Las personas somos entes complejos resultado de la confluencia de diferentes factores biológicos, psicológicos, sociales e históricos, de tal suerte que no es lo mismo ser mujer en México que en Suecia o en Nueva Guinea; es decir, no solo la biología nos determina sino que es ésta inscrita en un espacio y tiempo sociohistóricos determinados. Así, un hecho o fenómeno social puede tener más de una explicación considerando quien lo interpreta, pues si bien hay consensos culturales que se asumen como verdades absolutas, cada grupo cultural posee consensos diferentes, trayendo como consecuencia una amplia gama de «verdades» posibles. Solo por mencionar algunos ejemplos, el sacrificio personal ante el bienestar de un grupo, como la familia o un grupo religioso, puede ser considerado algo sumamente positivo en algunas culturas (del Águila, 2005), pero visto como terrorismo por otras; por otro lado, si una persona ha crecido en un sitio donde cuestionar a la autoridad se considera positivo, se sorprendería al llegar a un espacio donde cualquier pensamiento disidente es criminalizado y reprimido. La forma en cómo se conoce, percibe, produce y reproduce el mundo depende pues de las circunstancias biológicas, sociales, culturales, psicológicas e históricas en las que una persona está situada y de la interpretación que de estas se tienen en contextos específicos.
En el presente estudio se busca conocer la forma en que la cultura es internalizada por personas de diferentes contextos socioculturales dentro de un mismo territorio, el cual ha sido considerado como homogéneo en estudios transculturales: México. Aunado a lo anterior, se busca conocer las diferencias entre hombres y mujeres en estos territorios donde presumimos existen elementos sociohistóricos que podrían marcar diferencias entre las formas de vivirse hombre y mujer en el Distrito Federal y en Guanajuato, las dos localidades consideradas en el estudio. Hofstede (1980), en la década de los 70, realizó un estudio considerado clásico, cuya finalidad era conocer cuáles eran los valores culturales de 50 países. En él, concluye que la cultura es parecida a un programa computacional conformado por modelos de pensar, sentir y actuar específicos; señala, además, que dicho programa es compartido por un grupo determinado y transmitido a las nuevas generaciones. Este programa sería entonces un elemento que ayuda a determinar diferencias entre los distintos países; el autor separa las características del «programa» en cuatro grupos o patrones culturales que no son mutuamente excluyentes, a saber: la distancia hacia el poder, la evitación de la incertidumbre, la masculinidad-feminidad y el individualismo-colectivismo. Durante mucho tiempo, se pensó que algunas formas de ser que caracterizan a los seres humanos se ubicaban en los extremos opuestos de un continuo. En los últimos años, los estudios en ciencias sociales muestran que las personas tendemos a ser más complejas que eso, y que, en todo caso, características que se consideran opuestas nos pueden definir en forma simultánea y hasta superpuesta, de modo que podemos ser solidarios en algunas ocasiones, pero en ciertos escenarios, actuamos en forma egoísta sin ninguna reserva. Esta forma de funcionar se ha observado también cuando hablamos de los valores y la orientación cultural, como en el caso del individualismo y el colectivismo, conceptos que, se suponía, constituían polos contrarios (Hofstede, 1984), pero que las evidencias fueron mostrando que más bien se trata de dos dimensiones relativamente independientes que pueden convivir e incluso combinarse en una cultura (Correa, Contreras, Ramírez y López, 2002; Hofstede, 1984; Triandis, Bontempo, Villareal, Asai y Lucca, 1988).
Respecto a la distancia hacia el poder, Hofstede (1980) encuentra diferencias culturales respecto a la forma en la que las personas conceptualizan el poder y las jerarquías sociales que devienen de este. Advierte que las culturas con poca distancia hacia el poder tienden a regirse por leyes y normas, las cuales pueden ser de carácter institucional o sociales, y si bien reconocen la existencia de jerarquías de poder, suelen cuestionar el statu quo; por su parte, las culturas con alta distancia al poder consideran las jerarquías como inmutables, de tal suerte que la inequidad, los símbolos de estatus, los privilegios y los abusos de poder, incluso los más extremos, son vistos como normales. La evitación a la incertidumbre es otro patrón cultural que alude a la baja tolerancia a la ambigüedad y al temor por lo desconocido; las personas provenientes de culturas con preponderancia de este patrón prefieren continuar en su situación actual antes que intentar nuevas estrategias; las culturas con mayor evitación a la incertidumbre necesitan reglas y estructura formales; la institucionalización de una «forma correcta» de hacer las cosas es uno de los elementos más importantes de este tipo de culturas (Lucker, 2002).
