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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.12 no.22 Zacatecas  2014

 

La voz de los actores

 

Un soplo de vida digna para los caminantes centroamericanos en México. Entrevista con Alejandro Solalinde*

 

Humberto Márquez Covarrubias**

 

** Docente-investigador y responsable del programa de Doctorado de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México.

 

Los migrantes centroamericanos indocumentados se cuentan entre las personas más vulnerables y agraviadas en el mundo. Huyen de la pobreza y la violencia en busca de una <<vida mejor>> en Estados Unidos. Pero antes tienen que cruzan el inhóspito territorio mexicano donde afrontarán una multiplicidad de riesgos y peligros: robo, extorsión, secuestro, violación, tortura y explotación. La vida de los migrantes indocumentados está en vilo y pareciera no importar a nadie. Para el crimen organizado y las autoridades corruptas, los caminantes representan simples mercancías por las cuales puede reclamarse dinero.

Sin embargo, en el país existe una red de solidaridad y apoyo a los migrantes conformada por, al menos, unos quinientos defensores de los derechos de los migrantes. Entre ellos se encuentra el sacerdote Alejandro Solalinde, quien dirige el albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca, donde junto con su equipo brindan asistencia humanitaria y orientación a migrantes que viajan como polizones en La Bestia, el tren carguero que traslada en sus lomos a personas pobres que tienen la esperanza de construir una vida digna. La divisa del centro, tomada de Mateo, es <<Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui migrante y me hospedaron>>.

El también coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano se distingue por expresar una opinión firme y crítica sobre diversos temas como la Iglesia católica, entrampada en estructuras monárquicas y papocéntricas; la política de los gobiernos cuyos países son escenario de origen, tránsito y destino para los peregrinos indocumentados; y la emboscada del crimen organizado que atenta reiterada e impunemente contra la vida de los desamparados centroamericanos.

Hombre de pensamiento preclaro y acción comprometida con la causa de los migrantes tiene una vocación firme: defender la dignidad de la vida humana, en contraste con el sistema que idolatra al Dios del dinero.

 

La gran tensión

Humberto Márquez (HM).- La crisis que aqueja a la sociedad contemporánea ha sido caracterizada, primordialmente, como un colapso puramente financiero, anclado en Estados Unidos, donde radican los centros neurálgicos del capital financiero y, para salir del embrollo, suele recomendarse la regulación de la especulación desmedida. Sin embargo, hay otro punto de vista, más social, según el cual estamos atravesando por una crisis de gran calado, una crisis civilizatoria que pone en jaque a la mayoría de la población: al 99% de la población, a los pobres del Sur global, al precariado y a las víctimas del desarrollo, como los migrantes. Los migrantes se cuentan entre los pobres de los pobres del mundo. Cuál es su lectura de los signos vitales de la crisis contemporánea.

Alejandro Solalinde (AS).- Desde hace muchos años, lo he analizado; para mí es muy claro. La crisis es un desequilibrio donde hemos desacomodado los principales elementos que deben ser referentes de nuestra vida, independientemente de la época que se trate, es decir, el Dios del ser humano, no importa como cada quien lo conciba. Estoy convencido de que mucha gente que se dice atea, en realidad no lo es; es ateo de esos dioses que no han respondido a la justicia y al desarrollo humano integral. Esta época se caracteriza por un descarado desplazamiento de Dios para poner en su lugar al dinero.

Y obviamente, al quitar a Dios quitas al ser humano, porque Dios y hombre son inseparables. Yo hablo como cristiano, para mí la encarnación es la unión para siempre de lo humano y lo divino. En la persona de Jesús se junta eso. Y por eso, si quitas a Dios, quitas al hombre; quitas al hombre y quitas a Dios. Son inseparables. Y cuando estás dando el valor absoluto, que es el lugar de Dios, al dinero, automáticamente entran lo demás elementos del sistema en un desequilibrio, y no es solamente para los pobres, es para las instituciones, es para todos. O sea, vivimos en un sistema donde nadie se escapa, y eso es real.

Somos parte de la vida, la vida es el sistema. Y si tú dices, a mí no me va a afectar, mentira, sí me afectará. Te voy a poner un ejemplo, en lo económico nada más. Hablo de un desequilibrio integral, no nada más financiero-económico. Pero cuando tú absolutizas el mercado, absolutizas al Dios-dinero, entonces lo demás queda a un lado. Esto qué significa para el 1% de los súper ricos y para el 99% del resto de la humanidad. Desde la óptica publicitaria, el 1% pudiera verse como personas exitosas, el modelo, el paradigma a seguir. Así como son ellos, algún día podré se ser yo. Entonces mi paradigma es la acumulación del dinero. Adorar el dinero a ultranza, despreciar a mis hermanos y a mí mismo. Estas personas no pueden engañarse, saben perfectamente que de nada les servirá su acumulación porque sus necesidades están resueltas desde hace mucho tiempo, y que la acumulación no va a ayudar para nada a nadie. Ni a su familia ni a nadie. Nunca podrán volver a aprovechar ese dinero. Pero en cambio, dejaron de hacer cosas buenas para los demás. Y no me refiero a limosnas, no me refiero a dádivas. Estoy hablando de un equilibrio sistémico donde se dé la oportunidad de que las personas se valgan por sí mismas y puedan ganarse la vida con su propio esfuerzo. Pero no, insisto, no a un nivel de subsistencia sino a un nivel de calidad de vida. Sí, porque lo mismo vale su trabajo como cualquier otro trabajo.

Qué pasa con el 1%. Estas personas están desperdiciando vilmente su vida, porque están viviendo para algo que van a dejar. Todo lo que acumulen, todo el tiempo que ellos empleen para acumular, es tiempo desperdiciado que no va a volver, porque tienen una sola vida. Al final de su vida se van a quedar como el perro de las dos tortas, sin una y sin otra, porque no tuvieron el amor de la gente, porque no vivieron ellos mismos. Porque ni siquiera se preocuparon por disfrutar la vida. Sólo se orientaron por esa adicción de tener, tener, tener.

Entonces el concepto de crisis integral es muy amplio, porque es crisis en todos los sistemas dentro del gran sistema.

 

La crisis dentro de la Iglesia católica

AS.- La Iglesia católica es emblemática, es paradigmática, ¿por qué?, porque es la única institución en el mundo, cuyas características, trayectoria, antigüedad, presencia y poder la convierten en un elemento estabilizador. Si lo ves desde el punto de vista sociológico o antropológico, significa un efecto estabilizador, pero cuando esta institución permanece inamovible como un monolito, empieza a entrar en crisis, como de hecho ocurre. Están desmoronándose sus estructuras monárquicas. Entonces todo lo demás del sistema mundial se tiene que cimbrar. Es un ejemplo, nada más.

