INTRODUCCIÓN
Desde finales del siglo XX se ha visualizado el fortalecimiento y el ascenso de las derechas a escala global como reacción a los gobiernos progresistas y a los cambios en materia de derechos identitarios, concretamente los relacionados con la sexualidad, la reproducción y el género. Si bien las reacciones frente a dichos temas ya quedaban de manifiesto desde mediados del siglo XX, es en la actualidad cuando adquieren características que podrían definir y replantear el auge de la actual derecha (Cannon y Rangel, 2020; Giordano, 2019).
En el caso de América Latina, las movilizaciones políticas de los últimos años por la despenalización del aborto, el reconocimiento de la diversidad sexual y sexo-genérica, así como las manifestaciones Provida y Profamilia, han propiciado discursos que aparecen de manera polarizada en el escenario político. Por un lado, se encuentran las movilizaciones antifeministas donde se apela a que el discurso de género va en contra del modelo de familia nuclear y de la heterosexualidad, destacando las identidades sexuales de la niñez (Álvarez Benavides y Jiménez Aguilar, 2021; Bárcenas Barajas, 2020; Díaz Camarena, 2021; Ferré-Pavia y Sambucetti, 2021; Veloz, 2021). Por otro lado, están quienes abogan y defienden los derechos de las mujeres desde una visión naturalista del sexo (Alabao, 2020; Delgado, 2017; Méndez, 2022; Zaremberg y Guzmán Lucero, 2019). También se encuentran los diversos grupos conservadores que desde lo transnacional abogan por un proyecto político dirigido a restaurar el orden moral de las naciones a través del resguardo de la familia nuclear y heterosexual, en contraposición de los derechos sexuales y reproductivos adquiridos en los últimos años (Bárcenas Barajas, 2021; Gallagher, 2004; Gudiño Bessone, 2017; Jiménez Aguilar, 2021; Miskolci y Campana, 2017; Vaggione, 2022).
Frente al panorama de polarización política que podría poner en riesgo o perjudicar los derechos identitarios –entendidos desde el reconocimiento de las diversidades–, en años recientes se han incrementado las investigaciones que abordan el fortalecimiento de las posturas antigénero. Se han producido obras académicas que dan cuenta de las movilizaciones y las estrategias políticas de los diversos grupos conservadores, según la particularidad del contexto político (Vigoya y Rondón, 2017). Por ejemplo, se han documentado los discursos del miedo difundidos por campañas como “Con mis hijos no te metas” (González Vélez et al., 2018); las acciones que, en el contexto COVID-19, evidencian la magnitud política de sus posturas (Corrêa, 2022); las estrategias empleadas contra los avances tanto en las políticas como en las teorizaciones en torno al género (Faur y Viveros Vigoya, 2020); así como la conformación de una cartografía de los movimientos antigénero que redefinen los roles del Estado democrático y de la laicidad y secularidad de las sociedades actuales (Bárcenas Barajas, 2022).
De igual forma, se argumenta que las actuales posturas de la derecha pueden distinguirse de las pasadas por la relación existente entre diversos grupos religiosos –como los católicos y evangélicos– que, como proyecto común defienden la familia nuclear, heterosexual y heteronormada. Así mismo, el incremento de los grupos evangélicos en los espacios públicos y en la política, redefinen la actual agenda conservadora (Blancarte Pimentel, 2021; De Almeida, 2021; De la Torre y Seman, 2021; Gutiérrez Zúñiga, 2021; Salazar, 2020; Seman, 2021). Incluso se plantea que la agenda antigénero es un fenómeno global que implica trazar estrategias para impulsar y reforzar su presencia política en distintos países (Faur y Viveros Vigoya, 2020; Fassin, 2020; Kováts, 2018; Paternotte y Kuhar, 2018; Pető, 2016).
Entre las estrategias de la nueva derecha que se desprenden de las instituciones religiosas, se encuentra la secularización del discurso para ganar adeptos y reforzar sus facciones políticas (Vaggione, 2012, 2022), así como generar conocimiento antigénero estratégicamente distante del ámbito religioso para lograr incidir en el activismo político (Rodríguez-Rondón y Rivera-Amarillo, 2020). En el plano global, dichas estrategias atacan y desprestigian tanto a los movimientos feministas como a las teorías de género y queer, ya que se les considera como ideologías (Fassin, 2020). Es por eso que este artículo espera abonar a las investigaciones que se enfocan en conocer y analizar las estrategias de los movimientos antigénero por medio de la producción y la difusión de un corpus teórico que sustenta y legitima, en los planos social y político, el discurso contra la ideología de género. Cabe enfatizar que es a través de la manipulación e instrumentalización del concepto de cultura –que deviene concretamente del pensamiento de Antonio Gramsci (2013), como mencionan tempranamente Mouffe y Turner (1981) y posteriormente Wright (2004) y Paternotte y Kuhar (2018) – que ha resurgido y reforzado el actual carácter político del discurso de una derecha que se percibe a sí misma como renovada, y que hace frente a una nueva izquierda a la cual presenta bajo la etiqueta de ideología de género (en diversos eventos y/o en la literatura que produce y circula).
El presente análisis se enfoca en el caso del movimiento antigénero en Mexicali, sin embargo, este no se aborda desde un sentido parroquial, sino como un aporte a las investigaciones sobre conservadurismo y género en México y, específicamente, en el estado de Baja California (Hernández Vicencio y Negrete Mata, 2001; López Arámburo, 2005; Maier, 2010; Romero Arias, 2020; Veloz, 2019, 2021) para complejizar sobre las dinámicas políticas transnacionales de estas facciones políticas.
