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Tla-melaua

versão On-line ISSN 2594-0716versão impressa ISSN 1870-6916

Tla-melaua vol.13 no.46 Puebla Abr. 2019  Epub 02-Out-2020

https://doi.org/10.32399/rtla.0.46.628 

Artículos de investigación

Transformaciones de las memorias en niños que han experimentado un trauma por exposición al fuego

Transformations in children gather from fire exposure trauma memories

Mónica Elivier Sánchez González* 
http://orcid.org/0000-0002-9284-0167

J. Gerardo E. García Dobarganes** 
http://orcid.org/0000-0002-1939-8149

*Profesora investigadora de tiempo completo en el Departamento de Gestión Pública y Desarrollo de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en la Universidad de Guanajuato (campus León), México. (monicaeliviersg@gmail.com)

**Profesor de la American Academy of Pediatrics, Estados Unidos. (gdobarganes@guanajuato.gob.mx)


Resumen

La pregunta que se trabaja en este texto es ¿cuáles son las condiciones de posibilidad que intervienen en la construcción de la memoria social de los niños? En el presente, se considera la definición de la memoria social de los niños a partir de un trauma físico que marca su cuerpo, individualidad, personalidad y subjetividades. Se toma como base la teoría de memoria de Niklas Luhmann para explorar cómo se pueden perfilar sentimientos, emociones, pensamientos y comunicaciones que distinguen las memorias de estos niños. El trabajo es una aplicación de la teoría de la memoria a partir de la construcción de marcos de referencia para intervenir en las narrativas de un especialista en el tratamiento de niños que han vivenciado esos acontecimientos. Así, planteamos montajes y desmontajes sobre las memorias de los niños que de ahí emergen y se formalizan. Las reflexiones son una propuesta que considera el soporte teórico anclado a la pregunta y la introducción de diferencias que desdoblan el problema enunciado. Finalmente, se expresa la pertinencia entre el problema y la selección teórica que de él se hace.

Palabras clave: Memoria social; niños; trauma; teoría de la memoria; memorias

Abstract

The question that this research paper tries to answer: what are the conditions of possibility that intervene in the construction of children’s social memory? Now a days the definition of children’s social memory derives from physical trauma that marks their body, individuality, personality and subjectivities.

Niklas Luhmann`s, theory of memory is taken as the base to explore how feelings, emotions, thoughts and communications can be outlined in order to distinguish the children`s memory.

The research paper applies the memory theory from the construction of frames of reference to intervene in the narratives of a specialist in the treatment of children who have experienced such events. Thus, it proposes assembling and disassembling the memories of the children that emerge and become formalized. The reflections are a proposal that considers the theoretical support anchored to the question and the introduction of differences that unfold the stated problem. Finally, This paper looks into the relevance between the problem and the theoretical selection taken to look into the children`s memories.

Keywords: Social memory; children; trauma; theory of memory; memories

Sumario:

1. Introducción / 2. Memoria neurológica y memoria psíquica / 3. Memoria psíquica y memoria social / 4. Memorias del trauma, en transición y estabilización / 5. Conclusiones / 6. Bibliografía

1. Introducción

En este trabajo se plantea cuáles son las condiciones que intervienen en la construcción de la memoria social de los niños. Para responder a esta cuestión, son orientadoras las reflexiones para perfilar elementos, mecanismos y relaciones que afectan la definición de las memorias de los niños. El objetivo es mostrar cómo se establecen diferencias respecto a las condiciones de su entorno, a partir de acontecimientos traumáticos que dejan marcas físicas en los cuerpos. El trabajo plantea un diagnóstico teórico que desmonta y coloca los elementos, mecanismos, relaciones y condiciones de posibilidad presentes en la definición de la memoria, con base en los apuntes de la memoria social que presentó Niklas Luhmann.1 La manera en que se procede construye un límite a partir de los presupuestos de la memoria, para observar cómo éstos se perfilan en el proceso de definición de la memoria social de los niños. Posteriormente, se presentan las diferencias respecto a la memoria social de los niños que atraviesan por un trauma que deja marcas.

La operativización de la pregunta parte de la introducción de distinciones que lleven a construir los planos que atraviesa la memoria. El procedimiento general no trabaja con definiciones fijas que se ponen a prueba cada que se traza un argumento. Por el contrario, a partir de las consideraciones generales sobre la memoria, se particularizan las relaciones específicas de las preguntas que aquí se trabajan. Las reflexiones se encuentran en la frontera que separa y problematiza las memorias del cuerpo, la memoria de la individualidad, las memorias personales y las memorias subjetivas, desde la reconstrucción de un observador que vuelve sobre cada una de ellas. Así, los acontecimientos del orden de lo cotidiano se reconstruyen para problematizar, desde la teoría sociológica, aquello que la práctica especializada de la medicina normaliza.

El artículo es una propuesta interdisciplinaria. Desde la teoría de la memoria de Niklas Luhmann, adscrita a la teoría sociológica contemporánea. Sugiere una forma de abordar las memorias que emergen en los niños cuando enfrentan un percance que los cimbra estructuralmente. El medio de aproximación, de resignificación, emana de la práctica de la medicina como acceso para producir distinciones de índole sociológico. Así, desde la especialización, se tratan las memorias que intervienen en las definiciones de memorias del dolor, memorias durante la estabilización del individuo y memorias sobre la reconfiguración de la persona social, en este caso particular, de los niños.

Las preguntas de investigación, los recursos teóricos, la definición del campo donde acontecen los eventos que intervienen en la memoria, así como su tratamiento, constituyen un primer momento que inaugura y especifica una forma de abordaje. La aspiración es proponer límites para formular la recursividad de estas reflexiones y, así, establecer criterios de validez del conocimiento. La función de la recursividad es proveer autorreferencia, de tal manera que las preguntas que se planteen en los límites de esta investigación se puedan problematizar con los recursos provistos en la misma. Desde este proceder, la investigación dispone su especificidad y su consistencia.2

Los presupuestos generales para aproximarse a las problemáticas de la memoria trazan su acceso desde la memoria social, es decir, desde las formas en que la comunicación recuerda. Desde la forma de funcionar de la memoria social, se bosquejan los caminos hacia los límites que distinguen a la memoria de la subjetividad, de la personalidad, de la individualidad. Las memorias son asequibles porque son memorias de sentidos, ganancias coevolutivas de los sistemas sociales y psíquicos, respectivamente.3 Desde ellas, se establecen puentes para trabajar sobre las memorias de los sistemas orgánicos, en particular, la forma de su activación y cómo pueden observarse a la luz de las premisas de las memorias de sentido. Finalmente, la lectura de las memorias del cuerpo se sucede en esa frontera, donde el cuerpo es soporte material de la comunicación y medio para su reproducción. Por lo tanto, las observaciones oscilan entre la materialidad y la posibilidad de producir comunicación a partir de un suceso que, materialmente, recae en él.4

El camino de esta investigación presenta un abordaje donde los límites para la definición de niño se entrelazan con las definiciones de las memorias que se analizan. La plasticidad conceptual con la cual se procede tiene la función de exponer que lo observado se afecta mutuamente. Por tanto, toma distancia de las posturas que definen terminantemente sus puntos de observación. La manera en que se analiza uno de los elementos condiciona al otro y viceversa. Así, la autorreferencia de la investigación está en sus principios de construcción.

