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Región y sociedad
On-line version ISSN 2448-4849Print version ISSN 1870-3925
Región y sociedad vol.24 n.55 Hermosillo Sep./Dec. 2012
Reseñas
Gilberto López Castillo (2010), El poblamiento en tierra de indios cahitas
Raquel Padilla Ramos*
México, El Colegio de Sinaloa/Siglo XXI, 260 pp.
* Antropóloga e historiadora. Doctora en etnología con especialidad en estudios mesoamericanos, por la Universidad de Hamburgo. Profesora-investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)-Sonora. Autora de libros y ponencias sobre la historia y la cultura yaquis, misiones en Sonora y arte religioso. Responsable de varios proyectos sobre cultura, arte y religiosidad indígenas, sobre misiones históricas y patrimonio misional. Corresponsable del proyecto "Imaginarios sociales en pueblos indígenas de Sonora, 1767-1940", avalado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Correspondencia: Centro INAH Sonora,
calle Jesús García final s/n, antigua penitenciaría,
barrio La Matanza, C. P. 83080,
Hermosillo, Sonora, México.
Teléfono y fax: (662) 217 2580 y 217 2714.
Correo electrónico: raquel_padilla@inah.gob.mx
En el ambiente académico se ha generalizado la creencia de que los indios de misión del noroeste de México durante la época colonial estuvieron sujetos a un duro régimen, que no les permitía salir de ella. En parte esto es cierto, ya que los cahitas de lo que es hoy el norte de Sinaloa y el sur de Sonora se las ingeniaron para burlar la no tan férrea vigilancia misional. Los padres jesuitas tuvieron que consentir estas insolencias antes de que se volvieran subversión. Esta es, a mi parecer, una de las aportaciones más importantes de Gilberto López Castillo en El poblamiento en tierra de indios cahitas.
Este libro, publicado por Siglo XXI y El Colegio de Sinaloa, consta de dos partes, subdivididas en varios capítulos cada una. La primera, titulada "Del territorio antiguo al territorio de misiones", es un repaso por la geografía cahita, los primeros intentos españoles por poblar la región y el establecimiento de misiones y otro tipo de asentamientos. La segunda, "Transformaciones del poblamiento de la primera época de conflictos al periodo reformista de los borbones", analiza los conflictos administrativos, políticos y sociales, violentos o pasivos, a partir de la segunda mitad del siglo XVII hasta la expulsión de los jesuitas. Este último evento y los primeros impactos de las reformas borbónicas son el cierre de la obra.
La bibliografía de El poblamiento en tierra de indios cahitas es profusa, incluye referencias desde los cronistas religiosos o militares clásicos, como el sacerdote jesuita Andrés Pérez de Ribas y Domingo Elizondo, hasta historiadores o arqueólogos actuales como Susan Deeds y John Carpenter. Las fuentes empleadas por el autor se enriquecen con material del Archivo General de la Nación, en México; archivos históricos estatales, como el de Sinaloa, Sonora, Jalisco y Durango; archivos locales como el de Parral y el de la Real Audiencia de Guadalajara y el Archivum Romanum Societatis Iesu, en Roma.
En la obra hay una serie de anexos que apoyan a los postulados generales del texto. La mayoría es sobre sitios específicos de asentamientos agropecuarios en territorio cahita; pero también hay una real cédula de la Audiencia de Guadalajara, para evitar los malos tratos a los indios; una carta de acusación de los naturales del pueblo de Tamazula al alcalde mayor de Sinaloa, donde se quejan de las actitudes del padre Domingo de Treto y un certificado de posesión de varios terrenos para el ganado, a nombre de doña Ana María de Aragón, elaborado por el teniente de gobernador y capitán general del real de Los Álamos.
En su introducción, López Castillo plantea el objetivo: "Realizar un nuevo acercamiento al estudio del poblamiento del norte novohispano, específicamente del ámbito conocido durante el siglo XVI como el territorio de los indios cahitas" (p. 15). Y, por supuesto, no se puede hacer un libro sobre poblamiento sin discutir los contenidos de este concepto, y eso es lo que hace el autor, con base en textos de Manuel González Jiménez, Chantal Cramoussel, Luis Aboites y Bernardo García Martínez; no se conforma con cubrir sólo las etapas del poblamiento indígena, sino que aborda también el hispano, a partir de 1564. En la obra reseñada, el proceso de poblar una región se estudia en el tiempo largo, ya que las tensiones y las concordias de dos sociedades (la originaria y la europea) no podrían comprenderse de otro modo. En este transcurso hubo algunos puntos definitorios, como la entrada de la Sociedad de Jesús y las pugnas de 1650.
