En los últimos años, de forma paulatina, la investigación social ha ido incorporando a sus discusiones, observaciones y análisis, conceptos y términos que refieren a una realidad: la conformación de culturas digitales entre la sociedad contemporánea. Esto ha obligado a las y los investigadores a tener que recurrir al uso de categorías de análisis próximas a las dinámicas sociales que emergen y se colocan al centro de los fenómenos sociales, otras veces, a proponer nuevos términos que den sentido a lo que se observa.
Los sujetos jóvenes son quizá los actores sociales que tienen una relación más singular con las tecnologías digitales debido a que han crecido a la par de ellas, lo que permite observar una serie de relaciones en donde las culturas digitales están siendo espacios de producción, circulación, monetización, socialización, denuncia e interacción entre pares juveniles. En ese sentido, la relación entre jóvenes, tecnología y culturas digitales ha adquirido una serie de vetas de análisis que han trascendido al ocio, el consumo y la recreación para colocar nuevos espacios desde donde los jóvenes y la condición juvenil interactúan permitiendo ampliar el diálogo sobre el impacto y trascendencia de lo sociodigital.
Jóvenes entre plataformas sociodigitales. Culturas digitales en México, es un libro colectivo coordinado por Gabriela Montoya Gastélum y Enrique Pérez Reséndiz, compuesto por ocho capítulos subdivididos en diversas temáticas que atraviesan la agencia, el desarrollo, la política, el activismo, las afectividades sexogenéricas, los videojuegos y la empleabilidad de las y los jóvenes mexicanos (y colombianos en uno de los casos), todas trabajadas desde miradas y perspectivas de análisis antropológicas y sociológicas, con enfoques cualitativos. Sin embargo, es importante señalar, como lo apuntan los coordinadores, que la forma en que se relacionan los jóvenes con internet y las culturas digitales no es homogénea, por ello resulta necesario comprender que los elementos que condicionan lo juvenil (clase, etnia y género), así como los contextos socioeconómicos y culturales desde donde los jóvenes se sitúan, son componentes elementales para vislumbrar la interacción de las culturas digitales.
El libro empieza con un necesario planteamiento del panorama de los ámbitos sociodigitales contemporáneos en México, además de ofrecernos una pertinente aclaración de cómo algunos términos que son usados de forma indistinta, a saber: cultura digital, vida en línea, redes sociales, nativos digitales, precisan de matices para poder abordarlos de forma correcta debido a que su uso indistinto, muchas veces generado desde contextos eurocéntricos o estadounidenses, ha propiciado determinismos que muchas veces desdibujan las caracterizaciones dentro de la pluralidad social.
También nos presenta datos sobre la composición, acceso y comportamiento de los usuarios de computadora, internet y teléfono celular en México en el periodo 2015 a 2019, mismos que nos permiten saber cómo está integrado el panorama de las y los usuarios de internet y las tecnologías de la información según su sexo, edad y localidad, lo cual nos permite observar cómo se ha ido transformando el panorama sociodigital, a un ritmo acelerado en un periodo corto de tiempo, y cómo esto ha incidido en la relación de los jóvenes usuarios de internet, en algunos casos generando brechas digitales y en otros evidenciando los usos diferenciados que realizan los usuarios. Así se coloca al lector en un terreno de comprensión amplia para poder dar paso a los casos concretos de estudio de cada uno de los capítulos.
Por otra parte, es importante señalar que este libro es una lectura necesaria para quienes hacemos investigación sobre jóvenes y juventudes en México, ya que nos devela una dimensión analítica que poco a poco se ha vuelto más central dentro de los estudios de los jóvenes y las juventudes: lo sociodigital. Aproximarnos a un panorama que nos permite percibir cómo es que hoy en día las y los jóvenes acceden, socializan, se apropian, desenvuelven y generan interacciones y contenidos de formas divergentes refuerza la necesaria perspectiva que enfatice la diversidad juvenil.
En ese sentido, es importante reafirmar que, así como no hay una sola forma de ser joven, tampoco existe una sola manera de experimentar y vivir el espacio sociodigital, el cual no es homogéneo y se vive de forma distinta dependiendo el punto situado desde donde se establece la conexión. Comprender lo anterior ayuda a desmitificar la idea de que los jóvenes y la juventud están intrínsecamente relacionados con lo digital y las tecnologías.
De igual manera es un texto que tendría que ser de consulta para todas y todos aquellos que actualmente se encuentran desarrollando alguna investigación social, debido a la centralidad que entre los sujetos y las sociedades contemporáneas ha adquirido la vinculación sociodigital; no podemos seguir obviando o minimizando esta variable analítica dentro de las configuraciones sociales contemporáneas.
Otro elemento a destacar es la diversidad de espacios geográficos desde donde se desarrollan las diferentes investigaciones que lo integran: Huatulco, Mexicali, Ciudad de México, Aguascalientes, Monterrey, Guadalajara, Morelia, además de Colombia, espacios en donde toman lugar los trabajos de las y los autores, lo que también nos proporciona una peculiar cartografía de los escenarios de la interacción sociodigital.
