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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.5 no.10 México jul./dic. 2011

 

Artículos

 

Introducción a Ernst Bloch (a 125 años de su nacimiento)1

 

Esteban Krotz*

 

* Profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán y de la UAM , México, kroqui@prodigy.net.mx

 

Fecha de recepción: 10/08/2010
Fecha de aceptación: 3/11/2010

 

Resumen

El cumpleaños 125 de Ernst Bloch y la reciente puesta en circulación de una nueva traducción de su obra principal, El principio esperanza, son motivos suficientes para ofrecer una sucinta introducción a la obra de este importante filósofo del siglo pasado. El artículo ubica primero sus principales ideas en el contexto biográfico, intelectual y sociohistórico correspondiente para presentar luego el tema de la conciencia anticipadora como eje central de la teoría de Bloch. La parte final aborda la infuencia y la vigencia de este imprescindible "filósofo de la utopía".

Palabras clave: Bloch, esperanza, conciencia anticipadora, utopía.

 

Abstract

Ernst Bloch's 125th birthday and a recent re-edition of his main work Principle of Hope are both good reasons to offer a brief introduction to this last century important philosopher's work. This article will frst present his main ideas in his biographic, intellectual and socio historical context to later introduce the concept of anticipatory consciousness as Bloch's theory central guideline. The final part of this essay is dedicated to this "philosopher of utopia" influence and continuity.

Key words: Bloch, hope, anticipatory consciousness, utopia.

 

El hombre es aquello que tiene todavía mucho ante sí.
En su trabajo, y por él, el hombre es constantemente
transformado. se halla siempre adelante ante límites
que no lo son porque los percibe, los traspone. Lo
verdaderamente propio no se ha realizado aún ni en el
hombre ni en el mundo, se halla en espera, en el temor
a perderse, en la esperanza de lograrse. Porque lo que
es posible puede igualmente convertirse en la nada
que en el ser, lo posible es, como lo no completamente
condicionado, lo no cierto. [...] la valentía en este sentido
es la acción adversa contra la posibilidad negativa
del despeñarse en la nada. [...] sólo esta praxis
puede hacer pasar de la posibilidad real a la realidad el punto
pendiente en el proceso histórico: la naturalización del
hombre, la humanización de la naturaleza.

Ernst Bloch

 

El nombre del filósofo alemán Ernst Bloch (1885-1977) está asociado para siempre con la palabra que constituye el centro de su pensamiento y que se encuentra ya en el título de su primera gran obra, Espíritu de utopía [Geist der Utopie].2 Pero el signifcado de utopía dista del contenido que el sentido común le suele dar a esa palabra, a saber: algo quimérico, arbitrario, inalcanzable, irreal. El título de su última obra, Experimentum mundi, permite reconocer de qué se trata: una visión del mundo en proceso que sigue una tendencia de humanización posible pero no garantizada y por principio necesitada de la acción humana, más en particular, de lo que Bloch llama optimismo militante. Su más famosa y más extensa obra, El principio esperanza constituye la fundamentación empíricamente documentada de esta concepción flosófica, que también pretende ser una especie de refundación del marxismo frente a sus versiones mutiladas en boga; en sus tres volúmenes se demuestra la existencia de la conciencia anticipadora que escapa de y es capaz de escudriñar la realidad con respecto a la pre-apariencia de su objetivo final, el cual es, al mismo tiempo, el objetivo final del cosmos y del ser humano, ambos inconclusos en el presente, pero en trance de llegar a ser ellos mismos.

En lo que sigue, se esboza primero la biografía de este pensador alemán, que proporciona elementos del contexto sociopolítico, cultural y flosófico relevantes para la comprensión de su obra (de la que Bloch mismo preparó cuidadosamente una extensa selección como "edición completa"),3 que está escrita en un lenguaje inconfundible y voluntarioso, lleno de expresiones novedosas, de connotaciones y matices cuidadosamente elaboradas y de múltiples evocaciones de la historia y la cultura centroeuropeas. El segundo apartado amplía y explica los elementos medulares de su sistema flosófico, concentrándose en el contenido de las tres obras que se han nombrado en el párrafo anterior. El apartado final de esta presentación sintética versa sobre la infuencia y actualidad de la filosofía utópica de Ernst Bloch: materialismo especulativo y, simultáneamente, llamado permanente a caminar erguido.

 

Esperanza militante, desilusiones y re-inicios

Ernst Bloch nace el 8 de julio de 1885 en Ludwigshafen, ciudad industrial alemana ubicada a las orillas del río Rin, como hijo único de una familia de clase media; sus padres, que tienen pocos intereses intelectuales, son de origen judío, pero no practican su religión (mientras él mismo se define tempranamente como "ateo"). Poco dedicado a la escuela que aprueba con difcultades, queda fascinado con la biblioteca del castillo de Mannheim, ciudad situada justamente en la ribera opuesta del río, donde como estudiante de secundaria y preparatoria se introduce por cuenta propia intensa y profundamente a la literatura europea y alemana y a la filosofía antigua y moderna. Dotado de una extraordinaria memoria, pudo todavía décadas después citar largos pasajes tanto del entonces muy popular polígrafo de viajes imaginarios Karl May, como de Hegel y de muchas otras obras de la tradición flosófica europea clásica y de su tiempo. Sus pequeños tratados sobre física y otros temas escritos durante esos años no llegan a publicarse y sus repetidos intentos de entrar en contacto epistolar con científcos importantes quedan infructuosos.

Sus estudios universitarios los realiza a partir de 1905, primero en Múnich y luego en Wurzburgo, asistiendo a clases de filosofía y, según la usanza universitaria alemana de la época, también de las áreas complementarias de física y música (conviene señalar que Bloch tocaba hasta muy avanzada edad notablemente bien el piano), y posteriormente, además, de literatura alemana y de psicología, pero dedicándose ante todo a la investigación independiente de los temas de su interés. En 1908 se doctora con una tesis sobre la teoría del conocimiento del neokantismo, en la que critica la división tajante entre ciencias de la naturaleza y del espíritu o de la cultura, establecida por la corriente citada, entonces en boga, y postula la necesidad de una nueva metafísica que permitiera entender a la persona humana como pregunta, que se aclara a sí misma difcultosamente y con respecto a la cual el mundo, que está en transformación continua, constituye la respuesta. Esboza ya aquí una teoría del no-consciente, pero a diferencia de su contemporáneo Freud, quien lo abarca como lo ya-no-consciente (que tiene que ser recuperado mediante la técnica psicoanalítica), lo entiende como lo todavía-no-consciente, mediante el cual el ser humano capta a tientas y de modo fragmentario el proceso de la materia en el cual se entrelazan de manera dialéctica tendencias objetivas mutuamente contrapuestas, por lo que dicho proceso es aún confuso y necesitado de la aclaración teórica y práctica por parte de los seres humanos.

