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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.1 no.2 Texcoco jul./dic. 2004

 

Políticas de población y nutrición de las mujeres: un estudio en seis comunidades rurales de Chiapas, México

 

Population policies and women's nutrition: a study on six rural communities in Chiapas, México

 

Austreberta Nazar-Beutelspacher 1, Emma Zapata-Martelo 2 y Verónica Vázquez-García 2

 

1 Área Académica de Estudios Socioculturales y Salud de El Colegio de la Frontera Sur, México. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, María Auxiliadora. 29290. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. (anazar@sclc.ecosur.mx).

2 Desarrollo Rural. Campus Montecillo. Colegio de Postgraduados. 56230. Km 36.5 Carretera México-Texcoco, Montecillo, Estado de México.(emzapata@colpos.mx), (vvazquez@colpos.mx)

 

Resumen

En este trabajo se explora la relación entre el discurso oficial de planificación familiar, que sostiene que limitar el número de hijos(as) favorece a la salud y el estado nutricional de las mujeres. El objetivo fue evaluar si el uso de anticonceptivos repercute positivamente en su bienestar. Para responder a esta interrogante se utilizaron datos recogidos en seis comunidades rurales de Chiapas, que cuentan con una amplia cobertura de programas de planificación familiar. Clasificamos dichas comunidades en función de las actividades productivas que realizan (si son para autoconsumo o para el mercado) y de la participación de las mujeres en ellas. El estado nutricional de las mujeres no se relacionó significativamente con el número de hijos, ni con la duración de la lactancia o los intervalos intergenésicos. Los principales determinantes del estado nutricional de las mujeres fueron aspectos socioeconómicos de los hogares (no de las comunidades). El uso del síndrome de depleción materna como explicativo del estado nutricional de las madres, y como argumento en los programas de planificación familiar es inadecuado si no se consideran las condiciones socioeconómicas y de género de las madres.

Palabras clave: Bienestar, género, métodos anticonceptivos, salpingoclasia, síndrome de depleción materna.

 

Abstract

This work set out to explore the relationship between the official family planning discourse which contends that limiting the number of children favors health and the nutritional status of women. The objective was to evaluate whether the use of contraceptives has a positive impact on their well-being. To answer this question, we drew upon data collected in six rural communities of Chiapas that are broadly covered by family planning programs. We classified said communities according to the productive activities they perform (if they are for self-consumption or for the market) and of the participation of women in them. The nutritional status of women did not significantly correlate with their number of children, neither with lactations' duration or birth spacing intervals. Socioeconomic factors of the household groups (not of the communities), as well as those of women in particular, were the main determinants of their nutritional status. Using the maternal depletion syndrome as an explanation of the nutritional status of mothers, and as an argument for family planning programs is inadequate if the socioeconomic and gender conditions of mothers are not considered.

Key words: Well-being, gender, contraceptive methods, salpingectomy, maternal depletion syndrome.

 

Introducción

Promover el bienestar de las mujeres ha sido un argumento central de las políticas de población destinadas a la reducción de la fecundidad, pero también ha estado presente en propuestas feministas que critican las políticas de salud y de planificación familiar. El movimiento internacional por la salud de las mujeres, surgido en la década de los setenta, cuestionó de manera importante la instrumentación de los programas de planificación familiar, ya que contenían una visión muy limitada de la salud de las mujeres, violaban sus derechos reproductivos y no iban acompañados de acciones destinadas a mejorar su situación socioeconómica y de género (García-Moreno y Claro, 1994). Consecuentemente, se argumentó la necesidad de ampliar la perspectiva de los servicios de salud para las mujeres, tanto en la oferta de programas más integrales, como en su papel de protagonistas y no de instrumentos. Lo importante de esta propuesta fue la consideración de las relaciones de género para promover la igualdad social, económica y política de las mujeres como un valor en si mismo, y no sólo como un medio para disminuir la fecundidad. Estos planteamientos generaron el término salud reproductiva, cuya aceptación aumentó en las conferencias internacionales en El Cairo (1994) y Beijing (1995). El término se enfoca a la defensa de los derechos reproductivos de las mujeres e implica que el diseño, instrumentación y evaluación de los servicios de salud deben centrarse en los derechos reproductivos y no al cumplimiento de metas demográficas.

