Introducción
La intención del artículo es revelar la situación de invisibilización de las mujeres en la actividad ecoturística, que si bien les representa una nueva alternativa económica y social, también se observan efectos que mantienen los estereotipos de género. Anticipamos que el establecimiento y desarrollo de los centros ecoturísticos estudiados fomenta la diferenciación de género a través de los distintos procesos sociales, que son trasladados al marco laboral. El análisis de esta situación es relevante por la expectativa que genera el ecoturismo, impulsado por programas gubernamentales, como fuente alternativa generadora de empleo, es decir, una alternativa productiva para los grupos domésticos y comunidades. Además mediante el ecoturismo se plantea conservar el ambiente, y en los cuales, sin embargo, se hace escasa alusión a la situación de las mujeres.
Analizamos dos casos localizados en la Selva Lacandona, área reconocida por su importancia ambiental para México, ya que es la región con la mayor extensión de reserva natural del estado de Chiapas (REBIMA, 2000) se encuentra conectada con los dos polos turísticos más importantes del estado, hacia el norte con la ciudad de Palenque, y al oriente y sur de la selva, con la ciudad de San Cristóbal de las Casas. El interés por el desarrollo del ecoturismo dentro de esta zona no sólo radica por su diversidad biológica sino, además, por el patrimonio cultural y escénico que alberga, considerado de gran importancia para atraer al turismo nacional e internacional (Hernández, Bello, Montoya y Estrada, 2005).
Actualmente esta región cuenta con ocho centros ecoturísticos certificados bajo la norma mexicana de ecoturismo, ya que sus actividades e instalaciones reúnen ciertos criterios específicos de sustentabilidad (NMX-133-AA-SCFI-2013). La mayoría cuenta con un poco más de seis años de existencia y se han caracterizado por un proceso de consolidación más rápido comparado con otras regiones del estado de Chiapas, como consecuencia del posicionamiento de la región Selva Lacandona como atractivo turístico, de los cuales se analizarán dos casos.
El centro ecoturístico Top Che (Figura 1) se asienta en la comunidad de Lacanja-Chansayab, sus integrantes pertenecen al grupo indígena maya-lacandón y el centro ecoturístico Las Guacamayas ubicado en la comunidad de Reforma Agraria, con habitantes de la etnia Chinanteca, originarios del vecino estado de Oaxaca.
En la escala mundial, el turismo es una de las industrias más grandes y de mayor crecimiento, en muchos países se sitúa como uno de los principales motores de desarrollo a través de los ingresos y la creación de empleos directos e indirectos que genera. Sin embargo, el turismo es conocido por sus aspectos negativos, particularmente hacia las mujeres (McKenzie, 2007) y recientemente el papel de las mujeres se ha convertido en un tema de investigaciones en el turismo (Canalis, 2011; Scheyvens, 2007; Tran y Walter, 2014). Bolles (1997) explica que la importancia de las mujeres en la industria a menudo se minimiza y se ha instado a los investigadores a centrarse en la variedad de experiencias de las mujeres en lugar de asumir la homogeneidad (Kinnaird y Hall, 1996).
En este escenario, el ecoturismo es planteado como una actividad que no sólo busca aumentar los ingresos de la comunidad a través de una práctica compatible con el medio ambiente, sino que busca contribuir a mejorar aspectos socioculturales de las comunidades (Díaz, 2010; Honey, 2008). Conviene subrayar que la investigación en el campo del ecoturismo ha sido en su mayoría, como mencionan Tran y Walter (2014), de género ciego. Weaver y Lawton (2007) examinaron el campo de investigación del ecoturismo y señalan que se ha establecido firmemente como un campo de investigación, sin embargo, solo identifican algunos estudios relacionados directamente con el género (Díaz, 2010; Dilly, 2003; Fernández y Martínez, 2010; Reimer y Walter, 2013; Schellhorn, 2010; Scheyvens, 2007; Stronza, 2005; Tucker y Boonabaana, 2012).
El género como instrumento permite superar la mirada neutra de las problemáticas sociales y evidenciar que la realidad se experimenta de diferentes maneras, entendido como la construcción socio-cultural e histórica de las diferencias entre hombres y mujeres (Hidalgo, 2002). Ahí radica la importancia de esta investigación: dos centros con características similares, donde se aprecia la heterogeneidad de experiencias que fomentan la diferenciación y los estereotipos de género que son trasladados a distintas dimensiones: centro ecoturístico y contexto local o comunitario, centrales en nuestra propuesta metodológica.
Con el fin de contribuir a la discusión y para el desarrollo de estos argumentos, el documento se desarrolla en tres secciones. En primer lugar, se hace referencia a los marcos de análisis utilizados y la recopilación de los datos, seguido de la información relacionada al proceso de desarrollo, conformación y planificación de los centros, para cubrir las dos dimensiones de nuestro marco de análisis. Se reflexiona acerca de cómo los aspectos de la organización y su planificación refuerzan y mantienen algunos estereotipos de género, y se mencionan una serie de ejemplos de las complejidades y contradicciones. Finalmente, el artículo concluye con una serie de recomendaciones y conclusiones generales sobre el ecoturismo y la relación con género.
Materiales y métodos
Marco de análisis
El análisis de la diferenciación laboral de género en centros ecoturísticos implica relacionar los procesos de integración y planificación de los centros ecoturísticos, a través de explicitar la interacción y relaciones de género entre sus actores, con factores sociales y culturales dependientes de su contexto local.
