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Migraciones internacionales

On-line version ISSN 2594-0279Print version ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.13  Tijuana Jan./Dec. 2022  Epub Feb 17, 2023

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2306 

Artículos

De las migraciones indocumentadas desde México a Estados Unidos a los flujos documentados de trabajadores

Gustavo Verduzco e Igartú1 
http://orcid.org/0000-0003-3512-2764

1 El Colegio de México, México, gverduz@colmex.mx


Resumen

Son varios los objetivos del trabajo: 1) Plantear posibles explicaciones sobre el cambio migratorio de los últimos años al bajar fuertemente el número de migrantes no documentados a la vez que en pocos años aumentaron a más de 200 000 los trabajadores documentados con visas H2; 2) señalar la importancia de la histórica contribución laboral de los trabajadores mexicanos al mercado laboral de Estados Unidos; 3) con base en lo examinado, replantear aspectos varios de la relación de México con Estados Unidos más en el sentido de ser considerado como un vecino altamente colaborativo con lo que ha sido el desarrollo histórico de Estados Unidos. El trabajo ha sido elaborado a partir de la integración de resultados de investigación diversos, así como con datos de la Emif Norte y otras fuentes estadísticas e integrando las propias experiencias de investigación del autor.

Palabras clave: 1. migración; 2. políticas; 3. relaciones; 4. México; 5. Estados Unidos.

Abstract

The objectives of this article are several: 1) To propose possible explanations for the migratory changes of the last years by sharply reducing the number of undocumented migrants and an increase to more than 200 000 legal workers using visas H2 per year; 2) to remark the importance of the historic labor contribution of Mexican workers to the U. S. labor market; 3) due to these facts, rethink the Mexico-U. S. relationship so that Mexico may be considered as a highly collaborative neighbor to the historical development of the United States. This work has been elaborated by integrating several research results from different sources, as well as with data from Emif Norte and other statistical sources. Also, incorporating the author’s research experiences.

Keywords: 1. migration; 2. policies; 3. relationship; 4. Mexico; 5. United States.

Introducción

Las migraciones de México a Estados Unidos, así como las movilizaciones a México desde Centroamérica con destino a la frontera norte se han vuelto temas de alta recurrencia en los medios de información. El primero tiene muchísimos años de estar presente más no así el segundo que últimamente ha estado teniendo una gran presencia en el escenario nacional y en la frontera norte y que aparece como novedoso aunque en parte sólo sea porque se le ha dado mayor exposición mediática, primero a partir de las caravanas y después por las intervenciones del expresidente Donald Trump y el tema de los posibles refugiados con esperas en la frontera norte, así como por la mayor presencia en México de la Guardia Nacional sobre todo en la frontera sur. Al respecto, hay que reconocer que estas situaciones se han estado dando ahora en un contexto de complejidades muy especial, motivo por el cual se encuentran fuera de nuestro escenario en este trabajo.1 El tema central que se tratará a continuación es el de los cambios últimos de los flujos migratorios de mexicanos a Estados Unidos.

En 2007 llegamos al pico de casos de los cruces indocumentados de mexicanos en la frontera norte los que luego descendieron casi brutalmente en unos cuantos años. Se culpó del descenso tan rápido a la crisis económica de 2007-2009, sin embargo, al disminuir la crisis esos flujos migratorios indocumentados no volvieron más en esas dimensiones sino que para 2013 y los años que siguieron, la nueva pauta de la migración mexicana dominante a Estados Unidos fue la de flujos temporales documentados que, de ser pocos, fueron creciendo en intensidad, orientados mayormente a la agricultura y los servicios y, en menor medida, los flujos de profesionales, en este caso tanto con visas temporales como de residentes. Han sido cambios inéditos no esperados y por su condición de legalidad también diferentes a los del pasado. Al respecto hay que recordar las trabas y los impedimentos tan fuertes que han existido por parte del gobierno norteamericano para siquiera pensar en la posibilidad de acuerdos sobre migraciones legales desde México. En realidad lo que ha pasado últimamente ha tenido lugar de una forma un tanto subrepticia, como parte de una dinámica de oferta y demanda laboral que fue ocurriendo entre los dos países en los últimos años pero sin dejarse ver claramente ante los dos gobiernos de tal manera que ahora sorprende que exista una migración legal mexicana tan intensa y que además esto ocurra junto a un aparente silencio gubernamental en los dos países.

En los estudios sobre migración hemos tratado de encontrar explicaciones diversas para cada época según el conjunto de características que se van presentando. Estas tienen que ver con situaciones cambiantes de los contextos aquí y allá, así como con las características de quienes migran en cada momento. Descubrir estas dinámicas es algo complejo y difícil pero, además en el caso nuestro, tampoco debemos desconectar estos análisis más coyunturales del proceso más amplio del largo plazo ya que las aportaciones laborales mexicanas al mercado de trabajo estadounidense han sido continuas aunque intermitentes en intensidad a lo largo de más de un siglo, y es esa continuidad la que nos habla de una integración laboral claramente definida.

Por otra parte, es importante hacernos conscientes de que estas participaciones laborales desde México solo han sido parcialmente aceptadas tanto por los norteamericanos como por nosotros mismos porque, para ellos, las aportaciones laborales mexicanas que, en la mayoría de los casos han sido ilegales a sus ojos, no permiten considerarlas de manera plena y, para nosotros, la presencia de una especie de culpa por los cruces fronterizos subrepticios de la mayoría de los casos, tampoco nos permite ver con claridad el valor de las enormes aportaciones laborales históricas desde México. Pero legales o no, con culpa o sin ella, la colaboración laboral mexicana en el desarrollo histórico de Estados Unidos ha sido contundente al igual que sus repercusiones económicas y de diverso tipo para México. Este es el escenario al que tenemos que añadir ahora las nuevas formas de la inserción laboral de los mexicanos que mencionábamos al inicio.

Con el trasfondo anterior presente, son varios los objetivos del presente trabajo: el principal es no sólo señalar la novedad de los cambios actuales, sino sobre todo ofrecer algunas hipótesis sobre las circunstancias que probablemente han tenido que ver en estas transformaciones. Importa preguntar sobre el significado de esa enorme disminución de los flujos migratorios no documentados: ¿a qué factores se puede deber?; ¿ha mejorado la economía mexicana?; ¿han sido más efectivos los controles migratorios en la frontera norte? o ¿se trata de una combinación de ambos?; la dinámica demográfica mexicana ¿tendrá algo que ver? Son preguntas y escenarios que habrá que considerar.

Un segundo objetivo es el de señalar varios aspectos de lo que ha sido una enorme inserción laboral mexicana en el mercado de trabajo estadounidense, situación que hasta ahora no ha sido debidamente atendida ni calibrada aunque lo que aquí se va a presentar al respecto es apenas algo inicial. Creo también que esta enorme contribución laboral mexicana a la economía norteamericana que se continúa actualmente con movilizaciones laborales temporales y legales de varios cientos de miles de personas cada año nos debería de llevar replantear aspectos importantes de la relación bilateral.