Para desarrollar el argumento propuesto, en un primer momento se plantea cómo el concepto cultura, que en lo general surge de los estudios culturales y en particular de los aportes de Antonio Gramsci, va conformando el actual discurso y corpus teórico de la nueva derecha. Posteriormente, se describe la ruta metodológica. Después se aborda el accionar político de las facciones conservadoras en Baja California para, consecutivamente, referir cómo se despliegan las disputas por las clasificaciones sociales que designan lo humano, destacando su carácter antropológico. Por último, se señala cómo se ha reelaborado el concepto de intelectual, con base en Gramsci (2013), para acrecentar y fortalecer el discurso teórico y la práctica de la derecha como una identificación política a escala transnacional y local.
EL CONCEPTO DE CULTURA DESDE LA BATALLA CULTURAL
Desde la segunda mitad del siglo XX, el concepto de cultura –definido inicialmente desde la antropología y posteriormente desde el campo de los estudios culturales– fue replanteado a partir de los discursos sobre las diversidades y los distintos modos de vida, lo cual tuvo fuertes implicaciones políticas, concretamente en el caso de las demandas por el “reconocimiento de las diferencias” (Fraser, 2015, p. 21). Al mismo tiempo, surgieron movimientos que, de manera reaccionaria, apelaban por el resguardo de los valores morales en torno a la familia nuclear, heterosexual y heteronormada que convirtieron a la cultura en matriz de demandas, disputas que se utilizaron como estrategias en los escenarios políticos. Como consecuencia de ello, la reelaboración teórica y práctica de la cultura reforzó su accionar, su presencia mediática y su identificación como una derecha renovada.
A partir de finales del siglo XX, el concepto de cultura fue retomado y convertido en distintivo de la nueva derecha, lo que implicaba entenderlo a partir de las disputas por las definiciones dominantes que se convertían en sentido común generalizado. Así, el legado de Antonio Gramsci (2013) representó un cambio sustancial en cuanto al significado de la cultura, que pasó de ser entendida como algo estático, homogéneo y armónico a concebirse como un referente de las posiciones desiguales de poder.
Fue entonces que para la nueva derecha el concepto de cultura fue adquiriendo centralidad en su accionar político, dentro de un contexto que fue tildado de posmoderno. Lo cultural se redefinió desde el neomarxismo con el que se vincula al multicitado Gramsci, según lo mencionado por los adscritos a esta tendencia (Paternotte y Kuhar, 2018). Dicho neomarxismo consideran que se expresa por medio de los feminismos radicales o de las teorías que promueven el cambio de sexo, las cuales, desde su óptica, revierten lo natural del ser humano con una relativización de la cultura; mientras que, por otro lado, refieren que, desde el feminismo, los estudios de género o los activismos LGBTI+ se manipula el lenguaje para ocultar la dominación bajo lo que se denomina democracia o igualdad (Paternotte y Kuhar, 2018).
En este sentido, para distintos intelectuales de la nueva derecha el contexto actual se define desde una revolución cultural centrada en el cambio de las subjetividades para la dominación de las poblaciones, idea que se ha generalizado desde lo global (Paternotte y Kuhar, 2018; Korolczuk, 2015). Constantemente plantean que la guerra ya no se hace con las armas, sino transformando el sentido común de las personas y redefiniendo la relación opresor-oprimido. Por ello, en los eventos, en la literatura y por distintos medios difunden una batalla cultural que solo se ganará por medio de la propia cultura.
Dicha batalla cultural, asociada a la confrontación con la ideología del feminismo y posteriormente de género, es una tendencia observada en distintos países tanto de Latinoamérica como de Europa, así como en Estados Unidos (Korolczuk, 2015; Kováts, 2018; Paternotte y Kuhar, 2018; Pető, 2016). Desde la iglesia católica, figuras representativas de la derecha plantean que las teorías del feminismo niegan la naturaleza del ser humano (Ratzinger, 1997) al considerar que la heterosexualidad no es obligatoria ni el sexo, biológico. Posteriormente, en la reunión preparatoria de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer (1995) se utilizó el concepto de género, sustituyendo al de mujer para establecer que internacionalmente todas las políticas e instituciones gubernamentales y comunitarias debían adoptar esta perspectiva (Miskolci y Campana, 2017; Paternotte y Kuhar, 2018). Este cambio político provocó reacciones por parte de diversos grupos conservadores, ya que planteaban que el sexo fue sustituido por el género, legitimando con ello el desplazamiento de la concepción biológica por la cultural (Ratzinger, 1997) al ejercer una interpretación desde un relativismo que iba en contra de lo humano. Al mismo tiempo identificaban una genealogía del feminismo que les permitía, estratégicamente, diferenciar entre un feminismo aceptable y otro al que identifican como violento, radical y globalizador (Rodríguez-Rondón y Rivera-Amarillo, 2020).
En México, desde 2016, el debate en torno a la ideología de género adquirió mayor notoriedad dado que el concepto se popularizó en países europeos y posteriormente en Argentina y Brasil – con la influencia del libro de Jorge Scala (2010) – y después en México (Miskolci y Campana, 2017). Cabe resaltar que, tras la despenalización del aborto en 2007 y el reconocimiento al matrimonio igualitario durante 2009 en el entonces Distrito Federal –hoy Ciudad de México (CDMX)–, las discusiones relacionadas con las definiciones culturales sobre la familia, la reproducción y la sexualidad cobraron fuerza en el plano público y se constituyeron como un campo fértil para el reforzamiento tanto de las movilizaciones que en posteriores años se realizarían, como del corpus teórico que elaborarían y difundirían las actuales figuras representativas de la nueva derecha en América Latina.
METODOLOGÍA
A partir de 2017 se presencian los eventos y las movilizaciones realizados en Mexicali, Baja California, en torno a los temas de familia, sexualidad y reproducción. También se inicia el acercamiento a los grupos católicos de mayor incidencia en la ciudad: el Frente Nacional por la Familia de B. C. (FNF), Salvemos las 2 Vidas, Consejo Estatal Vida y Familia, Dimensión Vida Diócesis de Mexicali y ProLife Army. Si bien dichas asociaciones se diferencian entre sí, suelen articularse para organizar y autogestionar eventos y manifestaciones. Al mismo tiempo, estos se entretejen con grupos nacionales –FNF, Red Familia, Patria Unida, Vida y Familia (VIFAC)– e internacionales –ProLife Choice, CitizenGo, HazteOir, entre otros–. Además, existe un trabajo en conjunto entre las organizaciones civiles religiosas que defienden la vida desde la concepción en ciudades de Baja California, México, y en las de California y Arizona, Estados Unidos.
