El 7 de julio pasado murió Jaime Ros Bosch, amigo entrañable, hombre de talento y sencillez. Fue un maestro ejemplar que se ganó el respeto de las comunidades universitarias a las que perteneció. Su solidaridad, con adjetivos, fue con el reclamo democrático, por el desarrollo y la igualdad. Como economista riguroso que fue, asumió y practicó desde muy temprano que la economía política es una herramienta fundamental, pero sólo eso, para conocer y entender la sociedad contemporánea y tratar de mejorarla en una dirección de bienestar e igualdad.
Su economía política se desplegó en dos grandes planos: la crítica de las ideas dominantes, de su teoría y doctrina, y el examen radical de las estructuras y contradicciones que dan cuerpo a la formación social. Por eso decimos que la suya fue una economía política clásica volcada al presente y su futuro. Y un desarrollismo ilustrado y complejo.
Nutrido en y de las mejores tradiciones, Jaime cultivó el análisis riguroso de la realidad y de la historia. Hombre ilustrado, keynesiano, estaba convencido de que sólo mediante la política, la buena política, las cosas podrían cambiar en México para ser un país justo y democrático. Estudió en la Universidad de Paris XII, Francia, la licenciatura en Ciencias Sociales; la maestría en Economía en la UNAM, y un diplomado en Economía en la Universidad de Cambridge, Reino Unido.
A Jaime lo conocí a fines de la década de 1960. Sus capacidades para la reflexión, el análisis y la enseñanza eran notables, y pronto, para varios de quienes asistíamos a los seminarios organizados por la revista Punto Crítico, se volvieron prendas naturales en él. Fue parte de la primera generación de la maestría en Economía en la UNAM; al cabo de muy poco tiempo se sumó a los entusiastas fundadores del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), promovido por Javier Alejo -otro economista que en esa época coordinaba el Fondo de Cultura Económica (FCE)-, dirigido por el maestro Horacio Flores de la Peña y luego por don Antonio Sacristán Colás, siempre coordinado, cuidadosa y celosamente, por Trinidad Martínez Tarragó. Desde ahí, acompañado por la enriquecedora compañía de los refugiados del Cono Sur y varios colegas y amigos mexicanos, Jaime emprendió una interminable y comprometida tarea de investigación y difusión sobre la economía nacional, en especial en la revista Economía mexicana, que dirigió y volvió, desde su inicio, en referencia obligada del debate sobre las ideas y las políticas económicas que tuvieron lugar entonces.
Sin embargo -sabido es por muchos-, el mundo académico en no pocas ocasiones renuncia a sus orígenes y se convierte en un espacio elitista y dogmático. Jaime lo sufrió y tuvo que separarse del CIDE, y junto con José Casar y Carlos Márquez primero, y después con María Amparo Casar y Guadalupe González, fueron acogidos por nuestro inolvidable y querido Juan Enrique Vega, quien entonces presidia el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET) (1979-1984).
Jaime fue también consultor de gobiernos y de organismos internacionales -la CEPAL, el BID y el Banco Mundial-; como economista político del desarrollo aterrizó en Ginebra, en la Comisión del Sur, que promovieran Willy Brandt y la Social Democracia Alemana y Europea. Durante su estancia en la Universidad de Notre Dame (de 1990 a 2011) Jaime, en colaboración con otros valiosos economistas, logró que el departamento de economía de esa universidad fuera uno de los centros de pensamiento heterodoxo más reconocidos.
Fue un autor prolífico. Entre sus libros están: Algunas tesis equivocadas sobre el estancamiento económico de México (Colmex, 2013); La teoría del desarrollo y la economía del crecimiento (FCE, 2012); Rethinking Economic Development, Growth, and Institutions (Oxford University Press, 2013); en ellos, y en sus múltiples y productivas charlas, conferencias, artículos (se) preguntaba y reflexionaba sobre temas centrales que tienen que ver con México y su transformación productiva; cuál es el estado y papel de la política industrial; cuál ha sido y cómo medir el impacto de las estrategias de cambio estructural; por qué está estancado el crecimiento; cuál es la relación entre crecimiento y productividad; cómo juega el salario; cuáles son los obstáculos fundamentales de la economía, qué hacer para superar la “trampa del bajo crecimiento y alta desigualdad”, con que intituló su libro más reciente.
