libros y debates desde París, entre mediados del decenio de 1850 y principios de los años de 1880.1 El bautizo del término “América Latina”, de acuerdo con esta interpretación se habría dado, a partir de la difusión del poema “Las Dos Américas” publicado en 1857 en el periódico El Correo de Ultramar que Torres Caicedo entonces dirigía en París.2 La historiografía también ha subrayado que otro artífice destacado de esta nueva formulación fue el militante chileno, Francisco Bilbao, exiliado en París, como lo ha argumentado Miguel Rojas Mix.3 Pero tampoco debe olvidarse la importante labor del diplomático Carlos Calvo a principios de los años de 1860 al publicar en la ciudad luz los primeros volúmenes que llevaban el término “América Latina” en sus portadas, señaladamente en su gran Colección completa de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios y otros actos diplomáticos de todos los Estados de la América Latina (11 vols, París, 1862-1869).4
No obstante la temprana difusión de textos y debates sobre el destino colectivo de los países latinoamericanos, lo cierto es que durante el resto de la centuria una mirada general a lo publicado en la región entre 1865 y 1895, indica que se publicaron muy pocos libros con un enfoque hemisférico e inclusive, estudios o ensayos largos que incluyeran un enfoque comparativo de la evolución de diversos países de la región. Estas temáticas atraían más bien artículos de coyuntura en periódicos y algunas revistas. En efecto, la prensa latinoamericana, tanto la publicada en la región como en Madrid y París, ofrece un material abundante y fértil para los historiadores interesados en explorar los escritos y planteamientos contemporáneos sobre la evolución de los distintos países latinoamericanos de la época. Algunos historiadores han aprovechado estos fondos periodísticos -que fueron los más importantes productos escritos de la cultura latinoamericana en el siglo XIX- para ahondar en la temática. Así lo ha demostrado Aimer Granados en su libro publicado en 2005 sobre los debates centrados en el hispanoamericanismo, para lo cual recoge elementos significativos de gran número de publicaciones periódicas de indudable interés, incluyendo revistas de gran formato como La Ilustración Española y Americana de Madrid que circulaba en buen número de países, La España Moderna, la Revista IberoAmericana de Madrid, o la Revista de la Unión Iberoamericana que se editaba en la misma ciudad, aunque también debe rescatarse El Continente Americano, publicado brevemente en México.5 De igual forma, vale la pena revisar el espléndido libro reciente de Jens Streckert, París, capital de América Latina (2019), que reconstruye de manera estadística las trayectorias de los miles de latinoamericanos (casi todos de clase alta, hombres, mujeres y niños o niñas) que viajaron y residieron en la capital francesa en la segunda mitad del siglo XIX. Allí, algunos de los emigrados letrados promovieron periódicos muy representativos como El Correo Hispano-Americano publicado en la ciudad luz en 1870, El Americano, publicado en París entre 1872 y 1874, Europa y América, París 1880-1895, y América en París. Periódico quincenal, París, 1891-1892.6
En todo caso, a partir del estallido de la guerra en Cuba de 1895-1898, el interés por el destino del conjunto de las naciones de Latinoamérica se volvió a intensificar notablemente, en buena medida por el impacto internacional del conflicto bélico. Las reflexiones al respecto se multiplicaron, en especial a partir de las intervenciones de los Estados Unidos en varios frentes en 1898 que demostraron que ya competía con Europa como potencia militar y naval en esa era de apogeo del nuevo colonialismo. Los Estados europeos más fuertes y belicosos ya se habían apropiado a la fuerza de inmensos territorios en África y Asia. Pronto los norteamericanos se concentraron en consolidar sus intereses estratégicos en el Gran Caribe. Convirtieron a Cuba y Puerto Rico en colonias, y luego tomaron control de Panamá (desde 1903) para construir el Canal. Al mismo tiempo, expandieron sus intereses en el Pacífico, apropiándose de Filipinas (1898) que seguiría siendo colonia durante gran parte del siglo XX, además de llevar a cabo la anexión de Hawái (1898), que eventualmente se convertiría en el último de los cincuenta Estados Unidos de América.
Estos acontecimientos impulsaron a Francisco Bulnes (1849-1924), político y publicista polémico mexicano -que escribía constantemente en la prensa-, a publicar El porvenir de las naciones hispanoamericanas ante las recientes conquistas de Europa y Norteamérica, poco después de la conclusión de la guerra del 98. Debe señalarse que a lo largo de la primera edición de su texto, Bulnes utilizó repetidamente el término “América latina” y en casi ninguna ocasión en el texto del libro empleó el término “naciones hispanoamericanas”, a pesar de que estaba en el título de la obra. Es posible que ese uso del término en la portada haya sido consecuencia de una decisión del editor para vender más, ya que en México durante la década de 1890 el término y concepto de lo “Hispanoamericano” había ganado amplia popularidad, como demuestra Aimer Granados en un texto detallado sobre dicha temática.7 En todo caso, lo cierto es que el título del libro de Bulnes, dio pie a pensar que era un texto de carácter antiimperialista, que buscaba denunciar las aventuras colonialistas que eran expresión militar de los países capitalistas más avanzados, y en particular de los Estados Unidos. De hecho, en algunas ediciones abreviadas posteriores, los editores habrían de resaltar esta supuesta faceta de la obra.8 Sin embargo, como tendremos oportunidad de observar, lo paradójico del texto de Bulnes es que su intención consistía en destruir el mito de los Estados Unidos y Europa como adversarios de las sociedades latinoamericanas.
