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Norteamérica
On-line version ISSN 2448-7228Print version ISSN 1870-3550
Norteamérica vol.6 n.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2011
Análisis de actualidad
Migrantes precarios. Inmigrantes mexicanos en la subcontratación en Estados Unidos
David Rocha Romero*
* Becario posdoctoral Conacyt, El Colegio de la Frontera Norte, davidro_2000@yahoo.com.
Recibido: 28/06/2010
Aceptado: 28/02/2011
Resumen
El propósito del artículo es demostrar que se ha acentuado la presencia de inmigrantes mexicanos en empleos poco calificados y mal pagados, como consecuencia de su participación en agencias de trabajo temporal, en los que, además, no tienen estabilidad laboral y se vuelven vulnerables a los efectos negativos de las crisis económicas. Sin embargo, los indocumentados, en términos porcentuales, no tienen mucha presencia en estas agencias debido a tres factores: las redes sociales, el desarrollo de mercados laborales étnicos y el incremento de restricciones para entrar al mercado laboral formal. La metodología se basó en el análisis de documentos de la Oficina del Censo de Estados Unidos (U.S. Census Bureau), la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics) y documentos del Pew Hispanic Center.
Palabras clave: migración internacional, trabajo temporal, subcontratación, indocumentados.
Abstract
The aim of this article is to demonstrate that the Mexican immigrants can increasingly be found in unskilled, badlypaid jobs because they are being hired by temp agencies, which also makes their employment unstable and sensitive to the negative effects of economic crises. However, the undocumented are underrepresented; they are found more in areas where outsourcing has not advanced a great deal. This is due to three factors: social networks, the development of ethnic labor markets, and the increase in restrictions for entering the formal labor market. The methodology used was based on analysis of documents from the U.S. Census Bureau, the Bureau of Labor Statistics, and the Pew Hispanic Center.
Key words: international migration, temporary work, outsourcing, the undocumented.
Introducción
El artículo se divide en cuatro partes, en la primera, se toman como garantías de nuestro argumento las consideraciones de Saskia Sassen para analizar la economía internacional y así afinar las explicaciones de la migración internacional; particularmente, se considera el papel de la inversión extranjera orientada a la exportación y el rol de las nuevas industrias en la contratación de mano de obra poco calificada. También, el estudio se apoya en la teoría de los mercados laborales segmentados, expuesta principalmente por Michael Piore, y la teoría de redes, propuesta por Jorge Durand y Douglas Massey (2003). Además, se utilizan los conceptos de mercado laboral étnico (que he desarrollado) y la externalización, proceso central en el modelo de producción flexible.
En la segunda parte, se analiza el aumento de los trabajadores mexicanos mayores de dieciséis años en la fuerza laboral de Estados Unidos y su consolidada participación en empleos de baja calificación y bajo salario. Así también, se explora la diferencia salarial entre nativos e inmigrantes. Por último, se presentan dos argumentos que explican la presencia de los trabajadores inmigrantes en empleos de salario bajo: por un lado, la idea sobre la "nueva migración", según la cual los que llegan son poco calificados y debido a ello tienen esos empleos, y por otro, la explicación que tiene como base la evolución de las políticas públicas, de acuerdo con lo cual precisamente los cambios en las políticas propiciaron el flujo de los nuevos migrantes hacia trabajos poco calificados.
En la tercera parte, se habla de manera general sobre el incremento del trabajo temporal, particularmente, de la subcontratación por medio de agencias, labores en las cuales las mujeres consolidan su presencia y los hispanos en general incrementan su participación. Se analiza el aumento de los inmigrantes mexicanos en la subcontratación a partir de identificar cuáles son los sectores de la economía que más subcontratan y los tipos de empleos que usan esta forma. Además, se estima la presencia de indocumentados mexicanos en la subcontratación. Por último, se ve cómo los empleados subcontratados resultan más vulnerables a las crisis económicas.
En la cuarta parte, se presentan las conclusiones.
El énfasis neoliberal en la flexibilidad ha traído consecuencias lamentables (Piore, 2005a). Las estructuras de producción de las economías cada vez más globalizadas transforman las relaciones laborales. Concretamente, los empleos son más inestables, lo que afecta a un número creciente de trabajadores que ven disminuir sus tiempos de trabajo, así como sus salarios. Contratos laborales recortados y salarios disminuidos son realidades para millones de personas en Estados Unidos, nación ubicada entre las más industrializadas y con la economía más dinámica del orbe. En este contexto, para la mayoría de los inmigrantes mexicanos, indocumentados o no, la constante es laborar en empleos de baja calificación (Valenzuela y González, 2000; Martínez, 2003; Levine, 2004; Alarcón, 2004; Ibarra, 2001; Tubergen, Maas y Flap, 2004; Rocha, 2006; Bada, 2006; Thomas y Dixon, 2010). Son diversos los factores a los que se culpa por el deterioro de su situación socioeconómica, principalmente los que han facilitado la descentralización y reorganización del proceso productivo en numerosas industrias que utilizan la mano de obra coyunturalmente (Zlolniski, 2000: 62).
El trabajo temporal o contingente ha crecido rápidamente en los últimos treinta años en la unión americana, como consecuencia de varios factores, entre ellos la búsqueda por eliminar contratos laborales onerosos para los empleadores. Recurrir a empleados temporales fue particularmente útil para las empresas que otorgaban beneficios costosos a sus trabajadores regulares (Carey y Hazelbaker, 1986). La subcontratación ayuda a la fragmentación de los tiempos laborales para disminuir los costos de la producción, prolifera rápidamente en Estados Unidos y es característica inequívoca de nuevas relaciones laborales más flexibles. Los trabajadores subcontratados, por su condición de temporales, suelen sufrir precariedad laboral que se traduce en estancias discontinuas, ausencia de contratos, nula o mínima protección por parte del Estado, salarios inestables o bajos (Rosas García y Salas Páez, 2008), condiciones de inseguridad e insalubridad, así como trato injusto y discriminación. Se acude a ellos sólo cuando se les necesita, son un ejército industrial de reserva (Pollin, 2003: 13), que permite a los empleadores reducir costos. Entre estos trabajadores hay obreros, ayudantes, ensambladores, almacenistas, trabajadores de la construcción, etcétera.
Los empleos temporales presentan ventajas para quienes buscan complementar ingresos, libertad de movilidad, horarios más flexibles o contratos menos rigurosos. Sin embargo, las posibles ventajas se desvanecen cuando los trabajadores de baja calificación sólo consiguen este tipo de empleos. Para muchos no resulta una alternativa flexible de ocupación, sino su única vía para encontrar empleo.