Llevamos más de cien años de migraciones hacia “el norte” las que con frecuencia han estado acompañadas de situaciones de fricción ante las autoridades norteamericanas sobre todo por el tema de los cruces fronterizos de esa mayoría que ha cruzado sin documentos.

Quizás a excepción de los últimos años, ni el gobierno mexicano ni el de Estados Unidos se preocuparon realmente por lo que pasaba ya que la política mexicana fue la de no tener una política con respecto al tema migratorio, y la de Estados Unidos fue la de ver llegar con poco recelo a miles de trabajadores sin costo alguno para ellos (Alba, Weintraub, Fernandez de Castro y García y Griego, 1997). En la práctica, quienes querían trabajar allá iban y venían a voluntad con pocos inconvenientes hasta hace quizás un poco más de una década en que la mayor vigilancia de la frontera ha vuelto el cruce mucho más difícil y costoso (Anguiano y Trejo, 2007).2

Para comenzar, y yendo un poco hacia un pasado anterior y con algunos ejemplos abreviados, mencionaré informaciones rápidas desde inicios del siglo XX: los años de la Revolución en México llevaron a contingentes de la población mexicana a Estados Unidos por motivos de refugio. Por otra parte, la prohibición de importar mano de obra china y luego japonesa en aquel país favoreció para hacer uso de la mano de obra mexicana sobre todo entre 1910 y 1929 (García y Griego, 1989). Las dos grandes guerras del siglo XX llevaron también a trabajadores mexicanos a Estados Unidos en situaciones distintas en cada momento pero, en medio de esos eventos, ocurrió una gran expulsión de mexicanos de vuelta a nuestro territorio (García y Griego, 1989). Luego, la terminación del sistema de cuotas migratorias en Estados Unidos en 1965 abrió la puerta a contingentes de población del mundo que antes no podían ir a Estados Unidos. Más adelante, la reforma migratoria IRCA de 1986 actuó como una gran llave para continuar y ampliar las migraciones a Estados Unidos pero tuvo claros efectos sobre el incremento de las migraciones desde México (Bean, Edmonston y Passel, 1990).

Por otro lado, el desarrollo de ciudades mexicanas en la frontera norte particularmente durante el siglo XX, ha actuado como una gran base demográfica mexicana que ha ayudado a mantener una intensa interacción con la población mexicana, mexicano-americana y americana del otro lado (Alegría, 1989, 1990; Cruz, 2010) . Seguramente como corolario, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora el TEMEC), pueden ser vistos como una parte importante de un proceso de mucha mayor intensidad en el acercamiento entre los dos países.

Los anteriores son apenas algunos ejemplos que comprenden hechos concretos ya sean coyunturales como las guerras o a través de políticas públicas que se han ido fraguando en un tiempo “largo” para dar respuesta a problemas y necesidades específicas pero que en el caso de México y Estados Unidos han llevado a un proceso de intensa interacción como no nos habíamos imaginado.

Como sabemos, la población mexicana residente en Estados Unidos creció como nunca antes lo había hecho y en solo una década se duplicó y pasó de 2.2 a 4.3 millones (Passel, Cohn y González-Barrera, 2012). Luego, se volvió a doblar y subió a 9.1 en el año 2000 y a

11.7 en 2010 para llegar a 12.3 millones en 2019 (Fundación BBVA Bancomer, Conapo y Segob, 2020). Pero al lado de los números totales, sabemos que la población documentada de México también fue aumentando en esos períodos y se ha estimado que más de la mitad de ese stock de población tiene documentos (Passel, Cohn y González-Barrera, 2012). Esta es otra realidad, la de tener allá ahora a un contingente grande de población mexicana documentada junto a otro quizás de menor tamaño sin documentos. Además y, aunque parezca extraño en vista de la parafernalia de las medidas de protección fronteriza por parte del gobierno estadounidense, cientos de miles de personas de México siguieron yendo y volviendo sin documentos cada año como lo ha reportado a lo largo de los años la Encuesta de Migración en la Frontera Norte (Emif Norte) (El Colef et al., 2010) y los reportes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos sólo que en los últimos lustros estos números han bajado considerablemente como veremos más adelante. Además, se fue dando un retorno más sensible de mexicanos no sólo porque hubo devoluciones forzosas sino también porque se dieron repatriaciones voluntarias (Masferrer y Roberts, 2012).

Más arriba se mencionaban cifras globales sobre las estimaciones del “stock” en Estados Unidos en diversos años, pero también están los datos del cambiante flujo de quienes van hacia Estados Unidos según la Encuesta de Migración en la Frontera norte como se observa en la gráfica 1.3

Fuente: Emif Norte 2000-2017 (El Colef et al., 2020).

Gráfica 1 Flujo de personas procedentes del sur con destino a Estados Unidos 

La gráfica 1 permite observar la trayectoria del flujo de personas de México que han tenido la intención de cruzar a Estados Unidos por vía terrestre y aérea, según se ha captado en la Emif Norte durante los últimos años (2000-2017). Se encuentran incluidas personas que declararon ir con y sin documentos migratorios para cruzar a Estados Unidos.

Nótese, en primer lugar, la enorme caída de quienes iban a partir de 2007, de 856 000 a 46 000 en 2017. Ciertamente, la dinámica de los flujos se ha desacelerado.

Al respecto también existen estimaciones de otras fuentes sobre el número y porciento de los hogares en México cuyos integrantes declaran tener miembros del hogar que son migrantes a Estados Unidos. Las viviendas en México con emigrantes a Estados Unidos pasaron de ser 3.96 por ciento del total de viviendas del país en el año 2000, a ser sólo 1.94 por ciento en el año 2010. Por otra parte, las viviendas con “migrantes de retorno” pasaron de 0.87 por ciento en el año 2000 a 2.19 por ciento en 2010 (Inegi, 2013). Estas cifras provienen de una fuente distinta a la Emif Norte que es el Censo de Población y vivienda de México cuyas cifras ayudan a corroborar la información sobre el descenso de la emigración desde México y un mayor regreso de algunos. Pero, por otra parte, los censos de 2000 y 2010 también señalan que los hogares con “migrantes circulares” permanecieron con niveles muy semejantes: 0.97 por ciento en el año 2000 y 0.92 por ciento para el año 2010, obviamente con referencia a los datos totales de cada período, pero lo interesante de este último dato es que señala una característica migratoria que permaneció como tendencia en las dos fechas al lado del descenso global (Inegi, 2013). Señalo este rasgo porque considero que la “migración circular” ha sido a lo largo de los muchos años de migraciones la característica central y específica de la migración mexicana a Estados Unidos.

