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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.64 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2016

 

Reseñas

Jimena Rodríguez y Manuel Pérez (eds.), Amicitia fecunda. Estudios en homenaje a Claudia Parodi.

Rebeca Barriga Villanueva* 

*El Colegio de México, México.

Rodríguez, Jimena; Pérez, Manuel. Amicitia fecunda. Estudios en homenaje a Claudia Parodi. Iberoamericana-Vervuert, Madrid-Frankfurt/M.: 2015. 267p.


Amicitia fecunda1 no es un título fortuito, está en total sintonía con el objetivo que se propone: rescatar el espíritu filológico, literario y lingüístico de Claudia Parodi, volcado en la amistad de quienes comparten este espíritu. En el prólogo, Jimena Rodríguez yManuel Pérez , los editores, afirman que “muchos de los trabajos publicados fueron inspirados en su legado académico, pero fundamentalmente en su fecunda amistad” (p. 10). Amicitia fecunda, interesante lema atrapado entre sus significados prístinos: el amor emanado de la amistad y la fertilidad que lo fecunda. En efecto, en la obra parodiana amor y amistad se lograron imbricar, sin menoscabo alguno de la calidad. Se trata éste de un libro de homenaje que reúne trece trabajos de especialistas de universidades de México, de los Estados Unidos, de Canadá, de España y de Alemania, cuyos temas de interés están en armonía con los de Claudia Parodi. De organización sencilla, el libro se divide en dos secciones, que siguen la peculiar impronta parodiana: el primero conjunta nueve capítulos vinculados con la literatura, la semántica y las culturas coloniales; en tanto que el segundo reúne los relacionados con la lengua y la lingüística. Llama la atención que los trabajos de semántica hayan sido considerados tanto dentro del apartado literario como del lingüístico; esto tampoco es casual, ya que responde a la visión particular que Claudia tenía del papel de la semántica en los fenómenos y procesos que emergen de la lengua como es, abarcadora, compleja, diversa y cambiante, que une procesos de sistemas con hechos históricos, culturales y sociales.

El elenco de colaboradores, cuya breve semblanza aparece en “Sobre los autores”, último apartado del libro, es, sin duda, representativo de un universo más amplio de amigos y colegas. Los temas elegidos por ellos son un reflejo fiel del espíritu que vertebra el libro. Si realizáramos un ejercicio lúdico, una suerte de rompecabezas, acomodando estos trabajos dentro de los que aparecen en la bibliografía completa de Claudia Parodi por su temática, cada uno de ellos encontraría fácil acomodo en su dilatada producción, aunque al rompecabezas le faltarían piezas, pues este libro no agota los temas que ella trabajó, con aportaciones significativas y rigurosas, como es el caso de la lingüística generativa, el de las lenguas en contacto o el de los estudios del español en los Estados Unidos.

Vayamos, pues, a los trabajos del primer apartado, para espigar en ellos algunas ideas, sólo las más sobresalientes de cada capítulo que lo compone. Abre el libro con “Sor Juana, de Nepantla a San Jerónimo”, en el que, haciendo gala del conocimiento y de la trascendencia de la obra sorjuanina, Sara Poot Herrera recorre el trayecto espacial y creativo de la paradójica monja enclaustrada por decisión y mundana por su intrínseca necesidad de compartir su pasión literaria. Aparecen en estas “travesías intelectuales” sonetos, escritos teológicos, villancicos y arcos triunfales, obras de profunda raigambre teológica y literaria, hitos “en la poesía y el conocimiento” (p. 23), que fueron allende las rejas del claustro para impactar en España. Se agradece la travesía a la que nos lleva Poot Herrera, porque sirve para tener en conjunto la obra de sor Juana y aquilatar el peso de su obra en la literatura universal.