Para dar seguimiento a los acuerdos alcanzados en la Conferencia sobre Población y Desarrollo de El Cairo, México unificó los Programa de Salud Materno-Infantil y el de Planificación Familiar dependientes de la Secretaría de Salud y conformó el Programa de Salud Reproductiva. Sin embargo, en la práctica, la mayoría de los recursos humanos y económicos se destinaron a la planificación familiar, aunque con un nuevo discurso. En los setenta, la campaña ''La familia pequeña vive mejor'' legitimó la práctica de la planificación familiar3; en los ochenta: ''Pocos hijos para darles mucho'' proponía mejores condiciones de vida para la familia, cuando el país atravesaba por una desaceleración de la economía, una restricción del gasto público y un incremento del desempleo; en la década de los noventa la campaña ''Planifica, es cuestión de querer'', enfatiza proyectos individuales de vida y toma de decisiones, e intenta promover valores y actitudes modernas en los sectores tradicionales, a la vez que incorpora al discurso elementos de los derechos reproductivos4 vinculados a la autonomía de las mujeres (CONAPO, 1998).

En general la política de población en México se refiere a la planificación familiar como opción para mujeres y hombres en un marco jurídico de derecho5. Según este discurso, es a partir del hecho de limitar el número de hijos e hijas que se accederá a beneficios individuales y familiares y se alcanzará el desarrollo económico y humano. Es decir, que independientemente del contexto socioeconómico de las mujeres, el uso de métodos anticonceptivos y limitar el número de hijos(as), tiene un efecto benéfico sobre la salud, la economía familiar, las expectativas de movilidad social, las relaciones de pareja y la participación de las mujeres fuera del ámbito doméstico (Secretaría de Salud, 1996).

En este trabajo se presenta un análisis del estado nutricional basado en el índice de masa corporal de las madres en seis asentamientos rurales de Chiapas. El objetivo fue estudiar si el bienestar ofrecido por el discurso oficial de planificación familiar llegó a las mujeres que utilizaron algún método anticonceptivo. En particular, se explora el supuesto vínculo entre uso de métodos anticonceptivos por las mujeres, la salud femenina y su estado nutricional. Abundan las referencias sobre el estado nutricional de hijos e hijas (Savage y Burgess, 1993; Kennedy y Haddad, 1994; Klasen, 1996; Gonzalez-Cosío et al., 1998), pero la información sobre las madres es relativamente escasa, a pesar de ser uno de los argumentos más importantes del programa de planificación familiar en México.

 

Algunas consideraciones sobre el estado nutricional de las madres

Debido al desgaste biológico que representa el embarazo y la lactancia, llamado síndrome de depleción materna, limitar el número de hijos(as) podría mejorar el estado nutricional de las mujeres y, con ello, la posibilidad de alcanzar uno de los elementos importantes constitutivos del bienestar de las mujeres. Pese a ello algunos autores (Merchant, et al.,1990; Higgins y Alderman,1997), reportan que no hay evidencias de que el síndrome de depleción materna contribuya a explicar el estado nutricional de las mujeres. Merchant et al. (1990), en un estudio realizado en Guatemala para evaluar factores biológicos asociados al estado nutricional de mujeres embarazadas y su progenie, no encontraron una relación clara entre el estado nutricional de las mujeres y embarazos consecutivos, o sobreposición de embarazo y lactancia, debido a la existencia de mecanismos compensatorios para disminuir la probabilidad de bajo peso de las mujeres; entre ellos, un incremento en la ingesta de alimentos (principalmente en los primeros trimestres del embarazo) y un consumo de la grasa corporal acumulada.

