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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.16 no.46 Ciudad de México ene./abr. 2019  Epub 17-Jun-2020

https://doi.org/10.22201/fe.24488143e.2019.46.434 

Artículos

La indispensable política de desarrollo industrial. Opciones para el nuevo gobierno

The indispensable policy of industrial development. Options for the new government

Mauricio de Maria y Campos1 

1 Centro de Estudios Económicos. El Colegio de México. camposmm43@gmail.com


Resumen

Hemos crecido a 2.3% en 30 años; necesitamos hacerlo a 4%, y luego a 6%. Para ello es preciso cambiar la política de desarrollo industrial, que estimule los empleos, el mercado interno, las exportaciones y el sur atrasado, conserve la energía e impulse el desarrollo sustentable, la educación, capacitación, investigación y patentes. Se necesita más inversión pública, privada y extranjera, con innovación tecnológica y mejores servicios, como en los países emergente de Asia. Como lo muestra nuestra historia industrial desde 1950.

Palabras clave: Organización industrial y macroeconomía; Política industrial; Política gubernamental; Crecimiento económico

Abstract

We have grown at a rate of 2.3% for 30 years; we need to do it at 4%, and then at 6%. To achieve that, a change of industrial development policy is to be made, one that stimulates jobs, internal market, exports, and our underdeveloped south, conserves energy, and impulses sustainable development, education, training, research and patents. More public investment is needed, as well as private and foreign, with technologic innovation and better services, as in the emergent countries of Asia. As our industrial history shows from 1950.

Keywords: Industrial Organization and Macroeconomics; Industrial Policy; Government Policy; Economic Growth

Journal of Economic Literature (JEL): L16; L52; L98; O4

El Presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador, planteó desde el inicio de su campaña la necesidad de que la economía mexicana deje atrás la mediocre tasa promedio de crecimiento de 2.3% anual de las últimas tres décadas, y alcance en la primera mitad de su gobierno tasas de 4% y en la segunda mitad de 6% anual.

Al mismo tiempo, se ha comprometido a poner en marcha una nueva política de desarrollo productivo en materia agropecuaria, industrial, comercial y de servicios, con énfasis en la creación de empleos, el impulso al mercado interno y las regiones marginadas, en particular el rezagado sur del país y el desarrollo tecnológico.

La tesis fundamental de este ensayo es que, para lograr estas metas, va a ser necesario un nuevo pacto económico y social que ponga en el centro de la estrategia, más allá de la tradicional estabilidad financiera, una nueva política macroeconómica que promueva crecientes niveles de inversión pública en infraestructura física y social, así como más empleos, mejores salarios y más ingresos de los hogares, al tiempo que estimule la inversión privada nacional y, complementariamente, la extranjera para alcanzar tasas de cuando menos 25% del Producto Interno Bruto (PIB). Ello exige recuperar el papel del Estado con visión desarrollista y lograr, mediante la aplicación de una estrategia concertada con el sector privado y empresarios innovadores, políticas de nueva generación en materia industrial y de servicios de alto valor agregado, equiparables con las que han estado haciendo posible, en el último cuarto de siglo, un acelerado crecimiento en países de Asia: China, Corea del Sur, la India y Vietnam.

I. Una breve visión retrospectiva de la evolución industrial (1982-2017)

A partir de la década de 1980, de la crisis petrolera y de la deuda, el crecimiento y el desarrollo industrial de México se detuvo. La apertura acelerada a las importaciones, y a las inversiones extranjeras, generó un proceso en que la manufactura perdió gradualmente importancia en el PIB. Pasó de 23% en 1981 a 16% en 2017, en contraste con países asiáticos exitosos que la han llevado a niveles cercanos a 30% del PIB.

La apuesta por un desarrollo impulsado por las exportaciones, consolidada con la firma del Tratado de Libre Comercio de América de Norte (TLCAN) y otros acuerdos de libre comercio, sin política activa de fomento industrial, condujo a la destrucción de cadenas productivas, a la desarticulación entre las manufacturas y otros sectores productivos y de servicios, y a la pérdida de valor agregado nacional.

