INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas el turismo a escala mundial ha adquirido mayor relevancia en la economía de algunos países; en este sentido, México se ubicó en el noveno lugar por llegadas de turistas internacionales en 2015, con 29.3 millones de turistas, y en el continente Americano ocupó el segundo lugar solo detrás de los Estados Unidos (UNWTO, 2016). En México es una actividad económica por demás importante; en 2016 contribuyó con 7.4 % del Producto Interno Bruto (PIB) y generó 4 059 500 empleos directos -7.9 % del empleo total- y se prevé que crezca 2.6 % en 2017 (World Travel & Tourism Council, 2017). A pesar de estos logros, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD, 2017) menciona que en México el modelo turístico actual se encuentra en una etapa madura, que sus impactos económicos son muy específicos y que su contribución al desarrollo es limitada. Sugiere que se implemente un modelo que busque el desarrollo de otros destinos y la diversificación de nuevos productos turísticos, rutas y clúster.
Pero esta estrategia de diversificación debe ser complementaria del producto existente de sol y playa y no debe considerarse un sustituto del mismo. En este contexto debe desarrollarse una cartera diversificada y con un mayor valor de productos turísticos, con un enfoque de mercado que aproveche al máximo los diversos recursos turísticos, que incluyan la gastronomía, los productos ecológicos, de aventura, de reuniones y el turismo médico. Aunado a la diversificación turística y a la crisis del sector agropecuario emerge el turismo rural, como una estrategia para disminuir la problemática de bajos ingresos y empleos precarios en las comunidades rurales (CONEVAL, 2015; Torres y Padilla, 2015). En la actualidad el turismo rural constituye una forma alternativa de hacer turismo, con entidad propia, donde la principal motivación del turista se centra en el contacto con el medio rural o con sus recursos (Del Barrio et al., 2012). Es por ello que el turismo rural se convierte en nuevo paradigma para promover el desarrollo en los territorios rurales.
Con respecto a la actividad turística que se desarrolla en los espacios rurales, se considera que es compleja e incipiente; en países desarrollados, como España, aporta cerca de 20 000 empleos directos y la oferta de servicios crece a un ritmo anual de 16% (Instituto de Desarrollo Comunitario, 2015). En América Latina el turismo rural ha crecido de 10 al 15 % entre 1996-2006 (Europraxis, T&L Tourism Leisure and Sports, 2012). Para el caso de México, en 2009 existían un total de 1239 empresas y proyectos orientados a atender el ecoturismo y turismo rural, y el estado de Oaxaca ocupaba el tercer sitio con mayor oferta de turismo rural, solo por detrás de la Ciudad de México (Juárez et al., 2009). También el estado de Oaxaca se destaca por su riqueza cultural y natural; posee 16 grupos etno-lingüísticos, zonas arqueológicas, expresiones artísticas, gastronómicas, musicales, diversidad geográfica, ecosistémica y biológica (Herrera et al., 2014), lo que lo ubica como una entidad con potencial turístico. El objetivo de la investigación fue analizar los recursos agroturísticos, culturales, naturales y la infraestructura que poseen las personas para la prestación de servicios turísticos en los municipios de San Miguel Amatlán y Santa Catarina Lachatao, en el estado de Oaxaca. La hipótesis que guía el trabajo señala que es posible la implementación del agroturismo en los municipios de estudio por la existencia de una gran cantidad de atractivos turísticos y, con ello, la posibilidad de generar ingresos adicionales a la agricultura.
Turismo rural y agroturismo como impulsores del desarrollo local
Con el impulso del modelo económico posfordista el turismo tradicional o de masas entró en una fase de madurez y en un proceso de cambio en busca de la competitividad para satisfacer las nuevas necesidades y preferencias de los turistas. En este contexto toma relevancia el modelo denominado turismo alternativo, que busca brindar atención personal y hacer paquetes a la medida de los turistas; estos factores son más importantes en la elección del destino, además de que el turista busca vivencias y experiencias únicas, no repetibles, personales, en un entorno de calidad (Méndez et al., 2016). En esta modalidad turística destaca el turismo rural; Zambrano et al. (2017) lo describe como una actividad turístico-recreativa complementaria a las actividades agropecuarias tradicionalistas, donde se pretende convivir con los habitantes de las comunidades y pueblos rurales bajo una perspectiva de conservación y respeto por el ambiente y sus recursos naturales y socioculturales (Varisco, 2016).
