Introducción
Dentro del imaginario global sobre las culturas menonitas destaca el sistema agrícola y la habilidad que tienen estos grupos para ganar terreno, hacerlo cultivable y productivo, lo que se ha convertido en su carta de presentación para aspirar y lograr su integración en todos los continentes del planeta.1 Su modelo productivo, sostenido por una organización sociocultural de fuertes fundamentos religiosos, se ha desarrollado en el tiempo, de acuerdo a los contextos geográficos y políticos nacionales, que han marcado fuertes tensiones culturales en su historia de éxodo. Varios hechos históricos han obligado a estos colectivos desplazarse debido a las restricciones que vulneran su autonomía étnica (Taylor, 2005); pero, igualmente, por el proyecto de raíz campesina que los obliga a buscar terrenos para explotación agropecuaria.
Esta tendencia los llevó al sur de México, a los estados fronterizos de Campeche y Quintana Roo. En este último estado, limítrofe con Belice, los asentamientos menonitas están creciendo desde principios del siglo XXI. Es aquí donde la colonia-ejido de Salamanca surge como tema de interés, pues su estudio constituye un reto acerca de la conformación de un territorio donde se desarrolla un particular modo de vida, trascendiendo las meras intenciones de colonizar, a propósito de la exigencia y presiones del entorno determinadas por las variadas formas de interrelacionarse con la población local y los operadores gubernamentales en los niveles federales, estatales y municipales. En tal contexto, estos grupos enfrentan, hoy por hoy, discursos ambientalistas que cuestionan los referentes productivos y económicos de eficiencia que han sostenido culturalmente, escala crítica que ubica a este caso en los temas de las agendas globales sobre el futuro de los sistemas alimentarios y la viabilidad campesina.
La elección teórica y metodológica parte de una revisión crítica del modelo de acceso a recursos de Blaikie (1996) que incorpora las dimensiones sociales, políticas y económicas al análisis de la vulnerabilidad socioambiental en contextos de desastres. Sin embargo, se agrega la dimensión cultural y se elabora un esquema ad hoc para observar y explicar la vulnerabilidad socioambiental, como una condición social caracterizada por la fragilidad de los recursos (materiales, naturales y humanos) y su aprovechamiento dentro de un territorio (espacio habitado) expuesto a presiones externas e internas. Se sostiene, además, que las respuestas a las exigencias hechas al sistema territorial dependen del acceso familiar o comunitario a recursos físicos, económicos, políticos y socioculturales. Esta es la noción subyacente que explica cómo los elementos constitutivos de un sistema agrícola campesino reaccionan, interactúan y generan procesos, que posibilitan la recuperación ante situaciones de riesgo productivas y de reproducción sociocultural, a partir del perfil de accesos. En términos ecológicos a estos procesos se les nombra resiliencia.
En congruencia con lo anterior se recurrió a herramientas antropológicas, como el trabajo de campo para la recolección de datos. En Salamanca se contó con la colaboración de ejidatarios, familias y autoridades. El método etnográfico permitió desplegar técnicas como la observación participante, conversaciones y entrevistas semiestructuradas y a profundidad con distintos actores del sector privado y gubernamental;2 la información obtenida en campo constituye la base de la narración etnográfica (Angrosino, 2012).
A partir de lo anterior, la propuesta metodológica permite caracterizar la vulnerabilidad socioambiental del sistema agrícola menonita y su organización sociocultural. Asimismo, se buscó tener un referente histórico del papel que representa la actividad agropecuaria en esta cultura para comprender cierta evolución sobre la constitución económica global de la comunidad y advertir los canales o vías de su diversificación productiva y laboral en términos de la pluriactividad.
Antecedentes
Con su primera migración a Danzig, en la Prusia Oriental, a mediados del siglo XVI (Loewen et al., 1996), los menonitas lograron desarrollar un modelo de agricultura intensiva, implementando el sistema de drenaje, presas y canales de agua, y manejo ganadero pastoril (Gurski y Kawinska, 1995), que logró ubicarlos como buenos agricultores, artesanos e incluso comerciantes (Urry, 1983). Ese hecho inauguró un ciclo de migraciones itinerantes por todo el mundo, obligando a este grupo a cambiar su residencia debido a la necesidad de encontrar territorios propicios para su reproducción, en una perspectiva étnica que se ha transformado a lo largo de cinco siglos.
La manipulación y adecuación del delta del río Vístula, en el antes reino de Prusia, permitió el desarrollo exitoso del trabajo agrícola menonita. Las primeras técnicas documentadas hacen referencia al arado de la tierra, utilización de dos terrenos complementarios con el fin de reproducir la fertilidad y la rotación de cultivos (Loewen et al., 1996). Sin embargo, históricamente la agricultura tradicional se enriqueció al implementar técnicas productivas exitosas, incluso en suelos pobres, al integrar trabajo agrícola y ganadero, cultivos de leguminosas, pastos y papas. Esta apertura les trajo el reconocimiento de buenos agricultores (Schlabach, 1979).
