Introducción
El huerto familiar es un agroecosistema de producción tradicional, distribuido ampliamente en las regiones tropicales (Gaytán et al., 2001) y se caracteriza por ubicarse cerca de la vivienda, su alta diversidad y composición florística de árboles frutales y maderables en multiestratos (Fernandes y Nair, 1986). Las características permiten que cumpla funciones ecológicas, económicas y sociales.
Se ha reportado que la composición florística en huertos familiares puede estar influida por factores agroecológicos, socioeconómicos y culturales (Lamont et al., 1999). El primer factor está relacionado con la altitud, el clima, la precipitación, la fertilidad del suelo; el segundo se refiere a la orientación de la producción, ya sea para autoconsumo o comercialización, la proximidad del mercado, urbanización, escasez de tierra, edad de los dueños, y el último se relaciona con el fraccionamiento del huerto, su tamaño y edad, género, migración, tradición familiar y grupo étnico (Kehlenbeck et al., 2007; Hernández-Ruiz et al., 2013).
La importancia socioeconómica es el conocimiento empírico, adquirido por el ser humano al interactuar experimentar, de cómo perciben, interpretan y conocen el medio natural que los rodea (Caballero y Cortes, 2001). El conocimiento sobre las plantas es lo que posibilita o limita al ser humano obtener satisfactores, ingresos, generar una red socio-cultural, y dependerá para valorar el uso asignado por la sociedad tradicional, manejo y conservación en beneficio de la comunidad (Caballero y Cortés, 2001; Cárdenas et al., 2002; Hernández-Ruiz et al., 2013).
Otros factores como el tipo de huerto, su diversidad y especialización determinan el destino de la producción, el estrato socioeconómico de la población y la importancia socioeconómica. Por ejemplo, en los huertos de subsistencia los productos son para el consumo familiar, se genera ahorro económico al consumir o usar los productos, pero también se regala o intercambiar entre familias o vecinos y ofrece un espacio para el descanso, la socialización y diversión (Aké et al., 2005; Lerner et al., 2009). Se evaluó la composición florística de 29 huertos familiares, mediante el índice de diversidad Shannon-Weaver y similitud florística de Sörensen, y se determinó su importancia socioeconómica.
Materiales y métodos
Área de estudio
El trabajo de campo se realizó en El Ejido Encrucijada 3ª Sección (Las Calzadas), Municipio de Cárdenas, Tabasco, localizado a 18° 15´ 25´´ latitud norte y 93° 33´ 16´´ longitud oeste, y cuenta con 1 505 habitantes. La topografía del lugar es una llanura inundable, con una altitud de 5m y su vegetación actual es pastizal (INEGI, 2010).
El clima es cálido húmedo (Am) con abundantes lluvias en verano, éste clima abarca la llanura tabasqueña, tanto en la base y en el declive este de la Sierra Madre Oriental y en el declive del Pacífico de la porción sureste de la Sierra Madre de Chiapas (García, 1973). La temperatura media anual es de 26 °C y una precipitación media anual de 2500 mm. Los suelos dominantes corresponden al grupo GLvr/2 (Gleysol Vértico) de textura media (INEGI 2012). El uso potencial agrícola corresponde a la siembra de maíz, frijol, arroz, sandía y uso potencial pecuario para el desarrollo de praderas cultivadas con maquinaria agrícola (INEGI, 2012).
Tamaño de la muestra
En un recorrido preliminar en la localidad, entrevistas informales con las autoridades locales y el uso del marco de muestreo, se calculó el tamaño de la muestra con la fórmula de pre-muestreo propuesto por Abdoellah et al. (2006) para obtener 29 huertos familiares.
Donde: n= número de muestras; N = número de viviendas con huertos en el área de estudio (92); Z= valor de una distribución normal Zα/2 (1.96) para un nivel de confianza del 95%; p= probabilidad de éxito (0.5); y d= error de muestreo (0.15). Posteriormente se convocó a una reunión a las familias en un lugar conocido de la localidad, para solicitar su apoyo y anuencia, explicar los objetivos de la investigación, las etapas y actividades a realizar en su huerto familiar. Para ubicar las unidades de muestreo, un plano a mano alzada fue elaborado con la ayuda de la autoridad local, el cual fue usado con el apoyo del guía de campo.
