Introducción
En el marco de un mundo posthumano cuyos sistemas abstractos de confianza han entrado en crisis y en el que el “totalitarismo democrático” se propone gestionar la vida, administrarla para ponerla en circulación en el mercado, los textos de Stéphane Hessel salieron a la luz y se reprodujeron por millones en treinta idiomas. Desde el mandato de ¡Indígnense! y ¡Comprométanse!, estos brevísimos libros publicados en 2011, y criticados por algunos de ingenuos y utópicos, se constituyeron en fuente de exhorto a la resistencia para millones de jóvenes que se pronunciaron frente los efectos de la irracionalidad del mundo globalizado. Inspirados en el llamado a la insurrección pacífica, los jóvenes madrileños convocaron a la indignación desde la Plaza del Sol. Este movimiento, que ya recogía el eco de otros en El Cairo y en Grecia, en su expansión acelerada llegó al sur de Manhattan, donde una plaza fue ocupada y bautizada con el nombre de Libertad, justo en el símbolo territorial del capital financiero mundial. Mientras, a lo largo de ese mismo año, en América Latina resonaban fuerte las demandas de los estudiantes chilenos que exigían el respeto a su derecho a la educación. Desde Madrid, vía las redes sociales, la convocatoria a la indignación mundial empezó a tomar forma hacia el 14 de octubre en 951 ciudades de 82 países.
En México, el escándalo de los monopolios, del narcotráfico, de la corrupción, la violencia, el desempleo, la hambruna en Durango, el movimiento de apoyo a la defensa de Wirikuta y la Sierra de Catorce, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, la huelga de hambre del profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, Edur Velasco, en la Bolsa de Valores, exigiendo más presupuesto para la educación superior, dibujaban parte del telón de fondo del inicio del año electoral. Fue en este escenario nacional que grupos de jóvenes dieron acuse de recibo de los movimientos ético-políticos de la indignación y recogieron la estafeta para convocar a una manifestación el 15 de octubre en distintas latitudes del país, en un intento de generar resonancias del llamado de Hessel a instituir “una verdadera democracia económica y social que involucra la salida de los grandes feudos económicos y financieros de la dirección de la economía”.3 Fue así como estos jóvenes tradujeron dicho propósito en uno de los muchos textos convocantes:
Esta no es una marcha. Es la propuesta para tomar pacíficamente un espacio público, de todos (art. 9º constitucional), para unirnos al clamor mundial en contra de este sistema económico y político que tiene a la gran mayoría de los ciudadanos de todos los pueblos del mundo sumidos en el miedo, la guerra, la pobreza, la injusticia, la violencia, el consumo desesperado, la explotación, la corrupción, la manipulación mediática, la impunidad y la desesperanza.4
Desde el 15 de octubre, en el Monumento a la Revolución, un grupo decidió instalarse en situación acampada frente a la Bolsa de Valores y, en consonancia, con el Movimiento de Indignados de Wall Street. A partir de este evento, entre otras iniciativas de jóvenes de varios estados de la República, ocho de ellos optaron, en el Distrito Federal, por una estrategia glocal5 y se instalaron en acampada en su propia delegación.
Alrededor del quiosco de la plaza donde está situada la Delegación Coyoacán se dio inicio a lo que se conoció como la Acampada Sur. Entre estos acampados, estuvieron algunos informantes de una investigación en curso6 que había estado recopilando relatos de vida, haciendo grupos de discusión y observación participante a jóvenes fundadores de organizaciones de la sociedad civil que impulsan procesos de autogestión entre jóvenes de comunidades marginadas.7 En esta investigación, se venían explorando las trayectorias de jóvenes que, por iniciativa propia, se involucran como integrantes de una nueva generación de la acción colectiva,8 para crear organizaciones a través de las cuales realizan intervenciones educativas comunitarias.
La irrupción del movimiento mundial de los indignados, su resonancia en México y el involucramiento de los informantes representaron un afortunado giro adicional, inesperado, como suelen darse los buenos momentos de serependipia9 en investigación. Por ello se recuperaron, adicionalmente, dos relatos de vida y cinco entrevistas de jóvenes acampados, con los que fue posible entrar en contacto gracias a la relación con los informantes de la mencionada investigación. La participación de estos informantes en las experiencias que se vivieron en los alrededores del quiosco de la plaza de Coyoacán durante los días más intensos del movimiento de los indignados permitió asumir a la Acampada Sur como un analizador coyuntural que nutrió los hallazgos que hasta el momento se tenían sobre los factores que se ponen en juego en los procesos de involucramiento en la acción colectiva. Para octubre de 2011, se había ya trabajado, en grupos de discusión, sus opiniones respecto al país y a la noción de política. Así se pudo documentar su franco rechazo a la política oficial y su adhesión “a la otra política”, ya no de la izquierda partidaria de las demandas y las denuncias, sino a la política de avanzar en la transformación, para la creación de un mundo nuevo.10
“Si hacemos esto es porque no me gustan los espacios de participación que me ha ofrecido el Estado.” (participante 3, grupo de discusión 2)
“Hemos optado por otras vías, no las gubernamentales. Hay muchas otras que no se han reconocido como formas alternas de participación ciudadana, muchos esfuerzos de comunidades urbanas y rurales, pero hay de trincheras a trincheras, no es lo mismo la política por presión que la política por construcción.” (participante 2, grupo de discusión 2).
