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Migración y desarrollo
versión impresa ISSN 1870-7599
Migr. desarro vol.11 no.21 Zacatecas 2013
Artículos
Desarrollo, migración y seguridad: El caso de la migración hondureña hacia Estados Unidos
Vladimir López Recinos*
* Docente-investigador del Centro de Investigaciones en Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Noreste, México. Correo electrónico: vrecinos@hotmail.com.
Resumen
Este trabajo examina la migración de centroamericanos en tránsito por México hacia Estados Unidos, particularmente el caso de los hondureños indocumentados que se desplazan por el noreste (Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) con la intención de cruzar a territorio estadounidense. Aquí se abordan las temáticas siguientes: antecedentes y causales de la emigración; importancia que ha tomado la zona como ruta migratoria; riesgos y peligros que enfrentan los migrantes al desplazarse por esa región. Los puntos centrales a examinar son lo concerniente al desarrollo desigual y la migración; los nuevos patrones y escenarios migratorios, que han estado presentándose y al mismo tiempo transformándose en el transcurso de los últimos años, especialmente con el devenir de un contexto político y económico capitalista neoliberal. De la misma manera, se abordan aspectos concernientes al incremento de los flujos migratorios, las rutas de tránsito y la vulnerabilidad que a diario enfrentan los migrantes a raíz del incremento de la violencia en distintos puntos fronterizos y en la ruta migratoria con destino hacia Estados Unidos.
Palabras clave: migración internacional, indocumentados, migración forzada, centroamericanos, México, Estados Unidos de América.
Abstract
This study examines the migration of Central Americans in transit to Mexico and onward to the United States, in particular the case of undocumented Hondurans who have spread into the north-east (Coahuila, Nuevo León and Tamaulipas) with the intention of crossing into the U.S. Here we take up the following themes: history and reasons for emigration; the importance of this region as the migratory route; and the risks and dangers that displaced migrants endure in this region. The key points to examine concern unequal development and migration; new patterns and migratory scenarios, which have been appearing and are simultaneously being transformed over the course of recent years, especially in the process of the developing neoliberal / capitalist political and economic context. It also takes up issues around the increase in migratory flows, the transit routes and the vulnerability that migrants face daily with the increasing violence at various points along the border and along the migratory journey that leads to the United States.
Key words: international migration, human rights, undocumented, forced migration, central americans, Mexico, Unites States of America.
Introducción
La migración de centroamericanos hacia Estados Unidos es un fenómeno complejo vinculado a factores económicos, políticos, sociales y ambientales, entre los que se incluyen desastres naturales. En Honduras, la población cada vez más está emigrando a Norteamérica: desde 1960 registra una aumento de menor escala, pero a partir de 1990 la emigración se tornó explosiva y de carácter compulsivo.
A diferencia de las primeras migraciones de hondureños a Estados Unidos ocurridas en el primer cuarto del siglo XX, el actual desplazamiento es un fenómeno más complejo y multifacético. En el contexto global neoliberal, puede conceptualizarse como una migración compulsiva y forzada, hasta convertirse en un largo proceso que afecta a los trabajadores migrantes y sus familiares, pero simultáneamente tiene elevados costos y consecuencias para los países de origen, tránsito y destino final.
Un aspecto que ha tomado mayor relevancia es el recrudecimiento de la violencia y los peligros en las rutas de tránsito y cruce fronterizo. Esa espiral descontrolada ya no sólo afecta a hondureños y centroamericanos, también a decenas de mexicanos, pues todos los días confluyen con rumbo al Norte. Las políticas migratorias restrictivas y de seguridad han repercutido en la dinámica migratoria y transformado, cada vez más, el corredor migratorio Centroamérica-México-Estados Unidos en uno de los más inseguros, violentos y anárquicos del mundo. En este trabajo podrá corroborarse que ese escenario no es que no se haya advertido, sino que, simplemente, no fue atendido a tiempo.
La ruta a Tijuana y ciudades circundantes, Mexicali y Tecate, era una de las más transitadas, pero a partir de 2000 los flujos migratorios cambian la trayectoria, pues el paso por el desierto de Sonora, una de las zonas más peligrosas en ese entonces, incrementaba las muertes. Entonces los migrantes, guías y coyotes dan un viraje hacia el noreste de México (Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas), debido a que representa una distancia más accesible para quienes vienen del Sur y pretenden eludir el peligroso desierto o la lejana Tijuana.
Escenarios del desarrollo y migración compulsiva en Honduras
Alcanzar una democracia moderna al igual que un desarrollo estable ha sido el ideal de casi todas las repúblicas latinoamericanas desde su nacimiento a principios del siglo XIX, un fin que tarda mucho en hacerse una realidad. Es difícil generalizar sobre todos los países, pero en Honduras pueden considerarse varios factores que han contribuido a su historia política turbulenta e incipiente desarrollo en comparación con otras naciones de la región (CEPAL, 2010).1 En primer lugar, la dependencia económica y subordinación política a Estados Unidos le ha impedido alcanzar un desarrollo sostenible con sólidas bases democráticas; en segundo lugar, la enorme acumulación de riqueza y poder político en pequeñas élites no han permitido construir un modelo de desarrollo nacional equitativo e incluyente; en tercer lugar, la inseguridad y vulnerabilidad tampoco han contribuido a la estabilidad social, y para los gobiernos resulta difícil mantener el orden en tiempos de crisis.
Existen fundamentos que dejan claro cómo se han venido desarrollando las relaciones políticas y económicas entre Honduras y Estados Unidos desde el siglo XIX a la fecha, y éstas no han sido las más idóneas y convenientes, pues desde aquel tiempo se vislumbra una fuerte relación imperialista de explotación (Kepner y Soothill, 1957), intervencionismo político y militar (Selser, 1983) y subordinación y dependencia (Arancibia, 1987; Barahona, 1989). Actualmente, esas relaciones continúan dándose casi de igual forma, a pesar de que están basadas en un Acuerdo de Libre Comercio que hace socios comerciales a ambos países: existe un intercambio desigual tanto en lo económico como en lo laboral, especialmente con la compulsiva emigración de hondureños.
La evolución económica de Honduras registra un tránsito de estructuras típicamente coloniales a la integración de un mercado capitalista mundial en condiciones de subordinación y dependencia con respecto al capital extranjero, a lo que también contribuyeron ciertos sectores de la primitiva oligarquía nacional, que desde aquel entonces buscaban la prevalencia de sus intereses sobre el bienestar colectivo. No sólo debe valorarse críticamente las relaciones desiguales con las potencias industriales, sino también las relaciones sociales desiguales al interior del país, que han sido legitimadas con proyectos separados a tradiciones sociales, culturales, políticas y epistemológicas propias.
En el periodo 1920-1950, Honduras se caracterizó por ser un enclave bananero explotado por transnacionales estadounidenses que llegaron a imponer su forma de cultivo y políticas de comercio a la vez que explotaban el suelo y la mano de obra. En 1950-1970 se siguió con la tendencia regional a surtir las importaciones de bienes de consumo básico (ropa, calzado, etcétera) y de integrarse a un mercado regional. Sin embargo, el éxito de esas políticas se vio mermado por la falta de inversión en sectores más intensivos en capital y con ello la dependencia al extranjero en el caso de la sustitución de importaciones, y por los conflictos de intereses en el caso de la integración.2
Durante la década de 1980 la economía hondureña estuvo sostenida por una demanda cautiva de bienes de consumo de los países vecinos que afrontaban conflictos guerrilleros internos, asimismo de tropas extranjeras en su territorio por las que recibió apoyo económico y militar. Sin embargo, al llegar un periodo de paz, como en la fábula de la <<Liebre y la tortuga>>, Honduras se enfrentó a la realidad: una industria obsoleta y una pobre demanda interna; por tanto tuvieron que buscarse opciones para el crecimiento.