Los años siguientes vive en diferentes partes de Alemania y viaja por varios países europeos; durante una larga estancia en Berlín participa en el famoso seminario dirigido por Georg Simmel y en Heidelberg está en contacto con el círculo de Max Weber; muy importante resulta para él su estrecha amistad —luego eclipsada durante largos años a causa de diferencias flosóficas y políticas— con Georg Lukács, a la postre ministro del corto gobierno comunista reformista húngaro. Publica numerosos ensayos en periódicos y revistas sobre literatura, filosofía y sobre sus viajes y trabaja en un gigantesco proyecto flosófico al estilo de Hegel y santo Tomás, cuyo único texto mayor avanzado, un tratado sobre lógica, se pierde posteriormente.

En 1913 se casa con la escultora Else von Stritzky y reside nuevamente en Múnich, donde durante los años siguientes elabora su primera gran obra que lo hará famoso en seguida: Espíritu de utopía [Geist der Utopie].4 Declarado no apto para el servicio militar a causa de su fuerte miopía (que en los últimos años de vida lo dejará ciego), opta por exiliarse en Suiza, donde se dedica a criticar en numerosos escritos la guerra y las actividades militares del Imperio alemán; al mismo tiempo realiza investigaciones sobre el movimiento del predicador rebelde Tomás Münzer, personaje utópico clave del levantamiento campesino alemán de principios del siglo XVI. La terminación de la obra correspondiente, concebida como complemento —la nombra con el término musical de "coda"— de Espíritu de utopía, coincide con la muy sentida muerte de su primera esposa (en 1921), con quien había regresado después del fin de la Primera Guerra Mundial y del Imperio alemán a Berlín, esperanzado por los —fugaces pero intensos— movimientos políticos de corte socialista y comunista. Después de otro matrimonio pronto disuelto y varias relaciones sentimentales pasajeras, se encuentra a principios de los treintas con la arquitecta Karola Piotrkowska, con quien se casa posteriormente en Viena y quien se convirtiera en madre de su hijo Jan Robert 5 y su compañera inseparable hasta el fin de su vida.6

Durante los veintes y el inicio de los treintas sigue escribiendo para diversas revistas y periódicos; pasa dos años en París (donde entabla una estrecha amistad con Walter Benjamin) y se establece después nuevamente en Berlín, donde tiene trato, entre otros, con el flósofo Theodor W. Adorno, el músico Otto Klemperer y el poeta y dramaturgo Bertold Brecht. Parte de sus trabajos de esos años la recoge en 1930 el volumen Huellas [ spuren],7 cuyos textos —una mezcla de cuentos inventados y parafraseados, relatos de experiencias cotidianas y breves refexiones, varias de carácter autobiográfico— giran en torno al tema del signifcado de ser humano, para cuya aclaración se propone desenvolver y descifrar situaciones ordinarias poco espectaculares. También sigue publicando textos políticos, en los que saluda el esperanzador desarrollo de la Rusia posrevolucionaria, deplora que la patria de Marx y Engels no haya acogido el comunismo y advierte sobre el peligro del fascismo emergente.

Cuando en 1933 llega Hitler al poder, los Bloch deciden exiliarse y pasan la siguiente década y media en Suiza primero, luego en Italia, Austria, Yugoslavia, Francia y Checoslovaquia y, a partir de 1939, en las cercanías de Nueva York.

Durante los casi once años en Estados Unidos, la vida de la pequeña familia se desarrolla en condiciones bastantes precarias, y es principalmente el trabajo de Karola que asegura su sobrevivencia. Una de las razones por las que Ernst Bloch no es invitado a integrarse al Instituto para la Investigación Social dirigido por Max Horkheimer en el exilio norteamericano, fue probablemente su decidida defensa del estalinismo, incluso de los espectaculares procesos contra comunistas disidentes de los años 1936-1937, muchos de ellos acusados de conspiración trotskista,8 versión al parecer compartida por Bloch y de la que se distanciará sólo mucho después. El filósofo, quien nunca logra dominar el inglés y se interesa poco por la sociedad norteamericana, publica solamente algunos textos menores en revistas de desterrados y trabaja intensamente y en harto aislamiento en sus investigaciones, cuyos resultados se publicarán casi todos bastantes años después. Ante todo, termina su importante libro sobre Hegel,9 avanza signifcativamente en sus estudios sobre materia y materialismo y prácticamente concluye su obra más famosa, El principio esperanza.10

Su situación cambia signifcativamente después del final de la Segunda Guerra Mundial a causa de la invitación a ocupar una cátedra en la Universidad de Leipzig, que Bloch acepta pocos meses antes de que se conforma la llamada República Democrática en la parte oriental de Alemania; así, a los 63 años tiene por primera vez en su vida un trabajo regular e inicia una carrera de profesor universitario, la cual entiende como aporte a la construcción del socialismo. Imparte clases, participa en la fundación de la Deutsche Zeitschrift für Philosophie e investiga extensamente sobre historia de la filosofía; en 1954 aparece, fnalmente, el primer volumen de El principio esperanza, al año siguiente el segundo.11