Con base en lo anterior se retoman dos referentes teóricos importantes para construir un modelo de análisis que permitiera explicar el fenómeno estudiado. Por un lado, la propuesta de Rowlands (1995; Hidalgo, 2002) que hace énfasis, aunque no exclusivamente, en la dimensión individual para tratar el tema del empoderamiento de la mujer. Por otra parte, fue pertinente enfocarnos en la dimensión del emprendimiento, en este caso el centro ecoturístico (Longwe, 2005; CEDPA, 1996; García y Cinco, 2005; Tran y Walter, 2014), para hacer explícitas las relaciones de género en el ámbito laboral.
Durante el trabajo de campo y a la luz de los hallazgos en el proceso de sistematización de la información, fue necesario ajustar ambas propuestas analíticas lo que representó un área de oportunidad para proponer un marco de análisis que permitiera identificar y reconocer las formas de participación (hombres y mujeres) con una perspectiva de género y el papel que juegan en el espacio de los centros. Es por ello que la presente investigación retoma la categoría de género desde un acercamiento que reconoce las diferencias que se dan en las distintas dimensiones y cómo éstos están intrínsecamente relacionados.
Por lo tanto se plantean dos dimensiones: 1) la del contexto local, y 2) la del centro ecoturístico. Ambas desde la perspectiva de las mujeres, pero sin perder de vista las relaciones con los socios de las cooperativas y personal contratado en los centros, tanto hombres como mujeres (Figura 2):
La dimensión del contexto local se manifiesta en la capacidad de las mujeres para transformar las relaciones y poder influenciar, negociar y tomar decisiones en relaciones que condicionan el empoderamiento. El núcleo es la habilidad de comunicación, además del involucramiento y participación en las actividades comunitarias, que se gestan en lo individual y se proyectan en acciones hacia los centros ecoturísticos.
La dimensión del centro ecoturístico da un sentido a la capacidad colectiva para producir cambios internos y externos, la autoorganización, autogestión, la división de las relaciones de poder y género, vinculado directamente a la participación comunitaria, partiendo de la idea que esto propicia cambios tanto en los hombres como en las mujeres y permite responder colectivamente.
Como resultado de la identificación de estas dimensiones surgieron características empíricas que no identificadas en los procesos de análisis de Longwe y Rowlands, por ejemplo, el origen étnico en el Contexto local y la capacitación en la dimensión de Centro ecoturístico.
Puesto que en cada dimensión se dan cambios que afectan la otra dimensión y dichos cambios serán distintos para cada persona que participa en los proyectos, debido a que existe para cada dimensión la experiencia personal y la experiencia del grupo en lo colectivo (Hidalgo, 2002; Longwe, 2005; Rowlands 1995).
Es importante mencionar que las dimensiones que acabamos de describir no siempre suceden de forma lineal o tal como fueron descritos. Las dimensiones y características permiten relacionar y en su conjunto poder explicar lo que sucede en cada espacio y cómo se relacionan entre sí o bien cómo cada uno puede ser consecuencia del otro y se puede observa cómo son trasladados a otras dimensiones.
La recolección de datos se hizo de octubre de 2013 a octubre de 2014, de la siguiente manera. Se aplicaron entrevistas en profundidad, semiestructuradas, observación participante y talleres participativos como métodos de recolección de datos. La observación participante se realizó durante las estancias en las comunidades e intervenciones informales con los sujetos de análisis.
Se realizaron 28 entrevistas semiestructuradas, con informantes clave que han participado en el proceso de formación de las organizaciones de los centros ecoturísticos de Top Che en Lacanja-Chansayab y Las Guacamayas en Reforma Agraria. Se seleccionaron 17 mujeres y 11 hombres, entre ellos socio(a)s y empleado(a)s. La selección de estos informantes fue de acuerdo con el trabajo realizado de la observación participante en los grupos y por el contacto previo que se tenía derivado de un proyecto y por las relaciones de amistad con algunos integrantes de los grupos. La selección se hizo mediante el muestreo intencional, que es “basado en la suposición de que el investigador quiere descubrir, entender y conocer mejor y, por tanto, debe seleccionar una muestra de la que más se puede aprender” (Merriam, 1998: 61). Cada participante fue entrevistado formalmente al menos una vez, en español y cada entrevista duró entre una y dos horas y fueron grabadas en audio. Para procesar las transcripciones de las entrevistas y las notas de observación se recurre al análisis de contenido mediante el programa NVivo N6 (QSR International Pty. Ltd. 2002).
Finalmente, se realizaron dos talleres, uno en cada sitio de estudio, con el fin de clarificar el manejo de los recursos económicos, la división por género de las actividades dentro de los centros ecoturísticos, y cotejar la información obtenida sobre la planificación y desarrollo de los mismos.
Experiencia ecoturística: contexto local y los centros ecoturísticos
Centro ecoturístico Top Che
El centro ecoturístico Top Che se localiza en la comunidad Lacanja-Chansayab considerada una de las principales comunidades maya-lacandonas, debido a que es el poblado con mayor número de habitantes lacandones, 379 para el 2010 (SEDESOL, 2015) y el más comunicado con las otras subregiones. El desarrollo económico de esta comunidad se vincula directamente con el apoyo gubernamental que recibe y la afluencia turística que se dirige a esta zona por los distintos atractivos turísticos como es el contacto con la naturaleza y la Selva Lacandona, la relación con sus habitantes lacandones y las edificaciones prehispánicas de la zona (Palenque, Bonampak, Yachilán) (Vásquez-Sánchez, March y Lazcano-Barrero, 1992).
Desde sus inicios, la participación de las mujeres ha sido limitada, el poder y la toma de decisiones estaba restringida para ellas y si bien ahora hay ciertas modificaciones que han permitido su participación, los cambios nos son tan significativos. Por ejemplo, el acceso a los cargos municipales y agrarios está restringido a los hombres, por lo que no se concibe que una mujer tome el sitio del comisariado ejidal dentro de los bienes comunales lacandones.