En el presente ensayo nos concentraremos en el texto de Bulnes, aunque también es de interés señalar algunos paralelos y contrapuntos con otros autores de la región que reflexionaron y escribieron sobre varios temas que le preocupaban a Bulnes, quien era un devoto de la escuela del positivismo. Debe recordarse que a fines del siglo XIX en México y el resto de Latinoamérica era todavía dominante la escuela positivista y Bulnes, sin lugar a dudas se consideraba firme heredero de esta corriente intelectual que daba un sustento de autoridad a las propuestas de los llamados “científicos” del régimen de Porfirio Díaz (1876-1910) al que pertenecía, siendo diputado durante decenios, pero también asesor de políticas públicas en su calidad de ingeniero. De todas maneras, hay que recordar que su trayectoria como publicista cobró fama sobre todo por sus trabajos de crítica a la historiografía contemporánea de México, haciendo especial énfasis en su visión muy crítica de la hagiografía profusa sobre Benito Juárez, presidente de México (1858-1872).9 Esto claramente se debía a su afán por elevar a Porfirio Díaz en estatura como político liberal, ya que lo consideraba el verdadero forjador del México moderno.10 No obstante, Bulnes comulgaba con muchas y diversas escuelas de pensamiento, siendo afín a las nuevas tendencias de pensamiento sobre la biología, la raza, la psicología colectiva, así como una cantidad variopinta de tendencias de interpretación de la economía, la política y la historia.11 Por ello conviene tener presente que sería muy difícil identificar a nuestro autor con una escuela determinada de pensamiento, ya que era eminentemente ecléctico, al igual que su contemporáneo argentino, el positivista Carlos Octavio Bunge, autor en 1903 de Nuestra América, Ensayo de Psicología Social, con el cual compartía muchos enfoques y también numerosos prejuicios raciales y sociales.12 Tampoco puede considerarse que Bulnes mostró afinidades con las posiciones idealistas del posterior movimiento impulsado por el literato José Enrique Rodó, ni estaría de acuerdo con los antiimperialistas, como Manuel Ugarte, que pueden incluirse dentro de la categoría miembros de la generación de 1900, pero que manifestaron posiciones ideológicas y tesis políticas muy diferentes del autor mexicano.
En El porvenir Bulnes sostenía que los verdaderos enemigos de México y de sus vecinos radicaban no en las potencias externas sino en factores que podían considerarse propios de la “raza del maíz”. Sus defectos y sus debilidades estaban imbricados en su suelo y en su gente, afianzados por un complejo legado histórico, por el alcoholismo y por instituciones deficientes. Para Bulnes, esto planteaba dos retos formidables. El primero consistía en formular un diagnóstico de la enfermedad social, cultural, económica y política de México y de las demás sociedades latinoamericanas contemporáneas, lo que era un objetivo inmediato de su libro. El segundo reto consistía en encontrar fórmulas que pudiesen romper la secular maldición que pesaba sobre el subcontinente. De allí que el conjunto de ensayos de Bulnes incluidos en este libro polémico -escrito a todo vapor y con gran pasión- exploran el tema del porvenir de la extensa región no sólo desde la óptica de la biología y de los enfoques raciales sino también de la economía, la sociedad y la política. Ello llevó al autor a plantear múltiples interrogantes sobre el atraso relativo del subcontinente, aunque sus planteamientos estaban imbuidos de un racismo tan acendrado que gran parte de su texto resulta más bien un decálogo de características negativas de los pueblos latinoamericanos antes que un catálogo de propuestas concretas para mejorar sus circunstancias. En todo caso, representa una explicita comprobación del extendido racialismo que era común entre tantos intelectuales y miembros de las élites latinoamericanas de la época.13
El discurso racial entre los intelectuales mexicanos de fines del siglo XIX y principios del XX estuvo vinculado con el arraigo del positivismo, la adopción del darwinismo social spenceriano y, en ciertas interpretaciones, con intereses de clase. Como veremos, el libro de Bulnes es un ejemplo excelente del pensamiento racial impregnado en las corrientes intelectuales de la época. En efecto, la diversidad de concepciones sociales entre intelectuales latinoamericanos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX obedecía a las distintas maneras de comprender la naturaleza de la raza, a cambios en las normas que determinaban la pertenencia a una supuesta raza y a la teoría de la herencia a la que se apelara.14 Bulnes estaba convencido de que si no se cambiaban las políticas y costumbres de las sociedades latinoamericanas, su progreso futuro sería inviable.
También es cierto que Bulnes no se limitó a argumentar que las causas de debilidad de dichas sociedades se debían en exclusiva a elementos biológicos, demográficos o climáticos. Igualmente consideraba que era importante una serie de factores históricos, culturales, sociales, militares, políticos y psico/ colectivos. Trescientos años de gobierno español habían contribuido a acentuar los rasgos altamente perjudiciales en las colonias americanas que persistieron a lo largo del siglo XIX. La guerra de 1898 y la derrota de España frente a los más vigorosos angloamericanos era prueba irrefutable de la inferioridad de las razas meridionales frente a las del norte. En síntesis, el atraso se vinculaba con una amplia gama de factores institucionales y económicos que requerían conocer y explorarse. La secular y maléfica herencia hispana, además, pesaba sobre las sociedades y economías latinoamericanas que no habían podido desarrollar instituciones conducentes al progreso moderno.
En tanto Bulnes era uno de los “científicos” más conocidos del porfiriato, no resulta extraño confirmar que este escritor consideraba que para romper el legado de malas instituciones y costumbres se debía aplicar la ciencia a los problemas del buen gobierno. Por tanto, no es de sorprender que El porvenir sea un trabajo cargado de análisis político, económico y sociológico, en los que manifiesta su cepa positivista. Para ello consideró conveniente incluir decenas de tablas estadísticas comparativas de factores agrícolas, económicos y demográficos de diferentes países. La lectura de la obra demuestra que no constituye un tratado riguroso sino más bien un conjunto de ensayos provocativos, hilvanados de manera desordenada por este intelectual y político iconoclasta del régimen porfiriano. Ello quizá pueda atribuirse al hecho de que, en la práctica, los capítulos de El porvenir fueron originalmente un conjunto de artículos para un periódico, los cuales no llegaron a ser aprobados por el editor y quedaron inéditos hasta que Bulnes resolvió juntarlos en un volumen.
En realidad es tan amplia la gama de preocupaciones que Bulnes quiso proponer en este curioso y excéntrico libro que no puede afirmarse que logró abordarlas de manera consistente. No obstante, insistiremos que la revisión de su texto constituye un capítulo pertinente de la historia intelectual latinoamericana en tanto devela la forma en que este conservador pero inquieto ensayista (con pretensiones de filósofo) de principios de siglo entendía su sociedad y sus dilemas, planteando el problema hoy tan familiar del atraso, ligando sus causas y posibles soluciones a los temas de “las razas” y sus aparentes diferencias.