En relación con el patrón cultural de masculinidad-feminidad, Hofstede (1980) define a las culturas masculinas como aquellas que están centradas en la independencia, la productividad, la asertividad, la competencia, el éxito, el logro y el interés por la resolución de conflictos a través de la negociación y el compromiso; mientras que las culturas con rasgos femeninos serían, según Hofstede, aquellas en las cuales existe un interés por los otros antes que por sí misma(o), y se valoran características como la modestia, la armonía interpersonal, la satisfacción con los demás y la participación equitativa entre hombres y mujeres respecto al trabajo remunerado y no remunerado (Lucker, 2002). Respecto a este patrón cultural, es de destacar la forma en la que los términos masculinidad y feminidad se emplean para aludir a estereotipos de género; asumir como correcta esta denominación llevaría a asumir como propias de un sexo características que son socialmente asignadas a estos en culturas occidentales, pero de ninguna forma producto de características biológicas predeterminadas (McKinnon, 2012). La búsqueda de armonía y la modestia no son propias de las mujeres, como tampoco la productividad y la competencia lo son de los hombres (Duranti, 2011): a manera de ejemplo, los kaulong, en Nueva Guinea, consideran que las mujeres poseen biológica o naturalmente dotes para el cortejo de los hombres, son ellas quienes deben de iniciar el acercamiento hacia sus parejas llevándoles obsequios como comida y tabaco para poder tener relaciones sexuales con ellos; son las mujeres quienes poseen biológicamente características como la autodeterminación, «el punto de vista kaulong invierte los papeles activo y pasivo del hombre y la mujer occidentales» (Moore, 2012, p. 32). De tal suerte que algo considerado con raíces biológicas en Occidente es solo una forma de construcción-asociación, socialmente aceptada, de las características que deben poseer los cuerpos de las mujeres y los hombres.
Finalmente, respecto al individualismo-colectivismo, Hofstede (1980) señala que las culturas individualistas son aquellas en las cuales las necesidades y el bienestar individuales son antepuestas a las del grupo o comunidad; además, se promueven la independencia y la autosuficiencia. En una cultura individualista, las decisiones, los logros, las metas y los deseos suelen definirse como personales, no como colectivos. Las personas que provienen de culturas de este tipo consideran como prioritarios el prestigio social, el éxito, el dominio, la riqueza personal; son competitivas, y más proclives a ser creativas y a buscar nuevas emociones. Por otro lado, en las culturas colectivistas, las personas suelen definirse más en función de sus vínculos dentro del grupo que por las características personales que poseen, y se valora el sentido de comunidad; hay interés por el bienestar de las y los demás, preocupación por la justicia social, compromiso con las tradiciones y costumbres culturales (Gouveia, Milfont, Martínez y Paterna, 2011; Lucker, 2002). Las obligaciones, en las culturas colectivistas, son prescritas por los roles que cada persona ejerce dentro de su red social; las instituciones como el Estado, la Iglesia o la Escuela son vistas como una extensión de la familia, de acuerdo con Gouveia et al. (2011). Dicho de otro modo, el individualismo está conformado por un conjunto de valores que enfatizan la autonomía de las personas, mientras que el colectivismo agrupa valores que destacan la dependencia de los individuos respecto de sus grupos de referencia o de pertenencia (Triandis, 1990).
Singelis, Triandis, Bhawuk y Gelfand (1995) señalan además que el individualismo y el colectivismo pueden dividirse en al menos dos diferentes dimensiones: horizontal (se refiere a las relaciones entre iguales) y vertical (alude a relaciones jerárquicas). Así, en el individualismo vertical la persona busca reconocimiento para ser diferenciada de las demás; en el horizontal, las personas buscan ser únicas, distintas, diferentes, y el reconocimiento externo no es tan relevante, todas las personas cuentan con los mismos derechos y obligaciones.