Las y los conferencistas son invitados tanto por las alianzas y las redes que se entretejen en el plano nacional y/o binacional, como por la popularidad que van adquiriendo en los sectores conservadores, ya sea por el boom publicitario que adquieren en redes sociales, por las giras que realizan en distintos países de América Latina y de Estados Unidos, por la literatura que difunden o por su relación con diversas organizaciones en el plano transnacional. Los eventos son gestionados por las redes de las mismas organizaciones, así como por las iglesias, las escuelas, los empresarios, los medios de comunicación –televisoras y diarios locales– y aquellos interesados que, como asistentes asiduos, apoyan las actividades de las asociaciones.
Como parte del trabajo de campo, el 11 de noviembre de 2017 se acudió a la conferencia de los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez. Posteriormente, en 2019, se presenciaron cinco eventos, los cuales contaron con las participaciones de Agustín Laje, la argentina Chinda Brandolino, la brasileña Sara Winter y el psicólogo mexicano Everardo Martínez. En 2020, durante la pandemia, las conferencias presenciales se suspendieron, pero no así las movilizaciones en la ciudad, ya que se organizaron tres caravanas que fueron nombradas “Claxonazo por la vida y la familia”, a las cuales se acudió.
En 2021 se retomaron las actividades presenciales y se realizaron tres eventos en los que participaron Agustín Laje y la argentina Lupe Batallán, Rodrigo Iván Cortés Jiménez –presidente nacional del FNF–, así como la abogada Diana González y el ginecólogo Juan Carlos Balcázar, a los cuales se acudió como parte del trabajo de campo.
Cabe señalar que tras la despenalización del aborto en el estado se realizaron diferentes manifestaciones en el palacio de gobierno, donde se realizó observación. En mayo de 2022 se presenciaron tres conferencias encabezadas Pablo Muñoz Iturrieta, Nicolás Márquez, Agustín Laje, el peruano Miklos Lukacs y el mexicano Carlos Ramírez. Por último, se tuvo acceso vía streaming a los eventos internacionales que se llevaron a cabo durante 2022 en CDMX: el XIV Congreso Mundial de las Familias2 y la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC- México),3 los cuales reunieron a las organizaciones y a los líderes de las derechas tanto nacional como internacional que son nombrados y reconocidos en el plano local. En 2023 se acudió a la conferencia del argentino Javier Olivera Ravasi. Así mismo, cada año desde 2018 se ha realizado trabajo de campo en las marchas por la vida y la familia, así como en las ruedas de prensa y otras actividades realizadas en Mexicali.
El trabajo etnográfico permitió describir e interpretar las actividades políticas y los discursos que se despliegan en estos eventos, de los cuales, por cuestiones de espacio, en este artículo solo se mencionan los más representativos. La etnografía, por ser un método abierto de investigación – como lo nombra Guber (2001)–, permitió articular distintas técnicas metodológicas –como la observación, las entrevistas informales y el registro por medio de grabaciones y notas de campo– para interpretar las estrategias empleadas por los diversos grupos, analizar los discursos expresados en las conferencias y en las actividades que los grupos y asociaciones ya mencionadas realizan.
Para la sistematización de los datos se enfatizó tanto en los discursos que se difunden por medio de conferencias, talleres y congresos, así como en aquellos que dan sentido al accionar político de estos líderes. Los conceptos de cultura y verdad fueron medulares para comprender cómo estos teorizan su malestar hacia la ideología de género, al igual que hacia la figura del intelectual, y analizar la emocionalidad expresada en su activismo.
Las agrupaciones que organizan y promueven los eventos mencionados se adscriben como católicas, sin embargo, en ocasiones están integradas por personas que se denominan ateas. En los eventos de gran magnitud suelen aliarse con otras iglesias –como la evangélica–, por lo que es viable reconocer que parten de distintas vertientes partidistas y religiosas; esto se evidencia en las confrontaciones o alianzas que se redefinen según el carácter político del momento.
En Baja California la utilización del concepto ideología de género en las agendas locales se empieza a visibilizar tras la iniciativa de reforma al artículo 4to de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (Inciativa de decreto de 2016). Sin embargo, las movilizaciones políticas por la defensa de la familia nuclear y heterosexual, así como por la vida desde la concepción, no resultan totalmente novedosas, ya que pueden rastrearse desde las décadas de 1970 y 1980 con las campañas de moralización realizadas contra los feminismos y los movimientos por la diversidad sexual que empezaban a visibilizarse en las principales ciudades del estado (Veloz, 2019).
No obstante, un caso paradigmático que redefinió las movilizaciones en defensa de la vida de los grupos conservadores en el estado fue el caso Paulina, en 1999,4 ya que posicionó el tema del aborto en la agenda política tanto local como nacional e internacional, en un momento en que el género se posicionaba como tema prioritario para los organismos internacionales (GIRE, 2008). Además, el proceso en que se dio el caso replanteó las alianzas y las estrategias que los grupos conservadores de la localidad emplearían para fortalecerse en el terreno político.
La conformación de grupos y alianzas para la defensa de la familia nuclear, heterosexual y de la vida desde la concepción también se asoció a la fuerte presencia de un partido de corte conservador en el estado, el Partido Acción Nacional (PAN), caracterizado por sus vínculos con la iglesia católica, por defender a la familia heterosexual y las feminidades asociadas con la maternidad y el cuidado. Cabe señalar que durante 1989 este partido se posicionó como el único de oposición y talante conservador que gobernaba una entidad federativa frente al hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI) (Hernández Vicencio, 2021). Posteriormente, en 2006 se fundó en el estado el Partido Encuentro Social (PES), abiertamente evangélico y caracterizado por defender a la familia heterosexual y por estar en contra de la ideología de género (Garma, 2019).
