INTRODUCCIÓN
La profunda crisis económica iniciada en 2008 y el elevado desempleo ocasionado por ella, han causado que España, tras más de dos décadas de saldo migratorio positivo, pasara a convertirse de nuevo en un país de emigración, tal y como lo fue durante una gran parte del siglo XX. De esta forma, el saldo migratorio español volvió a ser negativo en 2011, cuando los flujos de salida superaron a los de entrada en 50 090 personas, según datos del Instituto Nacional de Estadística de España (INE, 2015). Este saldo migratorio negativo se mantuvo en el año 2012, en el que 476 748 personas migraron al extranjero, frente a 314 358 que inmigraron. En 2013, persistió esta tendencia, siendo en dicho año España el país europeo que experimentó más emigración: un total de 532 303 personas, de acuerdo a las cifras del EUROSTAT (2015).
La economía de España está cada vez más inserta en el presente contexto de globalización, característico de la actual estructura internacional de división del trabajo, del que forman parte un número creciente de empresas del país (Sassen, 2007; Adecco, 2010; Pochmann, 2011; Brazier, 2012). Se trata de un contexto de altos niveles de paro (muy relacionados con las continuas deslocalizaciones y/o relocalizaciones empresariales), en el que se enmarcan las actuales emigraciones, que afectan sobre todo a los jóvenes más cualificados. De ahí, la expresión 'fuga de cerebros' aplicada a estos jóvenes (Ruiz, 2007; Santos, 2013; Flórez-Estrada y col., 2015), muchos de los cuales, a pesar de que tienen una formación universitaria, se ven abocados a salir al extranjero en busca de trabajo o de los empleos en concordancia con su formación que no encuentran en España. Estas circunstancias, que están en la base de la notable extensión de los sentimientos de indignación y las movilizaciones de protesta juvenil experimentadas en los últimos años en el país (Standing, 2013; Lasheras y Pérez, 2014; Sanz y Mateos, 2014), han favorecido la generalización de la tesis de la existencia de una especie de sobrecualificación de estos jóvenes (Martínez, 2013; Villar, 2014), a los que Navarro (2007) denomina como Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados (JASP). Los datos empíricos corroboran esta tesis. Así, el informe sobre migraciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (García, 2009), muestra que España posee el nivel de sobrecualificación más elevado de los países de su entorno: el 22 % de los universitarios, mientras que la media de la OCDE se sitúa en el 13.2 %.
La crisis económica ha acrecentado las dificultades para conseguir empleo, y ha elevado los niveles de precariedad entre los jóvenes españoles. De ahí, que, ante la imposibilidad de iniciar proyectos estables de vida, esta población encuentre serios impedimentos para lograr su emancipación familiar y se vea forzada a retrasar la edad de contraer matrimonio o a posponer demasiado la decisión de ser padres (De-Marco y Sorando, 2015). Por todo ello, los jóvenes españoles (especialmente los más cualificados que cuentan con un título universitario) son un colectivo muy proclive a la movilidad geográfica y/o a la migración al extranjero. Así lo indicaban los resultados del Barómetro del Centro de Investigacines Sociológicas (CIS, 2012), donde el 58.3 % de españoles con una edad comprendida entre los 18 y 24 años, y el 43.8 % de entre 25 y 34 años, estaban dispuestos a emigrar a un país europeo. Asimismo, de los que manifestaban preferencia por emigrar dentro de Europa, el 19.5 % poseía estudios primarios, mientras que este porcentaje se incrementaba en un 45.1 % para aquellos con una titulación superior, ocurriendo algo similar en los que estaban dispuestos a trasladarse a un país fuera de Europa (13.4 % estudios primarios y 34.6 % estudios superiores).
En estas circunstancias, los debates se han centrado prioritariamente en la cuantificación del número de jóvenes universitarios españoles migrados al extranjero, pero no hay consenso respecto a ello (Navarrete-Moreno y col., 2014; Domingo y Blanes, 2016). Por una parte, para auto res como González-Enríquez (2012), la emigración producida desde España está protagoni zada principalmente por inmigrantes que retornan a sus países de origen a causa de la actual crisis económica, siendo relativamente escasos los españoles autóctonos que migran al extranje ro. Según esta tesis, el aumento de españoles en el exterior, que reflejan las estadísticas, se debe sobre todo al retorno de inmigrantes nacionalizados españoles, así como al considerable incre mento de ciudadanos españoles en países latinoamericanos, producido por la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica (2007), publicada en el Boletín Oficial del Estado, núm. 310, de 27 de diciembre de 2007, en la que se establecen medidas en favor de los descendientes de emigrados y exiliados que sufrieron persecución durante la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista. El considerable impacto de dicha ley en Latinoamérica se debe a que, si bien la misma tiene un carácter general y afecta por igual a los migrados a cualquier país, el hecho es que el 95.2 % de las solicitudes procede de Latinoamérica y más de la mitad de ellas fue recibida en los consulados de La Habana (Cuba), en primer lugar, y Buenos Aires (Argentina), en segundo término (Rebossio, 2012).