Higgins y Alderman (1997) señalan que en la evaluación del estado nutricional de las mujeres no sólo interviene la cantidad y calidad de los alimentos ingeridos, sino además el gasto de energía. En un estudio que realizaron en Ghana, no encontraron evidencias de la existencia del síndrome de depleción materna controlando otras variables determinantes del estado nutricional de las mujeres, como el trabajo físico desempeñado, la disponibilidad y calidad de los alimentos, la incidencia de enfermedades y la pobreza de las familias. El trabajo físico pesado realizado por muchas horas (principalmente en actividades agrícolas) tiene un impacto negativo en el estado nutricional de las mujeres.

También existen evidencias que muestran que cuando las mujeres participan en actividades remuneradas su estado nutricional puede mejorar. En ese sentido, Van den Boom et al. (1996), reportan un mejor estado nutricional de las mujeres que desempeñan un trabajo remunerado extradoméstico, ya que por esa vía se contribuye a mejorar la economía familiar, y el estado nutricional de sus miembros.

Existen datos que señalan una estrecha relación entre la condición socioeconómica de los grupos domésticos y el nivel nutricional de sus miembros. En México, Flores et al. (1998) reportan, con base en datos de la Encuesta Nacional de Nutrición de 1988, que las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia tienen deficiencias importantes en su dieta, principalmente en los sectores de menor nivel socioeconómico, en las áreas rurales e indígenas y en las entidades del sur, mismas que tienen los indicadores de pobreza más importantes en el país (Boltvinik y Hernández-Laos, 1999).

Otros estudios sugieren que en los hogares pobres existen diferencias relacionadas con el género. Por ejemplo, en aquellos encabezados por mujeres, existe una menor probabilidad de bajo peso en los niños y niñas respecto a los encabezados por varones. Esto se debe a que la capacidad de decisión de las madres para dar una mejor alimentación a sus hijos e hijas es un factor determinante, en condiciones similares de pobreza (Kennedy y Haddad, 1994). Ellos concluyen que el estado nutricional de los miembros de un grupo doméstico depende de varios factores: el nivel de ingreso, el tipo de jefatura (femenina o masculina) y el sexo de la progenie. Es posible que el mejor estado nutricional de los hijos, y probablemente de las hijas, exista a costa de un estado nutricional disminuido de la madre.

Sin embargo, hay poca información sobre el estado nutricional de las madres en hogares encabezados por ellas. Se conoce la existencia de patrones diferenciados de distribución de alimentos dentro del grupo doméstico, según las necesidades percibidas o la posición de prestigio o autoridad. Las mujeres generalmente las madres ocupan la parte inferior en la escala de prioridades en la distribución de alimentos (Caldwell et al., 1982). Según Higgins y Alderman (1997), la explicación de la distribución desigual de los alimentos no es incompatible con la hipótesis del tipo y cantidad de actividad física de la madre con su estado nutricional, pues pueden coexistir ambos procesos. Es más, lo anterior podría relacionarse con el número de hijos e hijas, ya que con frecuencia las mujeres que se dedican a las actividades agrícolas son más pobres y suelen tener más hijos(as), lo que ha dado origen a una confusión entre número de hijos e hijas y el bajo peso de la madre, particularmente en las poblaciones rurales.

De las consideraciones anteriores surge la pregunta: ¿es posible que, aún en condiciones de pobreza, limitar el número de hijos e hijas contribuya a disminuir la probabilidad de bajo peso o mejorar el estado nutricional de las mujeres rurales, qué es una premisa del programa de planificación familiar? En lo que resta de este trabajo se tratará de responder a esta pregunta.