Pero, para complementar, es pertinente mencionar que hay un stock de migrantes en México del que casi no se habla y que ha tenido una enorme importancia. Se trata del conjunto de todos aquellos residentes en México que a lo largo de muchos años han ido a trabajar a Estados Unidos por temporadas variables quizás una sola vez o dos o varias, quienes luego en algún momento de sus vidas han decidido no ir más. La mayoría de los trabajos que se han realizado en campo a lo largo de los años, dejan ver claramente que el involucramiento de la población mexicana, mayormente de bajos ingresos, ha sido altísimo en el mercado laboral estadounidense a lo largo de las décadas durante el último siglo. Una muestra de ello aparece en lo expuesto en la Emif Norte pero son informaciones que también se han reportado en abundancia en los estudios comunitarios. Por ejemplo, en el levantamiento de datos de 2000 y 2001 se señala que entre el 60 y el 70 por ciento, respectivamente, de los cientos de miles que fueron devueltos en ese año por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos ya habían cruzado para trabajar entre dos veces y más de seis, muestra de esa continua migración laboral circular (El Colef et al., 2004). Son datos que señalan esa extensa colaboración laboral de muchísimas personas a lo largo de sus vidas.

Por ello es por lo que hablar sólo de los que están allá o de los que van y vienen (lo reportado por la Emif Norte), aunque señalan aspectos centrales de la composición del “conjunto migratorio”, hay que añadir también a este otro grupo de personas de ambos sexos que, aunque han trabajado en Estados Unidos por una, dos o más temporadas, luego han decidido no ir más. Esta visión nos permitiría acabar de entrever la enorme contribución que la fuerza de trabajo mexicana ha tenido en el mercado laboral de Estados Unidos y que ha contribuido a su bienestar (Canales, 2009).

Después de tantos años de experiencias migratorias con Estados Unidos llegamos a los primeros años del inicio del siglo XXI acostumbrados a una situación migratoria entre México y Estados Unidos que no parecía cambiar mucho ni en el volumen de las salidas ni en las explicaciones sobre esos flujos.4 Se acusaba principalmente a las repetidas crisis económicas en México como las ocasiones para que operara esa “válvula de escape” que era la de migrar “al norte”.

La selectividad de los migrantes

En los estudios de migración ha sido muy importante poder determinar quiénes son los migrantes que van a un destino determinado, en este caso a Estados Unidos. Normalmente cuando hay flujos migratorios en montos importantes hacia un país particular éste se compone de personas de todo tipo en un sentido socioeconómico. Van hombres y mujeres; jóvenes y adultos; van personas con muchos y pocos años de escolaridad; van trabajadores del campo, obreros y profesionales, etc., pero es importante poder saber si en esos flujos de migración prevalecen personas con ciertas características afines entre si ya que ello nos permite conocer sus perfiles y con ello podemos relacionar algunos aspectos de sus contextos en el origen así como las posibilidades que tienen o que tendrían en el destino según las características de los mercados laborales a los que van. A esto se le ha llamado “la selectividad de la migración” que se ha utilizado como una herramienta heurística importante aunque limitada. Se parte del supuesto de que en condiciones normales cuando hay un flujo de emigración desde un lugar, lo más probable es que no haya una emigración de todos o de casi todos los que habitan en las zonas de origen (esto sólo ocurriría en casos de guerra o de catástrofes), sino que mayormente partirían algunas personas con ciertas características. Obviamente este es un supuesto que hay que confirmar con los datos pero que nos permite conocer hasta cierto punto algunas de las fragilidades socioeconómicas de los contextos en el origen así como ciertas posibilidades de inserción en la sociedad de destino (Browning y Feindt, 1969).5

Principales características del flujo migratorio a Estados Unidos (1993-2017)6

La composición del flujo de ida7 ha sido siempre mayoritariamente masculino, aunque la proporción de mujeres fue subiendo poco a poco de 7 por ciento en 1993-94, para colocarse durante varios años en cifras promedio entre 20 y 25 por ciento a lo largo de los últimos 10- 15 años.

Entre 1993 y el año 2009, la proporción media de las personas de 20 a 39 años que estuvieron yendo a Estados Unidos fue de 65 por ciento. Unos años después, entre 2010 y 2017 esa proporción bajaría a 54 por ciento que son los años en que los flujos totales de ida y vuelta iban ya a la baja. En la totalidad del período de 1993 a 2017, el promedio ha sido de 61.5 por ciento con una desviación estándar de 14.5 y la mediana ha sido de 62.5 Claramente estos grupos etarios han sido la mayoría. Se ha tratado de población joven en lo mejor de sus posibilidades laborales.

En cuanto a la media de escolaridad de los integrantes del flujo de ida, en los años 90 quienes tenían primaria completa o menos eran una mayoría de alrededor de 60-65 por ciento y entre 20-25 por ciento con algunos años de secundaria o con secundaria completa y quienes tenían algunos años de preparatoria o quizás algo más apenas llegaban a 10-15 por ciento. Estas tendencias se revirtieron poco a poco para terminar entre 2010 y 2017 con integrantes de esos flujos de la siguiente manera: 37 por ciento en la más baja de primaria terminada o menos; 32 por ciento en el nivel de la secundaria y, 31 por ciento entre quienes tenían algunos años de prepa o más. Estos son promedios. De hecho, entre 2010 y 2017 los años promedio de escolaridad subieron de 7.4 a 10 años entre esta población migrante. Se observa así que quienes fueron integrando este flujo reflejaron con cierta fidelidad los cambios que a este respecto se iban siguiendo en el país en general, aunque manteniendo también la característica global de ser un flujo de personas con bajos niveles escolares en el contexto de los cambios que iban teniendo lugar en el país.

Por otro lado, a pesar de que sabemos que la procedencia de zonas rurales de los trabajadores migrantes fue cambiando a lo largo de los años con aumentos importantes de quienes procedían de zonas urbanas del país,8 la mayor parte declaró haber estado ocupado como “trabajador agrícola” en su lugar de origen. El promedio a este respecto de los últimos 24 años es de 42.6 por ciento con una desviación estándar de 7.4 y una mediana de 45.3 por ciento. Sin embargo, con respecto a esta característica ocupacional creo que también debemos de considerar que en la realidad de las comunidades del país, ante una agricultura que por diversas razones ha tenido una escasa productividad, el canal laboral que la mayoría de los hombres de esos lugares ha tenido a su disposición ha estado en las actividades de la construcción ya sea que la realicen en sus propias comunidades o en las ciudades regionales.

Como lo muestran diversos estudios de campo, es común que quienes trabajan sus parcelas agrícolas pasen en algún momento a trabajar como albañiles ya sean ellos mismos o sus hijos (para las mujeres su opción ha estado mayormente en el trabajo doméstico en las ciudades). De ahí que he decidido juntar en una categoría a quienes dijeron ser “trabajadores agrícolas” en México y a quienes dijeron ser “trabajadores de la construcción” ya que se trata de dos estratos ocupacionales que se nutren mutuamente (Arias, 1992; Lara Flores, 1996; Verduzco, 2007). Para los últimos 16 años de la Emif Norte el promedio en esta categoría conjunta ha sido de 59.2 por ciento con una desviación estándar de 9.7 y una mediana de 62.6 por ciento. Ocupacionalmente en México éste ha sido el grupo predominante en los flujos hacia Estados Unidos. Es interesante notar que los trabajadores del sector agropecuario en el país han cambiado de ser, con relación al conjunto de la población ocupada total, 22 por ciento en 1990, a 16 por ciento en el año 2000 y a solo 11 por ciento en 2010. Ha sido mayormente de ese estrato ocupacional de donde ha estado saliendo por muchos años la migración a Estados Unidos, por lo que la baja en estos números no sólo tiene que ver con los cambios internos en las actividades rurales en México, sino también con las salidas a Estados Unidos de esa población.