Y con mayor razón, el bloque comunista, ya vimos que tronó también. El capitalismo no tarda también, ya está haciendo agua, ya está dando también signos claros de decadencia, cuando ni siquiera sus aliados pueden sostener con las regulaciones un equilibrio estable. Entonces, eso es lo que preocupa. Pero con eso también vienen los valores, todo lo que se cayó con el mundo occidental, los valores de la modernidad que no han logrado dar ese sustento, esas oportunidades y ese equilibrio, y garantizar la vida para todos, y menos de calidad.

HM.- Vivimos un momento de gran tensión entre los intereses del capital corporativo que todo lo reclama, porque se apropia de los recursos naturales, los minerales, el agua, el petróleo, los bienes de las comunidades, sus tierras, la biodiversidad circundante, su cultura, sus saberes también, porque hasta se patentan. Y en el otro polo está la vida misma, la reproducción de la vida humana, que está en crisis, porque esta tensión es sumamente desequilibrada. Tal parece que la gestión de los gobiernos apuestan a mantenerla estirada, como una cuerda, hasta que reviente. Es momento de reflexionar sobre principios donde se coloque como ser supremo del hombre al hombre mismo, a la vida humana. ¿Qué ideas tiene sobre esto, sobre cómo reconstruir el tejido social, cómo hacer que florezca la cultura material de los pueblos y que la reproducción de la vida humana, en conjunción con la naturaleza, sea digna?

AS.- Bueno, primero me impresiona mucho el término que usas. Porque hablas de una gran tensión. Esa es la palabra exactamente. Es la gran tensión. No es una tensioncilla más de esas que han venido continuando con toda la historia. No. Es una gran tensión, inédita. Y además es <<gran>>, porque tiene un alcance global como jamás se había visto. Habíamos visto tensiones locales, tensiones hemisféricas. Pero lo que estamos viendo es una crisis total. Las culturas milenarias, como la japonesa, por ejemplo, que había dado esa visión estática, también ya tronó, y la china igual. El Tíbet, aunque en el exilio, ya no tiene su sustento de arraigo a la tierra, su territorio tampoco; por lo tanto es un elemento muy fuerte, muy hondo, espiritual, en el exilio, en la emigración forzada. Todo esto habla de un mundo en movimiento, por eso me impresiona mucho tu término, se me hace muy profundo, la gran tensión que vivimos actualmente.

Pero también la segunda parte de la pregunta, que me parece muy importante, para lograr una armonía integral hay que tener grandes referentes. Y yo lo tengo claro, para mí el referente, y conste que lo digo no como religioso, sino como persona de fe, para mí es Jesús. Pero siempre voy a insistir, un Jesús solito sólo te va a llevar a una ilusión. Un Jesús solito puede justificar el estatus de la Iglesia, el poder, el dinero, como ha justificado, ni más ni menos, una aberración, como toda la trayectoria monárquica de la Iglesia de 700 años para acá. No. Yo hablo de un Jesús con el reino. Jesús no vino solito, vino con la finalidad de proponernos el reino de Dios. Y el reino de Dios sí puede ser una respuesta integral a esta gran tensión, porque es una gran propuesta, yo digo: es la magna propuesta.

¿En qué consiste el reino de Dios? Jesús vino a hacer el reino de Dios como una teología en la que el valor más grande, en primer lugar, es el Dios, el Dios de todos y para todos. No es el Dios propiedad de Israel ni propiedad de la Iglesia católica. Es el Dios, como dicen los migrantes, de todos y para todos. El Dios de la vida. El Dios que garantiza las condiciones de vida para todos. Segundo, que la persona más importante, el destinatario de ese reino, el colaborador, es el hombre, el ser humano. Entonces, el primer interlocutor es Dios, pero el segundo es el hombre. Y el hombre con el hombre. Ahí está. El reino de Dios no es un dogma, son las relaciones interpersonales con los valores que Cristo nos enseñó. Entonces estamos hablando de unas relaciones justas, de unas relaciones vitales, de unas relaciones respetuosas, de unas relaciones incluyentes, unas relaciones pacíficas, unas relaciones con todos los valores que tú te puedas imaginar. Ésta es la propuesta de Jesús. Y Jesús la lanza en un mundo donde existía la esclavitud, donde existía la fragmentación social, la exclusión terrible de la mujer. O sea, la intromisión, la irrupción del gran imperio, que en ese momento era Roma, pero que ahora es Estados Unidos. Espero que no vuelva a haber una potencia en ese plan. Pero existe. Entonces Jesús tiene una palabra vigente, válida, es un joven que propuso eso. Y desgraciadamente, con los años, la Iglesia se contaminó también con el poder y con el dinero, y perdió su misión, y se perdió o degeneró en una instancia política de Estado como es el Estado del Vaticano. Jamás debió haber sido eso. Francisco, el papa Francisco, está iniciando un camino de vuelta. Para poner a Dios en su lugar, para poner al ser humano en su lugar, de la religión, del centro de la vida y la pastoral, pero también para liberarnos de la esclavitud de la idolatría del dinero. Jesús habló mucho de eso. No se puede servir a dos señores, porque a fuerza con alguno han de quedar mal.

HM.- Su punto de vista es coincidente con algo en lo que hemos venido trabajando nosotros, que hablamos del reino de la libertad.

AS.- Pues eso es.

HM.- Cuando pensamos el desarrollo humano, no como la generación de un consumidor compulsivo que se realiza en el mercado, sino primero como la supresión de relaciones sociales basadas en la explotación, la discriminación, las desigualdades...

AS.- Y el abuso, y el dominio. Claro.

HM.- Eso es muy importante, que desde el pensamiento y la práctica se encuentren puntos de coincidencia y trabajar de manera hermanada.

AS.- Porque además, déjame decirte, que el reino de Dios es un proyecto universal. No es propiedad de la Iglesia católica. La Iglesia católica no es el reino de Dios. Es la principal servidora del reino de Dios. Pero el reino de Dios, sabes cómo se hace, es la propuesta de Jesús, pero quien la opera es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es propiedad de nadie. Nadie lo puede manipular, no está al servicio de nadie, ni siquiera del Papa, el Papa está al servicio de él, que es diferente.

HM.- Y ¿cuál es su posición frente a la Teología de la Liberación, que sobre todo desde el ámbito de la filosofía, por ejemplo en México, con Enrique Dussel ha venido planteando la necesidad de generar una especie de emancipación de los pueblos a través de la conciencia. Entender el presente, la situación que vivimos, para a partir de ahí, organizarse y participar para buscar la liberación de la explotación y la dominación.