Para seguir con sor Juana, rompo el orden elegido por los editores para detenerme en el capítulo deManuel Pérez , titulado “Apología del dominio marítimo español en el Neptuno alegórico de sor Juana”. Tras un elocuente preámbulo, donde nos sitúa con gran sensibilidad en el significado de los “símbolos de la expansión y el dominio” (p. 91) español (del que sor Juana estaba consciente), Pérez se centra en la iconografía del Neptuno alegórico, arco triunfal de suyo complejo y lleno de simbolismos y emblemas imbricados con la política y el poderío marítimo de España que, ya con indicios de decadencia, buscaba la legitimación de la conquista y de su política de expansión colonial. Como conocedor a fondo de la época, de su historia y de sor Juana, el análisis de su Neptuno le permite a Pérez mostrar sus propias interpretaciones, que nos llevan a atesorar más la luminosidad y sabiduría de la monja, tan impresionantemente empapada, desde su encierro, de la realidad de la Nueva España, embrollada entre el poder y sus aledaños, y entre las manifestaciones de un arte híbrido que, como bien muestra Pérez, pretende plasmar una realidad inabarcable, por diversa.

De Neptuno pasamos a otra deidad mitológica, Mercurio, dios de la abundancia y del comercio, figura central de Karl Kohut en “Grandezas mexicanas. El «Canto intitulado Mercurio», de Arias de Villalobos”, donde describe con luminosidad las grandezas de la Ciudad de México y la historia de la conquista de México de Arias de Villalobos. De nueva cuenta hay aquí una sinfonía construida con los instrumentos de la historia, la mitología y la ficción, que sirven de inteligente subterfugio para hacer una crítica mordaz a la política virreinal. Mercurio se sirve de fábulas para criticar la actitud de los conquistadores y de sus descendientes indios. El Mercurio de Arias de Villalobos, acompañado por la mirada crítica y conocedora de Kohut, recorre la ciudad, “Babel, emporio de naciones” (p. 46), y la delinea en sus contrastes antagónicos, la grandeza real mezclada con las discordancias que propician la injusticia, la pobreza y el malestar social, todo ello envuelto en fantasías, collage de cánones estéticos completados con las frecuentes comparaciones con la obra de Balbuena. Concluye Kohut con una interesante reflexión que independiza la obra de Arias de Villalobos de las otras grandezas, ya que argumenta que su originalidad se nutre en la ideología que logra un equilibrio entre la visión mexicana y la visión hispana, merced a una especial obediencia como protagonista principal de este equilibrio.

Abandonemos el mundo mitológico para encarar la realidad novohispana desde otra perspectiva, que nos brinda Jacobo Sefamí en su estudio “Luis Felipe Fabre y la poesía nefanda”, un trabajo en el que se desliza el pasado al presente y el presente va al pasado para analizar “aquellas cosas que no se pueden decir” y trata de demostrar las “paradojas del decir prohibido” (p. 59). La sodomía y la homosexualidad son analizadas como parte de una realidad oculta, pero explicitada en documentos, testimonios, edictos, cartas, diarios, confesiones y procesos judiciales. Fabre, poeta del siglo XX, desnuda la verdad de otros marginados y discriminados, los homosexuales de la Nueva España, cuya persecución en los años de 1657 y 1658 inspira su poesía, aquí estudiada por Sefamí, quien descubre múltiples niveles de significación en un vaivén entre los siglos XVII y XXI. Es, por tanto, una crítica a los actos del pasado que se proyectan en el presente. Con gran sensibilidad, Sefamí concluye que el poema de Fabre es un cantar “a los sométicos, en su belleza, en su imposibilidad, rehabilitar su alegría y jocosidad en su amor a la vida, muy a pesar de su muerte, de lo trágico de su persecución” (p. 66).

La “Violencia y fronteras coloniales en la Historia de la Nueva México de Gaspar de Villagrá” atrapan la atención de Manuel M. Martín Rodríguez, quien da un giro sorprendente en la temática, pues al seguir el interés que ha despertado en los últimos tiempos la paternidad de la Historia de la Nueva México, pone énfasis en el controvertido tema de otra identidad surgida del contacto: la espinosa identidad hispano americana, “chicana”, paternidad que pone en entredicho si se es mexicano o americano. En este capítulo, el eje es la violencia, rasgo distintivo de esta historia de la colonización del suroeste de los Estados Unidos, en la que Tempal y Cotumbo, épicos personajes centrales, quedan envueltos en las consecuencias de la belicosidad y del suicidio que encierra el poema épico de Villagrá. Como casi todos los capítulos de Amicitia, éste pone de relieve la relación entre lo político y lo literario, entre lo admirable y lo deleznable, caras de la conquista española y su intrincada red ideológica de poder humano y de salvación divina, de identidades fracturadas y de otredades invisibilizadas por el temor.