En cuanto al colectivismo, se define como colectivistas verticales a las personas que suelen sacrificarse por el grupo, puesto que perciben que las y los otros miembros del grupo tienen más poder, ante el cual hay que someterse «por el bien del grupo»; la obediencia y la conformidad son aspectos relevantes para este tipo de colectivismo; por su parte, en el colectivismo horizontal, el individuo se interesa por el grupo pero las jerarquías no están marcadas, se promueve la cooperación, el afecto y la amistad; se percibe equidad y la participación en distintas actividades surge a través del consenso (Gouveia et al., 2011).
Triandis (s.f. en Ferreira, Leal y Souto, 2002), en relación con el individualismo y colectivismo, sostiene que no todos los miembros de un grupo tienen las mismas características, sino que regularmente presentan combinaciones de ambos patrones culturales; sin embargo, en cada cultura existen tendencias que permiten clasificarlas como individualistas o colectivistas (Gouveia et al., 2011). Algunos autores señalan que se trata de dimensiones bipolares, de tal suerte que la cercanía a unos valores aleja a las personas de los otros (Schwartz, s.f. en Gómez y Martínez, 2000). De este modo, el individualismo y el colectivismo pueden coexistir en una misma persona o cultura, y evidencian valores, sentimientos, creencias, actitudes, que comparten las personas de una cultura determinada, y que pueden ser útiles para explicar las diferencias en el comportamiento social de los grupos (Gouveia, de Andrade, de Jesus, Meira y Soares, 2002; Triandis, 1995).
Respecto a los vínculos del individualismo y del colectivismo con los otros patrones culturales, se encuentra que: la distancia con el poder es más alta en culturas colectivistas pues se suelen apreciar la conformidad y la obediencia como positivas en la interacción, respaldando con ello actitudes autoritarias; las culturas colectivistas se encuentran mayormente vinculadas con lo que Hofstede definió como masculinidad, mientras que las culturas colectivistas se vinculan con la feminidad (Lucker, 2002). Hablando específicamente de los valores predominantes en las culturas de América Latina, Marín y Marín (1991 en Lucker, 2002) señalan el colectivismo como predominante, pues afirman que las culturas latinoamericanas suelen caracterizarse por interdependencia personal, dependencia de campo, conformidad, susceptibilidad de ser influenciado por otras personas, empatía mutua, confianza en las otras personas, disposición a sacrificarse por las y los miembros del grupo, evitación del conflicto personal, cortesía y respeto, así como ver en las y los miembros del grupo/familia un ejemplo de conducta (Lucker, 2002). Los estudios sobre individualismo-colectivismo se han realizado regularmente de manera transcultural, asumiendo que grandes regiones territoriales, con fronteras geopolíticas, con tradiciones y necesidades distintas, pueden compartir un determinado patrón cultural tan solo por pertenecer al mismo país; sin embargo, estudios como los de Estrada-Villalta y Terpstra-Schwab (2014) sugieren la necesidad de hacer evaluaciones más específicas, interculturales e intraculturales.
En relación con lo anterior, surge la interrogante respecto a qué tipo de sociedad es la mexicana, pues si bien se la ha considerado como colectivista y, en términos de Hofstede (1980), femenina, existen contradicciones respecto a la pertinencia de esta categorización, ya que si bien es posible observar la importancia que se da a los intereses de la comunidad y la familia (Díaz-Guerrero, 2007), no existe equidad en la participación de hombres y mujeres en el trabajo remunerado, en el acceso a la tierra, a la educación, a la salud y en la distribución del tiempo, solo por mencionar algunos ejemplos citados en los trabajos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática ([INEGI], 2014) y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ([PNUD], 2014).