El rasgo distintivo de los servicios y productos de turismo rural en general y del agroturismo en especial es el deseo de ofertar a los visitantes la oportunidad de disfrutar del entorno físico y humano de los espacios rurales y, en la medida de lo posible, participar en las actividades, tradiciones y costumbres de la población local (Szmulewicz et al., 2012). Al turismo rural se le atribuyen elementos positivos, como la preservación de los hábitos, valores y estilo de vida (Baltazar y Zavala, 2015), al incidir en la revalorización de las culturas nativas y en la recuperación de los productos autóctonos (Díaz-Carrión, 2013; Escobedo, 2014), además de impulsar la diversificación económica como una estrategia para promover el desarrollo local y regional (Juárez et al., 2009), al permitir valorizar el trabajo de los pequeños agricultores en donde ellos son los actores (Garin, 2015; Pariente et al., 2016).
En este sentido, el desarrollo local es definido por Fonseca y González (2015) como un proceso de crecimiento económico y de cambio estructural que conduce a una mejora en el nivel de vida de la población local, en el que se pueden identificar tres dimensiones: una económica, en la que los empresarios locales usan su capacidad para organizar los factores productivos locales con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados; otra, sociocultural, en la que los valores y las instituciones sirven de base al proceso de desarrollo; finalmente, una dimensión político-administrativa en que las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable y protegerlo de interferencias externas e impulsar el desarrollo local.
Bajo esta visión del turismo rural se estaría en la posición de que con su impulso contribuiría de manera directa al desarrollo y al bienestar rural, a través del incremento del empleo rural no agrícola, de los salarios, en la reducción de la pobreza y mejora de la salud y la educación (Massam y Espinoza, 2010), es decir, que contribuiría al mejoramiento de la calidad de vida de la población rural. Se estaría hablando del desarrollo rural territorial en donde la agricultura deja de ser la actividad principal de la economía de las familias, para diversificar la fuente de ingresos provenientes de empleos rurales no agrícolas como el turismo.
En las distintas modalidades de turismo rural se menciona al agroturismo, el cual también contribuye al impulso del desarrollo de las zonas rurales por su capacidad de favorecer a la generación de ingresos adicionales a la agricultura (Andrade y Ullauri, 2015; Morales et al., 2015). Por ello se considera que es una estrategia para impulsar el desarrollo de las zonas rurales (Apodaca-González et al., 2014; Morales et al., 2015), pero el desarrollo en general y en específico las actividades de recreación y el turismo no se dan sin altibajos, lo que incluye altos costos sociales, y se diría que beneficia a una minoría que detenta el poder local o regional (inversionistas), marginando a la población que detenta los recursos turísticos. Entonces, el turismo rural es aprovechado por personas ajenas a la comunidad y los agricultores son excluidos, y solo son aprovechados como empleados con bajos ingresos (Pérez et al., 2010), por lo que es necesario el empoderamiento de las familias campesinas, así como la participación activa de la población local y liderazgo municipal.
Se considera que el agroturismo será una estrategia de desarrollo local, si la política pública selecciona a los pequeños agricultores como los gestores y operadores de las actividades turísticas, pero para ello se tienen que diseñar programas que fomenten las actividades complementarias, como la planificación territorial turística (infraestructuras y superestructuras turísticas), legislación y reglamentación turística, y el fortalecimiento de las instituciones relacionadas con el sector turístico, además de la realización de estudios técnicos-económicos de factibilidad financiera y social, pero bajo un esquema no masificado o convencional para estimular la preservación de la biodiversidad y del patrimonio histórico cultural (Meave y Lugo-Morín, 2016).