La actividad ecoturística a través de los años se ha convertido en la principal fuente de ingresos y ha propiciado transformaciones sociales en la lengua y vestimenta, en el primer caso la interacción con turistas ha implicado que todos los hombres sean bilingües y usen el español fluidamente (Chanona, 2011); en contraste, las mujeres usan el español con mayor o menor dificultad, es decir, pueden entenderlo, pero hablarlo representa una dificultad. En el caso de la vestimenta, ésta persiste con funciones específicas: la túnica típica de los lacandones usada como atractivo turístico por lo que es alternada con ropa moderna e informal; en el caso de las mujeres, son las de mayor edad las que hace uso habitual de la túnica tradicional floreada, es en las jóvenes donde se observan las modificaciones de vestimenta con ropa moderna (blusas, playeras, pantalones y jeans).
El patrón de asentamiento es el de un núcleo de parientes agrupados en torno a un jefe de familia que generalmente es el hombre de mayor edad, viven en pequeños grupos familiares y su tradición es transmitida de padres a hijos (hombres), culturalmente son los hombres los propietarios de la tierra. En este sentido, las mujeres han estado restringidas a este derecho, ya sea de manera legal o consuetudinaria, situación que influye en el incremento de su vulnerabilidad.
Al respecto, Robichaux refiere que la herencia de la tierra es heredada a los hombres lo cual ocurre debido al sistema de parentesco dominante llamado patrilínea, el cual podría entenderse como un grupo doméstico donde el jefe de la familia es el padre, que comienza a expandirse cuando los hijos varones llevan a su esposa a la casa, creando así nuevas familias nucleares que pueden vivir en el mismo espacio. Esto provoca que la forma de organización y de repartición de la herencia de la tierra deje a las mujeres de lado, ya que los varones quienes son titulares de la tierra en la mayoría de los casos (Robichaux, 2007).
La organización social de este sistema descansa en los grupos domésticos con actividades económicas como el cultivo de maíz, actividad donde participan mujeres y hombres; la recolección de semillas y frutas de temporada para el autoabasto, actividad desarrollada por las mujeres y niños, y la construcción de artesanías para la venta al público como el barro, desarrollada por las mujeres y el arco y flecha, tradición de los hombres.
La organización de este centro ecoturístico equivale a la del grupo doméstico, en consecuencia, el jefe de familia es la autoridad moral del grupo. En 1985, el grupo doméstico se dedicaba a la siembra de la milpa y la elaboración de arcos y flecha, y según la información de campo, fue casualidad su introducción a la actividad turística, debido a que diversas personas o visitantes empezaron a llegar a la zona por el atractivo natural e histórico que representa la Selva Lacandona y las zonas arqueológicas, en consecuencia llegaban a su casa a pedir un espacio para dormir y ellos los ofrecían viendo una posibilidad para adquirir un beneficio económico. Para 1992, la primera construcción dirigida a los visitantes era rústica, una palapa con techo de lámina sin piso firme de concreto. Dos años después, el grupo dividió ese espacio en cuartos individuales y construyeron camas, todo esto como respuesta a la demanda de los mismos visitantes. Desde el inicio la participación de las mujeres en la actividad turística se ha restringido a las actividades de limpieza y elaboración de alimentos, como reflejo del ámbito doméstico. Los hombres se han encargado de la construcción y de las relaciones en el ámbito público.
Con la construcción de la carretera fronteriza en 1996, que conecta a la Selva con la ciudad de Palenque, y el fuerte impulso gubernamental otorgado desde la década de 1990 al turismo no convencional, la Secretaría de Turismo (SECTUR) invita a la comunidad en su totalidad a participar en actividades turísticas de manera másformal, con la construcción de cabañas de concreto y techo de guano (Sabal mexicana). En esta etapa se organizaron 11 centros ecoturísticos, denominados campamentos en ese tiempo, los cuales eran representados por los jefes de familia (hombres). Los centros estaban conformados por distintos grupos domésticos que ofrecían servicios a los visitantes en la comunidad y la institución brindó la construcción de dos cabañas dobles para cada campamento, es importante mencionar que en la actualidad hay más de 15 espacios ofreciendo actividades ecoturísticas. Entonces, para el caso de Top Che, atender a los visitantes implicó mayor dedicación de los hombres, por lo que la siembra de milpa y la elaboración de artesanías pasaron a un segundo término; actividades que en la actualidad son desarrolladas por las mujeres, debido a que los hombres tienen una participación más activa en las labores públicas relacionadas con la actividad ecoturística.
A finales del 2010, el grupo doméstico solicita y recibe de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) una ampliación del centro ecoturístico, con ello se realiza la construcción de cinco cabañas. Estos hechos coincidieron con dos acontecimientos relacionados, la celebración de la Cumbre Mundial de Turismo de Aventura en 2011 realizado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y la inversión pública (CDI, Comisión de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT)) para la remodelación de los distintos centros ecoturísticos del estado, entre ellos Top Che.
Al principio de 2013 con el apoyo de la CDI se construye un café-bar, un museo y se remodela el comedor familiar, toda esta infraestructura en el terreno del grupo doméstico, marcando una diferenciación clara respecto a los otros centros ecoturísticos, así mismo se empieza a ver un cambio en los roles de las mujeres, los cuales analizaremos más adelante. No se trata de un proceso endógeno, se debe a la incorporación de una persona externa al grupo doméstico, es la esposa de uno de los hijos del jefe de familia procedente de otro estado de un contexto cultural diferente. Esta transformación significó modificaciones en la manera de hacer las cosas respecto a los roles asignados tradicionalmente, así mismo ha implicado una participación más activa por parte de las mujeres en el espacio del centro ecoturístico.