De acuerdo con Correa-Romero, García-Campos, García-y-Barragán y Cienfuegos-Martínez (2014), existen variables que pueden influir en el individualismo y colectivismo de las personas dentro de una misma cultura, tales como el sexo y el nivel educativo. La manera en la cual son socializados los cuerpos de las mujeres y los hombres nos lleva a crear dinámicas sociales distintas; según Madson y Trafimow (2001), los hombres y las mujeres se desarrollan en diferentes subculturas que los llevan a comportarse distinto: así como el vivir en culturas colectivistas hace a las personas más colectivistas, crecer en la subcultura hombre hace que las personas que pertenecen a ella sean más hombres que quienes pertenecen a la subcultura mujer. A manera de ejemplo, se puede señalar que si las personas categorizadas como pertenecientes a la subcultura hombre son educados desde la infancia en la competencia, el éxito y la iniciativa, es probable que crezcan con mayores tendencias hacia el individualismo; mientras que las personas de la subcultura mujer que son educadas desde la infancia a ver como metas personales el matrimonio y la perdurabilidad de este, la maternidad y el cuidado de otros, es comprensible que tiendan a presentar mayores puntajes en integración familiar y solidaridad, características consideradas colectivistas.
Teniendo como base de las diferencias la socialización, es factible que en distintas regiones del país y con diferentes identidades sexo-genéricas existan diferencias respecto al individualismo y colectivismo que presentan las personas. Considerando lo anterior, el objetivo del presente estudio es conocer los niveles de individualismo y colectivismo en una muestra mexicana, de tal suerte que las evaluaciones intraculturales den luz sobre la heterogeneidad de las personas que habitamos en esta región de América Latina. El trabajo cuenta con dos objetivos: en primer lugar, se busca conocer las diferencias en dos regiones de México con marcadas diferencias ideológicas, y en segundo lugar se busca conocer las diferencias por sexo en estas dos entidades, partiendo del supuesto de que las diferencias ideológicas en una y otra localidades pueden tener efectos distintos en la socialización de las mujeres y de los hombres. Por un lado, el estado de Guanajuato, con el mayor número de población católica en el país (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2005), se ha vinculado fuertemente con la derecha y ultraderecha mexicanas (Uribe, 2008); por el otro lado, el Valle de México, que comprende el Distrito Federal y algunos de los municipios del Estado de México colindantes con él. En lo que respecta al Distrito Federal, presenta, a diferencia de Guanajuato, una mayor aceptación de la diversidad, al menos en lo que respecta a políticas públicas, pues es la única entidad en México donde el aborto ha sido despenalizado hasta antes de las 12 semanas, y una de las pocas entidades donde el matrimonio igualitario es legal. Dichas diferencias, hipotetizamos, pueden mostrar alguna tendencia respecto a los patrones de individualismo y colectivismo por entidad, pero también en las formas de ser hombres y mujeres, en las subculturas del sexo-género en nuestro país. Se esperaría que las y los habitantes de Guanajuato reportaran una mayor tendencia hacia dinámicas verticales (la persona se percibe a sí misma como diferente en estatus) antes que horizontales (creencia de que las personas son iguales en estatus, derechos y obligaciones) en comparación con las personas del Valle de México. Además, se buscará conocer si estas diferencias por región trascienden al sexo, es decir, se buscará conocer si existen diferencias entre hombres y mujeres respecto al individualismo y colectivismo.
Método
Participantes
La muestra del presente trabajo fue conformada por 420 participantes, 210 (50%) habitantes del Valle de México y 210 (50%) del estado de Guanajuato. Del total de participantes, el 45% (189) reportaron ser hombres y el 55%, mujeres (231). El rango de edad de los participantes fue de 18 a 42 años, con una media de 24.1 años (DE = 3.2 años). Respecto a la escolaridad, el 36.4% (153) de los participantes indicaron contar con estudios de bachillerato o menos, y el 63.6% (267) reportaron contar con estudios de licenciatura o posgrado.
Instrumento
Para obtener información se utilizó una batería compuesta por dos escalas validadas para población mexicana.
Escala de individualismo y colectivismo: conformada por 39 reactivos con un formato de respuesta tipo Likert pictográfico de 5 puntos, divididos en 7 factores que explican el 54.4% de la varianza: conformidad («Me preocupa el qué dirán», «Mi felicidad depende de la felicidad de los otros»); cohesión grupal («Me gusta colaborar con los demás», «Apoyo a los demás como los otros me apoyan»); egocentrismo («Sin mí la meta del equipo no se alcanza», «Soy mejor que los demás»); autoafirmación («Soy un individuo único», «Disfruto ser único»); cooperación («Tomo en cuenta a los demás en la toma de decisiones»); competitividad («Me gusta competir con mis iguales»); familismo («Me sacrifico para que mi familia esté bien»). La escala cuenta con un nivel de confiabilidad del 0.89.
