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Polis

versión On-line ISSN 2594-0686versión impresa ISSN 1870-2333

Polis vol.16 no.2 México jul./dic. 2020  Epub 15-Mar-2021

https://doi.org/10.24275/uam/izt/dcsh/polis/2020v16n2/chihu 

Artículos

GRAMSCI Y MAQUIAVELO

Gramsci and Machiavelli

Aquiles Chihu Amparán* 

*Profesor-Investigador de tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa. <chaa@xanum.uam.mx>.


RESUMEN

¿Por qué Maquiavelo? ¿Por qué buscar en un autor tan distante cronológica e ideológicamente las respuestas a la revolución socialista? El contexto histórico y político en el que escriben sus obras ambos pensadores es muy similar. En Maquiavelo se encuentra el concepto de doble perspectiva y un análisis del contexto político italiano, así como las reglas que debe seguir un príncipe para fundar un principado nuevo. Las reflexiones de Gramsci sobre El Príncipe de Maquiavelo sentaron las bases de una concepción sobre la política, el Estado y una estrategia de cambio social en las sociedades modernas.

Palabras clave: Cuadernos de la cárcel; doble perspectiva; sociedad civil; hegemonía; guerra de posición

ABSTRACT

Why Machiavelli? Why look in an author so chronologically and ideologically so distant the answers to the socialist revolution? The historical and political context in which both thinkers write their works is very similar. In Machiavelli we found the concept of double perspective, and his analysis of the Italian political context that lead him to propose the rules that a prince must follow to found a new state. Gramsci’s reflections on Machiavelli, and The Prince, laid the foundations for the conception of the politics, the State, and a strategy of social change in modern societies.

Keywords: Prison notebooks; double perspective; civil society; hegemony; war of position

INTRODUCCIÓN

La victoria de López Obrador en la elección presidencial de 2018 viene a poner de relieve la importancia del pensamiento gramsciano en torno a su concepto de hegemonía.1 La premisa de la que partimos es que la hegemonía es una construcción social, la forma en que élites políticas, medios de comunicación y movimientos sociales construyen un consenso en torno a su visión de los problemas políticos y sociales.

Un movimiento social es un actor colectivo organizado y movilizado que desafía el poder establecido, e incluso a la sociedad entera, con el objetivo de acabar con injusticias, solucionar los problemas político-sociales y llevar a cabo un cambio que permita restaurar los valores sociales perdidos.2 Para lograr un cambio social, los movimientos sociales deben acumular consenso. La obtención del consenso conlleva el surgimiento de un cierto grado de conciencia. La aparición de un movimiento de protesta conlleva una transformación en conciencia en los ciudadanos. El cambio de conciencia se presenta de tres maneras: en primer lugar, el sistema o aquellos aspectos del sistema que la gente experimenta y percibe pierde legitimidad. Un gran número de hombres y mujeres que normalmente aceptaban la autoridad de sus gobernantes y la legitimidad de las instituciones empiezan a creer que estos gobernantes y el orden de cosas son injustos y están mal. En segundo lugar, personas que piensan de una manera fatalista, y creen que el orden establecido es inalterable, comienzan a defender derechos que conllevan demandas de cambio.

En tercer lugar, se presenta un nuevo sentido de eficacia, la gente común, que se consideraba indefensa, llega a creer que tiene alguna capacidad para cambiar sus destinos (Piven y Cloward, 2012).

Este artículo evalúa el pensamiento político de Antonio Gramsci enfocándose en los orígenes de su teoría del Estado. Se muestra que una importante influencia en la obra de Gramsci fue la del pensamiento político de Maquiavelo, que parte de la premisa de que todo poder político descansa en el dualismo fuerza y consenso. Existe una corriente de interpretación del pensamiento de Gramsci que analiza a Gramsci como un leninista que traslada la experiencia bolchevique de Rusia a Italia. Nuestro trabajo considera que en la obra de madurez de Gramsci (Los cuadernos de la cárcel) se encuentra una contribución original a una teoría del Estado, particularmente en relación con el concepto de hegemonía como el momento del consenso y del liderazgo moral e intelectual que debe establecer un movimiento social para ejercer su dirección en la sociedad.

De los treinta y tres cuadernos escritos en la cárcel, entre 1932 y 1934 Gramsci dedicó dos al análisis de la vida y obra de Maquiavelo, el 13 y 18 de la edición crítica Quaderni del Carcere, a cargo de Valentino Gerratana.3 Comprender el contenido de estos Cuadernos requiere realizar previamente una breve descripción de la vida y carrera política de Gramsci antes de que fuera encarcelado en 1926 por el régimen fascista. La vida política y la obra intelectual de Gramsci abarcan cuatro fases. El periodo inicial (1916-1918) comprende sus primeros contactos con el movimiento obrero de Turín, su ingreso al Partido Socialista Italiano y la colaboración en Avanti! E ii Grido del Popolo. En 1917, Gramsci participa en la insurrección obrera en el norte de Italia como secretario de la sección socialista de Turín. Durante el segundo periodo (1919-1920), Gramsci funda la revista marxista L’ Ordine Nuovo y dirige el movimiento de consejos de fábrica que culmina en la huelga general y ocupación de fábricas en Turín. El tercer periodo (1921-1926), de la derrota ante el fascismo, abarca los años de la fundación del Partido Comunista Italiano. En 1924 es nombrado secretario general del Partido Comunista, que surge de la escisión del Partido Socialista de 1921. De la primavera de 1922 a la de 1923 visita en Moscú la secretaría de la Internacional Comunista. A su regreso a Italia, de 1924 a 1927, ocupa la secretaría del partido y es diputado a la XXVII legislatura. En 1926 envía al comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética una carta (detenida por Togliatti), criticando la lucha de corrientes al interior del partido soviético. El 8 de noviembre de 1926 es arrestado y condenado a veinte años de prisión que pasa en la cárcel de Turín. Durante el cuarto periodo (1926-1937), de la reflexión sobre la derrota de la revolución en Occidente, en la prisión de Turín escribe los Cuadernos de la cárcel. La redacción de esta obra inicia el 28 de febrero de 1929, dos años y tres meses después del arresto de Gramsci, y es interrumpida en agosto de 1935.4

