Sumario:
1. Introducción / 2. Discusión teórica: apego al lugar y cambio climático / 3. Propuesta analítica: valores, emociones y comportamientos proambientales / 4. El caso de estudio y el método de la investigación / 5. Análisis: la construcción social del apego al lugar local y global / 6. Apegos al lugar, valores, comportamientos proambientales y cambio climático / 7. Conclusiones / 8. Bibliografía
1. Introducción
El cambio climático está colocando a la humanidad frente a la difícil tarea de tomar conciencia sobre el impacto ecológico que estamos generando en el planeta como especie, así como de las consecuencias ecológicas, sociales, económicas y políticas de tal impacto. Sin embargo, este no es un problema que se pueda resolver con sólo disminuir la producción de gases de efecto invernadero (enfoque reduccionista). Por ello, la investigación que se presenta en este artículo parte de un enfoque holístico.1
Así, se considera el cambio climático como una manifestación de un cambio ambiental global, generado por la actividad humana, que se debe enfrentar con un cambio cultural y social. Eso pone las ciencias sociales en primera línea, con el fin de generar conocimientos para enfrentar los grandes problemas ambientales2 como el cambio climático.3 El campo de estudio de los movimientos sociales se ha sumado a esta tarea, proponiendo nuevas miradas para poder comprender la respuesta al cambio climático.4
Entre las aportaciones de este campo de estudio, este trabajo se inserta en la línea de investigación que incorpora la dimensión emocional, tanto en la comprensión de la no respuesta al problema5 como a la oposición de medidas de mitigación.6 Es necesario desarrollar investigaciones que repliquen los resultados obtenidos por autores anglosajones en otros contextos socioculturales, así como emplear técnicas de investigación cualitativas para analizar los apegos al lugar, como sugieren Devine-Wright y Batel.7 Por ello, esta investigación busca contribuir a la comprensión de cómo se construye y manifiesta el apego al lugar, local y global, en los miembros de un comité de ciudadanos que defienden el agua en la Ciudad de México, y su papel en la percepción y respuesta al cambio climático de estos sujetos. De este modo, el objetivo es averiguar si el apego resulta ser un elemento clave para promover la respuesta al cambio climático.
El apego al lugar, es decir, el vínculo afectivo entre los seres humanos y el territorio que habitan, a nivel local, y con el planeta a nivel global, ha sido vinculado con la percepción y respuesta al cambio climático,8 y con la movilización en defensa del territorio.9 Más allá de la dimensión individual y estática que la psicología atribuye a este vínculo afectivo,10 el artículo se propone analizar el papel del apego al lugar desde un enfoque sociológico. Desde éste, las emociones se consideran como constructos socioculturales; valores y emociones se analizan de manera conjunta, incluyendo su dimensión colectiva.
Así, el artículo se divide en cinco apartados. Se empezará con una discusión teórica respecto a los últimos avances de la investigación sobre el papel del apego al lugar en la percepción y respuesta al cambio climático. Posteriormente, se presentará el papel de los valores en los comportamientos proambientales, desde los cuales emergió la propuesta analítica que fundamenta este estudio. El tercer párrafo ofrece una breve presentación del caso de estudio y el método de la investigación. Los últimos dos apartados incluirán el análisis del material biográfico y los resultados de la investigación. En ellos, se mostrará el apego al lugar local y global que caracteriza a los integrantes del colectivo estudiado, y cómo ese apego está vinculado al compromiso de los integrantes de este colectivo con el medioambiente y a su percepción del cambio climático.
2. Discusión teórica: apego al lugar y cambio climático
La literatura, tanto sociológica11 como psicológica,12 está mostrando cómo algunas emociones juegan un papel central en la percepción y respuesta al cambio climático.
Los primeros resultados de la investigación en curso, por ejemplo, han mostrado cómo ciertas emociones generan inacción hasta en sujetos que perciben el cambio climático como un problema.13 Hablamos de la impotencia frente a un problema de tal magnitud; la frustración al percibir como inútiles las acciones proambientales que los individuos llevan a cabo; el miedo al futuro y al cambio de estilo de vida; la falta de preocupación sobre los efectos a nivel local por la abstracción del problema; la culpabilidad generada por tener valores proambientales y estar conscientes de la propia huella ecológica; la indignación y el ultraje generados por la inequidad de las medidas para enfrentar el cambio climático a nivel local, así como la falta de confianza y los sentimientos de alienación hacia las autoridades.
La investigación sugiere la posibilidad de generar estrategias para poder sobrellevar las emociones que ocasionan inacción, y promover emociones que permitan percibir el cambio climático como un problema frente al cual podemos y debemos responder colectivamente. En la literatura, destaca como elemento clave el vínculo afectivo con el lugar, a nivel local y global, definido como “la relación simbólica formada por personas que dan significados emocionales culturalmente compartidos a un espacio particular o porción de terreno que ofrece las bases para la comprensión individual y colectiva de la relación con el medioambiente”.14
A nivel local, el apego al lugar facilita la defensa del territorio y la oposición a instalaciones que lo amenazan, aun cuando éstas puedan implementarse como medidas para mitigar el cambio climático. Mientras, a nivel global, el apego se ha relacionado con comportamientos proambientales y el compromiso con el cambio climático. Sin embargo, “poco se conoce todavía de en qué medida los individuos forman relaciones de pertenencia al planeta”.15
El vínculo afectivo con el lugar es inconsciente, hasta que hay una ruptura entre el territorio y los seres que habitan en él.16 Por tanto, el apego se ha analizado en el contexto residencial,17 en los conflictos socioambientales,18 en las reubicaciones,19 en los desastres ambientales20 y en el cambio climático.21
En cuanto a su aplicación para enfrentar el cambio climático, en la literatura, se encuentran estudios que analizan cómo el apego al lugar y la identidad influyen en la percepción y la respuesta a los riesgos asociados al cambio climático,22 así como el papel que tiene en la adaptación,23 en la resiliencia24 y en la oposición a la instalación de proyectos de energías renovables, cuando los habitantes de los territorios afectados25 las perciben como una amenaza.