Escala de adjetivos del individualismo y colectivismo. Compuesta por 19 adjetivos con los que la persona debe describirse, con formato de respuesta tipo Likert de 5 puntos. La escala queda dividida en 3 factores que hacen referencia al colectivismo («cooperativo/a», «colaborador/a»), individualismo horizontal («auténtico/a», «libre», «independiente»), e individualismo vertical («competitivo/a», especial). La escala cuenta con una confiabilidad del 0.86 y un 54.9% de varianza explicada.
Ambas escalas fueron diseñadas ex profeso para esta investigación, tomando como referencia el instrumento original de Singelis et al. (1995), y los propuestos por Correa et al. (2002) y por García y Reyes-Lagunes (2005).
Procedimiento
El cuestionario se aplicó de manera individual en las diferentes sedes: Ciudad de México, municipios conurbados del Estado de México y el estado de Guanajuato. Los instrumentos contestados contaron con el consentimiento informado de los(as) participantes. El tiempo de respuesta fue de aproximadamente 15 min por cuestionario.
Análisis
Los datos obtenidos fueron procesados en el programa SPSS versión 20, mediante el cual se realizaron análisis de frecuencias y descriptivos, así como análisis factoriales exploratorios y se aplicó la fórmula alfa de Cronbach, para verificar la consistencia interna de las escalas. Respecto a las diferencias por región dentro del territorio mexicano y respecto a las diferencias por sexo y región, se realizó una prueba t de Student para muestras independientes y un ANOVA de una vía.
Resultados
A continuación, se presentan los resultados con relación a las diferencias por región y por sexo respecto al individualismo y colectivismo en el Valle de México y en Guanajuato. En la Tabla 1 se observan los resultados obtenidos a partir del análisis de la Escala de individualismo-colectivismo en dos regiones de la República Mexicana. Se muestra que en el factor de egocentrismo [t (420) = 3.46, p < 0.005] las y los habitantes de Guanajuato /MX/ (M = 3.13, DE = 0.82) presentan puntajes más altos que las y los participantes del Valle de México (M = 2.84, DE = 0.84); lo mismo ocurre con los factores individualismo-autoafirmación [t (420) = 2.08, p < 0.005] y familismo [t (420) = 2.00, p < 0.005] de la Escala de individualismo-colectivismo. Respecto a la escala de adjetivos, solo se encontraron diferencias en un factor, y se observó que las personas que viven en Guanajuato presentaron puntajes más altos en aquellos que describen el individualismo horizontal [t (420) = 2.35, p < 0.005]. En este sentido, las personas que viven en Guanajuato, en comparación con las del Valle de México, se definen más como únicos, mejores que los demás, indispensables, piezas fundamentales para la realización de alguna tarea; diferentes, originales, auténticos, personas que exigen ser respetadas, libres, independientes y sociables. El concepto de familia como espacio de sacrificio y obediencia, para los participantes de Guanajuato, suele ser más característico que para las personas del Valle de México; los reactivos «Me sacrifico para que mi familia esté bien», «Cuidaré a mis padres como ellos cuidaron de mí» y «Soy obediente para lograr el éxito de mi grupo» son los que componen el factor.