¿Por qué buscar en un autor tan distante cronológica e ideológicamente las respuestas a la revolución socialista? El contexto histórico y político en el que escriben sus obras ambos pensadores es muy similar. En Maquiavelo se encuentra un análisis del contexto político italiano, así como las reglas que debe seguir un príncipe para fundar un principado nuevo. Las reflexiones de Gramsci sobre El Príncipe de Maquiavelo sentaron las bases de una concepción sobre la política, el Estado y una estrategia de cambio social en las sociedades modernas.

¿POR QUÉ MAQUIAVELO?

¿Por qué en Italia no se dio la monarquía absoluta en la época de Maquiavelo? Al respecto, en Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Gramsci señala que en Italia siempre han faltado las condiciones para que se dé una fuerza jacobina eficiente que permita organizar una voluntad colectiva nacional-popular. Y llama la atención sobre el intento de Maquiavelo de sustituir los ejércitos mercenarios, de condottieri, y en su lugar crear milicias populares, lo que significa la incorporación de las masas a la defensa del territorio nacional (lo cual implica la existencia de una nación y una voluntad nacional-popular). El ejército popular, con base en el reclutamiento voluntario, constituye parte central de una estrategia que tiende a ligar a las masas campesinas con el Estado y la nación en su conjunto. Precisamente, el político italiano considera que la originalidad de Maquiavelo reside en intentar combinar lo militar y lo político, en la medida en que a un ejército de nuevo tipo corresponde un Estado de nuevo tipo (el Estado-nación), la nueva arma (la infantería) representa el arma del ciudadano contra la caballería, arma del antiguo régimen, arma de la feudalidad (Gramsci, 1975a: 29).

Maquiavelo analiza las reglas que debe seguir un príncipe para fundar un principado nuevo, así como los mecanismos que llevan a un cambio político y el periodo dictatorial que caracteriza los inicios de todo nuevo Estado. Gramsci analiza el problema en términos de un proceso de formación de una voluntad colectiva nacional-popular que se logra a través de la existencia de tres premisas: el moderno príncipe, la irrupción simultánea en la vida política de las grandes masas de campesinos y una reforma intelectual y moral de la sociedad en su conjunto. El Príncipe no es un tratado teórico, o una fría utopía, sino un libro viviente en el que la ideología y la ciencia se fusionan en la forma dramática del mito. Ejemplificación histórica del mito de Sorel por medio del cual los hombres representan sus acciones futuras bajo la forma de imágenes de batallas que les aseguran el triunfo. A diferencia de la utopía, que posee un carácter analítico, obra de teóricos, el mito cuando se apodera de las masas plasma la posibilidad de alternativa radical. En este sentido, El Príncipe expresa las cualidades, deberes, necesidades de una persona concreta -el condottiero‒ que pretende despertar la fantasía y pasiones políticas de un pueblo disperso y pulverizado con el fin de impulsarlo hacia la formación de una voluntad colectiva nacional-popular. Sin embargo, aclara Gramsci, el moderno príncipe no puede ser una persona, o un héroe personal, sino un partido político, organismo social complejo en el que se inicia la concreción de una voluntad colectiva reconocida, y cuya historia no se reduce a la historia de restringidos grupos de intelectuales o a la biografía de una sola personalidad; la historia de un partido es la historia de un grupo social ubicado en un complejo cuadro que nos lleva a la historia del país (Gramsci, 1975a: 25-31).

Al analizar la génesis de los nuevos principados, Maquiavelo tiene en mente las monarquías absolutistas de Francia, España e Inglaterra, que cuentan con un poder fuertemente centralizado en manos del monarca. En Italia, no sucede lo mismo debido a las constantes luchas entre los condottieri que alimentan el policentrismo feudal y obstruyen el surgimiento del Estado-nación. Luchadores incansables, cuyo estado normal es la guerra, los condottieri llegaron a gobernar la mayor parte de los pequeños principados italianos: Malatesta en Rimini, Ercole d’Este en Ferrara, Bentivoglio en Bolonia, Gonzaga en Mantua, en Milán primero Visconti y después Sforza. Proliferaron en la medida en que los pequeños Estados italianos carecían de medios para mantener ejércitos permanentes y les resultaba menos costoso ofrecer una condotta (tierras, títulos o dinero) al condottiero y a su ejército. Otra causa que impedía la unificación de la península se encontraba en las pugnas entre los pequeños Estados italianos.

