Recorrer y vivir lo sagrado desde sus edificaciones
Un libro como Territorialidades y arquitecturas de lo sagrado en el México contemporáneo tiene dos modalidades para llevarse a cabo, la primera es porque surge de una actividad académica centrada en una temática determinada y, la segunda, es por invitación a autores ya conocidos y que trabajen una problemática propuesta. En este caso la obra recoge la experiencia surgida de dos seminarios, uno realizado en el marco de la Conference of Latin Americanist Geographers celebrado en 2012 en la ciudad de Mérida y, el otro, en el mismo año, dentro del XV Encuentro de la Red de Estudiosos del Fenómeno Religioso en México (RIFREM), en la ciudad de México.
Como bien apunta uno de los coordinadores de esta obra coral en su «Introducción», «territorio y templo son un binomio indispensable para conocer la extensión, el impacto y el desarrollo de cualquier religión» (p. 9), y buena parte del conjunto de textos que conforman este libro así quieren demostrarlo. No es precisamente la colaboración entre arquitectos o historiadores del arte con especialistas de lo religioso, en cualquiera de sus disciplinas sociales, la que haya destacado para conocer en el periodo contemporáneo la relación entre las edificaciones sacras y el papel de una religión y su feligresía en la sociedad. A pesar de algunos trabajos recientes, mencionados también en la referida «Introducción», queda mucho camino por recorrer para tener un mayor conocimiento de esas relaciones.
Los coordinadores dividen el libro en tres apartados caracterizados, cada uno, por un contenido que pretende unificar temáticamente los capítulos. El primero, «Territorialidades religiosas», consta de seis textos ligados por el concepto de territorialidad y la manera de influir del ser humano sobre un espacio determinado. Lógicamente la Iglesia católica es la protagonista, aunque los nuevos cultos emergentes tienen un lugar cada vez más protagónico en la geografía mexicana. Desde Yucatán a Tijuana, pasando por la capital del país y por otros estados como Zacatecas y Guanajuato, los autores visualizan los usos de los templos desde su edificación colonial hasta la actualidad, con sus modificaciones para la adaptación a realidades tan complejas como el reciente turismo, reflejado en rutas de conventos o iglesias convertidas en nuevos reclamos de visitantes nacionales y extranjeros. Si la Iglesia católica lleva el mayor peso de estos capítulos también hay que señalar la aparición de nuevas edificaciones evangélicas, judías, mormonas y, por supuesto, la presencia del Islam en México gracias a una manifestación suní de escuela jurídica hanafi y otra salafi, la primera en la delegación Miguel Hidalgo y la segunda en la Venustiano Carranza.
Desde los lugares creados por el orden colonial para la evangelización hasta el uso reciente de esos y otros espacios, en este apartado llama la atención su transformación merced al consumo cultural, básicamente a través del turismo y la consecución de recursos que ello significa para la propia Iglesia católica. Dentro de estas transformaciones es o resultaría de interés, en algún momento, enlazar cómo tras la Contrarreforma, a partir del Concilio de Trento del siglo XVI, la Iglesia recondujo el uso de los espacios interiores y exteriores de sus templos hacia una vida más austera y recatada de su feligresía. Algo que todavía sigue llamando la atención si se observa el accionar de la llamada religión católica tradicional o costumbrera sobre todo en ámbitos indígenas. Hechos como el señalado permitirían el trabajo conjunto interdisciplinario dirigido a una mayor comprensión de la actividad ritual en espacios que han sido cada vez más acotados para los actores de tales actividades. En esta misma lógica, los templos construidos durante el siglo XIX, con advocaciones convertidas en señera de una época como la del Sagrado Corazón de Jesús, no pueden alejarse de la encíclica Rerum Novarum de León XIII en 1891, y en el caso mexicano de la relación de la Iglesia católica con el régimen porfiriano. Momento en el que también destacan el uso de nuevos materiales para la construcción o la relectura de los antiguos imaginarios tanto en vidrieras como en portadas, algo resaltado en lo que Martí Checa-Artasu denomina arte «novogótico». Por último, en esta sección destaca la muestra de la diversidad religiosa y, por ende, arquitectónica de una ciudad como Tijuana, ejemplo de las recientes edificaciones en el amplio mercado religioso y donde sobresalen las expresiones evangélicas que otorgan poca relevancia a la construcción material del edificio al ser, como bien indica Alberto Hernández en su trabajo, más definitivo el cuerpo del creyente y su presencia que el espacio construido ya que la sacralidad es otorgada a través de la presencia del creyente (p. 76).