En ese mismo sentido se pronunciaron, a través de las primeras entrevistas, algunos de los primeros integrantes de la Acampada Sur:
“Hay mucha banda ya, que está en la misma lógica que no quiere pedirle nada al Estado porque justo se está tratando de construir alternativas desde abajo y alternas, no de confrontación.” (H22219 oct.)
El propósito de este trabajo es compartir las reflexiones en torno a la forma en que estos jóvenes tomaron la estafeta del movimiento mundial de los indignados mediante un acercamiento exploratorio al uso y disposición del espacio, a sus formas de operación y a las opiniones vertidas en las diversas entrevistas realizadas durante los primeros días de la acampada, incluidos algunos informantes iniciales de la investigación en curso.11 Se trata de un acercamiento a un acontecimiento que se da en el marco de un estudio de caso y por ello no pueden generalizarse estas reflexiones como indicadores de la perspectiva de todos los jóvenes que se involucraron en las acampadas de octubre, que ciertamente se caracterizaron por su naturaleza incluyente de una gran diversidad de posturas.
Tanto las entrevistas como los relatos de vida y la observación participante fueron realizadas durante las primeras semanas de la acampada,12 entre el 16 de octubre y el 15 de noviembre, en el marco de una aproximación cercana a la observación participante. Este período puede ser identificado como el de fase de fusión.13 Con el pretexto de indagar acerca de las razones de su condición de acampados, el lente se cerró sobre algunos aspectos de su proceso identitario y posicionamiento subjetivo frente al evento. Todo ello, con la finalidad de ofrecer referentes para las reflexiones en el interior del campo de la investigación sobre los procesos de formación ciudadana que, muy lejos de agotarse en los espacios escolares, se nutren considerablemente desde las experiencias más genuinas y sustanciales de los jóvenes, y nos aportan elementos para superar las posturas adulto-céntricas y poder otorgar así un lugar más central, en los debates, al punto de vista de los propios jóvenes y al papel de la relación entre pares.
Después de una breve descripción del escenario donde estos jóvenes realizaron su propósito de inaugurar y sostener los alrededores del quiosco como un espacio público, se abre un apartado que analiza lo que los entrevistados señalan respecto al significado de la acampada, para después describir cómo ese significado se encarna en sus formas de operación, y finalmente hacer referencia al papel que esta experiencia desempeñó en su constitución como actores sociales.
Algunas consideraciones conceptuales previas
La noción de acción colectiva, que se refiere al proceso de coordinación de acciones entre individuos, organizaciones y movimientos, ha sufrido cambios en América Latina desde comienzos de los años ochenta. Se ha abandonado la visión monolítica y determinística de la sociedad que sostenía el paradigma clásico. Los actores sociales se definen más en torno a diversos ejes constituidos por procesos de democratización política y social, de reestructuración económica y de afirmación de identidades, que en torno a un proyecto o movimiento social central. El contenido de las movilizaciones se desempeña entre las demandas de inclusión y “…la búsqueda de sentido y de identidad propios frente a la universalización de una ‘modernidad’ identificada con las fuerzas del mercado y sus agentes”.14 Por ello, al hablar hoy de movimientos juveniles, se alude al trastrocamiento producido por la pauperización, el desempleo y menores oportunidades de estudio, que obliga a los jóvenes a “… hacer frente al desvanecimiento de los referentes de integración social y a las condiciones de marginación en las que los coloca el capitalismo global.15 Se asume aquí la noción de joven como una construcción sociocultural relativa en el tiempo y en el espacio”,16 como una categoría histórica, “…que alude a la forma en que cada sociedad organiza la transición de los sujetos, de la infancia a la edad adulta”.17 En ese sentido, hay que subrayar que el proceso de ciudadanización de los jóvenes se encuentra profundamente marcado por el agotamiento de los modelos tradicionales de relación y ejercicio de la autoridad, y por la ausencia de ritos y espacios que provean de legitimidad social para su ser juvenil. De ahí que “…se inventan nuevos ritos y nuevos símbolos capaces de llenar ese vacío y de orientarles en la construcción de una identidad social”.18
Para acercarse a la apuesta de los jóvenes acampados por una revitalización del espacio público, habrá de abandonarse la idea de que lo público alude al espacio restringido para unos cuantos, postulada por los griegos en la antigüedad. También habrá que dejar atrás la noción de lo público como el espacio donde se realiza la abstracta idea del contrato mediante la libertad de actuar como el privilegio de unos cuantos. Lo público, desde la mirada de los indignados, se anuncia como el espacio para la alegría, entendida ésta, en términos de Spinoza, como la potencia de actuar de todos19 y como el lugar donde la ciudadanía ha de actuar en la búsqueda de su propio bien y en la construcción de un bien común, de una comunalidad que se decanta desde la solidaridad, la reciprocidad y como efecto de la confrontación, de la articulación de intereses en el interior de la deliberación colectiva. Así, esta deliberación se desarrolla a lo largo del debate y la argumentación sostenida en la capacidad de juicio político que todo ser humano puede desarrollar.20
¿Quiénes son los acampados entrevistados? Algunos rasgos de su trayectoria
Entre los acampados, si bien había adolescentes de entre 16 y 17 años, la edad de la mayoría fluctuaba entre 18 y 25 años. Un número importante era de estudiantes de universidades públicas como la unam y la uam. Es claro que no son parte del 76 por ciento de los ciudadanos que eligieron la televisión como medio de comunicación para enterarse de lo que pasa en política. Tampoco integran el 65 por ciento de los ciudadanos entrevistados que declararon tener poco interés en la política, ni el 44 por ciento que encuentra que, para trabajar en una causa común, resulta difícil o muy difícil organizarse con otros ciudadanos. Los relatos de vida ofrecen señales de que estos jóvenes han contado con lo que Nagel21 llama el sustento básico para el desarrollo de una autonomía que les permitiera pensar y pensarse para, desde ahí, imaginar y desarrollar proyectos. Crecieron en ámbitos capaces de brindarles el suficiente soporte inicial, tanto material como afectivo, como para no formar parte de la creciente y devastadora franja de los muchos millones de jóvenes que, en México, son excluidos del empleo, de la educación y del futuro. No forman parte de comunidades emocionales intensas, ni sus manifestaciones contraculturales propias del neotribalismo.22 Pueden ser situados como integrantes de la llamada clase media y tienen acceso a la educación superior, pero tampoco encajan en la categoría de jóvenes incorporados,23 pues carecen de aspiraciones para formar parte de una cultura empresarial de excelencia para afirmarse como individuos “valiosos”.24 Si hubiera que inscribirlos en alguna clasificación, sería, a fin de intentar situarlos en un mapa cultural, en la de los llamados por Reguillo25alternativos. Han aprendido la dimensión procedimental de la ciudadanía participativa en las asambleas de sus propias facultades: Ciencias Sociales, Filosofía y Letras, entre otras. Algunos han estado cerca de movimientos sociales como el zapatista, o forman parte de colectivos o de organizaciones de sociedad civil que promueven desarrollo social.