PERSPECTIVA TEÓRICACONCEPTUAL Y METODOLOGÍA
La permanencia de los trabajadores inmigrantes en empleos temporales de baja calificación, subcontratados por agencias de trabajo, se explica muy bien a la luz de la teoría propuesta por Saskia Sassen (1993) que permite entender la dinámica de la economía internacional y afinar las explicaciones de la migración internacional; también por la teoría de los mercados laborales segmentados, de Michael Piore, y el concepto de la externalización, trabajado por Jeremy Rifkin como parte del proceso de la producción flexible.
Saskia Sassen argumenta que "en situaciones de crecimiento dinámico se tiende a recurrir a las demandas laborales extranjeras" (1993: 49). Ana María Aragonés ha documentado históricamente este movimiento paralelo entre flujo de capital y migración (2006). Sin embargo, Sassen vincula la migración laboral internacional con los procesos fundamentales de la fase contemporánea de la economía mundial y analiza los tipos de empleos y dónde se crearon. Argumenta que la migración hacia Estados Unidos, proveniente de países en vías de desarrollo (incluido México), no se frenó, a pesar de que recibieron importantes porcentajes de inversión extranjera orientada a la exportación, después de la segunda mitad del siglo XX.1
Para resolver la cuestión y entender la constante migración a Estados Unidos, Sassen dice que hay que afinar las explicaciones existentes sobre los recursos para la movilidad: los altos índices de desempleo en los países emisores sobre los recursos para la movilidad, es decir, no son los más pobres quienes emigran. Asimismo, hay que repensar las oportunidades en el país de destino, la importancia de la comunidad inmigrante en el lugar de destino como factor y estructura que facilita el acceso al empleo, las explicaciones que destacan la diferenciación interna del mercado laboral en países industrializados para explicar la convivencia del desempleo cada vez mayor y la relativa escasez laboral en industrias en decadencia y/o atrasadas, necesitadas de mano de obra barata para sobrevivir, y las explicaciones sobre las políticas de migración y el papel del Estado a la hora de regular el suministro de trabajo.
Importantes pistas para entender esta migración se encuentran en la inversión que ha hecho Estados Unidos en México. Es necesario observar los empleos creados en los países en vías de desarrollo, principalmente los orientados a la producción de exportación, que regularmente no generan inercias tecnológicas, educativas, organizativas, ni de creación de más empleos. En la industria maquiladora, es necesario analizar la dinámica demográfica: a las mujeres como nuevo segmento de la población en la mano de obra, que quitaron empleos a hombres jóvenes quienes pudieron haber mitigado su desempleo a través de este tipo de trabajos.
Sassen también propone analizar la reestructuración productiva y el auge de las ciudades mundiales para ayudar a explicar la migración a empleos precarios. Subraya el papel de las nuevas industrias en estas ciudades, particularmente la de los servicios especializados en Estados Unidos, como generadoras de demanda de trabajos mal remunerados que no exigen gran capacidad ni dominio lingüístico. "La expansión de la demanda laboral mal remunerada es en gran parte una función de los sectores de crecimiento y sólo secundariamente de las industrias en depresión necesitadas de mano de obra barata para sobrevivir" (Sassen, 1993: 44). Posteriormente, sostiene que "la migración está relacionada con las necesidades económicas en Estados Unidos" (1998: 31)
Sassen encuentra otra fuente de empleo para los inmigrantes en su propia comunidad, pero en el lugar de destino. Aquí cabe el concepto de mercado laboral étnico, como fuente de atracción hacia empleos de baja calificación. Éste es el conjunto de empleos, particularmente de baja calificación, concentrados en un área determinada, que los inmigrantes proveen a sus connacionales. Además de contener economías étnicas, se desarrollan trabajos informales, como el relacionado con el cuidado infantil, también como estilistas, mecánicos, plomeros, carpinteros, electricistas, jardineros, dentistas, etc., así como en la venta de productos comestibles en la vía pública, principalmente, empleos que ayudan a satisfacer las necesidades de la comunidad a menores costos (Rocha, 2009).
Prestando interés a los factores económicos de atracción, se analiza la teoría de los mercados laborales segmentados, que plantea que "la migración internacional se genera por la demanda de la fuerza de trabajo intrínseca a las sociedades industriales modernas" (Durand y Massey, 2003:17). Concibe la migración internacional como efecto de la evolución y estructuración de los mercados laborales receptores que necesitan mano de obra barata.
Para Michael Piore, exponente de la teoría de los mercados laborales segmentados, "la primera característica del proceso de migración es que responde a la atracción de los países industrializados" (1980: 3). En el caso de Estados Unidos, esta atracción ha sido menos institucionalizada y más clandestina. La migración no es el resultado de fuerzas que impulsan desde dentro hacia fuera, como bajos salarios o elevado desempleo, sino que obedece a factores de atracción ejercidos por los países receptores, como la necesidad de mano de obra barata. Uno de los factores estructurales es la inflación, que debe permanecer a la baja contratando trabajadores con salarios reducidos. En general, los trabajadores nativos no aceptan esos salarios, pues se cree que el salario refleja estatus y prestigio social. Por tal razón se importa mano de obra barata.
La mayoría de los trabajadores inmigrantes contratados para empleos temporales, mal pagados, no comportan movilidad laboral ascendente (Mendoza, 2009a: 52). "El proceso de la migración en el punto de destino reduce las posibilidades de un empleo estable" (Piore; 2005b: 217) y los inmigrantes recientes están lejos de conseguir buenos trabajos (Thomas y Dixon, 2010:177). Las crisis económicas y ajustes presupuestales de los últimos tiempos han desarrollado ambientes antiinmigrantes que consolidan las tendencias descritas.
En este tenor, sería absurdo pensar que para detener la migración mexicana, la economía estadunidense tendría que dejar de crecer, es tan absurdo como creer que la expansión y desarrollo económico con el modo de producción capitalista no requiere de la movilidad internacional de quienes contribuyen a ese crecimiento: los trabajadores inmigrantes.
Así también, en apoyo al argumento que se expresa aquí, se recurre al concepto de externalización en un amplio proceso de reestructuración productiva a nivel mundial, catalogado como producción flexible, que es el modelo basado en economías de variedad, el cual se refiere a la capacidad de una empresa para realizar cambios rápidos en insumos, productos finales, medios de producción y servicios; es decir, es la posibilidad de adaptarse a nuevas necesidades de producción, cambios rápidos, fabricar diferenciadamente una variedad de productos, favoreciendo ajustes instantáneos a las fluctuaciones de la composición producto de la demanda (Ohno, 1996: 142143), reduciendo así los costos. La flexibilización profundiza la división social del trabajo (Scott y Storper, 1987: 215232) creando unidades de producción con un pequeño número de trabajadores.
