Journal of Economic Literature (JEL): F02, F34, O57
Presentación
Las notas que siguen no constituyen un análisis técnico de lo ocurrido en Grecia durante los siete meses del gobierno de Syriza. Solo es, y no pretende otra cosa, el intento de una crónica más o menos ordenada de lo acaecido desde la asunción del poder por parte de Alexis Tsipras y su dimisión poco después. El trabajo inicia con una breve referencia a las elecciones griegas de enero de este año, continúa con un recuerdo sintético de los antecedentes de Grecia en la Zona Euro y sigue con la descripción de los dos rescates previos y de la negociación para un tercer rescate; se llega al referéndum de julio y al cambio de posición del gobierno griego. Concluye con algunas reflexiones en torno a las enseñanzas que se desprenden de todo los ocurrido. Los destinatarios originales de estas notas son los jóvenes estudiantes lectores de esta revista que recién se inician en los tortuosos, y apasionantes, caminos de la economía internacional contemporánea y, en ella, de la integración regional. Si a ellos les es útil, algo se habrá logrado.
Las elecciones de enero
El 25 de enero de 2015 se celebraron elecciones generales anticipadas en Grecia de las que resultó ganadora la Coalición de Izquierda Radical conocida por su acrónimo Syriza con su líder Alexis Tsipras a la cabeza. Hubo necesidad de anticiparlas porque el gobierno de Antonis Samarás (Movimiento Socialista Panhelénico, PASOK) había fracasado en su intento por superar la crisis que de tiempo atrás asolaba a la economía y a la sociedad griegas. El de Samarás era el cuarto gobierno desde octubre de 2009, lo que muestra la inestabilidad política prevaleciente,1 de manera que el que resulte electo el después de la abrupta renuncia de Alexis Tsipras en agosto será el sexto gobierno griego en menos de seis años.
Casi de inmediato, solo tres días después de esas elecciones, los ministros de Economía europeos empezaron a hacer público su disgusto; sus primeras manifestaciones en torno al nuevo gobierno fueron particularmente duras y advertían que Grecia no podía esperar un trato especial, y no habían transcurrido tres semanas cuando el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, "advirtió a los griegos que no deben esperar buenas noticias: Europa no asume las demandas de Tsipras y los suyos".2
¿A qué demandas se refería? A las contenidas en el programa electoral del partido vencedor y que, dos años antes, el propio Tsipras había sintetizado así:
Lo que pedimos para Grecia, entonces, es lo siguiente: la reducción significativa del valor nominal de su deuda púbica acumulada; la prórroga para el pago de la deuda, a fin de que las sumas conservadas sean afectadas a la recuperación de la economía; el establecimiento de una "cláusula del desarrollo", de modo que el pago de la deuda no ahogue la recuperación económica, y la recapitalización de los bancos, sin que el importe en cuestión sea contabilizado como deuda pública del país.3
El planteamiento puede tener su origen o su sustento en algo que aparece, en 2012, en el ya célebre texto de Yanis Varoufakis y a quien le encargarían el ministerio de Hacienda en el nuevo gobierno:
¿Qué debería hacer Grecia para rescatarse a sí misma de su Gran Depresión?, ¿cómo deberían reaccionar España o Italia a las exigencias que harán que las cosas empeoren? La respuesta es que no hay nada que nuestros orgullosos países puedan hacer más que decir que no a las necias políticas cuyo real objetivo es profundizar la depresión.4
En concreto, lo que el nuevo gobierno griego pretendía era dar marcha atrás a una serie de medidas de política económica que el trío integrado por la Comisión Europea (bajo el nunca ocultado influjo alemán, pero no solo), el Banco Central y el FMI (la troika) había impuesto al anterior gobierno:
volver al salario mínimo vigente antes de la crisis (elevarlo de 586 euros a 751) ;
restablecer, para fines prácticos, la presencia y capacidad negociadora de los sindicatos;
detener el proceso de privatización del puerto del Pireo y de la empresa pública de electricidad;
eliminar el pago de cinco euros por consulta médica y de un euro por receta y restaurar el acceso universal al sistema público de salud a los tres millones de parados de larga duración;
reintegrar el aguinaldo navideño a los jubilados con pensiones menores a 700 euros, y
recontratación de 10 000 servidores públicos que habían sido despedidos.5
En esa media docena de objetivos se podría concretar lo que había sido el eje de la campaña que condujo a Syriza al poder, y que, como había planteado Varoufakis, evidentemente implicaba abandonar la política de austeridad y a ello es a lo que desde el principio se opusieron la troika6 y dos grupos de países europeos por razones distintas: Alemania, Holanda o Finlandia, por ejemplo, por ser de los principales acreedores de Grecia, y España, Irlanda y Portugal, por el riesgo de contagio político.7
Esa primera advertencia europea marcaba el inicio de lo que se ha vivido a lo largo de siete meses de tensiones, desencuentros, amenazas y rectificaciones, al cabo de los cuales pareciera que todos perdieron y que, por supuesto, no concluyen con la dimisión de Tsipras anunciada en la tercera semana de agosto.