En cuanto a los orígenes regionales sabemos que, aunque han salido de los rincones de todo el territorio nacional, los flujos mayoritarios se fueron originando en zonas del centro- occidente y en algunas de Puebla-Oaxaca así como de zonas del centro-norte más otros rumbos que se fueron añadiendo después de otros lugares del país a lo largo de los años hasta el punto de llegar a abarcar rincones de todas las regiones del territorio. Esto ha sido otro hecho inusitado en cuanto que durante los primeros ochenta años del siglo pasado las migraciones a Estados Unidos habían quedado circunscritas a la gran región del centro- occidente más algunas otras del centro y del norte y de ahí se expandieron a todo el país aunque de manera restringida (Zúñiga y Leite, 2006).

Con las informaciones anteriores, queda claro que quienes han compuesto mayormente ese flujo han sido predominantemente hombres jóvenes, aunque con una presencia creciente de mujeres. La mayoría de los hombres trabajaba en la agricultura en México así como en las actividades de la construcción.9 En cuanto a la escolaridad, han sido mayormente personas con bajos niveles escolares a pesar de que a lo largo de los años estos fueron aumentando en consonancia con los aumentos generales que a este respecto fue habiendo en el país. Destaca la importancia de este tipo de perfiles como más específicos de la migración mexicana a Estados Unidos lo que a su vez se conecta directamente con el tema de la “selectividad de la migración” del que ya se hizo mención.

Es importante resaltar también que estos datos de la Emif Norte que tienen una amplia cobertura en espacio y tiempo, coinciden en términos generales con lo ofrecido en las decenas de estudios de comunidad realizados en México en esos años donde claramente se dejaba ver que el “migrante típico” (el que mayormente ha ido desde las comunidades), ha sido sobre todo un hombre joven mayormente ocupado en las actividades del campo, con baja escolaridad (Calvo y López, 1988; Dinerman, 1982; Donato, 1994, 2001; López Castro, 1986; Massey, Alarcón, Durán y González, 1990; Mines y Massey, 1985; Massey, Goldring y Durand, 1994; Verduzco, 1995; Verduzco y Unger, 1997).

Sin embargo, para complementar lo anterior no sobra explicar que al señalar las principales características socioeconómicas de quienes mayormente estuvieron yendo a Estados Unidos, han existido también otros migrantes que, aunque en números menores, han formado parte de ese flujo y han tenido otro tipo de perfiles socioeconómicos. Ello nos debe llevar a ser cuidadosos para no tratar de englobar ni entender estos flujos como totalmente centrados en lo que ahora se está señalando como las características más comunes. Como se dijo anteriormente, el tema de la selectividad de la migración como herramienta heurística es útil pero también es limitada.

Anteriormente se señalaba que los flujos de migración tan altos fueron bajando a partir del año 2007 hasta llegar a ser relativamente reducidos, de ahí que sea pertinente el tema de los posibles factores que han tenido que ver con estos cambios.

Son varias las preguntas que surgen: ¿por qué de pronto ese flujo migrante ha descendido de acuerdo con lo presentado en las cifras de varias fuentes?

Se ha dicho repetidamente que la baja en las tendencias migratorias de México a Estados Unidos de los últimos años se ha debido principalmente a la crisis económica de 2008-2009, aunque también se ha mencionado un tema demográfico al señalar que por haber bajado en años previos la tasa de fecundidad general en México, a la postre ese descenso influyó en esa tendencia posterior hacia la baja de la emigración mexicana (Passel y Cohn, 2018). Así mismo, se ha mencionado al mayor rigor del control fronterizo por parte de Estados Unidos como otra de las causas (Anguiano y Trejo, 2007).

En cuanto al primer señalamiento sobre la crisis económica, como en otras ocasiones ha sucedido, las crisis económicas ya tengan lugar aquí o allá, sin duda alguna repercuten en los flujos migratorios ya sea porque en ocasiones salen más mexicanos o vuelven más pero esos vaivenes han sido circunstanciales y por lo común se han vuelto a ajustar a las tendencias generales en poco tiempo. Sin embargo, en la de 2008-2009, el flujo previo no se repuso nunca más como se observa en el cuadro inicial de este trabajo a pesar de que la crisis se superó.

Hipótesis sugeridas para explicar el descenso del flujo

Además de lo dicho en el párrafo previo, propongo primero un conjunto de tres hipótesis donde una de ellas me parece central pero que se acompaña de otras dos que también serían de importancia, aunque menor que la central. Luego aportaré otros argumentos complementarios. Además, y esto tiene relevancia, afirmo que aunque se ha dado un descenso sensible de las migraciones mexicanas a Estados Unidos, ha habido también cambios importantes en las características de los migrantes contemporáneos que han implicado una continuidad importante de los flujos laborales.

La hipótesis central que propongo es que puesto que durante un poco más de dos décadas fueron principalmente jóvenes quienes se estuvieron yendo masivamente, a la postre se fue agotando esa fuente de mano de obra joven y, es ese agotamiento de un tipo de oferta específica y selectiva, lo que principalmente se ha observado en el descenso de esos flujos migratorios. Obsérvese que no me estoy refiriendo al descenso como efecto de la baja de una tasa general de fecundidad como se ha mencionado repetidamente (Passel, Cohn y González, 2012), sino a los cambios en el perfil de grupos específicos de edad.10 Recordemos los datos presentados a partir de la Emif Norte (El Colef et al., 2020) donde se observa que el mayor grupo etario del flujo estaba compuesto por jóvenes.

Como sabemos, en la ecuación básica de población, las fuentes de la pérdida de la misma son las muertes y la emigración por lo que para saber cuánto se debe a las emigraciones y cuánto a la mortalidad habría que realizar un seguimiento de las cohortes de edad específicas.

En los datos de población del país se observa, por ejemplo, que entre los años de 1990 y el año 2000, los siguientes grupos de edad perdieron volúmenes importantes de población entre esas dos fechas de la siguiente manera:

Cuadro 1 Seguimiento de las cohortes de edad más jóvenes para el país (México) entre los años 1990 a 2000 

Grupo de edad en 1990 Grupo de edad en 2000 Pérdida bruta de población en el grupo de edad Pérdidas por mortalidad por grupo etario Posible estimación neta de emigración
15 a 19 25 a 29 -1 506 660 94 618
20 a 24 30 a 34 -692 640 117 164
25 a 29 35 a 39 - 51 974 120 184
30 a 34 40 a 44 -192 786 125 692
35 a 39 45 a 49 -507 025 140 177
2 951 085 597 835 2 353 250

Fuente: Datos elaborados para este trabajo a partir de las informaciones sobre mortalidad del Inegi (2003) para los diferentes períodos y grupos de edad.11

Nótese sobre todo la gran pérdida de los más jóvenes de todos que son quienes tenían de 15 a 19 años y de 20 a 24 años en 1990. El total de la pérdida bruta de esos dos grupos fue de 2 199 300 personas para esos años solamente. La mortalidad en estos casos fue de 211 782. Y la pérdida por mortalidad de los siguientes tres grupos etarios fue de 386 053. Basados en esta información, la probable pérdida de población por emigración a Estados Unidos para esos años sería de 2 353 25012 contando sólo a esos grupos etarios que sabemos que han sido los mayoritarios.13

La pérdida de población joven es sin duda alguna un problema grave en cuanto que implica, entre otros efectos, los de una reducción futura en aspectos de crecimiento económico al disminuir la población laboral. Como veremos más adelante, esta situación tiene efectos más claros y contundentes en los niveles locales donde de pronto se empieza a notar la escasez de la mano de obra.