Es importante destacar que las prácticas agrícolas de los pequeños productores se identifican con las comunidades indígenas que han demostrado a través del tiempo que contribuyen a la preservación de la biodiversidad, ya que existen identidades socioculturales en las que el medio ambiente y la biosfera han permanecido por encima del sistema social, y este por encima del económico (Vara y Cuéllar, 2013). Un ejemplo es el paisaje rural, el cual se considera una construcción social resultado de una combinación del entorno natural y los modos de producción, que se visualiza a través de las viviendas y actividades agrícolas, recursos importantes para el desarrollo agroturístico. Ello implica que el agroturismo debe enmarcarse en los ámbitos de la sustentabilidad y sostenibilidad, responsabilidad que recae sobre el propietario del lugar, visitantes y turistas (Andrade y Ullauri, 2015), y solo así se permitirá brindar oportunidades de generación de ingresos a este tipo de actores sociales de manera sostenible.
El agroturismo al igual que el turismo rural emerge en algunos espacios rurales, debido a que la agricultura campesina no genera los ingresos suficientes para sostener la unidad de producción y de los miembros de su familia. Esto en parte se explica a que el sector primario productor de granos básicos es excluido del modelo neoliberal, ya que este modelo económico busca una evidente tercerización de la economía. A pesar de esta tendencia económica de bajos precios de los productos agropecuarios, la producción agrícola, la producción pecuaria y forestal sigue siendo la principal actividad económica en los espacios rurales productores de granos básicos; ante esto se considera que sería importante diversificar sus actividades económicas mediante el impulso de la agro-industrialización de los productos agropecuarios, producción de artesanías y la participación de la población local en actividades agroturísticas que permitan impulsar empleos e ingresos rurales no agrícolas (Juárez et al., 2009) desde la multifuncionalidad de la agricultura, como lo retoma Acevedo-Osorio (2016).
En este contexto, De Olivera et al. (2012) consideran que los agricultores rurales deben involucrarse en actividades turísticas en sus propiedades, ya que al turismo se le atribuyen elementos que pueden contribuir a incrementar los ingresos, agregar valor a los productos y diversificar las actividades económicas. Por ello, Juárez y Ramírez (2011) destacan que el agroturismo debe impulsarse en los espacios rurales para aprovechar los recursos paisajísticos y culturales que tienen los productores. Aquí se busca que el turista forme parte de la vida social, cultural y productiva del espacio que visita, donde se promueven u ofertan actividades, tales como la preparación de alimentos (Paül y Araújo, 2012), constituyéndose la gastronomía rural en un punto de encuentro entre la agricultura y el turismo. También se promueven talleres de artesanía, intercambio de idiomas, conocimiento y uso de plantas medicinales, la participación en actividades agrícolas, así como en el conocimiento y atención de las especies animales que existen en las unidades de producción familiar.
METODOLOGÍA Y ÁREA DE ESTUDIO
La investigación se realizó en los municipios de Santa Catarina Lachatao y San Miguel Amatlán, ubicados al noreste de la capital Oaxaqueña en la Sierra Juárez, Distrito de Ixtlán, entre las coordenadas geográficas 17° 06’ 05” y 17° 17’ 32” N y 96° 20’ 41” y 96° 32’ 24” O a una altitud entre los 2000 y 3200 m (Figura 1), y se caracterizan por poseer pequeñas localidades, conformadas por indígenas zapotecas. Cuentan con servicios públicos básicos como electricidad, agua potable y clínicas de salud. El municipio de San Miguel Amatlán cuenta con 1043 habitantes y Santa Catarina Lachatao 1307 pobladores. Ambos municipios tienen un grado de marginación alto y se encuentran adscritos al Programa para el Desarrollo de Zonas Prioritarias propuesto por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) para 2017.
En la investigación se realizó una revisión bibliográfica sobre los enfoques teóricos y conceptos de turismo rural y agroturismo. La investigación se realizó bajo el enfoque cualitativo y cuantitativo que, de acuerdo con Guerrero-Castañeda et al. (2016), sirve para dar soporte a la explicación de un fenómeno, conjuntando sus perspectivas del mismo para dar una visión amplia del fenómeno; ambas no se complementan como métodos, sino como producción de conocimiento.