Devine-Wright,26 uno de los autores más destacados para la comprensión del papel del apego al lugar, sugiere la necesidad de dedicar mayor atención a los Nimby27 para desarrollar estrategias de adaptación y mitigación, a fin de contrarrestar el cambio climático. El mismo autor, que analiza este vínculo afectivo desde una perspectiva constructivista, hace hincapié en la necesidad de estudiar el apego al lugar de una manera dinámica y no estática, mostrando cómo este vínculo afectivo puede cambiar si el lugar cambia, como está sucediendo como consecuencia del cambio climático.28
Otro estudio colectivo29 muestra que los individuos con sentimientos de pertenencias globales tienden a creer en las causas antropogénicas del cambio climático y en la necesidad de actuar para enfrentar el problema. En la misma línea, ya en los años noventa, otro autor30 había mostrado el papel del apego al lugar global para abordar los problemas ambientales globales. DevineWright, Price y Leviston también siguen afirmando que “las relaciones con los lugares a múltiples escalas son relevantes para comprender las opiniones sobre el cambio climático”.31
A pesar de que en la literatura encontramos otras investigaciones que muestran de qué forma la identificación de las personas en la escala global influye positivamente en el compromiso con el cambio climático,32 siguen siendo escasos los estudios que analizan el papel de la interacción entre apegos globales y nacionales. Una excepción es un artículo reciente de Devine-Wright y Batel,33 donde los autores analizan distintos tipos de apegos, locales y no locales, para explicar las creencias y actitudes del público hacia las infraestructuras energéticas. De este artículo, quiero destacar la propuesta de los autores de identificar a las personas aplicando etiquetas que definen a los sujetos según los distintos tipos de apego al lugar: nationals, globals, glocals y locals.
Para la investigación que se presenta en este artículo, la tipología que más nos interesa es la de los glocals, individuos que, según los autores, “se relacionan con sus localidades de una manera de apego activo, es decir, personas que se sienten fuertemente apegadas a la localidad donde viven, aunque no hayan vivido allí durante mucho tiempo […] que son involucrados en los asuntos locales, y tienen altos niveles de capital cultural”.34 Estos individuos se distinguen de los demás sujetos con apegos nacionales, locales o globales por tener “un apego fuerte a nivel local, nacional y global, y se caracterizan por una mayor disposición a actuar”.35
A lo largo del análisis, veremos cómo los sujetos de la investigación responden a esta descripción y cómo ello se relaciona con los comportamientos proambientales y su percepción al cambio climático. Considerando lo anterior, el apego al lugar puede ser una de las claves para comprender la percepción del cambio climático y la respuesta a las políticas y medidas para contrarrestarlo.
A falta de estudios que analicen la relación entre apegos a distintos niveles, la propuesta analítica que se presenta a continuación, y que muestra la relación entre valores, emociones y prácticas proambientales, guiará el análisis sobre el papel de los apegos al lugar en la percepción y respuesta al cambio climático.
3. Propuesta analítica: valores, emociones y comportamientos proambientales
La decisión de centrar la investigación en ciudadanos organizados que defienden el territorio en la Ciudad de México se fundamenta en la idea de que estos actores son clave para promover un proceso de transición hacia la sustentabilidad.36 El análisis del papel de las emociones en el proceso de cambio cultural en el contexto de los conflictos socioambientales37 muestra que las experiencias de lucha en defensa del territorio representan un momento de ruptura en la vida de los sujetos. Al producirse esta ruptura en la cotidianeidad, los sujetos experimentan una transformación de conciencia y de conducta en la que las emociones juegan un papel muy relevante,38 y que tiene impactos más allá de la experiencia de lucha y del problema medioambiental que los colectivos enfrentan.
Con base en las anteriores premisas, quiero mostrar cómo los apegos al lugar local y global, junto con otras emociones que interactúan con el mismo,39 permiten comprender tanto las prácticas proambientales que los sujetos de la investigación llevan a cabo como su precepción del cambio climático.
Para mostrar de qué forma las emociones influyen en los comportamientos proambientales, me he apoyado en la propuesta de James Jasper40 sobre la dimensión cultural de la acción colectiva, la cual incluye valores, creencias, identidad y emociones. Asimismo, me apoyo en otra investigación41 que prueba la relación entre experiencias de protesta, valores y emociones.
Como muestra Pearlman,42 algunos estímulos enfatizan ciertos valores y generan emociones que pueden tener efectos desalentadores o alentadores, dependiendo de las emociones generadas. Desde estos enfoques, valores, emociones e identidad colectiva son construcciones sociales que pueden modificarse a partir de la experiencia de las personas en movimientos sociales, generando nuevas acciones y comportamientos. Con el objetivo de adaptar esta propuesta para comprender la percepción y respuesta al cambio climático, he acudido a la literatura que analiza los factores que motivan o inhiben a las personas a desarrollar prácticas proambientales.