Los datos anteriores se refieren al país en general, pero sabemos que las emigraciones a Estados Unidos no afectan por igual a las diferentes regiones ya que hay zonas con alta intensidad migratoria y otras donde, aunque el fenómeno existe, tiene una presencia muy baja.

En datos para el estado de Michoacán, resumo la información: En el caso de una entidad y a diferencia de lo presentado antes para el país, aquí se encuentran juntos tres efectos, el de la mortalidad, el de la migración interna que entra y sale del estado y el de la migración internacional, sin embargo: a) Michoacán no ha sido un estado que atraiga población de otros estados; b) ocupa el tercer lugar en el índice de intensidad migratoria hacia Estados Unidos con “muy alta” migración (Conapo, 2010); c) entre 1990 y 2010 la cohorte original de 15 a 19 años perdió a 32 por ciento y la cohorte inicial de 20 a 24 años perdió a 20 por ciento.

Ciertamente, esas pérdidas tan amplias de población joven tienen repercusiones negativas para el futuro crecimiento económico como bien lo señalaban en un trabajo sobre demografía y migraciones Gómez de León y Tuirán (1998).

Ahora veamos un caso local de Michoacán, el del municipio de Chavinda conocido por quien esto escribe y del que existen informaciones etnográficas.

Ha sido un municipio típico de emigración a Estados Unidos. Entre 1990 y 2010 no sólo no creció sino que tuvo una pérdida neta de 1 060 habitantes equivalente a 9.6 por ciento de su población original en 1990. Pero en las cohortes específicas de edad entre 1990 y 2010 perdió a 34.7 por ciento de la población original que tenía de 15 a 19 años de edad, y a 52.05 por ciento de la población que en 1990 tenía de 20 a 24 años de edad (ver el cuadro 2).

Cuadro 2 Seguimiento de las cohortes de edad más jóvenes en el Municipio de Chavinda, Michoacán 

Años Cohortes de edad Población Cohortes de edad Población
1990 15 a 19 años 1607 20 a 24 años 999
2000 25 a 29 años 726 30 a 34 años 649
2010 35 a 39 años 642 40 a 44 años 479
Pérdidas de 559/34.7 % 520/52.05 %

Fuente: Censo de Población y Vivienda (Inegi, 2013). Datos elaborados para este trabajo.

(Galindo y Ramos, 2009; Passel, Cohn y González, 2012). Los montos de emigración de la primera década de este siglo han sido mayores que los de la previa.

Como en el caso de Michoacán, tenemos juntos los efectos de la mortalidad y las migraciones internas y las internacionales, sólo que sabemos por los estudios de esa comunidad que, aunque hay y ha habido migraciones a la cercana ciudad de Zamora y a otras partes del país, la emigración a Estados Unidos ha tenido una importancia central (Massey, Alarcón, Durand y González, 1987). Un tema que deseo resaltar es el de la pérdida de la fuerza laboral local que, como se observa, ha sido muy agudo sobre todo entre el año de 1990 y el año 2000. Recordemos también que se ha tratado de flujos de migración selectivos que han afectado principalmente a la población trabajadora local que se dedicaba mayormente a las actividades agropecuarias y a la construcción según leemos en los trabajos referidos. Las consecuencias locales de este fenómeno tuvieron efectos claros en las condiciones productivas en lo positivo y en lo negativo. Por un lado, al escasear la mano de obra ésta se volvió más cara, situación que puede verse como positiva al tener que aumentar los salarios. Por otro lado, esa escasez llevó también a cambios necesarios en la estructura productiva tanto con la introducción de maquinaria como con la iniciación de otros cultivos que requieren menos mano de obra. Es importante señalar también que municipios como el de Chavinda dejan de ser fuente de flujos de migración nuevos simplemente porque la mano de obra local que estaba “disponible” (selectivamente) se llegó a agotar. Esto es lo visto desde un punto de vista local, pero a nivel global, situaciones como esta fueron llevando también a la presencia de nuevas comunidades de otros rumbos del país en el flujo migratorio a Estados Unidos. Por ello se ha observado que a lo largo de los últimos 25 años las migraciones a Estados Unidos que primero estuvieron muy localizadas en el centro-occidente y norte del país, alcanzaron poco a poco a más pueblos de estados del país que anteriormente no participaban de ese mercado laboral. Esta fue y sigue siendo una manera lógica en que la oferta laboral de ese tipo específico de mano de obra siguió y ha seguido aportando brazos al tipo de demanda que, parcialmente sigue existiendo en Estados Unidos.

Ahora propongo una segunda hipótesis que es acerca del posible deterioro de los salarios en Estados Unidos en los nichos laborales a donde usualmente van los migrantes. Para empezar, cito las principales conclusiones de un trabajo presentado en el Estudio binacional (Mexican Ministry of Foreign Affairs y U. S. Commission on Immigration Reform, 1998). Davies, Greenwood, Hunt, Kohli y Tienda (1998) se preguntan si los trabajadores mexicanos con bajas habilidades (low skill) son sustitutos o complementarios de la fuerza laboral y, en cada caso, ¿cuál sería el efecto sobre los salarios? Concluyen que ese tipo de trabajador no es sustituto de la fuerza de trabajo nativa pero que si compite con el mismo tipo de trabajador por lo que uno de los efectos ha sido que al llegar más trabajadores mexicanos con bajas habilidades a los mercados laborales donde ya existe ese tipo de trabajadores, se da un efecto negativo sobre sus salarios. Esto ocurre, según los autores, principalmente en California y Texas que son lugares donde ha habido mayor número de migrantes mexicanos.14 Ante esto interpreto que seguramente por este efecto negativo en los salarios de ciertos lugares, muchos de los migrantes de México en Estados Unidos, comenzaron a explorar nuevos destinos en otros estados como luego fuimos viéndolo tanto en los recuentos de las historias personales,15 como en las estadísticas de aquel país en los años subsecuentes. Los migrantes mexicanos se fueron poco a poco yendo de los lugares de migración más tradicionales (California, Texas, Chicago, Nueva York y cercanías) a otros como Arizona, Nevada, Kentucky, North Carolina, Georgia y algunos estados del centro y del sur (Giorguli, Gaspar y Leite, 2009) . Estos cambios fueron teniendo lugar a lo largo de por lo menos veinte años, de 1990 a 2010. Se trató de un proceso en el que a partir del conocimiento de las experiencias ya tenidas allá, los trabajadores de México fueron descubriendo otros nichos en lugares no conocidos antes, situación que amplió un poco más en tiempo y espacio las posibilidades de ese mercado laboral hasta el punto en que se llegó a un cierto límite en el que la demanda laboral comenzó a debilitarse. Por otra parte, el probable descenso de los salarios para esa demanda tuvo como efecto ya no poder seguir compitiendo con los costos de un viaje cada vez más caro y riesgoso.16 Probablemente además, para muchos de los nuevos posibles ofertantes de trabajo en México, ese tipo de oferta laboral fue quedando fuera de sus expectativas quienes últimamente habían logrado un poco más de escolaridad.