Centro ecoturístico Las Guacamayas
El centro ecoturístico Las Guacamayas se ubica en la comunidad Reforma Agraria, sus habitantes pertenecen a la etnia Chinanteca, quienes proceden del estado de Oaxaca como resultado de los flujos migratorios y procesos de colonización interna, inducida por las instancias federales, para que grupos guatemaltecos no colonizaran estas zonas (1976-1980) (Chanona, 2011). La organización social y política de la comunidad gira en torno a las seis familias que conforman y fundaron la comunidad. Sin embargo, existen otras familias que se han ido agregando, las cuales no ejercen una influencia en la toma de decisiones, cabe mencionar que para el 2010, de acuerdo con la SEDESOL (2015), hay 145 pobladores, entre ellos 68 hombres y 77 mujeres. La participación de las mujeres en el ámbito comunitario ha sido mayor en los últimos años, con la participación activa de una mujer como comisariada ejidal, y otra como parte del Consejo de Vigilancia.
Las actividades económicas de las familias, desde la inserción del ecoturismo en la década de los noventa, han variado poco, aún mantienen la cría de ganado y la siembra de cultivos en espacios que no impliquen la destrucción de la selva. Estas actividades corresponden al hombre, principalmente, quien contrata a otros hombres para el desarrollo de las mismas y mientras que las mujeres son las encargadas de las actividades del hogar y aquellas actividades que impliquen la preparación de los alimentos para los trabajadores. La actividad ecoturística se ha convertido en el principal ingreso y fuente de empleo. A diferencia del otro sitio de estudio, la lengua y la vestimenta no implican un atractivo para la actividad ecoturística, en este espacio se valora más la belleza escénica del lugar y el avistamiento de Guacamaya Roja (Ara macao).
Alrededor de 1990, al igual que Top Che, la comunidad participó en la convocatoria de SECTUR. A diferencia del otro centro, en este caso la comunidad realizó una asamblea, donde se propuso a todos los pobladores (hombres y mujeres) participar en un proyecto de ecoturismo, como muchos tenían desconocimiento de la actividad y cierta desconfianza de su funcionamiento, algunos decidieron seguir con sus actividades agrícolas y no participar dentro del proyecto, es así como en sus inicios se conformó un grupo de 17 personas de distintas familias (hombres-mujeres).
La organización pasó por varias fases de crecimiento y capacitación social y administrativa que se pueden resumir en tres momentos: construcción, desarrollo y consolidación. El primero es un periodo donde los visitantes eran escasos con poco interés de los socios hombres. Las mujeres tuvieron mayor participación en este momento, fueron las encargadas del centro al tiempo que cumplían con sus labores en el hogar, su participación en la comunidad. En esta etapa, el manejo del centro no tuvo las bases administrativas y sociales adecuadas, según la información recabada, independientemente del respaldo de las instituciones.
La siguiente fase es de desarrollo. Al afrontar diversos problemas en la operación del centro realizaron una reestructuración interna: crearon una directiva que manejara el centro conformada principalmente por hombres; se dividieron los cargos, semejante a la estructura de las asambleas ejidales comunitarias (presidente, secretario, tesorero, consejo de vigilancia), y se formaron comisiones, las cuales estaban conformadas en su mayoría por mujeres. Esto permitió tener un mejor control y manejo del centro, aunado a esto incrementaron el número de cuartos y se hicieron remodelaciones en el área de restaurante y recepción, por el apoyo y subsidio de instancias gubernamentales.
En esta fase la intervención de las mujeres fundadoras se fue diluyendo poco a poco debido a las distintas obligaciones domésticas y comunitarias que de por sí llevaban a cabo y por la edad de las mismas (35-45 años). El crecimiento del centro y su manejo implicó la contratación de personal de base (hombres y mujeres) miembros de la comunidad o en su caso personas provenientes de Guatemala, para esto se formaron grupos de trabajo donde seguían participando activamente las mujeres (18-38 años). Posteriormente, con la mejora de la carretera y la afluencia turística, se contrató a personal eventual por la temporada alta y se cambiaron los estatutos para elegir una nueva directiva cada dos años, todo este proceso en un periodo de más de seis años.
También en esta fase las mujeres empezaron a tener cargos en las directivas con puestos de menor rango y que no implicaran un descuido a sus actividades reproductivas. Esta condición coincide con lo que menciona Calvillo (2012), los lugares y espacios, ya sean físicos o simbólicos, están generizados, culturalmente apropiados y asignados. En este caso, las organizaciones las encabezan los hombres, ya que se asocian al espacio público, se trata pues de límites sociales ligados al género, que se definen por lo que está prohibido y permitido con respecto a los demás espacios.
La fase de consolidación se caracteriza porque el centro ya efectúa reparto de utilidades para los socios (hombres-mujeres), mantienen una planta estable de trabajadores (hombres-mujeres), siguen contratando para las temporadas altas, hacen inversión en la comunidad (carretera, iglesia, apoyo a ejidatarios, etc.) y su participación en los eventos turísticos es activa y se presentan como un referente en el turismo del estado de Chiapas. A pesar de todos los avances mencionados, en el siguiente apartado se puede observar que estos cambios han modificado la división sexual del trabajo en detrimento de las mujeres, quienes se sobre cargan cada vez más de actividades productivas y reproductivas (Ezquerra, 2014).