Un poco de historia
La llamada "crisis griega", sin embargo, viene de antes.....de mucho antes y en nada es correcta la apreciación generalizada de que ésta, la crisis, se reduce nada más a lo que recién ha sucedido. Ello solo es un capítulo, ni siquiera el último. En rigor, es producto de una deficiente gestión económica que se arrastra del siglo pasado y que se asocia con un enorme déficit público cuyo origen se identifica con un sistema fiscal ineficiente, "clientelar", que atendía los intereses de los grandes capitales, que recauda poco pero gasta mucho y en el que la corrupción juega un papel destacado. A lo anterior habría que agregar la acción de los especuladores internacionales, con lo que se tendría el cuadro (casi) completo. Y ello tampoco es nuevo ni era desconocido por la Unión Europea. No es casual que un economista griego de origen turco que a los 27 años se convirtió en novelista (afortunadamente para la literatura) hubiere escrito una espléndida saga sobre la situación y la crisis griega y que, la verdad, ahora sea una lectura indispensable para entender, sin tecnicismos innecesarios, lo que ha ocurrido (y ocurre) en Grecia desde hace muchos años.8 Sin entrar en el terreno de la novela, un breve repaso por la historia reciente puede ayudar a ubicar lo que ha pasado.
Todo empezó en 2001 cuando Grecia se adhirió a la Zona Euro inaugurada dos años antes, momento en el que el euro dejó de ser solo unidad de cuenta para convertirse, como estaba previsto, en moneda corriente. En ese momento Grecia aparentemente cumplía con los requisitos fijados en el Tratado de Maastricht y adoptó el euro. Se dice que cumplía aparentemente porque solo tres años antes, en 1998, al momento en el que las autoridades calificaron a los países que aspiraban a formar parte de la Eurozona, Grecia estaba en las condiciones siguientes:9
en materia de inflación el tope para acceder se fijó en 2.7 por ciento, y Grecia registraba 5.2 por ciento;
el déficit griego era de 14%, contra 3% fijado en los criterios de Maastricht;
la deuda representaba 108% del PIB frente al criterio oficial de 60 por ciento.
¿Cómo es que Grecia pudo disminuir en más de la mitad su índice de precios, reducir su déficit fiscal en once puntos porcentuales y su deuda en 58 al cabo de un lapso de dos o tres años?. Esta es una pregunta fundamental porque no es exagerado suponer que, en estricto rigor, en ese instante estaban naciendo los problemas de Grecia con el euro y, consecuentemente, los problemas de Europa con Grecia en el euro. En su momento se dijo que Goldman Sachs contribuyó en la asesoría para el acomodo de las cifras, lo que ciertamente es irrelevante, porque lo que en realidad importa es saber cómo y porqué los gobiernos europeos y las autoridades de la UE miraron hacia otro lado y dieron por buenas estas cifras. Quince años después, algo que también es de subrayar es que entonces los gobiernos europeos (el alemán, entre otros) hubieren tenido plena confianza en un gobierno que evidentemente estaba mintiendo pero les era afín en lo político, y hoy esos mismos gobiernos (incluido el alemán) hubieren manifestado su absoluta desconfianza en otro gobierno griego que no les mentía.