En el siglo XVI encontramos seis principales ciudades-Estado: las Repúblicas de Florencia y de Venecia, el ducado de Milán, el Estado pontificio de Roma, el reino de Nápoles y el Estado Saboyano-Piamontés. Milán fue siempre propiedad de españoles y franceses. En 1526 el ducado es asignado a Francesco María Sforza, segundogénito de Ludovico el Moro, pero Carlos v sigue ejerciendo su dominio tras bambalinas y en 1535, a la muerte de Francesco, se anexa Milán oficialmente y le nombra un gobernador. Nápoles se encuentra en manos de los aragoneses apoyados por España; desde 1504, la ciudad era gobernada por un virrey que ejercía el poder absoluto en nombre de Madrid y monopolizaba todo cargo público para aragoneses y castellanos; la dominación virreinal duró dos siglos y aisló el Mezzogiorno del resto de la península. Roma, sede de la Iglesia, es la principal causa de esta desunión en la medida en que no fue lo suficientemente fuerte para lograr hegemonizar la unidad, ni lo suficientemente débil para dejarse dominar por otros principados; por ello, siempre apoyó a un Estado en contra de otro impidiendo que cualquiera de ellos se convirtiera en el más fuerte, y siempre recurrió a la intervención extranjera convirtiendo a Italia en continuo campo de batalla y en colonia de españoles, franceses y alemanes (Brion, 1977).

Esa era la Italia de Maquiavelo. ¿Cuál era la Italia de Gramsci?

LA ITALIA DE GRAMSCI

Antonio Gramsci nace en Ales, Cerdeña, el 23 de enero de 1891, en un ambiente que reflejaba el aislamiento cultural de una isla no identificada con el resto del país, debido a la influencia de la invasión española que duró más tiempo que en otras partes de Italia. El atraso en Cerdeña era evidente en varios factores: los índices de criminalidad y pobreza, superiores a los de otras regiones italianas; los bajos índices de población económicamente activa en el año 1911, en los que observamos que de una población total cercana a las 900 000 personas, sólo 34 055 trabajaban en la industria, incluyendo los 15 000 trabajadores empleados en las minas de plomo y zinc de Iglesias, localidad ubicada al sur de la isla. La organización de los trabajadores era mínima, encontrándose afiliados a la cámara de trabajo local únicamente 2790 obreros (Cammett, 1974: 27). En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci escribe sobre el abismo que separaba a las dos Italias: un norte desarrollado e industrializado y un sur atrasado y semifeudal.

Después de terminar el liceo en Cagliari en 1911, Gramsci deja Cerdeña (isla que no ha abandonado en 20 años), para ingresar a la Universidad de Turín. Ciudad que se encuentra dividida en dos grandes clases: un proletariado industrial y una burguesía capitalista que no dejaban lugar al artesanado y a los estratos medios, empleados en actividades burocráticas o comerciales; sectores desplazados no sólo porque la gran industria los absorbió, sino también debido a la circunstancia de que en 1895 la capital del reino de Italia había sido cambiada de Turín a Florencia y la mayoría de funcionarios había cambiado de residencia.

Al haber fracasado ante el fascismo, en su artículo ¿Qué hacer?, de 1923, Gramsi se interroga sobre la derrota de un partido tradicional como el PSI y por qué el PCI no se desarrolló rápidamente entre 1921 y 1922 y no agrupó a su alrededor a la mayoría del proletariado y campesinado (Gramsci, 1979: 116-119). Su respuesta es un llamado a analizar las principales carencias: no se tenía una ideología para difundir entre las masas. No se estudia el marxismo. No se examina críticamente el pasado. No se conoce Italia y, por tanto, se desconoce el terreno de la batalla y es imposible hacer previsiones y orientarse. No hay estudios serios sobre una historia de las clases obrera y campesina, ni de la estructura económico-social, o los partidos políticos, de sus vínculos de clase, de su significado. No se conoce Italia, y, por tanto -continúa Gramsci‒, no se puede responder a fenómenos como el hecho de que en el Valle del Po el reformismo se haya arraigado profundamente; o responder a ¿cómo ha sido posible que el partido popular católico tenga más éxito en la Italia septentrional y central que en la Italia del sur, región en donde la población se encuentra más atrasada y por lo mismo debería favorecer mayormente a un partido confesional? ¿Por qué en Sicilia los grandes propietarios son autonomistas y no lo son los campesinos, mientras que en Cerdeña sucede lo contrario? ¿Por qué en Sicilia, y no en otro lugar, se ha desarrollado el reformismo de los De Felice, Drago, Tasca de Cutó? ¿Por qué en la Italia del sur se ha desarrollado una lucha armada entre fascistas y nacionalistas que no se ha dado en otras partes?

En Algunos temas sobre la cuestión meridional, escrito en 1925 y publicado en enero de 1930 en París en la revista Lo Stato Operaio, Gramsci hace un análisis de la estructura de clases en el mezzogiorno italiano que expresa la necesidad de una alianza política entre obreros del norte y campesinos del sur. Gramsci analiza la sociedad meridional como un gran bloque agrario constituido por tres estratos: los campesinos, los intelectuales de la pequeña y mediana burguesía rural y los grandes terratenientes. Los primeros, son una masa amorfa y disgregada incapaz de dar una expresión centralizada a sus necesidades. Los segundos, se nutren de la base campesina y constituyen uno de los más importantes estratos a escala nacional, ya que la burocracia estatal está formada por más de las tres quintas partes de meridionales. Los terceros, en el terreno ideológico, dominan y centralizan las diversas manifestaciones de los otros dos sectores. De manera que Italia se encontraba dividida en dos, un norte relativamente industrializado y un sur atrasado y semicolonial. En Cerdeña, por ejemplo, hasta 1835 permanece un sistema de latifundio de naturaleza feudal. El sur era visto como el lastre que impedía el desarrollo de toda la península que si se encontraba atrasada en el sur, no se debía al deficiente desarrollo capitalista en su conjunto, sino a la naturaleza de los meridionales considerados seres inferiores, holgazanes. Esta ideología ‒difundida en cuentos, novelas, relatos sobre el bandolerismo‒ fue propagada incluso por el Partido Socialista Italiano entre el proletariado industrial del norte. Uno de los fundadores del Partido Socialista, Camillo Prampolini, decía: Italia está dividida entre nordici y sudici, juego de palabras cuyo doble sentido indica: norteños y sureños, a la vez que norteños y sucios (Gramsci, 1971: 137-158).