Intelectuales cosmopolitas y la crisis de fin de siglo: algunos paralelos
La similitud entre las preocupaciones que llevaron a Bulnes a escribir su obra y aquellas de varios intelectuales contemporáneos de España y Francia son notables, aunque debemos comenzar por recordar que el concepto de una “crisis de fin de siglo” se había impuesto antes de la guerra del 98. Esto lo demuestran, por ejemplo, los ensayos de Lucas Mallada, geólogo y paleontólogo español, que publicó en 1890 un largo ensayo titulado Los males de la patria que analizaba temas de la crisis española en las esferas demográfica y económica, a la cual agregó reflexiones sobre la necesidad de una regeneración política en España.15 Similares eran las preocupaciones de figuras como Ángel Ganivet, quien en su libro de 1897, Idearium español, plasmó fuertes críticas a la vocación imperialista de España y también a la abulia de grandes sectores de la sociedad española y a la falta de energía de sus clases dirigentes.16 Aún con más fuerza, en Francia, el malestar espiritual y político de fin de siècle, precedió a la guerra del 98, en tanto se había generado una sensación creciente de que los países latinos quedaban relegados y eran superados por las naciones germanas y angloamericanas. Un ejemplo llamativo que sin duda influyó en Bulnes, fue el texto de Edmond Demolins ¿“A quoi tient la superiorité des anglo-saxons?17 Sus preocupaciones se vinculaban con los conceptos de la posible inferioridad nacional y racial de los pueblos latinos, subrayando la falta de iniciativa individual, que requería una profunda reforma educativa, idea que Bulnes incorpora a su texto.
El libro de ensayos de Bulnes revela muchas coincidencias con diversas corrientes de pensamiento de intelectuales europeos y latinoamericanos que son harto difíciles de definir por la mezcla de disciplinas que les caracterizaban, aunque muchos de sus expositores pueden calificarse como cientificistas. Su meta consistía en hacer un diagnóstico de los males sociales, económicos, políticos, pero también raciales y biológicos de los diversos pueblos latinoamericanos. Bulnes participaba de estas preocupaciones, con especial énfasis en la biología y la alimentación de los pueblos y sus impactos sobre las “razas” diversas que componían la sociedad mexicana.18 Al respecto, en su caso es especialmente importante subrayar la influencia de diversas escuelas de la biología en su pensamiento, en particular de la escuela lamarkiana, predominante en Latinoamérica en esta época, por encima de la darwiniana.19 Además, debe subrayarse que ejercieron una fuerte impronta en los escritos de Bulnes otras y diversas corrientes europeas que eran influyentes a fines del siglo XIX como el social darwinismo, especialmente las interpretaciones de Herbert Spencer, las escuelas devotas de la psicología social y colectiva al estilo de Gustave Le Bon, el racialismo, la eugenesia, así como las interpretaciones allegadas al concepto de la degeneración promovidos por Max Nordau, estrechamente asociados a los adeptos de la nueva criminología, desarrollada sobre todo por el italiano Lombroso.20
Lo cierto es que desde muy inicios del siglo XX, la idea de que América Latina sufría una serie de enfermedades sociales se popularizó.21 En la misma época en que se publicó El porvenir de las naciones hispanoamericanas, el temprano sociólogo venezolano, César Zumeta, presentaba su trabajo Continente enfermo, breve ensayo en el que buscaba realizar un diagnóstico medical/sociológico de los pueblos hispanoamericanos, confiado en que era factible analizar a la sociedad como organismo socio/biológico y que dicho análisis permitiría descubrir algunos remedios para sus males. Poco después, en 1905, el sociólogo e historiador brasileño, Manoel Bomfim, había de publicar su obra A América Latina: Males de Origem, una colección de ensayos fundados en el paralelismo entre organismos biológicos y organismos sociales y la necesidad de profundizar en la formulación de una nueva sociología y antropología latinoamericanas. Para Bomfim, las causas del atraso eran históricas y se encontraban enraizadas en lo que él denominaba los efectos del parasitismo metropolitano sobre las sociedades coloniales. Ello había dado pie a un legado social pernicioso y a una herencia de cualidades psicológicas “comunes y constantes” a todos los pueblos iberoamericanos.
En un trabajo previo hemos esbozado algunos de estos planteamientos, a partir de la revisión de los ensayos y libros de varios escritores latinoamericanos de inicios del siglo XX que se concebían como médicos sociales de las respectivas sociedades latinoamericanas en que vivían. Entre éstos consideramos a Alcides Arguedas, Manoel Bomfim, Carlos Octavio Bunge, Francisco Encina, Salvador Mendieta y César Zumeta, además de Bulnes.22
En general, es claro que -al igual que Bulnes- todos consideraban que las perspectivas para la futura modernización de Latinoamérica eran muy problemáticas, debido en buena medida a herencias biológicas, histórico/ culturales y de psicología colectiva que atravesaban sus sociedades y que ellos sostenían que caracterizaban de manera negativa a las clases populares. Por ello enfatizaban ciertas tendencias que percibían como características de una degeneración racial y social, particularmente entre los sectores más pobres de sus respectivas sociedades, en especial entre indígenas y la población afroamericana. De allí la similitud en los títulos de algunos de los ensayos y libros de los cuales eran autores: César Zumeta, Continente enfermo (1899), Alcides Arguedas, Pueblo enfermo (1909), Salvador Mendieta, La Enfermedad de Centro-América (vol. 1, 1912), Manoel Bomfim, Los males de América Latina (1905), por no hablar de textos como el de Agustín Álvarez, Manual de Patología Política (1899), y Manuel Ugarte Enfermedades Sociales (1905), que eran de diferente matriz ideológica.