 

Características del estudio

El estudio se realizó en seis comunidades rurales6 de Chiapas: ejidos con población mestiza. El ejido Emiliano Zapata se constituyó hace 73 años, con 2050 ha; Piedra Labrada el 28 de diciembre de 1934 con 2850 ha; Joaquín Miguel Gutiérrez7 en 1938, en terrenos de propiedad federal, con 795 ha; Congregación Reforma tiene una extensión de 917 ha; 20 de Noviembre se fundó en 1943, en una extensión de 588 ha; y Conquista Campesina, de formación reciente (1995), tiene 231 ha.

La agricultura es la actividad económica preponderante en las seis comunidades. Las diferencias se dan en relación con el tipo y destino de la producción. Mientras Piedra Labrada, Emiliano Zapata y Conquista Campesina producen maíz, frijol y café, principalmente para autoconsumo; las demás también comercializan productos como cacahuate (Arachis hypogaea L.), marañón (Anacardium occidentale L.), sorgo (Sorghum vulgare L.), ajonjolí (Sesamum indicum L.), soya (Glycine max L.), mango (Mangifera indica L.) y tabaco (Nicotiana tabacum L. ). Los ejidos de subsistencia (Emiliano Zapata, Piedra Labrada y Conquista Campesina) utilizan la fuerza de trabajo del grupo doméstico, mientras que el resto tiene el apoyo de maquinaria agrícola (tractores, trilladoras), y contratan fuerza de trabajo. Los ejidos 20 de Noviembre y Conquista Campesina, ubicados en la región del Soconusco, combinan actividades agrícolas y pesqueras para autoconsumo y la venta de fuerza de trabajo a la que se integran mujeres y niños(as). En ellos se produce en pequeña escala ajonjolí, soya, marañón, algodón, plátano, mango, maíz y frijol que son parcialmente comercializados.

Para clasificar a las comunidades se utilizaron dos criterios: el tipo y destino de la producción y la división sexual del trabajo. Los resultados fueron: a) producción para autoconsumo con participación de las mujeres en el trabajo productivo, pero no de forma remunerada: (Emiliano Zapata y Piedra Labrada); b) producción para el mercado con participación remunerada de las mujeres (Joaquín Miguel Gutiérrez y Congregación Reforma) y; c) producción para autoconsumo y el mercado con participación de las mujeres en las actividades productivas agrícolas (20 de Noviembre y Conquista Campesina) (Cuadro 1).

La población estudiada estuvo constituida por mujeres de 30 a 49 años de edad que, según datos de un estudio previo realizado en la región (Salvatierra, 2000), tienen una elevada probabilidad de haber limitado el número de hijos e hijas. La información fue obtenida mediante entrevistas estructuradas a todas las mujeres de ese grupo (300).

Debido a la complejidad de interrelaciones entre distintas variables que pueden afectar el estado nutricional de las madres, este estudio fue realizado considerando el número de hijos e hijas, la mediana del intervalo intergenésico en cada mujer y el total de meses de lactancia, en tanto indicadores del desgaste biológico total relacionado con el embarazo y lactancia; el hecho de haber limitado definitivamente el número de hijos(as) por salpingoclasia; la condición socioeconómica del grupo doméstico; la estructura del mismo (tipo de jefaturas de hogar); y el momento del ciclo de vida en que se encuentran las mujeres, considerando para ello la edad del último hijo o hija y la edad de las mujeres.

Para evaluar del estado nutricional se utilizó el índice de masa corporal (IMC) (Bailey y Ferro-Luzzi, 1995), estableciéndose las siguientes categorías: a) bajo peso (IMC: menor a 22.00); b) peso normal (IMC: 22.00 a30.00); y c) sobrepeso (IMC: mayor a 30.01). En todos los casos se analizan las tres categorías para evaluar las variaciones observadas en la proporción de bajo peso, sobrepeso y peso normal.