Fue así como se fueron conformando alianzas estratégicas con distintos dirigentes y partidos políticos –como el PAN y el PES–, con instituciones de gobierno –como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF)–, con asociaciones civiles –como Provida o Profamilia–, con pequeños o medianos empresarios, la iglesia católica y, ulteriormente, con la evangélica, así como con escuelas privadas. Dichas alianzas se fortalecieron y acrecentaron después de 2018, cuando un partido identificado como progresista –Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), en coalición con partidos como el PES–, ganó las elecciones nacionales y, un año después, las estatales.
Los temas de género y de familia han sido un referente de disputa para los gobiernos actuales frente a los avances en materia de derechos sexuales y reproductivos evidenciados, por ejemplo, con la despenalización del aborto en 10 estados del país, hasta la fecha, entre ellos Baja California. En tal entidad, en los últimos años se han propuesto y aprobado reformas constitucionales en torno a la despenalización del aborto (Decreto 36 de 2021), el reconocimiento al matrimonio igualitario (Decreto 275 de 2021), así como la ley de identidad de género (Decreto 109 de 2022) donde se tipifica el delito contra la orientación sexual, la identidad y expresión de género. Estos cambios políticos han provocado fuertes reacciones en la contraparte, los grupos conservadores, quienes se han manifestado, como se muestra en este artículo, por medio de distintas acciones para proteger la naturaleza y el sentido moral que, para ellos, designa a lo humano.
En este sentido, el reforzamiento de una nueva derecha en Baja California se debe, entre otras cosas, tanto a la histórica presencia de las facciones conservadoras en el estado como a su engarce actual a un proyecto internacional contra la ideología de género, la cual logró redefinir, por medio de redes entretejidas, la disputa geopolítica por aquello que define lo humano. A través de la organización de eventos estratégicamente creados en lo local, se acrecientan nuevos cuadros políticos de las facciones conservadoras. Las alianzas y las redes trasnacionales redefinen el discurso y los argumentos a utilizar contra la batalla cultural, los cuales resultan ambiguos pues son influenciados por el carácter político del momento. Por ello, los intelectuales son figuras medulares para el reforzamiento de las facciones políticas de derecha.
En Baja California la nueva derecha se articula en un proyecto político internacional que va en contra del neomarxismo o el nuevo comunismo –el feminismo, la agenda arcoíris (como la nombran) o los movimientos ecologistas– que desde la batalla cultural habrían revertido el carácter natural de lo verdaderamente humano. Por ello, para la nueva derecha manifestarse o tener representantes políticos dentro de los gobiernos en turno debe acompañarse de todo un andamiaje discursivo fortalecido por la representación de sus posturas a través de la figura del intelectual, quien divulgará por distintos medios una verdad única (la naturaleza y moralidad unívoca del hombre). Dicha verdad se ve en riesgo por las mentiras que impone una izquierda renovada en el plano internacional, ya que en lo local afecta a las familias que están en desacuerdo con los estilos de vida propuestos e impuestos por la actual izquierda, según lo mencionado en distintos eventos.
En la actualidad, desde la nueva derecha se ha producido todo un corpus teórico en torno a la batalla cultural que se sostiene –tal como se argumenta en este artículo– por la manipulación y la reelaboración discursiva de los aportes de los estudios culturales, los cuales se articulan al contexto político. En los distintos eventos se mencionó que la batalla cultural tiene el propósito de cambiar las subjetividades por medio de una ideologización de las poblaciones sostenida por la creación discursiva, ya que a través de las palabras se ha podido cambiar tanto el significado como aquello que designa lo real. Sirva de ejemplo la conferencia dictada por Javier Olivera en un colegio privado de Mexicali:
Quien nombra tiene un dominio sobre las cosas y quien mejor nombra más dueño de las cosas se hace, esto lo supo bien la filosofía (…) desde Pitágoras hasta la escuela de Fráncfort, el mismo Marx y Engels reconocían que el arte de crear las palabras está al servicio como instrumento de la revolución comunista. Gramsci tampoco se quedaba atrás, cito: “las ideas y las opiniones”, decía Gramsci, “no nacen espontáneamente, en el cerebro de cada individuo, antes hay un centro de formación, de irradiación” ¿Cómo poder cambiar el mundo? Como se planteó desde la posmodernidad o desde la escuela de Fráncfort: es un modo de cambiar poco a poco las palabras (J. Olivera, comunicación personal, 24 de febrero de 2023).
Para la nueva derecha es central proponer argumentos por medio de un corpus teórico que los intelectuales divulgan en conferencias, congresos o charlas, así como por conducto de material bibliográfico, plataformas y redes sociodigitales. Este material tiene el objetivo de crear un lenguaje común y, por ende, reforzar el discurso que contraargumente la ideología de género. En las conferencias y en los eventos realizados en Mexicali, los intelectuales han designado estratégicamente una genealogía de los feminismos separando entre buenos y malos feminismos (Rodríguez-Rondón y Rivera-Amarillo, 2020). Ejemplo de ello es el curso impartido por Agustín Laje donde planteó que la ideología de género “es un esfuerzo intelectual de conceptualización a través de la producción académica de los feminismos contemporáneos” (comunicación personal, 2 de abril de 2019), los cuales se distinguen por articular la variable sociológica y política del género en su discurso. Las figuras representativas de la nueva derecha coinciden en dividir los feminismos por etapas y diferencian a aquellos que apelan por los derechos de las mujeres, frente al feminismo de género que, argumentan, es una construcción artificial en tanto la constituye el género y no el sexo. Es decir, la construcción cultural de género se sobrepone al sexo biológico en tanto que la cultura es relativizada y politizada.