La región estudiada "conjuga un determinado espacio y un territorio, y en éste encontramos el objeto específico de esta historia: una sociedad cuya identidad original nos remite a grupos de agricultores ribereños que tuvieron como elemento en común la lengua cahita" (p. 45). Aunque no explícito, López Castillo encuentra que el poblamiento es un proceso que involucra a los viejos y los nuevos habitantes, cada uno con sus concepciones, percepciones, imaginarios, representaciones y metáforas. Pese a estar plagado de imposiciones y coerción, el poblamiento en territorio cahita implicó también un constante negociar, pactar y consensuar, una redefinición de cada sociedad y, por qué no, una reinvención.
Bajo esta óptica, la obra rescata la impronta historiográfica y antropológica de Andrés Pérez de Ribas, reconociendo en él a la fuente de datos etnográficos e históricos más importante de la época colonial. Pérez de Ribas nos habla de las alianzas indígenas, las relaciones interétnicas, la reorganización territorial y la vida económica de las misiones más tempranas del noroeste de México. En su actividad compilatoria, él pudo echar mano de materiales producidos por los jesuitas, seleccionarlos, matizarlos y corregirlos, siendo esto una prueba de que en el proceso de poblamiento también hubo pactos entre iguales, y algunos de ellos de carácter simbólico.
Uno de los protagonistas principales del libro de López Castillo es la misión jesuita, su fundación, sus hijos, asentamientos, tierras de cultivo, evangelización y sus conflictos, todo ello en "el marco de relaciones activas con los pobladores hispanos, con una fuerte movilidad de los indios hacia los asentamientos agrícolas, ganaderos y mineros, tanto en el interior del antiguo territorio cahita (Álamos, Los Frailes, Baroyeca), como de otros más alejados, como el de San Juan Bautista de Sonora y el de San Joseph del Parral en el altiplano neovizcaíno" (p. 18). Así pues, fue bajo la tutela de la Compañía de Jesús, sin hacer de lado las capacidades propias de los indios, que se dio la transformación del poblamiento y, por ende, la social.
Es de este modo que López Castillo tropieza con coyunturas específicas, vinculadas al poblamiento en territorio cahita, cuando analiza la sublevación de 1740. Que si los mestizos y los coyotes, que si a los indios de Tepagüi los desplazan hacia Togibampo, que si los pobladores hispanos pugnaron por la mediación de las tierras del Yaqui,todo esto mal combinado con severas inundaciones y por ende carestía. Pero si algo reveló esta rebelión fue la gran movilidad de los cahitas, pese a vivir bajo el reglamento de las misiones de la Compañía de Jesús. Esta tendencia a los cambios geográficos persistió en los siglos XIX y XX, donde los veremos, en particular a los yaquis, dispersos en ranchos, minas y haciendas del gran noroeste mexicano, así como en la península de Baja California trabajando en el buceo de perlas.
Otra de las riquezas de El poblamiento en tierra de indios cahitas está en los mapas, utilizados no para ornamentar el texto sino para ilustrar y explicar de manera didáctica e inteligible sus contenidos; ofrece diez cartas geográficas, algunas elaboradas por él mismo y otras obtenidas en los archivos históricos, entre las que destacan el detalle de la "misión de Cinaloa", en el contexto de la provincia jesuita de la Nueva España, y el detalle de "Culiacanae, americae regiones descriptio", de Ortelio.
No obstante, la culminación de la obra, con la visita de José de Gálvez, nos deja una sensación de inquietud, de inconformidad, tal vez de berrinche por querer que llegue más allá. Por eso, en el principal acierto del libro descansa su único pero. Entre el largo periodo estudiado por López Castillo y la actualidad, hubo un tortuoso siglo XIX que se caracterizó por una serie de levantamientos cahitas, sobre todo en la región de los ríos Yaqui y Mayo, cuyos habitantes iban en pos de la conservación del territorio y el reconocimiento del autogobierno.
En esta tesitura, y sin el afán de pedirle al autor una obra que cubriese la historia del poblamiento cahita desde la mítica abuela Yo'omuumuli y los surem1 hasta nuestros días, creo que hubiese sido justo que relacionara de alguna manera su investigación con el tiempo presente. La problemática cahita de hoy día amerita un intento académico por trasladar los eventos poblacionales definitorios del pasado indígena en esa región, hacia un presente pleno de reclamos, demandas y vindicaciones.
Para terminar, Gilberto López Castillo nos obsequia en El poblamiento en tierra de indios cahitas una obra fina, indagada con meticulosidad y manufacturada con pulcritud, con una metodología que aunque no explicitada, está ahí; lo que pudo ser un estudio demográfico rudo se convirtió en una historia novedosa y multifactorial. En ella se analizan con denuedo una miscelánea de agentes (ambientales, geográficos, sociales, económicos y políticos) que impactan y son impactados por el proceso de poblamiento en esa región.
1 Los surem eran hombrecitos longevos que habitaban el espacio de lo que hoy se conoce como territorio yaqui. Los que abrazaron el cristianismo, según la mitología, son los que se convirtieron en yaquis y habitaron los ocho pueblos. Yo'omuumuli era una mujer que sabía entender el lenguaje de la vara parlante, la cual indicaba a los surem el camino a seguir.