Su permanente interés, su ánimo para poner en circulación ideas, lo llevó a impulsar proyectos importantes; ahí está aquella compilación de los lejanos años noventa La edad del plomo del desarrollo latinoamericano, en la serie de Lecturas El Trimestre Económico del FCE, coeditada con el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (1993); ahí Jaime se dio a la tarea de (re)flexionar sobre temas de la estabilización y el ajuste de las economías latinoamericanas en la década de 1980.
En el primer número de la revista Cuadernos Políticos, generosamente dirigida y apoyada por Neus Espresate, y en sus primeros años coordinada por Adolfo (Fito) Sánchez Rebolledo, Jaime publica una reseña afilada y crítica de las tesis de Hansen1 sobre el llamado milagro mexicano y anota:
(…) El esquema de la interpretación de Hansen puede ser resumido como sigue: el crecimiento económico rápido, al alterar la distribución de la riqueza, agudiza las tensiones sociales y políticas; la continuidad del proceso de crecimiento depende, entonces, de la capacidad del sistema político para manipular estas tensiones, convirtiéndose así en la clave del éxito o del fracaso del proceso (…) el estudio de Hansen, las explicaciones parciales de los distintos aspectos del desarrollo económico y político de México, giran alrededor de un elemento central: la élite gobernante (…) (así) el ‘milagro mexicano’ quedará, en última instancia, explicado por ¡la psicología del mestizo!
Y agrega
la explicación que da Hansen de la estabilidad política, el elemento que permite explicar la permanencia del proceso de crecimiento en condiciones de una desigualdad creciente del ingreso, resulta sumamente empobrecida.2
En “Economía mexicana: evolución reciente y perspectivas” escribe Jaime:3
Los rasgos de la política económica seguida en 1974 y 1975 para combatir la inflación y el desequilibrio externo se agudizaron hacia fines de 1976 cuando se introdujo un conjunto de medidas de políticas convenidas con el FMI (…) el diagnóstico de la situación económica que justificó la adopción de esas medidas (…) (fue) el desequilibrio en la balanza de pagos (…) y el marcado proteccionismo (…) Una evaluación superficial de los efectos de estas medidas podría llevar a pensar que la política seguida fue relativamente exitosa en función de los objetivos (…)
Un análisis detallado de los efectos de la devaluación sugiere un cuadro considerablemente distinto (…) los efectos de la devaluación sobre el nivel de precios y la distribución del ingreso sugiere que, en ausencia de las políticas seguidas, la tasa de inflación se habría desacelerado rápidamente hasta llegar hacia 1978 a niveles similares a los de la inflación internacional y ello habría podido ocurrir en condiciones de un nivel mayor de la actividad económica y de salarios reales crecientes.
Años después, en 19974 (se) preguntaba
¿Por qué un beneficiario natural de la globalización ha tenido un desempeño tan decepcionante?, la paradoja, México ha tenido hasta el momento uno de los desempeños económicos y sociales más decepcionantes en el mundo en desarrollo. Lo decepcionante no se refiere sólo a la crisis de 1994, aunque sin duda se trata de una de las peores crisis de nuestra historia, o a la ‘década perdida’ de los años ochenta, sino también al desempeño que precedió a la crisis reciente: una recuperación, que se inicia en 1989 y avanza a tasas muy bajas de crecimiento y, de 1991 en adelante, declinantes, incapaz de absorber el rápido crecimiento de la oferta de trabajo que caracterizó y seguirá caracterizando a la economía, y que terminó generando una reducción del empleo manufacturero de 1990 a 1994, la agravación de la pobreza y la explosión de problemas sociales (…)
No creo, sin embargo, que los mayores obstáculos provengan de las restricciones que la globalización impone a las políticas económicas nacionales. Los mayores obstáculos son quizá las restricciones institucionales internas que impiden una actuación efectiva del Estado como coordinador del proceso de desarrollo.
En otro momento escribía:5
Fernando Fajnzylber observaba que las experiencias de desarrollo económico más rápido y sostenido han sido aquellas que lograron combinar la competitividad internacional y la austeridad, que hacen posible el crecimiento, con la equidad, que fortalece la cohesión social y la formación de recursos humanos. A estas condiciones habría seguramente que agregar, hoy en día, la reducción de la vulnerabilidad económica y financiera.”
Las reformas propuestas en las áreas de políticas cambiaria, fiscal y financiera; van encaminadas en esa dirección. Las lecciones de la crisis de 1994 sugieren que éstos son los cambios mínimos necesarios para poner a la economía nuevamente en una senda de crecimiento económico. Si, además de estas reformas, México fuera capaz de poner en práctica políticas industriales bien diseñadas, reformas orientadas a desarrollar los segmentos de largo plazo de sus mercados de capitales, y medidas que promuevan la capacitación de su fuerza de trabajo, entonces podría aspirar a mejorar aún más rápidamente los niveles de vida de su población, y a resolver más pronto y más eficazmente sus problemas de empleo, pobreza y subdesarrollo”.