MX | GTO | t | p (bilateral) | |||
---|---|---|---|---|---|---|
M | DE | M | DE | |||
Conformidad (CV) | 2.5 | 0.69 | 2.61 | 0.68 | –1.72 | n.s. |
Cohesión grupal (CH) | 3.69 | 0.61 | 3.79 | 0.78 | –1.55 | n.s. |
Egocentrismo (IV) | 2.84 | 0.84 | 3.13 | 0.82 | –3.46 | 0* |
Autoafirmación (IH) | 3.99 | 0.73 | 4.14 | 0.68 | –2.08 | 0.03* |
Cooperación o agradabilidad (CH) | 3.67 | 0.75 | 3.75 | 0.76 | –1.03 | n.s. |
Competitividad (IV) | 3.54 | 0.71 | 3.67 | 0.77 | –1.73 | n.s. |
Familismo (CV) | 3.67 | 0.78 | 3.83 | 0.75 | –2 | 0.04* |
Adjetivos colectivismo | 3.96 | 0.61 | 4.01 | 0.65 | –0.9 | n.s. |
Adjetivos individualismo horizontal | 3.88 | 0.73 | 4.05 | 0.74 | –2.35 | 0.01* |
Adjetivos individualismo vertical | 3.87 | 0.72 | 3.88 | 0.79 | –0.12 | n.s. |
CH: factor compuesto por reactivos asociados con el colectivismo horizontal; CV: factor compuesto por reactivos asociados con el colectivismo vertical; DE: desviación estándar; GTO: Guanajuato; IH: factor compuesto por reactivos asociados al individualismo horizontal; IV: factor compuesto por reactivos asociados al individualismo vertical; M: media; MX: Valle de México; n.s.: no significativo.
* p < 0.05
Respecto al sexo y la localidad, se observa en la Tabla 2 que solo existen diferencias estadísticamente significativas en los factores de individualismo egoísmo [F = 6.646, p < 0.05] y autoafirmación [F = 3.124, p < 0.05]. Las mujeres de Guanajuato, en mayor medida que los otros grupos, suelen percibirse como especiales, únicas, piezas fundamentales, indispensables para la realización de alguna tarea y «mejor que los demás», como indica uno de los reactivos.
N | Media | DE | F | p | |
---|---|---|---|---|---|
Conformidad (CV) | |||||
Hombres MX | 94 | 2.46 | 0.66534 | 1.716 | n.s. |
Mujeres MX | 114 | 2.53 | 0.71962 | ||
Hombres GTO | 92 | 2.54 | 0.63141 | ||
Mujeres GTO | 111 | 2.67 | 0.73129 | ||
Cohesión grupal (CH) | |||||
Hombres MX | 92 | 3.64 | 0.63655 | 1.335 | n.s. |
Mujeres MX | 111 | 3.74 | 0.60204 | ||
Hombres GTO | 91 | 3.81 | 0.5613 | ||
Mujeres GTO | 111 | 3.77 | 0.6 | ||
Egocentrismo (IV) | |||||
Hombres MX | 93 | 2.7462** | 0.77692 | 6.464 | 0.000 |
Mujeres MX | 114 | 2.92 | 0.88647 | ||
Hombres GTO | 92 | 2.99 | 0.74506 | ||
Mujeres GTO | 111 | 3.2486** | 0.87893 | ||
Autoafirmación (IH) | |||||
Hombres MX | 95 | 3.8926* | 0.70549 | 3.124 | 0.026 |
Mujeres MX | 114 | 4.08 | 0.74166 | ||
Hombres GTO | 94 | 4.08 | 0.67493 | ||
Mujeres GTO | 112 | 4.1893* | 0.68542 | ||
Cooperación o agradabilidad (CH) | |||||
Hombres MX | 94 | 3.6 | 0.77986 | 2.281 | n.s. |
Mujeres MX | 115 | 3.737 | 0.74106 | ||
Hombres GTO | 94 | 3.87 | 0.74663 | ||
Mujeres GTO | 112 | 3.65 | 0.77483 | ||
Competitividad (IV) | |||||
Hombres MX | 94 | 3.6064 | 0.75178 | 2.371 | n.s. |
Mujeres MX | 113 | 3.4956 | 0.67479 | ||
Hombres GTO | 91 | 3.772 | 0.74316 | ||
Mujeres GTO | 109 | 3.5917 | 0.79324 | ||
Familismo (CV) | |||||
Hombres MX | 95 | 3.7754 | 0.78165 | 2.485 | n.s. |
Mujeres MX | 114 | 3.5994 | 0.78604 | ||
Hombres GTO | 94 | 3.8794 | 0.72315 | ||
Mujeres GTO | 113 | 3.7906 | 0.77433 | ||
Adjetivos colectivismo-social | |||||
Hombres MX | 95 | 3.9263 | 0.6052 | 1.512 | n.s. |
Mujeres MX | 114 | 3.9883 | 0.63133 | ||
Hombres GTO | 90 | 3.9315 | 0.70441 | ||
Mujeres GTO | 111 | 4.0916 | 0.61041 | ||
Adjetivos individualismo horizontal | |||||
Hombres MX | 95 | 3.85 | 0.66884 | 2.032 | n.s. |
Mujeres MX | 115 | 3.9109 | 0.77953 | ||
Hombres GTO | 94 | 4.0266 | 0.7066 | ||
Mujeres GTO | 114 | 4.0746 | 0.77211 | ||
Adjetivos individualismo vertical | |||||
Hombres MX | 94 | 3.8537 | 0.74 | 0.256 | n.s. |
Mujeres MX | 114 | 3.9013 | 0.72152 | ||
Hombres GTO | 94 | 3.8457 | 0.85203 | ||
Mujeres GTO | 113 | 3.9248 | 0.74093 |