Las entrevistas para recoger relatos se concentraron en una del grupo inicial. Estudiaron la preparatoria en una escuela de la delegación donde tuvieron la oportunidad de ser escuchados por sus maestros y su director. Sus padres se han involucrado también en diversas formas de acción social. Sus infancias transcurrieron al amparo de redes de contención, cuidado y acompañamiento que hicieron posible una escucha atenta cuando así lo requirieron. Además de la experiencia cotidiana en procesos asamblearios desde edades muy tempranas en las escuelas activas, los informantes reconocieron el papel sustancial que desempeñó para muchos de ellos su participación voluntaria, durante la adolescencia, en campañas de alfabetización en zonas rurales, inspiradas en los aportes pedagógicos de Paulo Freire: “La campaña es como otro momento que marcó mi vida. Mucho de lo que soy ahora y las cosas en las que creo empezaron ahí” (M522 feb 2011). La experiencia en las campañas de alfabetización desde la adolescencia puso a estos jóvenes en condición de hacerse cargo de sí mismos, de organizarse y trabajar juntos para otros, de ser parte de la construcción de normas de convivencia que garantizaran la continuidad de la intervención educativa en la comunidad.
En los alrededores del quiosco de Coyoacán
En las siguientes líneas, se esbozan trazos que apuntan a ofrecer una breve descripción, a manera de un fresco elaborado a partir de las notas del diario de campo, videos realizados por los propios acampados, grabaciones del sonido ambiental y fotografías, a fin de dar entrada a la expresión física, territorial, de la acampada.
Al llegar a la plaza del Coyoacán, a los costados del quiosco situado frente al edificio delegacional, podían verse tiendas de campaña de buena calidad, en buen estado, ordenadas y limpias. Se llegó a contar más de 30. A un lado de la escalera del quiosco, había una mesa pequeña con lo necesario para tomar agua, hacer café y preparar, de manera precaria, algún tipo de alimento. Había una hielera abierta llena de fruta fresca. También, todo limpio y en orden. Bajo un cartel que decía “Internet”, había computadoras disponibles. Cada tienda tenía un número y nada impedía que se pudiera circular alrededor del quiosco para leer los muchos carteles que pendían de ahí. Este pabellón tan repetido en las plazas principales de cada municipio en México servía de armazón para sostener, en un principio, los planteamientos de los acampados: sus propósitos, sueños, demandas, indignación y, al poco tiempo, los sueños, las demandas y la indignación de quienes, al pasar por ahí, se fueron sumando a ese espacio sostenido para dar vida a lo público. En los carteles era posible encontrar evocaciones de movimientos sociales de los años sesenta, setenta y ochenta que, sumados a los que del movimiento de indignados de España y de Wall Street, sirvieron para acompañar el propio discurso, que se fue gestando ahí desde la invitación en carteles constantemente renovados que decían: “Acércate, pregunta, participa”, “Escribe tu indignación”, “Estoy indignado por…”, “¿Qué quieres, qué sientes?”, “¿Somos uno más?”. Para eso estaban las cartulinas en blanco, los rollos de papel de envoltura, las tiras de cartón atadas a cordeles. Para eso estaban también los gises de colores con los que mucha gente fue escribiendo en el piso, a lo largo de meses, sus deseos o su malestar. No muy lejos, entre los carteles y las tiendas de campaña, había, del lado izquierdo, mesitas con juegos de mesa para personas de distintas edades y del lado derecho un espacio para los niños con sillas y mesas pequeñas que tenían papel, plastilina y lápices de colores. Ahí había un cartel que decía “Ven y juega”. Cerca de la escalera del quiosco, ondeaba una bandera de muchos colores parecida a las banderas del orgullo gay. Junto a ella, bicicletas, y a un lado, un mesa llamada Altercambio, con ropa, utensilios, aparatos y películas para el trueque: cada quien ponía ahí lo que le sobraba y otros tomaban lo que les hacía falta. Bajo un cartel que decía “Sala de Lectura “, había un anaquel con libros, y no muy lejos de ahí, otro que decía: “Este es un espacio libre de alcohol y drogas”. Había niños corriendo y jugando. En el centro, en el interior del quiosco, otros niños jugaban alrededor de esculturas de material reciclado. A veces, ahí, alguien tomaba el micrófono y tocaba o cantaba. Algunos llegaban a bailar. En su momento, hubo una ofrenda y una catrina que hicieron con los papelitos que la gente les escribió para expresar su indignación. Era claro que el interior, el centro, era para todos. Por la tarde, había clases de matemáticas o de física, y ya casi a las siete de la noche se empezaban a escuchar las señales