Asimismo, se entiende la migración de mexicanos a Estados Unidos como un fenómeno complejo que responde también a factores sociales. La teoría de las redes sociales ayuda a comprenderla, ya que éstas son los lazos interpersonales que conectan a los migrantes con otros que los antecedieron; son un conjunto de asociaciones recurrentes entre gente ligada por ocupación, familia, cultura o lazos afectivos (Durand y Massey, 2003: 31). La información de posibles soluciones a los problemas económicos en los lugares de origen y la disponibilidad de trabajo en los lugares de destino circula en estas redes y esto ha ayudado a sustentar la migración por generaciones. Las redes sociales siguen siendo uno de los principales mecanismos para entrar en el mercado laboral. Son conexiones entre aspirantes a migrantes y acciones encaminadas a la migración o desplazamiento de la comunidad de origen. Esta teoría puede ayudar a explicar por qué la mayoría de los inmigrantes mexicanos indocumentados no están subcontratados por agencias de trabajo temporal.
La metodología usada en un primer momento fue el análisis documental. Se revisaron las teorías, argumentos y conceptos en torno a la migración internacional, los procesos de reestructuración productiva y se seleccionaron los que apoyan la explicación que aquí se presenta. En un segundo paso, se analizaron documentos académicos especializados sobre la presencia de los trabajadores inmigrantes mexicanos en empleos de baja calificación y temporales, así como la información de la Oficina del Censo de Estados Unidos (U.S. Census Bureau) para ubicar a estos trabajadores en los diferentes sectores de la economía. También, para observar el incremento de los empleos subcontratados a través de las agencias de trabajo temporal y describir las características de los servicios que éstas prestan. Por medio de la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics, BLS) se buscó la presencia de los trabajadores inmigrantes en empleos de baja calificación y temporales en 2005, así como sus características sociodemográficas y raciales. Se deseaba saber cuáles sectores de la economía subcontratan más y para qué empleos. Los estudios del Pew Hispanic Center aportaron información útil para rastrear la presencia de los indocumentados en el mercado laboral.
INMIGRANTES MEXICANOS EN LA FUERZA LABORAL DEL ESTADOS UNIDOS
A partir de la década de los ochenta, el número y porcentaje de extranjeros2 en la fuerza laboral de Estados Unidos creció de manera importante, pasando de 7100 000 (el 6.7 por ciento de representación en la fuerza laboral total) en 1980 a 23 900 000 (el 15.6 por ciento de la fuerza laboral total) en 2007, un incremento en trabajadores de más del 300 por ciento.
El crecimiento demográfico más importante en Estados Unidos lo tuvo la población de origen mexicano (Borjas, 2005), que pasó de 5 400 000 a 30 700 000 entre 1970 y 2008. Hacia 2009, los trabajadores de origen mexicano eran 12 622 000 (BLS, 2010), con una edad promedio de 35 años, en el caso de los hombres y de 36 en las mujeres (Terrazas, 2010). Un poco más del 30 por ciento del conjunto de los trabajadores extranjeros (PHC, 2009).
El número de inmigrantes mexicanos mayores de dieciséis años en la fuerza laboral de Estados Unidos casi se duplicó durante la década de los noventa, pasó de 2 600 000 en 1990 a 4 900 000 en 2000 (Grieco y Ray, 2004). Entonces, de acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos, uno de cada cuatro trabajadores extranjeros en Estados Unidos se caracterizaban por su convergencia en los trabajos de baja calificación, de salarios bajos y estigmatizados (Waldinger, 2008:19). En 2006, los inmigrantes mexicanos eran más de siete millones, casi el 5 por ciento de la fuerza laboral (Migration Policy Institute, mpi, s.f.). Contabilizaban un poco más de la cuarta parte de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos.
En el presente milenio, la fuerza laboral de los mexicanos en Estados Unidos se ha venido concentrando en la manufactura, transporte y traslado de materiales, construcción, ocupaciones de mantenimiento y servicios. En el año 2000, la participación de los mexicanos en la fuerza laboral era como se ve en la gráfica 1.
A principios del milenio, el 73 por ciento de la fuerza laboral mexicana se concentraba en servicios, construcción, mantenimiento, producción, transporte y traslado de materiales. En 2008, el 75 por ciento de los trabajadores mexicanos se empleaba en los mismos trabajos: el 47 por ciento en construcción, extracción, mantenimiento y traslado de materiales, y el 28 por ciento en servicios (U.S. Census Bureau, 2009). En industrias de bajos salarios donde la subcontratación va ganando terreno.
Por otro lado, a inicios del presente siglo, el promedio anual de ingresos de los inmigrantes de sexo masculino fue de 22 000 dólares, mientras que para los nativos fue de 34 000 dólares. En 2002, el informe "Profile of the Lowwage Immigrant Workforce"3 ratificó la tendencia y reveló que el ingreso promedio de las minorías y los inmigrantes es menor que el de los trabajadores nativos blancos. Mostró a los trabajadores inmigrantes como una fuerza creciente en el sector de los empleos de bajo salario. De los trabajadores considerados de bajos salarios, los inmigrantes constituyeron un 20 por ciento. Hacia 2004, el ingreso anual promedio para los inmigrantes hombres fue de 25 000 dólares, mientras que para los trabajadores nativos fue de 38 000 dólares (Capps, Fortuny y Fix, 2007). Se ha considerado que la diferencia de ingreso entre inmigrantes hispanos y nativos es aun mayor (Thomas y Dixon, 2010:175).
En los sectores de negocios, finanzas y cuidados médicos, los trabajadores inmigrantes percibieron un mejor salario que los nativos. Empero, esos sectores no se caracterizaron por contar con un número significativo de trabajadores inmigrantes mexicanos, quienes se encuentran en la construcción y el manufacturero.
Empleos no calificados y salarios bajos predominan en el panorama laboral de la mayoría de los inmigrantes mexicanos. La poca movilidad ocupacional y la consolidación en empleos de salarios bajos se corroboran con datos presentados por el Consejo Nacional de Población (Conapo) en 2006. De los inmigrantes mexicanos cuyo arribo data de varios años atrás (ingresaron a Estados Unidos antes de 1996), el 70 por ciento tenía empleos de baja calificación (servicios, obreros, trabajadores especializados y de la construcción). Por su parte, de los mexicanos de reciente arribo (población que ingresó a Estados Unidos después de 1996), el 84 por ciento estaba empleado en estos mismos trabajos. Lo que podemos ver es que las nuevas oleadas de migrantes están llegando casi exclusivamente a este tipo de empleos, pero por otro lado, no hay un ascenso ocupacional importante de los inmigrantes que llegaron antes de 1996. Los de reciente arribo ocupan un mayor porcentaje de trabajos de baja calificación, a pesar de tener más años de instrucción académica (el 88 por ciento cuenta con doce años de escuela con diploma) que los que llegaron antes (el 81 por ciento), esto se puede deber a su condición migratoria. Con estos datos se corrobora la importancia de los mexicanos para atender la demanda de trabajo no calificado (Giorguli Salcedo y Gaspar Olvera, 2008: 2425).4
La migración desde lugares no tradicionales en México, que podría clasificarse de reciente arribo, tiene mayoritariamente como destino los empleos de baja calificación. En 2007, en el municipio de Valle de Chalco, Estado de México, una encuesta reveló que de 759 a individuos que habían emigrado a Estados Unidos y regresado, el 84.1 por ciento emigró después de 1990, el 82.8 por ciento fue como indocumentado y el 63 por ciento encontró empleos no calificados, predominantemente en los servicios y la construcción (Mendoza, 2009a: 2528). Borjas advierte que hay un cambio en la composición étnicoracial de los trabajadores de baja calificación en Estados Unidos de 1980 a 2000, y los datos indican que la población en desventaja ahora es sobre todo hispana, principalmente mexicana (2005: 27).