Las "no verdades"" del gobierno griego no pasaron totalmente inadvertidas y en 2004 la oficina de estadística de la UE (Eurostat) confirmó que Grecia, en 2001, había maquillado y manipulado las cifras pero salvo una ligera alusión alemana a una eventual infracción por esa falla, las cosas no pasaron a mayores. El ancho camino de la impunidad cómplice se había abierto. Hubo de llegar 2009 cuando el recién electo primer ministro Yorgos Papandreu, en su primera declaración pública informara que el gobierno anterior (encabezado por Kostas Karamanlis, del conservador Nueva Democracia) había falseado las cifras de déficit público, que éste no era de 3.7% sino de 12.7%. Nuevamente apareció el nombre de Goldman Sachs como asesor del gobierno griego.
La mesa estaba servida. Recordemos que desde 2008 el mundo se debatía en el principio de lo que más adelante se conocería como la Gran Recesión y que era un campo propicio para la especulación en los mercados financieros.
El pasado 8 de febrero (de 2010, AGS), en la Tercera Avenida, Nueva Yok, tras una cena, los capitanes de hedge funds (fondos especulativos de alto riesgo) labraron el destino inmediato del euro y de las economías vinculadas a la eurozona. Uno dijo "Grecia". Los demás asintieron y trazaron el plan.....La debilidad de sus resultados macroeconómicos y su culpabilidad en mentir sobre tal situación (con el asesoramiento de Goldman Sachs) colocaron a Grecia como la primera ficha de dominó para hacer caer el euro frente al dólar. Lo único que hicieron estos grandes fondos fue aprovechar la oportunidad y darle entre todos el empujón.10
¿Cómo se explica que las perspicaces (¿?) autoridades europeas no tomaran medidas eficientes para encarar la situación? Es otra pregunta, la segunda, para la que no se conoce respuesta.
Los rescates
En abril de 2010 el nuevo gobierno se vio impelido a reconocer que la situación era insostenible: Eurostat anunció que el déficit griego el año anterior había alcanzado 13.6% del producto y que la deuda, cifrada en 273 000 millones, significaba 115% del PIB y estimaba que para el año que corría (2010) sería de 120%. En esas condiciones, y ante la actitud de eso que se llama "mercado", el gobierno griego no encontró otro remedio que solicitar el auxilio de sus socios europeos. En ese momento se dijo que los requerimientos urgentes griegos eran del orden de 45 000 millones de euros, de los que los primeros 10 000 millones debían llegar en mayo de ese año. El FMI se haría cargo de 15 000 millones a una tasa de interés de 3.75% y lo demás, hasta llegar a 110 mil millones, correría por cuenta de los miembros de la UE (Alemania y Francia encabezaban la lista) a un interés de 5%.11 Alemania condicionó la operación a un compromiso de parte del gobierno griego para ejercer una severa política económica de austeridad. Nos estamos refiriendo al primer rescate a la maltrecha economía griega. No está de más agregar que el rescate se hizo efectivo cuando en mayo de ese año el ECOFIN12 aprobó la creación del Mecanismo Europeo de Estabilización destinado a movilizar hasta 750 000 millones de euros para, según el consejo, defender la Unión Monetaria y las economías de la eurozona, toda vez que no solo Grecia requería de ayuda (España y Portugal, por mencionar a los más connotados, también hicieron uso de estos fondos).
No fue suficiente. En julio de 2011 la economía griega no había reaccionado favorablemente y, tal como lo habían "organizado" en mayo de 2010 los capitanes financieros reunidos en la Tercera Avenida de Nueva York, el euro estaba siendo objeto de ataques especulativos en los mercados internacionales. En esa ocasión el rescate ascendió a 109 000 millones de euros, de los que un tercio provendría del FMI, alrededor de 50 000 millones de la propia banca privada y el resto estaría a cargo de los gobiernos. En esa ocasión todos mostraron su satisfacción: la señora Merkel dijo que "Europa ha demostrado que ha estado a la altura de esos retos"; el en esa época presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rumpuy, no titubeó en afirmar "hemos encontrado una respuesta común a la crisis ante una situación que era realmente grave", y el presidente francés, Sarkozy, advertía que "lo que hemos hecho por Grecia no lo vamos a hacer por otros países".13 Por supuesto, Grecia debía portarse bien y aplicar disciplinadamente las políticas de austeridad "sugeridas" por sus socios. La respuesta europea fue estimulada por la decisión del propio Papandréu de dar marcha atrás en su proyectado y anunciado referéndum que habría de indicarle alcgobierno griego lo que podía y lo que no podía aceptar. (a propósito, ¿por qué nadie hizo referencia a este antecedente en ocasión del referéndum, que sí ocurrió, de julio de 2015?). Después de este "éxito", todos contentos y, como sucedía en la sesentera película greco-francesa de Jules Dassin Nunca en domingo, todos felices y a la playa para festejar.