LA DOBLE PERSPECTIVA

El análisis de Maquiavelo en El Príncipe se funda en el método del realismo político, el cual nos muestra que la política obedece a relaciones de fuerza independientes de la voluntad o la moral de los hombres. Es una concepción de la política como mecanismo o técnica del poder que se rige por normas propias, procedimientos o medios que el príncipe debe reconocer y acatar con el fin de reinar, conservar y aumentar el Estado. Frente a quienes consideran que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y la providencia divina, de tal modo que los hombres no pueden hacer algo por modificarlas, Maquiavelo expone la política como resultado de tres elementos: virtud, fortuna y necesidad. La fortuna se manifiesta en todo su poder únicamente allí en donde no hay virtud preparada para resistirle. Moisés, Ciro, Rómulo y Teseo, constituyen ejemplos de virtud que domina a la fortuna. Mientras que César Borgia es el símbolo de la virtud vencida por la fortuna sin que haya logrado realizar la necesidad histórica del momento: unificar y liberar a Italia de los bárbaros. Si en el Medioevo el hombre orienta su virtud hacia fines religiosos, glorificando la contemplación, la humildad y el desprecio hacia las cosas humanas, el hombre del Renacimiento la dirige hacia fines políticos; es virtud activa que no se somete a la fuerza de los acontecimientos. No confía en que los rezos le resuelvan los conflictos de este mundo, sino que planifica sus acciones en función de su capacidad. Se trata de una virtud técnica cuya moralidad reside en la capacidad de quienes conocen su arte y oficio. Ejemplos de ello son Francesco Sforza, llamado el padre de los guerreros, y ante quien se inclinaban todos, o el condottiero Juan de las bandas negras, quien a punto de morir le pide al sacerdote le permita confesarse en presencia de los suyos, porque nunca hizo cosa alguna indigna de él, al haber sido profesor de armas y vivir según las costumbres soldadescas, como habría vivido religiosamente si hubiese vestido el hábito del sacerdote (Russo, 1949).

De acuerdo con Maquiavelo, en el capítulo XVII de El Príncipe, de la crueldad y la clemencia, si es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado, es preferible que un príncipe sea amado y no temido, aunque ello cae en el terreno del deber ser. Los hombres se mueven en función del egoísmo y del interés, y son como son y no como deberían ser. De ahí que lo mejor es ser temido, pero sin ser odiado. César Borgia era considerado cruel, pese a lo cual fue su crueldad la que impuso el orden en la Romaña, la unificó y la volvió a la paz. Un príncipe no debe preocuparse de que lo acusen de cruel, siempre y cuando esa crueldad tenga como objetivo mantener unidos a sus súbditos: «porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causa de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población».

Si bien el realismo político de Maquiavelo nos indica que el Estado tiene como pilar central el empleo de la coerción y la aplicación de «medicinas fuertes», no por ello Maquiavelo olvida el elemento del consenso. En el capítulo XVIII de El Príncipe, de qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas, Maquiavelo escribe:

Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre. Esto es lo que los antiguos escritores enseñaron a los príncipes de un modo velado cuando dijeron que Aquiles y muchos otros de los príncipes antiguos fueron confiados al centauro Quirón para que los criara y educase. Lo cual significa que, como el preceptor es mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas naturalezas, y que uno no puede durar mucho tiempo sin la otra.

En el capítulo XX de El Príncipe, si las fortalezas y muchas otras cosas que los príncipes hacen con frecuencia son útiles o no, Maquiavelo escribe:

Hubo príncipes que, para conservar sin inquietudes el Estado, desarmaron a sus súbditos; príncipes que dividieron los territorios conquistados; príncipes que favorecieron a sus propios enemigos; príncipes que se esforzaron por atraerse a aquellos que les inspiraban recelos al principio de su gobierno; príncipes, en fin, que construyeron fortalezas, y príncipes que las arrasaron […] Los príncipes, para conservarse más seguramente en el poder, acostumbraron construir fortalezas que fuesen rienda y freno para quienes se atreviesen a obrar en su contra, y refugio seguro para ellos en caso de un ataque imprevisto […] En definitiva, no hay mejor fortaleza que el no ser odiado por el pueblo, porque si el pueblo aborrece al príncipe, no lo salvarán todas las fortalezas que posea.

Gramsci habla de desarrollar la doble perspectiva: fuerza/consenso, autoridad/hegemonía (Gramsci, 1975a: 62). En El Príncipe, Maquiavelo habla del centauro Quirón (mitad hombre y mitad bestia), quien enseña a los hombres dos maneras de dirigir a los hombres: una con las leyes y otra con la fuerza.

EL ESTADO

De acuerdo con Gramsci, el Estado es «todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados» (Gramsci, 1975a: 107-8). En su concepción ampliada del Estado, Gramsci postula la ecuación: Estado = fuerza + consenso; dictadura + hegemonía; ejercicio del dominio + ejercicio de la dirección. Para Gramsci, la supremacía de un grupo social se manifiesta en dos formas, como dominio o coacción, y como dirección intelectual y moral o consenso. En este sentido, un grupo social es dominante de los grupos adversarios y es dirigente de los grupos aliados. Un grupo social debe ser dirigente antes de establecer su dominio.