AS.- Fíjate que en los años que se da la Teología de la Liberación, los años setentas y ochentas, en América Latina están los regímenes de seguridad, los regímenes militares, y claro la influencia terrible, directa, de Estados Unidos. Es un contexto de confrontación Este-Oeste. El proyecto comunista, socialista, se mete por Cuba, se quiere meter por Bolivia. Entonces hay una lucha, una confrontación, pero es real el estado de explotación y la pobreza, que existe todavía. Los marxistas se meten, y en ese campo se encuentran con los cristianos. Cristianos y marxistas se encuentran y luchan en el mismo campo de batalla. Pero personas que eran antagónicas por prejuicios, uno porque <<la religión es el opio del pueblo>> y fuchi los cristianos, y el otro porque <<el comunismo es el diablo>>, es satánico y no tenemos para nada porque encontrarnos con ellos. Pero ahí, en el campo de batalla, por la reivindicación social, en el compromiso, se encontraron y aunque no quieran, tuvieron un intercambio, una convivencia. Los marxistas les transmitieron, y se quedó, el análisis de la realidad como un instrumento científico para estudiar la realidad; los marxistas se encontraron también que había en la fe cristiana, un tipo de religión, más bien de práctica en la fe que no era opio del pueblo, y que al contrario luchaba por la liberación de las causas de los más pobres. Sin embargo, fíjate, ahora quiero regresarme a la parte cristiana, católica. Nosotros, en esa convivencia con los marxistas nos quedamos con un prejuicio, nos quedamos con el prejuicio de clase. No es que no haya clases, las hay, pero una cosa es la situación de las clases y otra la actitud frente a las clases, de prejuicio o de exclusión. Lo que pasó con la Teología de la Liberación es, decían, que hay una <<opción preferencial por los pobres>>, y se decía, <<no exclusiva ni excluyente>>, pero en la práctica sí lo era, sí era excluyente. Por eso mismo el rechazo a las clases políticas, a la aristocracia, a la plutocracia, a la oligarquía, que son ideas, preconcepciones marxistas, pero sin embargo había esa idea de buscar esa opción por los pobres, lo cual es justo. Yo diría que ese tipo de teología ha ido evolucionando y yo apostaría, actualmente, ya no a una versión actual de la Teología de la Liberación, pues para mí todas las teologías, como decía Samuel Ruiz, son liberadoras, sino no son teología. Pero la teología que hoy debemos implementar es la teología del Reino. Es decir, una teología con una sociedad básicamente incluyente, justa, que pueda garantizar la vida de todos y de todas, una sociedad que hoy se concibe como plural, como diversa, y que hay que aceptar la diversidad, renunciando a toda uniformidad o a toda pretensión de dominio o control sobre esa supuesta uniformidad.

HM.- Podemos pensar en la necesidad de promover el bien común, más que la confrontación abierta entre conjuntos y sectores sociales, y a eso se le puede llamar desarrollo humano, el reino de la libertad. En cuanto al fenómeno de las migraciones, es muy revelador de esta gran tensión.

AS.- Es para nosotros muy importante tener una visión de un mundo plural. Un mundo diverso. Eso se dice fácil. Pero supones un mundo diverso de realidades de visiones del mundo, donde hay procesos y ritmos. Es totalmente misterioso. Yo creo que cada uno de nosotros es original, es único, es irrepetible. Es un mundo donde sólo Dios y la persona lo conocen. Por eso, tenemos que partir de ahí, para, con todo respeto, aceptar la diversidad, aceptar los procesos. Yo no puedo agotar el conocimiento del mundo que es el otro. Me puedo aproximar, y mediante el diálogo, abrir puertas para entrar y tener una referencia común y entendernos con respeto. A lo mejor no lo entiendo, a lo mejor sí. Pero por lo pronto, yo lo voy a respetar y vamos a tener algo en común. Vamos a seguir siendo diversos, nuestro mundo no hay que comprenderlo o pretender entenderlo y ponerles un calificativo simplón sino aceptar que hay una otredad, pero que hay mucho que podemos compartir en común y aceptar esos mundos como son, como lo alcancemos a entender, como lo alcancemos a conocer y a ignorar también. Pero a partir de ahí sí formar una buena convivencia, amar esos mundos. Fíjate lo que suponen todos estos conceptos.

Te voy a poner un ejemplo en contrapartida de esto. La Iglesia católica tradicionalmente ha manejado, no en los orígenes del nuevo testamento, sino en la funcionalidad histórica de la jerarquía, ha manejado la palabra comunión, la palabra comunión sobre todo ya en los últimos 700 años de la monarquía eclesiástica supone uniformidad, pero una uniformidad controlable. Cuando un obispo dice <<es que tengo que velar por la comunión>>, está velando por el concepto de la uniformidad y el control y el dominio sobre esa uniformidad que no es uniformidad sino una diversidad prejuiciada, pero sí controlada con un poder de dominio. Entonces, la Iglesia ya no tiene poder para eso, ya no lo va a seguir haciendo. Ya no lo puede hacer, pero todavía sigue funcionando como si sí lo pudiera hacer. Entonces estamos manejando con humildad una gran diversidad, y a partir de aquí, si ya no puedo controlar como institución, tengo que reconocer que soy totalmente incapaz, no sólo para dominar sino para comprender la diversidad, yo tengo que aceptar que hay alguien que va a hacer el trabajo de la unidad en la diversidad, que es el Espíritu Santo. Y es muy distinto unir en la diversidad que uniformar y controlar. Aquí entra una gran esperanza porque la Iglesia ya no tiene que preocuparse por homologar pensamientos, credos, prácticas religiosas o lo que sea. Ya no. Sino solamente acompañar procesos. Inspirar o mantener algunas cosas que son muy importantes. La idea de Dios, que es un Dios común de todos y para todos, pero también la idea del ser supremo del ser humano sobre el dinero y sobre cualquier otro interés sobre la Tierra. Si esto lo logra, esto es el reino de Dios.

 

El migroma humano

HM.- ¿Cómo entender las migraciones en este momento de gran tensión? Hay una explicación de corte aspiracional según la cual la migración es una decisión que toma cualquier familia para incrementar sus ingresos, insertarse en la trama de la modernidad y desde ahí superarse, olvidando el contexto. Pero también hay otras visiones que se preocupan por entender la situación que viven realmente los pueblos que emigran, donde se verifica que hay problemas de desempleo, desarticulación de las familias, violencia, inseguridad, problemas educacionales, nutricionales, que también hay una especie de desmembramiento de las comunidades, en fin, es una maraña de problemáticas. Usted que tiene una cercanía tan inmediata, tan cercana con los migrantes y conoce de sus orígenes, ¿cómo interpreta las causas profundas o más relevantes de las migraciones en nuestros días?