Pero no, no era así; no había nada que festejar. El segundo rescate también resultó insuficiente y en 2012 fue aprobado un programa para prácticamente condonar 100 000 millones de euros de la deuda griega en poder de los bancos y los fondos de inversión privados, lo que equivale a alrededor de 53% del valor nominal de los bonos gubernamentales, pero ello ocurrió después que el Parlamento Griego aprobara la formación de un comité encargado de investigar si el primer ministro Papandréu habría "inflado" las cifras de déficit con propósitos de contar con cartas para negociar.14 Los resultados están a la vista: el decrecimiento de la economía griega en 2010 fue de 4.9% (en 2008 y 2009 había sido de 0.2 y 3.9%, respectivamente), en 2011 descendió a 7.9% y en los años siguientes la caída de la economía griega, en términos de PIB, se estimó en 6.4% (2012) y 4.2% (2013). En 2014 parecía haber recuperado la senda del crecimiento con un modesto aumento de 0.8% pero que fue insuficiente para mantener en el poder al pasük, entre otras razones porque si bien la tasa de paro descendió ligeramente de 27.4% en 2013 a 26% en 2014, el desempleo juvenil (el de menos de 25 años) subió en seis puntos porcentuales (de 51.2 a 57.2%).15 Se ha estimado que la austeridad que acompañaba a los rescates ha significado una reducción de 25% en el tamaño de la economía griega. Para eso habían servido la política de austeridad y los dos rescates (el de 2010 y el de 2011) que supuestamente sacarían a Grecia del pozo en el que se encontraba.
Dos rescates en menos de tres años y que no surtieron los efectos ofrecidos por sus hacedores habrían de derivar en hartazgo social, inestabilidad política, incertidumbre generalizada y abono para más crisis. Ello condujo a Syriza al poder. No es, pues, un gobierno de izquierda el que ha llevado a Grecia, al Eurogrupo y a la Unión Europea a la empantanada circunstancia en la que se halla. Desde el primer momento, el nuevo gobierno planteó la necesidad de una nueva ayuda a Grecia pero ya no en los mismos términos de los rescates anteriores porque partía de solicitar una quita sustancial de la deuda y darle prioridad al crecimiento dela economía considerando que ambos rescates evidentemente habían fracasado al grado no solo de no mejorar la situación, sino de haberla agravado.
La negociación con la troika
A finales de junio la deuda ascendía a poco más de 29 000 millones de euros que debía cubrir entre este año y 2017, Según una carta enviada por Alexis Tsypras a la Comisión Europea los graves problemas financieros que enfrenta su gobierno se resumen en la necesidad de pagar, durante 2015, 12 335 millones, 7 191 millones en 2016 y 9 619 en 2017.16
Después de un tenso proceso de conversaciones y negociaciones más o menos formales, a finales de junio la situación se podía resumir como sigue:
Grecia mantiene su planteo de reducción del monto de la deuda;
la Comisión Europea podría aceptar un IVA de 13% al sector turístico (su petición original era de 23%), pero el gobierno griego insiste en un trato diferenciado (9 por ciento) a las islas;
Tsypras pide extender un año (de finales de 2016 a finales de 2017) la exigencia a la empresas de adelantar por un año el pago del impuesto a sociedades;
el gobierno griego acepta retirar paulatinamente el tratamiento fiscal especial a los agricultores, pero ello sería a fines de 2017;
La UE solicita que el gasto militar (que representa alrededor de 2% del PIB) se reduzca de inmediato en 400 millones de euros. Grecia acepta reducirlo en 200 millones para 2016 y el resto para 2017:
ambas partes aceptan retrasar la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, pero la UE pide que sea a partir de julio y el gobierno griego aplicaría en octubre;
en el mismo tema de las pensiones, el gobierno se compromete a eliminar el complemento que se le concede a las que no llegan a un mínimo preestablecido, pero lo haría a partir de 2019 y lo mantendría para 20% de los jubilados más pobres;
la Comisión Europea desea que en el mercado de trabajo se mantenga la situación de debilidad prevaleciente antes de que estallara la crisis y que cualquier cambio debe ser acordado por la troika, en tanto que el gobierno griego ofrece contar con un nuevo marco para el otoño de 2015;
mientras la UE exige la privatización de la empresa estatal de electricidad, Tsypras plantea un esquema para mantenerla bajo control oficial;
el gobierno griego acepta las otras privatizaciones de empresas estatales (en agosto, por ejemplo, se vendieron 14 aeropuertos griegos a un consorcio alemán);
Grecia acepta adoptar medidas para liberalizar el funcionamiento de algunos mercados pero a condición de que se le permita mantener la vigilancia necesaria a fin de evitar prácticas oligopólicas en sectores como la construcción, la agricultura o los medios de comunicación;
Grecia no admite la reducción del gasto militar que representa 2.3% del PIB (el segundo más elevado de Europa, solo detrás del Reino Unido), si bien en esto no hay demasiada insistencia de parte de Alemania y Francia porque son, con Estados Unidos, los principales proveedores de armas y material bélico a Grecia.