A principios de los noventa, Honduras se inserta en el modelo de comercio neoliberal, en el que las grandes transnacionales utilizan formas versátiles y flexibles, tales como la maquila o la subcontratación, que absorben y orientan la productividad y los beneficios para el mercado internacional. Sin embargo, nunca se ha separado de los principios agroexportadores de décadas anteriores y de las pautas marcadas por su principal socio comercial, Estados Unidos. Un breve análisis de los principales indicadores económicos y laborales nos demuestra lo antes dicho. La composición del producto interno bruto (PIB) hondureño en las dos últimas décadas (1990-2010) refleja que la elaboración de productos manufactureros ha seguido una tendencia a la baja, pues de ser el sector que más contribuyó en la producción nacional en 2003, cedió el paso al sector servicios, que en 2010 representó 36.67% del PIB. Mientras que la agricultura ha mantenido su nivel de participación en la producción nacional, aunque muestra un leve descenso a partir de 2005, éste ha oscilado entre 13 y 15%, como se aprecia en la gráfica 1.
Como fue mencionado anteriormente, la inserción de una economía pequeña, como la hondureña, en el mercado de comercio global conlleva a una integración desigual donde los países con desventaja tecnológica ofrecen bienes en los que ellos intentan ser más competitivos internacionalmente: mano de obra productiva y barata y recursos naturales. Ciertamente, la asimetría corresponde al bajo nivel de desarrollo productivo y laboral del país, pero también influyen factores político, social y ambiental, áreas con pocos avances y reformas sustanciales. No puede desconocerse que en los últimos años el país se ha visto afectado por desastres naturales, como el paso del huracán Mitch (2008), que llegaron a colapsar gran parte de la infraestructura y economía, tampoco puede dejarse de lado el modelo de política económica, basado en la gestión neoliberal de la inversión extranjera directa, que no ha generado desarrollo. Estudiosos de la economía del desarrollo estiman que con ese tipo de políticas las naciones sólo reciben un modesto estímulo que no es el principal motor de desarrollo, pues éste depende del papel del sector público y privado.
Una variante nueva es que gran parte de la economía hondureña depende de las remesas que mes con mes envían los trabajadores migrantes que residen, principalmente, en Estados Unidos. Es decir, el país depende, cada vez más, de un incipiente aparato productivo y de las divisas que le reporta la mano de obra barata expulsada, estos recursos contribuyen a mantener los índices macroeconómicos y también a amortiguar la pobreza.3
En resumen, el modelo económico está reproduciendo exclusión y pobreza, pero paradójicamente es sostenido por los mismos pobres que emigran y tras extensas jornadas de trabajo envían dinero al país. Estas condiciones generan un Estado débil que pretende, no obstante, insertarse en el nuevo orden económico mundial mediante el ofrecimiento directo o indirecto de <<mano de obra productiva y a precios competitivos>>.4
Desde una perspectiva histórica y crítica, en el escenario mundial contradictorio coexisten los Estados. Siendo un país productor de bienes con bajo valor agregado y, recientemente mercader o expulsor de mano de obra barata, Honduras ha tenido que enfrentar las disparidades económicas, sociales y tecnológicas del sistema mundial. La historia política, productiva y socioeconómica registra muy poco avance y una estructura de crecimiento, desarrollo y dependencia hacia el exterior casi idéntica a la de hace 80 años atrás.
En el siglo XXI persisten grandes desigualdades entre naciones ricas y pobres. Esas brechas están ampliándose en vez de reducirse. En un polo, están los países que tienen mejores niveles de vida, educación, salud, cultura, mejores salarios, acceso a la tecnología, mejores proyectos de desarrollo, seguridad y bienestar. En el otro polo, se ubican países con inseguridad, pobreza, falta de oportunidades, bajos salarios, desempleo, recesión económica, limitantes de desarrollo, autoridades represoras, malos políticos, gobiernos corruptos y contingencias naturales desfavorables. Ciertamente, las condiciones para alcanzar el desarrollo y el progreso han sido desiguales. En gran parte de las naciones las crisis han sido constantes, los problemas mayores y pocos los beneficiados.
Evidentemente, la dinámica desequilibrada entre naciones crea polos de atracción y expulsión, asimismo contribuye a un mayor movimiento forzado de personas desde los países menos desarrollados hacia los más desarrollados. A menudo los migrantes procedentes de las regiones más pobres del planeta son considerados como una amenaza o un mal disfuncional de la sociedad (Huntington, 2004), pero paradójicamente son producto de la denominada <<globalización neoliberal>> (Bowles, 2006) o el llamado <<imperialismo del siglo XXI>> (Petras y Veltmeyer, 2003), y están buscando a donde irse. Esto no está desconectado de la compulsiva migración hondureña a Estados Unidos.
Punto de quiebre de la migración hondureña hacia Estados Unidos
A partir del siglo XIX, Honduras abrió sus puertas a extranjeros de distintas nacionalidades y desde los primeros años postindependentistas se fomentó la inmigración a través de leyes apoyadas en la idea de buscar crecimiento económico y desarrollo (Amaya, 2000; Cáritas, 2003; López, 2007). Posteriormente, en la década de 1980 recibió refugiados y extranjeros indocumentados, que huyeron a raíz de los conflictos armados internos en las vecinas naciones de El Salvador, Guatemala y Nicaragua (ACNUR, 1994; Zolberg, 1989; Sorh, 1989; Aguayo, 1985). De receptor de inmigrantes y refugiados pasó a convertirse en un país de emigrantes, y hoy su población emigra, cada vez más, a Estados Unidos.
Si bien en el caso centroamericano no puede desconocerse que había una antigua tradición de desplazamiento por toda la región y que existía un movimiento de personas casi permanente, tampoco puede considerársele como diásporas u oleadas migratorias de gran escala o masivas, pero ese escenario y patrón migratorio, limitado en flujos y hasta en distancias, empezó a modificarse en las décadas de 1970 y 1980 como resultado de los conflictos armados internos y la inestabilidad política, social y económica que predominaba en algunas naciones del istmo, específicamente en El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
También es conocido que algunas de las primeras migraciones de hondureños a Estados Unidos tienen su origen en el primer cuarto del siglo XX (1901-1925) y que de ser un flujo exiguo pasó a convertirse en uno cada vez más constante y estable. En las últimas dos décadas (1990-2010), Honduras ha venido presentando un incremento acelerado en la salida de una parte de su población. La mayoría del flujo es con destino a Estados Unidos, pero también a otros países cercanos y más distantes, entre los cuales figuran Canadá, México, España, Italia, El Salvador y Guatemala. En el caso de esos dos últimos países, la migración internacional resulta ser muy significativa, por el hecho de que los escenarios migratorios han ido cambiando, ya que en décadas pasadas la migración fue a la inversa, salvadoreños y guatemaltecos emigraban a territorio hondureño (López, 2007 y 2011). Esto es indicativo de que está dándose una evolución en los patrones tradicionales de la migración, pues el movimiento ya no sólo es específicamente hacia el Norte, hoy bien puede haber algunas migraciones del Sur al Sur o del Centro al Centro, de acuerdo a como vayan configurándose los polos de desarrollo y subdesarrollo entre las naciones y regiones.
Después de México, Honduras es ahora el segundo país latinoamericano que más personas expulsa a Estados Unidos. La emigración de los hondureños había sido un fenómeno continuo y en menor escala, pero es a partir de 1990 cuando empieza a incrementarse. Los resultados del análisis estadístico propio y de otras fuentes confiables (reportes de número de personas en tránsito, detenidas y deportadas, censos de población, etcétera), el cotejo de cifras y algunos elementos de juicio apoyados en cantidades y acontecimientos históricos, nos apuntan a que tal aseveración no es equivocada; y si bien es cierto que el comportamiento y la tendencia emigratoria venía creciendo desde 1960, es en el periodo 1990-2010 cuando llega a alcanzar su máximo en términos absolutos, y hoy posiblemente continúe en ascenso.
Un panorama rápido y consistente del desenvolvimiento de la migración hondureña a Estados Unidos perfectamente puede construirse a partir de 1960 cuando se estimaba que sólo había unos 6,503 hondureños residiendo en aquel país, una cifra no tan significativa, apenas 0.3% del total de la población de Honduras que en ese año era de 1'884,765 de habitantes.5 Posteriormente, en 1970 se estimaban 19,118 hondureños en territorio estadounidense; en 1980, eran 39,154 y en 1990, alcanzaban 108,923. El censo de Estados Unidos de 2010 reporta que en ese país residen 633 mil hondureños y al restar los 108, 923 hondureños del censo de 1990, nos arroja que en 20 años hubo un incremento de 524,077, es decir, aumentó 159% (Censo de Población de Estados Unidos, en: www.census.gov/population). Todo apunta a que en los periodos de 1990-2000 y 1990-2010 se ha venido dando un alza en la emigración. El crecimiento puede verse de forma comparativa y por distintos periodos en el cuadro 1.