La maquiladora de exportación se convirtió en un creciente generador de empleos con bajos salarios, aun en las ramas líderes como la automotriz. Las exportaciones manufactureras crecieron aceleradamente como porcentaje del PIB, a la par que las importaciones.

Es verdad que México desarrolló aceleradamente en los últimos 30 años, en el marco de una política de libre mercado, relativamente abierta al exterior, algunos sectores industriales exportadores: primero el de prendas de vestir hasta la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC); después, gracias al TLCAN, el sector automotriz y de autopartes, y el electrónico y más recientemente el aeroespacial, pero ello ocurrió a partir de empresas de capital y tecnología extranjera. La participación del capital nacional es muy escasa.

Curiosamente, el exitoso sector automotriz fue el resultado de una política industrial explícita, que continuó exigiendo a las empresas automotrices mundiales establecer plantas de ensamble en México y compensar, de alguna manera, las importaciones de vehículos y sus partes con exportaciones, para acceder al mercado doméstico.

Un sector que hoy se pone de ejemplo para ilustrar el exitoso desarrollo de México en materia exportadora es el de bienes tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Se destaca que México se ha convertido en el 8º exportador mundial después de China, Hong Kong, Estados Unidos, Taiwán, Singapur Corea del Sur y Alemania, y que alcanzó un monto de 60,360 millones dólares (USD) en 2016.

Lo que hay que recordar es que los bienes electrónicos de consumo, las computadoras y equipos periféricos y los equipos de comunicación que exportamos, en un 83% a los estadounidenses, son fundamentalmente productos ensamblados por empresas de capital extranjero, que utilizan sus propias tecnologías e importan casi todos sus componentes sobre todo de plantas propias y ajenas localizadas en Asia.

Por desgracia, en contraste con lo que sucedió en Japón y Corea del Sur en su momento, y está ocurriendo más recientemente en China con gran éxito, no ha habido capital mexicano que se asocie con las empresas automotrices o las electrónicas de capital extranjero, para realizar un proceso de aprendizaje y de eventual despegue de productores locales con diseños y marcas mexicanas.

En China las empresas productoras de autos de marcas extranjeras, que representan dos terceras partes de la producción, se establecieron en coinversión 50-50 con capitales locales. Ello ha permitido desarrollar gradualmente empresarios, empresas, diseños y marcas chinas que hoy día cubren más de un tercio del mercado local.

Al Estado y al inversionista mexicano no les interesó, en los últimos 30 años, impulsar ese camino virtuoso de mayor riesgo. Se prefirió el proyecto ensamblador maquilador, que ahora como se ha constatado con las negociaciones del Tratado México-Estados Unidos Canadá es muy vulnerable a los caprichos de nuestro vecino del norte.

Hubo una época en que contamos con grandes empresas de capital privado, estatal y mixto nacional, que incluso desarrollaron tecnologías mexicanas significativas (Hylsa, Resistol, Dina). Algunas de ellas fueron producto de la asociación o la promoción de grupos financieros mexicanos como Banamex o la Banca de Desarrollo (Nafinsa y Somex) con capitales y tecnólogos extranjeros. Hoy ese proceso dejó de ocurrir, con honrosas excepciones: Nemak, Mabe, Helvex.

Desafortunadamente la nacionalización de la banca, la apertura comercial acelerada e indiscriminada de fines de las décadas de 1980 y 1990, y los mal diseñados procesos de privatización descobijaron muchas de esas empresas, y las llevaron a manos extranjeras o de capitales nacionales sin experiencia industrial.

La reprivatización de la banca nacionalizada, a principios de la década de 1990, tampoco ayudó en ese proceso; las casas de bolsa y otros grupos financieros compradores no tenían experiencia en materia industrial, y a veces ni siquiera bancaria. Por ello, en el corto tiempo que operaron, antes de la extranjerización bancaria de la segunda mitad de la década de 1990, nunca tuvieron la mínima intención de reconstruir los conglomerados tipo Grupo Banamex (Bancomer en el sector agropecuario, Cremi en el sector minero), que habían operado con bastante éxito entre los decenios de 1950 y 1970, siguiendo el modelo financiero industrial alemán.

