Una ciencia agrícola ambulante, entre revoluciones
En abril de 1923, la revista A Lavoura, órgano de la Sociedad Nacional de Agricultura Brasileña, publicó una conferencia dictada en sus instalaciones por el agrónomo Mario Calvino, que informaba sobre prácticas de mejoramiento del cultivo de la caña de azúcar, a la luz de experiencias de mejoramiento e hibridación de este cultivo en las estaciones experimentales de Cuba.2 En sus conclusiones frente a los plantadores brasileños, Calvino puso el acento no sólo en la importancia de las buenas prácticas de la agricultura científica de la caña de azúcar para la exportación y fabricación de subproductos -discutidas desde hacía mucho en el Caribe, Sudamérica y Hawai-. Destacó además la importancia de desarrollar investigación sobre plantas alimenticias nativas americanas, como la yuca y la mandioca, que podían mezclarse en la molienda con otros granos para la alimentación, sobre todo de humanos, pero también para la cría de ganado. Para entonces, Mario Calvino dirigía la Estación Experimental Agrícola Chaparra en Cuba, dedicado a la investigación agronómica y al fitomejoramiento de plantas, después de una estancia de casi una década en México.
Formado en la Universidad de Pisa, Calvino había estado a cargo de las “cátedras ambulantes de agricultura” en Italia a comienzos del siglo XX.3 A partir de entonces, su trayectoria profesional y personal refleja una vida de cátedra ambulante por América Latina. En 1908 abandonó Italia con destino a México, invitado por el gobierno mexicano para conducir trabajos de experimentación e investigación agronómica, y labor docente, en la Secretaría de Fomento. Muy pronto, Calvino se insertó en los círculos académicos y sociales del centro del país, convirtiéndose en socio, y luego en secretario de la Sociedad Agrícola Mexicana hasta fines de 1914, cuando esta colapsó.4 Dedicado al estudio en laboratorio, a la docencia y experimentación en fertilización del suelo, cultivo de secano, cultivo de leguminosas y forrajeras tropicales y siembras de granos a cargo de la Estación Agrícola Central,5 sus aportes para impulsar la investigación agronómica y la agricultura científica fueron importantes.6 Fue también director de la División de Horticultura de la Escuela Nacional de Agricultura. En plena insurgencia campesina, Calvino visitó fincas del centro del país, reuniendo muestrarios de plantas y realizando clases prácticas.7 Cuando la ciudad de México fue ocupada por las tropas revolucionarias en 1915, viajó a Yucatán, principal zona agroexportadora del país, invitado por Salvador Alvarado. En la península yucateca predominaba el monocultivo exportador de henequén y la explotación de otros bienes extraídos de las selvas y montes para su exportación, como el chicle. Calvino debía establecer la práctica de la agricultura científica en la península como parte de un amplio plan de reforma política, social y económica agrarista, que dependía del control del gobierno revolucionario sobre los poderosos plantadores y exportadores de henequén.8
Así, Calvino vivió los tiempos de revolución social y guerra mundial comprometiéndose con el proyecto de cambio agrario y escuelas rurales de Alvarado, llevando adelante su cátedra ambulante entre los pueblos de la península, difundiendo los principios básicos de agronomía científica y popularizando las ventajas de la experimentación agrícola, en el marco de una fuerte movilización agrarista.9 Permaneció en Yucatán hasta que en 1917 viajó a Cuba, invitado a dirigir la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas, y posteriormente, la estación Experimental Agrícola Chaparra, especializada en el cultivo de caña de azúcar. Fue durante su estancia en Cuba que visitó Brasil en 1923, para asistir a un congreso científico y dictar conferencias, por invitación, reconocido como un experto con gran conocimiento a escala americana. En 1925 otra invitación a conducir una estación agrícola experimental en San Remo, Italia, lo devolvió al viejo continente.10
Esta corta reseña de las travesías que desde el Mediterráneo y por México, Cuba y Brasil realizó Mario Calvino impulsando su proyecto agronómico -ciencia, experimentación y difusión de nuevas prácticas de cultivo- muestra sólo breves instantes en la trayectoria vital, científica y docente de un agrónomo europeo en América. Pero esa trayectoria es asimismo un botón de muestra de la historia de los procesos de institucionalización de las ciencias agrícolas y agronómicas en Latinoamérica, que precede en mucho a la revolución verde, tal como ha demostrado en las últimas décadas una amplia, robusta y renovadora literatura.11 Como lo representó la propia labor de Calvino, desplegada al compás de movimientos sociales, revoluciones y guerras mundiales, en las primeras dos décadas del siglo XX las ciencias agronómicas vieron la transformación expansiva de su ámbito disciplinario: estas ya no sólo aspiraban a transformar la racionalidad y los valores de los agricultores mediante la educación en la práctica de la agricultura científica, forjando “agricultores progresistas” informados de los principales adelantos científicos, como se buscaba desde el último tercio del siglo XIX en el mundo atlántico, y también los gobiernos y administraciones coloniales.12 Por entonces, las ciencias agrícolas y agronómicas aspiraban a ser vectores de transformación capitalista del mundo rural: no solo podían contribuir al mejoramiento de la calidad, productividad y rendimientos de la producción del campo para la alimentación y su comercialización a escala global, sino también podrían apoyar proyectos de transformación de las estructuras agrarias, de ingeniería social, aportando nuevos conocimientos y tecnologías para resolver los problemas del atraso económico y social rural.13 Bajo esta lupa pueden verse la experiencia profesional de Mario Calvino y sus investigaciones, que no por casualidad convergen con las de otro personaje contemporáneo, procedente de Asia y llegado a América, el indio Pandurang Khankhoje, cuyos itinerarios transcontinentales son recuperados por Daniel Kent en las páginas que siguen.