Y ya que de identidades y violencia se trata, vuelvo a romper el orden del libro y me detengo en dos capítulos que se tejen con los mismos hilos de la denuncia y la indignación, semejantes a los de Martín Rodríguez. Empiezo con “Identidad mestiza y la formulación de un sujeto colonial de superior devoción en el Perú colonial del siglo XVI”, de Felipe E. Ruan, que nos muestra el sentido problema de identidad de los nuevos habitantes del Perú, que viven el drama del sojuzgamiento de un país formado con nuevos actores. Emerge vital la figura del mestizo, cuyo nombre mismo nace entre el prestigio y el estigma. Ruan, basado en una carta del Inca Garcilaso de la Vega, muestra la lucha de estos nuevos actores por articular su identidad en el momento de formación de la sociedad peruana, su búsqueda por constituir un sujeto colonial mestizo que se destaca por la “superior devoción religiosa y la fidelidad regia” (p. 155). Ruan pone de manifiesto la lucha permanente y estratégica por sensibilizar a la jerarquía eclesiástica y a la monarquía de la dignidad del mestizo, que desde muy temprano es motivo de una discriminación devastadora. ¿Cómo reivindicarla? Uno de los puntos más interesantes que toca Ruan es la polémica acerca de la lengua, que inescrutablemente había de surgir: ¿qué lengua? ¿Latín, la lengua de la iglesia que los acercaría a las verdades divinas, o la lengua de los originarios para facilitar la labor evangelizadora o el español imperial?

El otro capítulo al que me refiero es una original investigación que va de lo literario a lo musical y de lo musical a lo ideológico: “Reinterpreting the conquest of Mexico for an enlightenment audience in Vivaldi’s opera Motezuma (1733)” de Aaron Alejandro Olivas, quien presenta un fino análisis de una partitura de Vivaldi, cuya importancia reside no sólo en la visión europea que entraña de la conquista de México, sino en el interés generalizado en Europa por América en la Ilustración. La ópera representa, con “aires de curiosidad y erudición” (p. 149), el drama de la conquista y sus actores principales: Cortés, Moctezuma, Mitrena y México Tenochtitlan, envueltos en los velos de la ficción y la realidad, entre la leyenda negra y el buen salvaje. Se puede imaginar el impacto de este drama operístico y la figura de un naciente México -mezcla de pasiones humanas, costumbres religiosas y ambiciones políticas- en el intelectual del Siglo de las Luces.

En “Reconociendo los brutos la generosidad de sus amos: el vestido en el auto general de la fe de 1659”, Jimena Rodríguez aborda las permanentes tensiones -ya descritas por Ruan y Olivas- nacidas del temor a las idolatrías indígenas, atentados contra la fe cristiana, de ahí la ineludible intervención de la Santa Inquisición. Así, Rodríguez pone la mirada en el auto de fe, en este caso del jesuita Rodrigo Ruiz de Cepeda Martínez, de 1659. El poderoso auto de fe tiene dos interesantes vertientes: una fiesta enmascarada para amedrentar, teatro de sentencias, intimidación y símbolos de condenación eterna; pero también la legitimación de las clases sociales cuya asistencia a un auto de fe les confería la posibilidad de “ostentar los signos que establecían las diferencias: el vestido, las insignias y el caballo” (p. 123). La elegancia en el vestir y los adornos son marcas básicas de linaje y abolengo. El virrey no viste igual que el inquisidor y los criollos, urgidos de vistosidad y reconocimiento, no visten como los nacientes mestizos, símbolo de mezcla. Cada estamento de la sociedad viste de forma distinta: la imagen primera del indio, casi desnudo con plumajes desconocidos, venía a contrastar poderosamente con los atavíos españoles. Entre telas y texturas se esconden ideologías de superioridad y menosprecio, finamente analizadas por Rodríguez que, al final de su capítulo, nos regala un interesante glosario de la complicada vestimenta colonial.