La rebelión de los trabajadores germano-orientales de junio de 1953 y el levantamiento popular en Hungría tres años después, movimientos ambos aplastados con ayuda del ejército de la Unión Soviética, son aceptados por Bloch primero como eventos en principio inevitables para la defensa de la nueva forma de sociedad iniciada con la Revolución Rusa, siempre asediada por el capitalismo. Pero dichos sucesos también empiezan a minar sus convicciones políticas que se derrumban luego no tanto a partir de las impactantes revelaciones del nuevo secretario general Krushchev, en el famoso XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 acerca de los crímenes del estalinismo y del carácter autoritario del sistema soviético, sino más bien por la cerrazón de la clase política de Alemania Oriental y de los demás países comunistas europeos frente a este impulso originalmente reformador. Al mismo tiempo, el clima enrarecido en Alemania Oriental por la búsqueda y persecución de disidentes fortalece las posiciones de aquellos políticos, publicistas y colegas que sospechaban desde hacía tiempo que las ideas de Bloch no seguían la línea ofcial del Partido. Especialmente su reivindicación de Hegel y su atención al "factor subjetivo" en el proceso del mundo, pero también su insistencia en la necesidad del estudio científico de Marx en vez de la repetición del marxismo vulgar reinante, su rechazo del culto a la personalidad en la vida política y su reclamo de que todo régimen comunista auténtico debería cumplir con el principio de la libertad ciudadana y no cercenarlo, se convierten en argumentos para sus adversarios. Se le acusa de revisionista amén de mantener posiciones idealistas y hasta cripto-religiosas que contradirían a la versión estatal-ofcial del llamado "materialismo dialéctico", recriminación que después repite una revista soviética. En 1957 es separado de su cátedra universitaria y a pesar de que puede seguir viajando por el país y el extranjero, se le desaparece de la escena académica en particular y de la pública en general. Su esposa es expulsada del partido ofcial, varios de sus estudiantes y colaboradores son encarcelados, a otros les es bloqueada su carrera si no suscriben la condena de su antiguo maestro, otros más huyen del país.

La sorpresiva construcción del muro de Berlín en agosto de 1961, con la que se consolida la llamada "cortina de hierro" en Europa y el aislamiento mutuo de las dos Alemanias, acontece cuando los Bloch se encuentran de viaje en Bavaria. En cuanto tienen la seguridad de poder sacar de Alemania Oriental la mayoría de los manuscritos en proceso, aunque todo lo demás se pierda, deciden quedarse en Alemania Occidental —lo cual se convierte para al aparato político de Alemania Oriental en la verifcación defnitiva de sus sospechas sobre la fdelidad comunista de Bloch.

En noviembre de ese año, a los 76 años edad, Ernst Bloch inicia la última estación de su vida al dictar la clase inaugural "¿Puede desilusionarse la esperanza?" en la Universidad de Tubinga, donde impartirá clases y donde, después de su cumpleaños 80 y hasta su muerte, dictará todavía regularmente un seminario por semestre, a pesar de su creciente debilidad física. "Claro que sí, seguro, esto sucede con facilidad", responde a la pregunta citada, y sigue: "Esto sucede un montón de veces, toda vida está llena de sueños que no se hacen realidad".12 Y a continuación el flósofo, que ya era ampliamente conocido por El principio esperanza publicado dos años antes en Fráncfort, vuelve a distinguir con nitidez entre el utopismo plano, el optimismo chato, por un lado, y la filosofía de la utopía concreta, la esperanza fundamentada, por el otro. Pero "también ésta última puede y será desilusionada, así tiene que ser, por respeto a sí misma, porque de lo contrario no sería esperanza". El proceso del mundo mismo corrige mediante desilusiones el intento teórico-práctico de la cada vez más docta spes, la esperanza ilustrada aprende de la historia para poder mantenerse en dirección hacia aquel "humanismo real" que había sido formulado más de un siglo antes por Carlos Marx como el "imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable".13

Sin embargo, la recepción de su filosofía en Alemania Occidental —y luego también en otras partes de Europa Occidental y América, donde muchas de sus obras son traducidas y analizadas— es ambigua y las opiniones de los medios, de los políticos y de los colegas seguirán siéndolo también. Por una parte hay resistencia contra el marxista y comunista que apoyó tan larga e incondicionalmente al estalinismo, por otra no faltan los intentos de desactivar su radicalidad mediante interpretaciones idealistas, apolíticas y hasta anticomunistas. Bloch mismo se coloca en diversos frentes de acción: participa en manifestaciones contra la aprobación de leyes que restringen las libertades ciudadanas con motivo del terrorismo, al cual rechaza decididamente, apoya al movimiento estudiantil del 68 y se solidariza por igual con los disidentes perseguidos en los países del llamado "socialismo real" que con las víctimas de las dictaduras latinoamericanas. Su identifcación marxista es inequívoca, pero los marxismos ofciales y los sectarios así como la izquierda políticamente organizada tienen problemas con su filosofía utópica heterodoxa. Recibe altos honores académicos en varios lugares, pero también es visto con recelo y desconfanza por su estrecha familiaridad con movimientos izquierdistas y su persistente crítica del capitalismo.

Con respecto a sus investigaciones, sigue terminando y publicando textos iniciados décadas atrás (entre ellos, Derecho natural y dignidad humana14 y El problema del materialismo: su historia y sustancia)15 y también textos nuevos (como los dos volúmenes de su llamada Introducción de Tubinga a la filosofía).16 Un lugar especial entre éstos últimos ocupa su filosofía de la religión, ateismo en el cristianismo: la religión del éxodo y del reino,17 que provoca intensos debates entre los teólogos europeos y otros estudiosos de la religión, y Experimentum mundi,18 obra tardía que sintetiza su teoría de las categorías de la filosofía de lo utópico. Además, inicia pronto la preparación de la arriba mencionada "edición completa", en la cual trata de corregir puntos de vista reconocidas ahora como erróneos (lo que provoca reproches de manipulación, por lo cual de algunas obras se decide publicar tanto la versión original como la corregida).

Consciente desde hacía tiempo de la cercanía de la muerte, identifcada ya en Espíritu de utopía como la "anti-utopía más fuerte",19 Ernst Bloch fallece repentinamente en su casa en la mañana del 4 de agosto de 1977. La noche anterior había escuchado todavía, como lo hacía a menudo, música —aquella última vez, una versión de la obertura de la única ópera de Beethoven, cuya señal de la trompeta, que anuncia la llegada de quien liberará al injustamente encarcelado personaje central de la obra, aparece mencionada varias veces a lo largo de su obra.