de que la actividad colectiva (asamblea, círculo de reflexión, mesa de debate o conferencia) estaba por empezar. Había música y grupos de todas las edades conversando, observando o escribiendo. Después de las primeras llamadas, la gente se acomodaba, en el piso, de manera espontánea, en tres círculos: un primer círculo interior estaba formado por quienes se disponían a participar, sentados en el piso, en silencio, a la expectativa. Hacia afuera se formaba un segundo círculo de personas de pie que conversaban entre sí. Al parecer, según lo que se les escuchaba decir, se trataba de los que todavía no estaban muy convencidos de participar pero querían saber qué pasaba, qué se decía. Desde ahí se les escuchaba esgrimir sus razones para “su no estar, estando”, así, desde el margen. Algunos volvían dos o tres veces y se integraban al primer círculo, y otros no volvían más. Había un tercer círculo exterior en constante movimiento, conformado por la dinámica de quienes pasaban, observaban por segundos o minutos y seguían de largo. A veces los acampados se acercaban a los de estos círculos exteriores para informar y resolver dudas. Cuando había círculos de reflexión, se analizaban temas que previamente habían emergido de las asambleas. En ellos había gente que llegaba no sólo a debatir un concepto o una situación, también llegaba a contar su historia, sus problemas de abusos de la autoridad, sus dificultades económicas, sus esperanzas para el cambio en el país. Durante los días de observación en las asambleas llegaron a participar hasta 300 personas.
Los jóvenes entrevistados viven en Coyoacán, y refieren su decisión de instalarse en el centro de Coyoacán bajo el lema de retomar su ciudad y rehabitar sus calles:
“Quisiera hablar de lo que me están preguntando, que es ¿cómo se genera el movimiento acá en México? Empieza del 15 de octubre que vamos al Monumento a la Revolución como parte del movimiento internacional […] Entonces hacemos el nuestro, y estamos en el Monumento a la Revolución […] hubo un grupo que decidió irse a la Bolsa de Valores, afuera de la Bolsa de Valores, un poco más ligado al movimiento de Wall Street y decidieron acampar afuera de la Bolsa de Valores, nosotros decidimos venirnos a Coyoacán porque vivimos más por el sur y, parte de este movimiento, el lema es: “Sal a la Calle, como Retoma tu Ciudad y Rehabita las Calles de tu Ciudad”. Entonces, pues nosotros vivimos más cerca de acá y nos pareció como lo pertinente venir a nuestro centro de Coyoacán y vivimos muy cerca, […] habitar más nuestra ciudad y hacer distintas actividades y a tratar, desde aquí, ir formando como este foro de discusión que se empieza a formar como en una mesa de debate y al mismo tiempo hacemos actividades diferentes. Por ejemplo, ahora vamos a hacer una catrina con que la vamos a rellenar con puros papelitos que nos ha ido escribiendo la gente sobre qué los indigna, qué indigna a cada uno de ellos.”26
Los testimonios27 dan cuenta de algunos rasgos de la génesis y la intencionalidad de la Acampada Sur, desde lo incierto, lo no planeado, hasta cierto escepticismo inicial.
En el primer momento éramos ocho y no sabíamos qué hacer. Pero ya, luego, unos 15 instalamos todo y los que dormimos fuimos 22 y en la asamblea, pues aquí justo pasa mucha gente en la noche y fuimos 33 los que estuvimos en la asamblea. Nos empezamos a instalar y empezó a llegar la banda, ¿no?, cada determinados minutos, cada determinadas horas, hasta que logramos hacer un círculo […], y empezamos a dialogar en un tenor bastante, bastante amoroso, hasta podría decirlo, un poco abriéndonos, sin complejos, ¿no?, sin nada. Se dio una dinámica bastante bonita que se ha mantenido hasta la fecha […] yo era de los más escépticos, cuando estábamos en el Monumento a la Revolución yo si decía: “No, no le encuentro mucho sentido a irnos a Coyoacán, no estamos enfrente de un símbolo ¿no? de Revolución, ni nada”. ¡Vamos, entonces!, ¡Vamos a ver qué pasa, y entonces me lance para acá, un poco también con la idea de: “No sé qué voy a ir a hacer”, y llegue aquí y en cuestión de dos horas se creó algo así, realmente asombroso, a mí me llenó de satisfacción y me hizo convencerme de que lo que estábamos haciendo aquí tenía todo el sentido.28
Al preguntarles por su propósito de mantenerse en ese espacio, responden desde la idea de lo público como espacio de encuentro con el otro, con una apuesta fuerte a posibilidades del debate para la construcción del bien común. “Queremos sostener procesos asamblearios sin cálculo, para que la gente diga lo que piensa desde su corazón, no para imponer nada a los otros, sino para buscar acuerdos. Confiamos en que lleguen más, en que esto cobre vida en otros lados”(H52019 oct).