Por otro lado, González-Ferrer (2013) abrió un debate, indicando que las estadísticas oficiales sobre emigración se basan únicamente en las bajas padronales, siendo sólo posibles si los emigrados se inscriben en los consulados de España. Una inscripción que, en la mayoría de los casos, no llega a producirse por los costes burocráticos y los nulos beneficios que conlleva. Por ello, las cifras anuales del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), del Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) o de la Estadística de Variaciones Residenciales (EVR), no son indicadores precisos de cuántos españoles se marchan, ni de en qué momento lo hicieron. Esta misma autora considera que la emigración de españoles se está produciendo a un ritmo bastante mayor del que muestran las fuentes disponibles, como así lo patentizan las cifras de inmigración española publicadas por organismos de Alemania (Bevölkerung und Erwerbstätigkeit. Statistisches Bundesamt) o el Reino Unido (NINo Registrations to Adult Overseas Nationals entering the UK. Department for Work and Pensions), siendo estas cifras entre 4 y 7 veces mayores que las que indica el INE de España.
Más allá de los debates, en torno a la magnitud del fenómeno migratorio, no existen estudios que, apoyados en sus propios discursos, muestren cómo viven los jóvenes emigrados estos procesos migratorios, a qué obedecen, cómo se inician y con qué dificultades chocan. Así, frente a la gran cantidad de trabajos sobre cómo los inmigrantes que llegan a España experimentan estas mismas cuestiones (Álvarez, 2012; Requena y Sánchez-Domínguez, 2011; Torres, 2014), son inexistentes los estudios sobre los emigrantes que salen.
El objetivo de este trabajo fue conocer cómo los jóvenes universitarios españoles emigrados construyen y reconstruyen sus identidades a lo largo del proceso migratorio, y qué factores influyen en esa reconstrucción.
MATERIALES Y MÉTODOS
Siguiendo a Bertaux (2005), se considera que, a través del estudio conjunto de los relatos de vida, elaborados por inmigrantes que a pesar de residir en lugares muy diversos (Uzbekistán, Reino Unido, Suiza, Japón, Finlandia, Hungría, Alemania y Austria), viven situaciones y mundos sociales equiparables, se podrá ir más allá de sus singularidades y lograr una representación de los componentes colectivos comunes a la generalidad de esas situaciones y mundos sociales.
A través del programa Skype, se hicieron por internet 30 entrevistas en profundidad a jóvenes de nacionalidad española, con edades entre los 25 y los 35 años, en posesión de titulación universitaria y trabajando en el extranjero, los cuales fueron seleccionados por constituir en su conjunto una muestra significativa de la realidad de la juventud cualificada española migrada al exterior. Las entrevistas se realizaron durante los meses de noviembre y diciembre del año 2013 y marzo de 2014, desde una sala habilitada en el Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada, España. La información obtenida de las entrevistas se analizó siguiendo los postulados del muestreo teórico, seleccionando información hasta alcanzar la saturación teórica, la cual se obtuvo con las 15 entrevistas que se discuten en este trabajo; entendiendo por saturación teórica el punto en el que las nuevas entrevistas no aportaban información adicional relevante de cara al análisis, cuya finalidad era la búsqueda de regularidades y diferencias en los procesos de evolución y reconstrucción de las identidades de los jóvenes universitarios españoles migrados al extranjero. En las entrevistas se consideraron las siguientes variables: el sexo, el núcleo de procedencia, la profesión desempeñada en el país de destino, el nivel de estudios/profesión de los padres, el hecho de haber disfrutado previamente de una beca de movilidad en el extranjero, la experiencia migratoria de la familia cercana, y el país de trabajo (Tabla 1).
