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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.2 no.4 Ciudad de México jun. 2006

 

Entrevista

 

¿Existe un genoma mestizo? Perspectiva del doctor León Olivé

 

Verónica Guerrero Mothelet*

 

* Periodista, divulgadora y traductora. Correo electrónico: <paradigmaxxi@yahoo.com.>

 

Entre las principales discusiones que hoy reúnen a ciencia y filosofía están las que se enmarcan en la disciplina conocida como bioética. Este término, acuñado en 1970 por el profesor Van Rensselaer Potter, originalmente se orientaba más a una ética de la relación entre el humano y su entorno natural que a la ética médica. No obstante, a partir de los años ochenta comenzó a emplearse en relación con los problemas éticos de las disciplinas que directamente tratan problemas de la vida, particularmente la medicina contemporánea. Probablemente ello se debe en gran medida a que uno de los principales dilemas actuales que enfrenta la humanidad es el significado que ha de darse a la vida, a la seguridad y a la dignidad humana en una era en que los avances, sin parangón en la historia, tanto en las llamadas ciencias de la vida como en la biotecnología, dejan a la persona con una sensación de vulnerabilidad e indefensión ante quienes tienen la técnica y el conocimiento, y con ello la tentadora posibilidad de monopolizar y comercializar la información más íntima del individuo: su información genética.

A raíz de la decodificación del genoma humano se conoció que todas las personas comparten 99.9% de la secuencia de ADN, expresada por las cuatro letras que representan las proteínas que lo forman (G, A, T, C), y que el 0.1% restante, variable de un individuo a otro, es lo que otorga a cada uno la singularidad. Dentro de estas variaciones, las más frecuentes implican el cambio de una sola letra en el orden de cada bloque o segmento, y se conocen como SNPs (o snips). Tales combinaciones de snips confieren a las personas su susceptibilidad o resistencia a enfermedades que van de la hipertensión a la diabetes mellitus, y gobiernan la respuesta orgánica hacia los medicamentos de uso común.

Este es el marco en el que ha surgido la medicina genómica en México, especialidad dedicada a identificar las variaciones del genoma humano con el propósito de desarrollar diagnósticos, tratamientos y medicinas ad hoc valiéndose de la estructura genómica de la población. Para su práctica se fundó el año pasado el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), uno de cuyos primeros pasos es identificar y de–codificar un genoma prototípico de la población mexicana. La tarea inicial, a grandes rasgos, implica el muestreo de seis grupos de connacionales, habitantes de igual cantidad de regiones remotas de la República, con el objetivo de construir un mapa genético general que se ajuste a lo que los investigadores denominan la población mestiza.

Empero, siendo México una sociedad multicultural, donde persisten muchos prejuicios raciales, el solo hecho de que se hable de un genoma mestizo genera de por sí un problema ético. Esta es la perspectiva de los estudiosos que se preocupan por la pertinencia de revisar profundamente las implicaciones de la ciencia moderna a partir de la bioética. En este contexto, resulta importante conocer la opinión que sobre este problema particular —a saber, la cuestión del análisis genómico de una parte de la población mexicana a partir de la noción de que puede existir un modelo de genoma mestizo— tiene el doctor León Olivé, notable investigador y académico del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y uno de los principales expertos de nuestro país en las cuestiones que atañen el delicado equilibrio entre el desarrollo y empleo de nuevas tecnologías y los derechos inherentes a todo ser humano.

En entrevista para Andamios, el doctor Olivé comienza por puntualizar que, antes de los problemas de orden ético, los proyectos de esta naturaleza enfrentan problemas conceptuales y metodológicos que no son fáciles de resolver, en particular porque no pueden provenir exclusivamente de las propias ciencias genómicas, sino que requieren la participación de otras disciplinas, en especial las sociales y humanísticas. "La idea de que un grupo étnico, en el sentido antropológico, tiene un genoma homogéneo y significativamente distinto del de los genomas de otras etnias, es una hipótesis para cuya aceptación, hasta donde sé, aún no se cuenta con evidencia suficiente". De hecho, señala que precisamente ésta sería una de las hipótesis por demostrar. "Lo mismo ocurre, aunque de manera aún más complicada, cuando se hace referencia a un grupo social cuyas señas de identidad no están claramente definidas, como sería el caso de 'la población mestiza' de México".

Así, corroborar o refutar tal hipótesis con base en el estudio del genoma representativo de etnias diferentes sería, en su opinión, lo realmente interesante. No obstante, advierte, al intentar llevar adelante esos proyectos, comienzan en efecto los problemas éticos. Entre estos problemas éticos, los primeros en surgir se relacionan con el manejo y destino último de la información genética recabada: para quiénes será accesible; cómo se garantizará la trasparencia de los fines que se buscan con la investigación, "por ejemplo, si se quiere sólo obtener conocimiento acerca de las diferencias entre los genomas de etnias diferentes, o si se busca tener las bases para producir fármacos que serán comercializados posteriormente", precisa el doctor Olivé, subrayando que, en este caso, puede existir información obtenida por los investigadores que no se haga pública y sobre la que se reclame una propiedad privada. De esta forma, ¿cuál sería la justificación para que se mantenga reservado parte del conocimiento científico, generado mediante la investigación?

