Una de las cuestiones más apasionantes de la ciencia política y, en menor medida, del debate historiográfico es porque no se ha consolidado un partido socialista en la historia contemporánea mexicana.1 La revolución mexicana de 1910 fue saludada como la primera revolución social en Iberoamérica, siendo ajena al ciclo revolucionario del comunismo durante el corto Siglo XX. Debido, además, a la presencia en el México posrevolucionario de tantos refugiados demócratas y antiestalinistas, en especial, los republicanos españoles, la ausencia del socialismo organizado en México resulta especialmente llamativa.
En efecto, los derrotados refugiados españoles en México, particularmente los republicanos de izquierda y los socialistas, encontraron un favorable acomodo en el "país azteca", creyendo ver realizados los ideales reformistas por los que habían luchado durante la segunda república española. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de las limitaciones del "socialismo" mexicano del presidente Lázaro Cárdenas, en una nación donde la democracia estaba por construirse, a pesar del progresismo de la constitución de 1917.
Uno de los observadores más agudos fue el socialista y artista popular, Gabriel García Maroto, quien había residido en México antes de la guerra de España.2 Maroto se había casado con una mexicana y había conocido a Lázaro Cárdenas cuando aún era gobernador de Michoacán. Colaborador del diario de la izquierda largocaballerista, Claridad, fue reclutado para la acción frente populista por Julio Álvarez del Vayo, ministro de Estado y, luego, comisario general de Guerra. Durante la guerra de España, trabajó para el Ministerio de Propaganda, siendo enviado en misión a México.
En su ensayo de 1940 Hombre y pueblo, Maroto consideraba que "este México nuestro, que habla de régimen socializante, cuando tiene dificultades para afirmar hasta la más modesta democracia [...] México no vive una vida socialista, pese al mucho hablar por hablar, con terminología prestada, de políticos sin medida".
El desconcierto de los recién llegados fue espectacular, pues incluso alguno de quienes habían representado al laborismo mexicano durante los años veinte, como el dirigente sindical y secretario de Industria y Trabajo, Luis Morones, cuestionó la llegada de los españoles republicanos, aludiendo a la existencia de desempleo en México.3
Aunque hubo una evidente autocensura en expresar críticas públicas a las realizaciones del régimen posrevolucionario mexicano, en términos generales los socialistas españoles se encontraban decepcionados y desconcertados con la realidad política de México. Esto lo expresaron nítidamente en su correspondencia y diarios. Por ejemplo, Aub, recién arribado a México después de unos torturantes años en la tormenta de la Europa hitleriana, se encontró en seguida censurado por sus declaraciones públicas y sometido al antisemitismo desde el sindicato de cine de la CTM, nada menos que por Julio Bracho. Según observaba Aub en la anotación de su diario del 7 de octubre de 1943: "El porvenir de México se está jugando no en los frentes de batalla sino aquí: la captación de los revolucionarios por el capital y sus intereses: el fascismo tiene todas las de ganar".4
Ecos de la revolución
Durante los años de la revolución el incipiente movimiento obrero, representado por la Casa del Obrero Mundial, había pactado con el líder del constitucionalismo, Venustiano Carranza, facilitándole la victoria. La Casa del Obrero Mundial había sido impulsada por refugiados anarquistas españoles, que habían huido de la represión del régimen monárquico de Alfonso XIII.
En cambio, el socialismo estuvo representado en México sobre todo por el apóstol del obrerismo, Vicente Lombardo Toledano. En 1925, Lombardo coincidió con Francisco Largo Caballero en las sesiones de la Conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo, representando a la Confederación Revolucionaria Obrera Mexicana (CROM). El líder de la CROM, Luis Morones, había promovido un Partido Laborista, que sustentó los regímenes posrevolucionarios de los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Con ocasión de la muerte de Pablo Iglesias, el Congreso mexicano decretó unas jornadas de luto a propuesta de los laboristas.5
Los socialistas españoles, conmocionados por la escisión comunista tras la revolución rusa, saludaron los regímenes posrevolucionarios mexicanos y el laborismo británico en el poder como una primera realización de los ideales socialistas en democracia. En realidad, el realce de la reforma agraria y del combate anticlerical mexicanos era una manera de criticar el régimen monárquico español bajo la dictadura de Primo de Rivera.6 Una de las primeras giras directas de un socialista español fue realizada en 1927 por el intelectual Luis Araquistáin, quien dejaría en su libro La revolución mexicana, un agudo análisis de los logros pero también de las limitaciones del proceso mexicano. El intelectual socialista español reconocía "la fuerza indestructible de sus conquistas de tanta idealidad como sentimiento socialista, siquiera éste, en su aspecto teórico, no aparezca tan definido como lo está en las viejas nacionalidades de Europa".7 Araquistáin valoraba positivamente el nacionalismo económico y el oportunismo revolucionario del sindicalismo mexicano, pues "no olvidaba los fines de socialización". De paso, aprovechaba para realzar las tendencias sindicalistas del socialismo español en un momento de auge del prestigio del laborismo británico en el poder, señalando: "El estado que se esboza tras la organización de la CROM, más que un estado socialista, será, tal vez transitoriamente, un estado sindicalista, una gran Federación de sindicatos".8
En cualquier caso, a su juicio, la revolución mexicana inauguraba la real independencia social de Iberoamérica, siendo "el primer intento que se hace en América para instituir una verdadera democracia popular [...] individualista en el proceso, socialista en sus aspiraciones finales".