En su concepción ampliada, el Estado es «hegemonía acorazada o revestida de coerción» (Gramsci, 1975a: 165). Al Estado como negatividad, freno, supresión y exclusión de aquellos que disienten, se le suma la concepción del Estado como positividad, mantenimiento y reproducción de la forma de vida de la clase dominante. El Estado como organización del consenso y colaboración activa en torno a una concepción del mundo que impregna y da sentido a la vida cotidiana de todas las clases. Doble perspectiva que indica que en la política y en el Estado se presentan dos momentos: el del dominio (que significa coerción, sometimiento o liquidación de los grupos adversarios), y el de la dirección (intelectual y moral, hegemonía, liderazgo sobre los grupos afines o aliados).

Para Gramsci, el Estado, en su significado integral, es sociedad política + sociedad civil, indicando con ello que la política y el Estado diluyen sus límites en la esfera de lo social. Gramsci entiende la sociedad civil como el ejercicio de la hegemonía, a través de organizaciones que suelen llamarse privadas, como el contenido ético del Estado, el fundamento moral y dirección espiritual sobre la sociedad (Grasmci, 1975a: 161). Sin embargo, se trata de una distinción metodológica y no orgánica. El consenso y la coerción no van separados entre sí, ningún sistema social subsiste asentando sus bases únicamente en uno de ellos y los miembros de los aparatos de la sociedad política ejercen sus funciones de coerción dando su consenso activo. La norma jurídica puede atentar contra los ciudadanos o constituir un logro de luchas sociales. No todos los elementos de la sociedad civil dan su consenso a un determinado sistema social y a su correspondiente sociedad política. Se da el momento de la coerción mediante la extracción de impuestos para financiar la dominación del Estado. Se presenta el momento de manipulación (coerción oculta) en la canalización preventiva de posibles estallidos o demandas populares (a través de su postergación canalizada en instituciones o procesos que evitan rupturas: el patrioterismo, los chivos expiatorios). Asimismo, la sociedad política trata de ganar el consenso en los procesos de mediación del Estado como benefactor social, mediante la enseñanza gratuita y los subsidios al salario, mediante la cooptación cuando el gobierno incorpora a grandes sectores de la población y a clases sociales enteras, como sucede con la integración de inmigrantes, la corporativización, la corrupción y altos niveles de empleo; está implícita una sociedad política que trata de ganar el consenso. Gramsci le atribuye el significado de instituciones en las que se presenta la lucha hegemónico-ideológica entre las clases sociales, el momento ético-político, la superestructura.

Por ahora se pueden fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la ‘sociedad civil’, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados ‘privados’ y otro de la ‘sociedad política o estado’, que corresponden a la función de ‘hegemonía’ que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y a la de ‘dominio directo’ o de comando que se expresa en el estado y en el gobierno jurídico (Grasmci, 1975b: 17).

La concepción de Gramsci sobre el Estado (sociedad política + sociedad civil), nos está indicando que el poder no está instalado exclusivamente en el aparato gubernamental o en una sola institución , sino que se encuentra diseminado en varios lugares pertenecientes tanto a la sociedad civil como a la sociedad política. El énfasis en el concepto de sociedad civil -que pasaba desapercibido frente al de sociedad política‒, implica una crítica a la concepción estatista de la política y una crítica a toda concepción autoritaria y coercitiva de la política. El poder es una relación de fuerzas sociales que debe ser modificada y no una institución que debe ser tomada por asalto; es lo que Gramsci nos sugiere en sus dos modelos: Oriente y Occidente. En el primero, la sociedad política es preponderante, la sociedad civil primitiva, la estrategia de maniobra y el ritmo de rapidez. En el segundo, la sociedad política se presenta equilibrada respecto a la sociedad civil desarrollada, la estrategia es de guerra de posición y el ritmo de demora.

En la relación entre sociedad política y sociedad civil, los conceptos de sociedad regulada y reabsorción de la sociedad política por una sociedad civil indican una sociedad capaz de autogobernarse, regularse y normarse por sí misma. Una sociedad en donde se verifica un proceso de agotamiento del momento de la coerción, acompañado de una creciente consolidación de la sociedad civil y de los elementos éticos. Como ha indicado Bobbio (1970) en Marx, Engels y Lenin, el movimiento que lleva a la extinción del Estado se da de una sociedad con clases a una sociedad sin clases. Mientras que para Gramsci se trata del tránsito de una sociedad política a una sociedad civil sin sociedad política; es decir, para los primeros, representa la superación de los antagonismos de clase hasta suprimirlos, y para Gramsci expresa la prolongación de la sociedad civil hasta su universalización.

LA HEGEMONÍA

La premisa básica de la teoría de la hegemonía señala que los seres humanos no son gobernados únicamente por la fuerza, sino también por ideas. El dominio de los grupos dominantes requiere de la creación de una concepción del mundo. La hegemonía es definida por Gramsci como el liderazgo moral e intelectual, cuyos principales elementos son el consenso y la persuasión. Se puede decir que un grupo o clase social asume un papel hegemónico en la medida en que se articula y prolifera en la sociedad, a través de sistemas de creencias culturales e ideológicas aceptadas como universalmente válidas para la población general. Dado que, para Gramsci, la realidad se percibe, y el conocimiento se adquiere, a través de prismas o filtros morales, culturales e ideológicos, mediante los cuales la sociedad adquiere forma y significado, la hegemonía implica necesariamente la creación de una estructura particular de conocimiento y un sistema particular de valores.