Las cifras del lugar de origen corresponden a instancias gubernamentales de Honduras y a la cancillería hondureña, sin embargo los métodos que respaldan los conteos no son del conocimiento público. En un principio, decían que fuera del país vivían unos 934 mil hondureños, de los cuales estimaban que 805 mil radicaban en Estados Unidos, de ellos 460 mil tenían residencia; 85 mil eran favorecidos por el estatus de protección temporal y 260 mil eran indocumentados. Según el gobierno, cada año 80 mil hondureños intentan llegar a Estados Unidos, pero sólo 1% alcanza su objetivo, es decir, unos 10 mil; el resto, unos 70 mil, son deportados. Igualmente, el gobierno hondureño estima que hay 32 mil hondureños en Europa; 15 mil en España; 10 mil en Italia y 7 mil en otros países europeos no precisados. En Centroamérica estiman que hay unos 52 mil hondureños, de los cuales 15 mil están en El Salvador, 14 mil en Guatemala, 8 mil en Nicaragua, 7 mil en Belice, 6 mil en Costa Rica y 2 mil en Panamá. También consideran que hay unos 30 mil hondureños en Canadá y unos 15 mil en México. En cuanto a los hondureños en Estados Unidos a partir del 2005, el gobierno cambió las cifras que venía manejando y ahora asegura que son 1 millón de hondureños, pero no se aclara cómo llegaron y en qué parte de Estados Unidos residen esos nuevos 195 mil hondureños. La cifra de 1 millón se ha vuelto oficial entre las instancias gubernamentales y es difundida por los medios de comunicación nacionales y otras fuentes.6
Por otra parte, existe información que de alguna manera deja al descubierto cómo ha venido creciendo la migración hondureña indocumentada en tránsito por México hacia Estados Unidos en los últimos años. Parte de esa realidad puede medirse con cifras de los indocumentados, detenidos y deportados por las autoridades migratorias.
Es preciso aclarar que en la actualidad son casi inexistentes las fuentes estadísticas precisas sobre la migración indocumentada. Sin embargo, puede contarse con información relativa a la detención, deportación y recepción de los migrantes hondureños tanto de México como de Estados Unidos. Estos datos únicamente nos permiten constatar la baja o el aumento de los flujos migratorios y establecer algunas tendencias importantes, además de hacer proyecciones a futuro con la constante del comportamiento migratorio que se ha venido manteniendo y desarrollando durante los últimos años. También cabe señalar que los informes de algunas instancias gubernamentales presentan ciertos sesgos y a veces son comunicadas como cifras preliminares que después a menudo presentan ciertos cambios.
Los reportes oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) revelan que el tránsito de indocumentados hondureños con destino a Estados Unidos presenta un aumento considerable desde 1990 hasta 2011. Una sumatoria de esos 22 años, sin contar los hondureños indocumentados que logran ingresar a Estados Unidos y los que semanalmente son deportados vía aérea desde ese país, establece de forma preliminar que más de medio millón de hondureños (841,882) abandonaron el país para tratar de llegar a Estados Unidos, pero en su paso por México fueron detenidos y expulsados. Asimismo, cabe mencionar que en algún tiempo, los números y registros del INM con respecto a la detención de migrantes indocumentados también señalan que Honduras llegó a ocupar el primer o segundo lugar a nivel mundial por el número de detenciones. Las cifras de los hondureños detenidos y deportados de forma comparada por nacionalidad pueden apreciarse en los cuadros 2 y 3.
Una correlación de esas cifras correspondientes a 20 años (1990-2010) con ciertos acontecimientos económicos, políticos y sociales del país, durante distintos periodos de gobierno, conduce a inferir que el éxodo de hondureños a Estados Unidos empieza a incrementarse en el gobierno de Rafael Leonardo Callejas (1990-1993) que se caracterizó, en gran medida, por los programas de ajuste estructural a la economía y un ambiente de inseguridad. Luego continuó en ascenso durante la administración de Carlos Roberto Reina (1994-1997) que mantuvo el mismo modelo económico neoliberal, quizá un poco más moderado, pero con problemas como la crisis energética que afectó tanto a la población como a la pequeña y media industria, además de un enrarecimiento del clima político debido a un fortalecimiento de la sociedad civil y el debilitamiento de los militares.
Un repunte en la emigración es notable a partir del gobierno de Carlos Roberto Flores Facussé (1998-2001), cuando ocurrió la devastación provocada por el huracán Mitch. Entonces hubo negligencia gubernamental para enfrentar la reconstrucción del país y las consecuencias subsiguientes generadas por la catástrofe, que al final dio como resultado un alza de los índices de pobreza y desempleo.7 No obstante, como lo demuestran las cifras, en los gobiernos de Ricardo Rodolfo Maduro Joest (2002- 2005), José Manuel Zelaya Rosales y Roberto Micheletti Bain (2006-2009), con el incremento desmedido de la miseria, la desocupación, la criminalidad, la recesión económica y la crisis política, se generó una ruptura del orden constitucional y un golpe de Estado cívico-militar, cuando más ha crecido el número de hondureños indocumentados detenidos y deportados del territorio mexicano por las autoridades migratorias de ese país. Ese mismo escenario, casi idéntico, ha continuado en el actual gobierno de Porfirio Lobo Sosa, ya que la crítica situación económica, social y política se recrudece cada día más e igual está ocurriendo con las causales de la emigración.
Lo anterior, nos hace validar que el punto de quiebre y a la vez de explosión de la emigración hondureña hacia Estados Unidos surge precisamente con el advenimiento del modelo neoliberal que se ha caracterizado por el acompañamiento de programas de ajuste estructural a la economía y el desmantelamiento de subsidios y prestaciones sociales entre otros beneficios para la población, lo cual ha incrementado la brecha de pobreza extrema. También los anteriores factores económicos, políticos, sociales y climáticos extremos, señalados durante los distintos periodos de gobierno nos sugieren que la emigración hondureña a Estados Unidos tiene un carácter multifacético. Como lo confirman los resultados de algunos estudios y como lo testifican los migrantes hondureños, entre las principales causas estructurales de la emigración aparece una diversidad de factores de tipo social, político y económico (López, 2011). Igualmente, entre las diversas fuentes estadísticas consultadas y analizadas sobresale como elemento común que la emigración ha venido creciendo de forma constante, pero con mayor intensidad en las dos últimas décadas. Y es muy probable que continúe así en los próximos años.
Políticas migratorias y medidas de seguridad
Frente a lo expuesto, podemos partir de la premisa, para el caso hondureño, de que a diferencia del pasado hoy son cada vez más las personas que emigran o que desean emigrar hacia Estados Unidos, pero que también son mayores los controles, obstáculos, riesgos y peligros para tratar de ingresar a ese país de forma indocumentada. Actualmente, existen fuertes intentos no sólo de Estados Unidos sino también de México para controlar los flujos migratorios de centroamericanos, al extremo que han llegado a invertirse grandes sumas de dinero en seguridad fronteriza. Sin embargo, no han podido detener la inmigración irregular y toda la compulsiva corriente migratoria procedente del Sur.
Hasta 1989, quizás con excepción de Estados Unidos, eran muy pocos los países en América que habían adoptado medidas legales y acciones de vigilancia para controlar la inmigración; por lo contrario, muchos las promovían e incluso abrieron sus puertas a los inmigrantes para que éstos contribuyeran al crecimiento económico y desarrollo. Es a partir de 1990 cuando esas medidas empezaron a incrementarse en distintas naciones latinoamericanas, sin embargo, a escala mundial después del 11 de septiembre de 2001, tras el desplome de las torres gemelas en Nueva York, las políticas migratorias se tornan aún más restrictivas en diversos países, especialmente en Estados Unidos y otros que han sido objetos de atentados como el caso de España. De hecho, algunos estudiosos de las migraciones internacionales han puesto atención en analizar ese escenario bajo la tesis de que la política de seguridad y lucha contra el terrorismo trata de ir mezclando una política migratoria restrictiva (Santibáñez, 2006).