Los desplazamientos de Calvino exponen la materia de estudio de una historia de la agricultura que se ocupa de los métodos y técnicas de cultivo, y que indaga sobre las condiciones e itinerarios del cambio tecnológico en el campo, tanto a escala local como trasnacional, preguntándose por los ecosistemas y la interacción entre los seres vivos y el medio, y no sólo por la producción de alimentos vegetales, animales y frutos, sino además por la explotación de recursos forestales y extractivos. Desde la historia de la agricultura cabe preguntarse por los condicionamientos económicos, institucionales, medioambientales y socioculturales del cambio tecnológico rural, examinando cuáles han sido en cada caso sus cauces y canales -tanto públicos como empresariales-, buscando evidencia sobre las articulaciones de conocimientos y saberes diversos intervinientes en la explotación del campo, y sobre los grupos y actores interactuantes en los procesos de transformación agrícola y pecuaria, en distintas temporalidades.
Estas son algunas de las preguntas que expone el conjunto de trabajos reunidos en este dossier, que aspiran a suscitar el debate e impulsar nuevas investigaciones. Por un lado, primeramente, queremos incitar a debatir sobre los desafíos que plantea el estudio histórico del cambio agrario teniendo en cuenta sus dimensiones científicas y tecnológicas, agrarias y medioambientales en distintos espacios de América, en distintas temporalidades y geografías, bajo la premisa de que es contingente, complejo, y no necesariamente lineal ni unidireccional, y de que implica tanto rupturas como fenómenos acumulativos. Los trabajos que reúne este dossier brindan contundente evidencia sobre lo imprevisto de las transformaciones agrarias y su contingencia: desde las lluvias, el impacto innovador de procesos químicos de circulación global en las prácticas locales de explotación forestal, o el conocimiento ancestral y las prácticas de ensayo y error en las siembras de granos, o la lenta innovación en la adaptación de variedades de granos que pueden resistir estrés ambiental y plagas, o la capacidad para generar innovaciones mecánicas en el regadío, la siembra y la cosecha, hasta lo inesperado en los trasplantes de plantas y árboles mexicanos a lo largo y ancho del globo (el chicle versus el palo de tinte, o el agave henequenero), o su adaptación en México (el sorgo, o los trigos enanos japoneses).
En el campo, las explotaciones agrícolas, forestales y pecuarias son en sí mismas espacios donde los productores directos despliegan un sinnúmero de actividades tecnológicas y de control biológico y químico en contextos sociomedioambientales específicos: desde la observación meteorológica y botánica hasta el comportamiento animal, y desde la organización del regadío, de los surcos y siembras, hasta la selección de las semillas, o la selección de resinas y gomas por su apariencia y evidencias físicas de composición química, tal como muestran los trabajos de este dossier. Desde esta consideración básica, subrayamos la fertilidad que brinda el estudio de la historia del conocimiento sobre la agricultura y sus productos -bienes alimenticios y no alimenticios, y subproductos derivados, como textiles, combustibles, químicos, tintes, medicinas-, de sus medios mecánicos, químicos y biológicos, así como de sus plagas, para lograr descripciones y análisis precisos del conocimiento tecnológico en las prácticas agrícolas. En conjunto, mostramos que desde el siglo XIX la experimentación y generación de conocimientos y tecnologías en el campo latinoamericano no ha sido solo un fenómeno exógeno, producto de la transferencia de conocimientos, saberes y tecnologías generados en el exterior. Las instituciones, la geopolítica y las políticas cuentan, también los expertos, y ello es claramente puesto en evidencia por los trabajos que forman este dossier. La circulación de conocimientos e innovaciones no fue unidireccional, tal como las investigaciones de las últimas dos décadas han demostrado rotundamente, pero esa circulación de información y artefactos científicos, agronómicos y tecnológicos fue importante también en la América tropical y en el sur del continente, y entre ésta y otras zonas del globo. Empero, como sugieren varios de los artículos aquí (Gutiérrez, Pretel, Rivas), resta aún mucho por estudiarse acerca de las interconexiones que se fueron forjando entre los desarrollos de la industria alimentaria, industria química y textil a escala global, la industrialización de los organismos y las transformaciones de las fronteras productivas en distintos momentos en los siglos XIX y XX.