Un sector que se desplomó dramáticamente, y absurdamente, en las últimas tres décadas fue el de la industria química y petroquímica. De representar 8% del PIB a principio de la década de 1980, constituir una fuente importante de desarrollo regional y de exportaciones, y ser motivo de admiración internacional, hoy representa un escaso 3% del PIB, un creciente déficit en la balanza comercial y fuente de pobreza y malestar regional, debido a la falta de visión del gobierno y de Pemex, restringido por la ordeña fiscal de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pero también por las políticas antiindustrializadoras prevalecientes, y por sus propios errores, ineficiencias y corruptelas.

La decadencia gradual de Pemex en las últimas dos décadas, y en particular su estrepitoso desplome en este sexenio, con consecuencias nefastas sobre la balanza comercial, el sector empresarial privado, el empleo regional y la seguridad energética nacional (pasamos de ser exportadores de gasolinas a importar 75% de nuestros requerimientos), merecen un estudio detallado y exigen rendición de cuentas. Un verdadero caso de inexplicable suicidio industrial nacional.

Algunas grandes empresas mexicanas, que se convirtieron en genuinas empresas transnacionales muy competitivas, y que contaban con posiciones monopólicas u oligopólicas en el mercado nacional, fueron absorbidas por grandes grupos de capital extranjero; tal fue el caso de las cerveceras.

Otras, como las exitosas agroalimentarias Bimbo y Maseca y Cementos Mexicanos, se han lanzado, a partir de sus grandes ingresos y utilidades en México, a realizar cuantiosas inversiones en el exterior; pero, dados los sectores en que se ubican sus inversiones alimentos perecederos y materiales voluminosos exportan muy poco; más bien compran sus insumos, los procesan y venden en los países donde operan.

Las empresas minerometalúrgicas y de comunicaciones mexicanas se han convertido, también, en grandes inversionistas en el exterior particularmente en América Latina, pero tampoco han desarrollado tecnologías propias.

Algunas empresas mexicanas de servicios han comenzado a exportar y realizar inversiones en Latinoamérica y otros mercados. Es el caso de Cinepolis y de las televisoras en el área de entretenimiento, y de empresas restauranteras.

Sin embargo, nos siguen faltando grandes campeones nacionales que inviertan en investigación y desarrollo, y que innoven, exporten y compitan con sus marcas propias en mercados de alta tecnología, como sucede en el caso de los países asiáticos emergentes.

La pequeña, y sobre todo la mediana empresa de capital mexicano, han perdido importancia en el PIB y en el empleo. Las medianas, que tan importante participación tienen en Alemania, Italia y Japón, en la generación de nuevos productos y tecnologías y en la apertura de nuevos mercados externos, en México son hoy muy escasas.

Las pequeñas empresas, numerosas y generadoras de empleo, normalmente sobreviven con bajos niveles de productividad en mercados regionales y locales. Su capital financiero y humano es limitado, su acceso al crédito es oneroso, y sus tecnologías son frecuentemente atrasadas.

En general puede concluirse que, a pesar de excepciones distinguidas, a partir del decenio de 1990 no se ha podido desarrollar una nueva industria de capital nacional plenamente competitiva, con capacidades productivas propias que le permitan mantener o crear ventajas comparativas dinámicas. El problema no ha sido sólo la desaparición de los incentivos fiscales y financieros del pasado, y la falta de una protección comercial razonable. Los financiamientos a largo plazo, de la banca comercial y la banca de desarrollo, se han colapsado.

La cultura de la maquila se ha extendido en el país, lo que contrasta con la del Este de Asia y la India, que muchas veces se inició como la nuestra, pero ha sabido avanzar de esas plataformas al desarrollo de empresas estratégicas de capital nacional, con productos y tecnologías propios, recursos humanos crecientemente calificados, mayores salarios y disposición al riesgo con visión de largo plazo.