Colecta de datos socioeconómicos
Primero se aplicó una encuesta a cada jefe de familia o responsable en el manejo del huerto familiar para obtener información socioeconómica como: miembros de la familia, sexo, edad, escolaridad, actividad económica y tenencia de la tierra. La importancia socioeconómica se determinó considerando el uso de las plantas y el ahorro por consumo de productos del huerto familiar.
Colecta de datos biofísicos
Considerando la distribución de las plantas durante los recorridos preliminares, se determinó colectar la información mediante dos etapas; el primero consistió en realizar un inventario florístico de especies leñosas, hierbas perennes y palmas, quedando excluidas las hierbas anuales. En la segunda etapa se estableció un cuadrante de 16 m2 en cada huerto familiar para incluir principalmente a las hierbas anuales. El tamaño del cuadrante fue determinado considerando como principal criterio la densidad de las plantas, el cual fue apoyado con una pregunta básica dirigida al propietario (a), ¿Cuál es la principal área de hierbas útiles para la familia?, además el tamaño utilizado sirvió para homogeneizar y comparar las unidades de muestreo (Mostacedo y Fredericksen, 2000).
Los cuadrantes fueron trazados con una vara graduada a cada metro y los extremos fueron señalados con pequeñas estacas. En ambos métodos, se registraron atributos como el nombre común, nombre científico, forma biológica, usos y parte empleada. También se anotaron datos sobresalientes que los propietarios proporcionaron durante el recorrido al interior de su huerto y se fotografiaron las plantas desconocidas por su nombre común.
Diversidad de especies
La diversidad de especies se obtuvo mediante el índice de diversidad Shannon-Weaver.
Donde: H’= índice de Shannon-Wiener; Pi= abundancia relativa (proporción de individuos de la especie i); ln= Logaritmo natural; y S= número de especies.
Similitud florística
La similitud florística entre las unidades de muestreo (huertos familiares) se obtuvo mediante el índice de Sörensen.
Donde: A= número de especies encontradas en la comunidad A, B= número de especies encontradas en la comunidad B, y C= número de especies comunes en ambas comunidades. Al cabo de la colecta de datos en campo, se procedió a colectar una muestra botánica de las especies no identificadas en campo para su posterior identificación por medio de claves taxonómicas (Lot y Chiang, 1986) y con el apoyo del Dr. Ángel Sol Sánchez del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrícolas, Campus Tabasco. La información fue corroborada haciendo uso de fuentes científicas sobre huertos familiares y a través de las fotografías obtenidas en los huertos familiares.
Resultados y discusión
Composición florística
Se identificaron 203 especies, pertenecientes a 69 familias botánicas, siendo las más representativas Lamiaceae, Fabaceae y Rutaceae. Un total de 1 968 plantas fueron registradas, 1 576 mediante el inventario florístico y 392 mediante los cuadrantes de 16 m2, siendo más abundantes los árboles (54%) y hierbas (67%) respectivamente. El número de especies se aproxima a lo que reportaron Torres (2010) con 130, por Gómez (2011) con 83, aunque es bajo en comparación con los primeros estudios de huertos familiares en el Estado de Tabasco, tal como lo reportó Ortiz (1979) con 285 especies en su estudio que abarcó los municipios de Cárdenas, Huimanguillo, Nacajuca y Cunduacán, así como lo reportado por Romero (1981) con 218 en Cárdenas y 219 en Cunduacán. Un estudio que realizó Herrera et al. (1993) reportó 339 especies para los huertos familiares de la Península de Yucatán.
En este contexto, es claro que la diversidad puede diferir entre los huertos familiares de un lugar, de una región a otra, o de un país a otro, sin embargo, hay factores comunes que están repercutiendo en la riqueza florística, entre ellos están los factores agroecológicos como las condiciones biofísicas del sitio, fertilidad del suelo, prácticas culturales, así como el marco socioeconómico como el estilo de vida, estatus socio-económico, intereses de los agricultores, procesos de modernización tienen influencia en la variabilidad de la riqueza y diversidad de especies (Zimik et al., 2012).