 

Planificación familiar y salpingoclasia entre las mujeres estudiadas

En todas las comunidades se reportó un elevado número de mujeres que usan o usaron métodos anticonceptivos (> 75%). En el cuadro 2 se presenta la distribución proporcional de mujeres según el tipo o tipos de métodos utilizados. Destaca, por su elevada prevalencia8, la salpingoclasia en el total de mujeres estudiadas, la cual varió de 40% en Piedra Labrada a 81.8% en Congregación Reforma, lo que significa que por lo menos cuatro, y hasta ocho de cada diez mujeres de este grupo de edad, han sido esterilizadas quirúrgicamente.

La comunidad Conquista Campesina es la más pobre y tiene el menor nivel de escolaridad entre las mujeres. En ella, la esterilización quirúrgica es 59.1% del total de mujeres usuarias de anticonceptivos; lo que significa que en esta comunidad, del total de mujeres que alguna vez han utilizado algún método anticonceptivo, seis de cada diez fueron esterilizadas.

En Congregación Reforma, donde ocurre una prevalencia mucho mayor de salpingoclasia ésta, como única opción anticonceptiva, corresponde a 40.6% del total de mujeres entrevistadas. Esta cifra es menor a la reportada en Conquista Campesina. En contraste, en Piedra Labrada sólo 8.3% de las mujeres reportó la salpingoclasia sin haber utilizado otro método anticonceptivo.

Lo anterior es importante porque constituye un indicador, tanto de la amplitud de opciones anticonceptivas que ofrece el programa de planificación familiar, como de la intención anticonceptiva por parte de las mujeres y sus parejas antes de optar por la esterilización quirúrgica, así como del posible impacto del programa de planificación familiar sobre el número de hijos(as).

Respecto a las opciones anticonceptivas, es importante considerar que desde su instrumentación en el Estado de Chiapas, el programa de planificación familiar ha privilegiado la esterilización quirúrgica de las mujeres sobre otros métodos anticonceptivos, y actualmente esta entidad tiene la proporción más elevada de esterilización quirúrgica entre las usuarias de todo el país (CONAPO, 2000). En algunas comunidades se opta por este método a pesar de la existencia de otros, por el temor a los efectos colaterales. Esto es, en general se utilizan métodos anticonceptivos para limitar el número de hijos(as) y no para espaciar los nacimientos, lo que se expresa, en términos de indicadores, como la coexistencia de una elevada prevalencia de uso de métodos anticonceptivos y una elevada fecundidad, comportamiento que parece ser un patrón en diversas regiones de Chiapas (Salvatierra, 2000).

 

Límite en el número de hijos e hijas y estado nutricional de las mujeres

La distribución de las mujeres según su estado nutricional muestra que, de cada diez, seis a siete se encuentran dentro de la categoría de peso normal; una a dos tienen bajo peso y dos a tres sobrepeso.

En la figura 1 se muestra la distribución de las mujeres según su categoría nutricional por comunidad. En ella se puede observar que la proporción de mujeres en la categoría de peso normal es similar en todas las comunidades (c2=1.686; p£0.891). En la categoría de bajo peso, aunque existe una mayor proporción en las comunidades que producen para autoconsumo (Piedra Labrada y Emiliano Zapata), las diferencias no son significativas respecto a las demás comunidades (c2=3.019; p£0.697). Tampoco se observaron diferencias entre las comunidades en la categoría de sobrepeso (c2=3.511; p£0.622). Por lo anterior, el resto del análisis de este apartado se presenta en forma conjunta para las seis comunidades.

En la figura 2 se muestra la distribución del IMC entre las mujeres, por grupos de edad según se practicaron o no la esterilización quirúrgica. Como se puede observar, al incrementarse la edad aumenta la proporción de mujeres con sobrepeso, y aún cuando es mayor la proporción entre las mujeres sometidas a salpingoclasia, las diferencias no son estadísticamente significativas (aunque sí marginalmente significativas) (c2=3.343; p£0.067). Respecto a la categoría de bajo peso, se observó una mayor frecuencia entre las mujeres no esterilizadas quirúrgicamente respecto a las que si lo hicieron, en todos los grupos de edad, excepto en el de 45 a 49 años, pero las diferencias tampoco son significativas (c2=1.228; p£0.268). La proporción de mujeres en la categoría de peso normal es similar en ambos grupos: 59.4% para quienes se les practicó la esterilización quirúrgica y 65.5% para el resto. Las diferencias no son estadísticamente significativas (c2=1.126; p£0.289).