Desde lo global y en lo local: democracia directa y política prefigurativa
La formas, estrategias y recursos de los que dispusieron los acampados, tanto para lograr sus propósitos como para construir sus formas de convivencia, hacia adentro y hacia afuera, revelan rasgos de su forma de entender y vivir su politicidad y su estar con otros y para otros. Bajo el lema de “Sal a la calle, retoma tu ciudad”, la decisión de ocupar un espacio que asumieron como propio por el hecho de vivir en esa delegación representó para los recién acampados muchos debates iniciales en torno a la forma y al sentido de la ocupación, que devino la realización de una perspectiva glocal, en el sentido en que lo plantea Borja29 al hablar de la calidad del espacio público como condición principal para la adquisición de la ciudadanía.
En el territorio “local” vivimos también la globalidad. Formamos parte de comunidades virtuales, nos relacionamos con el mundo. Vivir la dialéctica local-global es indispensable para no convertirnos en un ser marginal, asumir a la vez las identidades de proximidad y las relaciones virtuales es darse los medios para ejercer la ciudadanía y para interpretar el mundo, para no perderse.
El incremento del acceso a internet ha contribuido a la elaboración de marcos de significado compartidos que han “transformado las formas de gestación, difusión e impacto de las protestas y el activismo político”,30 generando un nuevo tipo de actor colectivo que, en el caso de estos jóvenes, sostiene su vínculo a partir de la doble y complementaria vía de su participación: a través de las redes y con su presencia física en un espacio real, pues la estructura de la tecnología no es garantía de éxito para irrumpir en el dominio común de las calles y los medios. Hace falta, añade Rovira, el símbolo detonador de la movilización de los cuerpos, su confluencia en el espacio público.
Nosotros no necesitamos movilizarnos a la bolsa, para estar participando en un movimiento que es global; es local, al mismo tiempo que es global […] Si una noche no me quedo a dormir, si no llego a una asamblea me puedo enterar en la radio de lo que está pasando en la asamblea o por el Facebook, […] tengo que venir y hablar, porque ahí sí es importante que para hablar también escuchemos y, para hacer las dos cosas a la vez, todavía necesitamos estar presencialmente aquí. (H42522 oct)
Fue así como, a decir de algunos entrevistados, pasaron “de las redes a las calles y de las calles a las redes”. Sostuvieron su presencia física activando lo público en lo local, al tiempo que alimentaban su pertenencia global con el resto de los indignados en México y otros países. Esta condición de pertenencia a redes de activistas parece fortalecer el rasgo de horizontalidad que adquieren sus formas de participación, sin jerarquías, ni estructuras organizativas centralizadas.
Lo que está en juego es el concepto mismo de espacio público. Los jóvenes lo tensionan y muestran sus limitaciones, a la vez que lo ocupan, reapropian y reconfiguran. Se discuten así también las modalidades de acceso, uso y derecho a la ciudad, y las apropiaciones y formas legítimas de habitar el espacio urbano.31
Desde la perspectiva de Farber,32 que destaca el carácter de política prefigurativa de las prácticas del movimiento de los Occupy, fue posible detectar, entre estos acampados, cómo, a través de prácticas de la democracia directa, prefiguran una sociedad futura igualitaria. Esto fue muy claro en el caso de las estrategias utilizadas para atender sus necesidades materiales. En consonancia con su repudio a los estragos provocados por el capital financiero y como una decisión de asamblea, se negaron a pedir dinero mediante el boteo. Si alguien los quería apoyar, debía ser en especie y ellos colocaban en un cartel colgado del quiosco lo que hacía falta cada día, desde comida y agua, hasta cartulinas y plumones. Así se inició un flujo más o menos estable de apoyo logístico por cuenta de la comunidad local, que les permitió no sólo sostenerse en su condición de acampados, sino también poner a disposición de otros jóvenes y niños en situación de calle que se acercaban a ellos, sus propios recursos como una estrategia para la generación de una red de confianza que rodeaba el espacio de la plaza como una especie de burbuja protectora de la inseguridad propia de una ciudad como el Distrito Federal. Esta burbuja se mantuvo por lo menos durante todo el tiempo de la observación. Si algo se perdía, enseguida se escuchaba a alguien decir: “ahorita aparece, ha de estar por ahí”, y al poco rato aparecía. Eso explicaba cómo podía haber dos o tres lap tops, libros, aparatos, comida, ropa, mochilas, etcétera, así, a la intemperie, sin que nadie estuviera vigilando para evitar un robo. Quien quisiera podía usar las computadoras, jugar ajedrez, dibujar, usar el micrófono para leer poesía, cantar o bailar fuera de los tiempos de asamblea. El propósito era precisamente demostrar y demostrarse que se podía vivir de otro modo sin miedo, desde la confianza y el encuentro para hacer que las cosas funcionen de otra manera, sin recurrir a modos de interrelación alienantes, cosificantes. Para eso estaba la mesa de Altercambio en un gesto de resistencia que, para ellos, invitaba a entender la vida de otro modo, más humana.