Se presenta el abordaje que se le dará a la problemática -es decir, cuáles son las condiciones de posibilidad que intervienen en la construcción de la memoria social de los niños- porque la propia selección teórica es la propuesta para resignificar la pregunta de trabajo. De tal manera, aunque pareciera que la presentación teórica se sujeta a un ejercicio de planteamiento, su función es validar teórica y epistemológicamente cómo se acopla una problemática del acontecer social a la luz de premisas de trabajo analíticas.

Para evaluar este emprendimiento, se deberá considerar que es producto de unas primeras aproximaciones a la problemática que se analiza. De tal manera, lo que propone son interrogantes, provocaciones, para analizar la forma en que se delimita un problema y cómo pueden construirse planos de análisis. Así, se presenta como un primer avance de una línea de investigación adscrita a la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guanajuato campus León. En este sentido, también es un avance que pone a prueba la selección teórica, la formulación del problema y la operatividad de la paradoja que implica. Porque el caso de estudio es una caja de resonancia de las premisas teóricas, desde las cuales se significa el problema general de investigación. Por lo tanto, no se está frente a un artículo conclusivo, sino frente a los primeros planteamientos.

Las características de esta propuesta de investigación se expresan en las fuentes que la soportan, dado que se seleccionan textos médicos, como sociológicos, en particular los de Niklas Luhmann, así como la entrevista al especialista. En el cuerpo del texto se encuentran entrelazados dichos elementos. Por tal motivo, no se puede hacer una disección, en el entendido de que la consistencia argumentativa depende de la relación que estos elementos sostienen. Este procedimiento puede significar una anomalía para los procedimientos canónicos de trabajo de las ciencias sociales, pues no responde a los parámetros convencionales de trabajo. Más bien, es heterárquicamente procedimental y autorreferente para producir consistencia argumentativa, de acuerdo con la ciencia de la sociedad, postulada por el propio Niklas Luhmann.

2. Memoria neurológica y memoria psíquica

¿Cómo aproximarse a los problemas de la definición de la memoria cuando ésta atraviesa por un evento traumático que interfiere de manera permanente en los diferentes sistemas que constituyen al ser humano, su individualidad, forma persona y subjetividades? La pregunta es posible por el acoplamiento estructural entre los sistemas biológicos, psíquicos y sociales que atraviesan la definición y constitución del individuo y la persona. En particular, esto sucede en el caso de los niños, cuando están en procesos de prueba y error para incorporar y afianzar su individualidad, personalidad, así como elementos de distinción para construir, posteriormente, subjetividades.

Las formulaciones que de aquí se desprenden adquieren posiciones específicas. Esto significa que, desde la formulación primera: referencia/operación e identidad/semántica, están en proceso de definición. De ahí que resulte provocativo condicionar doblemente la manera en que se puede recurrir a las entidades de sentido, sobre las cuales se reflexiona y accede a la problematización del contexto del trauma. Esto debido a que los límites de las formas que se observan están en proceso y, en este momento, se experimenta un evento que rompe su dinámica de delimitación y generalización.

La memoria de los sistemas psíquicos presupone y confía en la memoria de los sistemas neurológicos. Ambas son memorias claramente diferenciadas, sólo por eso requieren acoplarse. El acoplamiento entre un sistema que no es de sentido y uno que sí lo es significa una ganancia evolutiva posible, por la clausura operativa de cada uno. En este caso, garantiza que tanto la memoria del sistema neurológico como la de la conciencia puedan, de forma específica, focalizar su atención en distinciones excluyentes una para la otra. Gracias a tal diferencia, la conciencia deja al sistema neurológico y a su memoria el resto de operaciones que no le pertenecen, por ejemplo, las que competen al acoplamiento entre el sistema orgánico y el propio sistema neurológico.

La memoria neurológica olvida y recuerda de manera diferenciada por medio de la reactivación y desactivación de impulsos, sustentándose en la facultad operativa de las células del sistema nervioso de apagarse y encenderse.5 De tal forma, la intensidad gira en torno a un estímulo, a un impulso que construye secuencias, las cuales dan pie a procesos que consiguen atención. La construcción de estados emocionales está vinculada con la reproducción del estímulo que mantiene, sostenidamente, activadas a las células. El mantenimiento sostenido de los estímulos construye dichos procesos.6

La diferencia entre el tiempo del sistema nervioso, del tiempo del sistema psíquico, permite distinguir que “algo” ha pasado, es la incisión que cataliza la diferencia temporal. El tiempo, elemento inherente a la definición de la función de la memoria de los sistemas, es particular a cada uno. Una de las diferencias observables entre la memoria neurológica y psíquica compete a la distinción entre emociones y sentimientos. Las emociones son reconocidas a partir de la intensidad sostenida de los impulsos, mientras los sentimientos son: “adaptaciones internas en situaciones de problemas internos de los sistemas psíquicos”.7

Al observar la función de los sentimientos en el sistema psíquico, la memoria del sistema los reconoce y reproduce, para cumplir su función. Los sentimientos orientan, en un espectro general, la respuesta de la psique frente a las perturbaciones que enfrenta. Trabajan en la orientación general de la función del sistema, por lo tanto, la teoría los define como el sistema inmunitario de la propia psique. Cuando se recupera la doble función de la memoria olvido/recuerdo y la posición que tiene en la recursividad de los sistemas, el acontecer de los sentimientos es afirmado, se corrigen a partir de lo que recuerda el sistema que debe recordar para mantener su clausura. En aras de satisfacer su permanencia, echa a andar el olvido de aquello que pone en peligro su continuidad, su clausura. Los sentimientos son a la psique recursos simplificados a partir de los cuales se pueden tomar decisiones que no guardan relación con esquemas de consecuencias.

Los márgenes de estabilización en los individuos son resultado de los sistemas psíquicos que, en respuesta a la permanencia de su clausura, los normalizan, los aumentan o los disminuyen. Este procedimiento también es constatado por la memoria de la psique, específicamente, porque la inmunidad es la garantía de la autopoiesis del sistema. La memoria alerta si el nivel de perturbación al que el sistema es sometido atenta contra su autorreproducción. La respuesta del sistema no se presenta en términos de la disposición de un sentimiento específico, sino en la disponibilidad de sentimientos como recursos inmunitarios.8 De ahí que, al objetivar un sentimiento en la comunicación, ya no se está en la situación completa del sentimiento.