Muchos años después, Max Aub, en un homenaje al novelista "comunizante" mexicano y dirigente de una federación de ayuda a los republicanos españoles (FOARE), José Mancisidor, sintetizaría la caracterización de la revolución mexicana como "nebulosa, imprecisa, con cierta -vaga- aspiración socialista, democrática y liberal".9
Al fundarse el PNR en 1929, como partido interclasista, seis partidos socialistas regionales mantuvieron inicialmente sus siglas. Eran, no obstante, en su mayoría partidos de base campesina. Sin embargo, ya en las elecciones de 1930 la mayor parte de los sindicatos obreros no apoyaron al PNR. Los laboristas de la CROM de Morones y Lombardo Toledano, junto a otros grupos, promovieron la candidatura Alternativa Revolucionaria Nacionalista. Para contrarrestar esta disidencia, el jefe máximo de la revolución, Plutarco Elías Calles, terminó proponiendo para la presidencia del PNR a un general joven y moderado, el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas. La consolidación del partido de Estado, en el sentido de lograr una perfecta colaboración del partido con el gobierno, fue uno de los objetivos declarados de Cárdenas en el otoño de 1930. Además, Cárdenas impulsó decididamente el carácter popular del PNR, aun protegiendo a las bases obreras y campesinas. También intentó suavizar las modulaciones ideológicas izquierdistas, suprimiendo la palabra "revolucionario" del diario del partido, quedándose simplemente como El Nacional en mayo de 1931. La ley de trabajo de 1931 obligaba a los empresarios a emplear solamente a los trabajadores sindicalizados, lo que corporativizó aún más al movimiento obrero. A los diez meses como presidente del PNR, Cárdenas prefirió el desempeño de la Secretaría de Gobernación, dejando que el partido continuara siendo sobre todo el aparato electoral del callismo.10
Lombardo terminó separándose de la CROM, definiéndose como socialista en 1932. Ese mismo año, recordando el aniversario de la muerte de Pablo Iglesias, Lombardo escribía un artículo sobre el idealismo y remarcaba sus diferencias con el comunismo. Por entonces, Lombardo predicaba la abstención política, la emancipación con respecto a la dependencia de Estados Unidos y, por tanto, la apertura de relaciones con el sindicalismo socialista europeo.11 Acompañaban a Lombardo otros socialistas, como Rodolfo Piña Soria y Benjamín Tobón, que participarían en la fundación de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) en 1936. Un poco antes, Lombardo y Víctor Manuel Villaseñor realizaron un viaje por la URSS, visitando varios países europeos.12 Para entonces, el líder obrero mexicano hizo unas declaraciones en las que repudiaba la estrategia "socialdemócrata" en un momento de auge de los imperialismos fascistas. Al regreso de la visita a la patria de los trabajadores, Lombardo visitó brevemente España en septiembre de 1935. Se acercó a la cárcel Modelo madrileña donde se encontraba en prisión Francisco Largo Caballero, solidarizándose con la radicalización del socialismo español, coincidiendo en que la república española "había sido una falsa ilusión" para los trabajadores.13
El viaje de Lombardo tuvo el objetivo de, además de conocer la patria de los trabajadores, unificar los sindicatos y obtener el apoyo soviético para constituir la CTM sin competencia comunista. Para entonces, consideraba que "ningún gobierno social-demócrata puede satisfacer plenamente los ideales de la clase trabajadora; por eso no exigimos al gobierno actual que haga el cambio histórico del régimen capitalista en que nos hallamos; pero sí le exigimos que las libertades consagradas en las leyes vigentes se mantengan, ya que esto nos permite desarrollarnos por nuestra propia cuenta para actuar en el momento histórico decisivo y propicio".14
Repúblicas hermanas
Lombardo había saludado el advenimiento de la república española como una fase de la liberación española del orden feudal e imperial monárquico. Sin embargo, consideraba que el viejo orden pervivía a través de los privilegios de la Iglesia o de los terratenientes, por lo que la verdadera revolución española estaba por llegar. Lo que en México se había conseguido a mitad del siglo XIX con Benito Juárez, en España estaba todavía por realizar. En cualquier caso, veía al bienio republicano-socialista encabezado por Manuel Azaña como una repetición de la presidencia de Madero en México, que sufrió la embestida de la contrarrevolución:
[...] la monarquía sigue casi intacta bajo la República. [...] Lo importante para la España nueva es acabar con el poder económico del régimen monárquico más que con su poder imponente [...] Si la república no suprime de raíz este régimen será inútil [pero] en esta época, después de la enorme y elocuente experiencia que significa la consolidación del régimen capitalista durante los últimos cien años, el paso próximo de la monarquía debe ser el régimen socialista. [...] O España realiza su desiderátum de ser una República de trabajadores que se organiza en régimen de justicia o correrá la sangre muy pronto".15
En julio de 1936, poco después de la fundación de la ctm, la nueva confederación sindical se adhirió a la Federación Sindical Internacional (FSI), en la que predominaban los sindicatos europeos de orientación socialista. A esta conferencia internacional de la fsi en Amsterdam asistió Rodolfo Piña Soria, responsable internacional de la CTM. Su hermano, el general Antolín Piña Soria, escribió un libro de homenaje al fundador del PSOE y de la UGT, Pablo Iglesias, fundador del socialismo español (1937) y, poco antes de la sucesión presidencial, el folleto Cárdenas, socialista (1935). Bajo el liderazgo de Piña Soria, un sector de la CTM fundó los llamados Grupos Socialistas Mexicanos, con la revista Acción Social, dirigida por Benjamín Tobón, como órgano de expresión.