La agricultura menonita ha pasado por etapas importantes de modernización en las cuales sus cultivos se han vuelto más productivos. A los pocos años de su llegada a Rusia (1789-1840), la producción ganadera y equina formó parte de su sustento económico, posteriormente optaron por la crianza de ovejas, aunado en todo momento al trabajo artesanal (Longhofer, 1993). En la década de 1820, la agricultura comercial menonita figuró como el gran impulsor del desarrollo económico del país (Staples, 2009), la cual continuó durante todo el siglo XIX. En su momento, el manejo exitoso de un sistema de autoconsumo y excedentes posibilitó su incorporación al mercado impuesto por el capitalismo (Schlabach, 1979). Ese éxito agrícola se atribuyó al uso de máquinas de vapor y molinos (Krahn, 1955), a nuevos métodos agrícolas y, una vez concluida la Guerra de Crimea (1853-1856), a la demanda de semillas, siendo el trigo el principal cultivo (Longhofer, 1993).
En Estados Unidos y Canadá, países hospederos desde 1870, continuaron con las prácticas agrícolas propias; más adelante, experimentaron un declive en la producción por dificultades económicas producto de la Segunda Guerra Mundial, así como por los avances tecnológicos agrícolas contra los cuales no pudieron competir (Naka, 2008; Regehr, 1988). Para 2007, en Estados Unidos se reportó únicamente el 8% de población menonita dedicada a la agricultura (Naka, 2008), mientras que en Canadá se ha documentado un despunte de negocios exitosos encabezados por menonitas, principalmente desarrollado en el sector rural agrícola de servicios (Regehr, 1988).
Otro periodo relevante en esa evolución del sistema de reproducción y producción menonita se da en México, a donde llegaron en 1922.3 Ocho años después de su asentamiento emprenden la mecanización para el trabajo agrícola, y es hasta 1955 cuando se logra la totalidad de su implementación, además del uso de fertilizantes, plaguicidas y técnicas de selección vegetal (Klassen, 1997; Dangla-Pelissier, 2014). La integración menonita en México, implicó modificaciones a las prácticas agrícolas que desarrollaron en Canadá, cambios realizados desde la perspectiva agrícola como sistema.
Al principio, la agricultura menonita adoptó el maíz y luego el frijol en parcelas mexicanas debido a la importancia de estas semillas en el consumo de los mexicanos (Musalem, 2005). Para el año 1925 el lino significó la principal cosecha junto con otros cultivos como cebada, avena, centeno, trigo y papas (Aboites, 1995).
Aunado a la agricultura, los menonitas en México incursionaron en la cría de ganado -vacuno y porcino-, para satisfacer parte de sus requerimientos de dieta: los embutidos. Posteriormente, reactivaron la industria lechera y sus derivados como queso y crema para su comercialización (Musalem, 2005).4 En conclusión, los menonitas mexicanos son considerados como "productores especializados dependientes de sectores de abasto y de distribución/venta en cadenas largas con un tipo de agricultura adaptado en una gran diversidad de climas" (Dangla-Pelissier, 2014: 36).
La clave del sistema agrícola menonita trasciende el mero aspecto productivo de autosuficiencia y excedentario. Los menonitas de Campeche y Belice (Chenaut, 1989; Schüren, 2007), destacan la autonomía del régimen comunitario como el eje de su modo de vida, como el centro de su sistema de reproducción: "abandonar las tareas agrícolas significa renunciar a ser miembros de su comunidad", "romper el orden endogámico y jurídico" vulnera esa misma capacidad de autonomía. Estudios sobre las colonias ubicadas en el municipio de Hopelchén, Campeche, documentan las características del modelo agrícola que han desarrollado los menonitas en tierras mexicanas. Según Schüren (2007), quien realizó su estudio entre los años 1993 y 1998, la mayoría de los agricultores cuenta con una superficie cultivable de entre 15 y 20 hectáreas -la mayor parte mecanizada- y algunas familias han sabido aprovechar los avances tecnológicos introduciendo cultivos de semillas mejoradas, fertilizantes, pesticidas y riego por goteo, en tanto que la siembra tecnificada y comercial se basa en maíz y sandía. La unidad doméstica también produce bienes para el autoconsumo como carne, queso, pan, huevos, legumbres, leche, ropa, entre otros (Schüren, 2007).
Por su parte, Uh (2013) documenta5 que el trabajo agrícola de la colonia Salamanca, en el municipio de Bacalar, Quintana Roo, es realizado por los mismos integrantes de la comunidad y se basa principalmente en el cultivo de frijol, maíz y sorgo, los cuales son sembrados de manera rotativa en un régimen de temporal. Esta producción requiere del barbecho y arado de la tierra, y tras las primeras lluvias realizan la siembra; en este proceso se usan insumos químicos como fertilizantes y plaguicidas.