Es así como los inmigrantes mexicanos de baja calificación entran en su mayoría al mercado laboral estadunidense vía trabajos manuales de salarios bajos, un tercio de los hombres recién llegados están empleados en ocupaciones de bajo perfil. En contraste, sólo el 6 por ciento de los hombres nativos blancos ocupan estos puestos (Waldinger, 2008: 10).
La explicación de la concentración de los inmigrantes latinoamericanos en empleos de salarios bajos en Estados Unidos se da a través de dos vertientes: una que correlaciona el amplio porcentaje de trabajadores de baja calificación con el aumento de la ilegalidad (Borjas, 2005: 5986), es decir, como los que están llegando son poco calificados, particularmente los mexicanos, obtienen ese tipo de empleos. Hay que señalar que la migración mexicana representa un alto porcentaje del conjunto latinoamericano, ya que las posibilidades de irse a Estados Unidos son amplias para casi todos los sectores de la población. Esto trae consigo que estratos empobrecidos y con menor nivel educativo crucen la frontera constantemente, como lo han hecho en masa durante las últimas dos décadas. Esta posibilidad se reduce conforme crecen las distancias con respecto a la frontera estadunidense.
Por otro lado, está la visión que analiza la evolución de las políticas públicas en las últimas tres décadas (Massey, 2007), políticas públicas que estigmatizan cada vez más a la migración que proviene de países en desarrollo, penalizando principalmente la migración indocumentada, que es mayoritariamente mexicana. Con esta perspectiva, resulta indispensable considerar el estatus migratorio en el análisis de los puestos que ocupan los inmigrantes mexicanos que llegaron en los últimos veinte años, ya que a partir del inicio de la última década del siglo XX se cerraron las posibilidades de la regularización masiva. El contingente siguió llegando, pero el proceso de amnistía no se repitió.
La Ley de Reforma y Control de la Migración (Immigration Reform and Control Act, IRCA), además de permitir la legalización de un par de millones de inmigrantes mexicanos, a través de procedimientos establecidos, también enrareció el mercado laboral para los indocumentados que intentaban incorporarse a él, fomentando la discriminación contra ellos (Phillips y Massey, 1999: 233). Concretamente, las sanciones a empleadores que contrataran indocumentados, estipuladas en la ley, junto con el aumento en las deportaciones y un creciente linchamiento político a los indocumentados, consolidaron la tendencia de movilidad de la mano inmigrante mexicana hacia los empleos marginales, no competidos por los nativos, menos vigilados por las autoridades, donde los diplomas y la escolaridad no eran necesarios. Desde luego, esto acentuó las condiciones de precariedad para muchos, ya que la "ilegalidad" provee un aparato de producción y sustento de la vulnerabilidad y la maleabilidad (Genova, 2005: 8), que no es más que la disponibilidad de tratar y manejar al trabajador inmigrante al antojo del empleador.
Otra de las consecuencias de la IRCA, según Massey, fue la transformación radical de los procesos de contratación laboral. Antes de la IRCA los propios empleadores contrataban trabajadores indocumentados; después de la ley, los empleadores pasaron a un sistema de contratación indirecta, a través de los subcontratistas. Dado que los trabajadores no están técnicamente empleados por una empresa, sino por el subcontratista, el empleador puede evadir la responsabilidad ante la ley (2007:144).
La vertiente que alude a las transformaciones de las políticas públicas para explicar la concentración de los inmigrantes latinoamericanos en empleos de salarios bajos considera que el cambio en la política económica es responsable de la disminución de salarios y prestaciones sociales de un importante sector de los trabajadores, incluidos los inmigrantes mexicanos. Desde 1986 hasta 1993, los inmigrantes mexicanos, documentados e indocumentados, incrementaron su participación en trabajos de salarios bajos en condiciones precarias. La reducción de los salarios fue especialmente aguda para los que cuentan con documentos (Massey, Durand y Malone, 2002: 118126).
En el contexto de una presencia importante de inmigrantes mexicanos en trabajos de baja calificación, otro problema se agrava: la situación laboral para los trabajadores de bajos salarios se hace más precaria por la constante transgresión de sus derechos laborales. Así lo demuestra el extenso estudio, realizado recientemente por varias instancias: el Centro de Desarrollo Económico Urbano (Center of Urban Economic Development), la Ley Nacional de Empleo (National Employment Law) y el Instituto para la Investigación, Trabajo y Empleo (UCLA Institute for Research and Labor Employment). Esta investigación encontró, a través de 4387 encuestas realizadas en Los Ángeles, Nueva York y Chicago (Illinois) a trabajadores considerados de bajos ingresos, que el 68 por ciento de ellos enfrentó recortes ilegales en sus ingresos en la semana previa al estudio, es decir, no se les pagó el mínimo establecido por la ley ni el tiempo extra. A un 86 por ciento se le negó o se le redujeron sus tiempos para tomar alimentos, el 43 por ciento fueron amenazados por tratar de formar o unirse a un sindicato y el 50 por ciento no recibió atención médica después de tener un accidente de trabajo. Entre otros hallazgos importantes, se vio que los trabajadores inmigrantes padecían las tasas más altas de violación a las leyes que protegen sus ingresos (Bernhardt, Milkman et al., 2009).
TRABAJO TEMPORAL Y SUBCONTRATACIÓN DE INMIGRANTES MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS
El mercado laboral como organización histórica del trabajo, que implica la existencia e interrelación de empleos, trabajadores, empleadores y contratos (Tilly y Tilly, 1994: 286291) viene transformando las relaciones laborales marcadamente desde el último cuarto del siglo pasado. A través de la flexibilización se disminuyen los tiempos que dura la relación laboral y las responsabilidades de las partes involucradas.
Empresas de diversas industrias se han fragmentado, entre ellas, las de la manufactura y la construcción y, con ello, el contingente de trabajadores disminuye. A través de la externalización (outsourcing), los procesos de producción que no son esenciales para avanzar en los objetivos principales de la empresa son entregados a subcontratistas externos (Rifkin, 2000: 6977).
