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Tzintzun. Revista de estudios históricos
On-line version ISSN 2007-963XPrint version ISSN 1870-719X
Tzintzun. Rev. estud. históricos n.59 Michoacán Jan./Jun. 2014
Entrevistas
El placer de la historia. Una charla con Friedrich Katz
Eduardo Mijangos
Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Correo electrónico: edurmijan2@gmail.com.
Conocido y reconocido por cualquier historiador mexicano, el profesor Friedrich Katz (Viena, junio de 1927; Philadelphia, octubre de 2010) dedicó gran parte de su vida profesional a investigar y difundir la historia de México y de América Latina. De padre escritor, judío de origen, comunista de ideología, Friedrich y la familia Katz debieron trasladarse a varios países para huir del nazismo alemán y después para encontrar un lugar de residencia. Los Katz vivieron en Estados Unidos y en México, casi al finalizar el gobierno de Lázaro Cárdenas. En México, Friedrich estudió en el Liceo Franco Mexicano y empezó a cultivar la lectura por el pasado prehispánico que, decía, lo había seducido desde entonces. Prosiguió sus estudios en Nueva York y en la Universidad de Viena obtuvo su primer doctorado en historia (1954). Sus actividades académicas las desarrolló también en la Universidad Humboldt de Berlín y a principios de los años setentas se incorporó a la Universidad de Chicago, en donde proyectó desde entonces gran parte de su obra intelectual.
Profundo conocedor de la historia de México, publicó obras de enorme valor académico: La guerra secreta en México (1982); La servidumbre agraria en México (1984); Ensayos mexicanos (1994); Pancho Villa (1998), entre otros textos que constituyen un gran legado historiográfico. Generoso con sus enseñanzas, prolífico formador y entusiasta historiador, el profesor Katz compartió sus experiencias en numerosas instituciones educativas de este país. Particularmente en varias universidades públicas impartió cátedras, dictó conferencias y organizó diversos foros académicos. La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (institución fundada en 1917, al filo de la propia revolución mexicana), reconociendo la trayectoria académica y la trascendencia de la obra intelectual del profesor Katz, le otorgó el día 24 de junio del año 2004 el grado Doctor Honoris Causa, junto a otros dos notables historiadores Enrique Florescano y David Brading, quienes participaron en varias actividades académicas paralelas, organizadas por la Facultad de Historia y el Instituto de Investigaciones Históricas.
El presente texto es la transcripción de un diálogo que desarrollamos al mediodía del 25 de junio de ese año. El video de la charla estuvo extraviado por distintas circunstancias y ahora, a tres años de su desaparición física, hemos decidido publicarla, como un pequeño homenaje a su memoria.
Eduardo Mijangos (EM): Profesor Katz, usted ha sido partícipe en la nueva historiografía de la revolución mexicana y también del porfiriato. En esta producción académica, creo, se ha recuperado la imagen de un Porfirio Díaz distinto a como tradicionalmente se le concebía. De hecho, estudios como el de Paul Garner han bonificado el régimen del porfiriato. Usted denota un cambio en la percepción del régimen... se ha transformado esta visión con el transcurso de las últimas décadas...
Friedrich Katz (FK): Bueno, hay aspectos nuevos que han surgido, uno es que Porfirio Díaz era más nacionalista de lo que se ha supuesto, resistió en distintos aspectos a Estados Unidos. Se sabe ahora que estuvo profundamente preocupado por la posibilidad de una intervención norteamericana y se resistió en gran medida al poder norteamericano y las influencias sobre México. También se ve que en ciertos casos intervino para proteger a algunos pueblos campesinos. Díaz fue un gran modernizador en el sentido que estableció los ferrocarriles y, digamos, tuvo un papel importante en el desarrollo de la economía mexicana. Pero habiendo dicho todo esto, lo que él no quería entender es que para impulsar al país necesitaba que las clases populares fueran primero educadas y el invirtió demasiado poco en la educación, y segundo, que estos sectores de una manera u otra, fueran incorporados a la vida social y política del país [sic]. Díaz prácticamente excluyó a las clases populares. Se ha dicho muchas veces que hay continuismo entre el porfiriato y los regímenes de la revolución, y en cierto sentido lo hubo; también hubo autoritarismo, incluso los regímenes especialmente de los últimos años tuvieron la misma idea de mercado que Porfirio Díaz, pero a diferencia, Díaz no dio libertad a los grupos populares, no los incorporó de ninguna manera, y esto fue uno de los problemas que condujo a su caída.
EM: Hay otra concepción sobre la que me gustaría escuchar su opinión. Esta es relativa a la fortaleza del régimen, sobre todo en relación a la percepción política autoritaria y dictatorial; tal parece que esta política de coaliciones y de alianzas, de equilibrios que establece el régimen, anteriormente habían sido vistos como parte de un proyecto impuesto por el propio Porfirio Díaz, de decisiones que salen del Palacio Nacional, sin embargo, es una idea que está siendo matizada en el sentido de que este sistema de pactos, de equilibrios, de clientelas, de otorgar concesiones a ciertos caciques, a ciertos personajes en las regiones, obedece más bien a la naturaleza del propio contexto nacional, es decir, la presencia de poderes periféricos que de alguna manera vulneran la fortaleza del régimen, y Porfirio Díaz lo que debe hacer es tratar de mediar entre estos intereses, para buscar esos equilibrios que salvaguarden su régimen, ¿cómo vería esta posibilidad?