CH: factor compuesto por reactivos asociados con el colectivismo horizontal; CV: factor compuesto por reactivos asociados con el colectivismo vertical; DE: desviación estándar; GTO: Guanajuato; IH: factor compuesto por reactivos asociados al individualismo horizontal; IV: factor compuesto por reactivos asociados al individualismo vertical; M: media; MX: Valle de México; n.s.: no significativo.
* p < 0.05
** p < 0.01
Discusión
El individualismo y el colectivismo son constructos para representar un conjunto de características empleadas para definir y/o entender las diferencias culturales de distintos países. Se dice que las culturas colectivistas están centradas en la interdependencia, puesto que las personas se definen como parte del grupo, como integradas a él, mientras que las individualistas cuentan con una orientación independiente, que busca separarse del grupo (Estrada-Villalta y Terpstra-Schwab, 2014). Sin embargo, algunos estudios señalan que resulta sumamente arriesgado hablar de un síndrome cultural por país sin contemplar la diversidad cultural que existe en el interior de cada uno de ellos. En el presente estudio se buscó identificar si existían diferencias significativas respecto a individualismo y colectivismo en dos regiones de la República Mexicana, así como diferencias por sexo-región; considerando que la cultura es algo mucho más complejo que la existencia de una frontera física internacional. Las regiones consideradas para este estudio son conocidas por contar con posturas políticas e ideológicas visiblemente distintas: el Distrito Federal y la zona conurbada (Valle de México), por un lado, y el estado de Guanajuato, por otro.
Los resultados señalan que en general se cuenta con una muestra homogénea respecto a los síndromes culturales que presenta, puesto que solo se observaron diferencias significativas en 3 de los 10 factores que componen a ambas escalas en conjunto; sin embargo, destaca el hecho de que en todos los factores las medias rebasan la media teórica, con excepción del factor colectivismo vertical cuyas medias tanto en el Valle de México como en Guanajuato son superiores a 2.5. Es decir, en población mexicana se presentan medias altas de individualismo y colectivismo, lo cual puede contradecir los postulados clásicos que sostienen que las culturas latinas somos neta o primordialmente colectivistas; al respecto, estudios referidos por Estrada-Villalta y Terpstra-Schwab (2014) señalan que si bien los Estados Unidos son considerados como un país individualista, suelen presentar puntajes más altos en colectivismo que Japón, Costa Rica y Venezuela, solo por citar algunos ejemplos. Lo anterior puede sugerir que el individualismo y colectivismo no son constructos mutuamente excluyentes como señalaban algunas aproximaciones teóricas al respecto (Schwartz, s.f. citado en Gómez y Martínez, 2000).
En relación con otros estudios realizados en población guanajuatense, en esta muestra se observó que, al igual que en los estudios de Correa-Romero et al. (2014) y Bivián-Castro, García-y-Barragán y García-Campos (2011), hay una tendencia hacia el individualismo en hombres y mujeres; sin embargo, a diferencia de estos dos estudios, existe una tendencia hacia la verticalidad al compararse con población del Valle de México. En este sentido, las y los habitantes de Guanajuato tienden a definirse como personas únicas, indispensables, diferentes, originales, auténticas, piezas fundamentales para la realización de alguna tarea e incluso mejores que las y los demás; también como más libres, independientes y sociables, principalmente las mujeres de esta región de México. Los puntajes de individualismo más altos en la población guanajuatense en comparación con la población del Valle de México refutan la propuesta de Bivián-Castro et al. (2011) quienes, al hacer una comparación entre tres ciudades guanajuatenses, atribuían los elevados índices de individualismo a la densidad poblacional, argumentando que esta podría traducirse en interacciones más casuales y superficiales que dificultarán la empatía e involucramiento con la comunidad.