Los últimos capítulos de nuestro itinerario en el primer apartado (en realidad uno de ellos pertenece al segundo) son a cual más llamativos por su original y rica temática sobre los campos semánticos de los animales y el vino. La perspectiva de estos estudios está basada en la original propuesta de Parodi, una de las principales aportaciones de su obra: la semántica cultural, que busca servir de puente entre realidades y que se dedica a explorar los efectos semánticos del contacto de lenguas de los indios y los españoles, la diglosia emanada de dicho contacto y los efectos del multilingüismo durante la colonización española en América. Sensible al mar de fenómenos que el contacto propicia, esta peculiar semántica se propone analizar cómo las lenguas y las culturas interactuaron en las tierras americanas conquistadas, creando ricos elementos lingüísticos y culturales sincretizados. Empiezo por el trabajo de Angela Helmer y Kenneth V. Luna, “Estrategias semánticas durante el contacto del Nuevo y Viejo Mundo: el caso del vino”, que remite a los lineamientos de la propuesta de Claudia Parodi, que en sus propias palabras se define como: “el estudio de los cambios semánticos que ocurren en el léxico de una lengua -en este caso el español- como resultado del contacto con otras lenguas y culturas totalmente desconocidas”. Tras un minucioso resumen del modelo parodiano y sus tres etapas clave en el intercambio sociocultural y lingüístico, Helmer y Luna se dedican al primer momento del contacto entre europeos y amerindios para analizar el concepto vino, fruto de la vid, central en la historia de la humanidad y en la tradición judeocristiana. Juegan en este capítulo dos términos cruciales: el signo lingüístico de Saussure y el signo bicultural de Parodi, para explicar el término vino en los escritos de Las Casas: primero, el producto de la vid, luego como cualquier bebida alcohólica que se usa “en la manera de vino” (p. 206), mezcla de olores, sabores y consistencias necesarias para dar cuenta de nuevas realidades. Se extiende entonces -concluyen los autores- el tipo cognitivo y el contenido nuclear de la palabra, lo que la convierte en un signo bicultural.

Sobre los mismos pasos y con un tema por demás interesante, continúo con “Una descripción criolla de los animales de Indias a la luz de la semántica cultural”, de Covadonga Lamar Prieto. La autora inicia con una elocuente afirmación que refleja nítidamente lo que sucede con las realidades enfrentadas: “cualquier individuo sometido a una deslocalización geográfica redimensiona su realidad cotidiana: lo que era extenso se vuelve diminuto, lo que era extraño, cotidiano” (p. 105). Este fenómeno de ensanchamiento de la realidad se concreta en el análisis que realiza Lamar Prieto de la descripción que hace el cronista criollo Suárez de Peralta de los animales de Indias, verdaderos signos biculturales: la vaca americana, muy semejante pero al mismo tiempo diferente del bisonte europeo, añade rasgos distintivos de otra realidad cultural; lo mismo sucede con las aves de rapiña, las pavas y los zopilotes, y qué decir de la grana y la cochinilla. Una interesante y aguda reflexión de los campos semánticos y su desbordamiento entre realidades diferentes que buscan acomodo en otras sincréticas y nuevas.

El segundo apartado, dedicado a la lengua, acoge temas igualmente interesantes y paralelos a las inquietudes parodianas. Uno de ellos todavía se dedica al deslumbrante mundo colonial; los otros dos están inmersos en el centro de las discusiones teóricas y metodológicas del siglo XX. En “Un vocabulario matlatzinca del siglo XVI”, Yolanda Lastra recoge el trabajo del franciscano fray Andrés de Castro, quien elaboró un vocabulario bilingüe castellano-matlatzinca del valle de Toluca. Lastra relata el abrupto camino que ha seguido este vocabulario hasta llegar a su versión final en el siglo XXI. Luego de una minuciosa descripción de los rasgos característicos de la lengua matlatzinca, perteneciente a la familia otomangue, que actualmente cuenta con aproximadamente 698 hablantes en el Estado de México, Lastra destaca la importancia del vocabulario de Castro, que con el de Guevara y Basalenque completa el trío de los trabajos que dan cuenta del vocabulario matlatzinca de tres diferentes regiones. Además, la autora ejemplifica con un nutrido grupo de palabras que se acomodan en alguno de los cuatro puntos distintivos y originales de este vocabulario, a saber: los cambios que ha sufrido el español, las palabras que reflejan la cultura prehispánica, las que reflejan la cultura europea relacionadas con la religión y las importaciones léxicas” (p. 193).