Como se advierte en este recuento histórico, el sistema agrícola menonita se ha caracterizado por ser flexible en términos de producción, adaptable de acuerdo a las características ambientales y climatológicas de cada sitio y se ha beneficiado por las estructuras políticas de cada país. A pesar de tales investigaciones, los estudios sobre el sistema agrícola menonita y la transformación de los entornos en México aún son escasos.
A partir de lo anterior, la propuesta metodológica del presente estudio propone caracterizar la vulnerabilidad socioambiental del sistema agrícola menonita y su organización sociocultural, de acuerdo a una revisión crítica de lo planteado en el modelo de acceso a recursos de Blaikie (1996). Con estas consideraciones se reelaboró un esquema ad hoc para observar, documentar y sistematizar los ejes del esquema de vulnerabilidad, en conjunción con variables culturales en torno a la organización familiar y comunitaria. A través de la noción de vulnerabilidad se explica cómo los elementos constitutivos del perfil de accesos identificados en un sistema agrícola campesino reaccionan, interactúan y generan procesos que posibilitan su recuperación ante situaciones de tensión o riesgo de la producción y la reproducción sociocultural.
El modelo ah doc permite operacionalizar el concepto de vulnerabilidad, para definir el perfil de acceso a recursos utilizando cuatro de las nueve guías6 establecidas por Blaikie (1996): 1) recursos y activos, 2) oportunidades de ingreso y calificaciones de acceso, 3) estructuras de dominio, y 4) opciones de hogar. Para cada uno de estos aspectos se establecen los indicadores respectivos en este estudio particular. Estas guías operan la transversalidad del perfil de acceso a partir de cuatro dimensiones: socioculturales, físicas, políticas y económicas. El tipo de relaciones establecidas entre estas variables dan cuenta de la lógica de la reproducción de un sistema y la especificidad de la vulnerabilidad.
El trabajo de campo realizado requirió de herramientas cualitativas para la recolección de datos. El método etnográfico permitió desplegar técnicas como la observación participante, conversaciones y entrevistas semiestructuradas y a profundidad con distintos actores del sector privado, gubernamental y con la misma sociedad menonita de Salamanca, como en otras partes de la región fronteriza México-Belice en donde se encuentran otras de estas comunidades.
Salamanca: Un ejido-colonia menonita
El asentamiento de la colonia menonita se localiza en el ejido de Salamanca, en el municipio Bacalar, a cinco km de la cabecera municipal y a 48 km de la ciudad capital Chetumal, Quintana Roo (Figura 1). Dentro de los parámetros culturales de este grupo adherido a la religión adventista, este tipo de comunidades se les conoce como Old colony o Altkolonier debido al estilo de vida austero, deslindado de avances tecnológicos como electricidad, aparatos electrónicos y vehículos motorizados.7
La fundación de esta comunidad al sur de México da cuenta de la movilidad de los menonitas desde el arribo a esta nación y la subsecuente distribución hacia el sur del continente americano. Los antecedentes de la colonización y dispersión menonita en México son muy ricos y ocupa un estudio diferente al tema de este artículo,8 baste señalar que su llegada a este país se enmarca dentro de las políticas migratorias de cambio del siglo XIX al XX, promovidas en el Porfiriato y fomentadas por gobiernos postrevolucionarios. Fue en el periodo del presidente Alvaro Obregón cuando se dio el ingreso de los menonitas dentro de las estrategias gubernamentales con el fin de poblar los territorios del norte y capitalizar la economía con inmigrantes de probada solvencia financiera, amplias capacidades productiva y laborales (Domínguez, 2003); paradigma en el que encajaban los menonitas: pues habían triunfado donde otros habían fracasado en el sur de Rusia y Crimea (González, 1993).
De esta manera se proyectó el arribo de estos grupos provenientes de Canadá que emprendieron una epopeya colonizadora desplazándose con carretas en trenes, autobuses, arreando ganado, trasladando familias y maquinaria por todo Norteamérica (Domínguez, 2003). Obregón les concedió el privilegum -al que habían recurrido como condición de su integración a cualquier país-, exentándolos del servicio militar y la educación religiosa. Finalmente, se instalaron en Chihuahua y Durango en medio de una política de desarrollo agrario y debates sobre la viabilidad de su integración "por su organización social y religiosa" (González, 1993: 131-133). En ese tránsito y con el motivo de establecer una nueva colonia, llegan a Quintana Roo familias provenientes de los distritos de Corozal y Orange Walk, jurisdicciones localizadas al norte de Belice, con otras que arribaron de Chihuahua. Fue en el año 2000 cuando los pioneros establecen comunicación con los líderes menonitas, establecidos en el estado de Campeche, para recibir asesoría legal con el fin de facilitar el proceso de obtención de terrenos productivos.