Para cumplir con el objetivo propuesto en la investigación se diseñó una metodología que se basó en la obtención de información mediante recorridos de campo, la entrevista estructurada, la cual se hizo a informantes claves y a personas con experiencia en cargos comunitarios, y cuestionarios a campesinos que fueron seleccionados aleatoriamente, con el fin de analizar y evaluar las características culturales, ambientales y socioeconómicas en los municipios de estudio. Para calcular el tamaño de muestra se utilizó la técnica del muestreo estratificado aleatorio, con una distribución proporcional al tamaño de cada municipio (Gómez, 1979):
donde N: Tamaño de la población; Ni: Tamaño de la población del estrato i;
Con:
Con una precisión de 15 % de la media y una confiabilidad de 95 %, el tamaño de la muestra fue de 81 entrevistados. En el municipio de San Miguel Amatlán se entrevistó a 22 y en Santa Catarina Lachatao a 59 campesinos dedicados a las prácticas agrícolas principalmente de maíz. Para analizar la información se utilizó estadística paramétrica y no paramétrica.
RECURSOS AGROTURÍSTICOS COMO IMPULSORES DEL DESARROLLO LOCAL
En la investigación se analizaron los recursos turísticos que se pueden ofertar de manera directa y que controla el agricultor, y los que existen fuera de la unidad de producción familiar. Se consideraron importantes las características generales de los potenciales actores turísticos (oferta) en el diseño de políticas y estrategias de planificación turística para el desarrollo de productos y su diversificación, el marketing y promoción, la inversión, el desarrollo de capital humano y la repercusión sociocultural y ambiental del turismo. En ese sentido, se encontró que los entrevistados tenían una edad promedio de 54 años, muy similar (54.6 años) a la reportada por la Secretaría de Agricultura, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (SAGARPA y FAO, 2014). Las familias están integradas en promedio por tres personas; se considera que son pequeñas comparadas con otros espacios indígenas, como la Sierra Nororiente de Puebla, que tienen en promedio 4.3 integrantes (Juárez y Ramírez, 2014). Tienen una escolaridad baja (6.3 años) comparada con el promedio nacional (8.9 años) para la población de 15 años o más en 2012 (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, 2015). La edad estuvo asociada negativamente al nivel de estudio, por lo que los agricultores de mayor edad poseen menor nivel de escolaridad (r=-0.60; p<0.01). Ello señala que en la población existe envejecimiento, que tiene bajos niveles de escolaridad, lo cual puede influir negativamente en la operación y gestión de proyectos turísticos.
Con respecto a los recursos turísticos que poseen los entrevistados se pueden mencionar los socioculturales y productivos. En los primeros destaca su idioma, en Amatlán (50 %) y en Lachatao (85 %) los entrevistados -adultos mayores- hablan zapoteco y castellano; estos resultados son similares a los reportados por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI, 2012) al señalar que los hablantes de alguna lengua indígena son por lo regular las personas mayores de edad, lo que indica que entre más jóvenes sean los agricultores menores probabilidades existen de que hablen zapoteco. A pesar de ello, tienen un importante recurso para incursionar en el turismo idiomático, donde la cultura es lo más importante por desarrollar, pero también induce a consumir servicios propios de la actividad turística, como transporte, alojamiento, restauración, excursiones, etcétera, elementos que brindan valor añadido a la enseñanza de un idioma.
Otro recurso importante en la actividad turística es el patrimonio cultural, ya que es considerado actualmente como un recurso turístico de gran potencial, y la patrimonialización de la “cultura alimentaria” ocurre ahora en el marco del turismo y de sus beneficios para el desarrollo local, por lo que la gastronomía rural es una parte importante en la cultura y se considera como un legado de las civilizaciones que forma parte de su identidad y refleja la vida de las personas (Xavier, 2017). La gastronomía en los municipios de estudio no es la excepción, la cual es rica y diversa, y representa una oportunidad para ofrecerse como producto gastrónomo-turístico; entre los platillos típicos de Amatlán destacan el amarillo y el mole de guajolote, mientras que en Lachatao son el chichilo de pollo y el atole colorado (chile y achiote). Estos son recursos turísticos que deben promoverse; Xavier (2017) afirma que la valorización de los patrimonios alimentarios locales tiene un rol económico y es un motor para los territorios de producción agrícola, proponiendo nuevas vías de desarrollo y construyendo nuevas formas de atracción territorial. Por su parte, Santana et al. (2012) encontraron que las actividades más buscadas por los turistas es la gastronomía; ya que la ven como una posibilidad para conocer la cultura de un lugar, y algunos se interesan en conocer y preparar los platillos, así como los rituales y hábitos asociados a su preparación.