Las entrevistas fueron grabadas mediante el programa Call Graph y transcritas literalmente para su posterior análisis, empleando la Grounded Theory (Teoría Fundamentada en Datos), procedimiento útil para desarrollar categorías que muestren las pautas más importantes en los datos. Así, aplicando el método de comparación constante, basado en la búsqueda de similitudes y diferencias, mediante el análisis de los incidentes contenidos en los discursos (Trinidad y col., 2012), se llegó a la tipificación de tres categorías fundamentales para explicar las transformaciones acontecidas en las identidades de estos jóvenes a lo largo de sus procesos migratorios: la españofobia, la españofilia y la identidad híbrida.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En los jóvenes españoles estudiados, emigrados ante el escenario de crisis económica y desempleo en que se encuentra España, sus mundos y situaciones sociales son equiparables, como también lo es el hecho de que todos ellos sean titulados universitarios. Sin embargo, interpretan sus contextos, construyen sus estrategias y se insertan en la sociedad de destino de maneras muy diferentes.
Procesos identitarios en los jóvenes emigrados
En su proceso de integración en la sociedad de destino, las identidades de los jóvenes inmigrantes no permanecen estáticas, sino que se van definiendo y redefiniendo (construyendo y reconstruyendo), según las situaciones de interacción (sociocultural y/o psicológica) que dicho proceso propicia. Se van configurando así diferentes formas de las identidades de estos jóvenes, las cuales se desarrollan en función de cómo van apareciendo y resolviéndose los choques entre las expectativas imaginadas al inicio del proceso migratorio y las situaciones que realmente se encuentran, así como de la posición socio-laboral alcanzada, de la barrera idiomática o de la imagen construida de esos jóvenes y las subsiguientes actitudes ante ellos mostradas por la sociedad receptora. A este respecto, las identidades de los jóvenes españoles emigrados fluctúan entre lo que aquí se ha tipificado como la españofobia, la españofilia y la mutación a una nueva identidad híbrida entre el mundo de partida y el de acogida, de índole más o menos cosmopolita, y que aparece una vez que los jóvenes han sido asimilados por la nueva sociedad (Tabla 2).
La españofobia como discurso adquirido en el contexto español
Con anterioridad a su 'salto migratorio', los jóvenes universitarios han experimentado en España un contexto de desempleo, frustración y pesimismo, lo cual ha contribuido a propiciar entre ellos la emergencia y el desarrollo de discursos españofóbicos, caracterizados por la repulsión hacia una sociedad española que identifican con la corrupción, y vinculan el hecho de quedarse en el país con la falta de futuro, la precariedad y la explotación laboral, la frustración y la mala calidad de vida. Para estos jóvenes no emigrar supone fracasar, renunciar a las posibilidades reales que a su juicio ofrece su salida de España, tal y como se muestra seguidamente: "En España se notaba ese ambiente de malestar, todos mis amigos estaban parados, sin dinero, sin futuro. Yo no quería seguir así, era un ambiente muy negativo para mí, no me quedaba más remedio que marcharme" (E8, 26 años, Leeds, West Yorkshire, Reino Unido, 12 de diciembre, 2013); "La decisión la tomé porque a nivel psicológico y de mi vida personal en España estaba mal, yo veía que lo único que no tenía, que me faltaba, era un trabajo. No lo encontraba, que pasaba un año, que pasaba otro año, y otro año... y no encontraba trabajo, no tenía nada que hacer, no tenía futuro en España, mi futuro lo había perdido. Entonces la opción de emigrar cada vez se me iba apareciendo como más real, a pesar de que yo nunca quería abandonar España, porque la emigración siempre es un proceso muy duro para una persona, vaya a donde vaya o venga de donde venga, entonces la idea cada vez se me iba haciendo más real y emigré" (E12: 28 años, Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014).
Por tanto, la españofobia es común en los jóvenes anteriormente a su decisión de emigrar, y su aparición y desarrollo está en consonancia con el ambiente de desempleo, pesimismo y frustración en el que se desenvuelven sus vidas en España. Por ello, la búsqueda de una vida propia y la emancipación familiar, a través de la consecución de un trabajo, se convierten en los motivos principales de su decisión de emigrar: "Tener la independencia de poder vivir por tu cuenta para mi es algo muy importante, y en España era algo que no podía hacer, ha mejorado bastante mi situación, desde que he salido de España hasta aquí, mi situación ha mejorado muchísimo. Tengo estabilidad porque tengo independencia sobre todo, porque yo en España vivía de mis padres, yo no podía vivir de mi misma porque no podía conseguir un trabajo. Y aquí, ha sido un cambio radical, porque he sentido que yo misma domino mi vida, tengo independencia y tengo toda la estabilidad que busco" (E12: 28 años, Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014); "Los españoles que conozco son todos también licenciados universitarios que han venido aquí por la misma razón por la que he venido yo, porque en España no tenían salida laboral, no podían seguir desarrollando sus carreras y vinieron aquí, y aquí la verdad es que han mejorado, porque por lo menos han conseguido lo que todos vamos buscando, un poco de estabilidad económica, y un poco tener la vida propia nuestra ¿no?, es lo que vamos buscando" (E11: 32 años, Budapest, Hungría, 6 de marzo, 2014).
