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Tzintzun. Revista de estudios históricos
On-line version ISSN 2007-963XPrint version ISSN 1870-719X
Tzintzun. Rev. estud. históricos n.59 Michoacán Jan./Jun. 2014
Reseñas
Serra Puche, Mari Carmen, José Francisco Mejía Flores y Carlos Sola Ayape (Editores), De la posrevolución mexicana al exilio republicano español
Patricio Herrera González
México, Fondo de Cultura Económica, 2011, (Biblioteca de la Cátedra del Exilio), 479 pp.
Centro de Economía y Sociedad Universidad de Valparaíso.
Este libro reúne el trabajo de investigación y ensayo de 19 autores. Está dividido en tres grandes apartados, que sin pretender crear estructuras temáticas definidas ofrecen una perspectiva compartida, despiertan nuevas inquietudes y proporcionan respuestas que permiten problematizar nuevas líneas de investigación para el futuro.
El primer apartado establece los movimientos oscilatorios que ofreció la "cuestión de la República española" durante el periodo del maximato, el cardenismo y la derechización de la posrevolución con el presidente Manuel Ávila Camacho. Los autores (Agustín Sánchez, Fabián Herrera, Ricardo Pérez, Mauricio Ramírez, Carlos Sola, María de los Ángeles Corpas y Rafael Loyola) plantean lo difícil que fue crear una misma lectura al interior de México sobre un proceso tan complejo y diverso como fue la crisis del republicanismo español y sus efectos inmediatos: el exilio, los refugiados, el antifascismo, las brigadas internacionales o la defensa de la República en la Sociedad de Naciones (SDN). Los autores, en su mayoría, centran su atención en la política contingente de México, para descifrar el impacto que tuvo en los sectores conservadores o en la legitimación del cardenismo más allá de la figura del gobernante.
La segunda parte de la obra se puede sintetizar en los esfuerzos personales y de organizaciones por corresponder con solidaridad ante el destierro, la persecución y la mutilación de los sueños. Las agencias personales o colectivas, de un José Gaos o FOARE), buscaron resarcir la dignidad quebrantada por el estigma y la muerte. En suma, los autores (José Mejía, Aurelio Velázquez, Victoria León, Francisco Dosil, Jacqueline Ramos, José Díaz y Alberto Enríquez) procuran "tejer las redes" de aquéllos, mexicanos y españoles, que tuvieron una posición firme para modificar los acontecimientos oscuros que "engendraba" la guerra.
Por su parte, el apartado tercero trabaja la militancia en el exilio. Los autores (Pablo Carrión, Aurelio Martín Nájera, Felipe Nieto, Mónica Fernández y Emilia Martos) van a contracorriente de lo sostenido por numerosos estudios, demostrando fehacientemente que el México de la posrevolución no pudo "silenciar" las posiciones políticas, en particular socialistas y comunistas, de la República en suelo extranjero.
Estamos en presencia de un libro pensado colectivamente no una suma de autores con ideas fragmentadas que plantea un enfoque renovado sobre la relación entre dos procesos históricos: el México de la posrevolución y la pequeña República española trasplantada a suelo mexicano. Se trata de procesos dinámicos, complejos y que son una fuente inagotable de interpretación y de nuevos hallazgos tal como nos advierten los autores, quienes en un registro que combina la historia política, diplomática, popular, social y cultural, proporcionan una relectura de episodios tan singulares y plurales como pudieron ser la ciencia traída a México desde el exilio; hacer periodismo en tiempos de polarización y en suelo extranjero; la representación del exilio en la derecha mexicana; el papel de la FOARE; la diplomacia mexicana defendiendo en la sdn la situación española.
La historiografía mexicana que trabaja el exilio español ha limitado su interpretación a un enfoque institucional, cuyos énfasis han sido puestos regularmente en las bondades del cardenismo: la recepción a puertas abiertas del asilo político o la fundación de instituciones como La Casa de España y posteriormente, de El Colegio de México. El apoyo al exilio español ha dado origen a una serie de legitimaciones historiográficas, protagonismos personales e institucionales que han ensombrecido muchos otros procesos históricos, que no es el caso de esta nueva publicación. Los autores De la posrevolución mexicana al exilio republicano español van dando paso a historias que complementan, amplían o renuevan el conocimiento de estas experiencias históricas, a tal punto que asoman nuevos episodios, personajes, asociaciones, mecanismos de representación y cooperación.