 

El todavía-no-llegado-a-ser y la conciencia anticipadora

Un buen punto de partida para comprender las ideas centrales de la metafísica del todavía-no-ser de Bloch es partir de lo que el flósofo a menudo llama la experiencia de "la oscuridad del momento vivido".20 Con ello se refiere, a pesar de la semejanza en un primer momento, no al ser-ahí arrojado heideggeriano y su angustia, ni a la tensión desgarradora sartreana entre esencia y existencia, aunque estos enfoques también tratan de responder las preguntas eternas: "¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Qué esperamos? ¿Qué nos espera?" con que inicia El principio esperanza.21 La forma en que expresa Bloch este punto de partida incluye la clave de su abordaje que desarrolla a lo largo de su obra entera: "Soy. Pero no me tengo. Por eso ante todo devenimos".22

En el proceso de entenderse, de aclararse a sí mismo, el ser humano se descubre no simplemente como ser-en-camino, sino como ser inacabado, quiere decir: abierto hacia el futuro, el cual empieza en el presente vivido. El hambre, el asombro, la esperanza son impulsos que —si el cansancio o el ofuscamiento producidos por las opresivas circunstancias reinantes no los apagan antes de tiempo— lo llevan a reconocerse como momento de un proceso cósmico, que si bien tiene una tendencia clara hacia una meta final, ésta no es predeterminada y fija, sino algo que como tal aún tiene que llegar a ser, al igual que su propio ser; además, dicha meta final no está garantizada, y la tendencia, el elemento invariante en el proceso del tiempo, es a menudo difícil de precisar.

En la vida cotidiana son los sueños diurnos —a diferencia de los nocturnos, que contienen en forma cifrada únicamente restos del pasado— lugares privilegiados donde se avizoran los entornos del futuro anhelado. Son imaginaciones, pero, como recuerda el flósofo, sin haberse construido una y otra vez castillos en el aire, jamás se habrían edifcado castillos reales. Es más, el análisis de tales sueños diurnos muestra que contienen elementos que están presentes también, aunque de otro modo, en la cotidianidad, aunque no pocas veces tiene que escarbarse su núcleo utópico debajo de la cáscara ideológica: la alegría usualmente poco duradera causada por una experiencia de belleza o de amor, el callado escabullirse en respuesta a la orden denigrante, la resistencia silenciosa frente al engranaje de las necesidades impuestas, el figurarse detalladamente alternativas placenteras al agobio permanente, el construir en medio de lo fatídico de todos los días símbolos de vida feliz, a veces el protestar abierto, aunque por lo general con poco éxito, ante el sinsentido del estado actual de tantas cosas...

Llama la atención cómo en todos estos momentos —que no dejan de ser ambiguos— el "yo" aparece siempre y necesariamente —y en la reflexión se revela con mayor contundencia— como parte de un "nosotros" planetario, donde la especie humana es vista como sinfonía de sociedades y culturas,23 cuya historia se manifiesta como parte de la evolución del cosmos.

Al lado de estas expresiones más bien espontáneas de búsqueda de lo humano del ser humano y de su lugar en la naturaleza, Bloch pasa revista en El principio esperanza bajo el binomio "libertad y orden" a la larga tradición de las llamadas utopías sociales como "proyecciones de un mundo mejor".24 En estos textos elaborados antes del surgimiento de las ciencias sociales en el siglo XIX—época en la cual adquieren notoriedad en los textos programáticos y experimentos sociales conocidos como "socialismo utópico"—25 se nombran a lo largo de los siglos de evolución de la civilización europea de manera precisa las causas del desorden existente y se describen con detalle formas de vida individual y colectiva correspondientes a los anhelos más fundamentales del ser humano, los cuales pueden ser realizados mediante la eliminación de dichas causas sociales que ahora todavía vuelven tan poco agradable la existencia humana.

Al igual que en el análisis de la vida cotidiana, también aquí el esfuerzo filosófico tiene que separar la composición meramente literaria y los refejos directos de la sociedad y la época de su autor, de la tendencia profunda que se percibe en el texto hacia el novum pendiente de un mundo auténticamente humano —aquel mundo, donde la convivencia se encuentre organizada de forma tal que sea posible la vida buena para todos— que se anuncia a menudo sólo de modo oscuro y siempre fragmentario.

Así, por cierto, Bloch recupera expresamente la utopía para el pensamiento marxista, pues desde el panfeto de Friedrich Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico 26 y algunas observaciones críticas sobre el voluntarismo de los socialistas utópicos por parte de Marx, se había tabuizado el concepto. De modo diferente que Karl Mannheim, Max Weber y Antonio Gramsci, pero igual que ellos tratando de corregir la estrechez economicista y mecanicista del marxismo vulgar, Bloch aclara que "Marx ha formulado también ideales como crítica y hoja de ruta, pero no como algo fjo y aportado transcendentemente, sino como algo que se encuentra en la historia y no está, por eso, concluso: ideales de anticipación concreta".27 Para Bloch, el famoso autor decimonónico de ninguna manera abandonó la utopía, sino, al contrario, la superó dialécticamente, sentando las bases para pasar fnalmente de la utopía abstracta a la utopía concreta: "el mejoramiento del mundo tiene lugar en y con la conexión dialéctica de las leyes del mundo objetivo, con la dialéctica material de una historia inteligida y producida conscientemente".28 También en este sentido, Bloch entiende su propia obra no como paráfrasis repetitiva de la obra de Marx, sino como desarrollo, evidenciándose el marxismo como una crítica de la razón pura para la cual todavía no ha sido escrita la crítica de la razón práctica.29

En la parte segunda de El principio esperanza, Bloch ofrece de modo sistemático su teoría de "la conciencia anticipadora".

Explica primero la conciencia de lo todavía-no-consciente o crepúsculo hacia adelante como una nueva clase de conciencia y como clase propia de conciencia de lo nuevo (cap. 15), y luego "el mundo en el que la fantasía utópica tiene un correlato" (cap. 17). Es clave aquí su análisis de la categoría posibilidad tan poco tratada en la filosofía occidental (cap. 18), ya que el hombre es la posibilidad "que no ha madurado todavía la totalidad de sus condiciones y determinantes de las condiciones, tanto externas como internas. Y en la totalidad inagotable del mundo mismo: la materia es la posibilidad real para todas las formas que se hallan latentes en su seno y se desprenden de ella por medio del proceso".30 De este mundo en devenir y su meta, sólo puede lograrse una pre-apariencia, precisamente porque no se trata de una confguración en algún sentido concluida, sino de un proceso abierto y siempre en peligro de no lograrse; asimismo, todo avance práctico en la construcción de un mundo humano de y para todos los seres humanos que merezca verdaderamente el califcativo de humano, tiene necesariamente carácter de fragmento.