Otro elemento presente en la respuesta en forma de sentimientos por el sistema psíquico es aderezado por la interdependencia entre el acontecimiento corporal y la experiencia de los sentimientos. A ello, se puede agregar la importancia del acoplamiento entre el sistema neurológico con los sistemas orgánicos. El paso codificado de los estímulos sistémicos afectan de manera selectiva al sistema psíquico, como resultado del acoplamiento estructural del sistema nervioso con los sistemas orgánicos y con el sistema psíquico.

El lugar que tienen los sentimientos como resguardo de la autoproducción del sistema psíquico lleva a la teoría a interpelar por el acontecimiento que finiquita su existencia, es decir, la muerte. Precisamente, porque ello implica que ningún elemento puede ser producido en el futuro.9 Frente a la irreversibilidad de la muerte, la conciencia separa el fin de la vida del fin de la conciencia. La imagina como el fin de la vida, pero no como el fin de la conciencia, y la difumina en el cese paulatino de la misma.

La memoria, tanto de la vida como de la comunicación, puede asumir su finitud inmediata, a diferencia de la conciencia. Esto significa que el olvido rompe el equilibrio operativo que tiene con el recuerdo, no en términos del procesamiento de elementos propios, sino en la finitud de la reaplicación de las operaciones de la memoria psíquica sobre su reproducción. El olvido “olvida” al recuerdo de la psique y da paso a la indiferencia del sistema para consigo mismo. Tal formulación se sostiene de acuerdo con los principios operativos del sistema psíquico, en particular de aquellos que suponen que los sentimientos, en su calidad de inmunología de la psique, conmueven al cuerpo cuando la psique está en peligro.

La contundencia irreductible de la muerte conmueve circularmente al cuerpo, a la psique y al acoplamiento de ellos con la comunicación social. Los acoplamientos del sistema neurológico con los sistemas orgánicos y la conciencia la registran como “pasar por el sistema psíquico”. Conforme la muerte es inminente, pierde el registro del “pasar” y el acoplamiento que presupone las memorias entre los diferentes sistemas se desdibuja, se desarticula.

El imperio del olvido de la memoria es reaplicado para ella misma en los diferentes planos emergentes. Se enfrenta la desactivación de la identidad operativa, se desactiva la memoria de los acoplamientos sistémicos. Se cierra la disposición de los sistemas a la diferenciación interna y al acoplamiento con otros sistemas, se contraen dentro de sus límites. Ello representa el cese a la reproducción de distinciones internas. En este sentido, deja de tener función la memoria, la pérdida de identidad deja de reproducirse autopoiéticamente.

3. Memoria psíquica y memoria social

El lugar del lenguaje, como acoplamiento estructural entre la comunicación y la conciencia, resulta de la clausura operativa de ambos sistemas y transforma la complejidad social en complejidad psíquica.10 Esto es resultado de la propia evolución del acoplamiento entre sociedad y conciencia. Lo lingüistizado en la conciencia es resultado de la manera en que se recuerda al formular pensamientos. Ello no se activa en la psique; cae en el olvido, que es simultáneo al recuerdo.

El recuerdo, mientras acontece, presupone que el olvido tiene marcas laxas, las cuales determinan el medio, parcialmente indiferenciado, que cae de ese lado de la distinción. Este recurso permite suponer que el recuerdo puede dejar de recordar lo que actualmente orienta al sistema -por posibilidades que no actualiza- a efectuar el cruce de un lado a otro. La lingüistización parcial de la conciencia se enfoca en la formalización del acoplamiento entre conciencia y comunicación. Por eso, se plantea la diferencia en términos de la propia conciencia, cuando se afirma que ésta es más que la lingüisticidad. El plantear una diferencia en esta dirección permite la distinción entre las “zonas” preformadas por el acoplamiento comunicativo respecto aquellas que no lo están.

Una de las ganancias más importantes de esta doble formulación del recuerdo para la psique es la diferencia que se mantiene en el sistema, entre acoplarse y tener conciencia. La función específica de las representaciones lingüísticas es, por otra parte, cooperar con la autopoiesis del sistema psíquico. Su cooperación consiste en contribuir a la formación de episodios. La formación de episodios implica la activación de la memoria, no sólo apelando a la propia reproducción del sistema, sino enfatizando la forma selectiva en la cual la memoria contribuye. Tal es el caso de los cortes de los propios episodios, así como del recuerdo de aquello que debe ser recordado para delimitarlos, específicamente porque “puede diferenciar y descontinuar las operaciones; pasar de un contexto de representaciones del lenguaje a otro sin terminar. La autorreproducción de la conciencia no impide que se vuelva consciente de otras representaciones”.11

La memoria, por medio del olvido y del recuerdo, acopla al sistema psíquico a la reproducción de los diferentes episodios. Aquí se observa con claridad que esos momentos acoplan al individuo a la estandarización de la comunicación. Incluso, dichos episodios presuponen la autoimagen del individuo por la autocomunicación de la conciencia (con los recursos inmediatos de la comunicación que se dirige a sí mismo).

La memoria de la conciencia, como la memoria de la comunicación, trabaja a partir de la forma memoria/olvido y, cuando se acoplan, el tiempo de la conciencia parece simultáneo. Éste es el tiempo de la comunicación de la sociedad. La memoria de la conciencia y de la comunicación se puede observar en el acontecer del acoplamiento, entre la memoria orgánica, neurológica y psíquica.

Considerando que la base operativa de la memoria es olvido/recuerdo, es posible afirmar que, en el caso de las células constitutivas de los sistemas orgánicos, cada una puede mantener sostenidamente su reproducción y especificidad porque recuerdan las bases orgánicas en torno a las cuales se define su función. De tal manera, dispuestas en los cuerpos como áreas delimitadas, la existencia de una multiplicidad de sistemas orgánicos no implica confusión de funciones. Por el contrario, el principio de la multiplicidad de funciones es lo que permite el desarrollo de acoplamientos estructurales altamente selectivos.

La memoria celular es aquella que, al activarse la función de cada sistema, enfatiza la identidad y diferencia de cada operación. Esta función de la memoria se acopla a la memoria del sistema neurológico, de acuerdo con aquello que activa cada función orgánica. Así, es posible afirmar que la disminución en la eficacia de los acoplamientos entre los sistemas orgánicos y el sistema neurológico -y también el orgánico- da cuenta del paso del tiempo en términos de la intensidad permanente, producto de los acoplamientos permanentes entre ellos.