Otro recurso turístico lo representa la medicina tradicional, que se centra principalmente en limpias espirituales, cuidados del posparto y curas del alma (sustos, ansiedad, temores), así como enfermedades estomacales y respiratorias; también proporcionan baños de temascal y sobas (masajes del cuerpo). Para preparar o realizarlos cuentan con una diversidad de plantas; reconocieron 45, entre las que están las más utilizadas para tratar dolores estomacales, como son el poleo (Mentha pulegium), la ruda (Ruta graveolens) y la hierbabuena (Mentha spicata). Cruz-Casallas et al. (2017) mencionan que el conocimiento ancestral ha sido históricamente utilizado por las comunidades indígenas en la soluciones de sus problemas de salud; por ende, la preservación de la medicina tradicional estará sujeta a las capacidades de trascender sus usos y prácticas de generación en generación y en la capacidad de incorporar efectivamente dichos conocimientos en los planes de vida de las diversas comunidades. En este sentido, la medicina tradicional se puede ofertar como un producto agroturístico, aprovechando la sabiduría de la medicina tradicional.
Otra atracción turística la pueden constituir las prácticas agropecuarias; Mas (2013) menciona que son actividades que atraen a los turistas. Por ello es fundamental conocer las características de la unidad de producción de los habitantes de Amatlán; ellos cultivan en promedio 1.8 ha y los de Lachatao, 2.08 ha, en un régimen de propiedad comunal. Este tipo de explotaciones se caracterizan por sembrar “milpa”, un sistema de producción basado en el cultivo de pequeñas extensiones donde cultivan fundamentalmente maíz (Nava et al., 2013). La unidad de producción es un bien familiar que puede considerarse como un recurso turístico por la siembra intercalada de cultivos, entre ellos diferentes tipos de maíces, frijoles, calabazas y otras especies, y como cultivos no intercalados destacan haba (Faba vulgaris), chícharo (Pisum sativum) y fríjol (Phaseolus vulgaris), lo que significa que existe riqueza paisajística en los agroecosistemas locales, pero también por sus prácticas tradicionales de manejo, ya que en la labranza de la tierra utilizan arados de madera tirados por animales. Este tipo de prácticas agrícolas pueden representar un atractivo para los turistas al evocar el pasado o historia y el respeto por la naturaleza en la producción de alimentos.
Otro atractivo turístico lo representan los huertos frutícolas, de tamaño variable y estructurado, como sistemas agroforestales, en los que predominan el manzano (Pyrus malus) y el durazno (Prunus pérsica), pero también se encuentran ciruelos (Prunus domestica) y peras (Pyrus spp.). El 88.9 % de los habitantes de Amatlán utilizan la cosecha obtenida para el autoconsumo. En Lachatao solo 3.6 % la destina a la elaboración de mermelada, ates y otros subproductos; el resto lo vende en la localidad.
También tienen toros que emplean como fuerza de tracción animal en las labores de cultivo y asnos para la carga. A nivel traspatio crían aves de corral, donde predominan las gallinas y guajolotes utilizados fundamentalmente para el autoconsumo. Estos son recursos turísticos que, de acuerdo con Morales et al. (2015), se pueden promover como productos agroturísticos a través del fomento de prácticas, como la alimentación de los animales de traspatio, previa ordenación de este espacio.
Los recursos turísticos que existen fuera de la unidad de producción familiar y que pueden ser complemento o el principal atractivo para los turistas son diversos y muy ricos. Los de mayor importancia son las especies de animales silvestres. Lavariega et al. (2012) reportan la existencia de 139 de ellas para la Sierra Juárez, la cual alberga 10 % de la riqueza natural del planeta (Palomino et al., 2016). Los entrevistados mencionaron que hay 22 especies de mamíferos en sus municipios, destacando tigrillo, venado, puma, pantera, gato montés y mono araña (Cuadro 1). La diversidad de especies identificadas por los entrevistados tienen un alto valor para los turistas, pero también se tiene que tener cuidado que este tipo de turismo sea altamente respetuoso con las especies animales.