En resumen, la conformación de los centros de alguna manera es similar, debido en gran parte al apoyo de las instituciones gubernamentales que las impulsan, no obstante, el proceso de planificación y desarrollo tiene sus diferencias, varias de ellas relacionadas con las características del contexto local de cada espacio.
Centros Ecoturísticos-Planificación de las actividades ecoturísticas
La planificación turística ha sido definida, de manera general, como el proceso racional u ordenado para alcanzar el crecimiento o el desarrollo turístico (Godfrey y Clarke, 2000; Molina, 1986; Osorio, 2006). Debido a las interrelaciones que existen entre los distintos elementos (recursos, atractivos, humanos, infraestructura), es importante que la planificación tenga como objetivo un desarrollo integrado, de tal manera que todas las partes del mismo sean consideradas en el proceso de planificación. Para nuestro caso de estudio retomaremos la planificación turística desde la perspectiva de las socias y socios dentro de los centros ecoturísticos.
Partiendo de lo anterior podemos observar que dentro de los sitios de estudios, los espacios están divididos de acuerdo con el tipo de trabajo realizado según la asignación tradicional que se le da: el hogar es visto como un espacio reproductivo, la empresa como productivo y la comunidad como la conjugación de ambos (ver Tabla 1).
No obstante, a nivel organizacional dentro de los centros ecoturísticos, podemos ver diferencias y visibilizar ciertos aspectos que se identifican al emplear el enfoque de género en el turismo, como es la adaptación de ciertos valores patriarcales a lo largo de la estructura laboral, generando una segregación ocupacional que condiciona la presencia de las mujeres en actividades fuertemente vinculadas con la figura tradicional de las mujeres, lo cual es similar a lo encontrado en otros estudios (Chant, 1997; Díaz, 2010; Momsen 2004), tal es el caso de la escasa presencia de mujeres a un nivel de directiva y en Guacamayas podemos observarlo hasta un nivel administrativo, pero no de dirección.
Es importante subrayar que en este documento partimos de la idea de que el trabajo reproductivo está relacionado con la idea del cuidado, en ese sentido, el trabajo reproductivo hace referencia al trabajo destinado a satisfacer las necesidades de la familia. A pesar de constituir una dimensión necesaria para la reproducción de la sociedad, su desarrollo ha quedado históricamente circunscrito al marco privado, primordialmente a la esfera doméstica, razón por la cual también se define como “trabajo doméstico” o “familiar” (Larrañaga, Arregi y Arpal, 2004: 32).
Los roles de género tradicionales que asocian a las mujeres con los cuidados y la reproducción, para la sociedad son generalmente invisibilizados (Dalla Costa, 2005). Esto ocurre en ambos centros ecoturísticos, no obstante, que éstas actividades generan bienes y servicios y propician la vida familiar, comunitaria y en su caso del centro ecoturístico, aun cuando en la mayoría de las veces no son equitativas ni justas para las mujeres.
Observando más de cerca las actividades que se hacen en cada uno de los centros, podemos ver claramente las diferencias en la división de las actividades hacia los hombres y las mujeres. Por ejemplo, actividades como guías de turistas, el servicio de los alimentos (meseros), las compras, la presidencia de las organizaciones, el mantenimiento de las instalaciones y las actividades financieras están dirigidas por los hombres; y las mujeres se encargan de la elaboración de los alimentos, limpieza de habitaciones, lavado de blancos y limpieza de baños (Tabla 2).
Estas ideas se establecen en los imaginarios y se sustentan a partir de la legitimización de las desigualdades, una de ellas está enmarcada en el ordenamiento que separa lo masculino de lo femenino, del mismo modo lo productivo de lo reproductivo, lo público de lo privado, justificando de alguna manera la subordinación femenina (Espinosa, 2014).
Aun así podemos ver actividades que se sustentan en esa línea imaginaria que permite su realización sin importar si son hombres o mujeres, como la elaboración de artesanías, limpieza y cuidado de los andadores y la jardinería, el cuidado de las áreas de conservación y restauración, el área de recepción y la administración de los centros, excluyendo el aspecto financiero. No obstante, se observa que las mujeres, si bien son parte del centro ecoturístico, su posición y condición en los ámbitos público y privado, las coloca en relaciones de poder distintas y a través del trabajo, se ha encontrado que sus actividades son inseparables del espacio doméstico (Fuller, 2012).
Una de las deficiencias de los centros en el proceso de planificación es la falta de documentación o registro de la información que de alguna manera orienta el desarrollo de las organizaciones y por consiguiente no es presentada a sus colaboradores. Por ejemplo, la falta de metas, objetivos, descripción de puestos, el alcance del proyecto, la elaboración de planes y estrategias no permiten un mejor funcionamiento. Es importante mencionar que si bien las organizaciones han recibido capacitaciones por el respaldo que tienen de las distintas organizaciones gubernamentales, éstas han aprendido sobre el camino la forma de hacer ecoturismo.
Participación femenina en las actividades ecoturísticas
Uno de los puntos negativos del turismo desde el enfoque de género son las actividades vinculadas hacia las mujeres respecto al rol tradicional asignado. En este apartado se identifica la participación de las mujeres en las actividades ecoturísticas y cómo éstas se ligan a los estereotipos socio-culturales del género.
En cuanto a la participación de las mujeres, el turismo de masas se ha caracterizado con frecuencia por perpetuar las nociones tradicionales sobre los roles de género mediante la segregación de empleo, respecto a las habilidades domésticas de las mujeres y lo que se cree que son características femeninas (Chant, 1997; McKenzie, 2007). Tal segregación basada en el género no es exclusivo del turismo de masas y claramente lo podemos ver en este estudio. Como se señaló, la participación femenina se ha limitado a ciertas actividades como cocineras, recepcionistas y encargadas de limpieza de las distintas áreas, mientras que los hombres se desarrollan en puestos directivos, son los encargados de manejar el aspecto financiero, la toma de decisiones y se mantienen como las figuras públicas.