La sobreexposición que sustenta el mantenimiento de la vida fungiría como el principio de desgaste operativo orgánico que se erige paradójicamente como resultado de la reproducción de la vida misma. En esta dirección, el acoplamiento entre los procesos orgánicos, el registro de los mismos por el sistema neurológico y la conciencia queda registrado en la construcción de la vivencia,12 por lo menos, como catalizador más inmediato. De tal manera, sin que los procesos orgánicos -que son entorno de la conciencia- puedan traspasar su especificidad e imponerla a la psique en la reproducción permanente de la conciencia, ésta los registra como distinciones que acontecen. Precisamente, por el acoplamiento que ésta tiene con el sistema orgánico, mediado por el sistema neurológico.

La memoria, en su acoplamiento con los diferentes planos que implican la comunicación, está orientada por la interpenetración de sistemas orgánicos, neurológicos, psíquicos y de ellos con el orden social. La interpenetración indica las contribuciones particulares de los sistemas en el entorno de la comunicación. En términos de la memoria, esto implica que los acoplamientos sistémicos, a partir de su clausura, también en este dispositivo consideran el afuera, no sólo para protegerse de él, sino para ponerse a su disposición sin romper su clausura. Ello apunta al acoplamiento con órdenes de mayor complejidad. En otras palabras, es la disposición de complejidad la que se pone a disposición del otro. Esto es la penetración por la complejidad de los otros órdenes.

Aquí, el olvido y el recuerdo consolidan los límites sistémicos hacia el interior y exterior. Esto desde el requisito indispensable que entre sistemas uno siempre es el entorno de otro. Desde el recuerdo, se consideran los diferentes planos de complejidad social y el reimpregnamiento de condiciones permanentes para la combinación social. No sólo está disponible en términos de combinación social, sino en rediseño y conectividad para la selectividad de pasados y futuros distintos. La memoria, en términos globales, recuerda la especificidad de la individualidad. Determinada en buena medida por la particularidad de los acoplamientos sistémicos y por la manera en que se acopla a la comunicación, el individuo, sin preguntarse por la enorme cantidad de procesos que atraviesa su constitución, los da por sentados.

La interpenetración también acentúa la diferencia de los sistemas. De acuerdo con esto, la memoria de cada uno de ellos recuerda su diferencia y, por ello, “los límites de un sistema pueden ser adoptados en el campo de operación del otro”.13 Bajo esta condición de operatividad, la memoria, al discriminar lo que el sistema no es, además de enfatizar la especificidad del sistema, requiere dar cabida a esta adopción de límites en su campo de operación sin confundir, traslapar o romper la especificidad del sistema propio.

La memoria del sí mismo realiza la diferencia de la comunicación con la conciencia. Este principio opera en la reproducción de la conciencia, donde ésta es el “sí mismo” que refuerza la memoria y en este proceso también la comunicación se realiza. Si se habla de la selección de las estructuras, entonces, la función de la memoria está siempre presente y se bifurca en dos direcciones: la que corresponde la unidad operativa del sistema y la que afecta el proceso de interpenetración sistémica. Para argumentar esto, baste recurrir a su “posición” operativa sobre la propia estructura. Así, no sólo se selecciona la estructura, sino el mecanismo que constata la función de la operación, es decir, la memoria. En esta misma dirección, Luhmann afirma que la diferencia y el encadenamiento entre autopoiesis y estructura son condición de la interpenetración entre sistemas orgánicos-psíquicos y sociales.

La interpenetración apunta al principio de inclusión sistémica al acogerse a la recepción de complejidad de un sistema por otro diferente. Tal proceso no puede eludir la presencia inmediata de su otro lado, es decir, de la exclusión. El principio está catalizado porque la interpenetración obliga a que los sistemas tengan que distinguirse entre sí para posibilitarla. En este sentido, la memoria, desde el lugar de la función del sistema, afirma la diferencia de este respecto de otros, mientras puede identificar la complejidad que de ellos se produce. En este punto de la reconstrucción de los sistemas en torno a la memoria, la implicación directa de las estructuras en la interpenetración va perfilando por qué la estructura obliga, como el tiempo, a articular un apartado dedicado a su papel en este proceso.

La interpenetración de los sistemas de sentido es el medio parar definir los procesos de socialización. Al recuperar el esquema que es la memoria, podemos observar la disponibilidad entre ambos sistemas, desde la interpenetración de los sistemas en su conjunto. Al mismo tiempo, en el ámbito de la socialización, la función del esquema de la memoria trabaja en relación con la sociedad, pero también considera los requisitos de las funciones parciales de los sistemas.

Desde estas líneas, la manera general para definir la socialización se considera como un proceso que forma el sistema psíquico y el comportamiento controlado del cuerpo del ser humano. En dicho procedimiento, la interpenetración funge como medio para ello. La socialización, por lo tanto, es producto de la autosocialización de los individuos. La autorreferencia basal apunta a la interpenetración de los sistemas que definen a los seres humanos y la reproducción divergente refiere a las diferencias de la interpenetración. Desde la perspectiva sistémica, el peso de la diferencia está colocado en los sistemas de sentido y la manera en que se interpenetran.

Los principios de operación de los sistemas psíquicos consideran que, mientras la conciencia exista, “la individualidad es absoluta y está petrificada”. Esto es el resultado de diferencia y limitación de requisitos en torno a los cuales se estructura la clausura del sistema psíquico. La función que cumplen es discriminar entre representaciones de enlace frente a los contenidos de conciencia, donde las representaciones conservan su disponibilidad y accesibilidad dentro de repertorios limitados por el sistema. Al volver sobre estos principios operativos de los sistemas psíquicos, se observa la contundencia de la clausura individual.

La identidad y autonomía de la psique y de la individualidad se construyen en torno a esta configuración de los límites del sistema. De tal manera es posible observar la función de la memoria en tres momentos diferenciados. El primero remite a la distinción que hace operativa la conciencia desde el primer momento en que se separa entre representaciones de enlace de contenidos de conciencia. Ahí, el sistema distingue operativamente la producción de los enlaces entre las representaciones y los contenidos. Nuevamente, esto es el resultado de la implementación del olvido/recuerdo de la memoria. El segundo momento refiere a la propia disponibilidad y accesibilidad para la producción de representaciones con las cuales cuenta el sistema. La memoria en torno a este doble dispositivo garantiza sus condiciones de reproducción. Finalmente, el camino a la construcción de la identidad y la autonomía cierra las diferentes fases internas de la reproducción del sistema.