La CTM se solidarizó con la república española en guerra, organizando colectas y mítines en su favor. El mismo Lombardo escribió varios artículos en la revista Futuro y en el diario El Popular, órganos de expresión del sindicato mexicano. Lombardo contribuyó a la formación del Frente Popular Mexicano, junto a los comunistas y el partido oficial. Del mismo modo, vinculó colectivamente a la CTM al refundado partido oficial bajo el cardenismo, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938.16
Sin embargo, más allá de las simpatías socialistas, no hubo relaciones estrechas y directas entre los socialistas españoles y los obreristas marxistas mexicanos. Aunque entre 1931 y 1933, Julio Álvarez del Vayo fue embajador en México, no parece que trenzara relaciones estrechas con el lombardismo.17 Más bien, en su calidad de representante de la república española, trabó especial contacto con el jefe máximo de la revolución, Plutarco Elías Calles, y otros miembros de la clase política posrevolucionaria, entre los que se encontraban el mismo Lázaro Cárdenas, que había sido presidente del partido oficial en 1931. Vayo halagó al callismo, llamando a una estrecha cooperación entre las dos "grandes repúblicas revolucionarias".18 Desde luego, el embajador socialista conoció las contradicciones del "maximato", valorando con simpatía las tendencias socialistas de Vicente Lombardo frente al personalismo del sindicalista y laborista Morones.19
Es cierto que durante su embajada, un grupo de Acción Republicana Española en México había fundado una agrupación socialista, encabezada por Rafael Sánchez Medina.20 Sin embargo, esta agrupación careció de verdadera proyección entre la honorable colonia de los "gachupines", aunque organizó algún acto sobre la situación de España en el Orfeó Catalá con Lombardo como principal conferenciante en 1933 y formaría parte del Frente Popular Español en México en agosto de 1936.21 De hecho, en el momento del comienzo de la guerra de España, el representante más cualificado del socialismo español presente en México era el joven yerno de Félix Gordón Ordás, embajador español en México, Anselmo Carretero Jiménez, ambos recién arribados al país azteca. Carretero regresó al poco tiempo a España, ocupándose del servicio de información del Ministerio de Estado en Madrid.
Rodolfo Piña Soria desempeñó la Secretaría General de la CTM en ausencia de Lombardo, y, en febrero de 1941, se postuló para sucederle frente a Fidel Velázquez. Criticaba el filosovietismo de Lombardo Toledano, creyendo que el sindicato caería en las manos del comunismo. El congreso de la CTM, en el que se decidía la sucesión de Lombardo, estuvo rodeado de violencia. En efecto, al grupo que apoyaba a Piña Soria, encabezado por Benjamín Tobón, se le impidió participar. Unos diputados cetemistas dispararon sus pistolas para zanjar la sucesión.
Aunque en 1938 Ramón González Peña, el héroe de la revolución de Asturias, ministro de Justicia y presidente del PSOE y de la UGT, realizó una gira por México, en esos momentos la figura más cualificada del socialismo español era el secretario de embajada, José Loredo Aparicio, que había regresado al partido en los años treinta desde el filotrotskismo.
Loredo había desempeñado la Secretaría del Consejo Interprovincial de Asturias y León, presidido por Belarmino Tomás. Tras la caída del frente norte en 1937, fue nombrado primer secretario de la embajada de la república española en México, desempeñando luego el puesto de encargado de negocios tras el nombramiento de Gordón Ordás en mayo de 1938 para la embajada española en Cuba. Su activismo a favor del Frente Popular desde su puesto diplomático fue objeto de polémicas con la "honorable colonia" española y la derecha mexicana. El 31 de marzo de 1939 le fue entregada la embajada por Gordón Ordás, traspasando los fondos sobrantes a Lucio Martínez Gil, que formaba parte de la delegación de la comisión ejecutiva del PSOE en México. Loredo Aparicio escribiría, más adelante, estando ya en el exilio en México y Chile, donde ejerció de librero y cónsul honorario del país azteca entre 1941 y 1945, algunas monografías que recogían sus diversas conferencias y actos de propaganda, como El general Prim en México (1947), Jovellanos (1946) y La piedad de Franco (1945). Además, a finales de 1937, Juan Simeón Vidarte, vicesecretario del PSOE, había realizado una misión oficial para arreglar los intercambios entre las dos repúblicas y sondear una posible acogida futura de los cuadros republicanos españoles ante una posible derrota. Por ello, el presidente Cárdenas ansiaba la presencia en México de una figura destacada del socialismo español.
Vidarte, socialista, masón y delegado republicano en Tánger consiguió llegar a México en 1941 gracias a la JARE, pero terminaría estando en conflicto con el Círculo Pablo Iglesias debido a sus relaciones sociales con el ex rey de Rumania. Vidarte pudo ejercer profesionalmente en México su trabajo de abogado, participando en el homenaje a Lázaro Cárdenas con motivo de su deceso en 1971. Según decía el socialista hispano, "los españoles que encontramos en México nuestra segunda patria y para gran número también de mexicanos, la Revolución, último proceso que todavía estamos viviendo estará siempre personificada por Lázaro Cárdenas".22
Este culto a la personalidad de Cárdenas estuvo muy extendido entre los exiliados españoles y era la referencia principal cuando escribían o hablaban de México. Además de diversos homenajes en vida, entre los que destacaron los realizados al final de su presidencia en 1940 y otro del Centro Republicano Español y del semanario socialista Adelante en 1957, los republicanos y socialistas dedicaron a su memoria diversos monumentos. Era raro, además, el antiguo refugiado que no situara en un lugar de honor de su casa o de sus negocios un retrato del general. Cabe destacar libros de homenaje y hagiografías, como, entre otras, los de los socialistas Manuel Suárez Vallés, Lázaro Cárdenas. Una vida fecunda al servicio de México (1971), y el de Pere Foix, Cárdenas (1947), así como el del periodista y antiguo miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, Luis Suárez, Cárdenas: retrato inédito (1986).