Cabe mencionar que es precisamente en el trabajo donde encontramos uno de los espacios más importantes en la diferenciación entre hombres y mujeres y en el establecimiento de jerarquías sociales. La forma en que se organiza el trabajo es importante para identificar una sociedad y ver sus cambios, lo cual abarca entre el trabajo productivo y reproductivo (Todaro, 2004). Estas formas de trabajo implican el respeto por los usos y costumbres que esconde las formas de poder que subordinan a las mujeres y por consiguiente el sentido de dominación y poder construido en colectivo (Ulloa, Montiel y Baeza, 2010). Tal es el caso de los centros analizados, por ejemplo, los puestos de directiva que las mujeres aún no pueden alcanzar y el refuerzo de las formas de poder sobre ellas. Es claro que la cultura forma un papel fundamental en el desarrollo de las mujeres al interior de los grupos domésticos, el centro y la comunidad, ya que se les asigna roles que las colocan en una situación de vulnerabilidad social, cultural y económica, generando un desequilibrio de poder entre los hombres y las mujeres.
Desde el exterior de los Centros Ecoturísticos podemos ver que las mujeres jóvenes van aprendiendo sus roles, que son parte fundamental en el mantenimiento de la economía doméstica, es decir, desde la coordinación del trabajo doméstico, el cuidado de los pequeños y adultos mayores, la salud, el trabajo en los huertos familiares, la limpieza y todas las actividades que asumen desde niñas, tomando su rol tradicional, su vida se construye por múltiples dimensiones sociales y culturales; pero sobre todo constituye una sabiduría empírica que permite visualizar que las mujeres son actoras, productoras y reproductoras de los estereotipos de género (Salazar, 2011:188).
El espacio del centro ecoturístico Top Che está íntimamente relacionado con las actividades del hogar, a diferencia de las Guacamayas, en gran parte porque todo gira en torno al grupo doméstico donde no se percibe una división clara de las actividades entre el centro y el hogar. En contraste, en Guacamayas si hay una división respecto al centro ecoturístico, no obstante entre los grupos domésticos que participan en el centro, la responsabilidad del cuidado familiar continúa definida como un trabajo femenino.
El hecho de que las distintas actividades realizadas por las mujeres en los ámbitos privados y públicos no estén contabilizados, implica que no son reconocidos, ni remunerados, y como consecuencia, socialmente invisibilizados. En consecuencia, el centro ecoturístico, el contexto local y el espacio doméstico siguen simbolizándose como el lugar de realización de sus funciones de reproductoras de la sociedad y de la cultura, y como elemento primordial en la construcción situada de sus identidades de género (Olivera, 2011).
Respecto a las relaciones que se dan dentro del grupo doméstico y su contexto local, permea la conducta de las mujeres respecto a los estereotipos, los cuales son trasladados al centro ecoturístico, fomentando la idea que las mujeres deben mantener el rol reproductivo y productivo, es decir, seguir al cuidado de los hijos, de la casa, de la pareja y el resto de sus familiares, aun cuando también tienen jornadas laborales igual de extensas que los hombres, y esto se observa en el tejido de relaciones dentro de los centros ecoturísticos. Por ejemplo, un socio señala sentirse abandonado por su esposa quien también es socia porque ella trabaja:
…le digo a que vas tú, y ya no me atiende a mí, ya me está dejando a un lado [ríe], y es que la verdad así pasa. Ahorita están atendiendo, hay como unos 10 turistas o algo así, y no me dio de desayunar, ni de almorzar, como están atendiendo allá abajo y no he ni comido, estoy guardando dieta, estoy abandonado [ríe] (Socio del centro ecoturístico Las Guacamayas, comunicación personal, 2014).
En el centro las Guacamayas, donde la participación de las mujeres ya alcanza puestos administrativos, pero aún no se observa que una mujer pueda llegar a ocupar la directiva, algunos socios hombres comentan que esto ocurre debido a que ellas no están preparadas o bien porque tienen que atender a la familia. Situación que confirma la idea de espacios divididos o estereotipados al ubicar a mujeres dentro de la administración, y una percepción y experiencia del poder de los hombres sobre las mujeres.
Desde la perspectiva de género podemos identificar que la asignación del tiempo y los trabajos doméstico se asocia al mandato de género, es decir, social y culturalmente se vincula a las mujeres como las principales responsables tanto en sentido material (quienes asumen la tarea de cuidar), como simbólico (los cuidados se naturalizan, se entienden como una capacidad innata de las mujeres y no como un trabajo (Agenjo, 2013:23).
Como ya se comentó, al interior de los grupos domésticos son las mujeres las que continúan siendo, con el apoyo de sus hijas o demás familiares femeninos, las principales responsables del trabajo doméstico, lo que implica el alargamiento de su jornada de trabajo (Anthias y Rodríguez, 2006; Díaz, 2010). Como se observa en la tabla 3, las mujeres participan en todas las actividades que se suscitan dentro del espacio doméstico, lo cual aunado a su carga laboral o el trabajo dentro del centro ecoturístico conduce a las mujeres a lo que se comenta, una extensión de la jornada o a dobles jornadas.
En consecuencia, el reparto del trabajo doméstico no parece modificarse sustancialmente con la participación de las mujeres en el ecoturismo, pocas son las parejas que asumen su cuota o responsabilidad respecto a esto y el cuidado de los hijos. Como resultado, las mujeres que laboran en estos espacios tienen limitadas oportunidades debido a que el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos están circunscritos a las necesidades familiares (Tabla 3).