Los itinerarios de Mario Calvino dan luz sobre algunas de estas muchas cuestiones analíticas e historiográficas, que de forma panorámica intentamos tratar aquí. Al igual que su trayectoria, este dossier es un intento de ejercicio de reflexión histórica inspirado tanto en el reto de los grandes debates de la disciplina histórica, como en las nuevas preguntas del tiempo actual, en el que la vida cotidiana y sus temporalidades se transforman de la mano de mutaciones tecnológicas profundas, por mencionar sólo una que es ya un lugar común, la biotecnología, que ha cambiado la manera de producir y alimentarse de la humanidad y de los seres vivos del planeta, plantas y animales.14
Itinerarios de investigación: conceptos, problemas
En noviembre de 1935, en el semillero de ideas e investigaciones que fue desde su fundación la revista francesa Annales, Lucien Febvre y Marc Bloch publicaron un dossier: “Les techniques, l’histoire et la vie”. En varios de los artículos allí reunidos ambos autores dieron centralidad al cruce entre historia agraria e historia de las ciencias y las tecnologías a lo largo del tiempo y del espacio, recuperando sus investigaciones doctorales de larga duración sobre la campaña francesa. Abonaron sus argumentos con lo documentado por Marc Bloch sobre las relaciones entre el empleo de una nueva tecnología de molienda de granos -los molinos de agua en la Edad Media- y el entramado de cuestiones económicas y sociales resultantes de la pugna del poder señorial por su control.15 A partir de la pregunta “¿de qué se ocupa la historia de la tecnología?” se propuso allí discutir el alcance y objeto de estudio de una historia de la tecnología comprensiva, que explicara sobre la base del trabajo interdisciplinario de historiadores y científicos de varias disciplinas -biólogos, zoólogos, arqueólogos, geólogos, geógrafos, ingenieros, químicos, meteorólogos- el flujo de técnicas a lo largo del tiempo y del espacio, los cómo y por qué de su creación, uso y transmisión en contextos socioeconómicos específicos, y sobre todo, que pudiera explicar las razones y diferentes modalidades del progreso técnico, superando los clásicos esquemas dicotómicos de oposición entre saberes teóricos y prácticos.16 La innovadora polémica, que retomaba los planteamientos de la economía clásica y del materialismo histórico del siglo XIX, era planteado precisamente en tiempos de profundos cambios tecnológicos: revulsivas experiencias de innovación biológica en la agricultura de la Europa fascista,17 y el afianzamiento en Estados Unidos de la biotecnología como industria -un ejemplo, las semillas genéticamente modificadas-.18Estos debates publicados por Annales aún hoy son reconocidos como una cisura fundacional en la constitución del campo disciplinario de la historia de la tecnología.19
Referirnos a los innumerables aportes conceptuales y metodológicos de los autores de la escuela de los Annales es una empresa imposible, pues merecería varias obras. Daremos aquí algunos aspectos generales de los derroteros y parámetros seguidos por los estudios históricos en materia de agricultura y tecnología, que fueron cimentando las bases de los grandes debates historiográficos posteriores.20 Después de la segunda guerra mundial y durante la Guerra Fría, como muestran los estudios que aquí integramos, convergieron procesos de expansión de la frontera productiva agraria a escala global y cambios revolucionarios en la generación de innovaciones científicas, que desanclaron al sector agropecuario de los límites antes impuestos por la disponibilidad de tierra, agua y la selección genética natural. Frente a estas realidades, los científicos sociales debatían en abstracto -y hacia atrás en el tiempo- sobre las condiciones necesarias para detonar el crecimiento y desarrollo rural, buscando identificar las diferentes vías y patrones de expansión del capitalismo agrario en sociedades campesinas. La historia de la agricultura se concebía surcada por revoluciones tecnológicas -revoluciones agrícolas-, rupturas profundas en las prácticas agrícolas que implicaban saltos en la productividad y una expansión creciente de los rendimientos.21 En donde no se habían llegado a plasmar estos cambios revolucionarios, las economías latinoamericanas y antiguos dominios coloniales, se requería de la intervención de políticas de modernización y programas de transferencia tecnológica.22 Así, el cruce entre historia de la agricultura, de la ciencia y la tecnología debía explicar las condiciones históricas de generación de innovaciones agrícolas y pecuarias y los problemas de su difusión y adaptabilidad en el tiempo y el espacio.23 Era preciso explicar, tanto en el pasado como en el presente, las raíces de las invenciones, de la generación de innovaciones y los problemas de la transferencia de tecnologías: a la luz de la historia ¿era la promoción de la introducción de tecnología en el campo un medio para impulsar el cambio técnico y productivo en la agricultura de los países en vías de desarrollo? ¿O debía verse el cambio tecnológico como un factor endógeno, y por lo tanto, impulsarse en los países en vías de desarrollo la formación de capacidades entre los productores agropecuarios, de forma que se generasen tecnologías ecológicamente adaptadas y económicamente viables en cada tiempo y lugar?24