AS.- A la migración no me gusta llamarla fenómeno. La migración es un síntoma mundial, la Iglesia dice: <<es un signo de los tiempos>>. No puede verse como algo aislado, es parte de un sistema, insisto, un sistema. No puede verse cualquier aspecto de los migrantes de manera aislada, como tú dices, está envuelto en una maraña, que es una complejidad muy grande. Es como un eje transversal que va tocando todas las realidades. No podemos verla desde la barrera, como si ellos, los migrantes, fueran distintos a mí. Yo lo compararía de esta manera: has de cuenta que tú habitualmente te pones en el espejo para rasurarte, para asearte, pero de repente detectas que te empiezan a salir unas manchas y dices: <<¡ah caray!, ¿qué me está pasando, esas manchas están por todo el cuerpo, qué está pasando?>> Vas al médico y te dice que estás sufriendo grandes cambios en tu organismo. Lo que sea, invéntate lo que sea, un mal metabolismo, una enfermedad o lo que tú quieras. Estás viendo en tu rostro y en tu cuerpo que algo está pasando. Esa es la migración. La migración es la prueba de un desbarajuste sistémico. No es solamente un éxodo de pobres. Es la prueba de que existe un desbarajuste sistémico de gran calado. Y que promete una gran descomposición, una gran destrucción de una etapa para empezar otra. Es como un cambio de piel, como una metamorfosis. Es eso y la gente no le ha dado suficiente valor a este acontecimiento.

Yo no le llamo fenómeno, le llamo acontecimiento. Quizás de los más importantes, sino el más importante, de nuestro cambio epocal. Es el más importante para mí, y en ello estamos implicados todos. No es algo aislado, estamos implicados todos. Y está diciéndonos que esas manchas que tenemos en el rostro es un mal muy serio. El síntoma de una enfermedad muy grave.

Ese desbarajuste al que me refiero no sólo es económico, los valores de la modernidad dejaron de significar porque se volvieron discurso, porque ya no se hicieron vía, porque ya no garantizan en la realidad la vida de la gente. Ya no es creíble. Ese Dios ya cayó. Mucha gente ha caído en el ateísmo de las religiones de ese Dios oficial y en cambio ha entrado, como un instinto de conservación, como una fe práctica que es solidaria con el ser humano, con las gentes, con las causas. Es ahí donde demuestra su fe. Ha dejado las prácticas religiosas. No se identifica con las instituciones que priorizan la religión sobre la justicia y sobre el compromiso social. Por eso la migración no puede verse como algo aislado. Es algo demasiado serio.

Tan profundo es el acontecimiento migratorio que le he llamado el migroma humano, porque en los migrantes estamos nosotros. Ahí está retratado lo que somos. Las aspiraciones son inherentes al ser humano, porque nosotros estamos hechos por Dios y para Dios, y no vamos a descansar sino con él. Nuestra plenitud total va a ser con él, pero no individualmente, sino como comunidad. Yo soy persona, soy individuo, pero al mismo tiempo soy parte de una humanidad, de una comunidad humana, y no voy a descansar hasta verme realizado, mi persona con mis hermanos en comunidad, en Dios, estamos hechos para él. Por eso es esta insatisfacción, por eso esta búsqueda. Qué es la emigración actual sino una nueva búsqueda. El hombre es un auténtico buscante y no va a parar hasta que encuentre a Dios, que es su verdadero destino y objetivo útil de satisfacción.

 

Defender la dignidad de los migrantes

HM.- ¿Cómo lleva a cabo su misión de convivir, atender y orientar a los migrantes centroamericanos y sudamericanos que pasan por nuestro país en condiciones de alta vulnerabilidad rumbo a Estados Unidos?

AS.- Desde esa visión que te digo, es muy poco lo que se puede hacer por ellos, y es muy poco lo que en realidad hago. Porque por dónde empezar cuando tienes conciencia de una descompostura sistémica de ese tamaño, de esa magnitud. ¿Qué hacer? Lo que hago es lo más sencillo, junto con mi equipo.

Primero, lo más inmediato es darles asistencia. Así tal cual, darles asistencia. Como sé que ellos no nada más son un cuerpo sino también una mente y corazón, lo que hacemos es hablarles. Los pocos que van, de todos los que entran a Ixtepec, Oaxaca, solamente ingresa al albergue una tercera parte, a veces más, a veces menos. Los demás no entran porque los polleros los llevan para otros rumbos y ni cuenta se dan. A la tercera parte que entra, el mensaje que les damos es: <<ustedes sí nos importan, sí nos interesan>>. Los registramos para que no se nos pierdan y les explicamos para qué. Si se pierden, y no tenemos fotografías de ellos, un registro, van a ser uno más de los 10 mil desaparecidos, personas sobre las cuales ya nadie sabe dónde están. Por eso, ellos nos interesan, su seguridad.

Segundo, les proporcionamos —así lo veo y he luchado por ello— un trato semejante al de una familia. Cuando ellos llegan, me imagino, me digo a mí mismo, ¿qué les diría su papá, su mamá, su esposa, su familia, si ellos los estuvieran recibiendo en lugar de nosotros?, ¿cómo los tratarían, qué les dirían, cómo los recibirían? Con ese mismo cariño que imagino les daría un familiar, tratamos de atenderlos nosotros. No sólo porque todo sea gratuito sino porque además todo se dé con dignidad. En todo cuidar las formas. Cuando ya han descansado, han comido, se han bañado, les damos ropa y calzado. Tenemos zapatos, se los damos. De León, Guanajuato, nos están dando zapatos, del Instituto Lux y de la Ibero. Entonces ellos pueden descansar, gracias a Dios, en el albergue, que ahora sí podemos decir que es albergue. Todavía no es una casa, porque las condiciones de seguridad todavía no nos permiten decir que es una casa. Pero ya es una albergue decente, sí, ¡ya!.

Y luego, cuando ya descansan, los llamamos y les empezamos a informar. Básicamente les brindamos información para que ellos sean conscientes de lo que está pasando. Desde la ubicación geográfica: <<Ustedes piensan que van a dar un brinco, que van a pasar la frontera; no, están todavía en la frontera sur. Y están en estas condiciones. Pasaron Chiapas, están pasando por Oaxaca, pero todavía viene lo peor, que es Veracruz y que es la ruta del Golfo, otras rutas>>. Entonces les explicamos las leyes mexicanas. Qué derechos tienen, quién no puede ni debe pedirles una verificación migratoria, para que no se dejen. Si alguien los contrata y no les paga, tienen derechos. Si algún policía de cualquier índole que no esté en colaboración con Migración les pide verificación migratoria es ilegal y por lo tanto ellos los pueden denunciar, que se fijen bien quiénes son, patrulla, número de patrulla, de persona y vamos a denunciarlos, y con eso les vamos a dar su regularización migratoria, les vamos a gestionar su regularización migratoria. También les decimos qué está pasando en Estados Unidos, si es cierto que hay una ley migratoria o no. Les damos toda la información de última mano que tenemos para que ellos tomen sus decisiones, y les decimos que si van a Estados Unidos, llevan una misión: son misiles de valores para hacer estallar en pedazos el egoísmo del sistema estadounidense, ese individualismo tiene que sustituirse por su espíritu comunitario. Y el pragmatismo y la sobrevaloración del dinero tienen que hacerse a un lado para que quede el valor de la persona humana, el valor de la familia, y luchar por un objetivo, no para acumular. Todo eso les decimos y luego parten.