El género, al ser percibido como una herramienta de poder y de dominación, se le cataloga como una ideología, ya que parte de preceptos científicos y políticos para instituirse a partir de un sentido común. Al mismo tiempo, Agustín Laje coincide en que es por medio de un conjunto de ideas irracionales que la sexualidad parte de aspectos meramente culturales, siendo despojada de la connotación biológica (comunicación personal, 19 de septiembre de 2019). Por lo tanto, el género, como lo expresa Scala (2010), no es una teoría ni una mirada, sino una ideología “que destruirá al ser humano” como especie (p. 7). Además, esto se asocia a una guerra cultural ya que consideran que el vigor con que irrumpe en el terreno social no se debe a “la fuerza de las armas sino a la propaganda utilizada para cambiar los corazones y las mentes de los hombres, sin un aparente derramamiento de sangre” (Scala, 2010, p. 7).
Además, en los debates actuales se articula explícitamente que la ideología de género y la guerra cultural son elementos que definen a la cultura –y en ocasiones se les considera sinónimos–. Así, al retomar y manipular la literatura de autores del ala progresista, se argumenta y justifica que el mundo se encuentra actualmente en una batalla del lenguaje o en una reingeniería gramatical. Para ello, desde los aportes de Gramsci (2013), se reconoce que, si bien la cultura da cuenta de las diversas visiones del mundo y de sus características culturales, las mismas visiones que la constituyen, al no ser siempre homogéneas, predisponen contradicciones y conflictos (Laje, 2022).
En un contexto de crisis social, como mencionó el presidente del FNF, donde la población carece de herramientas para reconocer las problemáticas y discernir sobre lo que se impone como verdad, para la nueva derecha está encaminado el fracaso y la pérdida de la batalla concretamente porque se vive una guerra que se ejerce en el plano simbólico y subjetivo, lo que implica un tipo particular de poder y sumisión (R. I. Cortés Jiménez, comunicación personal, 20 de octubre de 2021). Así, como se ha mencionado en distintos eventos, la ideología de género se impone como una forma de vida auspiciada por los gobiernos nacionales y por los organismos internacionales, lo cual va en detrimento de las formas de vida de los países de América Latina. Ejemplo de ello fue la marcha por la vida del 3 de octubre de 2022 que tuvo lugar en la ciudad de Mexicali, donde se invitó a Pablo Muñoz Iturrieta, quien tomó el micrófono y frente a cientos de personas exclamó:
(…) tienen que tener conciencia de todo lo que estamos viviendo, no es más que un ataque profundo para destruir la cultura de este pueblo y no solamente que buscan destruir la cultura, buscan destruir a la persona humana, buscan destruir el hecho de que somos hombres, de que somos mujeres. Es la negación de absolutamente toda la realidad, y entonces esta ideología se está extendiendo, esta ideología que en la filosofía llamamos el posmodernismo, es una ideología que viene con el apoyo y el financiamiento de los grandes poderosos de este mundo, una agenda que se manifiesta de manera especial en la agenda 2030 de las Naciones Unidas (…) la igualdad de género ¿qué significa? Aborto. Por eso debemos expulsar de nuestros países esa agenda que busca destruir nuestra cultura, que busca destruir nuestras raíces, destruir nuestra fe (P. Muñoz Iturrieta, comunicación personal, 3 de octubre de 2022).
Por eso, tras retomar y redefinir los conceptos que devienen de posturas críticas, la nueva derecha paradójicamente plantea un discurso que –a manera de contraofensiva frente a los feminismos– aglutina a diversos grupos que refuerzan una moralidad común. Dichos valores morales mantienen una organización social donde las mujeres y las feminidades están predestinadas a la reproducción, a la maternidad y al cuidado ya no solo de otros ciudadanos, sino de las naciones o de lo que culturalmente define a lo humano.
A la batalla cultural que está asociada con la ideología de género se le ha relacionado con un significado de la humanidad que pone en riesgo los preceptos judeocristianos. Por ello, la guerra ya no solo es cultural, sino que es antropológica puesto que va en detrimento de aquello que se entiende como humano. De tal manera, como se ha manifestado en los diversos congresos y talleres de la nueva derecha, la ideología de género aparece como un conjunto de concepciones cerradas que se imponen a manera de dictadura y en contra de la especie humana. En estas se plantea que el feminismo de género es anticientífico y por ende una mentira, ya que sus teorías sobreponen la cultura a la biología, donde desplazan lo que consideran como una verdadera ciencia e imponen sus discursos a través argumentos basados en disciplinas como la medicina y la psicología, o por medio de las nuevas tecnologías al servicio de las grandes corporaciones.
En el caso de dichas disciplinas –tanto en los eventos como en la literatura divulgada sobre la actual batalla cultural y/o la ideología de género– se suele enfatizar, desde una mirada biologicista, que los sexos determinan lo sexual y no viceversa, como aseveran las feministas. Reiteran que el ser humano está destinado a la atracción con fines reproductivos. En este sentido, lo que no se ajusta a la naturaleza es considerado anomalía o enfermedad. Por ello, para estos grupos la homosexualidad no es una identidad, sino una enfermedad que es posible tratar, como lo mencionó Everardo Martínez:
Supongan que la homosexualidad fuera por causas biológicas ¿eso significa que es saludable? Porque la gente suele decir “así nací” y ¿eso implica que es saludable? No, si no, no habría enfermedades congénitas. Entonces hay problemas de nacimiento y predisposiciones congénitas, y ¿qué quiere decir cuando dice que así nació?, que hay causas que se deben atender, en su mayoría psicológicas, por lo cual la atracción homosexual es reversible y la heterosexualidad es desarrollable (E. Martínez, comunicación personal, 25 de mayo de 2019).