En el esfuerzo de aprehender cognitiva y prácticamente la materia en proceso confuyen lo que Bloch llama corriente fría y corriente cálida del marxismo, pensamiento que celebra como la "ciencia concreta de la tendencia".31 De la articulación inadecuada de estas dos corrientes vienen tantos errores de apreciación de la historia humana y tantos fracasos de la acción política revolucionaria en el pasado. La corriente fría es el análisis objetivo y preciso de las condiciones socioculturales realmente existentes y el desenmascaramiento de las ideologías justifcadoras del desorden actual y que es imprescindible para no perderse en el ámbito del utopismo, del "wishful thinking", del voluntarismo. En cambio, la corriente cálida es constituida por todas las intenciones liberadoras de la historia, "toda la tendencia real materialistamente humana y humanamente materialista", de la que deriva "la vehemente apelación al hombre humillado, esclavizado, abandonado, hecho despreciable".32

Por eso es que las revoluciones tienen, como enfatiza Bloch, su itinerario y horario y sus logros son, como lo analiza con respecto al gran grito tricolor de la Revolución francesa, casi siempre intrínsecamente ambiguos y necesitados de la aclaración posterior: a cada paso hay que recuperar la sobriedad y recordar que "sólo cuando lo falso cae, lo genuino puede vivir. Y no muchos están conscientes de qué tanta práctica de coerción tenemos que perder todavía".33

Especialmente en la parte final de Experimentum mundi Bloch enfatiza nuevamente la importancia del factor subjetivo, ya que los factores objetivos propicios por sí solos, por más necesarios que sean, no garantizan nada. Es el ser humano que es capaz de volver real lo que es posible de modo objetivo-real e incluso de generar posibilidades nuevas.34 Una y otra vez deja ver el filósofo que no está hablando de modo general, acaso de modo ahistórico, sino que tiene en la mira la situación —la época evolutiva, el tipo de sociedad— en que vive: la sociedad de clases.

Esto se ve muy bien cuando Bloch analiza el imperativo categórico de Kant, según el cual cada quien debe actuar de modo tal que la máxima seguida pueda ser establecida como principio de una ley universal. Aquí se trata indudablemente de un logro de la conciencia anticipadora, como lo fue también la idea del ciudadano de la Revolución francesa. Pero hay que situarla sin confusiones: este imperativo categórico es posible plenamente sólo en una sociedad sin clases. En la sociedad de clases actual su observancia signifcaría para el explotado y dominado traicionar sus intereses de clase —que son los intereses de toda la sociedad clasista preñada con el orden futuro de libertad, igualdad y solidaridad—, capitulando ante el interés del capital en función del cual se encuentra organizada la sociedad vigente.35 De modo semejante, el ideal del ciudadano debe ser liberado de su falsa identifcación con el burgués, ya que de lo contrario devendría en la cimentación ideológica del régimen actual basado en la apropiación privada de la riqueza socialmente generada.36

Hay que recalcar aquí que la praxis revolucionaria no debe estar limitada a liberar mediante la construcción de una sociedad sin clases, la relación del ser humano con sus congéneres; también hay que transformar la relación del ser humano con la naturaleza, "para que el ser humano ya no tenga que estar como en un campo enemigo y con el accidente técnico como amenaza permanente" y construirse una relación armónica de alianza.37

Varias de las "cifras reales" de la utopía, anticipaciones del "momento colmado del estar nosotros con nosotros mismos, al cual intencionan todos los deseos existenciales del ser humano" y del "núcleo del ser humano que todavía está en el incógnito y que solamente puede ser identifcado una vez abolidas las clases",38 son abordadas por Bloch con mayor amplitud y profundidad en otras obras. Para completar la visión de conjunto hasta aquí ofrecida, es pertinente mencionar tres más de ellas.

Como no se podría esperar de otro modo, la historia de la filosofía es rastreada permanentemente por Bloch en busca de las huellas anticipatorias de la razón utópica. Las encuentra ante todo, por un lado, en la obra de Hegel, a quien celebra en el prólogo a la segunda edición por su método el que "distanciándose de la seducción de lo acabado, vuelve a romper —y con qué inmensidad— con lo que falsamente se consideraba perfecto, y lo hace explotar desde dentro. Pues, por mucho que se tape la luz, siempre vuelve a surgir la dialéctica interrumpiendo y poniendo al descubierto la contradicción, que es a la vez aguijón y ayuda".39 Por otro lado está el derecho natural, cuya herencia es tan importante de recuperar que la de las utopías sociales, porque: "La utopía social aspiraba la felicidad humana, el derecho natural, la dignidad humana. La utopía social proyectaba de modo pintoresco condiciones en las que ya no hay fatigados y agobiados, mientras que el derecho natural construía condiciones en las que ya no hay rebajados y humillados".40

Otra línea de análisis y reflexión nos lleva al llamado "excedente utópico"41 que se halla en fenómenos y dimensiones que el marxismo hegemónico consideraba tradicionalmente más bien el reino de la ideología y de la enajenación. También aquí Bloch recupera ideas originales de Marx largamente olvidadas y demuestra cómo todo gran arte está lleno de destellos utópicos, revelándose "estrella de la anticipación y canto de consolación en el camino a casa a través de la oscuridad";42 de hecho, ya buena parte de Espíritu de utopía está dedicado a la música, "el arte utópicamente franqueador por excelencia, ya sea que vibre, ya construya".43 Algo semejante vale para la religión, especialmente el cristianismo, cuya historia europea Bloch lee a contracorriente, es decir, desde la historia de los herejes y disidentes,44 y propone una alianza entre el marxismo y el cristianismo.45 Porque descubre en este último la persistencia de la esperanza que critica incluso de modo particularmente agudo las condiciones deshumanizadoras a lo largo de la civilización europea y, al mismo tiempo, los intentos prácticos de modifcarlas a modo de prefguración del mundo humano para todos los humanos.