El gobierno estadounidense ha puesto en marcha diversos programas de control migratorio desde principios de la década de los noventa. Uno de los más intensos es el denominado Operación Guardián (Gatekeeper Operation), que viene implementándose desde 1994 en el paso fronterizo, San Diego, California, en la región noroeste de la frontera mexicana.8 Esa acción ha venido causando la muerte de centenares de migrantes indocumentados quienes ante el incremento de las medidas de vigilancia tuvieron que desviarse de lo que fue la ruta migratoria tradicional e intentar ingresar por el desierto de Arizona donde las altas temperaturas provocan la insolación, golpes de calor y la muerte.
Es en la zona colindante con Tijuana donde autoridades estadounidenses levantaron poco a poco una barda metálica con los restos de material utilizado para las barricadas en la guerra del Golfo Pérsico (1990-1991). Ese muro férreo que se ha vuelto tan famoso en fotografías y documentales salta a la vista desde las alturas y abarca 50 km de la frontera. También a partir de 1994 se ha venido incrementando la vigilancia en la zona con unos 2,500 agentes de la Border Patrol (Patrulla Fronteriza), quienes equipados con censores de movimiento y energía corporal, visores nocturnos, vehículos, helicópteros y hasta aviones no tripulados vigilan día y noche la línea fronteriza. Más recientemente, en 2006 el Senado estadounidense aprobó el proyecto HR 6061 que autoriza la construcción de un doble muro de 1 mil km a lo largo de la frontera con México en los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas. La decisión de construir esa doble barda generó una serie de reacciones de la comunidad internacional y de distintos sectores que calificaban como absurda una acción de seguridad de esa naturaleza.
También, en Estados Unidos diariamente se desarrolla la detención de migrantes indocumentados en vecindarios y centros de trabajo como parte de una estrategia en contra de la inmigración irregular. Miles de personas de diferentes nacionalidades han sido apresadas, entre ellos cientos de hondureños que al no poder comprobar su legal estancia inmediatamente se les deporta vía área a Honduras. La acción se conoce como Operation Return to Sender (Operación Devolución al Remitente) e inició en mayo de 2006; en febrero de 2007 se estimaba que agentes federales y de inmigración habían detenido 14 mil inmigrantes que habían ingresado sin documentos. A todo lo anterior hay que sumar las acciones discriminatorias y xenofóbicas particulares u organizadas mediante algunos grupos como The Minuteman Project, una organización integrada por ex militares combatientes de Vietnam que junto con otros simpatizantes civiles llevan a cabo acciones para tratar de impedir el cruce y paso de migrantes indocumentados. Realizan actividades en la frontera entre México y Estados Unidos que incluyen operativos de vigilancia en San Diego, California, y se desplazan por otras zonas como el corredor fronterizo Douglas-Agua Prieta, en los límites que comparten Arizona y Sonora, asimismo en Texas. Legalmente no pueden parar a migrantes indocumentados, pero sí denunciar su presencia.9
Así que la ubicación geográfica de los países es fundamental para un análisis de la migración internacional y las políticas migratorias restrictivas. En ese sentido, bien puede decirse que México está en medio de un contraste de lo que hoy es el mundo siendo su posición geopolítica muy particular: al norte, 3,200 km lo conectan con una de las principales potencias del planeta y al sur, 1,149 km lo hacen colindar con las naciones más pobres del continente. Obviamente, juega un papel estratégico en la migración internacional, pues además de ser un país expulsor de migrantes es uno de arribo y tránsito de migrantes que obligadamente deben cruzar su territorio para llegar a Estados Unidos.
Por su parte, el gobierno mexicano desde antes de 2000 instrumenta operativos de control migratorio a través de un plan estratégico de seguridad para la frontera sur que fue concebido por el Instituto Nacional de Migración (INM), órgano técnico desconcentrado de la administración pública y dependiente de la Secretaría de Gobernación (Segob), que entre sus funciones tiene la tarea de velar por la seguridad interna del país. El Plan Sur está enfocado, principalmente, a contener la migración de indocumentados centroamericanos y de otros países que transitan por territorio mexicano con la intención de llegar a Estados Unidos, de la misma forma, detener a los participantes y cabecillas de las redes del tráfico internacional de personas. Es desarrollado por medio de distintas modalidades entre las cuales destaca reforzar la vigilancia en la frontera de México con Guatemala y Belice, asimismo, realizar constantes acciones de control migratorio en diversos puntos fronterizos, carreteras y aeropuertos de los estados, pero con mayor intensidad en Veracruz, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Quintana Roo. Los operativos migratorios se basan en inspeccionar minuciosamente todos los documentos de identificación personal y documentos migratorios de nacionales y extranjeros, simultáneamente, las características físicas de las personas. Participan los funcionarios del INM, elementos de la Policía Federal Preventiva, policías estatales y municipales, y más recientemente otros cuerpos de seguridad como el Ejército.
Con la ejecución del Plan Sur también se pretende reducir el índice delictivo de la zona; auxiliar a los migrantes a través de los Grupos Beta y desarrollar un Programa de Conducción de migrantes centroamericanos a sus países de origen, que hasta 2010 sólo funcionaba entre México y Guatemala. Ese programa tiene como objetivo trasladar a los migrantes detenidos desde cualquier punto de la República mexicana hasta la frontera con Guatemala, específicamente al punto fronterizo de Talismán, donde autoridades de migración mexicana conducen y entregan los migrantes indocumentados a las autoridades migratorias guatemaltecas para que éstas, a su vez, se encarguen de trasladarlos a las fronteras de sus países de origen en el caso de los originarios de Honduras y El Salvador. Los grupos Beta son empleados del INM que se encargan de brindar protección a los migrantes en general, sean centroamericanos o mexicanos; gran parte de su trabajo esencialmente consiste en realizar una labor de auxilio a los migrantes que transitan por México con el fin de informarles sobre los posibles riesgos y peligros que pueden enfrentar.
El Plan Sur además de buscar que la expulsión o deportación de los migrantes sea de cierta manera ordenada, también persigue bajar la reincidencia migratoria en el cruce de la frontera sur y, por ende, las posibilidades de reintentar cruzar la frontera norte. Sin embargo, lo cierto es que los migrantes están poco tiempo en sus lugares de origen y vuelven a irse otra vez con destino a Estados Unidos. Son muchos los intentos que una persona puede llegar a experimentar y aunque es difícil establecer cada cuánto tiempo y cuándo ocurre, en muchas ocasiones basta simplemente con que la persona vuelva adquirir los fondos económicos mínimos que le permitan movilizarse para tratar de llegar a Estados Unidos.
Hay evidencias de que México ha venido adoptando severas políticas de inmigración muy similares a las que aplica Estados Unidos en los últimos años. Es más, hay quienes dejan entrever que algunas acciones se desarrollan bajo una política de común acuerdo que no se encuentra escrita oficialmente en un tratado bilateral, pero es reconocida al interior de círculos políticos y diplomáticos. Por tal situación, México ha sido objeto de calificativos despectivos que han sido expresados incluso por sus mismos representantes.10
En ese sentido, la relación de México con el resto de países latinoamericanos en el plano de la migración no es tan armónica y congruente como debería serlo, a pesar de la vigencia de acuerdos bilaterales migratorios que tienen buenas intenciones, pero no son efectivos. Un ejemplo es el Convenio entre Honduras y México que establece reciprocidad en la exoneración de pago de la visa. Ese acuerdo dejó de tener cierto sentido ante el trato desigual que existe, ya que casi siempre sólo se extienden permisos por una de las partes.
También existían acuerdos con otros países y los ciudadanos no requerían visa para viajar a México y viceversa, pero en algunos casos fue cancelado y se incrementaron los requisitos para la obtención de la visa, tal y como sucedió en la pasada administración de Vicente Fox Quezada (2000-2006), cuando el gobierno mexicano decidió finalizar el Convenio de Supresión de Visas con Ecuador que ambas naciones tenían desde 1969. La reacción del gobierno ecuatoriano ante la imposición de una visa de alta seguridad fue que el trato sería en iguales términos para todos los mexicanos que quisieran ingresar a Ecuador. Países como Bolivia y Ecuador han realizado cambios en su política migratoria como respuesta y defensa a las restricciones que México, España y Estados Unidos, entre otros, les han venido imponiendo a sus ciudadanos en los últimos años. Recientemente, el gobierno de Bolivia determinó que todo estadounidense que desee ingresar a su territorio deberá solicitar una visa.11 La respuesta de unos países ha sido enérgica y en otros casos se ha limitado a una declaración o una carta de protesta a través de los canales diplomáticos.