HM.- El hecho de que los migrantes lleguen al albergue significa indudablemente un momento de reposo...

AS.- Sí, es un oasis para ellos.

HM.- Y como me lo comenta, me da la impresión de que, en cierto sentido, son personas con un desgarramiento interior que requieren...

AS.- Sí, contención emocional. Todo eso se lo damos nosotros, si podemos. Pero es muy poco lo que podemos hacer, qué puedes hacer en tres días. Cuando mucho, porque a veces es un día y se van.

HM.- Las personas que llegan al albergue, cómo las describe, quiénes son, cuál es su mundo de vida, la mentalidad que ellos tienen.

AS.- Ese es el problema, que son mundos. Que son mundos desconocidos. Yo los puedo ver. Lo que puedo captar a simple vista. Puedo distinguir a un hondureño de un guatemalteco o de un salvadoreño, yo lo puedo distinguir. A los nicaragüenses no mucho. Pero sólo eso; esa es mi frustración. Tengo que aceptar humildemente mi incapacidad, mi limitación, porque no tengo la capacidad de meterme en todos esos mundos. Puedo verlos, puedo contemplarlos. Entrar, eso sí, más profundamente en algunos de ellos. Mi equipo igual, entra en acción con ellos. Empiezan a interactuar, empiezan a atender. Pero creo que son más, desgraciadamente, a los que no tocamos, con los que no podemos entrar, más que con acciones comunes de la casa: atenciones, información. Sólo con algunos entramos en acción y podemos dialogar más profundamente. Si me dicen, por ejemplo, <<padre, quiero confesarme>>, en ese momento lo confieso. Si me dice un hermano cristiano evangélico, porque se da mucho eso, <<oiga, hermano, podemos platicar, me puede escuchar>>. Sí, pero es poco. Son tantos los que demandan eso que yo me siento totalmente incapaz.

El otro día, acababa de hablar con un grupo de cubanos, los cubanos se están acercando mucho a la casa, y ellos acababan de hablar a Cuba. Uno de ellos hablaba con su mamá, y oía que le decían, <<¡ay, hijo, pues qué bueno que estás allí con ese padre!, ¡qué bueno que estás en ese albergue!, ¡ya saliste de tu prisión!>>, porque estaban en Acayucan, Veracruz, como encarcelados en la garita de migración. Y la señora se oía que estaba llorando, él también. Cuando me fui a mi cuarto, me puse a pensar, dije, <<yo no puedo hacer más, no puedo; yo quisiera hacer más, hace falta hacer más, pero no puedo>>. Me entró mucha tristeza, porque dije, <<no puedo hacer más, quisiera hacer más y no puedo>>. Hay gente que debería hacer más y no lo hace. Si cada quien hiciera lo que le toca, creo que pudiéramos ayudar a más gente, pero después me consolé diciendo: <<¡qué bueno que no soy el Mesías, qué bueno!, tranquilo, no me toca a mí todo eso>>. Como hombre, como ser humano, puedo hacer todo lo que pueda, pero es poco, casi nada, para todo lo que se necesita.

HM.- ¿Cuáles son los principales riesgos y peligros que están padeciendo de manera cotidiana todos quienes transitan por el albergue o que no llegan ni siquiera a él, según el diagnóstico que ustedes tienen?

AS.- Sin contar con las vicisitudes del camino, lo traicionera que es la máquina del tren, porque no está hecha para eso, hay que decirlo, no es que sea la máquina mala, no es que sea La Bestia, es un gran invento que sirvió para comunicar a las personas y sigue siendo, pero es un tren de carga donde van adicionalmente las personas en las condiciones más grandes de inseguridad. Estas personas básicamente son víctimas de la voracidad humana. Es eso, más que nada. Que no los ven, insisto, porque no han sido personas educadas para verlos como seres humanos, cuidarlos, sino los ven como mercancías. Entonces hay que sacarles el dinero a como dé lugar, con golpes, como sea, sacarles el dinero. Nosotros nos enfrentamos, ellos se enfrentan a esa voracidad. Tienen que saber salir, sortear su vida, para salir, por lo menos con comida, porque difícilmente pueden pasar sin que les roben dinero, pero por lo menos que queden con comida. Ya es mucho que no se pierdan, que no desaparezcan, que no los secuestren o que no los mutilen. Sobrevivir a México es la odisea más grande, es todo un reto.

Por lo demás, te voy a decir una cosa, los migrantes, pero admirablemente las mujeres, que son a las que peor les va, tienen la máxima capacidad de resistencia, increíble, ellas son todoterreno. Mujeres que tú decías: <<van a acabar destruidas o amargadas, o se van a pegar un tiro o se van a morir>>. no. Creo que las mujeres tienen toda la gracia de Dios. Dios las quiere, está con ellas, y las compensa con su gracia a tal grado que ellas pueden restablecer su vida, y aún más preocuparse por sus hermanas. Ellas han formado ONG's, han hecho organizaciones para ayudar a sus hermanas, para que ya no sufran. Es increíble lo que ellas hacen, y lo que ellos hacen también. Son, dicen ellos, todoterreno.

HM.- Hay un tejido de alta conflictividad donde las autoridades, representadas casi siempre por las distintas corporaciones policiacas, y las redes del crimen organizado actúan en contra de los migrantes porque los tienen catalogados como unas víctimas sumamente vulnerables sobre las cuales acometen diversas formas de violencia. Pero también se ve un esfuerzo notable de la sociedad organizada y de defensores de los derechos humanos, como usted mismo y la organización que representa, que están haciendo un trabajo arduo y cotidiano para reconstruir el tejido social que las autoridades y la criminalidad están empeñadas en rasgar. Entonces esto es sumamente importante. En esa perspectiva, qué propuesta hace para que otros colectivos sociales se sumen a esta labor, desde la academia, los sindicatos, las organizaciones sociales y los medios de comunicación. Existe un respaldo o ustedes trabajan de manera aislada.

AS.- No lo estoy haciendo yo, ni lo puedo hacer yo. Es el Espíritu santo. Créemelo, existe. Es el que con su gracia da vida a todas las iniciativas. Es él, no yo, el que nos está moviendo. El que está globalizando el amor, la solidaridad. Que está despertando en académicos, en artistas, en algunos políticos también, en los jóvenes, en muchas mujeres, tú mismo, eres uno de ellos, porque tu visión es esa. Al estarte identificando con algunas expresiones estamos haciendo click, porque tú también estás siendo movido por el Espíritu Santo y él te da su gracia. El Espíritu Santo le da la gracia a todo mundo. No hay ninguna persona que no tenga la gracia de Dios, del Espíritu Santo. Entonces se está generando un gran movimiento como dialéctico, que es la perspectiva de Dios.