Uno de los datos que merece la pena analizarse con mayor detalle es que si bien las y los habitantes de Guanajuato se perciben como más libres e independientes (individualistas), presentan también puntajes más altos en familismo, factor vinculado con el colectivismo que alude a la familia como un espacio de sacrificio y obediencia. Estos datos, si bien requieren un mayor análisis, podrían dar cuenta de que los conceptos de individuo y familia no sean tan claramente diferenciados por las y los participantes, de tal suerte que cuando hablan de ser únicos y esenciales para la comunidad quizás no estén hablando de ellos(as) como individuos aislados sino de sus familias como un ente referencial (Lugo y Contreras, 2003), lo cual podría responder a su vez a las dinámicas en la región del Bajío mexicano que giran en torno a la familia (en singular), a una familia heterosexual, católica, con valores tradicionales, las cuales se reflejan incluso en políticas públicas familistas que se escudan en el discurso de garantizar los derechos de las mujeres pero que terminan acotando el ser mujer al ser madre y esposa (Comisión Nacional para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia [CONAVIM], 2014; Uribe, 2008). La combinación de individualismo vertical y familismo podría hablar de un patrón cultural regido por el clasismo, en el que un aspecto de gran importancia para las comparaciones grupales son el grupo de pertenencia, contrario a lo que sería el individualismo horizontal en el cual los logros y valores individuales se erigirían como rasgos más salientes. Esta aparente contradicción podría estar resumida en palabras de Russo (2009, p.71), quien describe a la población leonesai indicando que esa «resulta una mezcla de tradición católica y de cultura industrial, de familismo y de cultura del esfuerzo, de autonomía respecto del Estado y de valores privatistas».
Respecto a las diferencias por sexo, cabe destacar que son las mujeres de Guanajuato quienes presentan, significativamente, puntajes más altos de individualismo en comparación con el resto de los grupos, lo cual es contrario a los resultados obtenidos no solo en México sino también en la India y en Estados Unidos, donde las mujeres suelen presentar puntajes altos de colectivismo y bajos de individualismo (Arora, Singhai y Patel, 2011; Correa-Romero et al., 2014; Madson y Trafimow, 2001); es decir, se consideran más autónomas, independientes y menos empáticas. Aunado a lo anterior, estos datos abren el cuestionamiento respecto a la validez y pertinencia de emplear términos como «masculinas» para referirse a aquellas culturas basadas en valores como la independencia, la productividad, la asertividad, la competencia, el éxito y el logro (Lucker, 2002), pues se observó que independientemente de los genitales que posean, hombres y mujeres pueden presentar conductas atribuidas a una u otra categorías. Se observa, como señalan Gouveia et al. (2011), que tanto las culturas como las personas pueden presentar rasgos de individualismo y colectivismo al mismo tiempo; que no son mutuamente excluyentes ni universalmente aplicables.
Los datos obtenidos en el presente estudio, si bien muestran pocas diferencias entre grupos, dan luz sobre las diferencias que se encuentran respecto al individualismo y colectivismo de una región categorizada como meramente colectivista. Se sugiere en estudios posteriores incluir otras variables como los niveles de escolaridad, el nivel socioeconómico y las actitudes hacia los grupos de referencia y los exogrupos, ello con la finalidad de referir elementos como identificación y cohesión que podrían influir en las variaciones respecto al individualismo y al colectivismo (Correa-Romero et al., 2014). Aunado a lo anterior Estrada-Villalta y Terpstra-Schwab (2014) sugieren mayor rigurosidad en la parte estadística al señalar que es indispensable considerar los sesgos de respuesta presentes en cuestionarios autoaplicables y la deseabilidad social en un ambiente posmoderno que ve en el individualismo un ideal (Lipovetsky, 2012).