Regresando al tiempo de la guerra de España, según opinaban el embajador mexicano en París, el agrarista socialista Adalberto Tejeda y el escritor hispano-mexicano Juan Posada Noriega, era necesaria la presencia en México de un representante del socialismo español "interesando aquí que vaya un socialista, no un representante del acoplamiento político: México es socialista, y hay que ir dispuesto a limpiar la carroña de la colonia española".23
En un principio, el elegido fue el propio líder socialista y ex ministro de Defensa, Indalecio Prieto, aunque surgieron discrepancias con el presidente Negrín en torno al alcance de la misión, dado que el primero reclamaba la presencia de una comisión técnica que preparara la evacuación. Prieto fue retenido por el presidente Azaña, manejándose el envío de otras personalidades como la de Luis Jiménez de Asúa, embajador en Praga y vicepresidente del PSOE, o del periodista Julián Zugazagoitia, secretario general del Ministerio de Defensa. Al final, se produjo el arribo a México de Indalecio Prieto a comienzos de febrero de 1939, al término de una embajada extraordinaria por América Latina por la toma de posesión del presidente del Frente Popular de Chile.
El encuentro de los revolucionarios
Prieto, además de establecer una relación privilegiada con Cárdenas para la administración de los bienes de la república española en México y Estados Unidos, y recepcionar el tesoro del Vita, se acercó a Vicente Lombardo Toledano. Le ofreció la maquinaria que el socialismo asturiano había adquirido en Holanda para el diario Avance, que administraba su seguidor Amador Fernández. Sin embargo, las relaciones se enfriaron dado el filonegrinismo y sovietismo del líder de la CTM. En realidad, las relaciones oficiales entre el socialismo español y Lombardo Toledano se concretaron a través de la llegada a México de miembros de la dirección de la UGT, más que por la delegación de la ejecutiva del PSOE en el país americano.24
Fue el vicepresidente de la UGT, el negrinista Edmundo Domínguez Aragonés, quien arribó a México en julio de 1939 en el segundo embarque colectivo del sere en el buque Ipanema. Domínguez participó en las reuniones de los cetemistas mexicanos y de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), fundada por Lombardo Toledano. Ambos organizaron un acto en homenaje a la república española en el ix aniversario de su proclamación en abril de 1940. Del mismo modo, el vicesecretario de la UGT y socialista filocomunista, Amaro del Rosal, tuvo una estrecha relación con la CTM, siendo enviado a Europa al término de la guerra mundial como delegado de prensa del sindicato mexicano.
Aunque la mayoría de los socialistas españoles se agruparon en México en el Círculo Pablo Iglesias, el socialismo español estuvo dividido, fundando buena parte de los negrinistas el Círculo Jaime Vera y un grupo de antiguos caballeristas, unas agrupaciones regionales socialistas. Además, la política de unión nacional de México en la guerra no favoreció la consolidación de un socialismo mexicano fuera de la CTM y el partido oficial. La muerte del líder socialista mexicano, Rodolfo Piña Soria, en 1944 debilitó aún más a estos grupos socialistas de la CTM.
Los socialistas españoles trenzaron más cercanas relaciones con algunas personalidades de la izquierda del PRM, como, por ejemplo, Carlos Madrazo Becerra (dirigente de la Confederación de Estudiantes Socialistas Mexicanos, presidente de la Cámara de los diputados en 1944 y presidente del PRI en 1965), siendo acogidas sus colaboraciones en el diario independiente conservador Excélsior más que en el oficialista El Nacional. Además, durante los primeros años de la segunda guerra mundial, las relaciones residieron más en el ámbito oficial diplomático y administrativo, debido a la ayuda a los refugiados, que en el ámbito político y partidario. En este sentido, algunos embajadores y políticos mexicanos, que habían realizado estancias en España en tiempos de la república o habían colaborado en la protección de los refugiados en Europa, como Rubén Romero, Alejandro Gómez Maganda o Luis I. Rodríguez, mantuvieron excelentes relaciones con los socialistas españoles refugiados en México. No obstante, otros embajadores mexicanos en tiempos de la república española en guerra como los socialistas Adalberto Tejeda o Narciso Bassols no tuvieron buenas relaciones con el grupo mayoritario de los socialistas españoles exiliados.
El primero había fundado el Partido Socialista de las Izquierdas en 1934, que contendió contra Lázaro Cárdenas.25 Embajador en París y Madrid en tiempos de la guerra de España, vivió la agonía de los republicanos españoles. Ya de retorno en México, apoyó una organización denominada "Fundación México-España" con fines de colonización y cooperativismo agrario para los refugiados españoles, que pretendía competir por la distribución de los recursos de la extinta república española con los organismos de ayuda controlados por Indalecio Prieto y Juan Negrín.
Por lo que se refiere a Narciso Bassols,26 embajador en Francia al término de la guerra de España y por tanto responsable inicial de la evacuación de los republicanos españoles hacia México, se puede decir que fue, como Lombardo, un socialista prosoviético, creador de una liga socialista y cofundador del Partido Popular, manteniendo relaciones sobre todo con el grupo de Julio Álvarez del Vayo. En cambio, Bassols no mantuvo buenas relaciones con el vicepresidente del PSOE y jurista, Luis Jiménez de Asúa, en el tiempo que habían coincidido en la Sociedad de Naciones, vetando su emigración, como la de los socialistas Julián Zugazagoitia y Amador Fernández, entre otros, a México.27 Estos socialistas mexicanos admitieron el pacto germano-soviético de 1939, considerando que en el periodo de entreguerras de "guerra civil europea" y, desde 1941, mundial, la revolución debía avanzar, no obstante, a través de una serie de focos nacionales más que desde el centro de Moscú.