Linda Steg,43 en un artículo reciente, identifica cuatro tipologías de valores que influyen en los comportamientos proambientales: hedonistas, individualistas, altruistas y biosféricos.44 Las primeras dos tipologías de valores implican que la gente se focalice en los costos y beneficios personales, mientras que los
valores altruistas y biosféricos van más allá del individuo y permitirían hacer ver al sujeto las consecuencias colectivas de sus acciones. Como muestra la autora, aunque las personas respaldan todos estos valores, los priorizan de manera diferente, y esto afecta sus percepciones, preferencias y acciones. Además, “los valores dirigen la atención y ejercen influencia en cómo las personas evalúan las diferentes consecuencias de sus elecciones, lo cual a su vez influye en sus preferencias y decisiones”.45
Un artículo de reciente publicación, en el cual colabora Steg,46 muestra la necesidad de vincular emociones y valores, para poder comprender las respuestas emocionales de los ciudadanos respecto a proyectos de energía renovable, sin caer en la lectura reduccionista del síndrome Nimby. Sin embargo, también es necesario comprender que desde el enfoque sociológico constructivista de la investigación que se presenta en este artículo, las emociones y los valores son constructos socioculturales que se generan a partir de la interacción social. Por lo mismo, no se identifican las emociones como positivas y negativas, ya que una misma emoción puede tener diferentes efectos e interpretaciones según el contexto y el sujeto que la experimenta.
En este análisis, se busca integrar las propuestas que surgen de investigaciones con un enfoque sociológico y psicológico social para poder mostrar de qué manera los integrantes de un colectivo que defiende el agua en la Ciudad de México están priorizando valores altruistas y biosféricos, que a su vez están vinculados con su apego al lugar local y global y su identidad colectiva “glocal”. Mostrar esta relación permitirá comprender cómo los apegos al lugar influyen en la percepción del cambio climático y en las prácticas proambientales que estos ciudadanos llevan a cabo en su vida diaria.
Aunque el análisis se centrará principalmente en el apego al lugar, debido a que las emociones interactúan entre sí en los procesos socioculturales,47 se destacará este aspecto. El análisis se dividirá en dos apartados. En el primero, se mostrará cómo emerge en las entrevistas el apego al lugar, local y global, y cómo éste se ha ido modificando en algunos sujetos a lo largo de la experiencia de lucha. Esto permite demostrar la importancia de analizar el apego como un vínculo afectivo dinámico, como indica Devine-Wright.48 El segundo apartado expondrá cómo los apegos al lugar están vinculados con valores y otras emociones que motivan comportamientos proambientales e influyen en la percepción del cambio climático. No obstante, antes de proceder al análisis, se presentarán el caso de estudio y el método de la investigación.
4. El caso de estudio y el método de la investigación
La investigación se basa en entrevistas en profundidad con miembros de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán (en adelante, la Asamblea). Desde febrero de 2016, tal asamblea está luchando contra el desperdicio de agua por parte de una empresa constructora en la delegación Coyoacán en la Ciudad de México.
Una de las características de este colectivo es la fuerte identidad local que sienten los vecinos instalados en estas tierras, los pedregales de Coyoacán, desde los años setenta. Esto aunado a que los miembros del grupo comparten un fuerte sentimiento de injusticia y dolor a causa del desperdicio de agua que está llevando a cabo la empresa constructora Quiero Casa, en su obra de avenida Aztecas 215. Los miembros de la Asamblea denuncian este desperdicio como ecocidio.
A nivel organizativo, la Asamblea es un colectivo informal, que no se ha constituido como asociación civil. Se declara apartidista y se autogestiona de manera horizontal. Su repertorio es no violento e incluye la instalación de un plantón que se convierte en el punto de referencia de la lucha frente a la obra de avenida Aztecas 215. El plantón duró 220 días en 2016 y fue desalojado el 5 de diciembre del mismo año, para ser retomado el 30 de agosto de 2017 hasta el 5 de noviembre de 2018.
Este colectivo también se caracteriza por una autoformación permanente, que además de la vivencia en el plantón se puede observar en la relación con varios investigadores de distintas disciplinas, principalmente de la unaM; en la experiencia de la escuela popular Piedra y Manantial -que organizan sus integrantes antes de su asamblea semanal-, y en los diversos talleres y actividades que se realizan en el espacio del plantón.
Aprovechando estos espacios, en febrero de 2018, en el marco de la escuela Piedra y Manantial, impartí una charla sobre el cambio climático en la Ciudad de México, a la cual siguieron dos grupos focales. Esta actividad permitió compartir información sobre el cambio climático, con el objetivo de aclarar dudas que surgieron en las entrevistas, y dar inicio a una reflexión colectiva alrededor del problema.
Entre los entrevistados, contamos con trece personas, seis mujeres (E1, E2, E3, E5, E9, E11) y siete hombres (E4, E6, E7, E8, E10, E12, E13), dos adultos mayores (E1 y E8), dos jóvenes de veinte años (E7 y E12), seis personas entre treinta y cuarenta cinco años (E4, E5, E6, E10, E11, E13), y las demás mujeres adultas (E2, E3, E9). Además de las trece entrevistas, los resultados presentados se basan en la observación participante, útil para poder contextualizar los datos cualitativos que emergen en las entrevistas.
El primer apartado del análisis que se presentará a continuación se basa en el análisis de las entrevistas en profundidad, técnica que ha demostrado ser la más efectiva a la hora de explorar la dimensión emocional de la lucha y de la relación con el territorio. En el siguiente apartado, se mostrará cómo las personas entrevistadas sienten apego, tanto a nivel local como global, así como algunos elementos clave que han influido en la construcción de tales apegos.