Asimismo, cabe destacar que el actual gobierno de México ha impulsado la idea de hacer un frente común con los países de Centroamérica para rechazar la construcción de un muro y medidas de seguridad aplicadas por Estados Unidos en la frontera norte, pero no discute un cambio en las acciones de seguridad que se realizan en la frontera sur mexicana.12 En los países centroamericanos el tema migratorio cada vez está adquiriendo más importancia y la postura de las naciones del istmo, frente a la problemática de la migración irregular, suele variar y unos no le dan la relevancia debida. En lo referente a la violación de los derechos humanos de los migrantes es notorio que casi siempre exista un fuerte reclamo de los gobiernos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, entre otros, pero no de Honduras que inclusive ha llegado a convertirse, después de México, en uno de los países latinoamericanos que más migrantes indocumentados expulsa a Estados Unidos.
Efectivamente, bien puede señalarse que las medidas de control migratorio efectuadas en la frontera norte por autoridades estadounidenses son reproducidas casi de igual forma o con mayor intensidad en la frontera sur por autoridades mexicanas, que instrumentan de manera permanente mecanismos de control y rechazo de los migrantes indocumentados. Esos operativos de detención y expulsión de extranjeros sorprendidos en condición irregular se incrementan cada día. En el periodo de enero-diciembre de 2005 el INM registra que detuvo a 240 mil 219 extranjeros, la mayoría procedía de los países centroamericanos: Guatemala, 100 mil 948; Honduras, 79 mil 6; El Salvador, 42 mil 624; Nicaragua, 3 mil 980. También hubo deportaciones de personas originarias de países sudamericanos y del Caribe entre los que sobresalen Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Argentina, Bolivia, República Dominicana, Cuba, entre otras de las nacionalidades, y que el monto de los deportados asciende a 14,341.
Además, de enero a diciembre de 2007 la delegación del INM en Chiapas y Tabasco (frontera sur) con la ayuda de distintas instancias policiales y el apoyo de militares en operativos conjuntos por diversos puntos de tránsito y la línea del ferrocarril, reportan una deportación de 17,105 personas. También las delegaciones del INM en Veracruz y Tamaulipas (frontera norte) reportan un elevado número de deportaciones, 8,928 y 3,975, respectivamente. En general, 29 de los 32 estados mexicanos reportaron expulsiones que ascendieron a 44 mil 679 migrantes indocumentados, en su mayoría originarios de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, entre otras nacionalidades.
Datos más recientes del INM apuntan a que en 2010 hubo un total de 65,802 deportaciones, siendo la mayoría (63,608) centroamericanos que estaban distribuidos de la forma siguiente: 28,706 guatemaltecos; 23,788 hondureños; 10,502 salvadoreños; 779 nicaragüenses; 26 beliceños; 10 costarricenses y 5 panameños.
En resumen, las políticas migratorias y el contexto migratorio actual son cambiantes, por un lado hay medidas más restrictivas y el surgimiento de acciones extremas y racistas, pero por otro lado son impresionantes los actos de protesta a las mismas y el reclamo de la población migrante por un trato justo. En algunos países el tema migratorio toma importancia al grado de pasar a ser un tema prioritario en la agenda de los gobiernos. En México, durante los últimos años se le ha dado importancia a la problemática migratoria y su postura ha estado encaminada en dos sentidos, defender los derechos de los migrantes mexicanos y tratar de llegar a un acuerdo migratorio con Estados Unidos. Sin embargo, todavía no ha venido asumiendo una política congruente en lo referente a salvaguardar los derechos humanos de los migrantes indocumentados que a diario transitan por su territorio. Aunque cabe resaltar que ahora ese asunto está siendo abordado y se han empezado a realizar algunas acciones en distintos ámbitos desde lo administrativo institucional hasta lo jurídico.
La vulnerabilidad de los migrantes en tránsito
El tránsito y la internación indocumentada al igual que las formas de cómo hacerlo son, en parte, consecuencia de las leyes y políticas migratorias restrictivas que algunos Estados han impuesto en los últimos años. Éstas casi siempre se orientan a contener el flujo de personas de países menos desarrollados, dejándoles a los migrantes como única opción un desplazamiento indocumentado e irregular. Sin embargo, a pesar de los distintos controles, estrictas leyes y medidas de seguridad que invierten algunos países, la emigración e inmigración, en vez de frenarse, siguen creciendo. Dichas medidas, que forman parte del complejo fenómeno de la migración internacional, más que impedir y frenar el flujo migratorio indocumentado, han provocado una transformación de las formas, costos y rutas que tradicionalmente se utilizaban, generándose así una serie de complicaciones y un gran desorden migratorio en la región.
En consecuencia, uno de los aspectos más delicados de la puesta en práctica de leyes y políticas migratorias restrictivas en los últimos años es el surgimiento de nuevas y más peligrosas rutas de tránsito y cruce fronterizo. Hoy se conoce que antes de 2000 una de las rutas más transitadas era la que se dirigía hacia Tijuana y otras ciudades como Mexicali y Tecate, pero luego hubo un cambio en la trayectoria, pues los migrantes empezaron a atravesar el desierto de Sonora: de Hermosillo se iban a Altar y Llano Blanco y de ahí a Sasabe; esa zona se tornó la más peligrosa pues a partir de 2005 se incrementaron las muertes en forma dramática, especialmente en los cruces de Tijuana y el desierto de Sonora.13
Es así como empieza a tomar mayor importancia la frontera conformada por los estados del noreste de México (Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas) debido a la creciente migración que se ha disparado en los últimos años, y porque en distancia se trata de una frontera más accesible para quienes vienen del sur. Pronto se convirtió en la zona preferida de cruce para los que descartan transitar por el peligroso desierto o la lejana Tijuana.
La frontera noreste siempre ha sido una zona de confluencia migratoria tanto de mexicanos como extranjeros, entre ellos decenas de centroamericanos que pretenden cruzar a Estados Unidos. Ciertamente, la zona adquiere notoriedad en la medida que los flujos migratorios se tornan más intensos y heterogéneos, presentándose así como una de la más cotizadas rutas de tránsito y cruce fronterizo, lo cual ha significado un cambio de escenarios y una recomposición de lo que podría denominarse la cartografía migratoria.
Desde principios de la década de los noventa se advertía la importancia que debía dársele al estudio de esos flujos indocumentados por la frontera noreste, pues se creía que estaban pasando desapercibidos debido a la rapidez con que cruzaban el territorio mexicano e incursionaban en suelo estadounidense. Asimismo, se señalaba el entronque de Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas, como uno de los más idóneos basándose en la lógica de la distancia, pues esa zona era la más cercana para acceder a Estados Unidos desde el sur de México y eso la hacía una frontera muy apetecida para los centroamericanos que tenían entre sus destinos las ciudades de Miami, Houston, Nueva York, Washington y Chicago (Sánchez, 1993; Alanís, 1999). Aunque también cabe mencionar que entre 1950-1990 la frontera noroeste fue una de las más elegidas por migrantes mexicanos y centroamericanos que pretendían ingresar a suelo estadounidense con o sin documentos. El objetivo era cruzar esa frontera y llegar hasta San Diego para posteriormente dispersarse en Los Ángeles, California, o seguir hacia a otros estados donde tenían familiares y amigos. No es accidental que en la actualidad una gran parte de la población extranjera que vive en Los Ángeles en su mayoría sea de origen mexicano, pero también hay muchos salvadoreños y hondureños, entre otros. Es más, algunos testimonios que han sido recogidos así lo establecen, pues había toda una red de organizaciones solidarias que se encargaban de auxiliar a los desplazados de la guerra y población en riesgo por su actividad política, algunos de ellos ligados a grupos religiosos identificados con causas comunes (López, 2007).