Los que están del lado del dinero, ciegos, tienen ahorita el poder, tienen aparentemente la sartén por el mango, pero no, porque dentro de ellos mismos tienen el síndrome de la destrucción. Tú puedes ver los cárteles, que por no tener el amor, no tener esos valores, esa ética, se destruyen entre ellos mismos. No hay que buscar un enemigo que lo haga, es cuestión de tiempo. Entre ellos solos se van a destruir. Jesús lo decía, que hablaba de todo. Él decía, todo reino dividido va a la ruina, y es un reino dividido, mal reino, anti-reino. Yo confío en que es cuestión de tiempo, la gente va a ir creciendo en esta solidaridad. Poco a poco vamos superando la xenofobia, el racismo, la discriminación. La ojetería la iremos dejando para ser realmente solidarios y en eso vamos a ir ganando. En ese camino estamos no pocos artistas, periodistas, académicos, algunos políticos, la sociedad civil está avanzando en ese sentido, y porque no, también algunos financieros que están entendiendo esta situación, porque no podemos dividir el mundo en buenos y malos, en blanco y negro, es muy entreverado.

HM.- La Mesoamérica profunda está conformada por los pueblos originarios, los indígenas, pero también por mestizos, campesinos, obreros, desempleados. De ahí viene el vertedero de las grandes migraciones donde la figura del migrante es la de un sujeto despojado y reducido a su mínima expresión, una fuerza de trabajo muy vulnerable que será sobreexplotada donde llegue, en el tránsito y en el destino. La mayor parte de ellos tiene ese derrotero, desafortunadamente. Difícilmente puede pensarse que en ese sistema económico y político se encuentra la respuesta para hacer que la reproducción de la vida humana aflore con dignidad, porque lo que se pretende, más bien, es cómo seguir abonando a las ganancias, a costa de la injusticia social. Entonces, tenemos que pensar en otros principios, o sea, afrontamos una disyuntiva epocal de gran calado entre los intereses del gran capital y los de la vida humana digna.

AS.- Como una respuesta a la crisis sistémica que vivimos, a esta migración forzada fruto del desequilibrio sistémico, no sólo yo, sino mucha gente, estamos proponiendo un plan de desarrollo integral, no nada más económico, porque el hombre es una unidad bio, psico, social, espiritual, es un todo. No está solo, vive en comunidad.

No puede ser que México diga que va bien y que va a progresar como esos ricos del 1% sino toma en cuenta a sus hermanos, porque sus hermanos son parte de uno mismo, son parte de un sistema, una familia. A mí me ha conmovido mucho, cuando voy a El Salvador, país que visito dos veces al año, y oigo que la historia de El Salvador no es otra cosa que la historia de México. Y puedo ver en Nicaragua esos nombres y ese bagaje azteca y luego después el que tenemos. Somos tan cercanos.

Me sorprende mucho que este gobierno, que los gobiernos mexicanos no hayan tenido dos dedos de frente, también el corazón, para haber hecho algo por sus hermanos. Si deveras los quisieran. Ya no digamos por amor, ¡vamos, por conveniencia económica! Crear un sistemita, un pequeño mercado, ni siquiera por eso lo han hecho. Lo que se necesita es buscar la convergencia que supone una concientización de instituciones y de personas para que en los lugares de origen, tránsito y destino se comprometan a un plan verdaderamente con el criterio de desarrollo humano y no de ganancia capitalista. Yo me imagino a los países de origen, a sus gobiernos, poderes, Iglesia católica, Iglesias cristianas y evangélicas y las demás Iglesias o religiones, también a la academia, la sociedad civil, la iniciativa privada, que entiendan que llegó el momento de salirse del mercado, de la rigidez del mercado para darse cuenta de que si no buscamos una alternativa en la burbuja del desarrollo esto va a tensionarse más hasta que reviente, para mal de todos.

 

Una clase política ignorante

HM.- ¿Qué opinión tiene del papel de los gobiernos mexicanos y centroamericanos frente al síntoma de la migración?

AS.- Nos encontramos, con excepciones, con una clase política ignorante, inculta, una clase ignorante incapaz de tener una visión de estadista, una visión de Estado. No la tiene, una visión integral, falta mucha información en la historia, falta mucha información en el mundo de la cultura, en la literatura. No utiliza la visión en el tiempo y en el espacio del actuar del ser humano. Tampoco lo tienen en la fe, son personas, la mayoría, que han sido barnizadas, son católicas, cómo no, participan en los sacramentos, pero son personas que no tienen honduras, no tienen raíces evangélicas, pero no han sido educados en la fe. ¿Qué haces con una clase política tan hueca?, ¿qué haces con una clase política que sólo piensa en el poder y en el dinero, en el privilegio, en el estatus, en que <<ahora es mi oportunidad, tengo 6 años, tengo 3 años en el puesto, en el cargo para robar, voy a juntar porque después quién sabe?>> Los vaivenes políticos así son, ahorita estás arriba y al rato estás abajo, si voy a estar abajo, ahorita me llevo algo para después estar bien. Es la mentalidad que se tiene, incapaces de tener una visión humanista, mucho menos humanitaria.

Quienes toman las decisiones no están evangelizados. Y la jerarquía católica da por supuesto que siempre lo están porque van a la iglesia o porque dicen que son católicos. No sé cuantas generaciones tienen que pasar para que las familias vuelvan a funcionar como instancias de educación formal no escolarizada. Que la escuela pueda formar desde adentro, que hagan personas solidarias con una visión amplia, una capacidad de síntesis y la aplicación además para el bien del ser humano. Que las Iglesias eduquen en la justicia, en el reino de Dios; pero, hoy por hoy, el reino de Dios no está en el centro de sus estructuras, no se está formando a los nuevos obispos, los nuevos sacerdotes, teniendo como central el reino de Dios. Te lo digo por mi propia experiencia sacerdotal. Voy a cumplir 40 años como sacerdote y la verdad es que no lo veo; al contrario, veo síntomas de ese desequilibrio cuando tomo El Observatorio Romano y veo la figura del papa, aunque sea Francisco, como la figura central, desde la primera hasta la última página, es un papocentrismo. Lo veo cuando veo a mis obispos, tan dependientes del gobierno central, a veces como niños que no han madurado para proponerle de tú a tú a su papá, sí, porque es tiempo de proponerle a la autoridad central y todavía estamos en situación receptiva. ¿Cómo vamos a ayudar a cambiar a nuestra Iglesia así?