Se trató de procesos que iban ocurriendo en ese conjunto de años en los que por factores demográficos, económicos y, por las características más propias de ese tipo de migrante selectivo, hubo una incidencia que luego bajó el flujo total desde México. Pero es importante insistir en que a menudo ha sido más fácil y pragmático culpar a lo más inmediato y aparente como, en esta situación, fue la crisis económica de 2008-09 en Estados Unidos.

Por otro lado, y para añadir más elementos a las argumentaciones propuestas, en México han ocurrido otros cambios que si bien no nos han llevado a estar en una situación de bienestar amplio, se han dado ciertas mejoras como ha sido un aumento en los años de escolaridad de los jóvenes quienes al lograr más educación intentan volcarse a otro tipo de actividades de mayor calificación. Así mismo, existen otros factores quizás menos directos pero que pueden ser contundentes y que, en términos generales se han propuesto en otros estudios sobre migración en general. Se trata de los cambios más amplios que han tenido lugar en la distribución de la población en el país. En México, aunque durante mucho tiempo se ha tenido la creencia compartida de ser un país de pocas ciudades grandes, la realidad es que hemos cambiado mucho. En un período de tiempo mediano, pasamos a tener 26 ciudades de más de medio millón de habitantes y nueve de ellas con más de 1 millón.17 Además, estas ciudades se encuentran repartidas en las diversas regiones del territorio por lo que, probablemente los flujos migratorios que anteriormente iban a las tres grandes ciudades y a Estados Unidos, ahora han podido orientarse al menos parcialmente a las ciudades grandes de sus propias regiones. Esta nueva situación seguramente también ha tenido alguna incidencia sobre el flujo que anteriormente iba a Estados Unidos.

Quedan todavía pendientes dos temas que han incidido fuertemente tanto en lo que tiene que ver con nuestra contribución laboral a Estados Unidos, como con aspectos diversos de la relación con aquel país. Abordaré primero el tema de la franja fronteriza que tiene que ver con ambos. Luego, veremos lo relativo a los cambios recientes en los tipos de migración a Estados Unidos.

La franja fronteriza

La franja fronteriza es ese conjunto geográfico que como el nombre lo expresa va alrededor de la frontera con Estados Unidos. No es una región homogénea ni geográfica ni económicamente pero quizás pueda definirse más bien por esa fuerte vecindad con quien comparte ese mismo espacio, Estados Unidos. Quizás sea esa relación tan intensa con las poblaciones del otro lado, junto con esa cultura mixta lo que mejor definiría a ese espacio sociodemográfico.18 Se fue poblando y fue creciendo aún más del lado mexicano durante el siglo XX a partir de políticas muy claras por parte de varios de los gobiernos sobre todo del orden federal. García (2010), Aboites (2010) y Cruz (2010) resumen de manera clara los procesos de poblamiento de aquella gran zona desde la época de la Independencia a nuestros días y, por otro lado, Valenzuela Arce (2002, 2003) en varios de sus trabajos expone la riqueza cultural de aquellas sub culturas mixtas que se han ido conformando a lo largo de los años en la frontera. Se trata de una zona donde los habitantes de ambos lados de la línea tienen un encuentro cotidiano con experiencias binacionales de diverso orden. Cruz (2010), habla de 35 a 38 municipios del lado mexicano. Alegría (1990), ha realizado importantes trabajos sobre la frontera norte bajo la óptica del desarrollo urbano. Para este trabajo he realizado un recuento de la población actual de esos municipios a los que he añadido la población de los condados fronterizos de Estados Unidos en el espacio aproximado de 100 kilómetros de cada lado. El total de población que ahí habita llega a un poco más de 15 millones de personas. A lo largo de la franja fronteriza existen conjuntos urbanos que sólo se encuentran divididos por la línea que señala las demarcaciones nacionales pero que comparten aspectos importantes de la vida cotidiana junto con los recursos naturales que existen en los alrededores. Muchos de los habitantes de esta gran zona tienen parientes en cualquiera de los dos lados quienes se visitan con mucha frecuencia y mantienen informaciones compartidas de diversos temas, sobre los trabajos, los precios de diversos artículos, las ofertas laborales, educativas y culturales.

La frontera México-Estados Unidos se considera como una de las más dinámicas y complejas del mundo. De acuerdo con el Bureau of Transportation de Estados Unidos, los cruces anuales de vehículos entre 1997 y el año 2000 fueron en promedio de 277.5 millones por año lo que equivale a 754.7 miles por día (Bureau of Transportation Statistics, s. f.).

La franja fronteriza con sus características tan especiales tiene un gran peso en la economía, la política y las relaciones sociales particularmente en referencia a cada entidad estatal en los dos países. La contribución laboral, sobre todo de los mexicanos que viven a este lado de la frontera es enorme en los sectores económicos del otro lado puesto que son miles quienes van a trabajar allá diariamente (Santibañez y Cruz, 2000). Este tema, aunque conocido, ha sido poco apreciado como parte de otro aspecto de la gran contribución laboral nuestra a la economía estadounidense.

Cambios en las modalidades de migración de México a Estados Unidos

Ha sido un hecho claro que el flujo de trabajadores mexicanos a Estados Unidos ha bajado considerablemente; por lo menos aquel flujo que ha sido tradicional, mayormente indocumentado y del que se quiere dar cuenta. Sin embargo, existen otros datos recientes que, sin negar lo anterior, muestran que los flujos laborales desde México continúan en montos ciertamente menores a aquellos de 2007 y años previos, pero todavía muy altos e importantes; ¿será posible?

Recordemos que el grueso de la composición del flujo de migrantes desde México se conformaba primordialmente de jóvenes con bajos niveles escolares y fuerte pasado como trabajador agropecuario. En otra sección quisimos mostrar que probablemente, por varias razones como el agotamiento demográfico de esos grupos particulares en miles de localidades de México, así como por cierto descenso paulatino en los salarios en Estados Unidos (para esos grupos de trabajadores), así como por el alza en los costos de movilización a los destinos como efecto de las mayores dificultades en el cruce, fue haciéndose más problemático que los migrantes indocumentados pudieran acceder a aquel mercado laboral. Además, probablemente para los jóvenes actuales, en una situación de relativa creciente escolaridad, podrían ser ahora menos atractivos los trabajos de baja calificación en Estados Unidos, por lo menos para algunos de ellos.