Las familias botánicas mejor representadas en el inventario florístico fueron Fabaceae y Rutaceae con ocho especies cada una, seguidas de Malvaceae y Musaceae con siete, mientras que en los cuadrantes de 16m2 correspondió a Lamiaceae (nueve especies), Araceae, Asteraceae y Rosaceae con seis especies cada una. Las especies de la familia Fabaceae como chipilco (Diphysa robinioides Benth.), mote (Erythrina americana Mill.), palo sangre (Pterocarpus hayesii Hemsl.) y cuinicuil (Inga jinicuil Schltdl.) se asociaron con el agroecosistema cacao, lo que contribuyó a la riqueza de los huertos familiares (Escolástico, 1983).
Las especies como Terminalia catappa L. y Muntingia calabura L., aunque son parte de la vegetación del Ejido, fueron menos comunes en los huertos familiares, esto pudo deberse a la preferencia de plantas de rápido crecimiento y constante producción como la diversidad de especies de plátano: plátano valery (Musa acuminata Colla), plátano bellaco (Musa paradisiaca L.), plátano ciento en boca (Musa acuminata Colla), plátano cuadrado (Musa balbisiana Colla), plátano dominico (Musa paradisiaca L.), plátano manzano (Musa sapientum L.) y plátano morado (Musa acuminata Colla).
La riqueza de especies en el inventario florístico varió de entre 4 hasta 33, al respecto los huertos de mayor riqueza (de 27 a 33 especies) se caracterizaron por registrar alta densidad (de 75 a 160 plantas) de árboles frutales y maderables, que dieron paso a una compleja fisonomía alrededor de vivienda. En dichos huertos se registró 33% de las plantas, que contribuyó el 60% en promedio a la cobertura vegetal, lo cual reflejó el uso eficiente del espacio en su arreglo horizontal. La cobertura de copa de la vegetación de los huertos con mayor riqueza fue 7 549.56 m2 que representó el 92% de 8167 m2 de sus superficies, lo cual reflejó un uso eficiente del espacio tanto vertical como horizontal, quedando poco espacio descubierto por la vegetación. Además, esos huertos familiares fueron manejados por los miembros adultos de cada familia, y ambos géneros participaron en todas las actividades como la siembra, riego, poda, limpia y cosecha. Chi (2009) no descartó la participación de ambos géneros, aunque destacó que hay actividades exclusivas de los hombres como la caza o pesca, tal como lo reportó Lerner et al. (2009). La edad y mayor mano de obra puede influir en la diversidad y mayor riqueza de los huertos familiares (Kehlenbeck et al., 2007; Ávarez-Buylla et al., 1989).
Por el contrario, en los huertos de menor riqueza (de cuatro a 11 especies), fueron de menor densidad (31 plantas en total) por lo que la cobertura fue baja (1293.99 m2 que representó 34% de 3 751.29 m2), registrando mayor abundancia de plátano valery (Musa acuminata Colla) y achiote (Bixa orellana L.). La baja riqueza, cobertura se debió a que los huertos familiares registraron espacios reducidos para establecer las plantas, lo cual se traduce en fragmentación de la propiedad, además se ubicaron en áreas susceptibles a inundación, las familias mostraron desinterés en las plantas del huerto y la edad de los miembros repercutió, pues en su mayoría menores de edad que aún no participan directamente en el manejo del huerto familiar.
Un análisis de frecuencia de especies registradas en el inventario mostró las siguientes especies en orden descendente: mango (Mangifera indica L. [en 24 huertos]), coco (Cocos nucifera L. [22]), naranja (Citrus sinensis (L.) Osbeck [21]), macuilí (Tabebuia rosea (Bertol.) A. DC. [20]) y cedro (Cedrela odorata L. [19]). Las especies más frecuentes se identificaron en todos los estratos, la mayoría dominó el estrato superior, excepto Citrus sinensis (L.) Osbeck que dominó el estrato bajo. Mangifera indica L. fue la especie más frecuente y presentó variedades más abundantes en el siguiente orden: como mango plátano, mango mamey, mango manila, mango criollo, mango pájaro, mango rosa, mango injerto, mango ataulfo y mango durazno, estas variedades fueron reportadas por Ortiz (1979).