El polémico tema de la validez de una metodología confiable en el entrecruce de disciplinas se plasma en “Dialectos, identidades y tratamientos en el discurso cotidiano: un argumento concreto a favor de los métodos mixtos en las investigaciones dialectológicas y sociolingüísticas”, de Chase Wesley Raymond. La elocuencia del título nos remite a una interesante díada innecesariamente divorciada en la marcha de la lingüística reciente y que Raymond, siguiendo a Parodi, vuelve a conjuntar debido a las necesidades que emanan del contacto de dialectos en los Estados Unidos: los rasgos del español mexicano, salvadoreño, hablas rurales, requieren de un método mixto que permita dilucidar semejanzas y diferencias lingüísticas, sociolingüísticas y discursivas en hablas concentradas en Los Ángeles, que a su vez tiene su propio vernáculo. De gran valor resulta el método propuesto por Raymond, pues combina observaciones etnográficas, de interacciones naturales, cuantificación y análisis conversacional.

Finalmente, en “Variabilidad en la producción de /r/ en el español de Puerto Rico”, Kenneth V. Luna se centra en el viejo problema de la realización de este fonema: “la articulación más peculiar y divergente que se haya documentado en cualquier país de habla española” (p. 235), tratado ahora con vetas novedosas. Para ello, Luna parte de una variación alofónica del fonema /r/ con miras a derribar la hipótesis de la velarización como se ha venido tratando por varios autores, tales como Rosenblat, Henríquez Ureña, Thompson, Resnik y Moreno de Alba, entre otros. Luna se ciñe a una metodología rigurosa aplicada a nueve nativos hablantes de español puertorriqueño de entre 20 y 70 años, y que provienen de tres estratos sociales. Su análisis, igualmente riguroso y moderno, contempla los espectrogramas de todas las variantes fonéticas y de las características articulatorias de los alófonos, lo que le permite concluir que el fonema estudiado tiene varias realizaciones alofónicas en Puerto Rico y que la transformación que sufre el fonema /r/ en el español puertorriqueño es una uvularización y no una velarización.

Mención especial merece el apartado de la bibliografía completa de la obra de Claudia Parodi, donde se plasma de manera conjunta su versatilidad. Ahí se puede apreciar y aquilatar mejor la riqueza de su obra, que reúne alrededor de 130 trabajos de diversa índole. Hay estudios lingüísticos, literarios y culturales desde una perspectiva diacrónica y sincrónica. Conviven la lingüística formal con la filología española, la historiografía lingüística con el español en contacto con otras lenguas, las originarias minoritarias y marginadas, el español de México en contacto con los dialectos de El Salvador y el habla vernácula de Los Ángeles y también el español de estos dialectos con el hegemónico inglés. Todos ellos atestiguan su amplia perspectiva de la lengua, que la hace capaz de pasar de la literatura a la lingüística o de un análisis estrictamente formal a otro sustentado en los principios de la pragmática. Lo mismo hay edición de textos como reflexiones de profunda abstracción teórica.

Amicitia fecunda es un espléndido banquete de temáticas, posturas teóricas, metodologías innovadoras, tiempos y realidades históricas, culturas antagónicas y convergentes, aderezado con un rico aparato crítico que hace gala de erudición y sapiencia. El libro cumple con creces y cabalmente con su objetivo. Pero, para que este banquete se pudiera servir, tuvo que haber una Claudia Parodi que lo orquestara con armonía y generosidad.

1El 15 de noviembre del año pasado recibí la triste noticia de la muerte de Claudia Parodi; desafortunadamente, ella nunca llegará a leer esta reseña, pero sirva ésta como otro pequeño homenaje a una mujer brillante y generosa que supo imprimir un doble sello a sus trabajos: rigor académico y entusiasmo vital, difícil díada, pero alcanzable para los privilegiados que hacen de su vocación, pasión y fuerza creativa.

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