5. Análisis: la construcción social del apego al lugar local y global
Un primer resultado de la investigación es la identificación de los integrantes de la Asamblea bajo la etiqueta de glocals,49 es decir, individuos con fuerte apego a nivel local, nacional y global, y disposición para actuar a favor del medioambiente. Presentaremos en este apartado de qué forma emerge el vínculo con el territorio a nivel local y global y algunos de los elementos que los construyen. En el apartado sucesivo, se mostrará cómo los apegos al lugar influyen en los comportamientos proambientales y la percepción al cambio climático.
El apego al lugar local
El apego al lugar local está fortalecido por la historia del territorio que habitan los sujetos, y su experiencia en la ocupación de estas tierras y en su transformación. Los pedregales de Coyoacán tienen una historia peculiar, pues fue una de las más grandes invasiones de América Latina. Aunque desde los años cuarenta del siglo XX se comenzó a habitar este territorio, fue en 1971 que se dio la ocupación masiva. En las narraciones de los entrevistados mayores, los recuerdos de estos primeros años están todavía vivos. Los elementos que fortalecen el apego al lugar local están relacionados con dos elementos: por un lado, la dificultad y el sacrificio de transformar una tierra difícil en un lugar de asentamiento y, por el otro, la belleza natural del lugar que disfrutaron sobre todo los niños de aquel entonces. La entrevistada de mayor edad, en 1971, consiguió un lote para vivir con su esposo en este territorio:
Nosotros tenemos aquí más de cincuenta años. Cuando llegamos, no había nada, no había calles ni casas, pues los que empezaron a llegar son los que empezaron a hacer las brechitas […] Muchos no saben lo que costó transformar el pedregal, pero los que sabemos nos encargamos de platicarles, y bueno, es por eso que nosotros amamos a los Pedregales (E1).
En este caso, el apego al lugar a nivel local es resultado de los sacrificios que hicieron las personas para transformar este territorio. La anterior entrevistada repitió muchas veces que “no fue nada fácil” y también compartió la metáfora de que “fue el Pedregal prometido” (E1). La experiencia que compartió otra entrevistada fue que llegó con sus papás cuando era una niña. Su testimonio nos hace comprender cómo el apego al lugar local se construye gracias a la experiencia personal:
Ha sido toda una experiencia, y a mí me tocó participar en la apertura de calles, desde que tenía yo seis años, siete años. [Tuvimos que] dar con el pico y la pala, rascándole aquí y allá donde podíamos […] Es piedra negra, muy bonita, hay unas piedras chinas preciosas, de estas todavía tengo en la casa. Desde aquel entonces cuando yo tenía siete años guardé piedritas que me gustaron, y las tengo en la casa, las guardo. Donde sea que me muevo [...] cargo mis piedritas, son como mis raíces, mis orígenes, las quiero mucho. Entonces traemos esta emoción de ver limpio nuestro espacio por nuestras propias manos. Es un orgullo (E2).
Como afirmé con anterioridad, las emociones interactúan y este extracto muestra cómo el apego al lugar local se fortalece con el orgullo de los que transformaron este territorio. Otras entrevistas también muestran que el apego al lugar local también se fortalece con las emociones recíprocas entre los miembros de la familia (los padres) y compartieron esta experiencia, y en el placer de poder vivir en este territorio que aprendieron a amar, que todos definen como “hermoso”. En los testimonios de los entrevistados, el apego al lugar local se puede apreciar también en valores como el respeto, y en emociones como el cariño, el orgullo, y el agradecimiento hacia una tierra que los acogió y que, aunque difícil, era fértil:
Aquí, en los Pedregales, la poquita tierra que había en las piedras era una tierra negrita [...] muy productiva. Había nopalitos, biznagas, flores, flores hermosísimas, era muy bonito. Por la vivienda, tuvimos que quitarlas, claro, pidiendo el perdón, porque somos de pueblo y es lo nuestro pedir perdón a la naturaleza (E1).
Siguiendo la propuesta de Feilteson,50 el apego al lugar local de estos sujetos está basado principalmente en la experiencia personal pasada (familiarity). Ésta hace que el pertenecer a este espacio sea también parte de su identidad. Así, estos sujetos muestran una fuerte “identidad de lugar”,51 como evidencia el siguiente testimonio:
Nosotros construimos los Pedregales, no los construyó la delegación, ni el departamento del Distrito Federal en aquel entonces. Entonces, ver nacer tu lugar, donde naciste, donde vives y seguramente donde vamos a morir, es un orgullo y la emoción es muy grande. Esto es lo que nos ha sostenido y nos ha mantenido de pie para seguir luchando por lo que a nosotros nos costó, y aún más a los más viejos [...] todo esto nos ha dado una identidad única (E2).
Junto con la experiencia personal, los entrevistados adultos que nacieron en este territorio y aquí siguen viviendo han ido construyendo el apego al lugar local, gracias a un sentimiento de pertenencia (belonging).52 El sentimiento de pertenecer al lugar se construye de los recuerdos que estas personas tienen de su niñez y juventud en este territorio, como muestra este extracto:
Todo esto era mi recorrido, por acá era venir a las lagunas, por acá era venir a subirse a los árboles, aquí a un lado había un campito, se pasaba un riachuelo y había un campo y allí jugábamos a futbol o se hacían tocadas, bailes, era un punto de encuentro para los chicos y las chicas. Era pasto, era algo libre, estamos hablando del [19]85, antes del [temblor del] 85 (E9).
Además de los recuerdos relacionados con la vida social, también los recuerdos del espacio físico y natural que pudieron disfrutar en su juventud fortalecen el apego al lugar, como se puede apreciar en el siguiente extracto:
Fue una emoción increíble vivir con toda esta flora y con toda esta fauna hermosa de aquí de los Pedregales. Yo ahorita me puedo imaginar las montañas de piedras. Con montañas me refiero a montículos de dos o tres metros de alto, y se veía la puesta del sol atrás. ¡Ay, era una cosa hermosa! Y olía, la tierra, la tierrita mojada, rico (E2).