El punto de llegada se presenta en torno a la unidad de referencia que estructura su propia reproducción. La memoria entonces apela a dicha unidad de referencia que construye identidades diferenciadas en la simultaneidad de la reproducción de la psique. Incluso, el principio de observabilidad y autodescripción de la conciencia acontece si el propio sistema puede organizar la diferencia y la limitación. La función de la memoria también implica que el sistema pueda observarse a partir de las diferencias entre los distintos órdenes que lo estructuran. Esto sucede específicamente cuando el sistema integra diferencia y limitación, al imaginarse a sí mismo.

La persona es el constructo comunicativo de la modernidad, el puente que hace posible el acoplamiento entre la conciencia y la comunicación. Persona es el elemento que le permite a la teoría de sistemas tomar distancia de las definiciones como sujeto, individuo, ser humano e incluso de los usos conceptuales de la persona previos al que él acuña. Uno de los argumentos más importantes para proponer un concepto que responda a las demandas conceptuales y teóricas es la necesidad de resolver la diferencia entre la conciencia y la comunicación.

La persona es el elemento donde es posible observar la diferencia y el acoplamiento entre los sistemas orgánicos, neurológicos y psíquicos, en el acoplamiento que establece con la comunicación. Los términos en los cuales se presenta permiten diferenciar, sin anular los diferentes órdenes a los que compete cada uno de ellos. Una de las ganancias para la teoría es la posibilidad de no disolver la comunicación en la conciencia cuando define cómo se reproduce la comunicación, en la interacción cara a cara. La otra consiste en mostrar que, precisamente porque los sistemas están clausurados y acoplados entre sí, los individuos son entorno indispensable de la misma.

La memoria comunicativa no es una unidad que se impone desde la comunicación a todos los órdenes en torno a los cuales se definen los individuos-personas, pero tampoco lleva a presuponer que trabaja como una entidad que, desde la conciencia, se derrama a los diferentes órdenes. Si se procediera de esta manera, se desdibujarían las diferentes memorias y ella acabaría difuminándose. Esta última apreciación es sustentable desde la propia construcción teórica, debido a que, por la necesidad de los sistemas de mantener su especificidad, requieren mecanismos auxiliares que enfaticen su especificidad. De tal modo, la memoria es uno de ellos, sobre todo en el plano de la interacción, por la necesidad que tienen los individuos de sustentarse en este plano como personas que no pueden renunciar a su individualidad.

Incluso, al retomar que alter y ego son posiciones comunicativas y no entidades inamovibles de comunicación, el mecanismo auxiliar que es la memoria hace posible que puedan cambiar indistintamente de posición, sin que eso altere el acontecer de la comunicación. La premisa central es el entendimiento de la comunicación entre dos entornos de la comunicación, individuos que, conforme acontece la propia comunicación, se construyen como personas y, simultáneamente, son entornos uno de otro. Esto queda enfatizado por la imposibilidad de romper la clausura operativa, en tanto la comunicación continúa.

La memoria se considera como un mecanismo evolutivo porque en los sistemas sociales tiene como función preparar las condiciones operativas para que el sistema identifique sus operaciones y pueda continuar su reproducción. La preparación de la memoria consiste en constatar que la identidad del sistema en torno a la que acontece su operación permanece en los mismos términos. Para la teoría, esto es la representación del pasado del sistema como su presente asumido, a partir de la cual el futuro se integra al presente. En esta dirección, se formula la preparación previa de los sistemas para la ejecución de sus operaciones.

De manera más puntual, la memoria está a cargo del procesamiento masificado de procesos muy pequeños que articulan al propio sistema. Por esta labor, la teoría afirma que la memoria corre por la estructura sistémica. La referencia general está volcada sobre la identidad del sistema, mientras las referencias particulares están puestas en los microprocesos sobre los cuales corre. Si a ello se agrega que el sistema no puede parar en el tiempo porque esto significaría su extinción, entonces hay que sumar que sucede siempre en el presente.

Así, desde este referente general, la teoría sostiene que entre tiempo y memoria existe una relación circular. Si se tiene presente que el tiempo de la sociedad es producto de la propia sociedad, de nuevo, aparece la contemporaneidad entre la memoria y el tiempo. Esta relación es el eje central que estructura los elementos que definen a la memoria y la función que sostiene en el sistema.

La preparación previa del sistema lleva a considerar la diferencia temporal entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro, de acuerdo con las operaciones del sistema. Si se habla de la sociedad, la comunicación, sus diferentes planos y mecanismos orquestan las referencias temporales. La primera consideración es que la comunicación es un acontecimiento que, en esa calidad, sucede en presente y el recuerdo de sí misma no queda en ella. Su fijación recae en el sistema y en todos los mecanismos que él mismo ha diseñado, de tal manera que, si se piensa en el recuerdo y olvido de sí misma, entonces se recurre a la memoria, se fija, pero sólo como resonancia sistémica.

La memoria tiene que ver con la preparación previa del sistema para el mantenimiento de su autopoiesis. Al futuro se le deposita la función de orientación y solucionador de la incertidumbre producida por el sistema, aquella que requiere para garantizar su reproducción, pero que necesita controlar para no romper sus límites. La memoria recuerda esta doble función estructurante sistémica sin bloquearse temporalmente. Esto porque recuerda lo indispensable que resulta la incertidumbre y la complejidad. Simultáneamente, recuerda que hay límites que contienen los excesos de las mismas para no desbordarlos.

De tal manera, el recuerdo está estructurado en términos de la diferencia que existe entre ambos, pues, basalmente, es la función del sistema la que determina esto. La memoria bifurcada14 desde esta diferencia lo afirma. El cierre en la afirmación produce la impresión de que el tiempo se compacta. Pero, con mayor propiedad, el tiempo es el presente y en su operación permanente anula la diferencia entre ellos porque él impera. Sin embargo, la posibilidad del presente operativo está en que él no se sobrecarga de elementos, recursos, acoplamientos, mecanismos. La disgregación de los mismos es lo que garantiza su operación. En esta dirección, la memoria es el cierre de consistencia de los diferentes planos donde se produce y distribuye la función del sistema.

4. Memorias del trauma, en transición y estabilización

La segunda sección del trabajo aborda los momentos de la memoria durante el sucederse del trauma, la transición del evento hacia la recuperación física, psíquica y social. Finalmente, reflexiona sobre supuestos para la recomposición de los marcos sociales de la memoria. Esta última sección permite explorar la forma en que se define la sociedad donde se acopla el individuo.