En la segunda parte de la obra, titulada «Espacios sagrados históricos en la contemporaneidad» se observan los cambios de la arquitectónica histórica motivados por las necesidades del presente o por las mismas políticas públicas, como las que se ejemplificaron en el país durante el periodo anticlerical posrevolucionario; o que también son visibles a través del crecimiento urbano de las últimas décadas. Aunado a ello hay que sumar aspectos no siempre tomados en cuenta, como son los desastres naturales. En esta parte los edificios estudiados ocupan un margen de nacimiento y construcción que va del periodo colonial al siglo XX.
Hay que destacar en esta sección la idea de cambio en los espacios sagrados, ya sea como continuidad de su función prístina adaptada a los tiempos presentes, o como utilización para establecer servicios emergentes debido a las prácticas de consumo cultural acrecentadas con el turismo. Y es ahí donde destacan conceptos que ya están convertidos, hoy en día, en referente nacional e internacional, como es el caso del «patrimonio». Asunto que ya trasciende la propiedad o función de los templos y se convierte en política pública e interés de políticos de cualquier signo y donde se incorpora también la iniciativa privada.
Los capítulos finales se estructuran en la tercera parte bajo el nombre de «Espacios Sagrados Contemporáneos» y consta de seis capítulos. Como su nombre indica su ámbito de estudio se ubica en edificaciones de reciente factura y donde predomina el análisis de la labor de arquitectos que tuvieron una influencia destacada en esta nueva forma de pensar los espacios religiosos, y ejemplo de ello desde la perspectiva católica son las adaptaciones realizadas siguiendo las recomendaciones litúrgicas del Concilio Vaticano II. Aguascalientes, Yucatán, Puebla y la ciudad de México son los estados donde los diversos autores analizan estos nuevos templos y edificaciones religiosas.
Este apartado incide, de manera muy concreta, en el uso de materiales y diseños modernos que, a la vez, no olvidan las necesidades propias tanto de las adscripciones religiosas como de su feligresía. Papel en el que destacan, y que queda reflejado en los trabajos, las figuras de arquitectos dedicados a esta labor de innovadores en la tarea constructiva, haciendo, como señala J. Jesús López García, que exista «una estrecha comunión entre una colectividad y su religión a través de un concepto material, plástico y de espacio para una función social» (p. 176).
Tal y como lo indica Alberto Hernández en su capítulo, «los grupos religiosos buscan capturar su creencia espiritual en un espacio material. Por este motivo seguirán criterios y modelos específicos, o también se apropiarán y reinterpretarán estos principios para que espacios antes considerados mundanos se vuelvan sagrados al dotarlos simbólicamente de un contexto religioso» (p. 66). Planos, fotografías y cuadros muestran en el libro estos nexos entre espacios y edificios destinados a los distintos requerimientos de las adscripciones religiosas y que, por lo tanto, cumplen una función que corresponde o se adecúa a los tiempos en los que se utilizan. Del pasado al presente, los viejos edificios y sus adaptaciones, junto con las nuevas construcciones de cualquier religión, siguen mostrando que no existirían sin los usos sociales mencionados. Por tal motivo hay que pensar, con lógico interés académico, que esos usos son fundamentales para comprender también la funcionalidad activa o anacrónica de los espacios y edificaciones sagradas.
Hay libros que por su temática pueden considerarse cerrados o con pocas posibilidades de aportar mayor información y debate, al menos en un breve tiempo, no es el caso de la obra reunida por los coordinadores de Territorialidades y arquitecturas de lo sagrado en el México contemporáneo. El fin de la fe, tantas veces pronosticado y tan pocas demostrado, no parece tener ninguna cercanía visible si se considera el crecimiento y diversificación actual de ofertas religiosas de viejo y nuevo cuño. Debido a ello hay que augurar, como forma necesaria de comprensión de estos fenómenos, la ampliación de libros como el coordinado por Checa-Artasu, López García y Valerdi Nochebuena. La extensión geográfica de edificaciones históricas o de reciente factura, ligada a la diversificación de adscripciones religiosas, llama a construir trabajos conjuntos con historiadores, antropólogos y sociólogos dirigidos a conocer con mayor profundidad las relaciones de la feligresía con el territorio y sus templos, hecho fundamental para hacer de una época y sus ideas un elemento clave en la manera de discernir el papel y actitud de los creyentes de cualquier propuesta religiosa.