Con la perspectiva de género se puede ver que el patriarcado organiza los estatus de las relaciones familiares; se revela la estructura de poder en las relaciones de género (Ulloa, Montiel y Baeza, 2010). El poder circula porque éste es reconocido por los hombres y las mujeres. Si lo trasladamos al espacio comunitario, no quiere decir que al interior no exista una dominación contra las mujeres. Por ejemplo, en Lacanjá-Chansayab lo constatamos y está legitimado por los usos y costumbres, con la premisa de que una mujer no puede ser presidente del comisariado ejidal de los bienes comunales de la Zona Lacandona, situación plasmada en el acta constitutiva de los bienes comunales lacandones, donde se señala que el cargo es ocupado solamente por un Lacandón, entendido en el contexto igual a hombre-lacandón, comprendiendo que las mismas definiciones responden a los estereotipos de género. Contrario a lo ocurrido en Reforma Agraria donde una mujer ocupó el cargo de Comisariada ejidal. Las razones que suscitaron este acontecimiento no están claros, pero se mantiene la idea que su esposo (hombre importante en la comunidad) estaba ahí para apoyarla y enseñarle, ya que él había ocupado el puesto.
Las ideas anteriores nos permiten comprender mejor el tema de la dominación masculina, respecto a los usos y costumbres de las comunidades y cómo éstas se adaptaron de alguna manera a los centros ecoturísticos.
No obstante, las mujeres identifican beneficios de su participación en la actividad turística como el reconocimiento de sí mismas y su actuación como personas independientes, capaces de tomar decisiones, así como la capacidad de negociación con sus parejas o familia. Otro elemento es el reconocimiento de sus parejas o familiares y la oportunidad para interactuar con otros actores y poder salir del ámbito doméstico e insertarse en la esfera pública. Aún aquellas que no obtienen grandes ganancias valoran esta actividad exactamente por lo mencionado, les permite socializar e integrarse al mundo exterior (Fuller, 2012). Tal como lo menciona una de las empleadas:
Él sabe muy bien que las mujeres trabajamos también, quizás hay personas que dicen que las mujeres no servimos, pero sí servimos, nosotras mujeres servimos, todo podemos, si pones de tu parte, levantas tu casa, sola y no esperar que un triste hombre te construya una casa…trabajamos, no ganamos mucho pero cuando deseas hacer algo lo haces. (Empleada del centro ecoturístico Las Guacamayas, comunicación personal, 2014).
Lo anterior lo vemos claramente reflejado en los comentarios hechos por las mujeres entrevistadas de ambos centros, quienes mencionan que gracias a que trabajan en el centro su forma de ser y actuar ha cambiado, ya que no se cohíben tan fácilmente y pueden entablar relaciones sociales con los visitantes. También resaltan la parte del control de su tiempo, es decir, si ellas quieren salir a visitar a algún familiar o alguna comunidad cercana, ya no le piden permiso a su pareja; igualmente respecto al control sobre sus ingresos, ellas argumentan que se pueden comprar lo que quieran siempre y cuando sus hijos tengan buena salud (Tabla 3), permitiendo que las dinámicas en los espacios domésticos se modifiquen.
Finalmente, otra de las críticas que se hace al ecoturismo es la baja posibilidad de alcanzar la independencia económica como consecuencia del carácter temporal (Díaz, 2010; Prados, 1998); para el caso de estos centros, el ecoturismo se ha vuelto una de las actividades principales para la obtención de beneficios económicos, no obstante los grupos familiares tienen otras actividades como la ganadería, piscicultura, venta de artesanías, por mencionar algunas actividades de las cual obtienen recursos y de las cuales también pueden brindar empleos directos e indirectos a otros grupos domésticos contribuyendo al desarrollo social de la comunidad.
Conclusiones
En resumen, la forma en que los roles y las relaciones de género están representados en los procesos de desarrollo y planificación de los centros ecoturísticos, nos permiten ver las diferencias que se dan entre hombres y mujeres; y cómo su interacción social, depende de la construcción particular de las relaciones de género que se dan dentro de su sociedad y cómo cambian e interactúan con el tiempo (Kinnaird y Hall, 1996). La perspectiva de género nos permitió prestar atención sobre las mujeres en cuanto un colectivo múltiple y diverso, históricamente invisibilizado, a quien se le ha sido negado el estatus de sujeto económico, social, político y cultural (Siliprandi y Zuluaga, 2014).
En la investigación se ha puesto énfasis en el papel y circunstancias de las mujeres, el género como construcción social también incluye las formas de socialización y los efectos en los hombres, es decir, las masculinidades se construyen con base en rituales repetitivos de socialización en los espacios microsociales, en consonancia con las estructuras y espacios macrosociales, dichas relaciones generan idealizaciones de comportamiento que deben ser cumplidas por los individuos para ser admitidos en el grupo de los iguales (Pérez, Calle y Valcuende, 2014: 46). Estos comportamientos deben de reafirmar el mandato de no tener nada de mujer, lo que implica un rechazo a todo lo culturalmente percibido y asociado con lo femenino, como los cuidados, el trabajo doméstico, la sensibilidad y la dulzura (Pérez, Calle y Valcuende, 2014).
Lo anterior se pudo observar gracias a que el modelo de análisis planteado permitió ir más allá del centro ecoturístico, examinando las relaciones positivas y negativas que se dan tanto en la comunidad y son trasladados al centro ecoturístico.