Se observó que la composición florística fue dinámica, porque las familias establecen las plantas según sus preferencias y necesidades, tratando siempre de aprovechar todo el espacio disponible y en función de los requerimientos de luz solar o sombra (Fernandes y Nair, 1986). Por ejemplo, los árboles de cacao se ubicaron en la sombra y los árboles de guanábana se ubicaron en los espacios abiertos. Además, en cada huerto las plantas se ubicaron en función de la superficie disponible y zonas preferidas por el propietario.
Las especies herbáceas se ubicaron en zonas de menor riesgo de inundación y facil acceso para ser manejadas. Dichas zonas no presentaron un patron en su diseño y distribución de plantas, pero se ubicaron en algún lado de la vivienda, regularmente junto a ella para mostrar su belleza y composición florística, así como ser protegida contra los animales domésticos propios o intrusos, evitar el robo y fueron manejadas principalmente por la señora de la casa. Coomes y Ban (2004) reportaron que la proximidad del huerto familiar permite a las familias cultivar a tiempo y vigilar para reducir el riesgo por robo.
Las zonas de hierbas, se establecieron los cuadrantes de 16 m2, su riqueza varió de 0 a 16 especies, siendo mayor los que presentaron una zona claramente definida, que no son susceptibles de inundación durante la temporada de lluvia (junio a noviembre), lo cual difiere de las zonas con baja riqueza. Estas zonas presentaron mejor manejo como el deshierbe y riego, y cuidado por las mujeres, que contrastó con la participación de los hombres, ya que ellos se dedicaron a las plantas leñosas (Romero, 1981). En las zonas de baja riqueza, las hierbas se siembran en macetas que se colocan en diferentes recipientes y superficie (carretilla, llantas, tocón o tallo de algún árbol), lo cual facilitó su movilidad en caso de inundaciones. Pérez et al. (2012) consideraron que el uso de diferentes recipientes para las hierbas crea un espacio tridimensional conformado por árboles, arbustos y hierbas perennes como componentes fijos. Por su parte, Coomes y Ban (2004) consideraron que las inundaciones anuales afectan el potencial de cultivar plantas.
El manejo de las plantas se basó por tipo de género; los hombres manejaron los componentes leñosos (árboles frutales y árboles multipropósito) por la dificultad o habilidad requerida para escalar y las mujeres las plantas herbáceas (ornamentales, medicinales y vegetales). Se identificó que las mujeres deciden el tipo de planta para introducir y experimentar en los huertos, sobre todo las hierbas ornamentales y medicinales, por lo que se confirmó que las mujeres influyen en la diversidad (Lerner et al., 2009) y es más preciso su conocimiento sobre la forma y frecuencia de uso en las hierbas medicinales. Adhikari et al. (2004) consideraron que el género es un papel socialmente construido y asigna responsabilidades (actividades y acceso a recursos) a hombres y mujeres (incluyendo a los niños) en una cultura y lugar dado.
La alta diversidad de hierbas que se siembran junto a la vivienda, se reflejó en las plantas medicinales, estas fueron la segunda categoría de uso en los inventarios y cuadrantes. Se identificaron 80 especies, que pertenecieron a 43 familias botánicas, donde destacaron las Lamiaceae con 10 especies, seguido de Asteraceae con seis especies y Acanthaceae con cinco especies.
Las plantas medicinales juegan un papel importante en las unidades familiares, sirven para contrarrestar los diferentes malestares y representan el principal recurso de auxilio. En estos casos, la señora de la casa es la encargada de elaborar o preparar la cura, tal como lo reportó (Chi, 2009), o en casos especiales acuden con una “comadrona“ (persona que se dedica a curar con plantas medicinales). El uso actual de las plantas medicinales, indicó que aún se conserva el conocimiento tradicional de las plantas medicinales en esta localidad rural, así como en otras en el Estado de Tabasco (Ortiz, 1979; Magaña et al., 2010).