Dentro de este clima de preocupaciones, nos interesa rescatar una obra, trabajo poco citado fuera de Argentina, pero que a nuestro juicio ofrece claves analíticas y planteamientos relevantes a la materia que nos ocupa.25 La publicación por James Scobie de Revolution on the Pampas. A Social History of the Argentine Wheat, 1860-1910 (1964), escrito en plena revolución verde, refleja las inquietudes de historiadores y científicos sociales de esos años, orientadas a historiar las diferentes civilizaciones agrarias y a formular explicaciones comprensivas de los procesos de cambio agrario en el mundo. James Scobie explicaba el nacimiento del capitalismo agrario en una zona periférica de indiscutible relevancia como productora de alimentos para el mercado mundial, producto de una particular combinación de los factores tierra, trabajo y capital en el hemisferio sur. Condensaba de forma clara y sencilla los debates sobre la formación del capitalismo agrario en “tierras nuevas”, y mostraba las distintas dimensiones que adopta la innovación tecnológica en la agricultura: las prácticas agrícolas y pecuarias, las innovaciones biológicas, mecánicas, y químicas, en condiciones medioambientales y de oferta de factores propia de tierras templadas, productoras de cereales. Ello era relevante en tiempos de campañas mundiales contra el hambre, aunque quizá pasó inadvertido en su momento.26
Derroteros historiográficos: algunas claves27
Desde esos años, la década de 1970, el sendero principal por el que la historiografía latinoamericanista se aproximó a los problemas de la ciencia y la tecnología en el campo ha sido el del debate de la modernización agrícola y pecuaria. El contrapunto entre los patrones de poblamiento y expansión de la agricultura en tierras nuevas para la exportación, y el estudio de la agricultura en las zonas nucleares, principalmente orientada al consumo interno, al lado del contraste de estas con los procesos de expansión de la agricultura de plantación subtropical y tropical en Latinoamérica, concentró la mayor parte de las investigaciones, muchas de ellas estudios de historia regional. Las investigaciones se enfocaron principalmente en los procesos de “modernización” de las unidades productivas, haciendas, ranchos, plantaciones, estancias, explicando la tecnificación y mecanización del trabajo y la difusión de maquinaria agrícola y agroindustrial desde el siglo XVIII al XX, por medio de la evidencia de los inventarios y documentación contable.28 El estudio de las agroindustrias, en particular las plantaciones e ingenios azucareros, concentró la mayor parte de los estudios que brindaban atención detenida a procesos tecnológicos en toda América, desde México, pasando por el Caribe y en toda América del Sur: procesos biológicos, químicos y mecánicos.29 Las prácticas agrícolas, manejo de suelos y cultivos, y transformación del paisaje agrario por la desforestación, desecación de pantanos y pequeñas obras de riego fueron integradas por algunos estudios precursores de la historia medioambiental.30 Pero es a todas luces imposible reseñar aquí tan vasto y diverso corpus bibliográfico, cuyas contribuciones empíricas e interpretativas son invaluables, y constituyen todavía hoy la base principal de reflexión de todo estudioso de la historia agraria.31
Otra vertiente de investigaciones históricas, menos transitada pero no por ello menos fértil, ha discutido el papel de la ciencia en la agricultura desde la historia del Estado y de las políticas agrarias. De la década de 1990 en adelante un objetivo de las investigaciones ha sido reconstruir y esclarecer los procesos de institucionalización de las ciencias agrícolas, observando las trayectorias profesionales y las políticas de educación agrícola, la creación de escuelas agrícolas y rurales, y la formación de expertos, ingenieros, agrónomos, y veterinarios universitarios y técnicos, así como extensionistas. En esta línea, sobresale el número de investigaciones que han conseguido interconectar -para el caso de México- las ciencias agronómicas, el Estado y la agricultura, estudios con los que este dossier dialoga muy de cerca.32 En particular, es justo destacar las investigaciones de Joseph Cotter, sincronizadas con otras simultáneas en distintas partes del globo (particularmente la India), puesto que tuvieron la capacidad de fijar una agenda de investigación completa sobre la ciencia en la agricultura mexicana a lo largo de un siglo, también sobre el gremio de los agrónomos y sobre la agronomía como proyecto reformista y revolucionario de un Estado agrarista y después desarrollista.33 Sobre todo, su obra impuso densidad histórica a los estudios sobre la revolución verde en México, cuestionando las investigaciones que la consideraban un caso paradigmático de convergencia entre ciencia, tecnología y geopolítica, una revolución tecnológica generada por un trasplante y difusión de tecnología agrícola estadounidense.34 La contribución más pródiga de la obra de Cotter fue poner a debate entre los historiadores mexicanistas el problema histórico del cambio biológico en la agricultura mexicana del siglo XIX al XX.35 Desde entonces, tanto en México como en el resto del globo, una ola de nuevos e innovadores estudios ha sembrado el debate sobre la llamada revolución verde. El concepto y sus alcances, así como su semántica plural, se han discutido con muy diversos enfoques, perspectivas, escalas y metodologías, buscando elucidar su naturaleza e identificar sus parámetros cronológicos, geográficos, geopolíticos y políticos, alrededor del globo.36