Los nuevos flujos migratorios a Estados Unidos

Existe desde hace muchos años un canal laboral que le permite al Departamento del Trabajo de Estados Unidos (Department of Labor) conseguir trabajadores extranjeros para la agricultura y algunos servicios en caso de que haya escasez de estos en las diversas localidades de aquel país. Se trata de contrataciones laborales temporales a través de visas H2-A para la agricultura y el H2-B para los servicios. En México, Trigueros (2015), ha sido de las pioneras en recabar datos y analizar aspectos de esos tipos de contrataciones. Desafortunadamente hasta ahora es muy poco lo que se conoce sobre las experiencias de los y las trabajadoras que han ido con esas visas. En campo, a menudo nos encontramos actualmente a trabajadores y trabajadoras que han ido con estas visas sin que se podamos obtener de ellos más que ciertos datos más generales y anecdóticos. En la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en la Ciudad de México tampoco conocen mucho más que las informaciones que les llegan a través de algunos empresarios agrícolas norteamericanos en busca de trabajadores. Esto según entrevistas que he tenido con el funcionario encargado de este tipo de asuntos. Pero a continuación, expongo los datos sobre el otorgamiento de visas de trabajo temporal obtenidos a través de varios portales del gobierno de Estados Unidos ya que desde hace tiempo tenía sospechas sobre los aumentos en las contrataciones con visas de trabajo temporal pero no había tenido la posibilidad de hacerlo.

Fuente: U. S. Department of State (s. f.).

Gráfica 2 Visas otorgadas como trabajadores temporales 

Tanto los trabajadores con visas H2-A y H2-B como los profesionales se refieren a “trabajadores temporales”. Son personas que solicitaron una visa de trabajo temporal que la tramitaron y pagaron y que les fue concedida. Aclaro esto porque hay otras estadísticas que se refieren a las admisiones que son “eventos” y este no es el caso.

El aumento de “visas otorgadas” de 2010 a 2018 ha sido de 173.7 por ciento para los trabajadores con visas H2-A y B. Como se observa, 2014 ha sido el año en que el crecimiento de estos trabajadores experimentó un gran cambio hacia arriba, como algunos habíamos empezado a sospechar. Por su parte, los profesionales tuvieron un crecimiento de 167.5 por ciento en el mismo período. Ahora estos datos muestran que también son muchos miles de profesionales mexicanos quienes cada año han estado obteniendo “visas de trabajo temporal”. Juntos, ambos tipos de trabajadores temporales alcanzaron en el último año, 294 628 personas, cifra que aunque es menor a los promedios anuales de otras épocas, es realmente grande y sobre todo se trata de flujos anuales legales, situación que cambia en buena medida la modalidad de migración que había sido tradicional, además de que la presencia en este flujo de tantos profesionales nos habla de otro tipo de situaciones de migración laboral desde México que tendremos que tener presentes en el futuro.

Conclusiones

En cuanto a estos nuevos flujos de trabajadores documentados de baja calificación, seguramente ahora se originan no mayormente en las localidades tradicionales de migración donde han quedado pocos jóvenes, sino en pueblos de otras regiones donde todavía habría fuerza laboral joven con pocos años de escolaridad.

Empero antes de finalizar convendría aclarar un tema que no es menor y que se refiere a la captación de datos y a las estadísticas sobre los y las migrantes. ¿Cómo explicamos que según la Emif haya descendido tanto el flujo anual de ida a Estados Unidos mientras, por otra parte, en la gráfica 2 señalé que anualmente han ido desde 2015 entre 150 mil y 247 mil trabajadores (as) por año? ¿Por qué es que esas cifras tan altas, al menos parte de ellas no aparecerían en las estadísticas reportadas por la Emif de acuerdo con la gráfica 1? A este respecto hay que considerar características muy concretas tanto de la modalidad de recabación de información por parte de la Emif, como de los procedimientos del viaje al norte al menos por parte de los trabajadores que van con visas H2.

En cuanto a la Emif, los datos se obtienen a partir de entrevistas a personas que se encuentran en las centrales de autobuses de las ciudades fronterizas así como en los aeropuertos mexicanos que tienen conexión con ciudades de Estados Unidos. Esta modalidad deja fuera de las posibles entrevistas a quienes viajan a Estados Unidos en situaciones que no tengan que ver ni con las centrales de autobuses ni con los aeropuertos. En este sentido, sabemos por varios reportes, entre otros el ya mencionado de Trigueros (2015), que los y las trabajadoras que van contratados con visas H2, viajan en autobuses privados directamente a Monterrey y a otras ciudades de la frontera norte donde hay consulados de Estados Unidos, a fin de obtener ahí las visas específicas y, una vez obtenidas, prosiguen su viaje en los mismos autobuses que los llevaron del interior hasta que cruzan a Estados Unidos. Por ello es que las aproximaciones de datos que obtenemos a través de la Emif no permiten captar informaciones sobre las decenas de miles de trabajadores (as) que legalmente van cada año a trabajar al país vecino al menos en lo referente a quienes van con ese tipo de visas de trabajo. Empero como se hizo notar más arriba, las estadísticas sobre este tipo de trabajadores se pueden obtener en el portal del Departamento de Estado de Estados Unidos.

Por otro lado, quien esto escribe así como colegas que también se han dedicado a las pesquisas sobre los flujos migratorios al norte, nos hemos encontrado en los últimos años en los pueblos donde se han hecho las investigaciones que, en efecto, los flujos de migración indocumentada han bajado considerablemente mientras que, por otro lado, ahora se encuentran principalmente hombres y mujeres jóvenes que han estado yendo a trabajar como trabajadores con visas H2.

Desafortunadamente, la obtención de las visas H2 se consiguen por la mediación de contratistas privados enviados a México por los empresarios norteamericanos con el nulo conocimiento del gobierno mexicano. Esto no sería problemático ni grave si no fuera porque se conocen abusos y faltas graves a los derechos laborales de los trabajadores tanto por parte de contratistas como de los empresarios para quienes trabajan en condiciones normalmente de explotación. Al respecto no debemos de olvidar las malas prácticas que ocurrieron cuando tuvo lugar el llamado Programa Bracero y también hemos de tener muy presente las buenas y malas experiencias que ha habido en los más de 46 años del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales con Canadá. Este ha sido un programa binacional, con presencia de los dos gobiernos y no simplemente dejado a la libre. En programas de este tipo los trabajadores tienen al menos ciertas protecciones básicas sin que ello quiera decir que se trata de programas laborales ejemplares pero sin duda son un instrumento que en algunos aspectos limitan las condiciones de explotación a los trabajadores. Además, cuando sabemos que ahora están yendo a trabajar a Estados Unidos a la agricultura y a algunos servicios más de doscientas mil personas por año, esto es algo que no puede dejar de ser visto ni atendido por ningún gobierno y más cuando estamos refiriéndonos a poblaciones de escasos recursos como son este tipo de trabajadores.