Un caso diferente fue el del humanista y diplomático Isidro Fabela, quien se había iniciado en el movimiento obrero en los años de la revolución mexicana. Fabela, embajador en la Sociedad de Naciones, consideraba que Álvarez del Vayo se equivocaba al caracterizar el conflicto en España como guerra civil en vez de agresión internacional, aceptando una verdadera no-intervención. El diplomático mexicano tuvo una mejor relación con el embajador español Luis Jiménez de Asúa y adoptó a dos huérfanos españoles al término de la guerra de España, apoyando al final de los años cincuenta a jóvenes socialistas españoles que se expatriaron a México, como Manuel Ortuño y Modesto Seara.28
El lanzamiento de la Junta Española de Liberación por una coalición de socialistas y republicanos en noviembre de 1943, cuyo secretario era Indalecio Prieto, fue acogido con simpatía por la clase política oficial mexicana, pero su mismo carácter de plataforma unitaria antifascista no permitía el anudamiento de relaciones partidarias o ideológicas. Miembros de la JEL participaron en la conmemoración del día de la raza en la Cámara de Diputados mexicana el 12 de octubre de 1943. Del mismo modo, su memorándum antifranquista ante las Naciones Unidas fue utilizado por la diplomacia mexicana en la conferencia de San Francisco, siendo presentado por Luis Quintanilla. Sin embargo, la clase política mexicana, contra el criterio de Prieto, se inclinó rápidamente por favorecer la reconstitución de las instituciones republicanas españolas en México en 1945. El mismo Lázaro Cárdenas favoreció este restablecimiento republicano español, reuniéndose con Juan Negrín y otros líderes españoles mientras Indalecio Prieto convalecía en Nueva York entre junio y octubre de 1945.
Hay que resaltar, también, la colaboración estrecha de los socialistas negrinistas con el círculo de la revista Cuadernos Americanos, fundada en 1942 y dirigida por Jesús Silva Herzog.29 Tanto Julio Álvarez del Vayo como Max Aub escribieron con frecuencia en esta revista a lo largo de los años cuarenta y cincuenta. El brillante académico e intelectual socialista mexicano, colaborador de Cárdenas en la expropiación petrolera, había trenzado relaciones con Vayo antes de la proclamación de la segunda república española con motivo de un viaje a la Unión Soviética en 1929.30
Constructores de la hegemonía priísta
Fue ya con la presidencia civil de Miguel Alemán desde diciembre de 1946, y recién refundado el Partido Revolucionario Institucional, cuando parecieron reanudarse las débiles relaciones políticas del socialismo español con grupos mexicanos. Lombardo Toledano intentó en 1947 vincular a la CTM con el proyecto de crear un nuevo partido fuera de la maquinaria del Estado. Sin embargo, el nuevo secretario general de la CTM, Fernando Amilpa, dio marcha atrás y terminó expulsando a los seguidores del lombardismo y del comunismo en el sindicato, obligando a los afiliados cetemistas a adscribirse al partido oficial. En 1948, Lombardo fundó el Partido Popular, que en 1956 se declaró oficialmente marxista-leninista. Este partido pasó a denominarse Popular Socialista en 1964. El lombardismo era, en realidad, una corriente leninista y antiimperialista autóctona, defensora de la URSS y de la subordinación al Estado mexicano, pero crítica con los partidos comunistas.
En el contexto de la guerra fría y de la presidencia imperial de Alemán, los Grupos Socialistas Mexicanos de la CTM tuvieron un mayor espacio político para su actividad. Además, el jefe del Estado Mayor del presidente Alemán era hermano del recién fallecido líder histórico de estos grupos socialistas.
Por otro lado, la conversión de México en país de refugio para Trotsky31 y, en general, del antifascismo europeo, había permitido que la semilla antiestalinista de izquierda prendiera en el país.32 Por ejemplo, en 1946, la editorial Mundo, animada por el movimiento "Socialismo y Libertad" de Víctor Serge, con la colaboración de Enric Adroer "Gironella",33 entre otros españoles, publicaba un libro del poumista que terminó ingresando en el PSOE en 1972, Julián Gorkín, titulado Europa ante el socialismo o ante la muerte, cuyo último capítulo propugnaba un reagrupamiento socialista y definía una serie de enunciados programáticos para luchar por una democracia socialista.