Crisis económicas en los países industrializados, cambios tecnológicos, nuevos planteamientos en la organización productiva y administrativa, entre otros factores, fomentaron la flexibilidad. La interconexión con la economía global, por la volatilidad de las demandas de los consumidores, hace que las empresas busquen ser flexibles; la tecnología es una vía y otra, el uso de trabajadores temporales (Segal y Sullivan, 1997:127129, Levine, 2000b: 129). La reducción de costos es un elemento importante para que las empresas utilicen trabajadores temporales (Mangum, Mayall y Nelson, 1985; Houseman y Erickcek, 2002).5 Diversos estudios han demostrado que la decisión de emplear trabajadores temporales ha traído consigo efectos negativos en los salarios y las prestaciones de los trabajadores de baja calificación (Houseman and Erickcek, 2002: 2). La disminución del tiempo de los contratos laborales para reducir los beneficios que implica tener antigüedad en un empleo es característica de este nuevo modelo flexible y, con ello, ha habido pérdida de derechos contractuales y de cada vez más derechos jurídicos laborales (Sotelo, 2000), lo que se acentúa en las comunidades inmigrantes (Zlolniski, 2000: 5987) fomentado el autoempleo en la economía informal (Canales, 2003: 328).
La intermediación en el mercado laboral y el uso de trabajo temporal, es decir, cualquier empleo en el cual un individuo no tenga un contrato implícito de larga duración o uno en el cual las horas trabajadas puedan variar de una manera no sistemática (Milner y Pinker, 2001: 1046) crece en Estados Unidos cuando menos desde cinco décadas atrás (Theodore y Peck, 2002: 463). Se registró un incremento del 280 por ciento en el número de intermediarios entre 1963 y 1977. Éstos venden los servicios de trabajadores (habilidades) a empleadores (clientes) (Mangum, Mayall y Nelson, 1985: 601).
De acuerdo con la Asociación Nacional de Suministro de Personal Temporal (National Association of Temporary and Staffing Services, natss), el trabajo temporal pasó de ocupar a 165 000 trabajadores en 1972 a más de dos millones en 1995. Su crecimiento fue del 11.8 por ciento por año, mientras que, por otro lado, el empleo total no agrícola sólo creció el 2 por ciento anual en el mismo periodo (Segal y Sullivan, 1997: 118). Hacia 1999, la BLS indicó que los trabajadores temporales ocupaban un quinto del total de empleo de la industria manufacturera (Lane, Mikelson, Sharkey, Wissoker; 2003: 583).
Las necesidades de negocios especializados, como los cuidados médicos, los de finanzas y diversos tipos de oficinas, contribuyeron al crecimiento de esta industria. Cada vez más, enfermeras, técnicos de rayos X, contadores, programadores, ilustradores, redactores, ingenieros, técnicos eléctricos, laboratoristas, capturistas, secretarias, archivistas, recepcionistas, mensajeros, cajeros, personal para inventarios, vendedores, etc., entraban en el mercado laboral formal por esta vía. En el sector industrial, los empleos para obreros, ensambladores, operarios de maquinaria y en el transporte de materiales fueron los que subcontrataron por medio de agencias de trabajo temporal. Las empresas que más utilizan esta forma de contratación son las que ofrecen más beneficios a sus empleados regulares.
Una de las batallas para aminorar costos de parte de los empleadores fue contra los sindicatos. Las industrias de la construcción, de los servicios de mantenimiento y del transporte buscaron, a partir de la década de los ochenta, la contratación de trabajadores no sindicalizados. Por medio de subcontratistas, empleados de la construcción, conserjes y camioneros ocuparon los lugares de trabajadores sindicalizados, con lo que también se fueron la estabilidad laboral y los beneficios (Bernhardt, Boushey Dresser y Tilly, 2009:10). Particularmente, en estas tres industrias, el reemplazo con trabajadores inmigrantes fue cada vez mayor . El reclutamiento de inmigrantes, con limitados conocimientos del inglés y en muchos casos indocumentados abrió el camino a mayores abusos en lo laboral (Bernhardt, Boushey, Dresser y Tilly, 2009: 11). Esto ha contribuido a que un importante número de trabajadores inmigrantes de origen mexicano continúe en los peores trabajos y ocupe el más bajo nivel en la distribución de ingresos (Valenzuela y Gonzalez, 2000: 249).
Aparecieron en el escenario laboral subcontratistas, trabajadores en espera (on call workers), agencias de colocación y trabajadores informales por día (day laborers). Estos últimos son quienes buscan empleo, generalmente en la construcción, ofreciendo ellos mismos sus servicios en lugares de tránsito o compra de materiales y suministros. En un amplio y reciente estudio, se encontró que eran mexicanos la mayoría de los 2660 trabajadores "esquineros" entrevistados (el 59 por ciento). El total de este tipo de trabajadores se encuentra por debajo de la línea de la pobreza y el 75 por ciento de ellos eran indocumentados (Valenzuela, 2006).
Otra modalidad de trabajo temporal ha surgido y se ha fortalecido con la mano de obra de trabajadores de baja calificación: la subcontratación por días o incluso por horas a través de las agencias de trabajo temporal (ATT). La industria de servicios de apoyo temporal (temporary help service) (NAICS 56132)6 comprende establecimientos que proporcionan trabajadores para los negocios de sus clientes por periodos de tiempo limitado para complementar la fuerza laboral del cliente. Las agencias no supervisan a los trabajadores en sus puestos de trabajo (U.S. Census Bureau, 2011) y se las reconoce como "pasillos de contratación" (hiring halls) (Valenzuela, 2003: 309).
Las ATT se multiplicaron y con esto la subcontratación de mano de obra de baja calificación y salarios bajos ganó terreno en la intermediación laboral. El número de ATT en Estados Unidos pasó de 23 522 establecimientos con 2 612 719 empleados en 1997 (U.S. Census Bureau, 2011) a 31 711 establecimientos con 3 040 495 empleados en 2007 (U.S. Census Bureau, 2011). A inicios de 2005, la BLS estimaba que había 1 200 000 trabajadores en agencias de trabajo temporal. La cifra de 2005 es inferior a la de 1997, porque la industria se contrajo y se perdieron miles de empleos durante la recesión de 2001, aunque después se recuperó significativamente (U.S. Department of Labor, 2009: 28).
Como ejemplo de este incremento de las ATT, la empresa Labor Ready pasó de tener veinte oficinas en 1994 a casi ochocientas en 2004 (Bartley y Roberts; 2006: 43). Esta agencia actualmente ofrece puestos de trabajo temporal en construcción, manufactura, almacenaje, ventas al menudeo, transporte, agricultura, reciclaje y manejo de basura entre otros (Labor Ready, s.f.). La empresa ofrece a sus clientes el servicio de pedir trabajadores por internet, para aminorar tiempos.