Actualmente, las barreras a la migración, el incremento de controles y aumento de medidas de seguridad no sólo han generado un incremento de la migración indocumentada, sino que también han obligado a la búsqueda de nuevas rutas. Ciertamente, puede afirmarse que hasta 2000 el Noroeste era el itinerario hacia Estados Unidos más utilizado por migrantes indocumentados mexicanos y centroamericanos, pero posteriormente pasó a tomar más preponderancia en la trayectoria y cruce el Noreste mexicano. Sin embargo, no puede descartarse que debido al clima de violencia e inseguridad que se vive actualmente en esa zona pueda darse nuevamente una recomposición de la ruta migratoria a Estados Unidos, ya que los migrantes y sus guías tanto individual y colectivamente buscarán salvaguardarse.
El tránsito y la internación indocumentada al igual que la búsqueda de diversas formas de cómo hacerlo son otra serie de situaciones que se están produciendo cada vez más en el corredor de la migración internacional Centroamérica-México-Estados Unidos. Esto en gran parte responde a las políticas migratorias restrictivas y las acciones de control y seguridad, que además de tratar de impedir y frenar el flujo migratorio indocumentado han provocado que vayan generándose una serie de complicaciones y un desorden migratorio.
En los últimos años existe más tráfico internacional de personas, más abusos en contra de los migrantes y un mayor costo de la migración con efectos negativos para los migrantes, sus familias y sus comunidades. Al aumentar las dificultades para migrar de manera autónoma y documentada con el apoyo de redes solidarias, los migrantes recurren o se vuelven presa fácil de las redes clandestinas. Las bandas internacionales dedicadas a la trata y el tráfico de personas se han fortalecido obteniendo ganancias arriba de los 32 mil millones de dólares anuales sólo menores a las que se generan con el narcotráfico y tráfico de armas, según los cálculos realizados por algunos organismos de trabajo y de seguridad.14
En ese sentido, para tener una idea del flujo migratorio indocumentado en tránsito por México y con destino a Estados Unidos, pueden mencionarse los resultados de algunos estudios que se han venido realizando y abordan el caso particular de los migrantes hondureños que buscan desplazarse de forma irregular por zonas de la frontera noreste. Por ejemplo, los resultados de la información obtenida mediante la encuesta Migrantes hondureños en tránsito por México y con destino a EUA, un insumo importante para tratar de entender y explicar en parte la emigración hondureña.15
Algunos resultados de ese estudio son los siguientes: 47.9% de los migrantes hondureños encuestados aseguró que sí era la primera vez que se encontraba transitando por tierras mexicanas rumbo a Estados Unidos, pero más de la mitad (52.1%) sostuvo que no era la primera vez, y de éstos 95.9% ya había estado dos, tres, cuatro y más veces. Asimismo, 63% dijo que cruzaría la frontera norte con la ayuda de un coyote; 23% sin la ayuda de nadie; 8% con la ayuda de un familiar o amigo; 2% con la ayuda de un guía y 4% dijo no saberlo. Por otra parte, 49.3% de los encuestados afirmó que desde México para <<cruzar al otro lado>> necesitaría pagar entre 1 mil y 2 mil dólares; 40.3% entre 2 mil, 3 mil o más dólares; solamente 10.4% manifestó no saberlo (véanse gráficas 2 y 3).
Actualmente, las barreras a la migración, el incremento de controles y el aumento de medidas de seguridad no sólo han generado un incremento de la migración indocumentada sino que también han obligado a la búsqueda de nuevas rutas y los migrantes han estado desplazándose más hacia la frontera noreste, siendo así como hoy los estados mexicanos de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas adquieren importancia en la trayectoria y cruce hacia Estados Unidos. Algunas rutas para cruzar las fronteras sur y norte fueron confirmadas de la forma siguiente: 58.7% aseguró que ingresó a México por el estado de Tabasco; 33.6% por Chiapas; 0.7% por Quintana Roo, y 7% dijo no saberlo. En relación a la frontera por donde intentaría cruzar a Estados Unidos, 53.2% dijo que por Nuevo Laredo, Tamaulipas; 24.5% por Reynosa, Tamaulipas; 13.8% por Piedras Negras, Coahuila; 6.4% por Matamoros, Tamaulipas; 1.1% por Miguel Alemán, Tamaulipas, y 1.1% por Nogales, Sonora (véase el mapa 1).
Para los migrantes hondureños indocumentados que se dirigen a Estados Unidos, el primer objetivo es llegar al río Suchiate que separa a Guatemala de México. Las personas originarias de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala pueden transitar con libertad por éstos países mediante un acuerdo denominado CA4. El segundo objetivo es cruzar al lado mexicano y transitar aproximadamente entre 2 mil km para llegar a los distintos puntos fronterizos del noreste entre México y Estados Unidos. El tercer objetivo es pasar al lado estadounidense y trasladarse al destino final para conseguir un trabajo o bien reencontrarse con amigos o familiares que brindan apoyo mientras no se tiene un empleo. Esta breve descripción no es nada fácil hacerla efectiva de manera práctica; y es allí donde está el problema, ya que no todos los migrantes pueden lograrlo, especialmente los niños y las mujeres, que son más vulnerables que los hombres, aunque una vez en el camino a Estados Unidos todos los migrantes, sin excepción, corren los mismos riesgos y peligros.
Una vez internados en territorio mexicano, los migrantes hondureños y demás centroamericanos indocumentados toman distintas rutas por los estados de Chiapas y Tabasco. Por la frontera sur tienen que caminar largas distancias para rodear garitas, atravesar cerros y montañas y selvas de las cuales a veces es difícil salir. No es nada fácil llegar hasta los distintos pueblos donde pasan los trenes de carga que transportan productos, químicos e insumos hacia los distintos estados de México, y es uno de los medios de transporte más utilizado por los migrantes hondureños que transitan de forma irregular por México para llegar a Estados Unidos: 59.7% dijo que había utilizado el tren; 36.8% hizo el recorrido caminando, en autobús y tren; y sólo 3.5% utilizó autobús.
El tren supuestamente no tiene costo para los migrantes, pues lo toman de forma clandestina. Así avanzan más rápido que ir caminando, pero también es el medio menos seguro. Una vez que localizan las vías férreas, tratan de asegurarse que estén libres de policías y agentes de migración, y esperan escondidos entre la maleza el paso de la máquina. Luego salen al paso y corren a la par de los vagones en movimiento para colgarse de las escalerillas del ferrocarril; muchos lo logran, otros se tropiezan y caen, pero se levantan y lo intentan de nuevo. Algunos son succionados por el aire que generan las ruedas de hierro al girar a toda velocidad. Así es como pierden un brazo, las piernas o la vida. En el albergue Jesús El Buen Pastor, de Tapachula, Chiapas, de forma voluntaria se brinda atención a migrantes mutilados por el tren. Según estadísticas del refugio, cada mes reciben un promedio de 10 o más accidentados, siendo la mayoría de éstos hondureños.16
Y es que los migrantes hondureños generalmente transitan por territorio mexicano sin tener el equipo y la información básica. El desconocimiento y la falta de información puede ser letal para quienes no tienen la mínima idea de lo que significa el trayecto de Sur a Norte. México es grandísimo y diverso tanto en lo geográfico, cultural y climático. Hay regiones desérticas, fértiles y selváticas, asimismo, zonas frías hasta el extremo de la congelación y otras que alcanzan entre los 40-50 grados bajo la sombra. Toda esa diversidad deben afrontar los migrantes, que durante el recorrido no saben dónde están los pueblos y muchos no tienen ni la menor idea de los peligros y las contingencias.
El 77.8% de los hondureños entrevistados dijo que antes de salir de su país con destino a Estados Unidos no tenía conocimiento sobre los riesgos y peligros; sólo 22.2% contestó que sí tenía cierta información al respecto. Con relación a cómo o por qué medio se enteraron 72.9% dijo que por experiencia propia; 22.2% por familiares y amigos, y 4.9% por medios de comunicación. En consecuencia, algunos de los migrantes durante el extenso recorrido de Sur a Norte sufren accidentes y enfermedades. El 79.17% de los hondureños aseguró que no había sufrido un accidente durante el recorrido, pero 20.83% sostuvo que sí, y de éstos, 48.3% se cayeron del tren; 34.5% se golpearon las extremidades y a 17.2% los arrastró el tren. De la misma forma, con respecto al estado mexicano o lugar donde ocurrió el accidente los migrantes hondureños mencionaron los siguientes lugares: 28.6% en Veracruz; 19%, Coahuila; 14.3%, Estado de México; 9.5%, San Luis Potosí; 9.5%, Querétaro; 4.8%, Puebla; 4.8%, Distrito Federal; 4.8%, Oaxaca; y 4.8%, Chiapas. También 39.6% dijo no haberse enfermando en el camino, pero la mayoría, 60.4% dijo que sí se había enfermado, y de éstos, 42.36% presentó dolencias respiratorias; 6.25% dolores musculares; 4.17% lesiones en la piel (quemaduras por el sol o frío); 3.47% fiebre; 3.47% enfermedades digestivas; 0.69% depresión, tal y como se aprecia en las gráficas 4, 5 y el mapa 2.