Con base en esos datos, las diferencias observadas en el estado nutricional de las mujeres se pueden atribuir más a un efecto de la edad que al hecho de haberse practicado o no la salpingoclasia. Esto se vuelve más significativo al considerar la relación entre el estado nutricional de la madre con el momento del ciclo de vida y la edad de los hijos e hijas.

Se puede decir entonces que no hay evidencias que muestren que limitar el número de hijos(as) genera un mejor estado nutricional de las mujeres. Sin embargo, en ello pueden jugar un papel substancial otros factores como el número de hijos(as), la duración de la lactancia y los intervalos intergenésicos. Esto es, porque la salpingoclasia no constituye un indicador de esas variables. Aun aceptando la existencia del síndrome de depleción materna, se esperaría que las mujeres con más hijos(as) o mayor tiempo de lactancia o con intervalos intergenésicos cortos (menores a dos años) tuvieran una mayor proporción de bajo peso.

Sin embargo, no existen diferencias significativas en la proporción de mujeres en la categoría de peso normal según el número de hijos(as) (c2=0.831; p£0.362). Tampoco en la categoría de bajo peso (c2=0.138; p£0.711), y sobrepeso (c2=1.018; p£0.313) (Figura 3). Con base en ello, se puede decir que el número de hijos(as) no modifica la probabilidad de tener bajo peso o sobrepeso.

En la figura 4 se muestra que la mediana de intervalo intergenésico tampoco se asoció con la probabilidad de bajo peso (c2=0.484; p£0.486), peso normal (c2=0.286; p£0.592) o sobrepeso (c2=0.194; p£0.659).

La duración total de la lactancia tampoco se asocia con la probabilidad de tener bajo peso, peso normal o sobrepeso entre las mujeres estudiadas. Como se muestra en la Figura 5, la distribución es prácticamente igual entre las distintas categorías de lactancia, para todos los grupos de edad, lo que contradice el supuesto de que a mayor duración de la lactancia hay mayor probabilidad de bajo peso.

Los datos anteriores sugirieron la necesidad de evaluar algunos aspectos sociales y económicos que podrían explicar el estado nutricional de las mujeres. Para ello se consideró la condición de unión de las mujeres. En esta población, 15% de las entrevistadas fueron mujeres sin pareja (n= 45). Tres de cada cuatro mujeres sin pareja, lo son por abandono del esposo o compañero, lo que implica una importante situación de desventaja, tanto por la valoración social negativa de este evento en que se les culpa de tal situación, como a la situación económica que enfrentan sobre todo con hijos e hijas menores (81.5% de las mujeres sin pareja reportaron tener hijos menores de 15 años). Además, entre las sin pareja, se encuentra una mayor proporción sin escolaridad (32.6%), respecto a las con pareja (21.8%), lo que significa enfrentar la jefatura del hogar en condición de desventaja en términos de posibilidades de empleo. Entre las sin pareja, 51.2% reportaron como actividad productiva el autoempleo y 27.9% un trabajo asalariado, principalmente como jornaleras agrícolas (entre las con pareja, estos porcentajes fueron de 25.3% y 16.3%, respectivamente), lo cual, de acuerdo con Higgins y Alderman (1997), contribuiría a explicar, por la vía del desgaste físico y menor ingreso económico y calórico, la mayor proporción de bajo peso en este grupo.

Esta condición de desventaja de las mujeres sin pareja (jefas de hogar de facto), se podría reflejar en el estado nutricional, de manera que se esperaría que las mujeres sin pareja tuvieran una mayor proporción en la categoría de bajo peso.