Un primer conjunto de reformas debería incrementar -escribía con José Casar en 2004-,6 la competitividad de la economía por la vía de aumentar la oferta y reducir los costos de los insumos de uso generalizado (…) Un segundo conjunto de políticas para elevar el crecimiento potencial de la economía es el relacionado con la reducción de las disparidades regionales en el país. Una política que creara las condiciones para aprovechar el potencial productivo del sur del país (…). Por último (…) elevar el potencial de crecimiento de la economía supone crear las condiciones para un rápido proceso de cambio de la estructura productiva (...) debiera tener un lugar privilegiado la búsqueda de la integración de cadenas productivas que permitan aprovechar la competitividad (…)
En años recientes Jaime dirigió, coordinó y coescribió la Revista de Economía Mexicana AnuarioUNAM, apoyado por la Facultad de Economía de la UNAM y su director, Eduardo Vega. Sus trabajos introductorios sobre el estado actual de nuestra economía política han sido acompañados por trabajos notables, actuales y rigurosos sobre diversas cuestiones de política económica y social, y sus implicaciones sobre el presente y devenir del país. Las primeras cuatro entregas que coordinó y editó conforman una obra robusta que, sin duda, contribuye a ampliar y darle fuerza a la mirada crítica y constructiva sobre la política económica en México.
Artículos, foros, conferencias, discusiones… Su actividad fue incansable, su influencia notable. Su presencia, una memoria personal y compartida por quienes lo conocimos, pero, sin duda también, sus reflexiones (nos) quedan como faros para alumbrar los caminos hacia nuevos cursos de desarrollo.
(…) estoy escribiendo un librito sobre algunas tesis equivocadas sobre el estancamiento económico de México -asentaba Jaime en un entrevista realizada en 2013-,7 en la que refuto varias tesis erradas que explican el estancamiento. Se dice que el bajo crecimiento de la economía se debe a los incentivos a la informalidad, que es de baja productividad y enlentece la producción de México. También se considera que la rigidez laboral desalienta el crecimiento de la productividad, pero muestro que en realidad el mercado laboral de México es bastante flexible. Se habla de los sectores no expuestos a la competencia internacional, como las telecomunicaciones, los bancos, la electricidad, pero en realidad el problema no es tanto la falta de competencia sino las fallas de la regulación (…). Luego abordo la tesis de que la escasez de capital humano y la calidad de la educación son obstáculos al crecimiento. En realidad, por la falta de crecimiento el capital humano, que ha venido aumentando, queda subempleado en sectores no formales de la economía o simplemente migra. No sólo se va el trabajador no calificado. De los profesionales mexicanos 16% está fuera del país por falta de oportunidades de empleo en México.
Cuando en 2017 recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana, Jaime recordaba:
(…) los mediados de los setenta marcan un fin de época en la economía mundial y un cambio de tendencia en la profesión, que abarca también a México. Viví estos cambios en el CIDE, a donde recién egresado de la maestría de la UNAM fui invitado a trabajar por Trinidad Martínez Tarragó, en abril de 1974. Los años que pasé allí, de 1974 a 1985, constituyen uno de los periodos más turbulentos de la historia económica de México, que culmina con la crisis de la deuda externa de 1982, y los problemas de estabilización y ajuste que le siguieron (…). Son los años de los programas ortodoxos de estabilización y ajuste del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que condujeron a la década perdida -como la llamaba la CEPAL- para el desarrollo de México y otros países deudores de América Latina y el mundo en desarrollo. La ortodoxia en su apogeo. Nunca antes, ni después, fueron tan draconianos los ajustes fiscales ni tan restrictivas las políticas monetarias, tanto en los países en desarrollo como en los países desarrollados (…)
(…) me formé en la macroeconomía keynesiana y la economía clásica del desarrollo. Ello me ‘condenó’ a nadar contra la corriente a lo largo de mi vida profesional, que comenzó justamente cuando la corriente principal de la profesión cambió.8
Ampliar y darle fuerza a la mirada crítica y constructiva sobre la política económica en México -aunque no sólo- son, a no dudar, retos y compromisos que Jaime Ros nos ha legado.