Todos los entrevistados que crecieron en este territorio tienen recuerdos parecidos, de bañarse en las lagunas o riachuelos, de los animales que había, de los árboles y recorridos que hacían por estas tierras. Pero, a estos bonitos recuerdos, también se suma la conciencia de que todo esto ya no existe, como revela el extracto de un hombre mayor:
Ay, era hermosa. Sí había mucha vegetación, muchos árboles frutales, el agua corría […] Una naturaleza muy bonita. De por sí que cuando yo era chico y veía estos patos, de los que llegaban, los soñaba, y lo tengo así, de como si lo hubiera soñado anoche. Son unas aves migratorias, son hermosas, y me recuerdan la niñez, desde que yo los vi. Porque ya no hay […] había muchos árboles, conejos, ardillas, había lechuzas, yo las llegué a ver […] Está completamente diferente, ya no es nada de lo que uno vio de chico (E8).
La nostalgia de lo que había y el dolor por la pérdida del entorno como lo conocieron, a causa de su transformación a través de los años, son emociones que fortalecen la lucha en defensa del manantial, y que estos sujetos trasmiten a las nuevas generaciones, no sólo en sus casas, sino también en la lucha.
El evocar el amor por este territorio ante los más jóvenes y los que no lo conocen se convierte en una estrategia de lucha. Esto podría emplearse también para generar mayor conciencia respecto a problemas ambientales, como el cambio climático, pues el apego al lugar local es un motor de la movilización, como expresa esta mujer:
Así ha sido la historia y la emoción que hemos vivido en los Pedregales, esto es lo que nos ha dado fuerza para estar hoy en este plantón, defendiendo nuestra agua, defendiendo nuestro territorio (E2).
Si los extractos que se acaban de mostrar son de personas mayores de cincuenta años, en lo que concierne a los jóvenes, pude observar que el apego al lugar local se basa en la identidad y pertenencia al lugar y en las aspiraciones para el futuro, como la posesión del lugar (ideology).53
El apego al lugar a nivel local, en los jóvenes, no está asociado a los recuerdos, como sucede con las personas adultas y mayores, sino al estilo de vida. Esto se percibe en las palabras de un joven: “A mí me gusta mucho la ciudad, he estado en el campo y me gusta más la ciudad, me gusta más el ritmo atareado, caótico de la ciudad” (E10).
Sin embargo, el estilo de vida de la ciudad se contrapone a menudo con los valores de estos jóvenes, quienes tienen que reelaborar la relación entre su apego por el estilo de vida urbano y el apego a la naturaleza. Este conflicto se hace evidente en una entrevistada que expresa un fuerte apego a la comunidad de origen donde ella identifica que podría tener una mejor calidad da vida, en comparación con la ciudad:
El [estilo de vida] de la ciudad yo lo veo muy feo, muy desgastante. A nosotras mi mamá nos trajo desde muy chiquitas, y aquí he hecho mucho de mi vida, pero sí voy a regresar a donde vivía (E5).
A pesar de las diferentes percepciones que emergen acerca del estilo de vida en la ciudad, todos los jóvenes entrevistados están apegados a los Pedregales, gracias no solo a su experiencia personal, sino a la relación con las personas mayores que han ido compartiendo su experiencia y amor por este territorio.
El vínculo afectivo que une a los integrantes de este colectivo con su territorio también se refleja en emociones como el dolor y la indignación que genera el desperdicio del vital líquido cuando otras colonias tienen escasez, y la preocupación por la gentrificación que está viviendo su territorio.
En resumen, el apego al lugar a nivel local emerge claramente en los datos cualitativos recogidos en campo, y es una de las emociones que más energía proporciona a una lucha que de por si es muy desgastante, y que se entiende a partir de la historia y la experiencia de los entrevistados.
El apego al lugar global
Los que visitaron el plantón de la Asamblea pudieron observar que en el altar que cuidan los miembros de este colectivo -principalmente las mujeres- nunca faltan referencias a los elementos naturales. Además, la más alta expresión de gratitud y hermandad de los integrantes de la Asamblea es obsequiar a los que participan en sus actividades con un paliacate, símbolo de la lucha, una piedra volcánica de los Pedregales y un jarrón de agua del manantial.
Estos ejemplos son muestra del apego al lugar global de estos sujetos. También es muestra de ello la reacción emocional que produjo la destrucción de una milpa cultivada por los integrantes de la Asamblea en el camellón de la avenida. Eso pasó cuando la policía desalojó el plantón el 5 de diciembre de 2016, como se ve reflejado en este testimonio:
A nuestra madre Coatlicue, pisotearon la milpa en flor [...] nos lastima ver cómo avanza el concreto hacia el cielo y escuchar cómo nuestro manantial día y noche nos grita que no permitamos más este ecocidio (extracto de la invitación a la asamblea especial del 5 de diciembre de 2017).
Asociando la milpa con la vida, los integrantes de la Asamblea muestran una conexión con los elementos naturales que tiene origen en las culturas indígenas, con las cuales se sienten afines. Estos valores y vínculos se están trasmitiendo de generación en generación, como revela el extracto de uno de los entrevistados más jóvenes:
Mi abuelita siempre ha sido arraigada porque viene de un pueblo originario, y esto es lo que le enseñaron, a respetar plantas, vidas, personas, y esa es la educación que replica mi abuela, porque quiere que sigamos con esto... y no es una imposición [...] es algo que vas a aprender a lo largo de los años, que son personas de mucho contacto con la naturaleza, y esto es lo que ahorita me tiene aquí (E12).