La plantas medicinales ofrecieron una gran diversidad de usos como: ensalmar, controlar la presión arterial, bajar temperatura del cuerpo, desinflamar golpe, curar herida, evitar prurito en el cuerpo, quitar dolor de muelas, quitar dolor de oído, eliminar la gripa, bajar el azúcar, sanar quemadura, disminuir la inflación de la piel por cortadura, quitar granos en la piel (nacido), desinflamar riñón, bajar triglicéridos, quitar cólico, desparasitar, quitar diarrea, asma, tos, pasmo de sol, bajar colesterol, quitar dolor estomacal, quitar dolor de cabeza, controlar diabetes, refrescar el cuerpo, quitar hongos en los pies, evitar el mal aliento, extraer dientes, quitar calentamiento de cabeza, quitar dolores del cuerpo, ulcera, controlar los nervios y dolores musculares.
Formas biológicas
Las formas biológicas quedaron distribuidas como sigue: árbol (54%) con 1053 plantas, hierba (33%) con 646 plantas, arbusto (8%) con 161 plantas, palma (5%) con 100 plantas, la forma biológica trepadora y bejuco registraron seis y dos plantas respectivamente. La dominancia en la forma biológica de árbol coincide con Nair (1985), Gomez (2011), siendo el componente más importante de los huertos familiares. La principal función de los árboles es proveer material para construcción y frutos para consumo humano, esto coincidió en las especies más abundantes como Tabebuia rosea (Bertol.) A. DC., y Theobroma cacao L., con 197 y 168 individuos respectivamente. Las plantas medicinales registraron cuatro formas biológicas, siendo más abundantes en el siguiente orden: hierba con 190 individuos (82%), árbol con 23 (10%), arbusto con 14 (10%) y bejuco con cuatro (2%). Las partes empleadas más usadas fueron: hoja (81%), fruto (9%), corteza (3%), flor (3%), sabía (1%), raíz (1%), semilla (1%) y tallo (1%).
Categorías de uso
Los pobladores reconocieron 15 categorías de uso, siendo más abundante el uso ornamental (30%), seguido comestible (26%) y medicinal (16%) (Figura 1). La abundancia de los usos registrados indicó la característica tradicional de los huertos familiares (Abdoellah et al., 2006) al reportar principalmente las especies ornamentales, frutales y medicinales, y señalaron que los huertos comerciales dominan los vegetales y ornamentales. La dominancia de ornamentales pudo reflejar la activa participación de las mujeres para introducir e experimentar en los huertos familiares, por lo cual se dice que es un espacio de la mujer (Chávez, 2011), aunque también los huertos familiares al ubicarse a lo largo de las carreteras o vías de acceso cumplieron el papel de embellecer la vivienda (Blankaert et al., 2004; Peyre et al., 2006).
Las categorías de uso registradas se asemejan a lo reportado por Ortiz (1979) y Gómez (2011). Las categorías de uso ornamental, comestible y medicinal que dominaron en los huertos familiares estudiados por Ortiz (1979), Romero (1981), Kabir y Webb (2008) y Chi (2009) sustentan la función de los huertos familiares tradicionales.
A partir del conteo de los usos dados por forma biológica y por categoría de uso, los árboles tuvieron 13 usos, principalmente comestible, por lo que su principal función es cubrir las necesidades alimenticias de las familias (Nair, 1985; Fernandes y Nair, 1986; Perera et al., 1991; Kabir y Webb, 2008). Las funciones de los huertos familiares tradicionales se dan a partir de una alta diversidad, condiciones climáticas, tamaño de la propiedad, arreglo estructural, densidad de plantas, prácticas de manejo y composición de especies, las cuales varían a nivel local o regional (Pulami y Paudel, 2004; Sthapit et al., 2004; Abdoellah et al., 2006). Por su parte Subedi et al. (2004) consideraron el marco cultural y religioso, y en menor grado el económico determina el número de usos-valor de los cultivos de un huerto familiar.
Además de proporcionar satisfactores y ahorro, los agroecosistemas tradicionales como el huerto familiar también contribuye a la seguridad alimentaria y juegan un importante papel en la conservación de la biodiversidad y agrobiodiversidad de las comunidades rurales (Pulami y Paudel, 2004; Sthapit et al., 2004; Subedi et al., 2004; Peyre et al., 2006) así como a la productividad, por lo que Kabir y Webb, 2008; Henry et al., 2009 y Huai y Hamilton, 2009, señalaron que los huertos familiares podrían ser un pilar en la conservación, llegando a sustituir a los bosques primarios si estos llegaran a degradarse o dónde no los hay, tal como en el Ejido La Encrucijada.
