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Culturales

versión On-line ISSN 2448-539Xversión impresa ISSN 1870-1191

Culturales vol.7 no.14 Mexicali jul./dic. 2011

 

Reseñas

 

Memoria en balsa

 

Iréri Ceja Cárdenas

 

Wendy Guerra, Nunca fui primera dama, Bruguera, Barcelona,2008

 

"Los héroes se convertían en mármol y los necesitábamos hombres" (14). Estas palabras estallan en la cabina de una emisora de radio una madrugada cualquiera en La Habana. Por el micrófono habla la joven Nadia Guerra. La audiencia se desconoce. Nadia creció, como buena hija de la patria, honrando a célebres personajes que nunca conoció. Entre ellos se encuentra su madre, quien dejó Cuba cuando Nadia tenía 10 años. El escenario: La Habana contemporánea. Los personajes que cimientan la historia: Nadia, Albis Torres (su madre) y Celia Sánchez (icono de la Revolución Cubana). La autora: Wendy Guerra.

Nunca fui primera dama es la novela más reciente de la joven escritora Wendy Guerra. La publicó la editorial catalana Bruguera. En 2006, la misma editorial le entregó el Primer Premio Bruguera por la novela Todos se van, libro que aún no circula en Cuba.1 Otras de sus publicaciones recientes son: en poesía, Ropa interior (2008) y, en novela, Posar desnuda en La Habana. Diario apócrifo de Anaïs Nin (2000). Guerra vive en Cuba y frecuentemente viaja a otros países a impartir conferencias.

Nadia, al igual que la autora, pertenece a la generación de jóvenes nacidos en la etapa de la posrevolución cubana. La lucha de estos jóvenes no es (como fue la de sus padres) contra un régimen capitalista; su lucha consiste en entender su forma de vida. Es por eso que, desde los ojos de Nadia, Cuba engendra artistas, escritores, personas sensibles a la subjetividad humana. Una noche, en la cabina, a micrófono abierto, la joven artista y locutora se cuestiona (como constantemente lo hacía en silencio) sobre la herencia que dejó la revolución a las generaciones más jóvenes y sobre su propia identidad. Así comienza la novela, con preguntas que no se sabe quién escucha. Esas preguntas aceitan toda la novela. La autora dice: "Escribí la novela como algo que no fuera un pase de cuentas, sino de preguntas [con] una gran curiosidad de por qué nuestros padres invirtieron 40 o 50 años de su vida en un proyecto colectivo y no personal" (Jiménez, 2009). Poco después Nadia se traslada a Francia, gracias a una beca artística que se gana. Lejos de La Habana, se acrecienta la búsqueda sobre su historia personal.

Nadia necesita saber por qué su madre abandonó un país en el que creía y al que le dedicó tanto esfuerzo. "Si amaron tanto esto, ¿por qué fueron capaces de irse y dejarnos solos?" (241). Como una matriuska al interior de otra que necesita prorrumpir y atrapar aire, Nadia requiere salir y encontrar verdades personales. Acaso "¿existe futuro sin memoria?" (133). Nunca fui primera dama palpa lo indispensable de la memoria tanto en una joven como en toda una generación. Sobre todo en una nación donde la historia siempre es el invitado de honor en la casa familiar. Wendy Guerra, la autora, muestra un país donde la historia, más que asunto del pasado, es programa del presente.

Nadia va a buscar a su madre a Rusia, pues se enteró que ahí vivía. Al llegar, el país explota ante sus ojos. Con la caída del socialismo, Cuba quedó huérfana. Y ahora ella está ahí, conociendo al padrino ausente, al gran padrino que abandonó a Cuba. La Rusia que ella imaginó de niña –detrás de su pupitre cubano, mientras aprendía ruso– no existe.

Apareció mi madre. Voy en un taxi a buscarla. Sus viejos amigos, antes parias, guerrilleros, artistas hippies, gente pobre, hoy son ejecutivos, empresarios, personas de éxito. Los otros han quedado en el camino. Han muerto o ya no están visibles. El muro lo derrumbaron los fuertes; los débiles se desplomaron con él (74).