En síntesis, las diferencias no eran tan graves, pero el asunto de fondo no era un punto porcentual (o dos, o tres, o...) de más o de menos, o un mes (o dos, o tres, o....) para fijar un plazo. Lo que estaba a debate pero no aparecía de manera explícita en la negociación era la orientación, el tipo de política económica que habría de practicar Grecia, esto es, si la estabilidad como meta primaria, la austeridad a ultranza, que había fracasado de manera evidente y había contribuido a multiplicar la deuda griega, se seguiría aplicando.
El referéndum
En este marco y con el propósito declarado de fortalecer su posición negociadora, es en el que el gobierno de Syriza convocó al referéndum para el primer domingo de julio. Tsipras, al contrario de su predecesor Papandréu, no cedió ante las presiones externas y mantuvo su decisión: se trataba de consultar a la población griega si estaban o no de acuerdo con las condiciones de la UE para apoyar a Grecia. La convocatoria al referéndum no puede disociarse de la fecha clave del 30 de junio: ese día vencía el plazo para que Grecia cubriera los 1 500 millones de euros que debía al FMI. Al no hacerlo, Grecia se convirtió en el primer país desarrollado en entrar en mora con el FMI y su falta de pago ha sido la de mayor magnitud en la historia del propio Fondo.17
De todos es conocido que el oxi (no) obtuvo una contundente mayoría lo que, según el Primer Ministro, le proporcionaba un importante respaldo para la etapa definitiva de la negociación. Una semana antes de la celebración del referéndum, ante el ambiente de tensión e incertidumbre que se vivía en Grecia, pero, sobre todo, ante el inminente riesgo de que se acelerara y profundizara la fuga de capitales de la que ya era víctima, el gobierno no tuvo otra opción que decretar un "corralito" por el que se fijaba un límite máximo de retiros en los cajeros bancarios de 60 euros diarios, las remesas al exterior solo se autorizarían en casos comprobados de una situación de emergencia y los pagos de tarjetas de crédito y débito solo podrían realizarse dentro de Grecia.
Ante el anuncio del referéndum y de la imposición del corralito se endureció la posición de la UE. El mismo Jean-Claude Juncker no dudó en señalar:
Un no, independientemente de la pregunta, significaría que Grecia dice no a Europa. En este caso, todo el mundo considerará que quiere alejarse del euro. Un no de los griegos sería una negativa a Europa",18 y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, resumió la posición europea en una sola frase: "Euro o dracma: ese es el dilema.19
En otros términos, para muchos se estaba planteando si Grecia se mantendría en la Zona Euro y en la propia Unión Europea. Era así como entendían el referéndum.