El apego a los elementos naturales, agua y tierra en particular, se refleja también en los recuerdos relacionados con el agua que surgió de las excavaciones. Estas hicieron que el agua del acuífero somero se acumulara en la superficie del predio, generando una laguna que, como explica el siguiente extracto, fue recibida con cariño por los vecinos en defensa del agua:
Cuando estuvimos ahí, en el plantón en 2016, se acumuló ahí el agua, se hizo una laguna de los afloramientos [...] Era un paraíso, por decir, ese lugar. Llegaron dos patos, llegaron libélulas, golondrinas, diferentes aves [...] el arcoíris, cuando salía el arcoíris se reflejaba ahí en el manantial (E1).
Los patos de los que habla la entrevistada se han convertido en uno de los símbolos de la lucha, como se percibe en este extracto de la invitación a la asamblea especial del 5 de diciembre de 2017: “Nuestros patos, ¿qué le hicieron a nuestros patos?, ¿dónde está su andar que alegraba a nuestro manantial?”
La importancia de los patos se entiende si se considera el cambio drástico que han vivido estas personas con respeto a la flora, fauna, estilo de vida que ha sufrido su territorio, y la empatía que une a estas personas con dichos elementos. Esta empatía además se está fortaleciendo por la amenaza que sienten los habitantes de este territorio, debido a la gentrificación que están denunciando. Finalmente, ello podría provocar el alejamiento de estas personas de su territorio, como pasó con los patos y los demás seres vivos que habitaban este espacio.
El vínculo con los elementos naturales se observa también en la forma en que los integrantes de la Asamblea se refieren al manantial como a un ser vivo que “está resistiendo” y “grita”. Eso explica el uso de la palabra ecocidio para describir el desperdicio del agua del manantial que la empresa constructora está tirando al drenaje.
Otro ejemplo de la conexión con los bienes naturales lo pude observar en un taller de hierbas medicinales donde, antes de empezar, las organizadoras pidieron perdón a la tierra por arrancarle las hierbas que necesitaban. Como dijo una de ellas, “no puedes tomar una planta si no les pides permiso, y no puedes usarlas si no les pides perdón por haber sido cortadas de su origen” (E3).
El apego a la naturaleza se puede también observar en el amor y dedicación a las plantas que muchas de las mujeres que integran la Asamblea han compartido en sus pláticas conmigo, en el conocimiento del entorno -tanto de la flora como de la fauna, sin ser especialistas en el tema- y en el cuidado especial que dedican al medioambiente. Ese apego a las plantas también es fruto de la experiencia de las personas y de su relación con el territorio, como muestra el extracto a continuación:
Yo, a los seis años, ya cultivaba plantas. Entonces me venía hacia acá […] a buscar tierra para las plantas, porque había tierra muy buena, una tierra colorada, hermosa, para las plantas. Tierra virgen, y se me daban unas plantas lindas (E2).
También pude observar que el cuidado y amor hacia las plantas está muy fuerte en los jóvenes que pertenecen a esta lucha, tanto en un joven (E12) que cursó un diplomado sobre manejo de plantas, como en una joven entrevistada que más sufre el estilo de vida en la ciudad. Esta última tiene un pequeño vivero, practica la herbolaria y es la joven más activa en los rituales ancestrales y en agradecimiento a la Madre Tierra.
Como se mostraba en el apartado anterior, los jóvenes son los que más sufren el conflicto entre el estilo de vida urbano, en el que han crecido, y la relación con la naturaleza. Uno de los entrevistados, por ejemplo, al preguntarle por qué era difícil defender el agua en la ciudad, contestó “porque no estamos identificados con el territorio” (E6). Otro entrevistado comparte la dificultad de convivir con los valores de la familia y el estilo de vida de otros círculos: “Con los amigos que tienes en la calle, con los compañeros de la escuela [ya que el consumismo] a uno que ha vivido en la ciudad tanto tiempo lo va jalando” (E12).
En cuanto a la construcción del apego global en los jóvenes, uno de los jóvenes más activo e informado sobre cuestiones medioambientales explicó en su entrevista que desarrolló este vínculo gracias a su experiencia personal:
Muchos años fui scout, entonces, este contexto social me permite poco a poco acercarme a comprender el proceso del agua. Las lluvias, después el río, el manto freático, después el mar, las montañas (E7).
Otro joven que se acercó a la Asamblea para defender el agua también identifica la disociación con la naturaleza como una de las causas de la no participación en defensa del medioambiente en la ciudad, como exponen sus palabras.
Nuestros cuerpos se han disociado de la naturaleza, de estos ciclos naturales […] y, entonces, creo que eso también explica mucho por qué muchos de nosotros en algún momento no defendíamos, no defendemos el ambiente. Porque lo vemos como algo, así, muy alejado de nosotros (E4).
En su caso, por ejemplo, las emociones que lo motivaron a involucrarse en la defensa del agua fueron emociones morales, es decir, emociones basadas en intuiciones y principios morales y en lo que el sujeto considera justo o injusto,54 como la solidaridad y la indignación, más que por el apego al lugar.
Al preguntarle si sentía el mismo apego al lugar antes de involucrarse en la lucha en defensa del agua, expresó:
Siempre me ha gustado muchísimo lo de estar en la naturaleza, aunque reconozco que sin tanta conciencia. O sea, me gustaba la aventura, pero en la conciencia de que estaba en un medio natural, donde hay vida, hay otros seres vivientes, y que entonces es importante cuidarlo. A ese nivel, no tan claro como ahorita lo estoy encontrando. Entonces, ahora entiendo por qué muchos compañeros viven el manantial aquí como alguien vivo, como si fuera alguien que está vivo. Y cómo hay esta asociación de que somos el manantial, o el agua es vida y la vida se defiende. En un momento, no lo veía con tanto convencimiento, lo veía más desde un terreno político, de la lucha, que hay que defender. Pero ahora sí lo empiezo a ver más como una cuestión de vinculación (E4).