Así, la organización social se despliega desde el sistema de gobierno cívico, religioso, autonómico y étnico que dicta los parámetros de la producción y la reproducción familiar y comunitaria. La evolución social, basada en principios religiosos, propicia que los menonitas de México se forjen en el interior del territorio y se fortalezcan al mantener distancia del resto de la sociedad nacional, aunque es de destacar que la interacción que viven es cada vez más compleja.9 Aspectos como el control territorial y sus propias instituciones para la educación y la atención a la salud, entre otras, son clave para ratificar su condición de autonomía. Desde tal enfoque, la comunidad de Salamanca se ve a sí misma como un grupo conservador, tradicional, en oposición a otros colectivos de igual raigambre, vistos como progresistas o modernos.
La organización comunitaria parte del control territorial a través del patrón de asentamiento, un estilo típico de esa cultura, conocido como campos.10 En cada campo existe una calle principal y granjas individuales hacia ambos lados del camino, tal como lo reportó Chenaut en la década de los años ochenta del siglo XX, en referencia a la colonia menonita de Blue Creek en la frontera de Belice con México (Chenaut, 1989).
Tierra y agua
El primer aspecto del modelo de acceso recursos y activos se concentra en la tierra y el agua. Para identificar estos referentes es necesario repasar la conformación agraria. Salamanca tiene una extensión de 5 000 hectáreas, según los registros agrarios locales cuenta con 250 familias y 30 ejidatarios legalmente constituidos. En sus orígenes Salamanca pertenecía al ejido Bacalar, a quien pagó por los terrenos, con los subsecuentes trámites agrarios, para obtener su independencia.
Las primeras familias que adquirieron terrenos en el polígono, durante el 2001, se asentaron en el Km 10 -espacio ubicado en el camino hacia el poblado de Reforma- e iniciaron el desmonte de las respectivas parcelas. Sin embargo, fue hasta 2005 cuando se formaliza la conformación del ejido Salamanca; el costo fue cubierto gracias a un préstamo solicitado al banco de Belice, pero debido a los altos intereses se optó por liquidar la deuda con otro préstamo activando las redes de parentesco con familiares en las colonias beliceñas.
La consolidación de la infraestructura agrícola actual corresponde a dos procesos relacionados con el cambio y uso del suelo forestal a agropecuario. El primer proceso abarca las primeras acciones que, los primeros integrantes de la comunidad, ejecutaron en los cuatro campos iniciales con un área aproximada de 960 hectáreas.11 El segundo proceso consistió en extender la frontera agrícola sobre 2 500 hectáreas, sin consentimiento oficial, debido a las inconsistencias de la normativa ambiental; sin embargo, la tarea resultó beneficiosa y sin ningún percance, pues la posesión ejidal, y la ejecución de obras para adecuación de terreno, los respaldó ante posibles sanciones legales.
El acceso al agua es otro elemento central y este asentamiento cuenta con el uso por medio de la categoría de libre alumbramiento y, por otra parte, accede a aguas subterráneas que no requieren concesión. El nivel freático en el terreno ejidal es variable, los pozos perforados dan evidencia que puede encontrarse desde los cinco hasta los 30 metros de profundidad. El aprovechamiento de tal recurso para la agricultura requiere de una concesión de goce. Como aplica la legislación en materia de aguas nacionales, se exenta de pago a quien se dedique a actividades agrícolas en localidades rurales menores a 2 500 habitantes, así como para el uso doméstico en las unidades agrícolas.
Los pozos son el medio para obtener agua del subsuelo y abastecer los hogares y los campos agrícolas, algunos de ellos cuentan con permiso de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), pero la mayoría no. Son los ejidatarios quienes pueden solicitar este recurso formalmente, y han intervenido como terceros en el trámite de concesión del uso del agua para el resto de los miembros de la comunidad.12 Esta estrategia permite socializar el acceso al agua y combinar lo común con lo privado.
Los sistemas de riego convencionales funcionan por medio de alimentación eléctrica para las bombas, pero es precisamente el suministro eléctrico el que va contra los principios religiosos. Es por esto que la mayoría de los menonitas que accedió a equipo de riego lo mantiene fuera de operación, pues, sin electricidad, necesitan motores de combustión -diésel o gasolina- para bombeo, lo cual resulta demasiado costoso; se estima que para regar una superficie de 50 hectáreas , se requiere una inversión de alrededor de $18 000. De hecho, únicamente tres grandes productores son los que cuentan con sistema de riego en operación, ya que los menonitas -que en su momento accedieron a sistemas de riego- consideran inviable esta forma de cultivo.