Igualmente, la decisión de emigrar es potenciada por las expectativas de mejora laboral, econó mica y vital adquiridas en la sociedad de origen. Estas expectativas se desarrollan en el imagina rio de los jóvenes a partir de sus conversaciones con otros migrantes y por la información, con cierta frecuencia distorsionada, de los medios de comunicación de masas (Torres, 2014). Por una parte, a veces, los primeros tienden a exagerar o inventar las situaciones que realmente viven, a la vez que a ocultar su pérdida de estatus en el nuevo país. Por otra, dichos medios suelen ofrecer los arquetipos de Alemania, el Reino Unido o Finlandia, como 'paraísos' para muchos jóvenes cualificados, contribuyendo así a elevar desmesuradamente las expectativas de los que deciden emigrar: "La gente que entra en Facebook solicitando ayuda es prácticamente a diario, entonces sí que yo intento que la gente no se deje llevar por la impresión que se tiene de Finlandia en España, porque no tiene mucho que ver lo que te cuentan allí con lo que es la realidad aquí, hay mucha gente que piensa que aquí es fácil tener un sueldo alto. Luego están los que han visto [informaciones televisivas sobre] la educación en Finlandia, y hay gente que se les va la cabeza tanto que pretende venirse aquí solamente por darle una mejor educación a sus hijos y. bueno, venirse a Finlandia solamente porque el sistema educativo de aquí te han dicho que es mejor que allí es sencillamente una locura" (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Redefinición del discurso españofóbico hacia la españofilia
Una vez que se produce la llegada al país receptor comienza el proceso de redefinición de la identidad y de los discursos que la sustentan (Figura 1). De esta forma, el original discurso españofóbico puede evolucionar hacia el españofílico, a medida que los jóvenes emigrados experimentan el choque con la nueva situación socioeconómica y cultural. Esto les lleva a sentirse entre dos realidades: la de origen y la de las dificultades y barreras propias del inicio migratorio, lo que les suele incitar a añorar el confort, la familia y las relaciones sociales primarias que dejaron atrás. Se desarrolla así el discurso españofílico, como mecanismo de defensa ante la tensión y el desconcierto inicial que provoca la emigración (Orozco, 2013): "Cuando llegas te agarras a un clavo ardiendo y estás todo el rato pensando en tu casa, en tus amigos, en tu familia, te das cuenta de todo lo que has dejado atrás" (E2: 31 años, Southampton, Reino Unido, 7 de noviembre, 2013); "En España tenía una vida social muy grande, tengo allí muchos amigos, salía, entraba, y estaba siempre ocupado, y me lo pasaba bien. Aquí llegas y es una vida desde cero, sin conocer casi gente, sin conocer a nadie, entonces empezar de cero siempre es difícil y va más lento. Quizás allí en España era un poco mejor en el sentido de que llevaba muchos años y lo tenía todo hecho, aquí me lo estoy haciendo ahora" (E11: 32 años, Budapest, Hungría, 6 de marzo, 2014).
Se produce una profunda modificación de los referentes sociales e individuales de los jóvenes emigrados, confrontados a obstáculos como la barrera idiomática, la discriminación o el choque cultural. Ello provoca que, al inicio del proyecto migratorio, aunque desde la distancia, sigan vin culados mentalmente a sus orígenes, por lo que tratan de buscar un entorno inmediato similar al que dejaron atrás: "Yo vine aquí pensando en juntarme poco con españoles, luego cuando llevas un tiempo ves que los necesitas, porque encima de que no hablas muy bien inglés, pues cuando vas a una reunión sólo de inglés, te ves un poco. no sé, no rechazado, pero que no te enteras de las cosas y aquí estamos en Hungría. Entonces cuando me junto con muchos húngaros, entre ellos hablan húngaro, y a veces te sientes un poco rechazado, entonces al final acabas buscando españoles" (E11: 32 años, Budapest, Hungría, 6 de marzo, 2014). La identificación se produce con el endogrupo formado por otros españoles emigrados: "Al principio nos ayudó mucho conocer más españoles en Uzbekistán, creamos un grupo interno de expatriados en el que nos movemos, donde seguimos las costumbres, fiestas y también las tradiciones propias de España" (E7: 35 años, Tashkent, Uzbekistán, 10 de diciembre, 2013). En estos discursos españofílicos la estrategia de adaptación no pasa por asimilarse a la cultura mayoritaria receptora, sino por arroparse en un grupo de iguales formado por otros españoles emigrados, donde se intenta mantener las costumbres españolas, o por lo menos se trata de seguir reproduciendo las mismas en el nuevo escenario vital; es decir, se tiene aquí un caso de lo que se podría tipificar como reterritorialización de esas costumbres (Reyes, 2011).