Finalmente hay que señalar la fascinación de Bloch por determinadas realizaciones político-sociales de tinte utópico, que a pesar de todas sus limitaciones e incluso perversiones constituyen para él faros en el proceso histórico. Entre ellos ocupan un lugar preeminente las revoluciones francesa y rusa, experimentos ambos que anticiparon mucho más de buena vida para todos de lo que fnalmente lograron —y que aún así dejaron huellas indelebles para marcar la dirección del camino pendiente. Antecesor de ellos fue el cúmulo de movimientos rebeldes, en su mayoría de gente pobre e iletrada, en el umbral entre el feudalismo decadente de la Edad Media y la emergencia del capitalismo de la Edad Moderna, que desembocó en las llamadas guerras campesinas alemanas del siglo XVI. Su lucha contra los poderes económicos, políticos y religiosos conjuntos, fue impulsada por una combinación del anhelo de recuperación de situaciones de libertad y de armonía ubicados en un pasado de tintes míticos con el reclamo de justicia inspirado en las profecías bíblicas y un milenarismo apocalíptico; no combatían "para superar las difcultades terrenas dentro de una civilización eudemonista, sin integrar aún, sino para privar de su realidad a aquéllas mediante la irrupción del Imperio".46 También aquí el fracaso histórico no eliminó la verdad anticipada y anticipadora de "los contenidos profundos de la historia humana que con tal brillo resplandece aquí y a la visión de duermevela del antilobo, de un reino al fin fraternal".47

Las famosas palabras fnales de El principio esperanza resumen de manera estupenda la posición y la visión blochianas:

Desde esta perspectiva hay que decir que el ser humano vive todavía por doquier en la prehistoria, que todas y cada una de las cosas se encuentran ante la creación del mundo como un mundo auténtico. la verdadera génesis no se encuentra al principio, sino al final, y empezará a comenzar sólo cuando la sociedad y la existencia se hagan radicales, es decir, cuando aprehendan y se atengan a su raíz. La raíz de la historia es, sin embargo, el ser humano que trabaja, que crea, que modifca y supera las circunstancias dadas. Si llega a captarse a sí y si llega a fundamentar lo suyo, sin enajenación ni alienación, en una democracia real, surgirá en el mundo algo que ha brillado ante los ojos de todos en la infancia, pero donde nadie ha estado todavía: patria.48

 

El alcance y la actualidad de la filosofía blochiana

El que la obra de Ernst Bloch se encuentre actualmente en un lugar más bien marginal del debate filosófico, puede deberse también a que varias de sus características dificultan el acceso a ella. Entre ellas, su profundo enraizamiento en la filosofía y la historia cultural de Europa Central, que Bloch manejaba con gran maestría, le confiere un indudable matiz eurocéntrico; empero, éste no es inherente a la temática de su filosofía, porque también en los demás continentes y culturas puede documentarse la conciencia anticipadora, la tendencia hacia el caminar erguido, los movimientos utópicos. Por su parte, el lenguaje particular del filósofo, con abundantes vocablos por él creados y construcciones verbales poco usuales, se antoja necesario para poder elevar al concepto la percepción del movimiento abierto de la materia del mundo y la pre-fexión correspondiente de la conciencia humana, pero hay que admitir que también constituye una barrera para la lectura y difculta enormemente la traducción.49

Para no pocos, la identifcación temporal de Bloch con regímenes autoritarios y en el fondo contrarios a su búsqueda utópica amén de las equivocaciones en la valoración de determinados fenómenos políticos de su tiempo —situación que, dicho sea de paso, comparte con su gran inspiración Carlos Marx— constituye una hipoteca difícilmente salvable de su obra, aunque, como en el caso de aquél, no necesariamente invalida su modelo general; por cierto que aquí su observación de que hay que "dejar de lado aquella concepción que quiere ser demasiado práctica, para la que las metas cercanas se han vuelto refor-mistamente tan importantes, que declaran las metas lejanas sin importancia y desviantes",50 puede leerse como reconocimiento tardío de algunos de sus errores de apreciación política.

Pero más allá de esto, la obra blochiana ha recibido, como ya se ha mencionado, críticas severas desde posiciones filosófcas y políticas muy distintas entre sí; además, ha sufrido una y otra vez intentos de domesticación, o sea, de apropiación desde formas de pensamiento y corrientes políticas fundamentalmente diferentes y hasta opuestas a la filosofía de la utopía. Muchas corrientes marxistas, especialmente las de la "estéril ortodoxia talmúdica",51 siguen ignorándola e incluso disputándole su pertenencia a tal tradición de pensamiento. Las filosofías académicas dominantes actuales no se interesan mucho por la obra de Bloch, a pesar de que todos los años siguen apareciendo estudios sobre los más diferentes aspectos de su obra.

En América Latina, Ernst Bloch ha estado poco presente en la discusión flosófica. Sin embargo, su infuencia puede observarse en diversos aspectos de la teología de la liberación y de la filosofía de la liberación, donde ha aportado elementos para analizar la realidad social y cultural y para mantener la esperanza fundada en la capacidad humana que no puede ni debe tratar de cambiar la constitución de los seres humanos como tales, pero que sí puede y debe tratar de humanizar la organización de sus sociedades, partiendo para ello, ante todo, de los sueños estructural y sistemáticamente frustrados de "los de abajo".52

Sin embargo, como en los tiempos de vida de Bloch, la recepción y el desarrollo de su obra no solamente han sido bloqueados por la radicalidad de sus planteamientos, por su cuestionamiento consecuente de las interpretaciones hegemónicas de buena parte de la tradición filosófica europea, por su interés de extraer las cifras del mundo venidero de la cultura cotidiana de la gente común y corriente y de los movimientos rebeldes y revolucionarios, por su re-lectura polémica de la historia del arte y del cristianismo. Ha sido difcultada también —y sigue siéndolo— por una situación en la que "utopía" no parece un vocablo sugerente. Desde hace tiempo, se ha tratado de contrarrestar su capacidad desestabilizadora del desorden reinante mediante estrategias sistemáticas de ridiculización —quien se interesa por la utopía está "fuera de lugar"—, de sustitución del sueño utópico potencialmente disruptivo por la utilería meramente ilusoria —por ejemplo, a través de la literatura y las películas fantasy— o de bloqueo mediante la difusión de la anti-utopía cuidadosamente elaborada.53 Estos mecanismos operan actualmente en el contexto de una coyuntura de larga duración particularmente adversa para plantearse el advenimiento de algo verdaderamente nuevo en el orden social —en vez de lo cual se ofrece la novedad de corta duración en la llamada "información", pero también en las modas de vestir, tecnológicas y académicas. El neoliberalismo en cuanto forma de vida54 en vías de globalización, que ha encontrado en el nihilismo posmoderno una dimensión simbólica adecuada y que también está marcando profundamente la creación del conocimiento científico55 con su secuencia cada vez más vertiginosa de los ciclos de producción-consumo para benefcio de algunos a costa de los demás, fuera de los cuales nada parece tener importancia, no es un caldo de cultivo para pensar en un mundo otro en el sentido de un mundo humano para todos.