No necesitamos dinero. Tenemos casa, comida. La piel está abrigada. Estamos llenando la mente y el corazón. (H22016 oct)
La capacidad organizativa y operativa se evidenció desde las grandes hojas que colgaban del quiosco con la programación de las actividades de cada día de las 10:00 a las 24 horas, hasta las hojas donde se podía leer los objetivos generales y los particulares, así como la programación de por lo menos una semana.33
Estos jóvenes hiperformados e hiperinformados34 que cuestionaron los códigos éticos y culturales de la democracia formal representativa, después de debatir y acordar, se organizaban por comisiones: mesas de debate, actividades y comunicación; protección y prevención. Había encargados de la atención a la prensa, de la relación con organizaciones, de la limpieza, del mantenimiento, del registro de lo que ahí se acordaba para subirlo a la página de la acampada; de la oferta de actividades culturales y educativas, como las clases de matemáticas y física; de la comunicación entre ellos y hacia afuera; de los debates teóricos, de los de análisis coyunturales nacionales e internacional, de las mesas de trabajo para desarrollar proyectos alternativos de cuidado ambiental, de producción sustentable. En alguna asamblea alguien propuso que se hiciera
…una suerte de padrón de nombres, formas de contacto y saberes/habilidades/intereses, de forma que se sistematice el potencial de la acampada y se generen formas de participación para quienes se solidaricen con el movimiento pero no puedan estar permanentemente presentes. (H12119 oct)
Nadie los nombraba para realizar una tarea, pues una vez que alguien proponía algo, tenía que ser el primero en hacerlo. Esa era la regla. No dictar a otros el deber ser. Esto sucedía en las asambleas que conducía un equipo moderador que asignaba un tiempo de apertura para explicar las reglas y hacer un recuento del contexto mundial y nacional, para pasar después a la construcción de algún consenso. Algo muy lejano a la vieja práctica de “bajar una línea” predeterminada.
Nosotros nos adscribimos al movimiento mundial de los indignados siempre y cuando todos los puntos que se digan, las metodologías sean analizadas en lo local, […] estamos de acuerdo con todo lo que se plantea siempre y cuando se apruebe desde aquí. (H42522 oct)
Los marcos valorativos de la apropiación del espacio público
A partir de los testimonios recogidos y de la forma en que estos jóvenes dispusieron del espacio para activar formas de participación ciudadana, se pueden destacar algunas características de su forma de vivenciar lo público en el reconocimiento, a decir de los entrevistados, de que algunos de estos rasgos y prácticas provienen, en parte, de las realizadas por los indignados de España y de Wall Street y representa para ellos una nueva forma de emprender un movimiento que se distingue de los que las generaciones anteriores emprendieron a lo largo del siglo XX.
De entrada, es claro que estos jóvenes se posicionan en un ejercicio de ciudadanía no estatal y no partidaria.
Los partidos políticos se han vuelto cotos de poder. Más que la democracia, nos interesan los procesos democratizadores. La democracia sólo se puede construir desde los individuos en las colectividades. (H22016 oct)
Ellos enfatizan este rasgo de indeterminación como punto de partida para destacar la ausencia de agendas previas para bajar línea y obtener una mayoría mediante el voto.
Esto de apropiarse del espacio público es para producir un cambio. Para que sea público tiene que ser de todos, ¿no? No ser de nadie, cuando algo no es de nadie todos pueden tomarlo sin pedirle a nadie, pero eso no lo hace público, eso hace que no sea de nadie, y cualquiera lo puede privatizar en cualquier momento. Lamentablemente mis experiencias en general han sido que la apropiación de lo público suele ser la privatización de lo público. Desde nuestra lógica, esto que hacemos lo hace todavía más público pues cualquiera puede hacer cualquier actividad, expresar cualquier opinión a favor, o en desacuerdo con cualquier otra. Cabemos todos, es de todos, todo el tiempo. Si tuviéramos una bandera, una agenda, una línea en común, y estuviéramos aquí apropiándonos de este espacio, estaríamos privatizándolo para esa ideología, para esa bandera. (H42522 oct)
A diferencia de muchos movimientos sociales del siglo anterior, los acampados no se asumieron como representantes de nadie. Al tomar la palabra, lo hicieron a título personal y no en nombre de otros ausentes. No estuvieron ahí para decir a otros lo que había que hacer. Sostuvieron el espacio para convocar la expresión de la indignación, para acompañar el proceso de su formulación para que pudiera llegar a expresarse en alguna forma de acción más puntual y con capacidad de incidencia. Cuando la prensa o las autoridades les preguntaron quién estaba a cargo, respondieron: “Todos estamos a cargo”. Tal vez el hecho de que el centro del quiosco no haya sido ocupado por un núcleo estable de dirigentes puede ser leído, desde la teoría simbólica de la democracia, como una expresión de que el poder es un espacio vacío que no es materialmente de nadie y es potencialmente de todos;35 que se ocupa simbólicamente por los ciudadanos desde su propios imaginarios colectivos, donde la idea de democracia se basa en el reconocimiento del otro y en la afirmación, como lo señala Arendt,36 de que cada ser humano es imprescindible en su radical novedad.
Acá cada quien debe hablar desde la primera persona del singular. Nadie habla en nombre de un “nosotros” y si alguien quiere proponer una acción debe empezar a realizarla el que la propuso. Se trata de hacer propuestas que generen consensos, no disensos. (H12119 oct)
Además de lo no programático, otro rasgo que destacan es el de la fluidez, en lo que podría leerse como una alusión a la naturaleza líquida de la modernidad sostenida por Bauman.37
El movimiento para ser lo más fluido posible tiene que tener tantas diferencias como sea posible. Cualquiera que tiene una oposición diferente a la de los demás, que venga y que la exprese, no se va a tomar una decisión en su contra, no se va a mayoritear en su contra, porque todas las decisiones se tienen que tomar por consenso […] que exponga sus opiniones nos va a permitir enriquecernos a todos y tratar de encontrar esta fluidez ideal ¿no?, en la que todos realmente quepamos. Si un movimiento es muy fuerte pero en una sola dirección y se encuentra con una traba, o la derriba o se traba. En cambio aquí le puedes dar la vuelta por un lado, por el otro. Tiene esta fluidez muy diferente a los movimientos más rígidos de siempre, con líderes, con agendas, con banderas. (H42522 oct)
Desde la declaración reiterada, tanto a la prensa como en las entrevistas de que no se trata de un plantón a la espera de que el Estado responda a una demanda específica, la apuesta inicial es por la diversidad de opiniones que para ellos permite poner al movimiento a resguardo de posturas rígidas, reconociendo la necesidad de que algo habrá que ceder para construir lo común, no desde el número, sino desde la singularidad de cada persona.