Entre las razones que favorecen el desarrollo de estas actitudes españofílicas y/o de refugio, entre otros españoles emigrados, estaría la discriminación o estigmatización, por parte de la sociedad receptora, relacionada a menudo con la dificultad de superar las barreras idiomáticas: "No creo que esté aceptada, pero no por ser española, es porque mi inglés no es muy bueno..., bueno ahora es mejor, pero por ejemplo, cuando yo vine aquí, mi jefa yo creo que era racista en general con todos los extranjeros, porque a los ingleses no les gusta la gente que habla otro idioma y que no hablan inglés, entonces se ponen muy agresivos y no están acostumbrados a aprender otro idioma, están acostumbrados a que todo el mundo hable inglés; entonces no se esfuerzan en hacer que entiendas nada" (E8: 26 años, Leeds, West Yorkshire, Reino Unido, 12 de diciembre, 2013); "Si te puedo decir que pasan de ti y no quieren seguir hablando contigo, porque se dan cuenta de que no entiendes su inglés y no se quieren esforzar. Veo rechazo en el idioma, porque ellos están acostumbrados a que todo el mundo hable inglés y lo hablen bien" (E9: 31 años, Leeds, West Yorkshire, Reino Unido, 15 de diciembre, 2013). Estas barreras son propias del inicio migratorio y de la primera etapa de adaptación a la nueva sociedad, donde la cultura mayoritaria (dominante), tanto directa como indirectamente, obliga a los jóvenes a asimilarse, comenzando así el proceso de aculturación. La manera en que, en cada caso, se afronta y se resuelve el choque con estos obstáculos iniciales será fundamental en la reconstrucción de la identidad de los jóvenes emigrados y en la posibilidad de su regreso o no a España.
Potenciación de la identidad españofílica y posibilidad de retorno
Durante el proceso migratorio cada emigrado se 'reinventa' según las condiciones de llegada, el choque entre las expectativas albergadas y el contexto que realmente encuentra y sus percepciones y valoraciones de ese contexto. Este proceso de adaptación es clave en la evolución de su identidad y en la posibilidad de retorno (Martín, 2004). Existen una serie de factores contextuales que inciden sobre la identidad, y que, sino son superados en el proceso de adaptación, pueden culminar en el desarrollo de una fuerte identidad españofílica y en el retorno a España. Entre estos factores destacan: conseguir un empleo poco cualificado y por tanto sufrir una pérdida de estatus social, no llegar a superar la barrera idiomática, dificultad para resistir el clima del nuevo entorno o ser estereotipado negativamente por la sociedad receptora.
Mantener un empleo poco cualificado y mal remunerado, durante un periodo largo de tiempo, in dica una pérdida de estatus social tras la emigración. Ello ocasiona un conflicto interno derivado del choque entre las expectativas albergadas en España y lo que realmente encuentra el emigrado en la sociedad receptora, lo cual suele incrementar la identidad españofílica, como defensa ante la frustración generada en el nuevo contexto.