La experiencia de estos dos jóvenes evidencia cómo la participación en movilizaciones puede modificar el apego al lugar global. De tal modo, se confirma la idea de Devine-Wright:55 el apego al lugar es un vínculo dinámico, sobre todo si hay disrupciones en el territorio como una amenaza percibida por el sujeto.
Para concluir, mientras el apego al lugar a nivel local es el resultado de la experiencia personal en el territorio, el apego al lugar global que caracteriza a este grupo es el resultado de la conexión con las culturas indígenas y rurales. Éstas contemplan una manera diferente de relacionarse con los recursos naturales, a partir de la educación en la familia o en otros círculos, y del involucramiento en la defensa del territorio y del medioambiente.
El apego al lugar global también se refleja en las emociones que sienten los entrevistados al ver la degradación ambiental a su alrededor, por ejemplo, tristeza, dolor, coraje e impotencia, como lo muestra el siguiente extracto:
[Me dio] mucho coraje cuando vi que tenían [la empresa constructora] conectadas unas mangueras, con unas bombas industriales, para desalojar el agua, y estarla tirando así en la calle, a lo bruto. Y cuando los vecinos nos dimos cuenta la metieron al drenaje, esto me dio mucho coraje. No podía yo creer tanta falta de sensibilidad de estas personas ambiciosas de poder y de dinero (E2).
La sensibilidad que caracteriza a estas personas -y que quienes destruyen el territorio no demuestran- es uno de los factores que explican la percepción del cambio climático como un problema. Esta sensibilidad está relacionada con valores que promueven prácticas proambientales y que pueden motivar la respuesta a un problema como el cambio climático.
6. Apegos al lugar, valores, comportamientos proambientales y cambio climático
La investigación muestra que para todos los sujetos entrevistados el cambio climático representa un grave problema56 “porque va más allá de solamente el clima, sino todo con lo que estamos acabando en la tierra, los árboles, el agua, y todo eso pues va conllevando a que tengamos estos cambios” (E9) y, como dijo uno de los jóvenes, “porque de la mano viene la destrucción que está viniendo por parte del hombre” (E12).
Esta percepción del cambio climático como un problema está relacionada con el apego al lugar local y global. Ésta permite ver y sufrir -en el sentido de que padecen, pero también de que les duele- el cambio ambiental global, como muestra este testimonio:
De que estamos afectando y alterando los ecosistemas, y que esto se está viendo reflejado en el incremento de la temperatura con el calentamiento global que determina el cambio climático, yo sí le veo lógica (E4).
Aunque este colectivo no incluye todavía el cambio climático en su agenda de lucha -elemento que se explica con el análisis de las emociones que influyen en la no respuesta al cambio climático-,57 en el trabajo de campo, pude observar que todos los entrevistados implementan prácticas proambientales, como el reciclaje, la reutilización, la movilidad sostenible, el ahorro energético, entre otros, y manifestaron interés en el tema.
Retomando la propuesta analítica que se presentó en el segundo apartado, se mostrará a continuación cómo estas prácticas, que se promueven por sensibilidad ambiental y social, están vinculadas a valores, identidad y emociones. Como dijo una entrevistada, “todo esto nos ha dado una identidad única” (E2).
Para mostrar el vínculo entre valores, emociones y comportamientos proambientales, empezaré por confirmar los resultados de otros investigadores que muestran de qué modo los comportamientos proambientales y la respuesta al cambio climático están vinculados con valores altruistas y biosféricos58 o socio-altruistas y biosféricos.59 Según Helma, Pollitt, Barnetta, Currana y Zelieann, sólo los individuos con una más alta preocupación por el medioambiente biosférico (plantas, animales, naturaleza) perciben el estrés ecológico y están comprometidos a enfrentar los problemas ecológicos. Mientras, los individuos con valores socio-altruistas estarían comprometidos, pero sin percibir el estrés ecológico.60
Lo que se puede observar en el trabajo con los integrantes de la Asamblea es que sus valores socio-altruistas se materializan en la solidaridad con otras luchas, como la de Ayotzinapa, y con las poblaciones de otras colonias que sufren escasez de agua, así como con los damnificados por el sismo del 19 de septiembre de 2017. Estos valores, fortalecidos por la empatía con ciertos sujetos, como los trabajadores en el campo, son los que explican algunas prácticas de consumo, como evitar comprar en supermercados. Así lo indica el siguiente testimonio:
Yo creo que cuando tienes una conciencia como más de […] si dan [en los supermecados] tan barato algún producto del campo, pues uno piensa: “entonces, ¿qué tan barato lo compraron al productor?” Es que a veces sólo vemos el producto y no vemos a la persona que está detrás, tanto de una fruta, de la carne, así, de cualquier cosa (E5).
El cambiar la práctica relacionada con la alimentación está relacionado con la conciencia social y ambiental. Las ‘otras’ prácticas que estos sujetos llevan a cabo adquieren relevancia pues se ponen en discusión comportamientos que trascienden la dimensión local y que, como sugiere la siguiente entrevistada, pueden generar:
una revolución de conciencia, donde la gente va a pensar ya de otra manera, va a actuar de otra manera […] Si empezamos ya a comer diferente, empezamos a consumir diferente, entonces, el día de mañana, vamos a pensar diferente a fuerza, porque ya somos diferentes. Porque despertó la conciencia y, cuando ésta despierte, nadie nos va a parar (E2).