Por un lado está la estrecha relación de la actividad con el rol tradicionalmente asignado, reforzando la división del trabajo por género, ya que la segregación depende de la naturaleza del trabajo y por consiguiente prevalecen las estructuras patriarcales; como bien menciona Carrasco (1999) respecto a la relación de la agroecología, alimentación y feminismos, en esta división sexual del trabajo, solo el trabajo remunerado en el ámbito del mercado se concibe como productivo y se adscribe prioritariamente a los hombres, mientras las mujeres se hacen responsables de los trabajos invisibilizados, considerados improductivos, de reproducción social en los espacios domésticos (Pérez Orozco, 2006).
Se les otorga menos valor a las actividades y trabajos que se conciben vinculados a los femenino y que, por tanto, son asociados con lo corpóreo, lo primitivo y las emociones. Se desprecia e invisibilizan los trabajos domésticos de alimentación identificados como femenino y realizados mayoritariamente por mujeres en el espacio doméstico con base en la división generada por esta división sexual, cocinar, hacer la compra, elegir las comidas, alimentar a los más pequeños y a los ancianos son tareas femeninas fundamentales para el sostenimiento de la vida (Gracia, 1996; Mellor, 2002).
Aunado a esto, la poca valoración del trabajo doméstico y el rol de cuidadora que se extrapola hacia las organizaciones, observando y desvalorizando el trabajo de las mujeres, ya que se ve como una extensión del trabajo doméstico, es ahí donde los límites para la transformación de su posición al interior de la familia y la comunidad resultan especialmente restringidos y por ello, una de las barreras que este sector de servicios debe enfrentar. Las mujeres no solo denuncian que la falta de corresponsabilidad en el trabajo de cuidados a nivel familiar dificulta su participación a nivel organizativo, tal y como sucede en investigaciones hechas en el campo respecto a agroecología, en sus organizaciones las mujeres sumen las tareas reproductivas de la organización, como la alimentación, la limpieza o la educación, mientras que los hombres asumen principalmente la representación pública y la dirección (Dunezart, 2006), comparable con lo registrado en los centros ecoturísticos.
Por el otro lado, las mujeres valoran positivamente su participación dentro de las actividades del ecoturismo, resaltando el contacto con otras personas tanto al interior como al exterior de la comunidad, el desarrollo de nuevas habilidades, valoran el pertenecer a un grupo, el acceso y la modificación de roles, el reconocimiento y la visibilización de su trabajo y en algunos casos hasta la independencia económica.
Dado que el turismo es uno de los modelos de desarrollo impulsados por el gobierno mexicano, estos modelos deben considerar medidas para que la participación de las mujeres en esta industria se maximice, los proyectos deben ser planificados e incluir la perspectiva de género. Nuestra recomendación va desde la capacitación hacia las mujeres, hasta incluirlas en los procesos y lineamientos de financiamiento, no obstante, esto no quiere decir que la brecha se acortara, pero será un paso importante el incluirlas desde el proceso de conformación de los centros ecoturístico, más allá de las actividades que puedan realizar de acuerdo con los estereotipos culturales de los espacios.
Sobre esto, Castells (2001) considera que uno de los rasgos distintivos de las sociedades actuales radica en las modificaciones de las funciones económicas y reproductivas de las mujeres, en esta nueva caracterización, los hombres dejan de ser proveedores principales, en tanto que las mujeres ya no son exclusivamente amas de casa. Sin embargo, esto no ha significado que ellas dejen de ser responsables directas de las tareas domésticas, más bien, las mujeres se encuentran comprometidas en mayores responsabilidades (doble o hasta triple jornada de trabajo).
En alguna medida, el ecoturismo ha contribuido al cuestionamiento de los roles de género, reconociendo que una forma de visualizar las interrelaciones del turismo con las prácticas sociales se da a través del grupo doméstico y de los individuos mismos, demostrando que los valores de los sistemas familiares y sociales dan forma a las actividades que se dan dentro de los centros ecoturísticos y a menos que entendamos las complejidades de género en el ecoturismo y las relaciones de poder que implican, entonces no seremos capaces de reconocer el refuerzo y la construcción de nuevas relaciones que se dan en los procesos ecoturísticos y como éstos dependen del contexto en el que se desarrolla la experiencia ecoturística.
Podemos afirmar que el ecoturismo las ha visibilizado; sin embargo, dicha visibilización se presenta ligada a un rol tradicional, que si bien está obteniendo un beneficio, aún se mantiene el nexo mujer-trabajo doméstico recurrido muchas veces para justificar la segregación ocupacional (Díaz, 2010; Momsen, 2004), y el problema con este empleo segregado es que refuerza el bajo estatus de las mujeres dentro de sus sociedades (Chant, 1997). Es necesario cuestionarse las jerarquizaciones sexuales que se han ido construyendo los sistemas tradicionales y plantearse como las nuevas o renovadas propuestas van a responder a la desigualdad entre las personas en función del género (Pérez, Calle y Valcuende, 2014). Quizás sea debido a que los conceptos que utilizamos son todavía limitados (y para eso tenemos que continuar el debate y la reflexión), quizás el problema sea la resistencia que muchos tenemos en visibilizar a las mujeres y a las cuestiones de género en dichos escenarios.
Una de las formas para avanzar en esos caminos, implica el reconocimiento y valoración de su papel en los distintos ámbitos de la vida cotidiana, así como el cuestionamiento a las condiciones en desventaja en que se encuentran. Es importante seguir cuestionando tanto la masculinidad como la feminidad convencional para romper la adscripción estereotipada de roles y valores, y permitir la reestructuración de roles como requisito para construir relaciones plenas en libertad (Segato, 2003).