Los marcos para comprender la memoria durante el acontecimiento de un trauma físico por exposición al fuego permiten desdoblar y densificar el tiempo del propio acontecimiento. No en tanto éxtasis, que se prolonga o que construye su secuencialidad propia, sino recuperando las formas en que los sistemas lo afrontan. A partir de ahí, la memoria del acontecimiento apela a los recuerdos más profundos de los sistemas orgánicos, alerta al sistema y, en tanto alerta, produce una paradoja en el sistema. Por una parte, suspende la condición habitual que permite su reproducción; por otra, la contracción del sistema es la pauta para catalizar los recursos basales para que se mantengan. Al ojo de un observador, aparece desvalido, el cuerpo ha sido vulnerado, pero, en tal invalidez, se desencadenan mecanismos de defensa. La memoria del cuerpo, de los substratos del cuerpo que articulan los sistemas orgánicos, constituye la memoria del acontecimiento.

El paciente, en este caso el niño, está vulnerable, lábil, en estado activo de supervivencia, tanto fisiológica como psicológicamente activa para responder a cómo sobrevivir al acontecimiento. El recuerdo consolidado de los sistemas orgánicos sobre cómo preservarse, gatilla el metabolismo. Éste retrae o secuestra los sustratos necesarios para ponerlos a disposición de cada sistema, en el momento determinado -super energía para preservar las células, grasa, músculo, entre otras- de cada una de las etapas o pasos metabólicos que son necesarios para mantener con vida a la persona que sufrió la lesión. De esta manera, se preserva la vida.

Con lo anterior, se suceden recuerdos que colocan en un horizonte a quienes reproducen la situación normal del cuerpo y sus sistemas. El tiempo de la memoria del acontecimiento es la simultaneidad asociada con la capacidad de disponibilidad de recuerdos colocados en los recursos latentes de los sistemas orgánicos para su preservación. Aquí, no es condición de sentido, sino de condiciones que afectan la vida.

Una de las secuelas del acontecimiento es la instalación de nuevos recuerdos que, a partir de él, se reproducen en el afectado y en aquellos que fueron testigos. En ese sentido, se produce un efecto dominó en quienes estuvieron presentes en el acontecimiento y despierta una memoria anclada al miedo por lo ocurrido, lo vivido, y se abren a la incertidumbre de lo venidero. Las selecciones de la memoria oscilan entre el símbolo del pensamiento y la comunicación, con la misma relevancia que los recuerdos sin sentido que vuelven, prioritariamente, sobre las condiciones biológicas para mantener la vida. Los acoplamientos entre las memorias: biológicas, psíquicas, sociales (personales y subjetivas) se alteran, pueden contraerse, retraerse.

En este vaivén, interfieren las memorias no simbólicas, donde la primacía está en mantener el entorno de la sociedad, es decir, la vida. En este contexto, se desencadena un estado de alerta generalizado, que se caracteriza por modificaciones, como ansiedad. Esto significa que, clínicamente, la persona no puede controlar ni integrar lo que aún no ha ocurrido y los procesos cognitivos se anclan a los temores. Ello genera inquietud, incertidumbre, incredulidad y derrotismo. De tal modo, la persona se muestra poco combativa, no resiliente, y se presentan patrones de conducta atípicos. El acontecimiento remite a memorias emergentes cuya función es restablecer el acoplamiento entre los sistemas orgánicos y los sistemas psíquicos. La colocación tanto de la memoria psíquica como orgánica está en los sistemas de inmunidad, donde emociones y sentimientos trabajan para afrontar la desestabilización.15

La concepción biopsicosociológica se considera como una suma de acoplamientos intersistémicos, orgánicos y de sentido. En este caso, permite la observación médica sobre el niño que atraviesa el trauma, en el entendido de que la exposición al fuego es un acontecimiento que lo afecta de manera conjunta, pues se modifican las condicionantes sociales, psíquicas y orgánicas.

A partir de estas modificaciones, se propone una cartografía de la memoria, donde se recurre a los requisitos mínimos para garantizar que permanezcan las funciones del niño. Éstos son los enlaces de elementos, la construcción y afirmación de relaciones, la distinción del tiempo antes/después, así como la función de operar y observar en los límites de los sistemas. Para ello, se toman en consideración la vida, el sentido y, entre ambos tipos de sistemas, los acoplamientos estructurales.

Los instintos de preservación -modificación de los patrones biológicos- son recursos que alimentan la memoria inmediata, instaurando una cartografía de la memoria del acontecimiento. Ésta se distingue porque pone respuestas fisiológicas a disposición de los sistemas orgánicos. De tal modo, las respuestas se evidencian con los cambios medibles en los patrones que caracterizan. Por ejemplo, la respuesta metabólica al trauma consiste en hiperglicemia, aumento de frecuencia cardiaca, aumento de frecuencia respiratoria, prioridad en los órganos blanco o diana (permiten que el organismo opere): cerebro, corazón y riñones. Así, las distinciones en las cuales se enfoca la memoria son aquellas que están en la frontera de la vida.

En el contexto de la cartografía de la memoria del acontecimiento, el otro lado remite a las condiciones que enfrentan los sistemas de sentido. La profundidad operativa del acontecimiento permite afirmar que el foco de atención en los sistemas de sentido está en las emociones y sentimientos, es decir, en los sistemas inmunológicos del sistema neurológico (emociones) y del sistema psíquico (sentimientos). La prioridad es operativa, en particular, al cimbrar el acoplamiento entre ambos sistemas, sus memorias se acoplan en el momento basal, que les permite responder frente a la amenaza de la vida, en este caso, no sólo como un acontecimiento, sino como una condición básica.

Desde el lado de los sistemas psíquicos, es posible la reproducción exacerbada de la conciencia imaginada, es decir, la simulación autoprovocada de percepción.16 Entre tanto, la figuración se define al utilizar los medios espacio y tiempo porque ahí se ve más allá de lo inmediatamente dado, más allá de la constitución de horizontes espaciales y temporales. Al mismo tiempo, elimina aquella información acerca de la propia ubicación espacio/temporal. Esta forma de observar a la conciencia es un recurso para pensar en una cartografía de la conciencia durante el evento traumático. Esto es debido a que, en la vivencia del evento, la conciencia va más allá de lo inmediato, más allá de la constitución de horizontes espaciales y temporales, acotados al momento y tiempo del acontecimiento.

La memoria del sistema psíquico en la figuración pliega las distinciones de sentido a su sistema inmunológico, sin romper la clausura; establece puntos de resonancia para amplificar/disminuir las emociones y su intervención en la preservación de la vida. Al mismo tiempo, éstas pueden desbordarse o exacerbarse, pero también es posible que la atención se concentre en puntos nucleares, para responder o contraerse frente al acontecimiento. Las percepciones pueden dirigirse hacia la focalización de acciones que le permitan preservar la vida, reaccionar de manera más acotada o, simplemente, paralizarse. La condición en la que trabaja la memoria es la inmediatez, esto es, la prioridad operativa del sistema; no produce procesos de observación dilatados sobre el acontecimiento, su atención y percepción se dirigen al afrontamiento.