Ante esas limitaciones y la crisis del modelo de crecimiento industrial impulsado por exportaciones y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) exacerbada por las políticas agresivas y erráticas de Trump, es urgente diseñar y poner en marcha una nueva estrategia industrial y de comercio exterior, con políticas, instrumentos y acciones proactivas, similares a lo que se generó en su momento en países hoy desarrollados o de desarrollo medio alto (Alemania, países escandinavos, Irlanda, Japón) y en particular los países emergentes de Asia, liderados por Singapur, Corea del Sur y Malasia en una primera etapa, y en los últimos 30 años por China y Vietnam.

Para ello, es necesario hacer un diagnóstico puntual de la situación actual de la industria mexicana, y de servicios conexos de alto valor agregado, precisando debilidades y fortalezas, así como capacidades que merecen potenciarse mediante políticas y acciones pragmáticas.

No es posible regresar a los enfoques de las décadas de 1950 a 1970, que fueron exitosos en el contexto de una economía relativamente cerrada. Pero tampoco es conveniente continuar con los enfoques neoliberales de los últimos 30 años, dependientes en gran medida de exportaciones de empresas de capital extranjero y mano de obra barata con salarios deprimidos (en buena medida exportadoras de importaciones), los cuales no han generado crecimiento real significativo del PIB per cápita, ni un mercado local creciente, que estimulen procesos virtuosos de inversiones productivas y desarrollo sostenible. Se requiere examinar las nuevas políticas visionarias, audaces, exitosas, consistentes con los retos de la nueva globalización industrial y de servicios, que están surgiendo en particular en Asia. Urge dar saltos hacia adelante para alcanzar (catch up), hasta donde sea posible, a empresas líderes mundiales, y sentar las bases para eventualmente innovar y mejorar bienes y servicios conexos y adelantarse (leap frogging) incluso a Estados Unidos y a las tradicionales potencias industriales europeas, como lo han hecho China y Corea del Sur.

Tenemos la ventaja de un gran mercado real y potencial interno, que puede utilizarse creativamente como trampolín. Vietnam, con 96 millones de habitantes, ha crecido en promedio a 7.5% anual en los últimos 25 años, apoyado en ese mercado interno y sus exportaciones, utilizando primero la agricultura y ahora la industria como motor de su transformación productiva y de un crecimiento económico con igualdad.

II. Una nueva estrategia de desarrollo industrial y de servicios

Atendiendo a las anteriores consideraciones, se formulan los siguientes planteamientos estratégicos para el futuro desarrollo industrial de México:

  • 1. Es urgente diseñar una renovada política industrial con visión de largo plazo, apoyada en el mercado interno y las exportaciones. Las manufacturas y la nueva economía del conocimiento tienen que adoptar un papel de liderazgo en el desarrollo nacional como motor del crecimiento, la productividad y la innovación. Ello propiciará la expansión del mercado interno y estimulará mayores volúmenes de inversión, productividad y competitividad para impulsar exportaciones de mayor valor agregado y contenido nacional.

  • 2. Hay que otorgar atención particular a temas emergentes que se presentan en las nuevas políticas industriales exitosas del Siglo XXI. El uso eficiente de la energía y el desarrollo sustentable; la competencia en el mercado nacional e internacional; la educación y la capacitación; la promoción de la investigación científica y el desarrollo tecnológico incluyendo las patentes, el desarrollo de marcas propias y los nuevos activos de propiedad intelectual, inherentes a la economía del conocimiento deben recibir atención particular y dar lugar a acciones concretas de política de fomento diferenciado.

  • 3. Se requiere un Estado desarrollador que apoye al capital y al emprendedor privado nacional, y que genere bienes públicos a través de nuevas estrategias, infraestructuras e instituciones compartidas. Es crucial que, en el diseño, la ejecución y el seguimiento de las nuevas políticas públicas, participen activamente, gobierno, empresarios, asociaciones de profesionistas, universidades, sindicatos y organismos relevantes de la sociedad civil. Es vital el fomento de un sector nacional emprendedor que tome una posición estratégica de avanzada en las principales ramas industriales y servicios por desarrollar, y en las ciudades o zonas especiales prioritarias de desarrollo.