Nombre común | Nombre científico | Nombre común | Nombre científico |
Tlacuache | Didelphis sp. | Comadreja | Mustela frenata |
Coyote | Canis latrans | Tejón | Nasua narica |
Armadillo | Dasypus novemcinctus | Zorrillo | Conepatus mesoleucus |
Tigrillo | Leopardus wiedii | Pecarí de collar | Pecari tajacu |
Ardilla gris | Sciurus aureogaster | Gato montés | Lynx rufus |
Venado cola blanca | Odocoileus virginianus | Nutria | Lontra longicaudis |
Tepezcuintle | Cuniculus paca | Tapir | Tapirus bairdii |
Puma | Puma concolor | Conejo | Sylvilagus spp. |
Pantera | Panthera onca | Tlacomixtle | Bassariscus sumichrasti |
Zorro gris | Urocyon cinereoargenteus | Mapache | Procyon lotor |
Tuza | Thomomys umbrinus | Mono araña | Ateles geoffroyi |
Fuente: elaboración propia.
Los municipios de estudio se ubican en una de las llamadas Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA-220) (Avesmx/Conabio, 2015), por el elevado número de especies que alberga (483) representan 44 % del total nacional y por lo menos 66 especies endémicas y cuasiendémicas (Santos et al., 2013; Rosas y Correa, 2016). En el área de estudio los campesinos identificaron 24 especies; por su importancia turística destacan los distintos tipos de águilas, correcaminos, búho, tecolote y carpintero mexicano (Cuadro 2).
Nombre común | Nombre científico | Nombre común | Nombre científico |
Águila real | Aquila chrysaetos | Correcaminos | Geococcyx velox |
Aguililla cola-roja | Buteo jamaicensis | Toquí de collar | Pipilo ocai |
Chotacabras menor | Chordeiles acutipennis | Atlapetes gorra rufa | Atlapetes pileatus |
Zopilote común | Coragyps atratus | Toquí oriental | Pipilo erythrophthalmus |
Zopilote aura | Cathartes aura | Toquí oaxaqueño | Pipilo albicollis |
Paloma de collar | Columba fasciata | Junco ojo de lumbre | Junco phaeonotus chipeala blanca |
Tórtola cola larga | Columbina inca | Golondrina aliaserrada | Stelgidopteryx serripennis |
Cuervo común | Corvus corax | Chipeala blanca | Myioborus pictus |
Chara crestada | Cyanocitta stelleri | Chipe rojo | Ergaticus ruber |
Picaflor canelo | Diglossa baritula | Carpintero mexicano | Picoides scalaris |
Chipe de montaña | Myioborus miniatus | Búho cornudo | Bubo virginianus |
Gallina de monte | Dendrortyx macroura | Tecolote serrano | Glaucidium gnoma |
Fuente: elaboración propia.
Además de las especies de animales y aves, en los municipios de estudio los agricultores entrevistados identificaron seis especies de hongos que utilizan en su gastronomía. Dada su importancia en el municipio de San Miguel Amatlán se realiza anualmente la “Feria del Hongo”, actividad que presenta un atractivo para los turistas.
De acuerdo con Jiménez et al. (2016), este tipo de especies deben ser consideradas dentro de las actividades recreativas centradas en el conocimiento, recolección y consumo de los hongos comestibles silvestres y, por lo tanto, representan un producto dentro del turismo micológico (Cuadro 3). Estos eventos consideran los habitantes que son atractivos y de interés para los turistas.
Nombre común | Nombre científico |
Hongo rojo | Amanita caesarea (Scop.) Pers. |
Flor de calabaza | Cantharellus cibarius Fr. |
Chimequito | Cantharellus tubaeformis Fr. |
Espinitas | Hydnum repandum L. |
Trompeta | Hygrophorus russula (Schaeff.) Kauffman. |
Cresta de gallina | Hypomyces lactifluorum (Schwein.) Tul. & C. Tul |
Fuente: elaboración propia.