El crecimiento de la subcontratación de trabajos de baja calificación en el sector industrial lo colocó en el segundo lugar en la lista de los sectores laborales de la economía estadunidense que más subcontratan (véase cuadro 2). Como se ha anotado, en este sector existe una presencia importante de trabajadores inmigrantes mexicanos.
En las ATT no se contrata a todos los trabajadores con un cliente particular por objetivos y tiempos concretos, como lo hacen las empresas de limpieza, jardinería o de la construcción. A diferencia de los trabajadores en espera (on call workers), acuden diariamente a la agencia en busca de empleos, que generalmente resultan ser de baja calificación y de menor duración.
Gretchen Purser (2006) denominó a las ATT el sector de empleo diario formal en la industria (the formal day labor industry), aunque éstas representan precariedad para los trabajadores poco calificados. A este tipo de agencias no acuden enfermeras, ingenieros, publicistas o redactores a buscar empleos, sino obreros, ensambladores y almacenistas, quienes desde muy temprano están en las oficinas esperando que les asignen un trabajo, el cual cambia constantemente. Hoy pueden ensamblar juguetes y mañana empaquetar diversos productos. La asignación de los trabajos es arbitraria y discrecional. La incertidumbre es la constante y con esto aumenta la precariedad. Al no demandar habilidades especiales, estas agencias distribuyen los empleos entre beneficiarios de programas de ayuda gubernamental, gente en libertad condicional, sin hogar permanente (homeless), desempleados e inmigrantes (Purser, 2006: 3).
Las agencias someten a los trabajadores a tiempos prolongados de espera y los despachadores frecuentemente otorgan los empleos a quienes por medio de favores se han ganado su estima. No se ofrece ningún tipo de seguridad social ni beneficios. Los trabajadores están sujetos a las necesidades cambiantes de los clientes. Según el BLS, en 2004, el 46 por ciento de las ocupaciones en la industria de servicios de apoyo temporal fueron de baja calificación, con salarios promedio de 10 dólares por hora.
A través de la intermediación, las ATT aseguran sus ganancias, en muchos casos a costa de la violación de los derechos laborales. Las transgresiones laborales a trabajadores de baja calificación y la disminución y afectaciones a los salarios encabezan la lista en el escenario nacional.7 Es común que las ATT cobren a los trabajadores por llevarlos a los lugares donde van a laborar. Además no pagan por el tiempo en que los trabajadores esperan por un empleo, que puede ser desde varias horas hasta días. En lo que se refiere a horas extra, las agencias comúnmente no las pagan, sobre todo si las horas se acumularon entre diferentes trabajos, para diferentes clientes. Esto sucede aunque los trabajadores cobran en las agencias y no a los clientes, y de hecho cobran a los clientes si los trabajadores son requeridos como permanentes. Mientras llega la oportunidad de ser trabajador permanente, la incertidumbre y los salarios bajos prevalecen (Rocha, 2006: 129135). Desde luego, no todas las agencias cometen estos abusos, sin embargo, lo que sí es invariable es la inconstancia de los trabajos y los salarios.
Respecto a las ATT, algunas tendencias se consolidaron entre 1995 y 2005: las mujeres siguieron siendo mayoría, aunque su participación disminuyó; pasó del 58 por ciento en 1995 a un 52 por ciento en 2005. Este descenso en diez años no se debe necesariamente a que estén dejando de usar agencias para encontrar empleos, ya que su participación en empleos "tradicionales", los que no son proveídos por agencias, permaneció sin modificaciones (un 48 por ciento en 1995 y un 48 por ciento en 2005), lo que explica la disminución de este porcentaje es el incremento de hombres en números absolutos. Asimismo, en esta misma década, los hombres de las minorías étnicas incrementaron su participación en las ATT, particularmente los hispanos8 (50 por ciento) (véase gráfica 2).
La tendencia continúa, a finales de la década pasada los trabajadores de origen mexicano incrementaron su participación en trabajos de tiempo parcial o de medio tiempo (según la Organización Internacional del Trabajo [OIT]), de menos de treinta horas a la semana. De 2008 a 2009 pasaron de 1 923 000 a 2 359 000, un incremento del 22 por ciento (BLS, 2010). Se puede suponer que perdieron empleos de tiempo completo y están encontrando de medio tiempo, así como que los mexicanos inmigrantes están ingresando al mercado laboral con trabajo de tiempo parcial. Hay que tener en cuenta que en 2009, cuando la crisis económica era más fuerte, los hispanos sufrían la tasa de desempleo más elevada (el 12.1 por ciento). Las estadísticas laborales no precisan cuál es el mecanismo de contratación que han utilizado estos trabajadores para adquirir empleos de medio tiempo, pero una de las características de las ATT es ofrecer empleos de pocas horas de trabajo a la semana.
Como ya se señaló en el apartado anterior, la mayoría de los trabajadores hispanos en la fuerza laboral de Estados Unidos son de origen mexicano. De éstos, los inmigrantes, es decir, los nacidos en México, representan porcentajes importantes en el sector industrial, al que pertenecen los empleos que más se subcontratan a través de ATT. Las ocupaciones que más se subcontrataron en 2004 fueron de obreros, cargadores, almacenistas, trabajos manuales y traslado de materiales. Del total de estos empleos en el mercado laboral, el 18.5 por ciento es subcontratado por medio de las ATT (véase gráfica 3).
Entre los empacadores, ensambladores y otros trabajadores de la producción hay también presencia importante de inmigrantes mexicanos.
El resto de los empleos en donde se subcontratan por medio de las ATT tiene que ver con ocupaciones de muy diversa índole: trabajadores del campo, contadores, choferes, jardineros y carpinteros, pero ninguna tiene una representación mayor al 2 por ciento. Los empleos que predominan en las ATT son los mismos en donde los trabajadores inmigrantes mexicanos se han concentrado en las dos últimas décadas.
Podemos concluir entonces que aparentemente son los inmigrantes el grueso de los trabajadores de origen mexicano que llevaron a incrementar un 50 por ciento la presencia de los hispanos en la subcontratación. ¿Tienen o no documentos? Podría pensarse que debido a las restricciones crecientes del mercado laboral para los indocumentados, éstos están engrosando las filas de la subcontratación, ámbito donde su presencia podría ser más discreta, ya que rotan constantemente de puestos de trabajo y porque las agencias de subcontratación ayudan a los empleadores a evadir las restricciones de la ley para contratar mano de obra barata indocumentada. Sin embargo, los hallazgos de la investigación presentaron realidades diferentes: los inmigrantes mexicanos indocumentados no están engrosando las filas de la subcontratación.