Las historias locales y las prácticas y concepciones de los productores directos, agricultores y campesinos, tendían a quedar al margen de esos grandes cuadros de la ciencia, la agronomía, la biología y la química revolucionando la agricultura mexicana. Una perspectiva diferente brindó el estudio de Guillermo Guajardo sobre la percepción, usos y reconversión de la tecnología ferroviaria por parte de los campesinos zapatistas entre 1913 y 1918: un proceso de liberación de la naturaleza controlada por los ingenios azucareros del estado de Morelos y, simultáneamente, de captura y transformación de tecnologías por parte del zapatismo.37 Una década después, la investigación de Gabriela Soto Laveaga sobre la economía extractiva del barbasco y el activo papel del campesinado de tierra caliente de Oaxaca en la generación de conocimiento esencial a la producción mundial de esteroides brindó nuevos parámetros temporales y espaciales, métodos e ideas para una historia de la ciencia y la agricultura campesina en México. Soto L. comprobó la interdependencia entre expertos, científicos, compañías químicas, campesinos y políticos, y mostró además que las ciencias no podían considerarse de forma unívoca y homogénea, ya que desarrollaban dinámicas opuestas, como la botánica y la química.38
Paralelamente, desde fines de la década de 1990 el estudio histórico de las interconexiones entre población, agricultura y desarrollo rural, riego, tecnologías hidráulicas, medio ambiente y poder39 generó una robusta oleada de investigaciones40 que ha logrado enriquecer una historiografía muy concentrada en las dimensiones agrarias, las pugnas y conflictos por la tenencia de la tierra, los procesos de desamortización y los altibajos del reparto agrario, las instituciones del agrarismo revolucionario y las representaciones cultuales de la reforma agraria.41 Las historias del agua y la irrigación del México agrario se sumaron al despegue de una amplia y sólida literatura latinoamericanista que estudia el cambio agrario considerando la tecnología en su interrelación con la naturaleza y condiciones geográficas y ambientales, formando ecosistemas agrarios; en esta literatura destacan los innovadores estudios de John Soluri.42
En los últimos años, los estudios históricos agrarios han comenzado a reconstruir nuevos paisajes en los que interactúan los productores organizados, los políticos y los expertos -ingenieros y agrónomos- con los nuevos materiales de la gran ingeniería mecánica e hidráulica, transformando así además los flujos biológicos y energéticos.43 Como parte del giro global, y sobre todo por la benéfica contribución de los estudios de redes y encadenamientos globales, las investigaciones en historia de la agricultura recuperaron el interés -presente también en los estudios coloniales y la historia empresarial- por reconstruir redes de expertos, agrónomos, ingenieros y científicos, por estudiar las sociedades científicas y de agricultores, así como por seguir los flujos y cruces de información en ciencias agrícolas, agronomía, genética, entomología, fitopatología, veterinaria, a escala global.44 La historia económica de la agricultura, en especial la referida al Norte del país, ha despuntado con investigaciones muy innovadoras, particularmente para el siglo XX.45 En este contexto, las investigaciones de Eva L. Rivas Sada sobre tecnología y agricultura en la economía algodonera del norte del país, en La Laguna, consiguen reorientar el estudio del fenómeno de expansión del capitalismo agrario en México en el siglo XX, con nuevas claves teóricas y metodológicas sobre el cambio agrario y tecnológico.46
Es posible que la visión panorámica de las principales preocupaciones presentes en la historiografía agraria de las últimas cuatro décadas expuesta aquí sea demasiado apretada, en la medida en que hemos buscado seguir y subrayar los trabajos que contribuyen a la materia de debate de este dossier, ordenándolos por sus principales temáticas. Empero, pese a lo sucinto y comprimido de esta exposición, dentro de este cuadro de fascinante pluralidad y riqueza de las investigaciones del pasado rural mexicano, es observable un claro patrón de concentración regional en la atención de la historiografía, con estudios de caso sobre el Norte del país. Ello prefigura, a nuestro juicio, próximos derroteros a futuro: una historia agraria de la América del Norte.47 En esa línea, el reciente trabajo de Tore Olsson, Agrarian Crossings (2017), no sólo logra precisar fronteras conceptuales, innovadoras claves metodológicas y nuevos horizontes de debate para el estudio de la historia tecnocientífica de la revolución verde en México y el resto del mundo. En un diálogo histórico binacional-transnacional, consigue relocalizar las historias del México agrario, en su profunda e histórica interconexión con las del sur de Estados Unidos.48
Este palimpsesto de trayectos superpuestos y encontrados que forma la historiografía agraria mexicanista y latinoamericana es evidencia de claros desplazamientos temáticos y analíticos, desplazamientos en los que se enmarcan nuestras contribuciones: desde la historia de la tecnificación y la mecanización agrícolas hasta una historia tecnocientífica, enviro(technical),49 no sólo local y nacional, sino también transnacional. El hombre, la tierra, las plantas, los agentes patógenos, el clima y el agua a lo largo del tiempo, en menor medida los animales, son sujetos de estas historias, y su objeto de estudio. Las fronteras importan, pero también la geopolítica, las dinámicas transfronterizas y los encadenamientos globales. Los textos que integran este dossier se nutren de esta impresionante cosecha historiográfica sobre las civilizaciones rurales y sus transformaciones en el tiempo, y a la vez representan notables desplazamientos respecto a sus grandes debates. A continuación, exponemos algunos argumentos sobre sus principales contribuciones.
Los textos…
brindan un ejemplo de las posibles intersecciones, convergencias -y recíproca polinización analítica y heurística- entre los estudios de historia de la agricultura, de historia del capitalismo agrario y de historia de la ciencia, tal como un sólido corpus de nueva literatura, casi una “cosecha historiográfica extraordinaria”,50 ha venido mostrando en las últimas décadas. Pensamos que las contribuciones de los textos que integran este dossier son varias, y en distintas dimensiones.