También en lo que respecta a la migración en tránsito por territorio mexicano hoy se ha tornado más peligrosa y pueden mencionarse acontecimientos trágicos como el ocurrido en agosto de 2010 cuando 72 trabajadores migrantes, la mayoría hondureños, fueron asesinados en San Fernando, Tamaulipas. La matanza por su forma y dimensión alarmó e indignó al grado de ser repudiada a nivel mundial, pero lo cierto es que no se trataba de un suceso aislado sino de una constante y sistemática violación a los derechos humanos.17
La situación de vulnerabilidad que enfrentan los migrantes en su tránsito por México con destino a Estados Unidos ha sido del conocimiento de las autoridades mexicanas, centroamericanas y sudamericanas, pero no habían escuchado las observaciones en materia de protección a los derechos humanos de los migrantes, mucho menos trabajado de forma conjunta para que eso no llegase a ocurrir. Como antecedentes pueden mencionarse algunos trabajos que desde principios de la década de los noventa señalaban algunas acciones irregulares y la dramática situación de los centroamericanos, pues su presencia había <<[...] creado nuevas posibilidades de ingresos extralegales para los agentes de los cuerpos de seguridad pública y los agentes de migración>> (Sánchez, 1993: 187).
También en el Primer Coloquio Internacional Migración y Desarrollo: Transnacionalismo y Nuevas Perspectivas de Integración celebrado en octubre de 2003 en Zacatecas, México, donde asistieron académicos, investigadores, funcionarios del INM, de otras instancias gubernamentales y organismos internacionales, entre otros, se presentaron más de 100 trabajos sobre diversas temáticas relacionadas con el fenómeno de la migración internacional, pero solamente dos abordaban el asunto de la migración, la violencia y la violación a los derechos humanos de los migrantes. Un punto coincidente de ambos análisis era que en algunas ciudades y caminos hacia al Norte se percibía un escenario violento a consecuencia del narcotráfico (Lizárraga, 2003) y el abuso contra migrantes, e incluso se brindan desde entonces los primeros datos de 258 migrantes reportados como desaparecidos y de éstos un 73.4% en territorio mexicano (López, 2003).
Del mismo modo, un informe de 2003 de la Relatora Especial de la Organización de las Naciones Unidas con respecto a los derechos humanos de los migrantes, señaló especial preocupación por las denuncias de acciones xenófobas y racistas sobre los migrantes. Por tal razón, se alertó a las autoridades <<[...] llevar a cabo investigaciones imparciales y exhaustivas>> sobre las denuncias interpuestas por los migrantes sobre la presunta violación de sus derechos por parte de civiles y funcionarios públicos: asimismo, se recomendó <<[...] medidas administrativas o incluso penales deben ser tomadas contra los responsables de violencia física y psicológica>>. Asimismo, se consideró que tanto en <<Estados Unidos como en México son necesarias campañas contra la discriminación y la xenofobia hacia los migrantes>> (Informe Comisión de Derechos Humanos de la ONU, 2003: 16-18).
Por otra parte, la intervención de múltiples autoridades e instancias que a veces no están capacitadas adecuadamente en materia de políticas migratorias, puede conducir a que durante la ejecución de ciertas acciones se vulnere las garantías individuales de las personas que migran y su derecho a un debido proceso, asimismo, crearse un ambiente favorable a la corrupción y la impunidad. El 72.9% de los hondureños entrevistados fueron categóricos al señalar que durante su tránsito por México sí habían sido objeto de golpes, robos o amenazas, y sólo 27.1% sostuvo que no se cometió ningún tipo de violencia en su contra.
Con respecto a quién ejecutó la agresión física o psicológica, 45.71% fueron ejecutadas por las autoridades y 33.23% por civiles. En el caso de las autoridades mencionadas por los migrantes, 75.01% eran policías (incluye a policías federales, municipales y estatales); 12.50%, agentes de migración; 2.78%, Ejército mexicano; 2.78%, policía de Guatemala y 6.94% otras autoridades. Entre las personas civiles los migrantes indicaron las siguientes: 43.8% ciudadano; 35.8% vigilantes de los trenes (garroteros); 13.44% pandilla (mareros); 4.62% vigilantes privados; 4.62% ladrones y 1.52% pollero. Con relación al tipo de agresión cometida en su contra, los migrantes señalaron las siguientes: 41.9% robo; 16.2% golpes y robo; 14.3% amenaza y robo; 6.7% intento de homicidio; 4.8% amenazas; 4.8% persecución; 3.8% extorsión; 3.8% golpes; 2.9% amenazas e insultos y 1% insultos. Con respecto al lugar donde se cometió la agresión, según lo expresado por los migrantes hondureños ocurrió en los estados mexicanos siguientes: 23.6% en Chiapas; 17.9%, Veracruz; 16.3%, San Luis Potosí; 11.4%, Tabasco; 8.1%, Estado de México; 5.7%, Coahuila; 4.9%, Distrito Federal; 4.9%, Nuevo León; 2.4%, Oaxaca; 1.6%, Puebla; 1.6%, Tlaxcala; 0.8%, Quintana Roo y 0.8%, Tamaulipas (véanse las gráficas 6, 7, 8 y el mapa 3).
Ciertamente, los riesgos y peligros que enfrentan los migrantes hondureños indocumentados en su aspiración de llegar a Estados Unidos son ilimitados al extremo de perder la vida. Quizás lo más difícil está en ciertas rutas de tránsito que se escogen para evadir los controles migratorios. Es allí donde muchos son víctimas de robo, extorsión, secuestro, golpes e incluso hasta homicidios por autoridades y civiles. Sobresaliendo el hecho de que muchos accidentes y acciones violentas ocurren en la denominada ruta del Golfo desde el estado de Veracruz hasta Tamaulipas incluyendo sitios estratégicos que conectan o sirven de entronque con el tránsito y cruce fronterizo del noreste mexicano.
Conclusión
De ser una nación que abrió sus puertas a los inmigrantes y refugiados, Honduras pasó a convertirse en una de las naciones latinoamericanas que más personas expulsa hacia Estados Unidos. El desarrollo y la ejecución de programas de ajustes estructurales a la economía y toda una serie de políticas económicas neoliberales complementarias que se han venido implementando en distintos periodos de gobiernos han provocado un deterioro en el nivel de vida e ingresos de los hondureños, y al mismo tiempo exacerbado los factores que desencadenan una serie de problemáticas sociales y políticas, que tienen cercada a la población, que en muchos casos no le queda otra alternativa que emigrar para sobrevivir.
Las cifras aquí analizadas nos señalan que es a partir de 1990 que el flujo migratorio empieza a crecer cada vez más ante una serie de cambios de orden económico, político y social en el ámbito nacional e internacional. Desde ese momento a la fecha la emigración observa, de forma permanente, un alto nivel. En una apretada síntesis se puede señalar que es durante los últimos seis gobiernos que el fenómeno ha mostrado una alza incontenible y nos lleva a inferir que aún no hacen lo suficiente para otorgarle a su población mínimas oportunidades que le permitan tratar de alcanzar una vida digna, y en cierta medida contener la marea de gente que a diario emigra hacia Estados Unidos. Así el país corre el riesgo de colapsar al ir perdiendo cada día su fuerza de trabajo joven y productiva o cuando ésta simplemente está pasando a ser la reserva laboral de las naciones más desarrolladas.
Sin lugar a dudas, uno de los aspectos más delicados del tema migratorio que aquí fue abordado, es el de la migración indocumentada hacia México y Estados Unidos ante las restricciones y estrictos controles adoptados en el otorgamiento de visas por ambos países. Es a consecuencia de leyes y políticas migratorias restrictivas puestas en práctica en los últimos años, el surgimiento de nuevas y más peligrosas rutas de cruce fronterizo tomando más importancia el noreste. En la medida que ha venido creciendo el flujo migratorio también han cambiado los escenarios, y hoy las rutas y formas de migrar hacia Estados Unidos están adquiriendo una dimensión más compleja tornándose a la vez en una problemática mayor por el incremento de los niveles de inseguridad y delincuencia, lo cual sugiere que, posiblemente, en este momento esté dándose una recomposición de las rutas.