En rigor, a lo que Grecia aspiraba era a prorrogar las fechas de vencimiento del préstamo recibido en ocasión del segundo rescate y a fijar nuevas, y mejores, condiciones para un tercer rescate. Para el gobierno de Grecia el monto de la deuda era (es) impagable, pero no solo: el propio Fondo Monetario Internacional había reconocido, tres días antes del referéndum, que la deuda era insostenible y por ello los acreedores europeos de Grecia (que en conjunto absorben 60% de esa deuda -contra 15% en 2011) deberían hacerle caso al Fondo y aceptar que:
sería necesaria una quita de la deuda". Por supuesto que la "sugerencia" del Fondo iba acompañada de una serie de recomendaciones para que el gobierno de Syriza diera marcha atrás a las políticas emprendidas por el gobierno que "han provocado un aumento sustancial de las necesidades financieras del país.20
La pregunta que se les formulaba a los griegos era muy simple: "¿Debería aceptarse el acuerdo que fue entregado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25.06.2015 y que se compone de dos partes y que constituye su propuesta unificada? El primer documento se titula: "Reformas para la culminación del actual programa y más allá" y el segundo, "Análisis preliminar de sostenibilidad de la deuda". La propuesta del trío Comisión Europea-Banco Central Europeo-Fondo Monetario Internacional está contenida en un extenso documento de 10 cuartillas, a un solo espacio, que inicia con el objetivo central: adoptar todas las medidas necesarias para que el superávit primario signifique 1% del PIB en 2015, porcentaje que debería ir ascendiendo en un punto porcentual por año hasta llegar a 3.5% en 2018. Para ello era era necesario revisar las tasas impositivas, el sistema de pensiones, la política salarial, el tamaño de la administración pública, entre otros temas. Todo ello se detalla en el documento de referencia, pero se puede sintetizar con el término austeridad.21 Era repetir la misma receta que estaba agravando al paciente; si éste no mejoraba era por su propia responsabilidad y se precisaba el mismo medicamento pero en una dosis mayor.
El "no" que se convirtió en "si"
Como es obvio, el abrumador resultado de la consulta (dos tercios de los electores se inclinaron por no aceptar las propuestas de UE-FMI) fue mal recibido en Europa y todo apuntaba a que Tsipras sí había logrado su propósito de mejorar su posición negociadora. Sin embargo, solo tres días después del triunfo del "no" pareciera que éste había "servido" para endurecer, si cabe, la actitud europea y que con mayor frecuencia e intensidad se hablara del Grexit no solo posible sino, para muchos, deseable. No es improbable, vista a la distancia, que la sorpresiva renuncia del polémico ministro de Finanzas Varoufakis, ocurrida al día siguiente de conocerse los resultados, hubiere sido un aviso de lo que vendría. En un rápido viaje a Bruselas Alexis Tsipras adelantó que solicitaría un tercer rescate, lo que hizo al día siguiente, y que estaría dispuesto a que la UE, en razón de ese tercer rescate solicitado, tuviese influencia directa en la conducción de su política económica durante los próximos tres años (en lugar de los dos que había planteado antes del referéndum), aceptaba en sus términos la reforma fiscal propuesta por la troika y la del sistema de pensiones. En la nueva propuesta griega ya no se menciona lo de la reestructuración (reducción) de la deuda.
Después del triunfo del "no" proclamado por los electores griegos, el aparentemente fortalecido Tspras dijo "sí" y aceptó:
se fija un IVA de 23% que se generaliza a las islas de mayores ingresos;
en caso de que estos ingresos no fueren suficientes, se elevarían los impustos al alquiler de viviendas y subiría en dos puntos porcentuales (de 26 a 28%) la tasa fiscal a las sociedades. Posteriormente podría llegar a 29 por ciento;
se eleva la edad de jubilación de 65 a 67 años (excepto para los que tengan 40 años de cotización se podrán jubilar a los 62 años); además se plantean algunos ajustes para resarcir a los jubilados con pensiones menores;
el gobierno de Syriza conviene en reducir en 100 millones de euros el gasto militar para 20156 y 200 millones en 2017;
se acepta la privatización de aeropuertos (ya ocurrió con los primeros 14 a favor de empresas alemanas) y los puertos del Pireo y Salónica y la división en dos de la compañía estatal de electricidad (una para la generación y otra para la distribución).