En la figura 6 se observa que la proporción de mujeres en la categoría de peso normal es similar en las con pareja y sin pareja: 61.7% y 61.4%. (c2=2.150; p£0.143); sin embargo, en la categoría de bajo peso, existen diferencias importantes en su prevalencia, asociadas con la edad. La diferencia en la prevalencia de bajo peso entre las mujeres con y sin pareja, disminuye cuando la edad aumenta. De manera que, entre las mujeres sin pareja menores de 40 años, la proporción de bajo peso fue mayor respecto a las con pareja del mismo grupo de edad (30 a 39 años) (c2=6.096; p£0.014) y a las sin pareja mayores (c2=3.229; p£0.072). La explicación es que las mujeres jóvenes (menores de 40 años) sin pareja, en su mayoría enfrentan condiciones de pobreza extrema con hijos(as) pequeños(as) (75% de las mujeres sin pareja fueron abandonadas con hijos e hijas pequeñas) y al crecer los hijos(as), éstos(as) se incorporan al trabajo remunerado, mejorando la condición socioeconómica de los grupos y con ello el estado nutricional de las mujeres. Esto es más claro al observar que después de los 40 años, la proporción de bajo peso y sobrepeso es similar en las mujeres con y sin pareja.

Los datos sugieren una relación entre la condición socioeconómica y de género de las mujeres, así como con el momento del ciclo de vida en que se encuentran y su estado nutricional. El número de hijos e hijas, y el hecho de haberse practicado la salpingoclasia, así como la duración de la lactancia o la amplitud de los intervalos intergenésicos no aparecen como factores asociados al bajo peso. Entre las mujeres sin pareja existe una proporción significativamente mayor de no uso de métodos anticonceptivos, respecto a las mujeres con pareja (46.5% y 10.1%) (RM= 8.60; IC:3.93-18.86; p£0.00001), así como un mayor proporción con menos hijos (1 a 3, 44.2%; 4 a 6, 44.2%), respecto a las mujeres con pareja (1 a 3, 31.1%; 4 a 6, 49%), lo que muestra la importancia de factores socioculturales y económicos vinculados a la nutrición de las madres.

Los hogares con jefatura femenina pueden tener diversos orígenes, que implican diferentes posiciones para las mujeres que los encabezan. Estos orígenes pueden ser la migración temporal o definitiva de los varones, la viudez, la separación o el divorcio y el ser madre soltera. Aunque todas tienen en común la ausencia del varón, existe una valoración social diferenciada para las mujeres dentro de cada una de estas categorías, que determina la posibilidad de obtener apoyo familiar, social o de las políticas públicas, así como un mayor o menor conflicto con el papel asignado socialmente a las mujeres, y por tanto, la posibilidad de enfrentar con mayor o menor éxito su empresa como responsable total del grupo doméstico. Como señalamos previamente, en este estudio tres de cada cuatro mujeres jefas de hogar lo son por abandono, y ocho de cada diez tienen hijos e hijas menores, lo que contribuiría a explicar su situación nutricional.

 

Conclusiones

En este trabajo se investigó la relación entre la hipótesis oficial de planificación familiar, que sostiene que limitar el número de hijos(as) favorece la salud y el estado nutricional de las mujeres. Se propuso evaluar si el uso de anticonceptivos repercute positivamente en su bienestar. Para responder a esta interrogante utilizamos datos recogidos en seis comunidades rurales de Chiapas, que cuentan con una amplia cobertura de programas de planificación familiar. Clasificamos dichas comunidades en función de las actividades productivas que realizan (para autoconsumo o para el mercado) y de la participación de las mujeres en ellas. Las conclusiones son:

Primero: los datos mostraron que no hay diferencias en el estado nutricional de las mujeres de las seis comunidades estudiadas, lo que sugiere que dicho estado no depende de la estructura productiva local; es decir, de si la producción es mayoritariamente para autoconsumo o para la venta.