Igualmente refiere que, al tratarse de países multiétnicos y multiculturales, como México y la mayoría de los países latinoamericanos, la cuestión es todavía más compleja, desde los puntos de vista conceptual y metodológico. "En México, por ejemplo, existen más de 60 pueblos indígenas, que aproximadamente representan el diez por ciento de la población. Suele llamarse 'mestiza' al resto de la población, con la idea de que está constituida por descendientes de la mezcla de europeos —principalmente españoles— y de los diversos pueblos indígenas que habitaban lo que hoy llamamos México en la época de la Conquista". Así, el doctor Olivé circunscribe la pregunta conceptual central a precisar si el concepto de "mestizo" se refiere a una entidad social con una identidad definida; esto es, "si tiene características propias que permitan identificar a sus miembros como realmente pertenecientes a esa entidad".

A ello responde que, por ahora no existe ninguna base para afirmar que dicha "población mestiza" sea una entidad social realmente existente. "Mucho menos puede decirse, con razones sólidas, que es una población homogénea, desde el punto de vista genómico". Por tal razón, afirma que un proyecto que pretendiera decodificar el "genoma del mexicano mestizo" estaría cometiendo el error de reificar algo que no existe más que como una vaga categoría del lenguaje: "el mestizo"; y también parecería suponer sin sustento alguno que hay una homogeneidad genómica entre descendientes, por señalar un ejemplo, de la mezcla de gallegos y huicholes, de vascos y tojolabales, o de catalanes y nahuas. Es decir, "un proyecto de esa naturaleza, al hablar de 'mestizos', presupone que el concepto de 'español' se refiere también a un grupo étnicamente homogéneo, lo cual es falso", indica el doctor Olivé.

Añade que, además de que no hay ninguna razón para suponer que exista una entidad social real como la "población mestiza", tal generalización implica el riesgo de que la categoría de "mestizo" juegue un papel discursivo ideológico análogo al que durante 500 años ha venido desempeñando el concepto de "indio" o de "indígena". "Ha sido un error, pero con un alto significado ideológico, creer que 'los indígenas' constituyen realmente una entidad social, con características propias en México, como si 'los indígenas', así, en general, fueran una etnia o un pueblo". Este error, explica, ha supuesto la aplicación del concepto de indígena de igual forma a los zapotecas de Oaxaca, los lacandones de Chiapas y los tarahumaras de Chihuahua, cuando claramente se trata de pueblos diferentes. Así, considera una hipótesis razonable pensar que el genoma de estas etnias probablemente presente diferencias significativas. A partir de lo anterior, juzga interesante, sin presuponer una homogeneidad genómica, que se investigara en México la presencia o ausencia de diferencias significativas entre diferentes sectores de la población, pero incluyendo a los diferentes pueblos indígenas al igual que a otros sectores sociales.

Sin embargo, la inclusión de los grupos indígenas en la cuestión del análisis genómico, con el propósito de analizar y penetrar su intimidad genética, nos llevaría de nuevo ante los problemas éticos. Además de los consabidos conflictos, ya reconocidos nacional e internacionalmente, relacionados con el consentimiento informado, con la confidencialidad de los datos relativos al genoma de cada persona, con el riesgo de la manipulación de su información genética para tomar decisiones acerca de los servicios de salud a los que tendrá acceso un individuo, entre otros, "en países como México enfrentaríamos el problema, que tiene una dimensión ética, de si es correcto plantearnos el conocimiento del genoma de sus diferentes sectores y pueblos, cuando los pueblos indígenas ni siquiera tienen acceso a los servicios de salud más elementales, y cuando una parte importante de la población es analfabeta", cuestiona el doctor Olivé.

A modo de resumen, el doctor León Olivé concluye que la investigación genómica en México enfrenta un serio dilema: "o se habla en serio del genoma de la población mexicana, admitiendo que ésta es multiétnica, y entonces se toman muestras de todos los pueblos del país, y de todos los demás sectores representativos (problema que habría que elucidar), sin exclusión alguna; o se excluye (una vez más) a los pueblos indígenas bajo el escudo ideológico de la existencia ficticia de una entidad social a la que hace referencia el concepto de 'mexicano mestizo', pero entonces no se puede sostener seriamente que se esté investigando el genoma de la población mexicana, pues ni siquiera se investigaría una parte claramente identificable de esa población".

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