Por otra parte, en México se han reportado diversos tipos de abusos sobre todo fraudes en supuestas contrataciones de trabajadores H2 que en los hechos son inexistentes pero que les han sido costosas a los solicitantes. Sin duda haría falta la presencia de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social al menos como garante de las contrataciones como sí sucede en el caso del programa laboral con Canadá. Pero mientras esto llega a suceder, será importante trabajar en la demanda de protecciones básicas a los trabajadores H2 a partir de las organizaciones sociales y civiles que existen aquí y en Estados Unidos y que, como sabemos, a veces logran mayor eficacia en algunos puntos que la de los gobiernos mismos. Afirmo esto sin dejar de lado la gran importancia que tiene que el gobierno de México tome cartas serias en este asunto aunque desafortunadamente hasta ahora parece ignorar del todo lo que sucede con estos cientos de miles de trabajadores del país que cada año se desempeñan laboralmente en los campos y ciudades de Estados Unidos.

Al mirar para atrás en nuestra historia compartida con Estados Unidos, queda claro que, por un lado, las contribuciones de la fuerza laboral mexicana a su economía han sido enormes desde hace por lo menos cien años pero no sólo eso, sino que han seguido siendo muy importantes hasta la fecha actual tanto por el envío de cientos de miles de trabajadores cada año, como por las interrelaciones fronterizas de todo tipo a lo que se le añaden los intercambios comerciales, productivos y turísticos, para mencionar los más sobresalientes. Esto debería llevar a un replanteamiento no solo de las políticas migratorias mexicanas ante Estados Unidos (y ahora ante el fenómeno centroamericano), sino con nuestras políticas más amplias con Estados Unidos puesto que somos y hemos sido un vecino sumamente importante para ellos. Desafortunadamente hasta ahora ninguno de nuestros gobiernos, incluido el actual de AMLO, ha tenido la perspicacia pero quizás ni aún el interés genuino para replantear los términos mismos de nuestras interrelaciones con el gobierno y las autoridades de Estados Unidos puesto que somos y hemos sido un pueblo que ha estado colaborando laboralmente de manera importante y en buena medida con el gran desarrollo económico de aquel país. Será deseable que algún día los políticos mexicanos lleguen a ser capaces de levantar la cabeza y expresar con inteligencia y honor las demandas requeridas para llegar a lograr una nueva forma de interrelación con nuestros vecinos del norte.

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1 Es un tema que últimamente se ha ido complicando más y que no se tratará aquí ya que por su amplitud y dificultad requiere de una orientación central que distraería ahora de los objetivos propuestos, sin embargo, hay que resaltar que el problema migratorio actual de esta región del mundo requiere de una visión más amplia que integre al conjunto de los países como bien se sugiere en el trabajo compartido de Giorguli-Saucedo, García-Guerrero y Masferrer (2016). A partir de 2018 han vuelto a aumentar los cruces indocumentados de mexicanos, situación que tampoco se tratará aquí pero se avisora un aumento paulatino pero enorme de visas temporales de trabajo

2 En el lado americano fue habiendo estrategias y políticas diversas que, aunque en un comienzo tuvieron poco impacto en los cruces indocumentados, a la larga fueron haciendo más difíciles ese tipo de ingresos a Estados Unidos. Sobre este tema existe abundante literatura (Anguiano y Trejo, 2007).

3 Esta encuesta se ha vuelto un instrumento de conocimiento muy útil a lo largo de los años.

4 Ciertamente fue habiendo cambios como la presencia de más zonas de origen y de destino de los migrantes, la mayor participación femenina en el flujo migrante, el cambio de una migración circular a otra de mayor permanencia, así como algunos más, pero, en lo global, se mantuvo esta visión (Alba, Fernández y Verduzco, 2010; Leite, Angoa y Rodríguez (2009).

5 El tema de la selectividad de la migración ha sido central en los estudios de migración desde que comenzó a intentarse una visión científica del fenómeno.

6 Los datos que se presentan a continuación han sido emitidos por la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif Norte) desde 1993 hasta 2017 (El Colef et al., 2020).

7 Tomo los datos del flujo de ida porque es al que cada año se añade la población migrante nueva, mientras que en el de vuelta hay personas que seguramente han permanecido más años en Estados Unidos y, en ese sentido, tiene una composición más heterogénea.

8 Recordemos que en los datos comunes de las encuestas más generales en México lo “urbano” se determina a partir de los 15 000 habitantes, lugares que con frecuencia mantienen un alto número de personas relacionadas con las actividades agropecuarias.

9 Es importante señalar que, aunque una buena parte de quienes laboraban en México como trabajadores agrícolas o en la construcción, en Estados Unidos han trabajado allá mayoritariamente fuera del sector agropecuario, aunque en trabajos de poca calificación.

10 El descenso de una tasa general de población no puede mostrar las variaciones al interior entre los grupos de edad y, en este caso, no puede servir como indicador sobre todo si tenemos en cuenta que los años 90 han sido considerados como beneficiarios del llamado bono demográfico.

11 En estos datos seguramente hay variaciones no tenidas en cuenta aquí ya que al no realizarse los censos en las mismas fechas las edades exactas no pueden coincidir, sin embargo, los efectos no serían de consideración.

12 Se estima que la emigración a Estados Unidos constituye el 98 por ciento de la emigración total del país.

13 Durante los años noventa del siglo pasado y la primera década del siglo presente, los flujos de la migración de personas nacidas en México que se fueron a Estados Unidos se han estimado por diversas fuentes entre 360 000 personas y 458 000 por año, según el Conapo (2010) y cálculos a partir del censo de Estados Unidos del American Community Survey y del Current Population Survey

14 Existe un trabajo semejante pero referido a todo Estados Unidos escrito por George J. Borjas (2007) que llega a conclusiones parecidas.

15 En el año 2008 entrevisté a varias personas (trabajadores y trabajadoras) en New Haven Connecticut quienes narraron sus experiencias laborales iniciales en California y expresaron cómo al conocer de la existencia de mejores salarios en el noreste se trasladaron para allá.

16 En la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2014 (Inegi, 2014), en el cuadro 9.9 se señala que quienes habían sido migrantes a Estados Unidos entre 2009 y 2014, 20.5 por ciento declaró haber tenido que regresar a México por falta de trabajo.

17 En el norte: Monterrey, Tijuana, Hermosillo, Ciudad Juárez, Chihuahua, Torreón-Gómez Palacio, Saltillo, Durango, Culiacán, Matamoros y Tampico. En la gran zona central están: La Ciudad de México, Guadalajara, Aguascalientes, León, San Luis Potosí, Querétaro, Toluca, Puebla, Acapulco, Morelia, Veracruz y Cuernavaca. En el sureste tenemos a Mérida, Villahermosa y Tuxtla Gutiérrez (Para elaborar esta lista consideré la posible situación de conurbación en el caso de algunas ciudades).

18 No es posible aquí sino señalar ese tema tan amplio y complejo sobre el que existe una abundante bibliografía. Una obra sintética interesante es la señalada en la bibliografía como de (Lee et al., 2013).

Recibido: 19 de Agosto de 2020; Aprobado: 26 de Abril de 2021

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