El grupo social o clase que es capaz de formar sus propios conocimientos particulares y sistemas de valores, y de transformarlos en concepciones generales y universalmente aplicables del mundo, es el grupo que ejerce el liderazgo intelectual y moral. Los intelectuales son los organizadores y educadores de la sociedad, los intermediarios a través de los cuales la clase dominante y las clases subordinadas están orgánicamente vinculadas.

Para el marxismo tradicional, el concepto de hegemonía denota supremacía político-militar, conquista del poder político, estrategia basada en el nivel de la sociedad política y alianzas de la clase surgidas de una dirección política y no tanto de una hegemonía ideológica. Por ejemplo, Gruppi (1978) realiza una interpretación leninista de Gramsci y afirma que el concepto en Gramsci tiene el mismo significado que en Lenin. Gramsci retoma a escritores del Risorgimento, como Gioberti, que le permiten superar el origen militar de esta palabra (en la antigua Grecia, el eghemon comandaba los ejércitos) y emplearla como primacía civil y moral que se funda en la fuerza de la tradición, no en la posesión de las armas. El paradigma gramsciano se orienta hacia una estrategia contrahegemónica más orgánica en la que antes de la consolidación del poder estatal se precisa la erosión del sistema burgués en todos sus niveles: ideológico, cultural, social, económico, político, militar (Belligni, 2008).

Mouffe (1978) señala que la hegemonía en Gramsci es mucho más que la alianza política entre clases, significa una alianza lograda a través del cemento ideológico que logra una unidad total en cuanto a intereses económicos, políticos, intelectuales, morales. Una clase deviene hegemónica porque logra articular sus propios intereses con los de otras clases, porque tiene en cuenta los intereses de los grupos sobre los cuales se ejercerá la hegemonía. La ampliación del concepto de Estado, como dictadura + hegemonía, expresa la necesaria relación de la clase hegemónica en el Estado con una base social de masas. La hegemonía de la clase dominante se logra si las clases en alianza dan su apoyo y consenso activo. De otra manera, se tiene un proceso de revolución pasiva o transformismo en el que se presenta una absorción gradual de los elementos dirigentes de los grupos aliados y de los de la oposición, y las masas son integradas, pero mediante la neutralización de sus intereses sin que la clase hegemónica los haga suyos.

La hegemonía planteada por Gramsci no es resultado de una alianza de clases puramente instrumental, dentro de la cual cada grupo conserve su propia ideología e individualidad, y donde las reivindicaciones de las clases aliadas se expresan a través de la clase fundamental. Por el contrario, es conformación de una síntesis superior, creación de una voluntad colectiva popular, unidad ideológica de diversos grupos sociales que engendran un solo sujeto político. Una clase deviene hegemónica cuando logra articular, en su discurso, la mayoría de los elementos ideológicos distintivos de una formación social, en especial las naciones populares, que le permiten expresar el interés nacional.

Una de las premisas condicionantes de todo cambio social consiste en la necesidad de imponer una nueva concepción del mundo superior a la imperante en su momento. Durante el Siglo de las Luces se difundió una nueva concepción de la realidad, opuesta a la de la aristocracia, conformándose un largo periodo de sedimentación ideológico-cultural antes de que la burguesía pudiera apropiarse del poder estatal en la Revolución francesa. En Socialismo y cultura se argumenta que cada revolución ha estado precedida por un intenso trabajo de crítica, difusión cultural e ideas, realizado por hombres que antes las rechazaban y solo pensaban en solucionar sus problemas por sí mismos, sin buscar la solidaridad de otros en las mismas condiciones (Gramsci, 1974: 15-16). Las clases subalternas se convierten en clases hegemónicas si están dotadas de capacidad para convertir sus principios y su concepción del mundo en valores universales. Todo cambio se legitima con base en una socialización de costumbres superiores a las vigentes, de manera que también se presenta una lucha entre principios hegemónicos. De ahí que la consolidación de una clase sea producto tanto de la posesión del poder económico como de una consolidación y expresión ético-política. La concepción del mundo de la clase dominante tiende a ser socializada y vivida por las clases dominadas. Hegemonía significa un orden en donde predomina un cierto tipo de vida y de pensamiento. Una concepción de la realidad difundida en lo público y en lo privado que moldea el espíritu del gusto, la moral, las costumbres, los principios religiosos, políticos e intelectuales de todos los sectores de la sociedad.

En su concepción ampliada, el Estado significa dictadura + hegemonía, es decir, ejercicio del dominio + ejercicio de la dirección. En términos de relaciones de poder, dicha fórmula se traduce en tres variantes: (1) la supremacía de un grupo social se manifiesta en dos formas, como dominio o coacción y como dirección intelectual y moral o consenso. (2) Un grupo social es dominante de los grupos adversarios y es dirigente de los grupos afines o aliados. (3) Un grupo social puede y debe ser dirigente antes de conquistar el poder.