Por principio de cuentas, cabe destacar la notable contribución empírica que ofrecen los artículos, resultado de investigaciones originales en muy diversos acervos en América, Europa y Asia, y que reflejan por sí mismos un estado en torno al debate alrededor de la agricultura científica en México, dentro de un contexto historiográfico más amplio, que comprende tanto a la América del Norte como a la América del Sur. Fuentes inéditas procedentes de archivos locales y municipales, de archivos personales y de organizaciones no gubernamentales, correspondencia pública y privada (tanto americana como asiática), informes y memorias gubernamentales, fuentes diplomáticas, estudios científicos, registros meteorológicos e hidrológicos, fuentes orales, y la prensa periódica y agrícola forman el cimiento heurístico de estas investigaciones de factura original, capaces de dialogar con la literatura especializada y aportar evidencia empírica original y completa. Los estudios que presentamos aquí se proponen mostrar que el cruce entre historia agraria, ciencia y tecnología, si pertinente y muy necesario para enriquecer las historias agrarias en México y América Latina, desborda en mucho a la sola historia de las políticas o de los expertos, agrónomos, y científicos genetistas y entomólogos, o del estudio de la literatura agrícola y de los viajeros naturalistas y agrónomos. La evidencia que proporciona el conjunto de los artículos de este dossier es amplia y robusta en mostrarnos laboratorios de cambio agrario de gran riqueza y pluralidad en sus actores y agentes, que se aparta de las historias políticas y de una historia agraria anclada en dimensiones institucionales, o del estudio de los mercados de factores y de productos.
Las investigaciones se mueven en distintas temporalidades, espacios y escalas de análisis, y constituyen un aporte a una historia global de la agricultura. Una principal virtud es que proporcionan, como conjunto, una línea de tiempo del capitalismo agrario en América, visto a través de estudios de caso que conectan América del Sur, América del Norte, el Caribe y México, entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX. Muestran distintas sendas -y diferentes momentos- de cambio agrario entre los siglos XIX y XX. Por un lado, en la franja norte de México, zona transfronteriza con Estados Unidos. Al lado, el centro de México, cuna de la agricultura cerealera mestiza durante la colonización española y de la llamada revolución verde tres siglos y medio después. Después, en el Caribe, zona especializada en los monocultivos tropicales y en la explotación extractiva de bienes de uso industrial. Y además, las pampas rioplatenses al sur del continente, centro nodal de un episodio paradigmático de crecimiento agroexportador, especializado en la producción de granos y carnes de clima templado, destinados primero al mercado local y después al mercado mundial, que resalta además por ejemplificar un caso notable de adaptación de los ciclos de la agricultura capitalista con los de la ganadería productora de carne y leche.51 Empero, el mosaico no es para nada completo, pero de todas las ausencias (fibras, café, azúcar, arroz y otros cultivos tropicales) sobresale la falta de un estudio puntual sobre la ganadería (de carne, de leche, mixta), de la que encontramos, sin embargo, referencias en varios de los estudios.
Por su parte, Julio Djenderdjian, en “Del arado criollo al granero del mundo”, fija los términos del debate y la línea de tiempo de este dossier: del siglo XIX al XX, de los orígenes del capitalismo a la Guerra Fría. Permite repensar los procesos de avance de la frontera productiva y de especialización cerealera sobre la base del análisis de los cambios de las prácticas agrícolas en las primeras colonias de inmigrantes europeos en la pampa bonaerense. El texto brinda detenida atención a la pluralidad de dimensiones de transformación tecnológica de la práctica agrícola, en contextos agrológicos diferenciados y específicos: prácticas de siembra, regadío y cosecha, selección de semillas, introducción de medios mecánicos (arado, maquinaria agrícola), adaptación in situ de estas tecnologías, y generación de pequeñas innovaciones de tipo incremental en cada una de las dimensiones señaladas. En su narrativa resultan centrales las innovaciones institucionales, la colonización extranjera, las colonias y su administración, destacando que esta nueva frontera agrícola depende del flujo de la fuerza de trabajo y de la circulación de biotipos (trigo) y conocimientos procedentes de Europa, sobre todo Europa mediterránea, pero también de los mercados de grano para el consumo en la ciudad de Buenos Aires, pequeña, por entonces, y de los pueblos bonaerenses. En suma, se trata de una historia de los cambios en la agricultura de granos que consigue articular con maestría poblamiento, colonización y procesos de adaptación e innovación en la siembra de cereales a las condiciones medioambientales -resistencia y adaptación, en palabras de Eva Rivas-. El autor brinda una completa y original historia de la pampa y su expansión agraria, antes de que ésta se convirtiera en una de las principales zonas productoras de granos del globo, en la primera década del siglo XX.