 

Crimen organizado: mercantilizar la vida

HM.- Uno de los actores más perversos que emerge en contra de la reproducción digna de la vida humana es el crimen organizado, que no sólo se trata de bandas de sicarios que andan deambulando y atemorizando a la población más inerme, sino que también se trata de conglomerados de capital y del poder político que se mueven en las altas esferas; sin embargo, estas redes del crimen transnacional, que no sólo operan en México y Centroamérica sino también en Estados Unidos, cubren todo el espectro de la movilidad humana a la cual nos estamos refiriendo. Este poder fáctico, como también se le dice, se ha ensañado tanto con los migrantes que los toma como presa fácil y los está agrediendo de manera descarnada.

AS.- Este sistema, deshumanizado, capitalista, voraz, se aprovecha de cualquier ser humano, para él somos mercancía, todos. De hecho, todos somos parte de esa esclavitud y nos explota, de alguna manera nos explota. Pero con ellos se ensaña más porque son la mercancía más fácil, donde no hay tanto problema, no hay reclamaciones. Inclusive en México, que son parte de la sociedad civil, de la sociedad local, de todos modos caen en esa impunidad en que vivimos, un sistema podrido, donde se habla del imperio de la ley, del Estado de derecho... solamente para los cuates, para los que les conviene, pero para los enemigos, todo el peso de la ley. ¡Hay que ver cómo se ensañan!, ¡hay que ver esa legalidad heroica, estoica, contra sus enemigos políticos! Los migrantes son una mercancía en volumen por la que nadie va a reclamar. ¡Cuántos testimonios hemos recibido donde los tratan como perros, los tratan como de lo peor!

El otro día platicaba con Toño, un muchachito que vio cómo mataban a su padre. Antes de matarlo, decían: <<aquí ¿quién los va a oír? ¡Ni griten, quién va a defenderlos! Si van con fulano, está con nosotros; si van con zutano, también está con nosotros>>. Esa colusión. Y entonces, finalmente, a su padre, por estarle diciendo: <<corre, hijo, huye>>, le cortaron la cabeza con un machete delante de su hijo. El hijo corrió. Y cuenta que cuando llegó a los pantanos, donde había lagartos, se le clavaron las espinas. Él cuenta todo eso. Corre por el pantano sin saber si va a salir. Pero sale. Sobrevive. Pide ayuda, se la dan. Y agarran a los secuestradores. El jefe huye. Con todo el poder del Estado mexicano, no lo pueden agarrar, no pueden encontrar a un pájaro de cuenta, y no han podido hasta la fecha. Se pitorrea de ellos, porque en el fondo hay lazos de complicidad, sino no lo pudiera hacer. Y qué pasó en ese hecho, simplemente decía, <<hagan lo que quieran, de todos modos nada nos va a pasar>>.

O aquellos otros jóvenes, que en Orizaba, Veracruz, lograron escapar de los secuestradores, del túnel 32. Fueron con la policía veracruzana y dijeron: <<nos tenían secuestrados>>. Los policías contestaron: <<a ver dónde, llévenos ahí>>. Regresaron al sitio y ahí mismo los mataron.

Por eso se ensañan con ellos, porque son tierra de nadie, como dice Óscar Martínez, son <<los migrantes que no importan>>.

¿Tú crees que a los gobiernos de origen les ha importado?, ¿han preguntado por ellos?, ¿acaso han implementado políticas públicas de protección para sus conciudadanos en México?, ¿las Iglesias, como la católica, se han preocupado por esos migrantes que salen? A lo mejor en alguna misa rezan por ellos, pero de ahí en más, nada. O sea, no les interesa en el origen. En el tránsito a algunas personas les interesará, a otras no. En Estados Unidos menos, porque ahí no los quieren; o sí los quieren, los necesitan como mano de obra castigada, pero como seres humanos no les interesa, por eso, porque son ganancia sin ningún riesgo, 100% sin riesgo, ¿de qué? Que los maten, que los encuentren por ahí, que los deshagan, que los desaparezcan, son nada.

Hay una obra de teatro que me impresiona muchísimo, está basada en ese libro del 72 que sacaron varios literatos, escritores y periodistas, donde la idea es que <<no somos nada>>. Tú no existes, tú no cuentas, eres nada. Por eso se ensañan con ellos, hacen negocios con ellos.

 

Jóvenes y mujeres, esperanza de la humanidad

HM.- Habitualmente nos referimos a la degradación que han sufrido los indígenas, los campesinos, los desempleados o las mujeres, pero un actor que es peculiar de este momento son los jóvenes. Los jóvenes que si bien tienen una composición de varias clases, culturas y etnias, el hecho es que el modelo económico y político de manera descarada los contempla como personal desechable que, por una parte, no tiene acceso al sistema educativo formal de calidad, o si lo tiene, el mercado laboral le cierra las puertas y lo considera como trabajo barato, desechable, y, por otra parte, la criminalidad también lo considera como personal que puede reclutarse fácilmente y meterse en el frente de batalla, entonces encontramos en todas partes, en la línea de fuego, a los jóvenes. Las nuevas generaciones están presentes, es sintomático, porque la perspectiva de futuro de nuestros pueblos tiene en los jóvenes una primera trabazón. Para pensar en el presente y futuro de nuestras sociedades tenemos que repensar el lugar, el papel que juegan las juventudes porque en ellas radica el acto de reproducción de la sociedad. Usted que ha convivido cotidianamente con las juventudes, qué visión tiene al respecto.

AS.- Antes de decirte lo de los jóvenes, quiero insistir en que le veas por donde le veas, ya sea el rostro indígena, el rostro campesino, el rostro de la mujer, el rostro de los jóvenes, el rostro de la tercera edad, donde quiera, es el mismo desprecio al ser humano. Es la misma comprobación de que el ser humano ya no importa. Ese 1% mantiene el supremo valor de las cosas materiales, del sistema y del mercado, del dinero, y nos está robando la conciencia, y nos está haciendo creer que de veras lo más importante es el dinero, y nos está haciendo caer en una autodestrucción. Y creer en eso y sostener ese 1% significa un suicidio, para ellos y para nosotros también. Ahora, para los jóvenes, yo te puedo decir que son mi esperanza. Dos sectores son mi esperanza. No hablo de Iglesia, no hablo de gobierno, no hablo de sociedad civil. Hablo de sectores sociales humanos. El primero son los jóvenes y las jóvenes, y el otro son las mujeres. Estos dos sectores de la humanidad son nuestra esperanza. Son la mayoría y finalmente son los que tienen la última palabra. Esta generación absurda con una teología con valores totalmente tergiversados tiene que pasar.