En segundo lugar, está la barrera del idioma que, como se ha visto anteriormente, supone un fuerte obstáculo por la 'discriminación idiomática' que provoca. El proceso de aculturación/asimilación pasa por el correcto aprendizaje del idioma, lo que contribuye a debilitar las tendencias hacia la españofilia; es decir, las necesidades de buscar apoyo en un endogrupo de relaciones primarias, conformado básicamente por otros españoles emigrados. Contrariamente, la no superación de la barrera idiomática suele llevar al reforzamiento de las actitudes y el discurso españofílico. A menudo, la escasez de tiempo, debido a las largas jornadas de trabajo, no favorece el contacto con la población autóctona y, por lo tanto, no ayuda a dicha superación:"En el trabajo tengo un idioma intermedio, pero en el momento que salgo de ahí no hablo prácticamente nada. o sea, un nivel totalmente básico, una vez que salgo del trabajo tengo poco tiempo para relacionarme con la gente, y en el trabajo el idioma que se aprende es poco, son palabras relacionadas con el trabajo, pero no como para mantener una conversación" (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Otro aspecto que dificulta la adaptación es el clima, factor principalmente señalado por jóvenes migrados a países de clima frío y nublado (Hungría, Finlandia o Reino Unido). Este clima afecta incluso al estado anímico y a la salud psicológica de estos inmigrantes procedentes de un entorno cálido y soleado como el español: "Cuando vives en países como este (Finlandia), donde es prácticamente invierno todo el año, llueve constantemente, hace frío, no ves el sol, eso empieza a afectarte personal y psicológicamente. No tiene nada que ver con España, en España podías hacer vida social, pasear por la calle, aquí la gente no sale, el tiempo impide las relaciones en la calle, divertirse, salir, aquí es imposible" (E10: 31 años, Helsinki,Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Finalmente, otro de los factores principales ( junto con la calidad del empleo encontrado y cómo ello afecta al estatus social), que inciden en la reconfiguración de la identidad de los jóvenes emigrados, es la percepción que se tiene de la sociedad española en la sociedad receptora. Así, una imagen estigmatizada de dicha sociedad dificulta la autopercepción y la autopresentación en el nuevo entorno del joven español migrante, en tanto que éste puede tender a verse y presentarse a sí mismo condicionado por cómo siente que lo ven en el país donde trata de establecerse (Goffman, 2001). La suma de todos estos factores puede generar una españofilia extrema, una nostalgia y deseo de retornar a España que sólo es frenado por la crisis económica que atraviesa el país: "Me gustaría volver a España, llevo ya muchos años aquí y parece que esta etapa se tiene que acabar, pero me frena la crisis, la situación de España, el miedo a la inestabilidad, por eso prefiero esperar y posponer mi vuelta" (E3: 25 años, Suiza, 10 de noviembre, 2013).
Proceso de aculturación: refuerzo de la españofobia o mutación a una nueva identidad híbrida
El proceso de resistencia y superación, de las barreras propias del inicio migratorio, conlleva a una gradual asimilación al espacio geográfico y social de la sociedad de destino. Ello implica una modificación de los referentes territoriales y culturales que sustentan la propia identidad, la cual se reconfigura y relocaliza en ese nuevo espacio; es decir, experimenta una especie de reterritorialización (Calderón y Szmukler, 2000; Merino, 2008; Entrena-Durán, 2012). Este proceso puede llegar a su punto álgido una vez que el emigrado ha pasado una larga etapa (6 a 7 años), en la sociedad receptora. Tal periodo de tiempo supone una fuerte desadaptación a la cultura y forma de vida españolas, de tal manera que, cuando el emigrado retorna ocasionalmente, se siente fuera de sitio y no encuentra su lugar: "Una etapa de 2 o 3 años en un país extranjero es fundamental, es buenísimo para cualquier persona, aprendes un idioma, te abres, conoces otra gente, conoces otra cultura, pero lo que pasa es que también llega un momento que cuando ya pasas de los 6 o 7 años., ya te desadaptas al modelo español de vida, y cuando vuelves a España no te encuentras cómodo tampoco, entonces también hay un momento en el que hay que saber volver a España" (E1: 35 años, Tashkent, Uzbekistán, 3 de noviembre, 2013); "Al volver a España me siento rara, perdida, fuera de lugar, como si fuera una turista o una inmigrante dentro de mi propio país. Todo se me hace raro y desconocido, me siento como una alemana que visita España"(E13: 25 años, Friburgo, Alemania, 13 de marzo, 2014). Este comportamiento de los jóvenes españoles guarda una estrecha relación con el manifestado por los jóvenes migrantes que retornan a la localidad de Atencingo en Puebla (México). En ambos casos, la pérdida o debilitamiento de la red social del migrante que retorna ha sido reportada como una de las causas que dificultan la reinserción del joven migrante en la sociedad a la que trata de volver (Espinosa-Márquez y González-Ramírez, 2016).
En el proceso de aculturación se puede acabar desarrollando una identidad híbrida, cuya for mación no depende únicamente del dilema de pertenencia subyacente al binomio origen-destino, sino también de la multitud de espacios en los que interactúa el migrante (relación con la familia y los amigos de España, a través de internet, con migrantes de otros países, con personas del país receptor, entre otros). Todo esto contribuye a que el migrante transite hacia una nueva identidad, cuyo grado de integración en la sociedad receptora contrasta claramente con el de la identidad españofílica. En ésta, ante la frustración y el choque con la nueva realidad, el emigrante tiende a replegarse en una supuesta mismidad e identidad originarias, a las cuales acaba por idealizar y mixtificar.