FK: Cierto, no hay duda que esa idea de poder totalitario y absoluto de Porfirio Díaz está lejos de toda realidad. El tenía que transigir y hacer compromisos con grupos regionales, pero lo que le permitió hacer esto, en contraste con presidentes anteriores, fue en mi opinión tres condiciones: primero el auge económico que significó un reforzamiento del Estado. Por primera vez el Estado tenía dinero. Hasta antes de Porfirio Díaz casi siempre estuvo en bancarrota y ahora por los ingresos aduanales y otros factores como la inversión extranjera el gobierno central logró un poder que nunca tuvo antes. Segundo, gracias a los ferrocarriles pudo mandar rápidamente tropas a diferentes partes del país para mantener el orden. Hubo control y ello permitió el dominio político, pero creo que el papel decisivo es, en tercer lugar, que los caciques regionales que en otros periodos de la historia de México digamos la primera mitad del siglo XIX se hubieran sublevado, esta vez no lo hicieron no solo por la fuerza que alcanzó el gobierno de Díaz, sino porque todos esos caudillos regionales se beneficiaron de la inversión extranjera y de una manera u otra, como intermediarios y a veces como participantes, tuvieron enormes ganancias financieras gracias a los capitales externos y esta fuente de ahorro y de riqueza no hubiera sido posible en el momento de una sublevación. Así que Porfirio Díaz pudo someter a los caudillos regionales gracias a la fuerza del Estado y gracias a que la fortuna de ellos estaba ligada a la paz que permitía la inversión extranjera. Eso no significaba que Díaz tuviera un poder absoluto, tuvo que negociar. Un ejemplo muy claro de esta capacidad de negociación es cuando en 1884 debilitó a Luis Terrazas, a quien consideraba como su enemigo político, un rival de la gubernatura en Chihuahua, y en 1902 volvió a reinstalarlo en el poder porque ya entonces estaba convencido que los Terrazas estaban tan ligados a las inversiones de capital extranjero que nunca se hubieran sublevado contra él.
EM: La "dictadura" se construía desde la periferia...
FK: Así es. Distintas investigaciones han confirmado esta idea.
EM: A diferencia de otros países latinoamericanos en donde quizás había sistemas un tanto más autoritarios, digamos "dictaduras" en el sentido tradicional del término, Porfirio Díaz carecía de un aparato militar fuerte (un ejército que se había debilitado constantemente) y esto de alguna manera tiene su relación con la relativamente fácil victoria de los ejércitos revolucionarios; hablo de los rebeldes maderistas que tanto en el norte como en centro triunfaron relativamente rápido, tan es así que en realidad las autoridades políticas los jefes políticos, por ejemplo, no ofrecen resistencia, y la consigna es abandonar sus puestos y desaparecer de inmediato de los escenarios de conflicto. Entonces, hay una especie de tácita transición, que por supuesto es violenta, pero vamos, que ni los mismos maderistas estaban conscientes del relativo éxito que obtienen.
FK: Es verdad, la revolución "triunfa" quizás prematuramente. Y es que la política de Díaz en cuanto al ejército era racional, su idea era que México ya no necesitaba un ejército para la defensa externa. Guatemala no era un peligro, los europeos después del fracaso de Maximiliano no iban a invadir otra vez y en cuanto a Estados Unidos era un país tan poderoso que un ejército regular mexicano no hubiera podido hacer nada, en este caso lo único que hubiera podido, digamos, ser un factor de resistencia a Estados Unidos, hubiera sido la guerra de guerrillas. Por esto Porfirio Díaz no se ocupó del ejército, en contraste, por ejemplo, con los gobiernos sudamericanos que contrataron instructores militares de Alemania o Francia ante todo. Porfirio Díaz nunca llamó a instructores militares de otros países, redujo constantemente el tamaño del ejército porque aparte de que el ejército no le traía ventajas, él temía al ejército por un factor: durante el siglo XIX había sido fuente de revoluciones y finalmente el no creía en la posibilidad de una revolución. Díaz sabía de la posibilidad de sublevaciones locales como la acontecida en Tomochic, pero para este tipo de rebelión, bastaba el ejército federal y grupos locales movilizados en la misma región donde ocurría la sublevación. Entonces, desde su punto de vista todo esto era más racional y un ejército de magnitud no era indispensable.
EM: Sin embargo, me parece que el ejército propiamente en un sentido genérico juega un papel muy importante como uno de los actores protagonistas de esta época. Los protagonismos de los líderes rebeldes, los caudillos revolucionarios, tienen en torno a sus movimientos la gran responsabilidad y el gran reto de poder dominar y disciplinar a los respectivos grupos en armas. Los villistas, carrancistas y también los zapatistas, van a tener ese gran problema que inmediatamente de que se levantan en armas van buscando los medios y los mecanismos para controlarlos. En la naturaleza espontánea de estos ejércitos se rebela falta de disciplina y corrupción, son proclives al saqueo.