Las mujeres tendrían una gran capacidad de actuación si estuvieran unidas, si estuvieran conscientes. Los jóvenes para mí son la fuerza, pero no sólo la fuerza, son también preparación, son sensatez, ideales, solidaridad; una promesa, que ya no es futura, son una realidad. Si se organizan ellos, lo van a poder hacer. El problema es que tienen que encontrar la forma de no permitir que los atomicen, como al Yosoy132. Tienen que mantenerse como una fuerza, como un movimiento, más que como una organización, como un movimiento que irradie, que fermente. Por ello luego no han tenido consistencia, por una razón: aunque tienen valores, no han tenido un referente tan fuerte del tamaño de la disolución del sistema que los ha atacado, y me refiero otra vez al reino de Dios. Son jóvenes que tienen valores, pero si les preguntas por un referente fuerte, vas a ver que a lo mejor no lo tienen. Tienen buenos ejemplos con sus padres, a lo mejor un maestro inspirador, tienen también inspiración de sus compañeros, pero un referente fuerte no lo tienen. Por eso, insisto, la emergencia, la salvación cualitativa, para la humanidad, para salir de la crisis, es el reino de Dios. Pero la Iglesia primero tiene que redescubrirlo, asumirlo, ajustar todas sus estructuras al reino de Dios, eso implica también ajustarlas a los derechos humanos como centro de la vida institucional.

 

Un día en la vida del albergue

HM.- ¿Cómo es su trabajo cotidiano, cuando no está impartiendo conferencias ni está de viaje, cuando está en el albergue conviviendo con su equipo de trabajo y con los migrantes? ¿Cómo organiza su tiempo, qué es lo que hace?

AS.- Mi vida es casi siempre igual, aunque no tengo un día igual. Yo soy el mismo, aunque estoy cambiando y estoy enriqueciéndome, cada día crezco un poco. ¿Qué no cambia en mí? Mi conciencia de igualdad. Sé quién soy. La vida, la cultura, la fe, Jesús me ha enseñado que una persona es persona interiormente por lo que ella es, por lo que ama tal vez; pero el poder es un postizo, es un falso en la persona, es transitorio. El dinero, igual. No hay nada más falso que el dinero. La fama es totalmente humo, espuma. Porque absolutamente todos los humanos estamos condenados al olvido. Ahorita sales en el periódico y mañana ya ni te pelan, te van a olvidar, eso hay que tenerlo claro. Nosotros, cuando nos vayamos, no nos vamos a llevar ni el poder ni el dinero ni la fama ni nada. Lo único que te hace sentir en plenitud de vivir es el amor que tengas para con la gente. Hay una razón por la que yo digo que tiene que ser igual, aunque sea diferente, y es que si yo pretendiera salir en los periódicos, que soy más que otros, en ese momento estaría yendo contra mis convicciones que me dan fuerza para luchar, que es la igualdad. Yo creo en la hermandad. Para mí, somos iguales todos, en la misma dignidad, aunque diferentes. Que diga yo que alguien es superior a mí o yo superior a alguien, para nada. Somos distintos y ahí está la riqueza y ahí está la variedad.

HM.- Nos complementamos.

AS.- ¿Cómo es mi vida? Me levanto, me despierto muy temprano. A las 5 de la mañana ya estoy despierto. En la hamaca. Yo duermo en hamaca. Empiezo a platicar con Dios, empiezo a platicar varias cosas, a pensar cosas. Lo primero que hago, siempre, es la palabra de Dios. Siempre traigo mi Biblia, pero esto se me ha hecho práctico, porque traigo las lecturas de cada mes, y las leo, en la mañana es lo primero que hago, la palabra de Dios, cuyo centro es el Evangelio. Después me pongo a lavar la ropa, es para mí como una terapia. En la mañana, en silencio, cuando todavía está oscuro, todos están durmiendo, inclusive mis escoltas. Empiezo a lavar mi ropa, a reflexionar, a meditar cosas, ahí yo compongo el mundo y me compongo yo. Si he tenido tensiones, me sereno, salgo con una gran paz, tiendo mi ropa y me voy a ver mi correo en la computadora. A veces veo el correo, a veces no. Leo La Jornada, me gusta El Universal también. A veces consulto Reforma. Me gusta consultar otras fuentes. Por ejemplo, si tengo la dicha de ver <<Detrás de la Noticia>> de Ricardo Rocha, en seguidita viene el antídoto que es Óscar Mario Beteta, totalmente contrario, pero también me gusta oírlo, para saber los criterios de la gente, para no nada más saber lo que opinan quienes piensan como uno sino también quienes piensan distinto. La diversidad. Me gusta que están en contra y a favor; es la diversidad, yo la acepto. Y me enseña mucho a respetar a los demás. A no ver el mundo como yo quiero que sea sino como es.

Entonces, ya me levanté, ya todo, ahí desayuno en mi cuarto. Desayuno una fruta, un plátano, cereal, leche en polvo, agua. Hago un desayuno sencillo. Porque tengo que desayunar en mi cuarto, cuando bajo ya hice llamadas, recibí llamadas. Ya leí también, me gusta mucho leer. Bajo a las 9 de la mañana, pero ya hice un mundo de cosas. Cuando bajo, me empiezan a padrear, todos, <<padre, padre, padre>>. Si yo me esperara para desayunar, ya estaría en la más completa inanición. Tendría anemia.

Después escucho a los jóvenes, voy a la oficina. Veo que hay de trabajo en mi equipo, a veces tengo entrevistas con ellos para ver cómo les ha ido. Escucho a los migrantes, tengo pláticas con ellos. Recibo visitas, muchas visitas nacionales e internacionales. Procuro dedicar tiempo a las voluntarias, a los voluntarios, a los migrantes. Como con los migrantes. Casi a diario comemos verduras y arroz o verduras y frijoles, es lo que hay casi siempre, que es lo que nos regala la gente. Carne una vez a la semana, porque nos la regalan unas religiosas de California. En la tarde-noche tenemos reuniones, hay muchas instituciones que están interactuando, y también están los que piden cosas y así... En la noche me acuesto a las 11:30, a veces a las 12:00 y dejo todo listo para mañana. Me acostumbré a dejar todo, mi ropa que me voy a poner al día siguiente, planchada. Me acuesto leyendo un poco. Casi nunca me acuesto sin leer algo. Es mi adicción, la lectura. Y ya. Normalmente, esa es mi vida.

 

NOTAS

* Sacerdote católico defensor de los derechos humanos de los migrantes. Director del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, Oaxaca, México.

 

Información sobre el autor

Humberto Márquez Covarrubias. Doctor en Estudios del Desarrollo. Es docente-investigador y responsable del Doctorado en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Director de las revistas Estudios Críticos del Desarrollo y Observatorio del Desarrollo, además de editor de la revista Migración y Desarrollo. Es miembro de la Red Internacional de Migración y Desarrollo y del Sistema Nacional de Investigadores. Sus libros más recientes son El mundo al revés. La migración como fuente de desarrollo, Diccionario crítico de migración y desarrollo y Espejismos del río de oro. Dialéctica de la migración y el desarrollo en México. Es autor de textos académicos de diversos géneros sobre la problemática del desarrollo y la migración.

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