El ser humano, su individualidad y personalidad están ahí, con las secuelas inminentes y evidentes del acontecimiento. Frente a ellas emergen las estrategias médicas, aquellas generalizadas en la especificidad del sistema de la medicina, donde los protocolos de intervención trazan estrategias inmediatas, con el objetivo de asegurar la vida; evitar, contener, revertir el deterioro de la vida, de los sistemas orgánicos, psíquicos.

Las memorias que se ponen en juego atraviesan los diferentes planos: societal (sistema de la medicina), organizacionales (los protocolos de atención en función de aquello que hay que preservar), interaccionales (aquellos que se construyen en torno al suceso). En el entorno, las interacciones pueden interpelar al núcleo inmediato: a qué se dedica por aquello que quemó, por qué es más importante cierto factor de riesgo, conducta de riesgo (social) base instintiva (duda, reto, exceso de confianza, conducta de riesgo).

Un segundo momento que aquí se propone se denomina memoria transicional, así denominada por la instauración de scripts,17 previstos para todo el proceso de reconstrucción, posterior al evento traumático. La memoria transicional atraviesa los sistemas que estructuran al individuo, a la persona y a sus subjetividades. Uno de los espacios donde se determinan los scripts es el hospital, a partir de una despersonalización del yo.18

Durante el tratamiento, el enfermo está vulnerable a cambios -obligados o no- en sus patrones de conducta. Éstos van generando en paralelo modificaciones en las estructuras cognitivas, de las cuales surgen la personalidad, la empatía y se apunta hacia un proceso de resiliencia. La apariencia física, como elemento hacia la memoria transicional; la mirada, como reflejo de la transición de la memoria del paciente; la reconstrucción y el remoldeamiento son el foco inicial. ¿Qué ocurre? Se presenta durante un periodo de tres días:

  • Aceptación del acontecimiento, medibles, corregibles sin falsas esperanzas: sufrieron accidente y quedaron lesionados.

  • Aceptación de consecuencias: funcional, estético, social (exclusión, estigmatización) condicionamiento, enfrentar retos con lo que quedó.

  • Reprogramación, blindaje. Equiparable con el acontecimiento, juego, intercambio de experiencias.19

El cuerpo se readapta a partir de secuelas físicas, procesos de compensación, carencias. En términos fisiológicos, sigue en adaptación. En la fase nutricional, se presentan sustitutos regenerativos para corregir el cuerpo de mejor manera. Se genera una cicatriz hipertrófica (programado genéticamente) y se da un condicionamiento, como generalización de nuevos elementos, enlaces y acoplamientos.

Posterior a la memoria transicional, se observa la emergencia de una insipiente memoria social en tres tiempos. Primero, crece en complejidad, es decir, densidad de relaciones que particularizan la percepción del acontecimiento. En segundo lugar, se vuelve sobre el acontecimiento como un reenactment y como un recuerdo que resuena. En tercer lugar, el entramado densificado de relaciones modifica la posición del individuo con el acontecimiento, es decir, se generan versiones, lo cual lleva a una permanente recreación que enfrenta aceptación/rechazo, incluso en quienes no hayan participado.

En el último de estos momentos -cuando el acontecimiento se convierte en un hecho- las memorias individuales y sociales perciben diferente el acontecimiento y se generan conductas, otros patrones, informaciones y desinformaciones que van a llevar a las personas a redirigir al entorno para producir el blindaje.20

Por su parte, el principio de exclusión por extrañeza es una construcción de estereotipos de soporte para la pertenencia, en este caso, a las sociedades segmento. Éstas, a su vez, generan estereotipos de inclusión y exclusión del segmento. En la reinserción en el segmento -donde se materializa la figura del rechazo como desprecio, estigmatización, rechazo, marca, desplazamiento, cancelación de la pertenencia- paradójicamente, se reproducen la lástima, la conmiseración y la sobreprotección.

La revictimización es una forma que rechaza/inserta, donde el individuo saca ventaja y se posiciona en un lugar único dentro del segmento, lo cual lo lleva a un proceso de victimización y revictimización. Cuando esta forma se desdobla, construye un proceso de dramatización y exageración momentánea, como schifter de desplazamiento, caracterizada por la vigencia permanente del acontecimiento.

Cuando caduca la conducta del individuo porque aparece otra respuesta, se habitúan y pierde validez, vigencia y legitimidad. Entonces, el segmento duda del individuo y se reactiva el rechazo. Después, vuelven los momentos iniciales de la reinserción, pero de acuerdo con el momento en el que se producen. El proceso se hace recursivo hasta que el individuo se reinserta en su segmento social, desde sus condiciones, aquellas posibilitadas por el proceso de reprogramación.

Dentro del contexto, la memoria social del acontecimiento en el segmento se reconfigura en la medida que él se reposiciona. El acontecimiento se representa como un hecho social, frente a él sólo hay observación, no modifica sus estructuras, que se conservan en las mismas condiciones previas al acontecimiento. Así, el cuerpo del individuo se marca por la reproducción personal y subjetiva de sus entornos, pero no las interviene, no hay precedentes para la prevención.

5. Conclusiones

Abordar desde la teoría de la memoria el trauma por exposición al fuego permite reconstruir las formas en que los individuos, en este caso los niños, atraviesan del acontecimiento a la reestabilización de sí mismos (individuos) y sus entornos sociales: personalidad, roles sociales y subjetividades. Esto, en particular, si el foco de atención son las formas en que la memoria cumple su función y recurre a las funciones más basales de los sistemas para su preservación. Al respecto, se observa cómo analíticamente se pueden distinguir los sistemas implicados en este largo proceso.

La exposición al fuego deriva en un evento traumático,21 trastoca los órdenes internos de los sistemas orgánicos con la psique y las lógicas que estos sostienen con la sociedad. Tal suceso es una escisión para la relación de la memoria con la identidad. Éste atraviesa una doble frecuencia de afectación al trabajar con un grupo etario de 5 a 15 años, pues ellos están en un proceso de primera construcción del sí mismo. El acontecimiento es un alto que marca un antes y después del propio proceso e interpela la construcción del sí mismo.

Técnicamente, se rompe la disposición del acoplamiento que tiene a su cargo el sistema neurológico,22 el cual decodifica operaciones orgánicas para la psique, que es el sistema de sentido. El dolor emerge23 y se manifiesta a través de los mecanismos de su producción en los planos físico y emocional. El patrón trasversal, que es el acoplamiento de los sistemas orgánicos con los sistemas psíquicos, resulta de la exposición sostenida al dolor. Éste cumple la función de alterar a los sistemas en busca de una respuesta, puede ser de defensa y emerge como recurso de preservación.