La línea de tiempo se expande con el texto de David Pretel, “Reacciones en cadena: cambio tecnológico global y frontera forestal”, que demuestra cómo las nuevas tecnologías del siglo XIX y comienzos del XX, en especial la química industrial, son motores de procesos de especialización productiva. Pretel se distancia, con gran originalidad, de una historiografía más bien anclada en las dinámicas agrarias locales, y también de los estudios de historia económica de las exportaciones agrícolas (henequén). El autor demuestra con contundencia que la industria química de colorantes y de gomas, chicle y resinas, abrió y cerró ciclos exportadores de estas materias primas en el Sureste mexicano, Yucatán y el Petén, en este periodo. El texto proporciona nuevas y agudas miradas a la explotación forestal en esa región, dando centralidad tanto a los negocios e intereses empresariales y científicos en los recursos de la naturaleza tropical, como a los conocimientos locales para la extracción y refinación primaria del látex en los campamentos chicleros. Así como en la pampa rioplatense la cosecha dependía del trabajo de inmigrantes europeos en 1870, lo opuesto comprueba Pretel para Yucatán: la interrelación y recíproca dependencia de la industria química y del procesamiento de látex y goma, del trabajo y conocimientos de la fuerza laboral nativa. Como bien explica el autor, la tecnología y el capital impulsaron la mercantilización del paisaje agrario del trópico mexicano, lo que contrasta, de nuevo, con las dinámicas pampeanas de ese periodo, previo a la era agroexportadora, porque las colonias controlaban el espacio, el proceso productivo y todavía, los canales de innovación y de adaptación de tecnologías biológicas y mecánicas. Pero, la naturaleza también fijó límites a su mercantilización en el Caribe mexicano. En suma, se trata de una investigación donde el tejido de nuevos métodos y enfoques, con nuevas ideas, resulta en una trama de gran riqueza analítica y potencial comparativo, tanto para la historia regional del Caribe mexicano como, sobre todo, para los estudios del capitalismo global.
Por su parte, los trabajos de Eva Rivas Sada, “En la búsqueda de la adaptación”, y de Netzahualcóyotl Gutiérrez, “Entre lo inesperado y lo imprevisto”, constituyen una importante contribución al mejor conocimiento en México de la historia del cultivo de los cereales alimenticios entre el siglo XIX y el XX: trigo, maíz, sorgo. Centran su atención en los procesos de innovación biológica, en el fitomejoramiento, visto desde las políticas, visto desde las prácticas de cultivo, y desde sus fundamentos científicos y experimentales. Ejemplifican de forma rotunda, sobre la base de investigaciones muy documentadas, la polinización recíproca de la historia de la agricultura con las ciencias naturales y agronómicas, una innovación en los estudios históricos agrarios realizados en instituciones mexicanas, que perfila una muy copiosa cosecha de nuevos trabajos en esa línea en los próximos años. Ambos autores retoman, y al mismo tiempo se distancian de ella, la larga tradición de historia agraria económica, más preocupada por seguir los bienes agrícolas exportables. Pero ciertamente, tal como fue señalado por los críticos de la situación agraria mexicana a comienzos del siglo XX, los cereales han sido el corazón del México agrario.52 Claro está que el corpus de literatura histórica sobre el cultivo del trigo y del maíz es riquísimo y voluminoso en México (por mencionar una obra clave y pionera en muchos sentidos, el trabajo de Enrique Florescano sobre los precios del maíz). Pero buena parte de ella no considera el cambio biológico ni discute los problemas de método y de interpretaciones que plantea la construcción institucional y práctica del fitomejoramiento, sin avanzar más en el estudio histórico de la interdependencia entre éste y las realidades agrológicas y climáticas.53
Gutiérrez y Rivas demuestran que las plantas son tecnologías,54 así como también iluminan la gran complejidad, reciprocidad y densidad histórica de los puentes genéticos entre México y Estados Unidos. Mientras Eva Rivas expone un completo y preciso panorama de la historia institucional del fitomejoramiento desde el siglo XIX, que brinda una densa trama para futuros debates sobre las temporalidades de la revolución verde, Netzahualcóyotl Gutiérrez se concentra con detenimiento en las dinámicas agrológicas locales, mismas que explican el despegue de un nuevo cultivo cerealero en campos mexicanos a mediados del siglo XX, el sorgo, cereal africano adaptado en Estados Unidos. Tenemos así una agricultura cerealera para alimentar al ganado, no a los humanos, en la zona que durante la colonia eran el granero de la Nueva España: el Bajío mexicano. En consecuencia, en la visión de Gutiérrez, el fitomejoramiento impone entre las décadas de 1940 y 1960, al lado de un cúmulo de factores económicos, medioambientales y políticos, un viraje que se venía dando desde los tiempos de la revolución cardenista: la relocalización de la agricultura maicera durante la revolución verde en México, y la conexión agricultura-ganadería, mediante la producción de forrajes y eslabonamientos con las industrias agroalimentarias.