A continuación, analizaremos las principales ideas adelantadas por Bulnes en las distintas secciones del libro, en relación con un conjunto más amplio de reflexiones de autores latinoamericanos contemporáneos. Comenzaremos con el concepto que tenía Bulnes de raza, o de las razas y su vinculación con las diversas líneas del pensamiento biológico de la época, así como ciertos elementos de lo que puede denominarse determinismo geográfico en las reflexiones de Bulnes, para concluir con algunas de sus propuestas de tipo sociológico, político y económico, las cuales establecen un contrapunto con quienes podrían caracterizarse como miembros de la generación de 1900 en Latinoamérica.23
Bulnes, la dieta y las razas agrarias
En su libro El porvenir, Bulnes insistía que para explicar el atraso y los males de Latinoamérica, resultaba indispensable comenzar literalmente con un análisis de las características orgánicas y físicas de la población. Así, la alimentación de los pueblos era factor fundamental que incidía sobre su desarrollo físico y mental. A ello dedicaría el primer capítulo del libro, aunque dicho argumento permea toda la obra. Así, los argumentos de Bulnes sobre las causas biológicas de la debilidad lo llevaron a concluir que éstas tenían graves consecuencias. La alimentación defectuosa implicaba debilidad demográfica y física frente a las sociedades del norte, más fuertes y prolíficas. Desde el primer capítulo de la obra El porvenir, Bulnes afirma que existen tres grandes razas humanas que se distinguen por su correspondiente dieta, a saber: las razas del trigo, del maíz y del arroz. Las que se alimentan de trigo obtienen los nutrientes apropiados para el desarrollo óptimo, lo cual hace de ellos “la única [raza] realmente progresista”, es decir, la única que evoluciona para mejor.24
De acuerdo con la interpretación algo peculiar de Bulnes, las otras dos razas padecían desventajas derivadas de su dieta y entre las dos, la raza del arroz resultaba peor que la del maíz. Esas diferencias además se visibilizaban en su diversa capacidad para hacer la guerra. Argumentaba que la historia mostraba que sólo la raza del trigo era capaz de matar a sus enemigos en cantidades suficientemente grandes como para triunfar. La raza del trigo era superior en artes militares porque sus capacidades intelectuales y físicas eran nutridas y desarrolladas mediante la dieta adecuada.25 Los pueblos del maíz y del arroz sólo podrían lograr estos beneficios ingiriendo trigo en una proporción superior. De acuerdo con Bulnes la historia demostraba que desde la conquista de América la raza del trigo se impuso sobre la del maíz y de manera similar, en la guerra de independencia, los “criollos” (de la raza del trigo) fueron los líderes de los ejércitos del maíz. De hecho, Bulnes sostenía que una de las grandes tragedias históricas fue el fracaso de España para elevar el nivel de los aztecas, consumidores de maíz, mediante la transformación de su infraestructura agrícola en una producción de trigo de gran escala y con buena irrigación. Concluía: “La historia nos enseña que la raza del trigo, es la única verdaderamente progresista. Los grandes imperios de la antigûedad se fundaron sin excepción sobre los campos de trigo”.26
La concepción de Bulnes sobre la raza sin duda es muy particular y puede parecer extraña a ojos de un lector moderno, motivo por el cual algunos estudiosos consideran que no es representativa del pensamiento mexicano sobre la raza.27 Pero lo que resulta menos sorprendente es el estereotipo racista bastante ortodoxo que se manifiesta en su análisis sobre indios, mestizos y españoles.28 Por ejemplo, para el autor, los “indios”, un subgrupo racial de la raza del maíz, sólo aman cuatro cosas: los ídolos, la tierra, la libertad personal y el alcohol.29 Sobre el mestizo común, un vástago mezcla de maíz y trigo, Bulnes afirma que tiene el infortunio de haber heredado la “rapacidad” del español y de no tener otra aspiración que la de “ser muy hombre”.30 Sin embargo, pese a esas desventajas, el mestizo habría logrado un gran “progreso” (o “evolución”) si no hubiera sido tan afecto al alcohol, como los indios. En cambio, sostenía que los mestizos mostraban más inteligencia y potencial para construir una civilización, si se les brindaban las oportunidades adecuadas.
Todo esto plantea interrogantes sobre la mecánica de la herencia: ¿cómo pueden heredarse los rasgos creados por la dieta? La respuesta que ofrece Bulnes era que en la dieta los fosfatos y productos azoados, esenciales al desarrollo y funcionamiento del cerebro, podían a su vez favorecer la inteligencia, la creatividad, la voluntad y el carácter. Las tendencias de nutrición ejercían impactos en las razas a lo largo del tiempo por lo que éstas podían prosperar o perecer. En suma, la idea de Bulnes era que las razas tenían posibilidad de adquirir determinados atributos (como la mayor o menor inteligencia) dependiendo de la dieta, y que estas diferencias, adquiridas a lo largo de la vida de un individuo tendían a ser heredadas.
A la luz de los conocimientos actuales sobre la herencia biológica, estas ideas resultan bastante exóticas, ya que la biología moderna demuestra que la adaptación no ocurre por la habituación a una determinada actividad. Esto es, sin embargo, precisamente lo que sugería Bulnes. Sin embargo, las teorías darwinianas modernas demuestran que comer ciertos alimentos o realizar cierto tipo de actividades no modifica por sí mismo nuestro material genético. La adaptación a lo largo del tiempo es resultado de una mutación o de un cambio a nivel genético, con consecuencias subsecuentes en la propagación de la especie. Dado que Bulnes escribió esto alrededor de 1900, varios decenios después de la publicación de la obra de Darwin (quien en la época de Bulnes, ya tenía cierta influencia en México), resulta desconcertante que haya podido plantear tales hipótesis sobre las razas y el cambio racial
La explicación de algunos de los enfoques de Bulnes se vincula con una tradición científica francesa cuyas tesis sobre la biología eran muy distintas de las que ahora conocemos.31 A fines del siglo XIX, la posición ortodoxa vigente en América Latina con respecto a la herencia y al cambio racial no solía ser de tipo mendeliano-darwiniano sino que se derivaba de la escuela lamarckiana. De acuerdo con el naturalista francés Lamarck, los rasgos adquiridos a lo largo de la vida por un organismo podían ser transmitidos a sus descendientes. Es muy conocida la explicación de los largos cuellos de las jirafas que eran consecuencia de estirarse para alcanzar las hojas de los árboles más altos. La selección natural mendeliano-darwiniana afirmaba, por el contrario, que la jirafa tiene el cuello largo por mutaciones genéticas que propiciaron la supervivencia de las jirafas de cuello largo sobre las de cuello corto en el medio ambiente en el que tuvo lugar su evolución. Si bien Bulnes conocía ambas teorías, en el momento que escribió El porvenir, recién acababan de descubrirse o recuperarse las evidencias clave en favor de las teorías mendeliano-darwinianas, por lo que no es extraño descubrir que la hipótesis lamarckiana sobre la herencia aún fuera bastante difundida. Además, como ha señalado el historiador intelectual Peter Bowler, si bien las ideas de Darwin ya constituían una parte importante del paisaje intelectual, incluso muchos biólogos de la época aún no tenían clara la incompatibilidad entre estos dos puntos de vista sobre la herencia y el cambio racial.32
En este sentido, sigue estando abierto el interrogante acerca de porqué los pensadores latinoamericanos tenían una deuda intelectual tan fuerte con Francia, teniendo en cuenta la importancia contemporánea del pensamiento alemán e inglés en la mayoría de los campos científicos. Sin duda, la influencia francesa se debía en gran parte al papel de París como metrópolis cultural, ya que para las elites latinoamericanas, era referente fundamental a nivel tanto de la moda académica y cultura general, en el vestir, la gastronomía y como destino de los inevitables viajes transatlánticos de negocios o de esparcimiento.33 A ello se agregaba la importancia de la industria editorial francesa que había logrado la creación de amplias redes internacionales gracias a la difusión del francés como la lengua más extendida entre las elites internacionales. En Latinoamérica el mercado por el libro, revista y periódico publicado en Francia era extendido, siendo atendido eficazmente por las imprentas francesas que inclusive crearon un nicho muy activo en la propia París a partir de la publicación sistemática de traducciones al español de las últimas novedades editoriales (literarias o científicas) que luego se exportaban a todas las librerías del mundo de lengua española y en una alta proporción a México, además de otros países latinoamericanos. En el caso de Bulnes, es evidente que sus lecturas de textos franceses de sociología, biología y psicología social debieron inclinarlo a adoptar enfoques que pueden parecernos algo extraños, pero al mismo tiempo vale la pena recordar que también leía ampliamente textos en inglés que proporcionaban gran cantidad de información estadística que le interesaba para sus comparaciones entre países y que le proponían otra gama de interpretaciones, que bien valdría la pena explorar a futuro.