La primera alteración (acoplamientos orgánicos con la psique) interpela la relación entre la memoria y la identidad más inmediata, aquella que se registra en la decodificación de sistemas orgánicos/sistemas de sentido. La conmoción del dolor desborda la psique y afecta a los sistemas orgánicos, aún más de lo que la propia agresión lo hace.

El sustrato de supervivencia, de humanidad, se pone y lleva al límite. Si se interviene, entonces, los procesos de reconstrucción emergen. Para el individuo/persona, lo esperado deja de serlo, lo normalizado deja de serlo, es decir, lo habitual se vuelve ajeno. La identidad de la persona, los límites para la reproducción de la psique interpelan la “normalidad” donde se había reproducido. Como resultado, la normalidad social cuestiona al nuevo extraño.

Los ecos del acontecimiento afectan la relación memoria/identidad porque ésta no sólo se esgrime en el plano de la sociedad.24 La memoria, en su calidad de mecanismo auxiliar de los sistemas,25 garantiza su consistencia. La memoria atraviesa la disposición que define la identidad de los propios individuos, con altas probabilidades de que la diferencia entre los individuos esté a cargo de la forma específica que cada uno tiene de seleccionar y actualizar su sí mismo. La reproducción permanente de ese cierre es constatada por la memoria, de ahí su estrecha relación.

Dado que el artículo no presupone correlación de elementos, sino desdoblamiento de paradojas, estas conclusiones buscan producir un desplazamiento desde la pregunta inicial. La investigación pone en marcha el procedimiento trascendental kantiano que retoma la propuesta teórico-epistemológica de Niklas Luhmann para la ciencia, después de los giros epistemológicos de la década de los sesenta y setenta, para la producción de conocimiento científico y la validación de la ciencia.

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Sánchez, Mónica, ¿Cómo es posible la memoria social?: una reconstrucción desde las bases operativas de los sistemas sociales de la teoría de Niklas Luhmann, tesis de doctorado, México, Universidad Iberoamericana, 2013. [ Links ]

1Luhmann, Niklas, “Zeit und Gedächtnis”, en Soziale Systeme. Zeitschrift für Soziologische Theorie, Stuttgart, Universität Luzern, 1996, pp. 1-26.

2Las bases epistemológicas de esta manera de presentar un problema de investigación y la forma de operativizarlo procede de los planteamientos respecto de la ciencia de la sociedad, de acuerdo con la teoría de Niklas Luhmann (Ibidem).

3Ibidem.

4Luhmann, Niklas, Sistemas sociales. Lineamientos generales para una teoría general, México, UIA - Universidad Javeriana - Anthropos, 1998.

5Luhmann, Niklas, “Zeit und Gedächtnis”, op. cit., p. 6.

6Sánchez, Mónica, ¿Cómo es posible la memoria social?: una reconstrucción desde las bases operativas de los sistemas sociales de la teoría de Niklas Luhmann, tesis de doctorado, México, Universidad Iberoamericana, 2013.

7Luhmann, Niklas, Sistemas sociales…, op. cit, p. 251.

8Aquí se puede enfatizar la diferencia entre los sistemas inmunológicos de la comunicación y de la conciencia, de acuerdo a la configuración de su respuesta. El sistema inmunológico de la comunicación es el sistema de derecho, que desde la garantía de las expectativas normativas de la sociedad produce en el sistema de la sociedad los recursos necesarios para que esta responda al riesgo de su propia reproducción. En este sentido espera que el sistema genere los suficientes recursos para no ponerse en jaque. Las respuestas responden a un hipotético escenario. A diferencia de los sentimientos, que estructuran respuestas inmediatas que se avienen a los recursos disponibles y no predicen, ni vislumbran los resultados, las consecuencias, más allá de la garantía de la reproducción de la conciencia. Cfr. Idem, pp. 255-323.

9Idem, pp. 255-323

10Luhmann, Niklas, Sistemas sociales… op. cit., p. 250.

11Idem, p. 252.

12Esta forma de abordar la manera en que se acoplan los procesos y cómo las memorias trabajan en la conservación de la identidad de los mismos se presenta como otra entrada para reforzar la diferencia entre la vivencia y la acción que Luhmann desarrolla, para distinguir entre conciencia y comunicación. De tal manera, la vivencia que remite a la experiencia de la conciencia puede incluir la manera en que el acoplamiento del sistema neurológico con el orgánico queda registrado en el acoplamiento de este último con la conciencia. Para la exposición de la diferencia entre vivencia y acción cfr. Luhmann, Niklas, Sistemas sociales… op. cit., pp. 96-99).

13Idem, p. 205.

14La noción “bifurcada” se emplea en el mismo sentido de irreversibilidad del tiempo en el acontecimiento comunicativo. De tal forma, la memoria es temporalmente irreversible porque ella no provee el acceso a los contenidos del recuerdo, sino sólo la marcación desde la cual se recuerda. Procede de la función del propio sistema, pues, de lo contrario, la memoria no solamente recordaría, sino que recordaría lo que hay que recordar, asumiendo una doble función. Por los alcances de la segunda, llevaría a bloquearla de manera permanente, sería como exigirle recordar y recordar qué recordar. La memoria remite al recuerdo general, pero no incluye todos los mecanismos ni cómo tiene que recordar cada uno.

15Luhmann, Niklas, Sistemas sociales…, op. cit.

16Luhmann, Niklas, Comunicaciones y cuerpo en la teoría de los sistemas sociales, en prensa, 2005.

17Luhmann, Niklas. “Zeit und Gedächtnis”…, op. cit., pp. 1-26.

18Goffman, Erving, Frame analisys: los macos de la experiencia, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas - Siglo XXI, 2006.

19García Dobarganes, E. y Gerardo, J., Entrevista sobre los procedimientos en la atención y restablecimiento de pacientes que han atravesado por un trauma por exposición al fuego, Guanajuato, 2017.

20Ibidem.

21Término empleado en sentido clínico.

22El sistema neurológico es el encargado de acoplar los sistemas orgánicos con el sistema psíquico, el cual es un sistema de sentido. Por la relevancia que esto tiene para la investigación, se introduce la problemática de las emociones y los sentimientos. La dimensionalidad sobre este acoplamiento considera al dolor como activo presente.

23Ferrandiz Mach, Marta, Fisiopatología del Dolor, Barcelona, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, 2006.

24Luhmann, Niklas, Sistemas sociales…, op. cit., pp. 215-257.

25Luhmann, Niklas. “Zeit und Gedächtnis”…, op. cit., pp. 1-26.

Recibido: 22 de Mayo de 2018; Aprobado: 13 de Agosto de 2018

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