La creciente migración mexicana a Estados Unidos en las dos últimas décadas es predominantemente indocumentada (Levine, 2008: 85). La IRCA, en la segunda mitad de los ochenta abrió las posibilidades para hacer una regularización masiva del estatus migratorio e incentivó la migración, particularmente de las regiones tradicionalmente migrantes de México. Por otro lado, las crisis económicas, las devaluaciones y los reajustes estructurales en la década de los ochenta, pavimentaron el camino para la salida de millones desde regiones emergentes. El periodo y los procedimientos para la legalización por medio de IRCA se agotaron, pero no así el flujo constante de mexicanos que, de diversas regiones, siguieron llegando a Estados Unidos.
La participación en la fuerza laboral de los hombres indocumentados es mayor que la que existe entre residentes legales y ciudadanos. Comparado con la fuerza laboral total en los empleos de bajos salarios hay una mayor proporción de inmigrantes indocumentados (Capps et al., 2003).
La población de inmigrantes indocumentados de todo el mundo es la más explotada y depauperada (Levine, 2000b: 64), se estima que pasó de 8 400 000 en 2000 a 11 900 000 en 2008 (Pew Hispanic Center, 2009, basado en Current Population Survey, marzo. Estimaciones basadas en el método residual.), de los cuales el 59 por ciento provienen de México (hacia 2009 este porcentaje llegó al 62 por ciento [Terrazas, 2010]). 8 300 000 indocumentados se encuentran en la fuerza laboral (Passel y Cohn, 2009: 15) y se desempeñan especialmente en trabajos de baja calificación. Es abundante la evidencia de que los indocumentados reciben salarios más bajos que el resto de los trabajadores en la economía estadunidense (RiveraBatiz, 1999: 93). El 94 por ciento de los indocumentados hombres se encuentra en la fuerza laboral comparado con un 58 por ciento de las mujeres indocumentadas (Passel y Cohn, 2009).
En relación con los inmigrantes indocumentados mexicanos, su distribución ocupacional tiende a ser estable; es decir, permanecen en los mismos empleos por tiempos prolongados (véase cuadro 3).
Además, a partir de la información obtenida, podemos considerar que en la subcontratación por medio de las ATT no hay participación de porcentajes importantes de trabajadores indocumentados. En el inicio de la segunda mitad de la década pasada, en los empleos que más subcontrataban, en el sector industrial, los indocumentados mexicanos no tienen un porcentaje importante de participación (el 9 por ciento en manufactura y el 7 por ciento en empleos de transporte y movilidad de materiales, entre los cuales sólo la manufactura tuvo un incremento marginal hacia 2008). Los indocumentados mexicanos tienen mayores porcentajes de participación en la agricultura, mantenimiento y limpieza, donde la subcontratación no ha avanzado sustancialmente. Sólo el 1.3 por ciento de los empleos de limpieza se subcontrataban en 2004. Así también, en el sector de empleos de oficina, donde la subcontratación tiene presencia importante (el 62 por ciento del total de trabajadores es subcontratado), los trabajadores indocumentados no tienen mayor participación. Podemos concluir que los trabajadores indocumentados están subrepresentados en la subcontratación por las ATT. Esto tiene tres razones: las redes sociales, las oportunidades de trabajo que ofrece el mercado laboral étnico y las mayores restricciones que se han impuesto como consecuencia de las revigorizadas medidas antiinmigrantes, particularmente después de los atentados terroristas de 2001.
Las redes sociales que se desarrollan para encontrar empleos reducen las necesidades de la subcontratación.9 Incluso trabajan en tiempos de crisis. Inmigrantes mexicanos de la región de los altos de Jalisco, residentes en Oklahoma y California, informaron un leve descenso en el desempleo. En 2007, el 16 por ciento se reportó inactivo económicamente y, en 2009, el 14 por ciento lo hizo (Cabrera et al., 2011:95109). La mayoría de estos inmigrantes hombres están empleados en la construcción de infraestructura (escuelas, hospitales, aeropuertos, puentes), donde han desarrollado una red intensa de colocación. Un inmigrante de esta comunidad es dueño de una importante constructora que se ha beneficiado de contratos gubernamentales.
Las redes ayudan a sortear las crecientes restricciones que enfrentan los indocumentados para entrar al mercado laboral formal y también son un importante elemento para explicar el desarrollo de los mercados laborales étnicos de la comunidad de origen mexicano, predominantemente inmigrante, ya que permiten a los trabajadores étnicos, incluidos los indocumentados, insertarse en la economía informal. Mecánicos, carpinteros, estilistas, plomeros, señoras que cuidan niños, limpian casas o venden productos en las calles evaden las restricciones formales y cubren necesidades de la comunidad asentada en zonas determinadas.
En lo que respecta a las restricciones del mercado laboral formal, muchas agencias de subcontratación solicitan documentos legales para trabajar a quienes acuden a ellas, debido a las presiones gubernamentales. Dos mecanismos trabajan en ese sentido: la Administración del Seguro Social (Social Security Administration), mediante lo que se denomina NoMatch Letters, notifica al trabajador que hay irregularidades en el número de seguro social que dio para entrar a trabajar y así se le presiona para arreglar los errores. Cuando el número de seguro social dado por el trabajador no está registrado en tal administración o no corresponde con los demás datos del trabajador, seguramente es apócrifo o prestado. Por otro lado, el Employment Verification System hace que directamente el empleador acceda a una base de datos, el Sistema de Verificación del Número de Seguro Social (The Social Security Number Verification System, ssnvs), para saber qué relación guardan los datos dados por el trabajador con los que existen en la base, esto para detectar anomalías. Éste es un mecanismo de uso voluntario; los empleadores que acceden a él cooperan por su propio deseo para detectar a los trabajadores indocumentados. La recompensa por colaborar son beneficios fiscales.
Otro punto importante para considerar en relación con la subcontratación es que la industria del trabajo temporal es sensible a los efectos de las crisis económicas. Ha sido una de las más afectadas con la perdida de empleos en los recientes tiempos (U.S. Department of Labor, 2009). De acuerdo con una estimación preliminar de la Casa Blanca, la industria del trabajo temporal contabilizó el 21 por ciento de todos los trabajos perdidos en Estados Unidos durante 2008 (American Staffin Association, 2009). Es necesario analizar qué implicaciones tendrá para los inmigrantes mexicanos, porque se estima que en años próximos la fuerza laboral de origen hispano, mayor de dieciséis años, será un 15 por ciento de la fuerza laboral total en Estados Unidos en 2012 y se incrementará a 16 por ciento en 2016 (BLS, 2007).
CONCLUSIÓN
Con más de siete millones de mexicanos en la fuerza laboral de Estados Unidos, el grupo étnico más numeroso de trabajadores inmigrantes, se consolida una tendencia y otra parece surgir, es decir, se fortalece la presencia de una mayoría de indocumentados en trabajos de baja calificación y bajos salarios, y no se ve que esto pueda cambiar en un futuro a corto o mediano plazo. La violación de los derechos laborales de este tipo de trabajadores también es permanente.