  • 4. Es indispensable incorporar, en una nueva política de desarrollo industrial, la dimensión subsectorial para atender las demandas y oportunidades prioritarias del país, las oportunidades de desarrollo de regiones rezagadas y las perspectivas mundiales de desarrollo industrial y tecnológico.

  • Está comprobado que una de las prácticas más exitosas es la coordinación de gobierno, inversionistas y empresarios para realizar, con apoyo de consultores técnicos y financieros especializados, los estudios prospectivos necesarios para determinar las ramas y productos que merecen atención prioritaria, mantener actualizada la competitividad industrial de ramas y regiones, y asegurar la mayor viabilidad de largo plazo para las nuevas inversiones. A la banca de desarrollo Nacional Financiera le correspondería desempeñar un papel clave de apoyo técnico y financiero en coordinación con la banca comercial. Esta coordinación es particularmente importante en el caso de los productos y servicios de avanzada y de frontera tecnológica, donde se prevea alta demanda futura nacional e internacional, y se requiera fomentar la creación o consolidación de empresas nacionales productoras con creciente valor agregado y contenido tecnológico nacional: telecomunicaciones e informática de segunda generación; biotecnología, medicamentos y servicios para la salud; uso eficiente y fuentes alternativas de energía; industria automotriz y de autopartes, aeronáutica; industrias culturales y de contenidos digitales.

  • 5. Las micro, pequeñas y medianas empresas deben ser objeto de programas y políticas estimulantes en el ámbito federal, pero también, como se constata en países europeos y asiáticos exitosos, con políticas, instituciones e instrumentos locales con el fin de crear nódulos (clusters) regionales competitivos, con mayor resiliencia frente a las disposiciones internacionales, y con capacidad de vincularse eficazmente con universidades y centros de investigación próximos especializados. Estas son medidas de fomento que no son admitidas internacionalmente en la esfera de los gobiernos nacionales, pero que se pueden implementar sin objeciones cuando las aplican los gobiernos estatales y locales: el Tratado México-Estado Unidos-Canadá (T-MEC) prevé esas situaciones.

  • 6. El Estado debe recuperar su papel de promotor del desarrollo, y de regulador en función del interés público y del consumidor. Es urgente restaurar los niveles de inversión pública pasando del actual deplorablemente bajo 3% del PIB a cuando menos en 6 a 7% en los próximos seis años, y estimular la inversión privada, para regresar gradualmente a niveles totales de 25% del PIB. Los países asiáticos de más rápido crecimiento mantienen coeficientes de 30, 40%. Al mismo tiempo, es fundamental el papel del Estado como vigilante eficaz del interés del consumidor. En diversos sectores, ramas y productos industriales siguen prevaleciendo monopolios y oligopolios, así como prácticas comerciales restrictivas de la competencia, que no se justifican en términos nacionales e internacionales y que deben ser prevenidas, combatidas y penalizadas de manera efectiva por las autoridades. La Comisión Federal de la Competencia tiene que adoptar un papel más activo en áreas clave para el consumidor, como los alimentos, los medicamentos y servicios de salud, y los servicios financieros.

  • 7. El Estado debe promover la competencia en el mercado interno, pero al mismo tiempo asegurar que México pueda contar con empresas de talla internacional para competir exitosamente en los mercados globales, como lo han hecho los países exitosos, a condición de que exporten con creciente valor agregado, inviertan en recursos humanos calificados, en desarrollo tecnológico y en productos y marcas propias, y aseguren el bienestar del consumidor nacional con precios competitivos y buena calidad. La mayor parte de nuestras grandes empresas no cumplen actualmente esas funciones.