Diversidad de especies
El índice de diversidad H’ de especies que fueron inventariadas osciló de entre 0.94 a 3.09, siendo más uniforme y más diverso al incrementar el valor. La uniformidad tiene que ver con la abundancia relativa de las especies. El 76% de los huertos de la muestra mostraron la tendencia de ser más uniformes y diversos al registrar valores superiores a dos. De acuerdo con Sunwar (2004) una regla general sobre la diversidad de un lugar particular puede ser mayor si las especies son distribuidas igualmente en su abundancia y el valor máximo que puede alcanzar el índice H’ depende del número de especies en la comunidad vegetal y su uniformidad.
La tendencia a la uniformidad y la alta diversidad se sustentan en la Figura 2 y por lo señalado por Kehlenbeck et al. (2007). Los valores del índice H’ no decrecen conforme se incrementa el tamaño de los huertos familiares, por el contrario, si los valores decrecen a mayor tamaño de los huertos familiares, probablemente se deba a un patrón uniforme de plantación y dominancia de pocas especies como se mostró en un huerto (señalado con flecha), donde dominó la especie de Theobroma cacao L.
A partir de una clasificación de los huertos familiares por su tamaño en; (A) muy grandes (
Los índices de diversidad obtenidos se aproximan a lo que reportó Torres (2010) para tres localidades en el Municipio de Cárdenas, que varió de 2.20 a 3.43 y por Ortiz (1979) que obtuvo un índice H’= 2.7 en una comunidad de Cunduacán, ambos municipios del Estado de Tabasco. De acuerdo con Coomes y Ban (2004), Sthapit et al. (2004) y Subedi et al. (2004) la diversidad de un huerto familiar es atribuida a factores como el tamaño y estructura del huerto, la edad del huerto, el intercambio de especies (incluyendo semillas y esquejes) entre vecinos o familiares, las condiciones ecológicas y climáticas, las condiciones agro-geográficas, fácil acceso al mercado, las necesidades específicas, gustos, conocimiento, cultura y experiencia del dueño, así como el factor social (necesidades y requerimientos de la familia), el marco cultural y religioso (preferencia a ciertas especies).
Un cálculo del índice H’ a partir de las especies registradas en los cuadrantes, oscilaron entre 0.50 a 2.62, siendo más uniforme la distribución de las especies y mayor riqueza conforme es mayor el valor. El 28% de los huertos fueron diversos y mostraron mayor proporción en la distribución de individuos entre las especies con valores ≥ 2.04 y < 2.63, mientras que el 72% no fue diverso y hubo menor proporción de individuos entre las especies al registrar valores ≤ 1.91.
Sunwar (2004) sugirió que el uso de los índices de Equidad (J) y Simpson (λ) para complementar con el índice H’ porque ayudan mejor a evaluar la diversidad de especies de los huertos familiares. El primer índice mide la uniformidad, el segundo la dominancia (mayor abundancia relativa del índice H’) de una o pocas especies frecuentes y el índice H’ expresa la diversidad y mide la riqueza dentro de una comunidad vegetal. De esta manera, 76% de los huertos mostraron uniformidad o igual abundancia de las especies, lo que coincide con la tendencia a la diversidad a través del índice H’ que registraron valores superiores a dos y 10% fue dominado por una o pocas especies que correspondió a los huertos susceptibles a inundación durante la temporada de lluvia.
El estudio de la diversidad de los huertos familiares es importante para establecer estrategias de conservación de la agrobiodiversidad a nivel de comunidad, contribuir a la seguridad alimentaria a través de una dieta diversificada (Sunwar, 2004) y para que siga cumpliendo diversas funciones tales como la producción de subsistencia, a la seguridad nutricional en términos de proteína, minerales y vitaminas, el comercio (ingreso), servicios socioculturales y ecológicos (Kehlenbeck et al., 2007).