Uno de los seguidores mexicanos de estos grupos antiestalinistas, que se vinculó a los Grupos Socialistas Mexicanos, era uno de los fundadores de la ctm y antiguo comunista, el maestro y librero de la calle Donceles, Rodrigo García Treviño. Estableció relaciones con Trotsky a su llegada a México, desmarcándose de la posición de Lombardo contra el refugio del antiguo líder ruso, por lo que fue atacado por la publicación de los comunistas mexicanos, El Machete. Este personaje fue muy activo durante los años cincuenta y sesenta, manteniendo relaciones con los socialistas argentinos. Ayudó a algunos socialistas españoles a regularizar la situación migratoria y colaboró en los actos de homenaje a Pablo Iglesias en el centenario de su nacimiento en 1950.34 Publicó en 1959 La injerencia rusa en México y se adhirió a un manifiesto contra el castrismo en la época de la presidencia de López Mateos. Más adelante, recordaría a las figuras del fundador del socialismo argentino Juan B. Justo y del líder socialista español, Indalecio Prieto, en la prensa mexicana.35
Los Grupos Socialistas Mexicanos celebraron un congreso en Mérida, Yucatán, en 1950, al que asistieron delegaciones de la UGT y de la Agrupación Socialista Española, representadas por Pedro Vélez y José Vila Cuenca. Los actos contaron con la participación del gobernador del estado y de otras autoridades oficiales, solidarizándose con los proyectos reeleccionistas del presidente Alemán. La vinculación de estos grupos socialistas con el proyecto reeleccionista, que rompía con los principios constitucionales mexicanos contrarios a sucesivos mandatos presidenciales, dentro del lema de la revolución de 1910 antiporfiriana de "sufragio efectivo, no reelección", y que ya había costado la vida al presidente reelecto Álvaro Obregón en 1928, fue considerada por Indalecio Prieto peligrosísima para la estabilidad de México, aconsejando a los socialistas españoles no mezclarse con el proyecto.36
Finalmente, el propio Alemán desistió de sus proyectos reeleccionistas aunque fue glorificado por los sindicatos mexicanos como "Obrero de la Patria" y los socialistas españoles propusieron desde México su candidatura a la dirección de la Internacional Socialista para el premio Nobel de la paz, quedando finalmente vacante el mismo. En cualquier caso, los socialistas españoles, con ayuda de los Grupos Socialistas Mexicanos, recibieron un trato de apoyo del secretario de Gobernación, el presidenciable y honesto burócrata Adolfo Ruiz Cortines, para resolver el estatus migratorio de muchos de sus miembros.37
En realidad, las actividades conjuntas de la UGT, de la Agrupación Socialista Española y los Grupos Socialistas Mexicanos se centraron, en gran medida, en una serie de actos de homenaje y conmemorativos conjuntos. Destacaron, en este sentido, los homenajes a Pablo Iglesias en su centenario o el aniversario del líder histórico socialista mexicano, Rodolfo Piña Soria.38 Los socialistas españoles solicitaron una calle en la ciudad de México al gobernador Casas Alemán y terminaron celebrando en el palacio de Bellas Artes el acto central de homenaje a Pablo Iglesias en su centenario.39
Las relaciones se anudaron también entre la UGT y los poderosos sindicatos de la CTM, de nuevo bajo el liderazgo de Fidel Velázquez desde 1950, que ingresaron en la Confederación de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL). La nueva internacional sindical celebró un congreso en México a comienzos de los años cincuenta, siendo la ciudad de México la sede de su Organización Regional Interamericana (ORIT).
El líder socialista español, Indalecio Prieto, quien a finales de 1950 regresó a México, donde permaneció hasta su muerte en 1962, consideraba que la clave del anudamiento de estas relaciones y de la consolidación del incipiente socialismo mexicano era precisamente la poderosa CTM, siempre que consiguiera desvincularse del control del Estado y de la corrupción de alguno de sus líderes. En la práctica, Prieto y la Agrupación Socialista Española terminaron anudando mejores relaciones con círculos intelectuales como el de la revista Siempre o con parte de la clase política priísta, sobre todo durante la progresista presidencia de Adolfo López Mateos, entre 1958 y 1964. De hecho, en los años cincuenta no fue raro que los republicanos liberales y los socialistas españoles, agrupados en el Centro Republicano Español, presidido entonces por los enriquecidos socialistas Juan Ruiz Olazarán y Ovidio Salcedo, participaran en numerosos actos conmemorativos oficiales conjuntos. Al final de los cincuenta hubo relaciones oficiales entre las Juventudes Socialistas españolas y los jóvenes del PRI, encabezados por Rodolfo Echeverría, sobrino del futuro presidente de México.40
En realidad, la esperanza de que desde una CTM "descharrizada", es decir, independiente del Estado, se pudiera fundar un partido socialista estuvo presente entre numerosos exiliados españoles hasta el inicio de los años setentas. Por ejemplo, el socialista catalanista, Pere Foix, se lamentaba en el diario Excélsior, en septiembre de 1971 por el hecho de que el Sindicato no hubiese preparado una promoción de jóvenes técnicos que renovase la dirección, crease un partido socialdemócrata y formase a las masas trabajadoras mediante un diario obrero.41
En plena etapa del civilismo desarrollista era frecuente considerar, y no sólo retóricamente, al régimen presidencialista mexicano como la realización de los ideales republicanos y socialistas españoles durante la segunda república. Incluso se consideraba beneficioso el traslado de presidencialismo y el laborismo a un futuro régimen democrático español tras la transición posfranquista. Un socialista cordobés, enriquecido en las minas, Máximo Muñoz, además de redescubrir el patriotismo español, escribía en 1952 que "no me creo derrotado, ya que mis ideales los veo realizados y prósperos [en México] [...] Lo que ha hecho México es justamente lo que queríamos hacer los republicanos y socialistas españoles".42
Aub fue uno de los pocos políticos o intelectuales socialistas que colaboraron en la acción administrativa de los regímenes posrevolucionarios mexicanos, ya que desempeñó durante los años sesenta la dirección de la radio de la Universidad Nacional Autónoma de México. Algunas otras personalidades, como Felipe Sánchez Román, colaboraron como asesores en el desarrollo constitucional mexicano.
Sin embargo, aunque para finales de los años cuarenta, cerca de la mitad de los refugiados españoles llegados a México se habían naturalizado, incluidos buena parte de los dirigentes políticos y antiguos representantes de elección popular, no hubo incorporaciones de peso a la acción de gobierno mexicano, si bien la legislación de México excluía a los nacidos fuera del país o de padre extranjero de los cargos más importantes. Fue ya con parte de la generación de hijos de la guerra de España, nacida ya en México, cuando se produjo algún ascenso administrativo si bien sin alcanzar el rango de dirección. No fue sino hasta más allá del tiempo aquí considerado, en los años ochenta, cuando algunos hijos o nietos de la guerra, como Jaime Serra Puche, desempeñaron altos puestos en los gobiernos mexicanos.