El determinismo geográfico, el clima, las razas, el alcohol y la debilidad mental
Para Bulnes resultaba evidente que los países que producían mayores cantidades de trigo eran los dominantes. En este sentido, argumentaba que el determinismo geográfico era fundamental, ya que solamente en las zonas “extra/tropicales” del mundo podía darse una gran producción de este tipo de cereal. Las zonas tropicales albergaban importantes recursos naturales, pero por la naturaleza del clima y el tipo de cultivos era necesario organizar el trabajo agrícola de manera distinta a la de tierras templadas. En el trópico podían existir grandes fincas muy organizadas -por ejemplo las plantaciones de azúcar o café- pero requerían el empleo de grandes cantidades de jornaleros por estación a los que se les pagaba salarios que representaban un desembolso de capital considerable. Esto, decía Bulnes, no era factible en unidades agrarias productoras de cereales donde el trabajo familiar era dominante. A su vez, en las zonas del trópico, era extremadamente alto el consumo de alcohol, lo cual tendía a producir una degeneración de la raza.
Por estos motivos las regiones tropicales de América quedaban condenadas al atraso. Afirmaba: “La gran calamidad de América latina, su gran maldición, es haber tendido la mayor parte de su cuerpo en el trópico”.34 Además, tanto la mala alimentación, el alto consumo de alcohol y los efectos del clima tendían a provocar un crecimiento lento de la población. Ello representaba un profundo peligro frente a los Estados Unidos que, gracias a su sostenida expansión demográfica, amenazaba a todas las naciones al sur del Río Bravo.
Pero no era sólo en el trópico donde se producían degeneraciones de la raza o de los grupos raciales mixtos. Bulnes sostenía que en muchos países del hemisferio sur -que contaban con tierras extra/tropicales y tropicales como México-, se heredaban una variedad de características generadas principalmente por la dieta de las razas originarias. Un primer paso adoptado por Bulnes para avanzar desde la reflexión biológica/racial hacia un análisis sociológico, consistía en enfocar la atención en las clases o grupos étnicos que conformaban la población en América latina, identificada en función de tres grupos predominantes: blancos, mestizos e indios. Se trataba de definirlos en grupos con rasgos biológicos codificados. Al igual que muchos de sus contemporáneos, argumentaba que si bien la población blanca seguía ocupando los puestos superiores en la jerarquía social, iría cediendo al avance de los mestizos, que resultaban ser igualmente vigorosos e inteligentes. En cambio, el destino de la población indígena se encaminaba indefectiblemente hacia la degeneración y la desaparición por tres motivos: la deficiente alimentación (exceso de consumo de maíz y de alcohol), la explotación laboral que sufría y lo tradicional de su economía agrícola.
Para Bulnes uno de los mayores vicios a combatir era el alcoholismo de los pueblos trabajadores y campesinos ya que, en su opinión, podía contaminar a una raza. Los rasgos engendrados por el consumo de alcohol no eran accidentes temporales de la conducta que podían ser fácilmente eliminados al dejar de beber. El consumo prolongado derivaba en rasgos de mayor estupidez y menos “carácter” y, por ende, infectaba el legado genético de una raza. En resumen -en seguimiento de las teorías de Lamarck- una serie de rasgos adquiridos, como la torpeza, la abulia o la estupidez, podían volverse parte de la herencia de las siguientes generaciones.
Estos prejuicios, sin embargo, no eran simples elucubraciones de Bulnes, sino tomados directamente de sus lecturas de autores alemanes y norteamericanos decimonónicos, que eran aún más condenatorias de los defectos de las razas en los países tropicales. Bulnes citó a un tal Dr. Forster, quien en su libro Reflections on the destructive operation of spirituos and fermented liquors decía: “las dos terceras partes de la población de Centro América, viven constantemente, en algún período la diarrea alcohólica; mi colega Lyons me comunica que el pueblo vive de plátanos, café y aguardiente”. A su vez, un escritor alemán, el Dr. Ferber, decía en el prólogo de su Notizen über inige ungewöhnliche Krankheitsfülle: “Creo que el alcohol ha terminado ya su obra amarga de destrucción mental en casi todas las decrépitas razas indígenas de la América Central y del Sur; los individuos de ellas tienen formas de hombres, pero llevan tiempo de no serlo”. Finalmente, Bulnes citaba a un tal Brown en su folleto The political action of alcohol, que decía: “La América española no necesita ser conquistada; el alcohol nos la entregará y no tendremos que vencer, sino simplemente acabar de enterrar a esas razas ya muertas para la civilización”.35Bulnes concluía de manera lapidaria al afirmar: “Es el trópico el que ha educado la humanidad, es la embriaguez que rápidamente lleva a la esterilidad, al crimen, a la locura y al cretinismo”.36
La similitud de los planteamientos de Bulnes con aquellos de autores contemporáneos como el boliviano Alcides Arguedas, autor de la obra Pueblo enfermo (1910), son notables y presuponen un enfoque social/darwinista muy pesimista que fue bastante extendido entre las élites latinoamericanas de la época. Sin duda puede observarse en Bulnes la fuerte impronta de sus lecturas de textos de Spencer, autor bastante conocido en México en la época y especialmente influyente en la difusión del darwinismo social. Pero, como se ha señalado, las fuentes de sus reflexiones eran extendidas y diversas.