Como señala Cerroni (1978), el aforismo gramsciano que define la crisis como una situación en donde lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, nos indica: (1) que la clase dominante ha perdido el consenso, pero conserva la autoridad. Sin ser ya más dirigente, todavía es dominante. (2) Que la clase dominada todavía no ha conquistado la autoridad, pero ya ha conquistado el consenso: aún sin ser dominante, ya es dirigente. El concepto de revolución permanente, surgido antes de 1848, como expresión de las experiencias jacobinas desde 1789 hasta el Termidor, de acuerdo con Gramsci, debe sustituirse por el de hegemonía civil, debido a que después de 1870 en los países de capitalismo desarrollado las relaciones organizativas internas e internacionales del Estado se tornan más complejas y sólidas. Criticando a Trotsky, «a quien de alguna manera puede considerársele como el teórico político del ataque frontal, en un periodo en que éste sólo es causa de derrotas», Gramsci señala la necesidad de una concentración inaudita de hegemonía y sacrificios enormes de las grandes masas de población exigidos por la guerra de posición que en política, una vez vencida, es definitivamente decisiva (Gramsci, 1977: 91).

En Occidente, con sociedades complejas, donde la clase dominante posee mayores recursos políticos, organizativos, y un mayor poderío en la sociedad civil, es necesaria una estrategia basada en la lucha por la hegemonía ideológica. La guerra de posición es privilegiada (o la guerra de movimiento se convierte cada vez más en guerra de posición) en los Estados modernos con estructuras de democracia moderna en la sociedad política y en la sociedad civil. En Occidente: «las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna» (Gramsci, 1975a: 94). En Occidente, la guerra de maniobra se reduce a una función táctica más que estratégica. La sociedad civil, en Occidente, constituye una estructura compleja y resistente a crisis y depresiones. Por esta razón, una crisis económica no permite obtener el triunfo definitivo aun cuando propicie el abatimiento del enemigo e incube la formación de cuadros en las clases subalternas. Existe una gran similitud entre la lucha política durante las grandes crisis económicas y un asalto al campo enemigo después de un ataque de artillería. Si bien éste pareciera haber destruido todo el sistema defensivo adversario, en realidad sólo ha destruido la superficie, y en el momento decisivo del asalto los atacantes se encuentran frente a una línea defensiva todavía eficiente. Aunque las cosas no permanecen igual que antes, no suceden cambios definitivos inmediatos. Las tropas asaltantes no se organizan de manera fulminante ni adquieren un espíritu agresivo. De la misma manera, los asaltados no se desmoralizan ni abandonan la defensa aún entre los escombros. Si en Oriente la sociedad política lo es todo y la sociedad civil es primitiva y gelatinosa, en Occidente se da una equilibrada relación entre política y sociedad civil, de manera que la sociedad política es una trinchera avanzada detrás de la cual existe una robusta cadena de fortalezas y casamatas, y ante cualquier crisis de la sociedad política es respaldada por una sólida sociedad civil (Gramsci, 1975a: 95-6).

En Gramsci, el proceso orgánico precede al coyuntural, la revolución es un proceso en el que una guerra civil es la punta del iceberg, cuya base está constituida por una serie de premisas condicionantes, entre ellas la hegemonía civil. La concepción gramsciana de la revolución como proceso indica que en Occidente el proceso revolucionario debe recorrer un largo periodo de transformación de la conciencia. Un proceso donde la estrategia gira en torno a la guerra de posición, privilegiando la dirección moral e intelectual sobre la sociedad, la hegemonía ideológica que lleva a un cambio gradual en la relación de fuerzas. La concepción gramsciana de la revolución significa la necesidad de una serie de ataques que minen la legitimidad del orden político, social y moral de la burguesía, orden que el pueblo deja de aceptar. La conquista del poder político es posible después de una serie de crisis en la esfera de lo económico, lo político, lo ideológico, crisis que se agrava progresivamente produciendo la pérdida del consenso que sostiene a la clase dominante y permitiendo la acumulación de aliados de las clases subalternas.

LA GUERRA DE POSICIÓN

La importancia de los Cuadernos de la cárcel radica en parte en el hecho de que en sus reflexiones sobre el triunfo del fascismo en Italia, Gramsci desarrolló la idea de una estrategia política diferente de la que había llevado a los bolcheviques a la victoria en Rusia. Precisamente, debido a la diferencia entre Oriente y Occidente, entre sociedades marcadas por una sociedad civil débil (primordial y gelatinosa) y las de Occidente con su estructura sólida de la sociedad civil, se necesitaba una forma de política que tuviera en cuenta las complejas estructuras de las democracias modernas. El concepto de guerra de posición en Gramsci es una crítica de lo que él llama guerra de maniobra, o ataque frontal al Estado.

En lo referente al terreno militar, la guerra se expresa en varias formas: la guerra de movimiento, la guerra de posición, la guerra subterránea. La resistencia pasiva de Ghandi, por ejemplo, es una guerra de posición, que en determinados momentos se convierte en guerra de movimiento y en otros en guerra subterránea. El boicot constituye un ejemplo de guerra de posición, las huelgas de guerra de movimiento, la preparación clandestina de armas y elementos combativos de asalto son una muestra de guerra subterránea. Continuando la reflexión de Clausewitz, quien definía la guerra como la continuación de la política por otros medios, Gramsci señala que toda lucha política siempre tiene un sustrato militar, pero considera la política superior a la participación militar en el sentido de que sólo la política crea la posibilidad de maniobra y del movimiento (Gramsci, 1975a: 89-91).