Poco después, durante la presidencia de Adolfo López Mateos, se llegaría al cenit del encuentro entre los socialistas españoles y la clase política posrevolucionaria. Indalecio Prieto compartió tribuna, junto al presidente mexicano y el secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, en varios homenajes y conmemoraciones. Un escritor, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México y socialista español, Francisco Carmona Nenclares, dedicaba al presidente viajero su opúsculo España: tríptico de ira, con estas palabras:
Yo he encontrado la libertad en México y en México a usted [...] hemos hecho nuestro a México gracias a mexicanos como usted, que cristalizan el mensaje de liberalidad y generosidad que es México [...] Descubrimos que México estaba empeñado, también, en la misma lucha: la reconstrucción del hombre entre el capitalismo agresivo y el fascismo degradante. El nuevo humanismo: la tercera posición. La Nueva España se había adelantado a la España peninsular y debía ser por eso nuestra verdadera patria.
En definitiva, como afirmó el antiguo miembro del PSOE e influyente filósofo, José Gaos, "los refugiados se encontraron con un México muy afín a la España con que habían querido reemplazar la otra -un Estado liberal promotor de bienestar y progreso con justicia social".43 Los socialistas españoles exiliados, en cambio, no se plantearon abiertamente el problema del pluralismo político y de la democracia.
En busca del socialismo
Los Grupos Socialistas Mexicanos no pasaron de constituir un movimiento sin poder consolidarse como partido político, aunque participaron en conferencias conjuntas con el Partido Socialista Americano y el Partido Revolucionario Auténtico Cubano, y entraron en contacto con miembros del secretariado de la refundada Internacional Socialista.44 Sin embargo, dada su debilidad, el secretariado de la Internacional en América Latina terminó instalándose en Montevideo en 1955, sede del único partido nacional iberoamericano inicialmente admitido, tras una reunión del secretario general del PSOE, Rodolfo Llopis, con el secretario general de la Internacional, Julius Braunthal, el uruguayo Humberto Maiztegui y Américo Ghioldi de Partido Socialista Argentino.
Ya en junio 1948, en el congreso de Viena del comisco, antecesor de la Internacional Socialista, el secretario general del PSOE había insistido en que el socialismo europeo no debía olvidarse de América y, por tanto, extenderse al otro lado del océano. Sin embargo, la revolución cubana radicalizaría a los débiles partidos socialistas iberoamericanos, distanciándolos de la Internacional. A partir de los años sesenta, fundaciones como la Friedrich Ebert de la socialdemocracia alemana y la propia Internacional tendrían que abrirse hacia los partidos populistas de carácter reformista.45 Llopis realizó una gira por América Latina en 1963, siendo escéptico sobre las posibilidades de crear un partido socialista en México.
A pesar de la conmoción de 1968 con la represión de los sucesos estudiantiles en Tlatelolco, buena parte de la izquierda mexicana tradicional, tanto de carácter obrero como intelectual, recibió con recelo e incomprensión el movimiento. Aunque algunos intelectuales, formados en el magisterio de intelectuales socialistas españoles de la talla de José Gaos o Manuel Martínez Pedroso, como Carlos Fuentes,46 Luis Villoro y Octavio Paz, entre otros, hicieron un llamamiento en los primeros años setenta para fundar un partido socialdemócrata o una izquierda democrática independiente del Estado, el progresismo del sexenio de Echeverría y, en menor medida, de su sucesor López Portillo, ahogaron estas tentativas. Únicamente, Herberto Castillo terminó fundando en 1974 el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), que sería una de las bases principales de la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) después de 1988.47 En el caso de Octavio Paz, su compromiso se concretó en la creación de la revista Plural, sostenida por el diario Excélsior, en la que colaboraban estrechamente los niños de la guerra, hijos de socialistas, el poeta Tomás Segovia y el filósofo Ramón Xirau. La intervención gubernamental de Excélsior en 1976, daría lugar a la fundación por Paz de la revista Vuelta, comprometida, en alguna medida, con el pensamiento socialdemócrata.48
Alguno de los miembros de la segunda generación del exilio, como los hijos del presidente de la Comunidad Autónoma de Asturias y de Pura Tomás, en especial Rafael Fernández Tomás, nacido ya en México en 1940, coadyuvó a la fundación del PMT.49 Debido, seguramente, al retorno de algunos socialistas expatriados en México a la España de la transición, en especial a Asturias, el PMT estuvo representado como observador en el primer congreso del PSOE celebrado en España tras la muerte de Franco en diciembre de 1976.50 Estas relaciones entre el naciente partido izquierdista mexicano y el PSOE no llegaron a consolidarse, pero fueron cultivadas, en cambio, las relaciones con el pri, que asistiría como observador internacional a los congresos posteriores del socialismo español.
A las reuniones de la Internacional Socialista en Caracas en 1976 asistió, por ejemplo, quien había sido presidente del PRI, secretario del Trabajo y presidenciable, Porfirio Muñoz Ledo. Finalmente, don Porfirio encabezaría la corriente democrática del PRI, que terminó coadyuvando a la fundación del PRD tras la accidentada elección presidencial de 1988.