La otra tendencia que surge es la presencia creciente de trabajadores de origen mexicano en empleos parciales o temporales, así como de trabajadores hispanos y particularmente inmigrantes mexicanos en la subcontratación, donde las mujeres son mayoría. Entre los empleos que usan agencias para subcontratar, se encuentran los que ocupan un importante número de inmigrantes mexicanos. En estas circunstancias, con este mecanismo de contratación estos trabajadores seguirán sufriendo afectaciones en los tiempos de trabajo, en los salarios, en las prestaciones sociales y la violación de sus derechos laborales.
Sin embargo, los inmigrantes mexicanos indocumentados no constituyen grandes porcentajes entre los trabajadores que se subcontratan por medio de las ATT. Los indocumentados tienen mayor presencia en empleos como la agricultura y la limpieza donde la subcontratación no ha avanzado sustancialmente. La escasa presencia de indocumentados en la subcontratación se debe a la acción de las redes sociales, a la concentración étnica en zonas donde se desarrollan los mercados laborales étnicos y a las crecientes restricciones que les impone el mercado laboral formal.
Las ATT son una expresión de la flexibilidad laboral que reproduce las condiciones de precarización de los trabajadores, y han venido a estructurar la oferta y la demanda en un creciente número de empleos de baja calificación donde se han concentrado los trabajadores mexicanos, particularmente en el sector industrial. En los nuevos esquemas de contratación temporal, los salarios tienden a disminuir cada vez más y lo mismo sucede con las prestaciones sociales. Junto con esto, las violaciones de los derechos laborales suelen acentuarse. En este escenario laboral, las minorías enfrentan mayores riesgos de salud e inseguridad ocupacional (Marcelli, Power y Spalding, 2001: 23).
El aumento del trabajo temporal es una constante desde cuando menos cinco décadas atrás. Sin embargo, en los últimos treinta años, los trabajadores de baja calificación y bajos salarios sustituyen sobre todo a los sindicalizados que tenían elevadas prestaciones y sistemas de retiro atractivos. La presencia de trabajadores temporales de baja calificación cubre las necesidades de la producción desagregada dentro del proceso de la reestructuración industrial, necesidades derivadas de la competencia global.
Así vemos que la predicción de Castells se cumple: "la forma tradicional del trabajo, basada en el empleo de tiempo completo, tareas ocupacionales bien definidas [..] se está erosionando de manera lenta pero segura" (1999: 297), y la migración mexicana estará ahí para ayudar a cumplir el objetivo.
Por último, la constante en el escenario laboral de los trabajadores de baja calificación, en cuyo seno se encuentran bien representados los inmigrantes mexicanos son las violaciones a los derechos laborales. Los empleadores siguen atropellando estos derechos, debido a las pocas denuncias y las mínimas sanciones. En el estudio antes citado de Bernhardt, Milkman et al. (2009), se encontró que es más barato pagar las multas por violar las leyes laborales que protegen los ingresos que adecuarse a la legislación de salarios y tiempo extra vigente.
Para algunos, la presencia de los trabajadores mexicanos en empleos de baja calificación y bajos salarios es consecuencia de un "decline en la calidad de los migrantes" (Massey, 2007:146), pues se trata de trabajadores que llegan a Estados Unidos de manera ilegal, de zonas marginales en países pobres, sin educación, sin conocimiento del inglés, sin experiencia laboral y dispuestos a aceptar los salarios más bajos. Según Massey, la tendencia a la que nos referimos se atribuye principalmente a las políticas públicas que en Estados Unidos han criminalizado y castigado durante treinta años a los inmigrantes, principalmente a los indocumentados, y esto ha traído como efecto un sistemático declive en los salarios de los inmigrantes mexicanos, con consecuencias negativas en los salarios de los trabajadores nativos de baja calificación. El mismo autor sostiene que la posición histórica media que los hispanos tenían entre los blancos y los afroamericanos está cambiando con la reestructuración de la política económica de la migración. Ahora los hispanos declinan y vienen a reemplazar en el fondo a los afroamericanos en la jerarquía social estadunidense (2007: 151).
Consideramos que ambas explicaciones tienen argumentos válidos y desde luego limitaciones. La primera, la disminución de la calidad de los migrantes no explica por qué también inmigrantes con mayor escolaridad ocupan trabajos de baja calificación. Asimismo, la explicación que alude a la transformación de las políticas públicas hacia la criminalización de la migración ilegal no explica suficientemente la permanencia de inmigrantes documentados en empleos mal pagados. El análisis del capital social de la comunidad inmigrante y factores socioestructurales enriquecen la discusión.
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1 El caso mexicano ha demostrado que la inversión extranjera directa en la frontera norte desde la década de los sesenta, particularmente en la industria maquiladora, no contuvo la migración a Estados Unidos. La diferencia salarial fue y sigue siendo un importante elemento para considerar migrar.
2 En esta categoría entran todos los trabajadores nacidos en el extranjero, independientemente de su estatus migratorio (American Community Survey, 2007).
3 Para el informe se tomó información del Current Population Survey (CPS), suplemento de marzo de 2002.
4 Estimaciones de Conapo con base en la Current Population Survey, suplemento de marzo de 2006.
5 Mangum et al. (1985) en un estudio realizado entre 1981 y 1982, a partir de 81 entrevistas a empleadores en el área de la Bahía de San Francisco, encontraron que la reducción de costos incentivaba la contratación de trabajadores temporales.
6 North Industrial Clasification System que sustituye a la Standard Industrial Clasification (SIC).
7 En el informe "Broken Laws Unprotected Workers. Violation of Employment and Labor Laws in America's Cities", dirigido por Annette Bernhardt, Ruth Milkman et al., se presentan 4387 entrevistas con trabajadores de bajos salarios en Los Ángeles, Nueva York y Chicago, mayores de dieciocho años, según las cuales en la semana previa a la encuesta un 26 por ciento de éstos recibió un ingreso menor al salario mínimo establecido por la ley; un 76 por ciento no fue remunerado legalmente por las horas trabajadas como tiempo extra, y un 70 por ciento no recibió pago alguno por tiempo trabajado de su horario establecido en la semana previa a la encuesta.
8 Entre los trabajadores de origen hispano se encuentran los nacidos en Estados Unidos y extranjeros.
9 Fox Valley Forge, empresa forjadora de acero en Aurora, Illinois, se nutre de trabajadores por medio de las redes sociales, incluso de indocumentados. En una entrevista, el gerente de la fábrica declaró que nunca ha necesitado de la subcontratación, pues los mismos inmigrantes traen a otros inmigrantes a trabajar. En la fábrica todos los obreros son de origen mexicano, predominantemente inmigrantes (investigación de campo, septiembre de 2005 a febrero de 2006, Rocha, 2009).