Los problemas conceptuales e interpretativos de la revolución verde surcan los estudios de este dossier. Esa preocupación también está presente en el estudio de Daniel Kent, un original trabajo sobre los itinerarios del militante y agrónomo Pandurang Khankhoje entre Asia y América, durante la primera mitad del siglo XX, basado en una investigación documental de naturaleza transcontinental. Kent consigue recrear los itinerarios del personaje con fuentes de primera mano de muy difícil acceso, logrando dibujar una compleja red de circulación de ideas, políticos y expertos, que fue vehículo de circulación y generación de conocimientos sobre prácticas agrícolas y genética vegetal a escala global. Khankhoje, como bien muestra Kent, tuvo un lugar central en las primeras investigaciones sistemáticas en fitogenética en México, y su obra publicada, al igual que la de Mario Calvino, no es corta y es valiosa. En esta investigación, además, el autor brinda un excelente mirador a los cruces de los movimientos revolucionarios y anticoloniales globales con la revolución mexicana y el agrarismo revolucionario, entre las dos guerras mundiales. Al arrojar luz sobre un episodio puntual de entre los varios puentes científicos que conectaron las revoluciones verdes mexicana e india, Kent brinda información invaluable para repensar -y debatir en nuevas investigaciones- sobre las interconexiones entre las historias agrarias de México y la India. Por último, el trabajo muestra que el agrarismo veracruzano resultó un laboratorio de experimentación social y científica en la trayectoria de P. Khankhoje, cuestión que retoma, desde otra perspectiva muy diferente, el estudio sobre el combate a las plagas de la langosta en México y Centroamérica de Ortiz Yam y Zuleta.
En este sentido, cabe resaltar un sesgo en las investigaciones aquí reunidas: el entrecruzamiento entre la historia de la agricultura y las cuestiones del poder, las instituciones (Rivas Sada), las revoluciones, las guerras y la geopolítica (Kent, Ortiz Yam y Zuleta), en una línea de tiempo que corre del siglo XIX a la Guerra Fría. En esa línea, sobresale la revolución mexicana y su política agrarista, que no sólo llevó a cabo el reparto agrario y la llamada “irrigación revolucionaria” llevando tierra, agua y nuevos materiales al campo, sino además proyectos de ingeniería social: la construcción del campesinado revolucionario, de la mano de maestros rurales y agrónomos. Los desencuentros entre los proyectos de posible construcción de una ciencia agrícola basada en la interacción entre agrónomos y la agricultura campesina en la revolución y posrevolución, y las realidades resultantes, son cuestión que cruza varios de los trabajos.55
Finalmente, en “Asuntos de vecinos”, Ortiz y Zuleta examinan distintos aspectos del combate a las plagas de la langosta en México en la primera mitad del siglo XX, planteándolo como una ventana para observar los procesos de institucionalización de la defensa y sanidad agropecuaria y de la entomología en México, en el ámbito local, y en conexión con dinámicas suprarregionales y globales.56 Este estudio dibuja un cuadro complejo de los actores que intervinieron en dos campañas de defensa y control de invasión de langosta en México, desde campesinos ejidatarios hasta organismos internacionales. Demuestra, además, que la plaga de la langosta -y su combate- no solo implicó invasiones e intercambios biológicos transnacionales, sino que además fue un importante factor detonante de la creación de un marco regulatorio para la sanidad vegetal, primero en los estados de Yucatán y Veracruz, después a nivel nacional. El insecto invasor fue central en la creación de corpus de conocimiento entomológico local, afincado en comisiones exploradoras y defensa agrícola en el Golfo y Sur del país. Asimismo, durante la segunda guerra mundial, el insecto causó el despliegue de una geopolítica mexicana de defensa agrícola en América Central, misma que, por añadidura, implicó negociaciones geopolíticas regionales, y a la vez dinamizó la circulación de información, conocimientos y experiencia entomológica sobre la langosta entre México y distintas partes del globo. El trabajo deja abierta la pregunta acerca de cuál fue el papel de las instituciones y de la entomología mexicanas en la difusión de modelos de defensa agrícola y de tecnologías de control de plagas en América Central durante la Guerra Fría. Por último, plantea inquietudes y posibles deslizamientos geográficos: quizá las futuras investigaciones puedan seguir el paso de los ríos transfronterizos, y construir análisis que conecten los estudios del México agrario con las dinámicas rurales centroamericanas.
En suma, los trabajos aquí reunidos representan desplazamientos y diálogos disciplinarios significativos, y evidencian procesos de fertilización recíproca entre distintos subcampos disciplinarios, en los que convergen principalmente las preocupaciones de la historiografía europea y la estadounidense. Por un lado, forman parte de un campo amplio, como es la historia de las ciencias y la tecnología en la agricultura. Algunos de los textos se adscriben muy claramente a la nueva historia tecnocientífica, conectada con la historia ambiental. La problematización de una historia agraria pensada desde el cambio biológico resulta una de las contribuciones principales del dossier. Al lado, los artículos aportan a la historia del capitalismo, y varios se relacionan con una historia económica de la agricultura, que se interseca con la historia de la alimentación y la energía, campos disciplinarios en ascenso. Asimismo, traban diálogo con las varias historias del agrarismo revolucionario mexicano, un aspecto no menor, teniendo en cuenta la gran complejidad del fenómeno agrarista, y la amplitud de la historiografía sobre el agrarismo. Los trabajos brindan análisis rigurosos que proponen juegos de escalas logrados con fluidez, con el resultado de que los cruces entre las dimensiones locales y globales se consiguen de forma nítida. Finalmente, creemos que hemos reunido en este dossier investigaciones que recuperan, de algún modo, parte de la rica herencia historiográfica atisbada en las páginas precedentes, reflejando nuevas inquietudes y horizontes de análisis para la historia de la agricultura. Los textos prefiguran un paso firme por nuevos senderos. Los surcos están trazados, las semillas sembradas, falta esperar la cosecha.