Si no tenemos nada en común, vamos a tener que encontrar una forma de construir sin ningún acuerdo y eso para mí sería totalmente enriquecedor porque es recuperar la persona y no el grupo […] Toda la política se trata de grupos más grandes y más y más y más grandes. Sí, de acarreados, de obligaciones, de pagos y deudas; aquí lo que recuperamos es lo personal, se necesita que una persona quiera hacer una actividad para que esa actividad ocurra; si hay dos personas en esa actividad, ya es compartida, y cuanta más gente diferente esté aquí, más esté, más fuerza tiene esta ruptura con los grupos, con las mayorías. (H42522 oct)
En más de una ocasión se escuchó de algún entrevistado la referencia a la noción de rizomático para referirse a la naturaleza del movimiento, en alusión a la noción de rizoma38 desarrollada por Delueze:
Para mí esto es rizomático. Para mí esto es un sistema de vínculos y de conexiones que no tiene un eje central y que va creciendo de un punto a otro en el mundo y que rápidamente, en cuanto aparece un punto nuevo, ese punto es tan parte de cualquier otro […] Nuestras acciones crecen hacia todos lados […] No tienen una dirección por que no es un árbol, no tiene un tronco porque es como el pasto. Eso no es una idea mía es de mil mesetas de Gilles Delueze, ja, ja […] También el movimiento es rizomático en Internet: Tiene Twitter, tiene blog, tiene Facebook, tiene contacto con otros movimientos, tiene presencia en diferentes páginas y todo eso está conectado […] Cada uno de estos espacios es independiente y todos juntos construyen una presencia en común. (H42522 oct)
Desde esta perspectiva, la intensidad o la cantidad en relación con lo que sucedía en la acampada sur, si se pudiera cuantificar -que para efectos de este trabajo no es relevante- no dependería de la voluntad de un visionario o de un grupo de dirigentes, ni de un órgano o una directriz. No. Es más bien el efecto de la combinatoria de la voluntad de cada uno de los que cada día integran la asamblea.
Así como no cabe en el discurso de estos acampados la idea de obediencia, lealtad o disciplina porque no hay un centro, ni héroes ni modelos que seguir, tampoco hay lugar para la idea del sacrificio, la culpa o el dolor indispensable para “el parto revolucionario” que tanto caracterizó a algunos movimientos sociales de los años sesenta y los setenta.
No hay castigos, no hay reglas, no hay acciones superiores a otras, no hay una moralidad superior por quedarte aquí a dormir. Todos hacemos lo que podemos y obviamente quien está más emocionado y quien está haciendo más cosas a la vez está muy orgulloso de lo que está haciendo y lo comparte con todos. He escuchado mucha gente, incluso amigos míos que no están aquí, que dicen que una revolución tiene que ser como un parto, tiene que haber dolor y sangre, y yo digo que aquí no hay ninguna de las dos cosas y eso lo hace aún más revolucionario. (H42522 oct)
Lo que hay es un lugar preponderante en la dimensión afectiva como una forma más de vivir desde el “No somos un número, somos personas”. En un tono casi de epifanía, algunos dan testimonio de la alegría que les produce estar ahí y sentir que están viviendo algo único de manera intensa. A raíz del descubrimiento de sí mismos y del otro en el seno de una relación vivida por ellos como ellos inédita.
Yo creo que ha sido para muchos, tal cual, la piel de gallina, de llegar aquí y ver el campamento que dejamos ayer, que sigue puesto y que hay consensos y de que se avanza de distintas maneras y de que todo el mundo sigue cabiendo y de que hay niños que están participando y de que llegan de otros movimientos sociales y que nos dicen: “Oigan les trajimos”, les trajimos galletas y aquí vamos a estar para lo que necesiten.39
[...] la verdad me siento un poco raro porque es como estar viviendo una especie de sueño real, que no me la acabo de creer, porque está teniendo mucho impacto en estos primeros días y no sé si sea algo de lo que deba despertar y ya se va a acabar […] pero me gusta por lo menos soñar que se puede, en esta edad que tengo, para que se construya algo y que por lo menos algo cambie en nosotros. Que sintamos que algo está pasando, que haya unión entre la gente.
Yo de a ratos me siento bien, me siento nerviosa, me siento frustrada, de a ratos motivada, es una construcción continua. Pienso todo el tiempo en cómo podemos construir un cambio y me enojo […] quisiera llegar a que construyéramos una sociedad totalmente distinta y si es necesario para eso, me quedaría aquí toda la vida”. (M525 oct)
No sé si algún día encontraremos un modo de hacerlo electrónicamente también, pero igual, a veces es mucho más frío hacerlo electrónicamente, aunque nos da un poder y una presencia muy fuerte, no nos da el factor humano. Nuestra presencia en la plaza no se conserva en la versión digital. Ese factor humano, esa diferencia, como emocional, sentimental, no se comunica así, y también de repente nos da frío y estamos más juntos. Aquí, a diferencia de los movimientos convencionales, tienen lugar las emociones […] de repente, hemos hablado mucho de respetar los sentimientos, las emociones que finalmente en un movimiento convencional, en la política convencional, no tienen lugar. Y a partir de las personas también es lo que le da esta fuerza nueva. (H42522 oct)
La reiterada referencia a que este movimiento está creando algo que no tiene que ver con la política convencional, como ellas la llaman, puede darnos indicios de que se gesta o se fortalece una identidad generacional que se vive fundante de lo nuevo, lo diferente; sin negar con ello las resonancias de algunas de las luchas vividas por su padres.