Similitud florística
La mayor similitud florística a partir de las especies inventariadas se presentó en los pares de huertos grandes (B) y medianos (C) que fue de 74%, lo que indica que los huertos comparten las especies y en cambio los que presentaron menor similitud fueron los muy grandes (A) y pequeños (E) con un porcentaje de 56%.
Importancia socioeconómica
La importancia social se relacionó con las actividades y servicios siguientes: a) la división del trabajo entre los miembros de la familiar para el manejo del huerto; b) el intercambio de plantas entre las familias y vecinos, el cual sucede en todas las sociedades tradicionales (Coomes y Ban, 2004; Kehlenbeck et al., 2007); y c) El patio se realizan diversas reuniones familiares (bautizos, primera comunión, XV años, bodas) y ejidales, es un lugar para socializar y ahí pueden jugar los niños (Abdoellah et al., 2006). Además en el patio se realizar el beneficio y almacenamiento de frutos cosechados del huerto o del agroecosistema cacao, resguardar leña, herramientas de trabajo, realizar labores domésticas, aliñar aves y limpieza personal.
La importancia económica se relacionó con; a) la venta de frutos, principalmente cacao, y muy rara vez el plátano, naranja, limón y pimienta; b) ahorro por consumo de frutas, hierbas medicinales y vegetales; c) ahorro por mano de obra familiar; d) ahorro por uso de materiales e insumos locales (madera, hojas de palma, postes, hojarasca, estiércol de aves, cerdos y borrego); e) producción a lo largo del año según los ciclos de producción de cada especie y f) ingresos por venta de animales de traspatio como puede ser: cerdos (S. scrofa domestica), pavos (Meleagris), gallinas y pollos (Gallus gallus domesticus), patos, gansos (Anser anser), aves canoras (Poicephalus), pijijis (Dendrocygna autummalis) y borregos (Ovis orientalis aries). Los ingresos por venta de animales no fueron registrados en este estudio.
Un cálculo sobre la venta y ahorro por consumo de productos cosechados en los huertos familiares, se registró un aporte de $122 815 que representó 16% de los ingresos anuales entre todas las unidades familiares que fue de $753 792 por concepto de programas asistencialistas como Prospera, 70 y +, por jornal, negocio propio, remesas, venta de cacao y pan de achiote. La venta de cacao y achiote fue complementado en aquellas unidades familiares donde además cuentan con el agroecosistema cacao (Ortiz, 1979). El aporto de los huertos familiares representó 1/3 parte del ingreso total (12.40% a 18%) (Chi, 2009). Sol (2012) y Van der Wal et al. (2011) reportaron que si la producción del huerto familiar es de similar proporción para autoconsumo y comercialización, el volumen por venta puede ser desde $20 600 a $23 800 al año, entre frutas, vegetales y animales domésticos, por familia.
Álvarez-Buylla et al. (1989) señalaron que la familia es la unidad socioeconómica, productiva y la encargada de decidir el manejo de sus opciones económicas. Un capital importante que posee la familia es el conocimiento empírico sobre el uso tradicional de las plantas, el manejo del huerto y ecología de las plantas como los requerimientos de luz solar y sombra, sus ciclos de producción, selección de semillas y plantas, así como el uso de insumos obtenidos dentro del huerto familiar. Dicho conocimiento varió entre los miembros de las unidades familiares y tipo de género. Esta diferenciación en el género, también lo fue en las actividades de manejo, mientras que los hombres se encargaron de los árboles frutales y maderables, las mujeres lo hicieron en las hierbas perennes, ornamentales y medicinales.
Conclusiones
La riqueza de un huerto familiar es variable, debido a factores como: las condiciones biofísicas del sitio, preferencias, división del trabajo por tipo de género, el tamaño de la propiedad y procesos de fragmentación de la propiedad representado por la escasa cobertura vegetal, lo cual repercute en su diversidad. Las especies que pueden considerarse comunes en la localidad, pero de baja frecuencia y abundancia en los huertos familiares, podría indicar un cambio en las preferencias o sustitución de especies de rápido crecimiento, aunque también podrían indicar la necesidad de establecer estrategias para la conservación de variedades locales. El conocimiento sobre uso de plantas y consumo de productos determinan la importancia socioeconómica, pero también la riqueza y composición florística de un huerto familiar.