Si los valores socio-altruistas se manifiestan también en afirmaciones comunes en el plantón como: “Luchamos para nuestros hijos y nuestros nietos” (E8), o en solidarizarse con los que sufren la escasez de agua en la Ciudad de México, la puesta en discusión de ciertos hábitos de consumo también está relacionado con el apego al lugar global y los valores biosféricos, como muestra el siguiente extracto:
Si vamos a una tienda, la mayoría de la gente lleva puro plástico en el carrito, todo es plástico, y todo esto pues daña al planeta. Y, mientras no cambiemos nosotros, nosotros por nosotros mismos, ya no comprar tanto plástico, pues vamos a dañar al planeta, pues es la tierra. Cielo, mar y tierra son los que nos dan la vida a la humanidad. Pero, el día que nos sanemos como humanos, ese día va a ser de armonía para todos (E1).
La solidaridad con los que padecen escasez de agua y los valores biosféricos de estos sujetos están en la base de su lucha en defensa del agua. Estos valores son los que además llevan a estos sujetos a promover prácticas proambientales contra el desperdicio del agua, por ejemplo, reutilizando el agua de la lavadora para limpiar el piso o para lavar los trastes. Sin embargo, a veces, la eficacia de la acción individual está puesta en discusión:
Uno cree que ayuda, uno cree que colabora, pero, cuando uno ve cualitativamente otros desperdicios, pues lo que uno ahorraría en cincuenta, sesenta años, una persona, aquí [en la obra de Avenida Aztecas 215] en veinte minutos lo ha desperdiciado […] No es mucho la labor que uno haga en lo individual, desde este punto de vista. Pero no por eso tenemos que desperdiciar el agua en nuestras casas, ni desperdiciar la luz, ni desperdiciar, ni contaminarla. Eso también es una cuestión personal, una cuestión individual que uno debe de realizar. [Yo lo hago] por ética. Como humano, es nuestra naturaleza, nuestro medioambiente y debemos de cuidarlo, aunque sabemos que a lo mejor no contribuya (E10).
Los valores biosféricos que emergen en este extracto y que motivan a este joven a seguir ejerciendo prácticas proambientales, a pesar de la frustración que genera el escaso impacto de un solo ciudadano frente al desperdicio de una empresa, están vinculadas con valores como el respeto y la defensa de la vida que reivindica la Asamblea. Estos valores explican por qué la construcción de los edificios que está amenazando el manantial se identifica como un “proyecto de muerte”.
A nivel colectivo, el respeto y la protección de la vida mueven a los integrantes de la Asamblea en su lucha en defensa del manantial. Esto influyó en la construcción de una identidad colectiva, donde el “nosotros” está vinculado con valores altruistas y biosféricos, mientras la identidad de “ellos”, con valores individualistas, como se manifiesta en el siguiente extracto:
Tiraron más de cien árboles y construyeron. Es su lógica de ellos [sic], tampoco nos van a entender a nosotros de amar el agua y amar los árboles, sabemos que su lógica de ellos [sic] es el dinero (E1).
7. Conclusiones
El análisis del material biográfico muestra la coexistencia de apegos al lugar local y global en los integrantes de la Asamblea. Así, se confirma la hipótesis de considerar estos sujetos bajo la categoría de glocals.
Los apegos al lugar a nivel local y global son el resultado de la experiencia de los sujetos y de su cultura. Están vinculados con valores altruistas o socioaltruistas y biosféricos. Explican tanto la lucha de este colectivo en defensa del agua, como su percepción del cambio climático y los comportamientos proambientales que llevan a cabo sus integrantes.
Las emociones que estos sujetos sienten por los cambios ambientales globales (dolor, tristeza, coraje), gracias a su relación con el territorio -la cual depende de su identidad y valores- permiten que sientan el cambio climático como un problema que les afecta, y que es consecuencia del sistema de producción y consumo actual. La relación entre emociones, valores y prácticas proambientales que emergió en el análisis puede ser un punto de partida para diseñar nuevas estrategias en busca de promover una respuesta colectiva al cambio climático a partir, por ejemplo, del apego al lugar.
Estas estrategias no serían posibles si el apego al lugar no fuese un vínculo dinámico que se puede fortalecer o generar a partir de la acción colectiva. El resultado de esta investigación permite vislumbrar la posibilidad de un cambio cultural y social, donde los contextos de lucha pueden contribuir a través de estrategias de manejo emocional.
Si, como se afirma en el Programa de Acción Climática de la Ciudad de México (2014-2020), “los habitantes del Distrito Federal suelen menospreciar los problemas ambientales en los que se encuentran sumergidos o, dicho de otro modo, no les dan la importancia que merecen e incluso desconocen su origen”,61 la experiencia de la Asamblea muestra que una parte de los ciudadanos está fuertemente vinculada con su territorio y comprometida con el medioambiente.
En lugar de que se considere a estos sujetos como un problema, por oponerse al “desarrollo” de su territorio, se les tendría que considerar como actores clave en la implementación de un cambio cultural. Este último, podría generar comportamientos orientados a la mitigación y adaptación frente al cambio climático.
A partir de estos resultados, el objetivo de la investigación en curso es seguir explorando cómo construir una respuesta, colectiva y desde abajo, al cambio climático, teniendo en cuenta el papel de emociones, como los apegos al lugar y los valores altruistas y biosféricos. Estos son relevantes en el compromiso hacia el medioambiente, no sólo en los países anglosajones donde se han desarrollado la mayoría de las investigaciones hasta el momento, sino también en México.