Todos somos de una generación en que las cosas funcionan diferente, en la que pensamos de una manera diferente y, a partir de ese pensar y sentir, de eso estamos construyendo todo esto [...] Para mí las fuentes pueden estar en el mayo francés, pueden estar en la creación de internet, en la creación de los medios masivos de comunicación, personales […] hablar de que de ahí sale implica hablar de ellos como causantes y las causas son mucho más sistémicas, ¿no?, es, hay un cambio de pensamiento, y ese ocurre por todo y es muy difícil de rastrear […] también recuerdo mucha gente de la generación de mis padres hablándome del 68 y diciéndome que fue el primer movimiento, el primer acto de molestia e inconformidad, de resistencia después de la Segunda Guerra Mundial, grande organizado. (H42522 oct)
La acampada, con el tiempo, encontró los bordes de su límite y ello fue asumido por estos jóvenes como algo de algún modo esperado, a sabiendas de que la reapropiación del espacio del quiosco de Coyoacán era transitoria y de que el movimiento seguiría vivo por otras vías y formas de acción. Desde un principio se plantearon la condición de indefinición temporal en el sentido de que cada semana, en la asamblea, se preguntaban si continuaban acampados, en consonancia con los estilos de acción de otros indignados en el mundo.
Sé que en Barcelona, por ejemplo, muchos de los movimientos ya no tienen una presencia física, que muchas de las acampadas se levantaron como acampadas y continúan como asambleas, como encuentros, sin el esfuerzo, el desgaste que implica estar viviendo aquí. Yo confió en que tarde o temprano vamos a poder hacer algo así […] que deje de haber asambleas, que deje de haber actividades, quiere decir que deja de haber acampada y no es tampoco un fracaso porque no es un movimiento que tiene que mostrar su fuerza. La propiedad del espacio no está en que estemos durmiendo aquí, está en que estamos haciendo actividades. (H42522 oct)40
La presencia física de estos jóvenes en la Plaza de Coyoacán tuvo un cierre simbólico a los 99 días. Tal como lo plantearon otros acampados en otras partes del mundo, en alusión al 99 por ciento de los que viven en condiciones de inequidad económica, social y política.
Una vez que ya habíamos roto nuestra cotidianeidad, el reto estaba en pensar cómo hacer para que eso se llenara de proyectos. Queríamos propuestas que trascendieran a la acción. Nuestra idea era que, en lugar de que nos vinculara sólo el acto de la toma del espacio público, fuera la transformación de cosas más chiquitas, muy puntuales para incidir más adelante en cosas mucho más grandes y entonces generar cosas como mercados alternativos de economía solidaria. (H324 feb 2012)
Al poco tiempo, los entrevistados se integraron en mesas de trabajo y colectivos para impulsar desde ahí nuevos proyectos de educación, de defensa del medio ambiente, de producción sustentable. Meses después pasaron a engrosar activamente las filas del movimiento Yo soy 132, vivieron la experiencia de la Escuelita Zapatista y se sumaron plenamente a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, y a las protestas contra la masacre de los normalistas de Ayotzinapa.
Reflexiones finales
Desde la autonomía y la incertidumbre, desde formas organizativas de democracia directa que cuestionan las jerarquías y el verticalismo, estos jóvenes que hoy son parte de las movilizaciones protagonizadas por los estudiantes aspiran a cambios éticos y culturales que sustenten otro modo de ser y estar para abrir grietas en un mundo posthumano que desdeña la vida. Así, en 2011, en 2012 y ahora en 2014, han puesto en juego su capacidad de indignación y su propósito de construir intersubjetivamente la idea de un mundo común.
Si bien las reflexiones aquí vertidas en torno a las prácticas que desplegaron estos jóvenes durante su participación en la Acampada Sur representan apenas un atisbo de exploración muy inicial, hay claras señales de que, en el ejercicio de su ciudadanía, estos jóvenes lo hicieron desde un enfoque de la democracia cercano a la tradición intelectual conocida como Teoría Simbólica de la Democracia, y sostenida por autores41 que colocan en el centro de la acción política la necesidad de recuperación de la dignidad humana en franco rechazo contra un enfoque funcionalista42 que privilegia el mercado sobre la política, y a ésta, separada de lo social y de la ética. Desde la idea del poder político como espacio vacío y sobre la base del reconocimiento del otro en la reafirmación de que el ser humano es imprescindible, estos jóvenes indignados sostuvieron un espacio para la expresión del malestar ciudadano y la deliberación en torno a su posibles soluciones, al abrigo de una idea del ejercicio de su politicidad en términos fundamentalmente éticos y no de racionalidad instrumental. Estas formas de encarar lo público habrán de ser consideradas en el interior de los debates en torno a los procesos de formación y construcción de ciudadanía que pretendan incluir la perspectiva de los jóvenes involucrados en estas formas de acción colectiva, que, al decir de Tamayo,43 nos recuerdan que “…sin utopías la suerte está echada, iniciamos un viaje a ninguna parte y caminamos sin rumbo dando tumbos”.