Segundo: el estado nutricional de las mujeres no se relaciona de manera significativa con el hecho de haber limitado el número de hijos(as) a través de la salpingoclasia. Es decir, el uso de este método definitivo no influye positivamente en su estado nutricional. Tampoco se asoció con el número de hijos(as); es decir, haber tenido pocos o muchos(as) hijos(as) no determina un mejor o peor estado nutricional, al igual que la duración total de la lactancia o los intervalos intergenésicos.

Tercero: tanto la condición de unión como la edad de las mujeres fueron variables que presentaron un nivel de asociación con su estado nutricional, de forma tal que entre las mujeres jóvenes sin pareja existe una mayor proporción de bajo peso respecto a las mujeres mayores sin pareja y a las jóvenes con pareja. En esta relación juega un papel muy importante, como factor explicativo, la edad de los hijos(as), ya que las mujeres no unidas con hijos(as) pequeños(as) se encuentran en la peor condición socioeconómica. Al crecer e incorporarse al trabajo remunerado tiende a mejorar la condición socioeconómica del grupo doméstico, y el estado nutricional de las mujeres, lo que coincide con lo señalado por Higgins y Alderman (1997) sobre la importancia de la condición socioeconómica y el desgaste físico de las mujeres para explicar su estado nutricional.

Lo anterior sugiere fuertemente que son los factores socioeconómicos de los grupos domésticos (no de las comunidades), así como de las mujeres en particular, son los determinantes principales de su estado nutricional. El número de hijos(as) o el hecho de limitarlos mediante la esterilización quirúrgica no juegan un papel importante. En este sentido, utilizar el síndrome de depleción materna como explicación del estado nutricional de las madres y como argumento del programa de planificación familiar, es inadecuado si no se consideran las condiciones socioeconómicas y de género de las madres.

Los resultados de este estudio apuntan hacia una reflexión sobre el efecto de las políticas públicas de reducción de la fecundidad sobre el bienestar de las mujeres en dos sentidos importantes. Primero, se tiene que cuestionar el uso de la salpingoclasia como método de planificación, ya que no contribuye a espaciar los embarazos y nacimientos, sino a eliminar definitivamente la posibilidad de procreación. En este sentido, la salpingoclasia realmente no genera bienestar automático para las mujeres, e incluso puede traer más problemas que beneficios, cómo una mayor probabilidad de sobrepeso (que en este estudio fue marginalmente significativa). Segundo, los métodos anticonceptivos deben verse como un instrumento para que las mujeres ejerzan un mayor control sobre sus vidas, por lo que la decisión en torno a éstos tiene que considerar el contexto económico, social y cultural en el que se encuentran. Es decir, la oferta de métodos anticonceptivos debe adecuarse a sus necesidades y demandas, y no definirse verticalmente desde la política oficial.

 

Literatura Citada

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Notas

3 Benítez (1997), tomando como referencia esta campaña, realizó una evaluación en la que concluyó que la familia pequeña no vive mejor, ya que si bien se reconoce que la reducción o limitación en el número de hijos(as) por familia ha disminuido el impacto de los programas económicos de ajuste estructural y de la pobreza, no existen evidencias de una mejoría en las condiciones de vida de la población.

4 Según estimaciones de CONAPO (1997), solamente 38.8% de la población en edad reproductiva concibe la planificación familiar como un derecho de las personas. (Aunque no queda claro si el derecho a que hacen referencia se refiere a la aceptación de métodos anticonceptivos).

5 El Artículo Cuarto Constitucional dice: El varón y la mujer son iguales ante la ley. Éste protegerá la organización y el desarrollo de la familia. Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos [sic] (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1995).

6 Definidas como asentamientos con menos de 2 500 habitantes, cuya actividad productiva principal es la agricultura.

7 En 1977 se consideró el ejido modelo del país, por su nivel de organización.

8 Respecto del total de mujeres entrevistadas, y no entre las usuarias de algún método anticonceptivo.

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