El riego por goteo es otra forma en que los agricultores aprovechan el agua de pozo para sus cultivos de hortalizas -que por lo general ocupan una o media hectárea-, principalmente durante las épocas secas del año. Pero para los cultivos en extenso, se opta por el agua de lluvia de temporal. Estos procesos de apropiación y utilización de recursos son ejes transversales del sistema social y agrícola, al que se suman elementos económicos y sociales, que determinan las oportunidades de ingreso de cada hogar.
Trabajo agropecuario y pluriactividad
Dentro del modelo de Blaikie la oportunidad de ingreso y calificación de acceso se refieren a las elecciones laborales o productivas que cada hogar desarrolla para aprovechar sus recursos y activos, e identificar los recursos materiales y atributos sociales necesarios para cada ocupación laboral. Desde esta definición se considera al trabajo agropecuario y la pluriactividad en su conjunto como los principales indicadores para explicar cómo las comunidades menonitas acceden al recurso físico y social.
En la actualidad, el medio rural se ha convertido en un espacio donde confluyen, además de la actividad agrícola, una diversidad de ocupaciones productivas que abarcan escalas locales e internacionales. Esta pluriactividad sectorial puede ser entendida desde los cambios sociales, económicos y políticos que se presentan en un espacio determinado (Grammont, 2004). En este contexto se inscriben lo menonitas, cuyas ocupaciones laborales están en función de las necesidades del espacio regional, donde la experiencia de movilidad representa un gran bagaje.
La historia menonita enseña que el trabajo en el campo es la ocupación tradicional que los hace vivir de acuerdo a su cultura. Para los habitantes de Salamanca, las ocupaciones agropecuarias ya no son las únicas opciones laborales, trabajos en el sector servicio como operación de maquinaria, reparación de automóviles y el comercio de productos madereros, se ha convertido en una alternativa para generar ingresos para el hogar.
Desde el punto de vista económico, la producción agrícola se convierte en la principal premisa, pues de esta forma la familia permanece unida, ocupada en el trabajo y, según sus parámetros morales, "alejada de tentaciones o malos pensamientos", como se suele reiterar entre las familias cuando se refieren al mundo conservador de las costumbres.13 Es por eso que el control territorial para los trabajos agrícolas a nivel familiar dispone de una superficie sustantiva (90%).
En Salamanca se estima que existen alrededor de 3 000 hectáreas destinadas a la agricultura. Esta extensión territorial productiva es operada por familias e impulsada por créditos económicos y programas gubernamentales. La siembra de granos como soya, sorgo y chigua (calabaza local) y, en menor medida, frijol, maíz y cacahuate, forman parte de los cultivos tradicionales de esta colonia; algunas hortalizas como cilantro, chile habanero, sandía y tomate también son productos que generan ingresos para los hogares.
La ganadería es otra actividad considerada como opción para la ocupación laboral de las familias, la crianza de animales incluye vacas, puercos, borregos y pollos. También la apicultura, que a pesar de ser una de las actividades históricas productivas de la región, entre la comunidad menonita es marginal, pues únicamente dos familias complementan sus ingresos con la producción de miel.
En términos generales, cada hogar aprovecha la carne y los derivados de los animales para satisfacer el autoconsumo, sea a corto o a mediano plazo, a través de conservas. Como ejemplo, se puede mencionar el envasado de carne de cerdo, cuya elaboración requiere del trabajo de toda la familia y participan tanto hombres como mujeres, niños y niñas. Todos los integrantes participan en la matanza del animal, la preparación de utensilios, limpieza y cocción de la carne. Una vez obtenido el producto, se guarda en frascos de cristal con un poco de sal para ser cocinado al vacío, así se aseguran de contar con alimento para todo el año. Otra forma de preparar la carne es ahumándola. Cada miembro de la familia desempeña tareas de acuerdo a su género y edad, de tal manera que al final todos son merecedores de este alimento. Las despensas menonitas suelen ser modestas y almacenan, prácticamente, los comestibles preparados por ellos mismos en los que se incluyen también conservas de frutas.
En el sector secundario, las ocupaciones son diversificadas y complementarias para el sustento familiar. La confección de ropa, carpintería, producción de queso y carbón vegetal son actividades productivas al interior de la comunidad. La manipulación de los textiles la realizan especificamente las mujeres, quienes desde pequeñas se familiarizan con las técnicas y el trabajo que conlleva confeccionar la vestimenta y los blancos del hogar. Estas manufacturas cubren las necesidades del hogar, pero, en la actualidad, algunas jóvenes realizan coloridos tapetes para vender a otros miembros y de esta forma, contribuyen al ingreso familiar. En otro eslabón de este sector, cabe destacar la producción de carbón vegetal, principal impulsor económico durante la fundación de Salamanca. No obstante, debido a las regulaciones ambientales en torno a esta actividad productiva, se ha optado por frenar dicha actividad.