En cuanto al tipo de vegetación, los agricultores manifestaron que existen seis tipos de vegetación: bosque caducifolio, bosque de pino, bosque de encino, bosques pino-encino, bosque de oyamel y relictos de bosque mesófilo de montaña. También existen bellos escenarios, como montañas, cascadas, grutas, ríos y arroyos propicios para el ecoturismo. Los campesinos entrevistados mencionaron que su estado de conservación es bueno; ello explica que en los pueblos originarios lo consideran esencial por ser parte de su patrimonio material o capital natural y reproducción social (Flora et al., 2004); también su conservación se atribuye a las formas de Gobierno Comunal, ya que es la base para optimizar prácticas y procedimientos locales en la gestión de los recursos naturales (Gasca, 2014).
Se considera que los municipios de estudio tienen importantes recursos turísticos, pero para convertirlos en productos es necesario ver si existen las condiciones apropiadas para prestar servicios turísticos o incursionar en ellos. Al respecto se analizaron las características de la vivienda; en promedio tienen tres habitaciones, dos para dormir y una para preparar sus alimentos, y cuentan con agua potable, luz y sanitarios. Su construcción se considera atractiva y acorde al paisaje, ya que posee las características de la vivienda vernácula; sus muros son de adobe, con techos de lámina y piso de cemento. En un estudio realizado en una zona indígena del estado de Puebla por Juárez y Ramírez (2011) mencionan que las casas en promedio las habitan 4.6 miembros y que tienen una habitación para descansar y otra para cocinar, y no tienen los servicios de agua potable y drenaje. Estos resultados muestran que los hogares de los municipios de estudio presentan mejores condiciones para ofrecer servicio de hospedaje.
Con respecto a la participación de los entrevistados en la prestación de servicios turísticos se encontró que piensan que el turismo rural se relaciona mayormente con la convivencia de las personas y con el alojamiento; así como con dar a conocer los usos y costumbres de los habitantes en sus comunidades y labores cotidianas. Los que tienen entre 30-50 años están dispuestos en mayor medida a ofertar actividades de turismo rural. También se encontró que los entrevistados de Lachatao mostraron mayor interés en la prestación de estos servicios, destacando las prácticas turísticas en sus huertas (Cuadro 4).
Tipo de servicio | Municipio | ||
Santa Catarina Lachatao (%) | San Miguel Amatlán (%) | ||
Actividades agrícolas y ganaderas | 73 | 27 | |
Talleres gastronómicos | 75 | 25 | |
Prácticas en huertas | 100 | 0 | |
Hospedaje rural | 60 | 40 | |
Todos los servicios | 80 | 20 | |
Total | 75 | 25 |
Fuente: elaboración propia.
También, y en porcentajes importantes, están dispuestos a ofertar servicios como hostelería y hospedaje, lo que significa que están viendo al turismo rural como una actividad que puede contribuir a mejorar sus condiciones económicas. Aquí juega un papel importante la administración pública en el fomento del turismo y ello debe expresarse a través de la inversión de programas dirigidos a este tipo de proyectos para incidir de manera directa en la planeación, desarrollo y ejecución de actividades turísticas (Pérez-Ramírez, y Zizumbo-Villarreal, 2014).
En ese sentido se tiene que tener en cuenta que en los municipios de estudio se rigen por usos y costumbres. Es una forma de organización sociopolítica consuetudinaria que permite que la elección de los cargos públicos se realice por sistemas normativos internos y autónomos (Canedo, 2008); este esquema de gobernanza refiere una serie de arreglos formales e informales que determinan el modo en que se toman las decisiones que se ejecutan (Gasca, 2014). Ello ha permitido la participación colectiva en la toma de decisiones en los municipios, donde destaca la importancia de la estructura cívica y religiosa, cuya fortaleza e integridad permiten afianzar la cohesión social y la autogestión entre la población, dado que la participación de los actores sociales es un elemento esencial para el desarrollo de proyectos turísticos (Méndez et al., 2016). De acuerdo con la percepción de los entrevistados, este esquema socio político ha influido para que los municipios en estudio hayan desarrollado actividades de ecoturismo de manera adecuada y exitosa.