Nadia ve que paradójicamente la madre también vive el abandono, olvidada por su memoria. Está devastada por el alzhéimer. "Ahora veo que somos una generación jodida, como la memoria de nuestros padres" (91). De vuelta a Cuba, y con la madre a su cuidado, Nadia no le reprocha ya nada. ¿Cómo reprocharle a alguien que perdió su propia historia, y con ésta el sentido total de su vida? En vez de respuestas, Nadia se tropieza con más preguntas. Sin embargo, la madre porta un diario; ahora su único tesoro. A través de él, Nadia reconstruye una historia que nace antes que ella, con la vida de su madre y la relación de ésta con Celia Sánchez. Nadia mira en los diarios de Albis la silueta dibujada de Celia.

Wendy Guerra construye la novela a través de los diarios de su madre, los propios y los de la vida de Celia Sánchez. Los diarios, para Guerra, vinculan su intimidad y su trabajo profesional como escritora. Los personajes son la ventana que enseña el rostro de tres generaciones. La generación de Celia, una mujer fiel a la Revolución Cubana, sencilla e incansable, cercana a las necesidades del pueblo cubano. La generación de Albis, que encarna los ideales revolucionarios, sacrificando la vida íntima por los intereses colectivos. Paradójicamente, las voces que quedan –las que no abandonaron el país– se derrumban. Nadia persiste en su rastreo por encontrar la identidad de toda su generación, la más difusa de todas. Sabe que en las generaciones pasadas, en los héroes, pero sobre todo en los verdaderos héroes –los padres–, están las pistas de su identidad. La búsqueda de Nadia es la búsqueda de Wendy Guerra. Personaje y escritora comparten la misma madre (Albis Torres) y la misma generación. A fin de cuentas, Nadia es el alter ego de la escritora y el reflejo de toda una generación.

En Nunca fui primera dama, la autora toma prestadas dos piezas del artista cubano Wilfredo Prieto para adjudicárselas a Nadia: Biblioteca blanca y Apocalíptico. Wendy construye a Nadia como una artista con preocupaciones reales, como las de Wilfredo Prieto. Tales piezas muestran, al igual que la novela, la carne que conforma a una generación nacida después de la Revolución Cubana. Para Biblioteca blanca, Prieto mandó facturar una enorme cantidad de libros sin portada y sin contenido, todos blancos. La pieza habla de los enigmas de la vida y de la historia de la humanidad. Los libros guardan el conocimiento acumulado, pero los libros blancos no pueden ser descifrados; por más que se sepa que están repletos de conocimiento.

Apocalíptico consiste en banderas en blanco y negro de muchos países. Sin colores, las banderas se asimilan, los países se aproximan. Wendy Guerra y Wilfredo Prieto forman parte de una generación joven que comparte preocupaciones; prueba de ello son sus obras. Guerra dice que para escribir "Mi influencia mayor está en la visualidad, en las artes visuales, no sólo en el sentido del diario como performance o como reporte [...] sino del diario como gesto" (Habana Cultura). Al leer Nunca fui primera dama se ve el mundo de una cubana, y de tres, y de una generación, y de un país; es como recorrer una galería llena de piezas de arte que emergen del subsuelo y erupcionan en distintos momentos y lugares del recorrido.

Wendy Guerra arma las piezas sueltas en la vida de Cuba, y construye una esfera brillante y delicada. Guerra se enfila en este escuadrón, en una búsqueda incansable de la identidad, la memoria y la herencia que dejó la Revolución Cubana a una generación que se siente huérfana. Nunca fui primera dama es "un pacto diplomático entre todas las utopías no cumplidas" (Jiménez, 2009). La autora se enfrenta a ellas y las aterriza en pequeños dramas; dramas que el lector de cualquier nacionalidad, con banderas en blanco y negro, revive.

 

Referencias

Guerra, Wendy, Nunca fui primera dama, Bruguera, Barcelona, 2008.         [ Links ]

"Habana cultura, Wendy Guerra", http://www.youtube.com/watch?v=NFCiq_PSahA. Fecha de acceso: 6 de diciembre de 2009.         [ Links ]

Jiménez, Arturo, "'Nunca fui primera dama', pacto entre las utopías incumplidas", en La Jornada, 4 de enero de 2009.         [ Links ]

Porrero, Ricardo, "Arqueología cotidiana, Wilfredo Prieto", Código 50, pp. 18-23, 2009.         [ Links ]

 

Nota

1 En Nunca fui primera dama se lee que "un buen libro nació para ser editado en su mercado natural, en su patria, con el sabor del origen, el olor y el tacto para el que fue pensado" (Guerra:115). Con estas palabras Guerra se refiere a su novela Todos se van, cuya circulación se ha prohibido en el país para el que fue pensada.

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