FK: Bueno, cada dirigente tenía un problema de control muy difícil y los diferentes dirigentes trataron de abordar eso de manera diferente. Villa probablemente es el que más control sobre su ejército tenía con la posible excepción de Obregón, pero gracias a su poder carismático por una parte, pero gracias también a que Villa ejerció un control muy estricto sobre recursos munitarios de la División del Norte él pudo controlarla; lo que no pudo controlar fueron los grupos aliados a él, pero que no formaban parte directa de la División del Norte, como por ejemplo el grupo de los hermanos Cedillo en San Luis Potosí, que estaban relacionados a Manuel Peláez, que también se declaró villista. Ahí Villa no tenía ninguna influencia, pero en general si ejercía un control bastante fuerte sobre el ejército, entre otras cosas porque también era militar con grado revolucionario, no se puede decir lo mismo de Carranza pues Carranza no era general, no tenía directamente autoridad militar pero él era el mediador, era el hombre que daba legitimidad a sus tropas por ser el Primer Jefe, el más alto oficial maderista que se sublevó y su táctica revolucionaria fue de jugarse un general contra otro, favorecer a uno u otro y de esta manera establecer su poder. Pero esto significaba permitir a muchos generales ejercer regímenes de corrupción. Murguía o Treviño por ejemplo, trataron a Chihuahua como zona ocupada, saqueando, fusilando, y Carranza no tenía capacidad para recriminarlos. Los zapatistas también tenían problemas de control. El ejército de Zapata era ante todo un ejército de guerrillas que operaba cerca de los pueblos. El problema era menos grande, pero si había una parte ya de un ejército profesionalizado y vemos constantemente en las proclamas zapatistas llamados al ejército a no cometer desmanes, a subordinarse a la autoridad civil; así que aún los zapatistas tenían esta clase de circunstancias. El problema principal no fue durante la revolución, sino cinco años después cuando el Estado mexicano ya no tenía los recursos para mantener estos enormes ejércitos y tuvieron que licenciar parte de los soldados, y en diferentes conflictos regionales esta gente se sublevó. Había muchos grupos armados con un relativo grado de control y ahí residió un gran peligro para Obregón.
EM: Muchos de estos líderes quizás no estaban dispuestos, digamos a dejar esas cuotas de poder que había recibido.
FK: De ninguna manera, por eso la mitad de los generales revolucionarios se sublevaron y murieron fusilados. Con todo, no era muy sano ser general revolucionario en México. Para mí es interesante el contraste que se percibe en esta época: Porfirio Díaz, Limantour, el propio Terrazas, ellos murieron en sus camas. Madero, Villa, Zapata, Carranza, Obregón todos ellos fueron asesinados.
EM: En ese sentido ¿Podría haber un argumento para explicar la naturaleza de las muertes de los grandes caudillos?, me refiero específicamente a Zapata en 1919, Carranza en 1920, Villa en 1923; es decir, había entonces la noción de que el poder no se podía compartir, a pesar de que sus respectivos movimientos se estaban debilitando: Zapata había sido aislado en su estado natal, Carranza ya había sido vencido militarmente y Villa hasta cierto punto estaba también recluido digamos en un escenario mucho más local, en una hacienda. Y sin embargo, tal parece que hacía falta eliminarlos físicamente. ¿Tiene esto qué ver con la concepción del poder o con la idea de que su permanencia física podría significar un futuro levantamiento?
FK: Parece muy claro esto, no hay que olvidar que Sonora era un pequeño territorio aislado y fronterizo y la legitimidad de los sonorenses para gobernar a México era limitada, Zapata venía del centro, Villa de Chihuahua, la gente de ahí resentía a los sonorenses. La idea de los sonorenses era eliminar a los jefes y al mismo tiempo hacer la paz con los subjefes, lo que hicieron finalmente. Dieron tierras a los villistas, reconocieron la reforma agraria zapatista, aún todavía hicieron a un zapatista gobernador de Morelos. Pero las figuras carismáticas de Villa y de Zapata eran también una amenaza para sus enemigos. Villa era un peligro para los sonorenses, en cuanto a Zapata lo fue para los carrancistas. Pablo González y Carranza eran diferentes, los sonorenses creían en el pan y el palo, Carranza en el palo, no en el pan; él no quería hacer ni una reforma, en tanto que para los sonorenses la estrategia de asesinato era parte de una estrategia de pan y palo, de concesiones y de castigos, aunque esta parte significara la ejecución de los enemigos. Recordemos que en la política el poder no se comparte y los líderes de la Revolución estaban en la búsqueda de su legitimidad. La eliminación física de los enemigos es una condición estratégica aún cuando ciertos acontecimientos, por ejemplo los asesinatos de Zapata, Carranza y Villa, en ese orden, representen para nosotros un escenario inmoral. El "terror" es parte de un escenario de conflicto revolucionario.
EM: Profesor Katz, le agradezco su tiempo para esta charla.