Finalmente, en el sector terciario o de servicios, se presenta la mayor diversidad de ocupaciones laborales, sea al interior o exterior de la comunidad, donde resalta la presencia masculina en actividades comerciales. Al interior de la colonia se ofertan empleos de maestros, tenderos, trabajadores en bodega de granos, en construcción de casas, ocasionalmente, algunas jóvenes suelen trabajar como ayudantes en las tareas del hogar de otras familias. Al exterior laboran en distintas localidades de la región como operadores de maquinaria pesada para desmonte y perforación de pozos.
Los negocios intracomunitarios vinculados con la agricultura son comunes entre las familias y son prácticas corrientes actividades como preparar la tierra, sembrar, fumigar, aplicar fertilizantes y cosechar, el préstamo o la renta de maquinaria. A pesar de contar con hectáreas disponibles para el trabajo agrícola, algunas familias deciden rentar la tierra a conocidos a fin de contar con algún ingreso. El pago se negocia previo a la siembra, en algunos casos esta transacción representa la sexta parte del valor de la cosecha.
Como se ha descrito, las oportunidades de ingreso en la colonia son diversificadas en cada sector productivo de manera equitativa para hombres y mujeres, aunque prevalece la división tradicional de actividades de acuerdo al sexo. A pesar de que la tenencia de tierra es un común denominador entre ellos, la falta de acceso a capital económico frena la producción agrícola a escala familiar. De esta forma, las actividades relacionadas con la manufactura y el sector servicio representan oportunidades de ingreso factibles para cada integrante de la familia; además, como es tradición en medio rural, las personas aprenden oficios desde edades tempranas.
De esta forma, la pluriactividad se convierte en la base de la resiliencia como respuesta a la vulnerabilidad por la diversificación de los ingresos familiares, como el hecho de que, dentro de sus parámetros de género, las mujeres contribuyen a la economía doméstica, a la par de que la participación laboral masculina es más amplia. A una escala mayor, la comunidad en su conjunto brinda recursos socioculturales de reciprocidad y cohesión que proveen elementos de continuidad dentro del sistema agrícola y social.
Organización comunitaria
El cuarto aspecto del modelo de Blaikie retoma las estructuras de dominio -definidas a partir de la organización interna comunitaria y los incentivos aplicados al campo- que promueven el acceso a los recursos políticos, económicos y físicos desde la perspectiva de un hogar en sociedad. En este caso, la labor agrícola de las comunidades menonitas está consolidada en los mercados comerciales y laborales de distintos entornos, pero tiene un soporte en los programas de fomento rural gubernamentales (estatales y federales). Es por esto que se analizan las relaciones políticas comunitarias, en asociación con las entidades públicas y privadas, para comprender la organización productiva a nivel colectivo como individual.
Tales recursos brindan capacidades útiles para el desempeño productivo y no solo se limitan a aspectos físicos o materiales, sino que incluyen aspectos sociales; tanto el ámbito comunitario como familiar, son claves para conformar el perfil de acceso de algún hogar, y así lograr la reproducción de su forma de vida y construir relaciones transcomunitarias. De esta forma, lo planteado por González (2010), en función de los factores económicos, ambientales y sociales como procesos a lo largo del tiempo, pueden dar referencia de un sistema agrícola en general.
El control territorial de la colonia en Salamanca determina campos divididos en parcelas de once hectáreas, sin embargo, se han considerado tres campos con parcelas de 6 hectáreas para los hogares con un perfil económico bajo. Esta excepción se contrapone a las familias que logran acceder a más de una parcela, con el fin de destinarlas únicamente a la agricultura. Si bien, el espacio es amplio, su principal objetivo es mantener la infraestructura del hogar en el mismo sitio donde se desarrolla la actividad agropecuaria. Sin embargo, la colonia ha llegado a su límite de ocupación, para el año 2016 había 16 campos, siendo los más recientes ocupados por productores de mayor ingreso económico y por familias jóvenes.
En cuanto a la organización religiosa, ésta se conforma por un obispo, siete pastores, un diácono y alguien encargado de la administración de los bienes de los huérfanos; tales líderes tienen como misión predicar y ser ejemplo vivo de la obediencia estricta a las reglas o convenciones religiosas; estas autoridades establecen sanciones a quienes cometan actos contrarios a la norma religiosa. Por su parte, el liderazgo secular asume la responsabilidad de ser modelo del cumplimiento religioso y de la organización colectiva. La comunidad cuenta con un comisariado ejidal y suplentes encargados de los asuntos de la política al exterior de la comunidad, sobre todo en acatamiento a la ley agraria. Esta estructura es el rostro formal de la representación ejidal, y es la única función que cumple.
Las autoridades que están al servicio de la población, al interior de la colonia, son el gobernador, el encargado de caminos (ambos con sus respectivos suplentes) y los jefes de campo. El gobernador es la figura principal para las cuestiones organizacionales de interés comunitario, se encarga del reparto y compra-venta de parcelas, además de fungir como vocero de la comunidad ante cuestiones externas que involucren entidades privadas o públicas.