Los resultados ponen de manifiesto que existe la posibilidad de éxito en el fomento de proyectos de agroturismo, puesto que estos municipios tienen el potencial para ofrecer el servicio y tienen el mercado. Al respecto, Juárez y Ramírez (2007) consideran que si se promueven los proyectos de turismo estos contribuirán a la conservación de los recursos naturales; sin embargo, debe de planificarse, ya que es posible que el turismo de baja intensidad pase a un turismo masivo. Lo anterior presentaría un riesgo para las comunidades rurales, ejerciendo una mayor presión sobre los recursos naturales disponibles, situación que sugiere determinar la capacidad de carga de los servicios de agroturismo que pueden presentarse en los municipios bajo estudio. Es posible concluir que la práctica del agroturismo en las unidades de producción familiar puede ser viable, ya que cuenta con una gama de recursos turísticos que pueden ser ampliamente valorados por los turistas.
CONCLUSIONES
De la investigación se deriva que San Miguel Amatlán y Santa Catarina Lachatao cuentan con las características propicias para el desarrollo de la actividad agroturística, considerando su capital social, interesantes recursos culturales como técnicas agrarias, estilo de vida, gastronomía, festividades, esquema de organización e idioma, así como sus recursos naturales, destacando los bellos paisajes, clima, vegetación, biodiversidad.
Los agricultores que están dispuestos a incursionar en actividades agroturísticas son personas maduras con educación básica y se caracterizan por ser pequeños agricultores minifundistas que practican una agricultura de temporal en pequeñas parcelas, siembran fundamentalmente cultivos básicos con técnicas productivas tradicionales. También destaca la realización de prácticas agrícolas en sus huertos frutícolas, las cuales tienen un alto potencial turístico, lo que representa una oportunidad de desarrollo para los habitantes locales. En este sentido los resultados muestran que los habitantes del municipio de Lachatao tienen mayor interés en la prestación de estos servicios, destacando las prácticas turísticas en sus huertas.
En su traspatio pueden ofertar actividades de alimentación y cuidado de los animales, actividad dirigida a los jóvenes y niños con fines educativos y de descubrimiento del medio rural. Aquí, el agroturismo puede constituirse para el agricultor en una actividad que puede ser remunerada y coadyuvar a las inversiones efectuadas en las prácticas agrícolas. En este sentido se considera que es propicio ofrecer actividades de labranza de la tierra de manera tradicional en las parcelas de los agricultores.
Además, en sus hogares se pueden ofertar talleres gastronómicos para incursionar en el turismo gastronómico que busca su encaje en la estructura productiva local, por lo que la gastronomía local es un atractivo turístico que puede ayudar a revalorizar el modelo de producción campesino al proveer materias primas para la elaboración de alimentos, ya que la mayoría de los turistas gastronómicos demandan productos agrarios naturales o elaborados de forma artesanal y típicos de la región. Los entrevistados están dispuestos a ofrecer este tipo de actividades como un producto turístico donde las amas de casa serían los actores principales.
Las fiestas patronales, las ferias y las vivencias místicas, el idioma zapoteco, el conocimiento culinario y la medicina alternativa o tradicional representan grandes oportunidades para ofertar como un producto turístico.
También es importante señalar que los municipios de estudio tienen una singular riqueza en especies silvestres, que son apreciadas por los turistas, y de este tipo se puede diversificar una serie de actividades turísticas de importancia en la zona de estudio. En términos generales el agroturismo sería fuente de bienestar social y generaría diversos empleos e ingresos complementarios para sus familias, además de apoyar en gran medida la economía de las futuras generaciones, sin descuidar el eje ambiental y cultural, como lo establece el principio de sustentabilidad.
También se tiene que planificar este tipo de actividades para que no se masifiquen y constituyan un riesgo para la degradación del ambiente. Se debe planificar considerando al eje productivo del campo como fundamental generador de productos y servicios al “agroturista”, por lo cual es deseable que el campesino reciba capacitación en aspectos agroecológicos y sobre la prestación de servicios turísticos, sin perder de vista que la convivencia y el compartir prácticas y conocimientos se convertirá en parte de su trabajo cotidiano. Finalmente, se puede decir que los municipios de estudio cuentan con los recursos naturales, culturales y una diversidad de especies silvestres que permiten tener una diversidad de recursos agroturísticos, además de presentar un esquema sociopolítico conocido por “usos y costumbres” que permite que los pobladores participen y se involucren en los procesos de desarrollo del agroturismo.