Por su lado, Felipe González y Willy Brandt cultivaron las relaciones con el centro de estudios del ex presidente Echeverría, quien había ayudado a la Junta Democrática, pero también al PSOE, con dos millones de dólares al inicio de la transición con ocasión de un congreso de la confederación sindical CIOSL.51 No obstante, Luis Echeverría afirmó rotundamente que "no se trata de aplicarnos un proyecto a semejanza de los socialdemócratas europeos".52
El apoyo de Echeverría al socialismo chileno de Allende y sus declaraciones en La Habana a favor de una "democracia social", así como su apertura hacia la intelectualidad de izquierda, hizo que el socialismo europeo mostrara cierta atención hacia la democratización de México. La fundación socialdemócrata alemana, Friedrich Ebert, abrió sus oficinas en la ciudad de México a mitad de los años sesenta, destinando a Dieter Koniecki y apoyando proyectos de cooperación y desarrollo del sobrino del futuro presidente Luis Echeverría.53
El presidente mexicano tenía especial interés en recibir el apoyo de Willy Brandt para su candidatura al premio Nobel de la paz. En la época del sexenio de José López Portillo, el PRI fue anfitrión de una conferencia de la Internacional Socialista en México en abril de 1979, con asistencia de Mario Soares y Felipe González, sintonizando con sus homólogos de Venezuela y Costa Rica.54 En esos momentos, todos los partidos de la internacional y el PRI coincidían en considerar a la revolución sandinista como la llave de la liberación y democratización de Latinoamérica, presionando a Estados Unidos. Sin embargo, hacia 1982, con el recrudecimiento de la guerra fría, Acción Democrática se distanció de la apertura de la Internacional hacia los sandinistas a quienes consideraba marxistas-leninistas, suspendiendo una conferencia en Caracas.55
Estas relaciones de Felipe González con el ex presidente Echeverría levantaron ampollas en el equipo de López Portillo. El canciller Sepúlveda llegó a dar indicaciones al embajador español para que González no se reuniera con Echeverría en sus visitas a México, por considerarlo un factor de perturbación interna.56 En realidad, el socialista español buscaba sobre todo el apoyo de Echeverría para la candidatura del rey Juan Carlos para el premio Bolívar de la UNESCO. Más adelante, la rápida felicitación de Felipe González al candidato presidencial electo Salinas de Gortari también causó irritación entre los españoles residentes, la intelectualidad mexicana y la propia Agrupación Socialista Española, debido al carácter controvertido de la elección presidencial de 1988.57
Del mismo modo, el pri mostró ciertas reticencias hacia la acción del comité de América Latina y el Caribe de la internacional dado que consideraba a Centroamérica como su zona de influencia.58 El PRI terminó promoviendo su propia conferencia de partidos progresistas de Iberoamérica, al margen de la Internacional Socialista. En la práctica, el antiimperialismo de la izquierda nacionalista mexicana en el poder lo alejaba, también, de la socialdemocracia europea. Aunque en los años setenta hubo un cierto acercamiento entre los partidos de la Internacional Socialista y el PRI, debido a la coincidencia en el apoyo a los procesos revolucionarios de Chile y Nicaragua, y el apoyo al grupo de Contadora,59 esta aproximación no se llegó a consolidar plenamente durante los años ochenta con el recrudecimiento de la guerra fría desde 1979, tras la invasión soviética de Afganistán y el acceso al poder de Ronald Reagan.
Finalmente, sería el PRD el primer partido mexicano en ingresar en la Internacional Socialista en 1996, después de que su antecesor, el Partido Mexicano Socialista, promoviera reuniones en México de partidos izquierdistas iberoamericanos, agrupados en la denominada Coordinación Socialista Latinoamericana, en mayo de 1987.60 Ya fue con la estadía del PRI en la oposición cuando se produjo su incorporación a la Internacional Socialista en su conferencia en Brasil en 2003, después de varios años de acercamiento con el estatuto de miembro consultivo con el apoyo el PSOE, pese a la reticencia de otros partidos socialdemócratas europeos.
Para concluir, habría que regresar a la cuestión de las razones de la inexistencia de una socialdemocracia en México durante el Siglo XX. Además de las tradiciones y de la cultura política mexicanas, representadas por el nacionalismo y el caudillismo, habría que considerar el propio progresismo y omnipotencia de la presidencia imperial sexenal, que impedía la consolidación de una burocracia independiente y absorbía en el Estado a la intelectualidad de clase media.61
La cultura política de la izquierda mexicana más cercana al socialismo español terminó siendo la de la izquierda nacionalista a pesar de su antiimperialismo, pues el obrerismo lombardista y el marxismo leninista en seguida fueron totalmente ajenos al reformismo del PSOE. Solamente una fracción de este partido conservó el oportunismo revolucionario, representada por personalidades como Ramón Lamoneda, Julio Álvarez del Vayo o Gabriel Morón, estuvo relativamente cercana al lombardismo, si bien no consideró el pacto germano-soviético como un combate de imperialismos capitalistas, alineándose claramente con los Estados Unidos y Gran Bretaña.
El iluminado apóstol Vicente Lombardo Toledano, verdadero padre del obrerismo mexicano, pudo encarnar el socialismo mexicano, pero terminó derivando hacia el leninismo, aunque siempre subordinando sus proyectos al Estado posrevolucionario, creyendo que la hora pertenecía a la revolución burguesa y al antiimperialismo.
Paradójicamente, los socialistas españoles prosoviéticos, en su mayoría seguidores del ex presidente Juan Negrín, tuvieron un mayor impacto que los mayoritarios seguidores del demócrata radical Indalecio Prieto entre la izquierda mexicana, tanto obrera como intelectual. A pesar de la presencia en México de tantos refugiados europeos demócratas y antiestalinistas, y de su influencia en la alta cultura y en la propia vida cotidiana mexicana, la semilla socialdemócrata no pudo arraigar en la tierra del nopal y de la serpiente, debido a la dualidad, estratificación social piramidal y predominio agrario de la sociedad mexicana durante la mayor parte del Siglo XX.