Es de destacar el trabajo organizacional que ha impulsado la producción agrícola de Salamanca. La colonia cuenta con una bodega comunitaria que se desempeña como facilitador productivo y comercializadora de los granos producidos. Las instalaciones están conformadas por una bodega de químicos, tres silos (dos con capacidad de 1 200 toneladas y uno de 250 toneladas), un elevador de granos y un secador. La adquisición de este equipo fue posible en gran medida por los recursos de los programas gubernamentales federales que ofreció el Fideicomiso de Riesgo Compartido (Firco).14
Actualmente, la bodega cuenta con un registro de 287 productores beneficiados, la mayoría es de Salamanca, pero también ofrece servicios, en menor medida, a productores menonitas de Cuatro Banderas, El Bajío y Santa Fe -ubicados al noroeste de la ciudad de Bacalar entre los ejidos Buena Fe y Nuevo Jerusalén-, así como agricultores de Bacalar y de la zona cañera de Río Hondo del sur de Quintana Roo. Con el paso del tiempo, los menonitas se han organizado para formalizar cinco cooperativas, por medio de las cuales obtienen recursos públicos provenientes del Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), institución que ha facilitado recursos económicos y técnicos. Dicha entidad ha incentivado el trabajo agrícola, independientemente de la capacidad financiera de los productores. El tipo de crédito para avío y capital de trabajo alcanza montos de hasta $20 millones a liquidar en un periodo de seis años.
El acceso a financiamientos requiere de asegurar el capital invertido, es por eso que, en caso de una mala cosecha, los productores deben haber contratado previamente a una empresa aseguradora. Los menonitas han trabajado con aseguradoras como Dinámica Agrícola Peninsular S.A. de C.V., Protección Agropecuaria Compañía de Seguros S.A. (ProAgro), entre otras; en la actualidad, se ha firmado un convenio con la aseguradora Ve por Más S.A. de C.V., con intereses del 10% anual. En el proceso de consolidación de la infraestructura agrícola resalta la interrelación comunitaria y gubernamental. Respecto a las relaciones con las entidades gubernamentales, que promovieron el acceso a recursos físicos como tierra y agua, se revela una serie de inconsistencias de cumplimiento normativo federal en materia agraria y ambiental, a favor del perfil de acceso de los hogares menonitas. En segundo lugar, y para incentivar la producción agrícola, el acceso económico proveniente del ramo agrario ha aportado al afianzamiento de las figuras cooperativas menonitas.
Opciones de hogar
Cada vocación laboral exige calificaciones personales y grupales para su desarrollo, es así que, aunque las oportunidades de trabajo son variadas en cualquier sector productivo, solo algunas resultan ser opciones para determinadas familias. Los hogares de Salamanca son diversos laboralmente hablando, pero unificados en su identidad rural. La agricultura es la ocupación por excelencia de los menonitas, actualmente, el sistema agrícola se consolidó gracias al acceso a los recursos físicos y socioculturales. La estructura social cooperativa del sistema ha permitido establecer relaciones políticas con las entidades gubernamentales y privadas, a fin de fortalecerse y obtener recursos necesarios para la producción.
Aunado a lo anterior, el desarrollo de esta actividad ha implicado utilizar insumos que hacen más eficiente la producción, por ejemplo, tecnología de semillas modificadas genéticamente15 y diversos agroquímicos. Estas innovaciones productivas, congruentes con la visión eficientista y productivista de la agricultura menonita, han generado inconformidades y disgustos entre grupos ambientalistas, campesinos, apicultores e indígenas de la región. Esta situación ha trascendido a la opinión pública, como el reporte sobre la demanda de amparo interpuesta de comunidades mayas de Campeche, Quintana Roo y Yucatán contra el permiso otorgado para la siembra de soya transgénica (Pérez, 2015).
Desde entonces, la prensa ha registrado una serie de protestas, como la suscitada en diciembre de 2015, que está relacionado con los amparos de campesinos y apicultores del poniente de Bacalar, contra el permiso para la siembra comercial de la soya Solución Faena en Quintana Roo. El argumento sostuvo que este tipo de agricultura intensiva acaba con los bosques y degrada el suelo; y finalmente que el uso de los agroquímicos está matando a la población de abejas (Aguilar, 2016). En abril del siguiente año, el juez sexto de distrito brindó una resolución a favor de los pueblos campesinos y apicultores. En el fondo, parte de la preocupación en la opinión pública, es que este proceso da cuenta de inconsistencias de la política oficial que incumplió con el derecho a consultar a las comunidades involucradas (Ortiz, 2016).