Y sin embargo, el caldo de cultivo para la utopía sigue existiendo, aunque no se le pueda encontrar en las esferas del glamour. Y también siguen existiendo los intentos de volverla realidad y, a través de ello, definir el verdadero rostro de la humanidad.

Por ello, se lee al inicio de ateismo en el cristianismo:

Partamos de lo que es nuestro caso. Es para la mayoría de cualquier modo el de ser solamente utilizado, dependiente, empujado. Mientras que esto se pueda aceitar o nebulizar sufcientemente bien, no únicamente los cobardes y los débiles se quedan quietos. Pero lo descontento, lo que quiere caminar erguido, esta parte tan buena de nosotros, se regenera siempre de nuevo, primero en los jóvenes. El caminar erguido inicia, busca liberarse de lo anacrónico que sigue chapuceando de manera poderosa y sin ideas. [...] En vez del Arriba, el Adelante atrae para que sea formado. Desde abajo, disponiendo de nuestra historia libre, con claridad y en comunidad.56

 

Notas

1 Dedico este estudio a la memoria de Luis Ramírez Sevilla, optimista militante [ver su semblanza hecha por Miguel Hernández Madrid, "In memoriam, Luis Ramírez Sevilla, 1962-2007", en Relaciones, núm. 111, 2007, pp. 21-28].

2 La traducción de los títulos y de los fragmentos textuales citados de obras no publicadas en castellano y de los nombres de obras de las cuales no se indica una edición en castellano, es mía.

3 La así llamada "Gesamtausgabe" fue publicada de 1959 a 1978 por la editorial Suhrkamp de Fráncfort y consta, al igual que la llamada "Werkausgabe" iniciada en 1978, de 16 volúmenes, más un volumen complementario (ver para esto y otros títulos del filósofo, el portal de su editorial preferida: http://www.suhrkamp.de/autoren/autor.cfm?id=426 ). Acerca de obras de y sobre Ernst Bloch en castellano informa la pequeña introducción, que contiene también fragmentos de sus textos, de Vicente Ramos Centeno, Bloch (1885-1997). Madrid, El Otro, 1999, pp. 90-94.

4 Ernst Bloch, Geist der Utopie. Fráncfort, Suhrkamp, 1973. La obra se termina en 1917 y se publica al año siguiente; en 1923 aparece una versión revisada que es integrada a la Gesamtausgabe.

5 1937-2010, se dedicó primero a las ciencias naturales y luego a la filosofía social y política, y publicó también varios trabajos sobre la obra de su padre.

6 Karola Bloch (1905-1994), activista de izquierda durante toda su vida, publicó también varios libros relacionados con la vida y la obra de Ernst Bloch.

7 E. Bloch, spuren. Fráncfort, Suhrkamp, 1979.

8 León Trotski, uno de los principales protagonistas de la revolución bolchevique, tuvo que huir de la Unión Soviética en 1929 a causa de su posición político-ideológica y fue asesinado en 1940 en la Ciudad de México.

9 E. Bloch, sujeto-Objeto: el pensamiento de Hegel. 2ª ed. México, FCE , 1983,         [ Links ] La primera edición de esta obra fue la traducción al castellano realizada por Wenceslao Roces, publicada en 1949 en México por el FCE .

10 Un capítulo de esa obra, titulado "Freiheit und Ordnung: Abriss der Sozialutopien" ["Libertad y orden: bosquejo de las utopías sociales"], se publicó en 1946 en Nueva York y en 1947 en Berlín.

11 La publicación del tercero es retenida con fnes de presión política y no se realiza sino hasta 1959; en ese mismo año se publican en Alemania Occidental El principio esperanza completo —ligeramente modifcado— y una nueva versión de Huellas.

12 Apud Peter Zudeick, Der Hintern des Teufels. Ernst Bloch: leben und Werk. Baden-Baden, Elster, 1998, p. 253.

13 Carlos Marx, "Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel", en C. Marx y Federico Engels, la sagrada familia y otros escritos de la primera época. 2ª ed. México, Grijalbo, 1967, p. 10.         [ Links ]

14 E. Bloch, Naturrecht und menschliche Würde. Fráncfort, Suhrkamp, 1975.         [ Links ]

15 E. Bloch, Das Materialismusproblem, seine Geschichte und substanz. Fráncfort, Suhrkamp, 1972.         [ Links ]

16 E. Bloch, Tübinger Einleitung in die Philosophie. Fráncfort, Suhrkamp, 1979.         [ Links ]

17 E. Bloch, atheismus im christentum. Fráncfort, Suhrkamp, 1973.         [ Links ]

18 E. Bloch, Experimentum mundi. Fráncfort, Suhrkamp, 1975.         [ Links ]

19 Ibid., p. 237.

20 Por ejemplo, en E. Bloch, Geist der Utopie. Fráncfort, Suhrkamp, 1975, p. 255.         [ Links ]

21 E. Bloch, El principio esperanza. vol. 1. Madrid, Trotta, 2004, p. 25.         [ Links ]

22 En esta forma, el texto es el epígrafe de Huellas, pero se encuentran diversas variantes en diferentes lugares de su obra.