  • 8. La inversión en educación y capacitación de calidad es clave, en particular en los niveles medio superior y superior. La experiencia de Corea del Sur, China y más recientemente de Vietnam, respecto del crecimiento acelerado promovido por las manufacturas y los servicios de alto contenido tecnológico nacional lo confirma. Hoy los estudiantes asiáticos se encuentran en los primeros lugares de las pruebas PISA de la OCDE. Los vietnamitas, por ejemplo, en 2015, clasificaron en 8º lugar en pruebas de comprensión de lectura, matemáticas y ciencias, arriba de los alemanes y los holandeses. Un gran logro para un país que en 1986 apenas comenzó su programa de transformación económica y educativa, partiendo de las cenizas de las guerras con Francia y Estados Unidos.

  • 9. En materia de investigación, desarrollo tecnológico e innovación, lo importante no es solo invertir 1% del PIB, frente a 0.43% actual; sino también que genere condiciones de demanda pública y privada, para que el sector privado invierta en México en investigación, desarrollo tecnológico e innovación pertinente para atender necesidades nacionales y competir en plan global. La meta sería que esta inversión contribuya en 2024 con otro 0.5% del PIB y, eventualmente, sea comparable en monto a la del sector público 1%, como sucede en países emergentes de crecimiento acelerado.

  • 10. Un factor clave en la competencia internacional radica en la disponibilidad oportuna de créditos para la inversión, la modernización y la innovación, así como de capital de riesgo. En virtud de la extranjerización de la banca y otros servicios financieros, se hace indispensable una nueva política de financiamiento al desarrollo industrial y de servicios de alto contenido tecnológico, apoyada en medidas de orientación e inducción sobre la banca privada.

  • Es indispensable también reestructurar y fortalecer la banca de desarrollo, que ha reducido en México de 11 a 1% su financiamiento a la inversión. Un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) destaca que todos los países asiáticos con un rápido crecimiento del PIB industrial se han caracterizado por una banca nacional de desarrollo los llamados policy banks que canaliza, en promedio, dos terceras partes de sus cuantiosos recursos a financiamientos de largo plazo para la creación, expansión y modernización de empresas y el desarrollo tecnológico sustentable. Los apoyos deben ser por plazos limitados y con condiciones. La rendición de cuentas y la penalización por incumplimiento de metas y compromisos tendrían que ser componentes esenciales de una nueva política de fomento industrial.

  • 11. Es indispensable una nueva política de promoción y de orientación de la inversión extranjera directa (IED) hacia los objetivos y metas estratégicas del desarrollo nacional. Hay que privilegiar la inversión en activos adicionales, de manera que propicie empleos productivos bien remunerados, genere directa e indirectamente exportaciones, desarrolle proveedores locales, incorpore tecnologías y sistemas gerenciales de avanzada y propicie un desarrollo regional más equilibrado y sustentable.

  • Hay que desalentar, en cambio, la compra de empresas medianas y grandes de capital nacional por parte de la inversión extranjera directa (IED), como ha sucedido en las últimas tres décadas, sobre todo cuando ello ocurre sin ventajas significativas para el país.

  • El gobierno de Estados Unidos ha sacado recientemente de sus archivos sus legislaciones de seguridad nacional, para adoptar medidas defensivas frente a las importaciones y las inversiones extranjeras. México tiene que estar alerta y adoptar políticas de nuevo cuño, para atraer a empresas de avanzada tecnológica y conseguir condiciones más ventajosas, aprovechando nuestro importante mercado interno.

  • 12. México cuenta con un gran mercado interno, posición geográfica estratégica y recursos humanos y naturales atractivos, que en el nuevo entorno global nos otorgan ventajas y un poder de negociación considerable que no debe desaprovecharse. Los 127 millones de habitantes hoy; alrededor de 140 millones estimados en 2030, y una importante y creciente clase media consumidora, deben constituir un importante pilar del futuro desarrollo industrial y de servicios mexicanos. La política de America first de Trump debe encontrar respuesta en una política de “Consuma lo hecho en México”, acompañada de estímulos a la producción competitiva y de calidad. Se debe convocar en paralelo a las grandes empresas comerciales a este esfuerzo, ya que sus preferencias por productos importados se han vuelto predominantes, y no cuentan con incentivos para propiciar el consumo de productos nacionales.