Las inmersiones al campo sociodigital se presentan como un reto lleno de estrategias diferenciadas que obligan a quien investiga a tener una vinculación más cercana con los sujetos, así como a aprender rápido los códigos de lenguaje y conducta del contexto de la investigación. Al momento de plantear metodologías ya no sólo se puede anunciar la afable “observación participante”, sino que ahora resulta pertinente y necesario involucrarse en la interacción sociodigital. En ese sentido, es preciso señalar que cada una de las autoras y autores logra de excelente forma tal inmersión, la cual además señalan de manera honesta en sus múltiples escenarios al reservar cada una y uno un apartado metodológico que nos da cuenta de las complejidades y estrategias de la inmersión dentro del campo sociodigital.
Por otra parte, debemos señalar que el libro permite comprender que en el espacio sociodigital se está desafiando y negociando con la hegemonía adulta con la que conviven en su cotidiano los jóvenes. La creencia generalizada de que la tecnología y la juventud están directamente relacionadas juega como punto a favor para que el espacio sociodigital sea un lugar en donde el distanciamiento con el control adulto pueda aumentarse.
Los capítulos nos permiten observar cómo las categorías: clase, género y etnia son centrales para analizar el grado de sociodigitalización al cual tienen acceso los jóvenes referidos. Así, vemos a jóvenes indígenas y afrodescendientes interactuar y ser puente con sus familiares para poder aproximarles a dispositivos y aplicaciones digitales, conocer sobre los jóvenes makers, entusiastas de la tecnología, que hacen uso de sus recursos y capitales para socializar y horizontalizar conocimientos, jóvenes que navegan entre diferentes aplicaciones de ligue para explorar su sexualidad y afectividades desde la condición del ser mujer trans y también adolescentes, o cómo carecer de un equipo de cómputo sofisticado puede ser un factor para poder trascender dentro del ámbito deportivo y laboral de los videojuegos.
Tales complejidades llegan también al ámbito de la esfera política, así observamos agencias y subjetividades sobre acontecimientos de impacto social como el aumento de la tarifa del Metro en la Ciudad de México o la acción social colectiva caracterizada en actores juveniles a propósito del alza del precio de las gasolinas y principalmente la oposición a la construcción de una cervecería en Mexicali, que amenazó con comprometer el abasto de agua en una zona de crisis hídrica como lo es Baja California, y también a jóvenes estudiantes que manifiestan posturas e inconformidades en la Universidad Autónoma Metropolitana a propósito de un paro laboral.
En los anteriores tres casos se ofrecen atinadas observaciones y análisis de las formas contemporáneas de manifestar inconformidades y expresar posturas mediante memes, hashtags, debates e ironías que no necesariamente se insertan en las formas tradicionales de la protesta, pero que evidencian, una vez más, por qué es tan importante y necesario adentrarse al conocimiento y análisis de lo sociodigital.
En ese sentido, me pregunto: ¿es preciso entonces incluir la variable “sociodigital” como elemento de estudio dentro la problematización de los temas que atraviesan a los jóvenes y las juventudes? Mi respuesta es sí, porque no es ya solamente un referente o elemento que atraviesa a los jóvenes, sino que ahora se coloca dentro una centralidad que precisa de ser seriamente incorporada en las perspectivas socioculturales.
Por último, quisiera también destacar que los capítulos de este libro son un sumario de algunos de los diferentes temas y problemas de análisis que desde los espacios de formación de posgrado están dándose actualmente en México. A excepción de dos de los autores, el resto de quienes escriben en este libro son estudiantes de posgrado que recién han concluido o están por concluir sus estudios tanto de maestría como de doctorado en diferentes programas e instituciones; así que para las y los autores este libro tiene “el objetivo de difundir el conocimiento producido desde diversas disciplinas en diferentes universidades y centros de investigación”.
En ese sentido, es preciso celebrar la labor que a lo largo de los últimos tres años han realizado las y los integrantes del grupo de trabajo “Juventud y Cultura Digital” del Seminario de Investigación en Juventud (SIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes no sólo han logrado producir en conjunto este libro, sino que también se han preocupado por abrir el debate de las culturas digitales en México mediante sus sesiones mensuales de seminario e impartición de cursos semestrales a todo aquel interesado.
Su ejemplo y labor también son una muestra de las formas contemporáneas del ser jóvenes e investigadores, muchas veces desde la precariedad, la incertidumbre, la inestabilidad y sin empleos fijos, pero con la convicción de generar diálogo y producir análisis frescos y necesarios con temas que ya nos han alcanzado prácticamente a todas y todos quienes nos dedicamos o intentamos dedicarnos a la investigación social dentro del ámbito académico. Recomiendo e invito a leer detenidamente este libro colectivo, el cual, además, puede ser consultado en su versión digital en el siguiente enlace: http://www.sij.unam.mx/images/publicaciones/publicacion0.pdf