Por otra parte, es interesante que los autores pertenezcan a nuevas generaciones de investigadores, provenientes de la sociología, ciencia política, antropología, economía e historia. Ello explica, en parte, las nuevas aportaciones o relecturas de estos procesos, con posiciones no convencionales, pero que en ningún caso desconocen ni omiten las aportaciones de otros investigadores de México y otras latitudes. Existió una disposición en cada uno de ellos a trabajar nuevos ciclos, múltiples representaciones y aportar otras fuentes.
La historia del exilio español fue un "espejo invertido", tal como afirma Agustín Sánchez, pues la historia convulsa, traumática y de intolerancia que experimentó España fue trasladada a las posiciones políticas mexicanas, que hicieron del refugio y exilio una bandera de lucha para cuestionar o apoyar al gobierno de Cárdenas y la institucionalización del proyecto revolucionario. Esta interpretación debiera abrir nuevos flancos para la investigación, pues existen numerosos imaginarios que están asentados en la comunidad y que ya es tiempo de ponderar, para recrear un panorama cada vez más próximo a los hechos de la época. Por ejemplo, los intereses económicos que compartían empresarios y familiares del presidente Ávila Camacho con el franquismo y el fascismo alemán, que fueron dilatando la ruptura de relaciones diplomáticas han sido aspectos escasamente trabajados. Estos silencios historiográficos han contribuido a mantener el status quo de un proceso histórico que tuvo matices e inquietudes menos "bondadosos".
En suma, estimula leer una obra que se anima a rescatar "una memoria" que la propia historiografía española por décadas se ha negado a recordar. Creo que la propuesta colectiva presentada en esta publicación puede favorecer la profundización de éstas y otras nuevas temáticas, tanto aquí en México como en España. En lo personal, pienso que el libro genera otras reflexiones, en el plano metodológico y la utilización de nuevas fuentes. Podría ajustarse en lo que hoy se considera como historia internacional o transnacional. Atendiendo estos aspectos, realizaré algunas consideraciones.
En cuanto a lo metodológico, quisiera puntualizar que la escala temporal de análisis del historiador debe cambiar al trabajar historia transnacional o internacional (nacional, regional, global). Es claro que hay un cruce del tiempo al existir grandes procesos sociales, económicos y políticos, que son empujados por un colectivo que está igual de interesado en las coyunturas como en las estructuras, compartiendo intereses, estrategias, posiciones y soluciones, cruzado con amistades y lealtades que superan los marcos geopolíticos, dogmas e ideologías. La recepción de los españoles en suelo mexicano, chileno, argentino, uruguayo, brasileño o en cualquier otro espacio cultural no se podría comprender exclusivamente por las acciones diplomáticas o las convenciones internacionales.
Comparar es importante, pues permite visualizar con propiedad las interacciones, circulaciones, (des)encuentros, dominios sociales y aportaciones. Además, es posible distinguir los alcances de las transferencias culturales y así poder objetivar los límites de lo propio y lo compartido, tal como queda acreditado en el caso de los falangistas, trabajo de Ricardo Pérez Montfort, o los científicos e intelectuales que pudieron seguir estableciendo sus redes en México, investigación de Francisco Dosil y Jacqueline Ramos.
Desarrollar una investigación en perspectiva transnacional supone estudiar escenarios que están en reajuste, en construcción o dinámica permanente, por los tipos de nexos que se establecen. No pueden existir respuestas mecánicas o que anticipen resultados preestablecidos. Se tiene que fijar la atención en las experiencias culturales de los agentes involucrados. Debe existir un conocimiento de las organizaciones, sus reglas, sus procedimientos, pero también de los sujetos que las representan, las movilizan fuera de sus localizaciones de origen, pues esto implica ver como se decodifican en otros lugares sus acciones. De ahí el surgimiento de variantes locales o regionales, que pueden presionar al país, una organización, a modificar sus reglas o estrategias e incorporar demandas que no fueron consideradas con anterioridad.