De manera paralela, la identidad sexual y el género también se articulan con un cambio en la especie humana que es posible debido a las tecnologías que, según los teóricos de la derecha, están al servicio de las empresas u organismos internacionales que acrecientan su capital a partir de las modificaciones corporales y reproductivas que transforman la identidad de las personas, la organización de la sociedad y, por ende, el sentido antropológico del ser humano. Es decir, el debate en torno a la esencia del ser se postra en el entendido tanto de la identidad como de la vida, donde la reproducción de la especie es puesta en peligro por el feminismo de género o por la agenda arcoíris que ideológicamente difunden mentiras para convertir a las personas en objetos desechables.
En los discursos pronunciados en los distintos eventos se plantea que la humanidad como tal corre el peligro de ser desplazada por aquellos que tratan de cambiar su naturaleza al modificar y redefinir tanto la clasificación sexogenérica de la persona, hombre o mujer, como también la corporalidad que se le designa. Para demostrar lo anterior, retoman ejemplos de casos donde hombres que se convierten en mujeres se aprovechan de la situación para cometer violaciones en aquellos espacios designados para el sexo femenino (como los baños mixtos o las cárceles de mujeres), así como para ganar competencias deportivas o embarazarse y nombrarse persona gestante. Estos ejemplos deslegitiman las teorías y los derechos adquiridos en torno a las identidades sexo-genéricas. Así mismo, para el caso de las personas transexuales se suele plantear que es antinatural cambiar la corporalidad del ser humano, ya que va en contra de la antropología del ser. Al respecto, los y las conferencistas han mostrado imágenes de niños mutilados por las cirugías de cambio de sexo, así como de individuos que ya no solo modifican su identidad sexogenérica, sino su constitución humana, convirtiéndose en otras especies más cercanas a la animalidad que al ser humano.
En la conferencia de Miklos Lukacs (comunicación personal, 30 de septiembre de 2022) se planteó que las nuevas tecnologías están creando una nueva antropología que pone en peligro a la humanidad dado que la ideología de género promueve un nuevo tipo de especie que aspira a mejorar a la humanidad –representada en la figura del hombre–, ya que se ve como algo inútil y que debe ser modificado. Se reitera que el control de la reproducción tiene por objetivo tanto aminorar la especie como sentar las bases de una nueva; es decir, crear personas transhumanas que corporal y moralmente aspiran a ser superiores a dios. Frente a estos cambios, según este conferencista, la nueva especie se diferencia de la humana en que ya no se reproduce, es asexual, su cuerpo combina genes animales y humanos –para que sea más fuerte– y la reproducción se lleva a cabo en los laboratorios. Estos cambios tienen implicaciones en la organización social, concretamente en la familia, y configuran las experiencias y los roles de hombres y mujeres que se complementan para la reproducción, los cuales son parte central de la supervivencia de la especie humana.
Bajo el discurso de la guerra cultural y antropológica, la nueva derecha dirige e infunde miedo hacia aquellos grupos o personas que considera un peligro para la humanidad, y reprueba las teorías e ideas que les dan sustento. Por ello, la ideología de género, bajo los principios del derecho a los cambios sexogenéricos, a las identidades sexuales o al aborto, impone la idea de una especie distinta a la humana, es decir una nueva antropología. Según estos grupos, los humanos corren el riesgo de convertirse en cuerpos-objeto que serán desechables para el sistema político y económico actual, ya que serían innecesarios frente a una nueva especie considerada como la más fuerte y apta para un mundo posmoderno dominado por las tecnologías.
De tal manera que, para hacer frente a la batalla antropológica que visibiliza los cambios simbólicos de la época y las resistencias que esto genera, es importante propiciar un sentir que se identifique como la nueva derecha. Por ello, para estos grupos es central propiciar una postura política con el objetivo de resguardar un orden que ven en peligro, enfatizando y reelaborando sus conceptos y propuestas teórico-políticas.
Una de las estrategias planteadas por la nueva derecha para emprender y ganar la batalla cultural se centra en el fortalecimiento de los liderazgos tanto a corto como a mediano plazo, lo cual se asocia a un grupo de personas que son conscientes de sí mismas y de la situación actual en torno a cómo opera el poder, como planteó Agustín Laje (comunicación personal, 19 de septiembre de 2019). Además, se establece la necesidad de colocar a grupos que dirijan culturalmente a las personas con el fin de actuar y hacer frente a los autoritarismos del momento. Por ello, la producción de conocimiento y la manera de llevarlo a la práctica política serán funciones primordiales de los intelectuales de una derecha renovada.
En este sentido, en coincidencia con Rodríguez-Rondón y Rivera-Amarillo (2020), el accionar de los intelectuales no es homogéneo, ni existe una coherencia teórica en sus argumentos y posturas. Sin embargo, sí existe, de manera general, una manipulación y redefinición de los conceptos que devienen del ala progresista según las particularidades locales y del momento político. Es por eso que de manera estratégica plantean sus discursos y legitiman su corpus teórico que, aunque ambiguo, da forma y fortalece a los nuevos cuadros políticos de la derecha en el plano trasnacional.
Ahora bien, el hecho de que la nueva derecha plantee una batalla cultural cuyo objetivo sea impulsar una nueva cultura en el sentido gramsciano, ello no significa que se estén creando nuevas narrativas por parte de sus intelectuales. De acuerdo con Crehan (2018), no se puede generar una nueva cultura desde la derecha, sino que solo se puede divulgar y fortalecer el discursivo ya existente y arraigado en las “narrativas fundacionales forjadas por los intelectuales de las clases dominantes” (p. 165), las cuales se presentan de manera novedosa cuando se actualizan los discursos según los malestares del momento.
Para la nueva derecha es fundamental reforzar el discurso y la argumentación, lo que implica difundir sus propuestas políticas, ya que, como lo planteó Rodrigo Iván Cortés Jiménez, “estamos bajo la falta de inteligencia social que incapacita a las personas a darse cuenta de los problemas o a no reconocer el efecto de las propias acciones” (comunicación personal, 20 de octubre de 2021). Por lo tanto, surgen y se fortalecen figuras intelectuales representativas que ganan adeptos, se mediatizan y convierten en un boom publicitario.