Tanto en el caso de Bulnes como de Arguedas o del propio médico brasileño Bomfim, que escribía sobre los males de origen de las sociedades latinoamericanas, puede observarse la fuerte influencia de tempranos sociólogos franceses.37 Para citar dos ejemplos especialmente significativos, mencionaremos a Demolins y a Gustave Le Bon. Demolins (1850-1907) era conocido por su obra Les Francais d'aujourd'hui: Les types sociaux du Midi et du Centre, texto que fue ávidamente leído por numerosos latinoamericanos de la generación de 1900, ya que establecía una serie de lecciones sobre los fenotipos de grupos sociales por regiones en Francia que ofrecían modelos de lo que podría proponerse para describir y distinguir a los grupos étnicos en las regiones de los distintos países latinoamericanos a partir de ciertas características físicas, especialmente aquellas derivadas de la frenología que centraban su atención en los tipos de cabeza (y cráneos) de un grupo social determinado. En su libro Pueblo enfermo, Alcides Arguedas incorporó muchos de estos tipos de enfoques para distinguir los pobladores de distintas regiones de su Bolivia natal.
Por otra parte, quizás el más popular de los ensayistas contemporáneos franceses -entre los lectores de las élites latinoamericanas- era Gustave Le Bon, médico, arqueólogo amateur y sociólogo interesado en cuestiones raciales. En su libro, Les lois psychologiques de la evolution des peuples (1894), Le Bon desarrolló el concepto del alma de una raza o de un carácter nacional. En este sentido, se interesó menos por los rasgos físicos distintivos que por los elementos psicológicos, estableciendo una jerarquía de la psicología de las razas, situando a los indoeuropeos en la cúspide, seguidos sucesivamente por los asiáticos, africanos y australianos. Las razas superiores se distinguían de las inferiores por diferencias en inteligencia y carácter. Por otro lado, se encontraron distinciones entre las propias razas superiores. Enfatizaba la importancia de ciertos rasgos psicológicos pero también de formación. Afirmaba, por ejemplo, que el carácter de los británicos explicaba por qué 60.000 británicos podían dominar a 250 millones de hindúes, incluso si muchos de estos últimos eran más inteligentes que los primeros.
En cuanto a las Américas, para Le Bon el carácter también diferenciaba a las razas de América del Norte y América del Sur. Por un lado estaban las razas enérgicas, fuertes, independientes y morales de AngloAmérica. Por otro, la falta de energía, la debilidad de la fuerza de voluntad y la moralidad se asociaba con los latinoamericanos: había progreso y libertad pero también anarquía, violencia y despotismo, cuestiones que argumentó con vehemencia en su texto extremadamente popular e influyente, Psychologie des foules (1895), que analizaba la psicología de las masas. Estas interpretaciones fueron claramente una simplificación y una popularización de muchos prejuicios raciales comunes sostenidos por las élites europeas contemporáneas, con un enorme impacto entre los intelectuales de la mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo a Rodó, Bunge, Bulnes, Oliveira Vianna, Alcides Arguedas, Francisco García Calderón y muchos otros miembros de lo que llamamos la generación de 1900. De hecho, a Le Bon lo citaron quizás con mayor frecuencia que cualquier otro autor contemporáneo.
No obstante, para Bulnes, como hemos visto, tanto la inteligencia como la vitalidad de las diferentes razas dependía menos de la psicología que de un conjunto de factores que él denominaba orgánicos y súper-orgánicos. Entre las orgánicas ya hemos citado la alimentación, a la que agregaba el efecto del clima tropical, que “lanza al hombre al alcoholismo, el morfinismo, el cocaísmo, al nicotinismo”.38A ello se sumaban condiciones climáticas y geológicas que no eran favorables al desarrollo de las sociedades y economías hispanoamericanas. En esencia lo que encontramos en las teorías de Bulnes es una explicación basada en la biología de la raza como elemento clave que ayudaba a estructurar la respuesta a la pregunta sobre cómo llegaron los latinoamericanos a estar en condiciones de atraso. En este sentido, las ideas de Bulnes siguen el camino trazado por otros intelectuales latinoamericanos y comparten con ellos el racismo científico que imperaba en la época.
En las discusiones sobre los orígenes de la aparente inferioridad cultural, económica, científica o intelectual de América Latina, a menudo se hacía referencia a la raza como una de las mejores formas de explicar la causa por la cual Latinoamérica iba rezagada con respecto a Europa o los Estados Unidos. De hecho, la raza era tal vez el tema más importante para el grupo de intelectuales que Stabb llamó “los diagnosticadores del continente enfermo”, grupo que incluía, entre otros, a José Ingenieros, Carlos Octavio Bunge, Alcides Arguedas y Francisco García Calderón.39 Si las cualidades raciales resultaban ser fijas e inmutables, la preocupación era, entonces, que lo mismo ocurriera con la posición política, económica y cultural de América Latina. En cambio, si los rasgos raciales eran maleables, el reto consistía en determinar si América Latina contaba con las herramientas necesarias para hacer las modificaciones necesarias a los rasgos raciales o si dichas herramientas tuviesen que ser importadas.
En última instancia, Bulnes argumentaba que la América Latina del siglo XX tendría que enfrentar sus vulnerabilidades genéticas y dejar de buscar a los culpables en otras partes del mundo. Bulnes pensaba que: “El enemigo de los pueblos latinoamericanos no son Europa o los Estados Unidos, con sus ambiciones; ellos no son enemigos más terribles de nuestro bienestar e independencia que nosotros mismos. Nuestros adversarios se llaman nuestra tradición, nuestra historia, nuestra herencia mórbida, nuestro alcoholismo, nuestra educación contraria al desarrollo del carácter”.40
Reflexiones sobre el peso de la historia en la política latinoamericana
Además del impacto de factores orgánicos, para Bulnes era fundamental tener en cuenta lo que él denominaba los súper-orgánicos, como se observa en los capítulos 4 y 5 de su libro de ensayos. En esencia, Bulnes se refería a factores históricos, institucionales y políticos. Después de pasar revista al nefando legado colonial, que consideraba como la época de tiranía de los abarroteros españoles, Bulnes hacía hincapié en los peligros de la teocracia, expresada en el poder de la Iglesia Católica, a la cual acusaba de ser el principal obstáculo para el avance de la educción moderna. Además, en su habitual estilo demoledor, insistía en que la Iglesia auspiciaba la ignorancia, los prejuicios y la intolerancia, constituyendo un freno al progreso material.