A diferencia de lo anterior, el inmigrante que ha adquirido la referida identidad híbrida no se siente anclado a un único territorio, sino que se percibe a sí mismo, algo así como perteneciente a todas partes; en suma, participa de esa especie de cosmopolitismo, que conlleva la adquisición de identidades globales, un tanto desterritorializadas (Granado, 2012; Peña, 2012). Unas identidades que, por lo tanto, se caracterizan por la pérdida de la relación 'natural' de la cultura que las sustenta con determinados territorios geográficos y sociales (Appadurai, 1996; Tomlinson, 1999; García-Canclini, 2001). Por ello, conceptualmente, hablar de desterritorialización conlleva también hablar de aquellas tendencias, derivadas de la globalización, que tienden a diluir la relación existente entre cultura y territorio que tradicionalmente ha sido inherente a la idea del Estado-nación. Todo ello está en la base de la formación de esas identidades desarraigadas de su territorio de origen (o sea, desterritorializadas), a las que se ha hecho referencia antes, manifestaciones de las cuales se muestran en los comentarios siguientes de algunos de los entrevistados: "Reino Unido es un lugar muy cosmopolita, conoces a gente de Francia, Alemania, Italia, muchos españoles (...). Eso te hace desarrollar una identidad y una forma de ver las cosas muy diferente, te conviertes en algo menos español y más mundial, más multicultural, es algo difícil de explicar" (E5: 32 años, Edimburgo, Escocia, 17 de noviembre, 2013); "Muchas veces me preguntan que de dónde soy, y a veces le contesto a la gente que del mundo, porque, tampoco tengo como una, que no estoy ahí como enraizada en un sitio, no sé cómo explicarlo" (E13: 25 años, Friburgo, Alemania, 13 de marzo, 2014).
Así, aparece una nueva identidad del migrante, caracterizada por una desterritorialización (física e incluso mental) y por la construcción de un imaginario, según el cual se autopercibe a sí mismo como perteneciente simultáneamente a dos mundos: el de su propia sociedad de origen y el nuevo mundo de acogida, más abierto y cosmopolita, el cual ofrece infinidad de espacios sociales diferentes con los que identificarse. Esto genera, a veces, incertidumbres y crisis de identidad: "Llega un momento que no sabes quién eres, no sabes a qué lugar perteneces, cuál es tu sitio (.). Estás entre el aquí y el allí, sin saber que pasará y dónde estarás mañana" (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013). Se manifiesta en estas palabras un sentimiento de desarraigo, de no pertenecer a ningún sitio. Ello constituye una situación muy propicia para el desarrollo de sensaciones de anomia y/o de falta de referentes claros a los que aferrarse. No obstante, en los casos en que esta situación se supera de una forma que podría ser tipificada como 'exitosa', es cuando se afianzan más las actitudes y las identidades de índole cosmopolita. Otro aspecto de la identidad de este tipo de migrante es el 'vivir a corto plazo'. El hecho de dejar atrás un entorno social ya construido (familia, amigos, hogar.) y la antedicha falta de referentes claros de identificación, le incita a no tener un proyecto de vida definido (dudas ante el retorno o la reinmigración), por lo que tiende a actuar según una visión cortoplacista: "Cuando emigras aprendes a no tener proyectos a largo plazo, tu vida gira en torno a la incertidumbre, no sabes cuánto tiempo estarás fuera, si volverás o no, cuándo volverás, no puedes pensar en el largo plazo, aprendes a vivir el día a día" (E12: 28 años, Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014).
No se puede afirmar que el proceso de aculturación genere inevitablemente la antes referida cosmopolita y más o menos desterritorializada identidad del migrante, ya que ciertos hechos pueden provocar una asimilación a la sociedad de destino, a la vez que tiene lugar el fortalecimiento de una identidad españofóbica. Esto puede ocurrir cuando, tras la emigración, tiene lugar una excepcional mejora de la situación socioeconómica y personal (en comparación con los demás españoles emigrados), lo que provoca que algunos emigrados traten de distanciarse de su origen y de sus compatriotas, en vista de la desfavorable posición de muchos de los otros inmigrantes españoles en la jerarquía social de la sociedad receptora (Veredas, 1999; Martín, 2004): "Yo no me considero española, no me gustan los españoles que hay por aquí, son unos vagos, se conforman con poco, solo saben juntarse entre ellos. Yo tengo un puesto más alto, no he venido aquí a fregar platos como los demás, yo soy más británica, más de aquí" (E2: 31 años, Southampton, Reino Unido, 7 de noviembre, 2013). En este último discurso se percibe una estrategia similar a la del 'síndrome del nuevo rico' (Veredas, 1999); es decir, cuando el inmigrante cualificado ha conseguido en el extranjero una posición social acorde a su preparación, se produce un cambio en su sistema de referencias valorativas en cuanto a la autopercepción, enfatizando la clase social y la posición laboral alcanzada, a la vez que manifestando ideas y/o actitudes que rayan ese 'fervor' característico, con el que muchos conversos rechazan sus identidades originarias y se aferran de manera casi fundamentalista a su nueva situación socioeconómica y cultural. En consonancia con ello, estos migrantes terminan modificando su percepción del país de origen e interiorizando el rol de 'talentos perdidos' para ese país, al que responsabilizan de ello: "La verdad es que España está desaprovechando a sus jóvenes, somos personas muy preparadas que estamos trabajando para otros países, es una pérdida de capital y un rechazo a unos jóvenes muy preparados" (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Sin embargo, lo que sí comparten ambas identidades (la españofóbica y la aquí definida como una nueva identidad híbrida del migrante), es que tienden a afianzarse después de un largo periodo del migrante en la sociedad receptora; sobre todo, cuando ello acaba propiciando un proceso de aculturación, lo que anula prácticamente la posibilidad de retorno en los discursos construidos por los migrantes que participan de esas dos identidades: "Cuando pasas mucho tiempo fuera te desadaptas, si te estás cinco o seis años en otro lugar, ya te cuesta volver, te olvidas de tu país, de su ritmo de vida, te sientes un extraño a la vuelta, entonces comprendes que puede que ya no haya retorno" (E1: 35 años, Tashkent, Uzbekistán, 13 de marzo, 2013).