El fortalecimiento de las figuras representativas de la nueva derecha se articula a un proyecto de corte global que pretende situar a la derecha desde un lugar más actualizado para poder atraer al público y hacerle engrosar sus facciones políticas. Por ello, han retomado y manipulado elementos de lo que significa la cultura para replantear una narrativa que siga reproduciendo lo que se presenta a manera de sentido común. Sus líderes reconocen que la nueva izquierda, por medio de sus propios intelectuales, trabaja en una reingeniería del lenguaje para influir en el pensamiento, en el accionar de las personas y en la legitimidad política. Por ello, reconocen que la actual izquierda se fortaleció y tuvo éxito después de la caída del muro de Berlín, ya que replanteó su batalla desde otros ángulos. Por su parte, Javier Milei (2022) –líder del partido ultraconservador Libertad Avanzada– en su discurso impartido en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC-México), dijo que el marxismo cultural atribuido a las ideas de Antonio Gramsci, ha sido medular para la batalla cultural que, a manera de feminismo o ecologismo, pretende adoctrinar a las personas. Al respecto, Javier Olivera mencionó en su conferencia que citaba a Gramsci no porque simpatizara con el comunismo, sino porque había que aprender de este (comunicación personal, 24 de febrero de 2023).
Los intelectuales de la nueva derecha cuestionan al marxismo cultural, pero al mismo tiempo retoman el concepto de cultura desde la visión gramsciana para posicionarse en un momento de disputa por las definiciones de la cultura y, por ende, de los estilos de vida y el sentido común que predomina. Es por eso que motivan a sus simpatizantes a trabajar en sus discursos y a defender sus ideas para llegar a las mentes y al sentir de las personas, concretamente de aquellas que, al no estar educadas, pueden ser fácilmente adoctrinadas.
Así mismo, presentan su discurso como contrahegemónico o contrarrevolucionario frente a una ideología de género mostrada a manera de totalitarismo, y a la cual pretenden combatir por medio de la argumentación política. El discurso que los intelectuales emplean para fortalecerse y ganar adeptos echa mano de las sensaciones de inconformidad, sean económicas o políticas, que yacen en lo social.
Otra característica que define al intelectual desde la postura gramsciana –y que ha sido retomada por Agustín Laje, Pablo Muñoz Iturrieta, Javier Olivera, Rodrigo Iván Cortés Jiménez o Javier Milei–, es que asume un liderazgo al posicionarse de manera crítica respecto al sistema. En diversos eventos se ha hecho énfasis en que la población debe informarse sobre las falacias que, desde la ideología de género, se imponen a manera de dictadura; y se incita a los y las asistentes a leer y conocer las teorías feministas para contraargumentar aquello que se impone como verdad en los centros educativos, los espacios públicos, entre los y las integrantes de las familias o con la comunidad en general. La responsabilidad de quienes se mantienen informados es guiar a las poblaciones a un despertar que el nuevo comunismo, actualmente en el poder, obliga. Para estos líderes, estos elementos implican una mayor responsabilidad moral, tanto por mostrar y revelar la “verdad” frente a las mentiras de la época –tal como aseveran en sus diversas actividades– como por influir en la población.
Así mismo, el liderazgo va de la mano del reforzamiento de una identificación política, individual y colectiva, como nueva derecha. De tal manera, la desarticulación o diferencias tanto partidistas como religiosas que se generan dentro o entre los distintos grupos o asociaciones que se nombran como conservadoras o de derecha suelen, estratégicamente, reforzar sus posturas frente a temáticas en común que actualmente aglutina la ideología de género. Por ello, en los eventos se suele incitar a los y las asistentes a identificarse como una nueva derecha, como ha mencionado Agustín Laje:
hay que dejar de avergonzarse de ser conservadores, no somos una minoría (…) ¡sal, anda, despierta, estamos en una guerra cultural! (…) no podemos estar encerrados en las iglesias o en las escuelas, debemos interpelar a los políticos, unirnos con gente de todos los credos que defienda la vida y oponernos al establishment (A. Laje, comunicación personal, 19 de septiembre de 2019).
Una nueva derecha es aquella que está lejos del centro derecha cobarde, como pasa con Macri, en Argentina, o con el PAN, en México. Ya no quedan derechas (…) ¿Por qué hay problema en definirse como derecha? Ellos (la izquierda) no tienen vergüenza. Hay que reivindicar a la derecha. ¡Redefinámonos como Nueva Derecha! (A. Laje, comunicación personal, 5 de septiembre de 2021).
Si bien para las figuras representativas de la nueva derecha el sentido revolucionario de transformar la sociedad no es el elemento prioritario que promulgan en sus discursos –el cual se asocia a las izquierdas y al marxismo–, sí retoman elementos como: la producción de conocimiento desde la comprensión del malestar hacia la ideología de género; la construcción activa de una nueva cultura –como analogía a partir del legado de Antonio Gramsci (2013)– para hablar de una nueva derecha que se diferencie de la anterior; además, se exalta a las audiencias a identificarse y enorgullecerse de ser de derecha. Es por eso que asumir una postura política es central para ganar la batalla cultural. Sirva de ejemplo la conferencia del padre Javier Olivera, quien concluyó citando y parafraseando a Gramsci (Marxismo Crítico, 2011) para argumentar que es necesaria una contrarrevolución para restaurar la paz y la civilización cristiana, en crisis por el posmodernismo. De tal suerte, Olivera incitó a las audiencias a que tomaran una posición política tanto en lo personal como en lo público, sin tener dobleces:
Termino con un texto de Antonio Gramsci, un dirigente comunista, van a pensar que el padre Javier es un comunista porque cita a un comunista [risas], pero no, lo que estoy mostrando es cómo tuvo la fuerza que nosotros no tenemos. Gramsci escribió un texto que se llamó «Odio a los indiferentes», lo voy a leer y cambiaré un par de palabras: “Odio a los indiferentes porque vivir quiere decir tomar partido, quien quiere vivir hoy en serio en México no puede ya pensar en una vida de paralíticos, de cristianismo anónimo o de catolicismo edulcorado, no, porque ya no hay lugar para la apatía o el parasitismo. Por eso odio a los indiferentes porque la indiferencia es el peso muerto de la historia (…) odio a los indiferentes porque con sus medias tintas y sus no confrontaciones cooperan con el mal (…) pero a su vez amo a los intransigentes, a quien se levanta con orgullo de rebelarse contra el sistema de lo políticamente correcto. Amo a los intransigentes que sienten, lloran y gozan al verse contrariados por su fe (…) amo a quien se sabe distinto del mundo y que no tienen miedo de morir de pie” (J. Olivera, comunicación personal, 24 de febrero de 2023).