Precisamente para vencer al partido eclesiástico y conservador, Bulnes revindicaba el liberalismo y aquellos modelos políticos que pudieran favorecer un proceso de modernización económica. Sin embargo, en este punto Bulnes marcaba distancia con el régimen político vigente en Francia y en las demás naciones latinas de Europa, al enfatizar que prefería al modelo de gobierno vigente en los Estados Unidos, Suiza o Inglaterra. Para Bulnes las repúblicas parlamentarias latinas ostentaban gran cantidad de vicios que era necesario evitar. Además de propiciar un falso patriotismo y militarismo, dichos regímenes se prestaban a un alto grado de corrupción y además se encaminaban al populismo y a tendencias de anarquía política. Con algunas contadas excepciones, las repúblicas latinoamericanas, tendían a sufrir de los mismos males políticos. En este sentido, puede remarcarse que las opiniones de Bulnes acerca de la decadencia de las razas latinas y la degeneración de sus gobiernos no eran originales sino que reflejaban una literatura ya muy extendida en Francia, Italia y España, en la que se cuestionaba el futuro económico y político de los países latinos frentes a los más vigorosos sajones y alemanes. En un brillante ensayo, Tulio Halperín ha analizado los fundamentos conservadores de la crítica de Bulnes sobre el ejercicio del parlamentarismo en las sociedades latinas. Halperín señala agudamente:
Las razones propuestas por Bulnes para justificar esta conclusión son en cambio más originales: lejos de ser una planta exótica, democracia y parlamentarismo consolidan demasiado bien ciertos rasgos comunes de la mentalidad latina, pero estos rasgos no podrían ser más deplorables: la adhesión a una imagen de la sociedad en que el conflicto prevalece sobre la solidaridad, y a una concepción retórica, teatral y facciosa de la política.41
Pero no eran solamente los vicios del parlamentarismo en los países latinos que Bulnes consideraba responsables del atraso político. También pesaba el atraso de las instituciones. Es más, declaraba que su axioma de gobierno era que: “las instituciones deben ser para los hombres y no los hombres para las instituciones”.42 Esta afirmación, que parece muy actual, sugiere la originalidad de un político que había dedicado gran parte de su vida parlamentaria a la elaboración de legislación, particularmente en el campo de la economía. Sin embargo, Bulnes no confiaba mucho en las reformas, ya que opinaba que una parte de los avances eran canceladas por lo que denominaba el canibalismo burocrático, fenómeno que consideraba característico de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Se refería en esencia a la rapiña tanto de parlamentarios como de funcionarios, los cuales absorbían una gran cantidad de recursos públicos y desvirtuaban el modelo político del gobierno representativo.43
Por ello Bulnes afirmaba que en México el camino idóneo para alcanzar la modernización pasaba por una dictadura liberal que ayudase a consolidar una plutocracia liberal. En efecto, describía a grandes rasgos al propio régimen del que era un alto representante, el gobierno de Porfirio Díaz, aunque pasaba por alto la corrupción alentada por el propio dictador. Para Bulnes, había peligros mayores que la corrupción en el camino hacia la modernización. Afirmaba que la evolución política de las naciones pasaba por tres etapas: la anarquía, la tiranía y la democracia. México, como otros países de Latinoamérica, había logrado dejar atrás la etapa de la anarquía, pero aún no podía alcanzar la democracia. Para Bulnes, conservador ilustrado, se debía evitar a toda costa el regreso al republicanismo jacobino, ya que ello implicaba el peligro de la anarquía. En cambio, la tiranía representada por una dictadura liberal era un camino más seguro hacia una etapa superior de la evolución política. Como señala Halperín al comentar el texto de Bulnes: “El dictador liberal reemplaza así a la clase profesional para imponer a la política un curso dictado por la razón y la verdad”.44 Ello era necesario para asegurar un orden y un progreso que debía establecerse antes de pensar en una todavía utópica y lejana democracia, como aquella alcanzada por naciones como Suiza o los Estados Unidos.
Esas mismas preocupaciones siguieron teniendo vigencia entre los intelectuales latinoamericanos hasta la Primera Guerra Mundial. En este sentido, es pertinente recordar las inquietudes del escritor peruano (exiliado en Francia), Francisco García Calderón, quien habría de plantear en el prólogo de su obra, Las democracias latinas de América (publicada en París en 1912):
Es nuestro propósito hacer un balance de estas repúblicas latinas: he aquí el objeto de este libro. Preguntamos a la historia de dichos estados la razón de su inferioridad y sus cálculos para el porvenir.45
Sin duda, los paralelos de esta cita con algunas de las preguntas que presenta el libro de Bulnes son llamativos y nos hablan de la amplitud y persistencia de la malaise de muchos escritores latinoamericanos de principios de siglo con respecto al futuro.
El atraso latinoamericano y las tres etapas de la economía
Si para Bulnes el progreso político podía describirse en función de tres etapas cuasi-evolutivas, también era posible identificar las tres fases fundamentales en la vida económica de los pueblos que marcaban sucesivos períodos del progreso y de la civilización: la etapa forestal, la etapa pastoril y la etapa industrial. Debe aclararse que, a pesar de ser ingeniero y un político experimentado en la tarea de debatir reformas financieras, Bulnes no tenía una preparación teórica en economía que le permitiera una elaboración de sus ideas de manera profunda, pero mantenía comunicación frecuente con los encargados de los departamentos económicos y financieros del gobierno de Porfirio Díaz y, por lo tanto, estaba bien informado de los avances económicos en el país. Sin embargo, en lugar de desarrollar un pensamiento analítico o lógico realmente coherente en este terreno, en su libro presentó propuestas algo esquemáticas y descriptivas, apoyándolas con una gran diversidad de series estadísticas sobre población, comercio y producción de distintas naciones.
En los capítulos finales del libro, Bulnes se refería a la debilidad de la economía forestal en América Latina señalando, en contraste con los Estados Unidos o Canadá, que las exportaciones forestales de la región no eran excesivas aunque las divisas que producían sí permitían importar un cierto nivel de productos manufacturados, lo cual era conducente al progreso económico. Más importante, en opinión de Bulnes, era la economía pastoril o ganadera, la cual consideraba un factor positivo para el bienestar de un pueblo. Así, remarcaba que el aumento de las exportaciones ganaderas de Argentina, Brasil, Uruguay y México ofrecía perspectivas alentadoras para el futuro de sus respectivas economías.
En cambio, sobre la agricultura Bulnes ofrecía un mosaico de ideas algo contradictorias. Para proyectar un grado de coherencia con sus planteamientos ya esbozados en los primeros capítulos de El porvenir acerca de los efectos nocivos del trópico, sostenía en los últimos de sus ensayos recogidos en el libro, que la mayoría de los productos tropicales, en especial el café y el azúcar, no tenían un futuro brillante. En cambio, lo que sí era indispensable era el impulso a la agricultura, especialmente de trigo. En el caso de México ello requería la inversión de grandes sumas en irrigación con objeto de lograr el despegue de una agricultura intensiva para “llegar a ser una nación de segundo o tercer orden”.