23 E. Bloch, Geist der Utopie, p. 320.         [ Links ]

24 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 2. Madrid, Trotta, 2006, p. 7.         [ Links ]

25 Véase Esteban Krotz, Utopía. México, UAM -Iztapalapa, 1988, caps. 5-6.         [ Links ]

26 Federico Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico. Moscú, Progreso, 1978.         [ Links ]

27 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 2, pp. 155.         [ Links ]

28 Ibid., p. 156.

29 E. Bloch, Geist der Utopie, pp. 304-305.         [ Links ]

30 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 1, p. 280.         [ Links ]

31 Ibid., p. 349.

32 Ibid., p. 252.

33 E. Bloch, Geist der Utopie, p. 297.         [ Links ]

34 E. Bloch, Experimentum mundi, p. 255.         [ Links ]

35 Para ilustrar este punto, Bloch cita la crítica de Anatole France de la llamada igualdad ante la ley que prohíbe igualmente a ricos y a pobres robar leña y dormir bajo los puentes. (E. Bloch, Geist der Utopie, p. 297).

36 E. Bloch, Experimentum mundi, pp. 188 y sigs.

37 Ibid., p. 251.

38 Ibid., p. 192.

39 E. Bloch, Sujeto-Objeto: el pensamiento de Hegel, p. 16.         [ Links ]

40 E. Bloch, Naturrecht und menschliche Würde, p. 13.         [ Links ]

41 E. Bloch, Experimentum mundi, p. 11.

42 E. Bloch, Geist der Utopie, p. 151; hay que recordar aquí que en la segunda mitad de los años treinta, Bloch participó con esta perspectiva en el llamado "debate sobre el expresionismo", donde diversos autores marxistas discutían sobre el carácter esencialmente reaccionario o potencialmente subversivo del arte expresionista de la época.

43 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 3. Madrid, Trotta, 2007, p. 152;         [ Links ] veáse también E. Bloch, Zur Philosophie der Musik. 2ª ed. Fráncfort, Suhrkamp, 1974.

44 E. Bloch, Atheismus im Christentum, p. 13.

45 Ibid., p. 299.

46 E. Bloch, Thomas Münzer, teólogo de la revolución. Madrid, Ciencia Nueva, 1968, p. 76.         [ Links ]

47 Ibid., p. 67.

48 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 3, p. 510. En el vocablo alemán "Heimat" confuyen los signifcados de patria, matria y hogar. En el vocablo alemán "Heimat" confuyen los signifcados de patria, matria y hogar.

49 Por esta razón constituyen una gran ayuda las anotaciones de Francisco Serra a la segunda edición de El principio esperanza, traducida por Felipe González Vicén. Introducciones a la obra de Bloch accesibles en castellano son los breves textos de Hans Heinz Holz, "La importancia de la filosofía de Ernst Bloch para el marxismo", en cuadernos Políticos, núm. 26, octubre-diciembre 1980, pp. 12-18; Esteban Krotz, "El pensamiento utópico de Ernst Bloch" en Utopía. México, UAM -Iztapalapa, 1988b, 2ª ed., corr. y ampl., pp. 123-131, 257-269; y Francisco Serra, "Utopía e ideología en el pensamiento de Ernst Bloch", en a Parte Rei: Revista de filosofía, núm. 2, febrero 1998, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/utopia.html, así como el estudio de José A. Gimbernat, Ernst Bloch: utopía y esperanza claves para una interpretación filosófica. Madrid, Cátedra, 1983; y el volumen de Sergio Pérez Cortés, Víctor Alarcón Olguín y César Cansino Ortíz, coords., Ernst Bloch: sociedad, política y filosofía. México, UAM –Iztapalapa / Centro de Investigación y Docencia Económicas-Departamento de Estudios Políticos, 1988.

50 E. Bloch, Experimentum mundi, p. 187.

51 Así caracterizó a menudo el antropólogo catalán-mexicano Ángel Palerm este tipo de marxismo bastante extendido también en América Latina. vease Ángel Palerm, antropología y marxismo. México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998, p. 72.

52 Teólogos importantes, entre ellos, el salvadoreño Ignacio Ellacuría, "Utopia y profetismo", en Mysterium liberationis: conceptos fundamentales de la teoría de la liberación, eds., Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, San Salvador, Universidad Centroamericana, 1993, pp. 323-372 t. I; y el brasileño João Batista Libânio, "Esperanza, utopía, resurección", en Mysterium liberationis: conceptos fundamentales de la teoría de la liberación, eds., I. Ellacuría y J. Sobrino, San Salvador, Universidad Centroamericana, 1993, pp. 495-510, t. II, han recurrido a ideas de Bloch para, sin coincidir con su propuesta sobre el transcender sin transcendencia, precisar semejanzas y diferencias entre análisis sociopolítico, utopía, profecía y apocalípsis; por su parte, también remite el flósofo Enrique Dussel, Ética de la liberación. Madrid, Trotta, 1998, a la obra de Bloch. En este contexto también hay que mencionar la importancia de las ideas de E. Bloch en la obra del enayista uruguayo Fernando Aínsa, "La función utópica en América Latina y el modelo de Ernst Bloch", en Prometeo: revista latinoamericana de filosofía, año 2, núm. 6, mayo-agosto, 1986, pp. 35-44, y la reconstrucción de la utopía. Buenos Aires, Sol, 1999. Un intento de aprovechar ideas blochianas para reanudar la interacción desvanecida durante el siglo x ix , el siglo de la emergencia de las ciencias sociales, entre utopía y la antropología sociocultural, lo constituye E. Krotz, la otredad cultural entre utopía y ciencia: un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación de la antropología. México, FCE / UAM -Iztapalapa, 2004.

53 Acerca de las anti-utopías puede verse de E. Krotz. "Invitación a la utopía: en torno a utopías y anti-utopías", en nueva antropología, núm. 37. México, abril de 1990, pp. 129-134.         [ Links ]

54 El cientista político argentino insiste Atilio Borón, "Las ciencias sociales en la era neoliberal: entre la academia y el pensamiento crítico" en Tareas, núm. 122, enero-marzo 2006, http://bibliote-cavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/panama/cela/tareas/tar122/03boron.pdf , en que esta forma de vida no debe confundirse con el sistema económico en que se basa.

55 Por ello, el sociólogo mexicano Pablo González Casanova critica en su ensayo sobre "La nueva universidad" Fírgoa, http://firgoa.usc.es/drupal/node/10372 , el así llamado "capitalismo académico".

56 E. Bloch, atheismus im christentum, p. 7.

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