Las actividades productivas en el sector secundario, y la subsecuente pluriactividad de las familias de la comunidad menonita, demuestran que la red social interna se caracteriza por contar con una interdependencia utilitarista de interés económico y cultural. Esta forma de complementariedad laboral aporta accesos económicos a las familias y, al mismo tiempo, refuerza la cohesión sociocultural que les permite vivir bajo los estándares establecidos por su cosmovisión. Finalmente, las opciones laborales en el sector terciario son las más comunes entre los jóvenes que aún no cuentan con terreno propio y que están en edades casaderas; la contratación por parte de empresas locales representa un sueldo seguro para ellos y brinda oportunidades para conocer la región que habitan, novedades tecnológicas y la posibilidad de interactuar con otras sociedades. Cualesquiera que sean las opciones de los hogares para el sustento familiar, el acceso de tipo social fundamentado en su cultura y pautas religiosas, les permite afrontar cualquier situación que vulnere su bienestar. Como en cualquier sociedad, existen diferencias entre los mismos pobladores, sin embargo, la organización social propia les brinda apoyo económico en cualquier situación de necesidad.
La organización sociocultural menonita promueve una práctica grupal, basada en la solidaridad entre los individuos, para lograr la cohesión comunitaria bajo los estándares religiosos. Redekop (1969) menciona que la creencia del sistema menonita se expresa en su comportamiento económico y social, por ejemplo, en el desempeño laboral. Con la actual demanda de trabajo en el sector servicio de la región fronteriza México-Belice, los y las menonitas, que optan por laborar fuera de su comunidad, se enfrentan a nuevos modos de vida y consumo, dejando abierta la comunicación a nuevas ideologías.
Conclusiones
Son dos los aspectos a resaltar dentro de los aportes de este trabajo. Por un lado, el estudio de una comunidad campesina, cuya historia de asentamiento es reciente, lo cual permite reconstruir el proceso de la conformación territorial y de su integración en el sur de México. Al tratarse de un grupo menonita, destaca su proyecto de reterritorialización, pues esta comunidad, heterogénea y diversa, es ampliamente conocida por su expansión geográfica en todo el mundo y su habilidad de domeñar distintos ecosistemas, ampliando sus recursos de acuerdo a los medios políticos, sociales, culturales y económicos. Se pudo documentar la lógica y centralidad de las prácticas y transformaciones culturales de una comunidad eminentemente agrícola, cuyo modelo productivo primario resulta complejo al articular otros sectores económicos de servicios y manufactura que, de igual forma, redunda en su diversificación productiva y laboral en la construcción de procesos económicos pluriactivos. Todo ello, echando mano de vínculos familiares, comunitarios, y lazos estratégicos regionales, nacionales y transnacionales, tanto privados como públicos.
Por otro lado: la aplicación del modelo acceso a recursos físicos, políticos y económicos, pone en el centro del análisis la vulnerabilidad y la capacidad de los grupos sociales y su entorno para medir los alcances de sus aprovechamientos. No obstante, al ampliar el esquema a la dimensión sociocultural, se documenta cómo el sistema general experimenta presiones internas (pluriactividad ampliando e intensificando los horizontes económicos más allá del sector primario tradicional) y externas (inercias políticas y gubernamentales, y discursos ambientalistas). Estos niveles solo pudieron aprehenderse a través de la dimensión sociocultural que queda fuera del esquema blaikiano y, por lo tanto, lejos de los registros cuantitativos que prevalecen en modelos de este tipo.
La persistencia de tal esquema es el eje de un proyecto cultural sostenido en la reterritorialización geográfica, adaptándose a culturas y entornos diversos, demostrando habilidad para ganar y hacer cultivable la tierra, e incorporando la pluriactividad dentro de esa economía rural. Sin embargo, parte de la construcción de ese mismo proyecto revela las oportunidades diferenciadas al interior del grupo menonita; es el caso de los contrastes entre los hogares con un perfil de acceso amplio y otro con un menor perfil. Los primeros cuentan con distintas oportunidades laborales, centradas en la producción agrícola con los activos necesarios (maquinaria y tecnologías), asegurando el futuro con ahorros y almacenamientos de conversas y granos. Los segundos recurren a la inserción laboral fuera de la agricultura y de la comunidad a lo largo del año dentro un mercado laboral o comercial precario.
Históricamente este sistema agrícola busca la eficiencia productiva y, aún para los grupos más conservadores, el uso de semillas mejoradas genéticamente y de productos químicos es parte de los insumos. En este marco general, la comunidad menonita se encuentra en una paradoja cultural alrededor de la utilización de tecnología genética, frente a los recursos básicos para la siembra en tierras de temporal en su mayoría. Dicho modelo tiene la impronta cultural orientadora de un estilo de vida y un desarrollo propios, hoy día más expuestos a restricciones ambientales. Ese mismo esquema ha permitido cierta continuidad de ese grupo étnico como agricultores exitosos, incluso en el contexto de las desalentadoras tendencias en la agricultura mexicana.