Debe tomarse muy en cuenta que el incremento de muertes ocurridas en el desierto de Sonora y a raíz de los trágicos acontecimientos sucedidos posteriormente en San Fernando, Tamaulipas, tanto el noroeste como el noreste, pueden considerarse zonas de alta peligrosidad para los migrantes centroamericanos y mexicanos que tratan de cruzar a Estados Unidos.
Ciertamente, la migración indocumentada hacia Estados Unidos es un asunto de corresponsabilidad, que involucra no sólo a Honduras como Estado expulsor sino que también a los de tránsito y destino final de los migrantes, México y Estados Unidos. En el caso de Honduras, pareciera que todavía no se asume como tal y apenas debe irse trabajando en el sentido de hacer conciencia nacional sobre el problema. En el caso mexicano, luego de la tragedia de San Fernando, se han realizado algunas acciones en distintos ámbitos desde lo administrativo hasta lo jurídico, pero aún falta mucho trabajo en materia de políticas públicas referentes a los migrantes en tránsito. Es importante resaltar que hoy, a diferencia del pasado, existe un cambio en la forma de asumirse no sólo como un país de emigrantes sino que también de tránsito de migrantes. Igual ocurre en Estados Unidos donde instituciones y funcionarios públicos han mostrado mucha preocupación ante la problemática de la migración indocumentada y están coadyuvando en el combate al tráfico de personas a través del Departamento de Estado y de Seguridad. Si bien todo ese trabajo es valioso, falta que los países presten más atención a las causas estructurales de la migración.
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CEPALSTAT, 2011. Bases de datos y publicaciones estadísticas de la Comisión Económica para América y el Caribe, en http://websie.eclac.cl/infest/ajax/cepalstat.asp?carpeta=estadisticas http://www.estadonacion.or.cr/. [ Links ]
1 Según el último informe de la CEPAL 2010 México y Honduras fueron los países del subcontinente donde más han aumentado la pobreza y la indigencia siendo más patético en el caso del segundo. http://www.eclac.org/cgibin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/8/45168/P45168.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl http://www.eclac.org/.
2 Una primera aproximación a la integración regional se hizo en diciembre de 1951 con la firma de la llamada Carta de San Salvador firmada por los ministros de Relaciones Exteriores de los países centroamericanos la cual dio origen a la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA). Nueve años después se firmó el Tratado General de Integración Económica Centroamericana, suscrito en Managua, el 13 de diciembre de 1960, el que se vio empañado por el conflicto denominado <<Guerra del fútbol>> entre Honduras y El Salvador (Sistema de Integración Centroamericana, en http://www.sica.int).
3 Los migrantes, que aportan a la economía hondureña $2,431 millones anuales, según cálculos del Banco Central de Honduras llegan a alcanzar en unos años entre el 15 y 19% del PIB.
4 Para más detalles sobre Estados débiles, puede consultarse http://www.estadonacion.or.cr/ y sobre el ofrecimiento que hace Honduras de su mano de obra barata hay muchos al respecto, pero puede consultarse el programa de atracción a las inversiones Honduras Open for Bussines.
5 Datos de la Biblioteca Virtual en Población Centro Centroamericano de Población. Historia general del Censo en Honduras (www.ccp.ucr.ac.cr).
6 Para tener una referencia sobre las cifras que ha venido manejando el gobierno puede consultarse <<Presidente Maduro eufórico por ampliación de TPS>> Revistazo.com http://www.revistazo.com/may/titul8.html; <<EEUU amplía TPS por 18 meses a hondureños>> 2 de mayo de 2007 Diario el Heraldo; <<Ampliado el TPS por 18 meses>> 2 de mayo de 2007 Diario La Tribuna; <<Honduras gestiona en Washington ampliación del TPS 22 de febrero de 2007. Proceso.com http://www.proceso.hn/2007/02/22_tps.php.
7 Plan Maestro de Reconstrucción y Transformación Nacional, Gobierno de Honduras, Tegucigalpa, 1999.
8 Para más información respecto a las acciones y efectos de la Operación Guardián puede consultarse la página web de algunas organizaciones que realizan un trabajo en oposición a las medidas de control en la frontera, como http://www.stopgatekeeper.org/.
9 Para más información sobre el origen y actividades de la organización puede consultarse http://www.minutemanproject.com/mmp/ y http://minutemanproject.com/mmp/?p=32.
10 Véase periódico El Universal en la edición del 12 de noviembre del 2003 bajo el titular siguiente: <<Aún somos patio trasero de EU>> de Aguilar Zinser; asimismo La Jornada en su edición del martes 2 de abril de 2002, en la sección Política bajo el titular <<Rómulo Caballeros, embajador de Guatemala en México: inviable, militarizar y sellar la franja fronteriza>>; La Jornada en su edición del sábado 4 de agosto de 2001, <<Da México a Centroamérica trato que recibe de EU: ministro de Nicaragua>>.
11 Para más detalles, véase El Financiero, 6 de septiembre de 2005, <<México impone visas a Ecuador>>; Tiempos del Mundo, 15 de febrero de 2007, <<Medidas migratorias restringirían el flujo de visitantes al país>>.
12 Véase El Universal, 15 de diciembre de 2006, <<Lanzan para frontera sur un plan de seguridad>>. El anuncio de un plan de seguridad para la frontera sur fue hecho por el mismo presidente de México Felipe Calderón Hinojosa.
13 Programa SIGEF, El Colegio de la Frontera Norte.
14 Para más detalles al respecto, consúltese el informe sobre tráfico de personas 2004 del Departamento de Estado de Estados Unidos (U.S. Departament of State, http://www.state.gov/g/tip/).
15 Los cuestionarios fueron aplicados a migrantes hondureños que estuvieron en los dos albergues ubicados en el noreste de México en las ciudades de Monterrey, Nuevo León, y Saltillo, Coahuila, entre enero de 2006 y enero de 2007. Los resultados aquí citados forman parte de un estudio realizado con el apoyo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) obtenido mediante el concurso <<Migración y modelos de desarrollo en América Latina y el Caribe>> convocado en 2005 en el marco del Programa de Becas Clacso-Asdi para investigadores de América Latina y el Caribe.
16 Información proporcionada en entrevista realizada a Olga Sánchez Martínez, directora del albergue Jesús el Buen Pastor ubicado en Tapachula, Chiapas. En 2004 le fue otorgado el Premio Nacional de Derechos Humanos en México por su apoyo a los migrantes centroamericanos.
17 Para más detalles puede consultarse El Universal, <<Maltrato a migrantes en México indigna al Mundo>>, y Vanguardia, <<Masacre en San Fernando: Por negarse a ser sicarios los fusilan>>, de 26 de agosto de 2010 (http://www.eluniversal.com.mx/hemeroteca/edicion_impresa_20100826.html y http://www.vanguardia.com.mx/masacreensanfernandopornegarseasersicarioslosfusilaron-540517.html).
Información sobre el autor
Vladimir López Recinos. Doctor en Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). En 2013 su trabajo "La migración hondureña a EUA desde la perspectiva del desarrollo: del enclave bananero al enclave neoliberal (1920-2010)" ganó el premio de estudios históricos "Rey Juan Carlos I". Es investigador invitado en el proyecto de investigación Científica Básica SEP-Conacyt "Construcción y efectos del miedo en la migración indocumentada: Un estudio comparativo sobre fronteras, vulnerabilidades y subjetividades". Está adscrito al Centro de Investigaciones en Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Noreste. Algunos de sus trabajos están publicados en capítulos de libros y en revistas científicas. Actualmente, realiza actividades de investigación y docencia; sus líneas de estudio son sobre migración y violencia en México, migración centroamericana hacia Estados Unidos y Europa. Entre sus investigaciones académicas destacan la coordinación y realización de estudios sobre la migración de centroamericanos en tránsito por México hacia Estados Unidos, y la migración temporal documentada de trabajadores mexicanos a Estados Unidos.