La superación de las barreras propias del inicio migratorio y del choque cultural, tras la llegada a destino, acaban dando paso a un proceso de asimilación a la sociedad receptora que suele con llevar que la migración adquiera el carácter de no retorno.
CONCLUSIONES
Los jóvenes universitarios, que se ven impelidos a emigrar, no cuentan con dos requisitos esenciales para asegurar su paso a la condición de adultos: un proyecto vital propio y un empleo duradero que les permita llevarlo a cabo. De ahí, que estos dos factores sean las causas principales que originan las migraciones cualificadas. A lo largo de su proceso migratorio, los jóvenes se enfrentan a diversos escenarios que inciden sobre sus estrategias de adaptación, sus identidades y los discursos que sustentan las mismas. La identidad españofóbica puede comenzar a ser redefinida tras experimentarse la toma de contacto del emigrado con la cultura diferente de la nueva sociedad, lo que se debe, principalmente, a las dificultades para superar las barreras migratorias (idioma, choque cultural, discriminación, entre otras) y a la pérdida de los vínculos relacionales y los referentes sociales de tipo primario (en particular, con sus amistades y familiares). Ello provoca en el emigrado una reorientación de su identidad hacia la españofilia, como manifestación de su nostalgia y consiguiente búsqueda de un entorno social inmediato de algún modo similar al que se dejó atrás. La manera en que se encaran y superan o no estos obstáculos es clave en la reconstrucción de la identidad del migrante y en la posibilidad o no de su retorno. La no superación implicaría una posición españofílica extrema que incrementaría la posibilidad de retorno, mientras que la superación daría lugar a un proceso gradual de aculturación. Este proceso comenzaría tras una etapa más o menos larga en el país de llegada, lo que conllevaría un progresivo distanciamiento de la cultura española, pudiéndose generar, ya sea una especie de sensación de desconcierto o anomia, motivada por la gran diversidad de escenarios y marcos sociales con que puede encontrarse el emigrado a una gran ciudad, o bien una identidad híbrida entre la de la sociedad de origen y la de destino, o incluso se llega a producir la asimilación a la cultura receptora o la constitución de una identidad más abierta y cosmopolita. De todos modos, en la etapa de aculturación, la identidad puede ser redefinida en función del mayor o menor grado de integración alcanzado en la sociedad receptora, así como del prestigio social de ello derivado. Por ejemplo, conseguir un empleo acorde con el nivel de cualificación de la persona emigrada y con un salario elevado (persona que de esta forma ve cumplidas sus expectativas migratorias) podría tender a afianzar una identidad españofóbica como forma de defensa de la nueva posición social lograda, y como un modo de identificarse (asimilarse) con la nueva cultura de acogida. Sea como fuere, no se debe olvidar que las antedichas españofobia, españo-filia o la mutación hacia una nueva identidad híbrida, son sólo distintos 'tipos ideales' (en el sentido weberiano) de configuración de las identidades de los emigrados. En cualquier caso, los referidos tipos de identidad, así como los respectivos discursos que las sustentan, no son realidades esenciales o estáticas claramente identificables en determinados tiempos y lugares del proceso migratorio, sino que han de ser vistos sólo como meros referentes o prototipos construidos aquí con el fin de analizar cómo se forman y evolucionan las identidades de los emigrados a lo largo de dicho proceso.