Creo que las fuentes disponibles hoy, producto de la apertura de archivos privados y públicos que se han creado en las últimas décadas, exigen nuevas preguntas que el investigador debe plantearse para hacer útil ese nuevo conocimiento. Eso quiere decir que la lectura de la fuente exige previamente conocer muy bien el objeto de estudio. Tener lecturas de entrada, conocer los principales ejes que han articulado un problema de estudio en investigaciones pasadas, poseer definiciones temporales, considerar las escalas de análisis y la coherencia interna de los principales procesos y acontecimientos interpretados, son aspectos que no se deben descuidar. De lo contrario, una nueva fuente puede producir una ruptura epistemológica con lo conocido, generando desconcierto y una lectura impropia del objeto de estudio, impidiendo visualizar los significados y reales alcances del nuevo conocimiento. Por ejemplo, el papel de organizaciones como la FOARE, estudiada por José Francisco Mejía, o el Colegio Madrid, investigado por Aurelio Velázquez, son trabajados con fuentes que proporcionan interrogantes sugerentes, en cuanto a su estructura, posiciones o financiamiento, aspectos por mucho tiempo ausentes de la explicación historiográfica. En el futuro se puede establecer la participación de las organizaciones obreras, de mujeres e intelectuales, comprender el entramado interamericano del exilio, problemáticas todas que aún esperan por su historia.
El acceso a nuevas fuentes, muchas de ellas disponibles en acervos digitales, ha provocado requerimientos al investigador. Uno es ampliar sus perspectivas de explicación e interpretación de sus objetos de estudio: un problema histórico como el exilio español, situado en el contexto de los gobiernos posrevolucionarios ya no puede quedar restringido a una explicación con alcances nacionales o desde una exclusiva esfera de acción. Pensemos en el levantamiento de Saturnino Cedillo, la candidatura de Juan Almazán o la intervención del movimiento obrero en defensa de la Segunda República. Se necesita distinguir las intersecciones, las convergencias entre distintas categorías, las cuales pueden ser institucionales, normativas, sociales, personales y mediadas por soportes de carácter político, social, económico o cultural, o varias de ellas a la vez. Por ejemplo, haber implementado un comité de ayuda a los refugiados como la FOARE fue más allá de una iniciativa personal, colectiva o la coyuntura de una acción de cooperación.
El riesgo que existe al disponer de nuevos archivos y fuentes que amplían la historia en perspectiva internacional es una indefinición de lo propio, lo particular. Al estar centrada por la interacción entre los planos nacional, internacional y global, la interpretación puede quitar peso específico a una de esas variables como fuente de explicación. Por ejemplo, en el estudio del mismo exilio y su relación con el cardenismo, cuánto de esa especificidad se pierde por vincularlos a los escenarios exclusivamente internacionales. Ahora bien, la interpretación exacerbada de la fuente de archivo por parte del investigador es más responsable de esas indefiniciones.
Otro aspecto no menor en toda esta reflexión tiene que ver con la narrativa histórica. Una investigación que privilegia el enfoque internacional ya no puede elaborarse en forma lineal. Es necesario intercalar los planos nacional, transnacional y global. En este sentido, el libro que presentamos exhibe un alentador panorama al respecto.
Por último, quisiera señalar que el cuidado de la edición es un acicate para el lector, donde destaca una selección muy pertinente de fotografías. Es un discurso visual que tiene sus propios códigos y que complementan en forma sugerente las explicaciones e interpretaciones de los autores. En suma, estamos en presencia de una obra que contribuye a definir nuevas coordenadas para comprender el México posrevolucionario y su relación con el exilio español. Esperamos que en el futuro se puedan sumar nuevas investigaciones al respecto, como resultado de la estimulante lectura de esta publicación.