El conocimiento y las ideas son traídos de los discursos de los eventos, las conferencias y las movilizaciones que se realizan en lo local como en lo transnacional. Así mismo, las figuras representativas de las facciones conservadoras incentivan los liderazgos políticos a través de personajes que fortalezcan a una nueva derecha. En ese sentido, para la derecha –según lo señalado en distintos eventos– el intelectual no es un individuo en sí mismo, sino distintas personas que tienen la responsabilidad de producir y transmitir el conocimiento, llegar al sentir de las poblaciones y fortalecerse en el accionar político para retomar aquello que les ha sido arrebatado y por lo cual están enfrascados en una guerra cultural. No obstante, el ímpetu no está en generar una nueva cultura, sino en reproducir el sentido común dominante bajo una narrativa actualizada.
CONCLUSIÓN
Desde la segunda mitad del siglo XX, el concepto cultura se convirtió en parte central tanto de las demandas políticas de los movimientos sociales que apelaron por el reconocimiento a las diferencias identitarias, como de las teorizaciones en torno a la cultura y el poder surgidas desde la antropología y los nacientes estudios culturales. Sin embargo, fue desde este último campo de estudio que la cultura, vista como una abstracción que potenciaba la relación entre teoría y praxis, se retomó por la nueva derecha. Si bien ya desde la teoría crítica, con una fuerte influencia del marxismo, se hacía notar la importancia de articular la teoría con la práctica, así como de cuestionar el papel del intelectual, fue hasta finales de la década de 1970 cuando las reflexiones en torno a dicho concepto tomaron dicho matiz y fueron potenciadas por las facciones conservadoras para contraatacar a los nacientes movimientos sociales que apelaban por el reconocimiento identitario, entre ellos el feminismo.
La relación entre cultura y poder, que deviene del legado de Gramsci (2013), no solo se debió al contexto de efervescencia política surgido a partir de que los diversos movimientos sociales cuestionaron al Estado benefactor, sino que se definía por un cambio paradigmático y subjetivo sobre aspectos como la sexualidad, la familia, la reproducción y la educación de las y los hijos. Estos elementos medulares pusieron en tensión la noción de conceptos como tradición, valores, moralidad y nación. Dicha tensión ya no solo se daba en el terreno de lo material, sino también en lo simbólico y en lo subjetivo, lo cual fue potencializado por la nueva derecha.
Con el auge del movimiento feminista y de la diversidad sexual se generó una contraofensiva por parte de una nueva derecha para contrarrestar dicha presencia y su proliferación. Por ello, el género –entendido por la cultura como algo flexible, relativista y moldeable, así como por su aceptación y articulación en las agendas de los organismos internacionales, los Estados y de las organizaciones civiles– fue considerado una amenaza totalitarista a la cual, según estos grupos, debían resistir y combatir para ganar una batalla en el terreno de lo simbólico. En este sentido, resistencia o contrarrevolución fueron conceptos cooptados y reelaborados según los intereses de los grupos que se vieron cuestionados por las propuestas tanto de los movimientos como de las teorizaciones subrayadas por los feminismos.
Así mismo, desde las posturas más reaccionarias al feminismo, se planteó que el género no solo buscaba sustituir a la cultura –desde el plano simbólico y subjetivo–, sino también cambiar y desplazar a la humanidad desde una nueva cultura, a la que se asocia con una nueva especie. Así, la llamada guerra antropológica sobrepasa a la batalla cultural para transmitir miedo y rechazo a los feminismos y, concretamente, reforzar el entendido de la vida, la familia y la sexualidad a partir de concepciones judeocristianas.
Por su parte, la figura del intelectual ha sido moldeada y redefinida desde los intereses de la nueva derecha con el propósito de ganar adeptos que se identifiquen como nueva derecha, para acrecentar y fortalecer los grupos y ganar presencia política dentro de los Estados y los organismos internacionales. Al mismo tiempo, su presencia mediática ha sido central para popularizarse en diversos sectores sociales. Estos intelectuales se convierten en ideólogos que, bajo la retórica de la contrarrevolución, la guerra o la resistencia –conceptualizaciones retomadas de las posturas progresistas– buscan mantener un sentido común en torno a la familia, la sexualidad y la reproducción desde el poder que les dio origen.
Por último, los intelectuales de la nueva derecha han potenciado los sentimientos de inconformidad por parte de una población que vive en contextos de crisis; han convertido el malestar en una estrategia central para convencer a la audiencia, ganar adeptos y fortalecer sus facciones con la pretensión de mantener un entendimiento del mundo y un modo de vida a partir de las narrativas forjadas desde el poder. Por ello, el discurso se convierte en el elemento primordial para guiar las sensaciones de malestar de los diversos grupos sociales, inspirando a la colectividad para adoptar argumentos y posturas frente a aquello que se ubica como el elemento que ocasiona el infortunio actual. Así, desde la nueva derecha se articula el conocimiento con el sentir como un proyecto común contra la ideología de género. A la vez, abordan al género no solo como un concepto, sino como aquello que aglutina diversas ideas, teorizaciones y posturas políticas que se convierten en ideología y a las cuales hay que combatir en el terreno de lo simbólico y lo subjetivo.