En política, la guerra de posición una vez vencida es definitivamente decisiva. En Occidente, donde existen sociedades complejas y la clase dominante posee mayores recursos políticos, organizativos, mayor poderío en la sociedad civil, se requiere una estrategia basada en la lucha por la hegemonía ideológica, se precisa que la guerra de posición preceda y guíe a la guerra de maniobra. La relación guerra de maniobra-guerra de posición es establecida cuando se hace referencia a los técnicos militares que antes empleaban la guerra de maniobra, mientras hoy prefieren la guerra de posición, sin que por ello sostengan la necesidad de suprimir la guerra de maniobra, sino que la reducen a una función táctica más que estratégica en las guerras entre los Estados más avanzados, industrial y civilmente (Gramsci, 1975a: 93-94).

El autor de los Cuadernos de la cárcel hace un llamado a estudiar y averiguar profundamente cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posición. La distinción metafórica, Oriente y Occidente, nos indica dos tipos de sociedades. En la del primer tipo, la sociedad política lo es todo y la sociedad civil es primitiva y gelatinosa; en la del segundo tipo, entre sociedad política y sociedad civil hay una equilibrada relación, y ante cualquier crisis que estremezca la sociedad política una sólida sociedad civil la respalda; la sociedad política es una trinchera avanzada detrás de la cual existe una robusta cadena de fortalezas y casamatas (Gramsci, 1975a: 95-96). En las sociedades de Oriente, el Estado lo es todo (predominio casi absoluto de la sociedad política o Estado coerción sobre una sociedad primitiva y gelatinosa), mientras que en las de Occidente hay un equilibrio entre sociedad política y sociedad civil, y ante cualquier crisis surgida en la sociedad política, en el Estado-coerción, Estado-gobierno, se cuenta con el respaldo de la sociedad civil: hegemonía acorazada de coerción.

EPÍLOGO

Las teorías que reducen el Estado a coerción pasan por alto el consenso y las funciones integradoras del sistema. Su estrategia reduce al Estado a instrumento de represión, fuerza y aparato que administra los negocios comunes de la burguesía, pasando desapercibido el hecho de que el Estado también es reproductor de una concepción del mundo e ideología, que impregna y da sentido a la vida cotidiana de todas las clases; vale decir, el Estado como organizador del consenso en torno a una concepción del mundo. Frente a este reduccionismo, Gramsci reacciona ampliando la concepción del Estado: «en la política, el error sucede por una torpe comprensión de lo que es el Estado, en su significado integral». (Gramsci, 1977: 92). La concepción del Estado en Gramsci forma parte del universo más amplio de una teoría del poder donde el espectro de lo social abarca los subconjuntos de lo político, lo económico, lo ideológico, lo cultural. Al dilatar el universo del Estado, la política permea el espacio de la vida cotidiana y no se reduce a poder gubernamental y actividad de funcionarios. De manera que la política deja de ser sinónimo de política parlamentaria. Y se concibe como una actividad que tiene como marco la concepción del Estado como gobierno, como sociedad política (gobierno) + sociedad civil (institutos o momentos en donde se reproduce y difunde, prioritariamente, la concepción del mundo e intereses de la clase dominante). En consecuencia, la actividad política no sólo se realiza en los aparatos de gobierno, sino que también se extiende a una lucha en otros frentes como el ideológico-cultural, y el cambio social no sólo se concibe únicamente como un momento de conquista de los aparatos de gobierno, sino como un proceso masivo de configuración ideológica.

La ampliación del concepto de política se encuentra en la analogía propuesta por Gramsci entre política historia y vida cotidiana, que nos sugiere la necesidad de un análisis sobre las manifestaciones del poder en la sociedad, en la vida diaria, en la ideología, la religión, la sexualidad, la familia. «¿En qué sentido se puede identificar la política con la historia y por consiguiente, toda la vida con la política?» (Gramsci, 1975a: 34). El radio de la política se extiende más allá de la actividad de la esfera gubernamental, si se comprende que toda acción ejercida por un ciudadano en la vida cotidiana, fuera del gobierno, es una actividad política si coadyuva a sostener y reproducir el sistema vigente. Gramsci amplía el universo de la política de tal manera que a la política como gobierno, como fuerza y coerción, se le suman la historia y la vida, la hegemonía y el consenso, el equilibrio entre sociedad política y sociedad civil.

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1 El triunfo de López Obrador en la elección presidencial en México 2018 va acompañado de varios rasgos particulares: ha sido el único candidato en tres elecciones presidenciales; su victoria lo ratifica como el candidato ganador con más votos obtenidos en las últimas elecciones presidenciales. En 2018, este candidato consiguió 30 113 483 votos; en 2012 Enrique Peña Nieto logró 19 millones 226 mil 784 votos; en 2000 Vicente Fox obtuvo 15.9 millones y en 2006 Felipe Calderón logró 15 000 284. La cifra de votos alcanzada por López Obrador en 2018 es equivalente a la suma total que obtuvo en las elecciones de 2006 (14 millones 756 mil 350) y 2012 (15 millones 896 mil 999), que dan un total de 30 millones 633 mil 249 votos (Urrutia y Saldierna, 2018).

2Como señalan Moyer et al. (2001), el objetivo central de los movimientos sociales es el de ganar las mentes y los corazones, y el apoyo de la población. Porque es en la gente en donde en última instancia reside el poder, ellos preservarán el statu quo o lograrán un cambio.

3En español, la editorial Juan Pablos los publicó con el título Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno.

4Los 33 cuadernos manuscritos lograron sobrevivir a la muerte de Gramsci (acontecida el 27 de abril de 1937), gracias a la intervención de su amigo íntimo Piero Sraffa y su cuñada Tatiana Schucht.

Recibido: 05 de Marzo de 2020; Aprobado: 29 de Agosto de 2020

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