Las naciones de primer orden -de acuerdo con Bulnes-, eran exclusivamente las industriales. En ellas, había ejercido un papel fundamental la minería de carbón que proporcionaba la fuente principal de energía para las sociedades industrializadas. Evidentemente, en América latina faltaba entrar en esa fase avanzada del progreso económico, lo cual no sería fácil debido al hecho de que las clases pudientes (“los de levita”) seguían demostrando demasiado orgullo para ensuciarse las manos en las tareas fabriles. Para Bulnes, en este terreno había que tener fe en el pueblo: “La pequeña industria, el pequeño comercio y la pequeña agricultura la ejercen en nuestra América las clases populares.” Sin embargo, el mismo autor señalaba que las mayores empresas, ferrocarriles, bancos, minas eran en su mayoría propiedad de grupos de inversores extranjeros, a los que habría que otorgarles una mayor influencia política, en vez de denostarlos.
Las contradicciones en algunos planteamientos de Bulnes eran manifiestas, cosa que probablemente no le preocupaba en absoluto.
En todo caso, nos parece que lo significativo del planteamiento de Bulnes no es el rigor (del que obviamente carecían sus escritos), sino el hecho de que estaba preocupado por preguntarse sobre las causas del lento desarrollo económico latinoamericano. En este sentido, conviene resaltar que sus escritos -por rudimentarios y polémicos que se consideren-, iniciaron una corriente ensayística volcada a la explicación del atraso latinoamericano con base en la incorporación de lo económico dentro de las interpretaciones más generales de la evolución histórica y contemporánea de las naciones latinoamericanas.46
Un ejemplo claro de la difusión de esta preocupación es el libro de Francisco Encina, La inferioridad económica de Chile (1912), obra con un nivel de teoría económica superior a la de Bulnes que arrancaba sin embargo a partir de una serie de presupuestos y prejuicios similares. Le interesaba una descripción del desenvolvimiento de la economía chilena en el tiempo y la disponibilidad de recursos naturales, bosques, tierras, ganado y minas. Pero al final del texto se observa que Encina le presta especial atención a lo que denominaba la psicología económica del pueblo chileno, al subrayar rasgos como la falta de perseverancia, la obsesión por obtener fortuna rápida, el escaso espíritu de asociación y cooperación, además de otros vicios como el alcoholismo y la lasitud de muchos trabajadores, elementos característicos de los ensayos de Bulnes y Arguedas. Encina remarcaba
No está en nuestra mano modificar la naturaleza de nuestras riquezas que nos tocaron en suerte; en cambio, los avances de la sociología y de la psicología social nos permiten hoy modificar con rapidez el otro término de la antinomia: la eficiencia económica de la población por medio de la enseñanza que puede suplir los vacíos y contribuir directamente a rehabilitar el sentimiento de nacionalidad.47
A Bulnes, sin duda, le habría parecido que estas reflexiones de Encinas coincidían con sus planteamientos expuestos en El porvenir, pero también es cierto que no volvió a escribir sobre temas latinoamericanos, sino que se concentró en los dilemas de la política mexicana, muy posiblemente por el tremendo shock de la revolución mexicana que estalló en 1910 y se prolongó por más de un decenio, lo que obligó a Bulnes al exilio. La obra de El porvenir debe verse sobre todo como un ensayo polémico de coyuntura en la que el autor, como tantos otros latinoamericanos, se preguntaba si la derrota de España en la guerra de Cuba y el triunfo de los Estados Unidos presagiaba un futuro negro para los países de la región o sí existían oportunidades de conciliar diferencias y adoptar políticas más favorables para el desarrollo futuro. En realidad, los argumentos de Bulnes no abogaban por el “latinoamericanismo” que comenzaba a cobrar fuerza en los escritos de un número de miembros de lo que se puede denominar la generación de 1900, como era el caso de antimperialistas como Manuel Ugarte. Quizá paradójicamente, Bulnes abogaba no por enfrentamientos con los Estados Unidos sino, al contrario, por la conveniencia de adoptar sus mejores políticas en materia de desarrollo económico y comenzar así a curar los diversos males que aquejaban a los países latinos.
Fuentes primarias
Alcides Arguedas, Pueblo enfermo: contribución a la psicología de los pueblos hispanoamericanos, Barcelona, Ed. Casa Editorial Viuda de Luis Tasso, 1910.
Bulnes, Francisco, El porvenir de las naciones hispanoamericanas ante las recientes conquistas de Europa y los Estados Unidos, México, Imprenta de Mariano Nava, 1899: puede consultarse el pdf de la edición original en: https://www.cervantesvirtual.com/obra/el-porvenir-de-las-naciones-hispano-americanasante-las-conquistas-recientes-de-europa-y-los-estados-unidos/
Bunge, Carlos Octavio, Nuestra América: ensayo de psicología social, Buenos Aires, Henrich y Cia, 1903: nosotros sólo hemos podido consultar la segunda edición publicada en Buenos Aires, por la editorial Vaccaro en 1918
Calvo, Carlos, Colección completa de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios y otros actos diplomáticos de todos los Estados de la América Latina, comprendidos entre el Golfo de Méjico y el Cabo de Hornos, desde el año de 1493 hasta nuestros días, París, A. Durand, 1862-1869, 11 vols.
Demolins, Edmond, ¿“A quoi tient la superiorité des anglo-saxons? Publicado en 1897, pero hemos consultado la traducción al español, En que consiste la superioridad de los anglo-sajones, con prólogo del político Santiago Alba, Madrid, Librería de Victoriano Salazar, 1899.
Demolins, Edmond, Les Francais d'aujourd'hui: Les types sociaux du Midi et du Centre, París, Firmin-Didot et cie, 1898.
Ganivet, Angel, Idearium español, Granada: Tip. Lit. Vda. e Hijos de Sabatel, 1897.
Le Bon, Gustave, Les lois psychologiques de la évolution des peuples, París, Felix Alcan, 1894.
Le Bon, Gustave, Psychologie des foules, París, Felix Alcan 1895.
Mallada y Pueyo, Lucas, Los males de la patria y la futura revolución española. Consideraciones generales acerca de sus causas y efectos, Madrid, Tipografía de Manuel Ginés Hernández, 1890.
Mendieta, Salvador, La enfermedad de Centro-América, Barcelona, 1912, vol.1.
Palma, Clemente, “El porvenir de las razas en el Perú” tesis presentada en la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1897. Puede consultarse en línea: https://cybertesis.unmsm.edu.pe/bitstream/handle/20.500.12672/338/Palma_cl.pdf?sequence=1
Zumeta, César, Continente enfermo, Caracas, 1898.