  • 13. Se requiere revisar el sistema institucional de fomento del desarrollo industrial y de la innovación, buscando contar con instituciones comparables con las de países desarrollados y emergentes que han adoptado políticas industriales de nuevo cuño. En las secretarias de estado, en los organismos descentralizados y la banca de desarrollo, ha disminuido enormemente el número de ingenieros y economistas especializados con capacidad de hacer estudios prospectivos industriales. Necesitamos más formuladores, ejecutores y administradores de proyectos industriales, con capacidad de vincular eficazmente las empresas productivas con las instituciones financieras y con las instituciones de educación técnica, superior e investigación.

  • 14. México requiere un programa de inversiones en infraestructura física y social para estar en capacidad de promover un desarrollo regional más equilibrado, y detonar nuevos polos de industrialización, innovación y exportación, otorgando prioridad a las inversiones que faciliten la integración local y la conectividad terrestre, marítima y aérea con nuevos mercados en Estados Unidos, pero sobre todo en Asia, América Latina y Europa, que permitan diversificar exportaciones concentradas en el mercado estadounidense.

  • Las Zonas Económicas Especiales pueden tener un papel crucial al igual que en China y Vietnam en las últimas dos décadas para impulsar nuevos proyectos y empresas en condiciones óptimas de seguridad. Sin embargo, no pueden ni deben constituirse en islas de prosperidad. Se requiere fomentar procesos integradores, impulsados por mecanismos de diálogo, estímulo productivo, gobernanza local y acceso a recursos humanos, técnicos y financieros clave.

  • 15. Es necesario que estas acciones consideren las negociaciones recientes de comercio e inversión con Estados Unidos y Canadá, y con Europa y los acuerdos prevalecientes y futuros, bilaterales y regionales, para la indispensable diversificación. Pero hay que subrayar que tenemos demasiados acuerdos de libre comercio con resultados deficitarios, a falta de políticas de fomento productivo. La presión reciente sobre México y Canadá, en la “modernización” del TLCAN, condujo a lamentables límites y concesiones en sectores exportadores, como el automotriz y de autopartes, el acerero, y en sectores tradicionales como el textil y del vestido, y aun en sectores y como el biológico farmacéutico. Sin embargo, hay margen de maniobra para aprovechar los requisitos ampliados de origen regional 75%, si nos lo proponemos y establecemos políticas de financiamiento e institucionales apropiadas para impulsar proyectos locales. Las nuevas instituciones y mecanismos de coordinación y cooperación que están surgiendo en la región de Asia Pacífico la de mayor crecimiento industrial y tecnológico mundial, como es el caso de la Nueva Ruta de la Seda y del Banco Asiático de Desarrollo de Infraestructura liderados por China, abren horizontes que hay que aprovechar, para relanzar a México hacia una nueva senda de desarrollo industrial y crecimiento acelerado de la economía nacional. América Latina y Centroamérica y el Caribe en particular siguen siendo asignaturas pendientes de nuestros inversionistas y empresas industriales y de servicios.

  • 16. El próximo gobierno necesita un plan y una estrategia de desarrollo industrial de mediano y largo plazos, que parta de un concepto amplio de sectores productivos y servicios conexos de alto valor agregado, buscando que la industria manufacturera recupere su papel de motor del desarrollo y el cambio tecnológico y articulador de la agricultura, la minería, el sector energético y algunos servicios clave para el futuro desarrollo del país. Con ese propósito será crucial construir una alianza pública y privada, con participación activa de los sectores académico y laboral, que garantice las condiciones y cambios necesarios en el andamiaje institucional, y en la disponibilidad de recursos humanos y financieros, para realizar las tareas necesarias, y crear un renovado espíritu nacional industrializador y una visión compartida de largo plazo.

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Recibido: 26 de Julio de 2018; Aprobado: 06 de Noviembre de 2018

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