El 13 de julio se concretó el acuerdo definitivo por el que se aprueba un rescate por tres años de hasta 86 000 millones de euros (aunque se prevé que en la práctica queden en 50 000). Es pertinente el comentario de Lluís Bassets cuando dice "Ganar un referèndum y perder la negociación entera no es un buen negocio político para el que lo hace", y antes "Grecia será gobernada desde Bruselas hasta unos detalles como no se habían visto en ninguna intervención anterior de la troika".22
Una vez aprobados por el parlamento griego los términos del rescate, éste empezó a fluir y casi de inmediato el Banco Central Europeo amplió en 900 millones de euros la ayuda de emergencia a la banca. Para ello, Grecia se había comprometido a cumplir a plenitud las condiciones impuestas por los acreedores y a cubrir el 20 de julio el abono de 3 500 millones de euros de un total de 6 600 que habrá de abonar en el transcurso del verano; también pagó los 2 000 millones que debía al FMI. Todo ello con cargo a un crédito puente de 7 160 millones de euros concedido por el Eurogrupo en tanto se formalizan los detalles de este tercer rescate.
A la formalización se llegó en poco menos de un mes, al cabo del cual el Primer Ministro Alexis Tsipras presentó su dimisión reconociendo que había hecho cuanto estaba a su alcance para "salvar" al país, que creía haberlo conseguido, pero que le dejaba a deber a los griegos porque no consiguió todo lo que se había propuesto y todo lo que había prometido.
Para terminar
No son pocas las enseñanzas que deja este episodio, en especial en lo relativo al futuro de la integración europea. Lo primero a destacar es haber constatado en el terreno de la realidad cotidiana que el euro está construido sobre cimientos muy frágiles, lo que ya se sabía pero no se había manifestado con la intensidad y el dramatismo vistos en estos siete meses. Además de otras carencias, la Eurozona no ha diseñado un procedimiento para que un país que ya no pueda, o ya no quiera, participar de la moneda única la pueda abandonar; o, en otro caso, cuando los países de la Eurozona ya no deseen que un socio lo siga siendo. Durante todo el proceso griego (o lo que va de él) estuvo sobre la mesa el gran tema de cómo se volvería al dracma y de los costos para la economía europea de esa reversa. Y algo más grave: no existe, ni en el pensamiento, algo parecido a un procedimiento, un mecanismo de apoyo para que un país con problemas (Grecia) puede permanecer en el euro. Alguien diría que en esta ocasión se encontró la fórmula, pero lo único que ha ocurrido es la reiteración del mismo mecanismo que ya ha mostrado su ineficacia al menos en dos ocasiones anteriores.
¿Es que se ha olvidado que la integración europea nació como un proyecto político que se valía de mecanismos de carácter económico para alcanzar su objetivo? Progresivamente, cada vez con mayor frecuencia e intensidad, los asuntos "puramente" económicos (¿acaso existe eso?) dominan la agenda europea, pero el caso griego debe hacer recapacitar y volver a los viejos propósitos de los años cincuenta del siglo pasado. Solo así se podrá "construir" Europa.
El reciente capítulo de la crisis griega ha evidenciado, una vez más, que una zona monetaria unida que no cuenta con políticas fiscales, industriales y de empleo (entre otras) comunes, puede llegar a ser sumamente dañina para alguno (s) de sus miembros. Si la austeridad fiscal impuesta a (¿o necesaria para?) Grecia se hubiese dado en el marco de una política de empleo y de asistencia al desarrollo otros habrían sido los resultados. Pero en economía, en política, en la vida el "hubiese" no existe.
Sin embargo, lo más grave no es la fragilidad del euro, ni que ésta se hubiere manifestado como lo hizo, sino que puso en entredicho la construcción misma de una Europa unida. Veamos: en un país independiente, soberano, la población decide, con su voto, llevar al poder a quien ha propuesto una política económica absolutamente distinta a la anterior porque la considera (a la anterior) inoperante e inapropiada. Pero sucede que una vez en el ejercicio de esa responsabilidad el nuevo gobierno se enfrenta a la oposición de sus socios europeos que defienden una conducta radicalmente diferente y, por su propio ejercicio democrático, someten a sus respectivos parlamentos nacionales el juicio final sobre si los electores de aquel país que quería cambiar "votaron bien" o "votaron mal". Pareciera que las elecciones en un país (¿el que sea, o solo si es débil?) deben ser sancionadas por los demás (aunque estos "demás" no enfrenten los mismos problemas). Hasta en dos ocasiones (una en enero y otra en julio) los griegos dijeron "no" a una política que los había arruinado pero todo apunta a que nadie (ni su propio gobierno) les hizo caso. Las consecuencias están por verse.