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Migraciones internacionales
versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906
Migr. Inter vol.14 Tijuana ene./dic. 2023 Epub 23-Mar-2024
https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2724
Artículo
Cuerpos en movimiento: estrategias de los centroamericanos para afrontar las marcas de la irregularidad
1 Lille University, Francia, rm_clauma@hotmail.com
En el sistema migratorio actual, la movilidad en un contexto irregular afecta física y mentalmente al cuerpo migrante. El objetivo de este artículo es identificar las formas en que los migrantes irregulares centroamericanos en tránsito por México continúan su viaje hacia el norte a pesar de las exigencias físicas de la ruta. A través del análisis de 42 entrevistas a profundidad con migrantes, se muestra cómo los migrantes responden a esta experiencia con un repertorio de acciones elaborado dentro de un contexto de marginación. Dos prácticas ilustran las estrategias y recursos utilizadas por los migrantes para soportar: primero, la movilización de un capital cultural migratorio en el seno de redes sociales tanto locales como transnacionales en los países de origen, tránsito y destino, a través de recursos económicos y tecnológicos; y finalmente, la resistencia física y mental basada en un optimismo motivado por valores como la familia y la fe.
Palabras clave: 1. cuerpo; 2. irregularidad; 3. migración de tránsito; 4. México; 5. Centroamérica.
In the current migration system, mobility in an irregular context affects the migrant body physically and mentally. This article seeks to identify the ways irregular Central American migrants in transit through Mexico continue their journey northwards despite the physical demands of the route. Through the analysis of forty-two in-depth interviews with migrants, it shows how migrants respond to this experience through a repertoire of actions developed in a context of marginalization. Two practices illustrate the strategies and resources they use to resist. The first is the mobilization of a cultural capital of migration within both local and transnational social networks in their countries of origin, transit, and destination, through economic and technological resources. The second is physical and mental resistance based on optimism underpinned by values such as the family and faith.
Keywords: 1. body; 2. irregularity; 3. transit migration; 4. Mexico; 5. Central America.
Introducción
Para lograr su objetivo de llegar a Estados Unidos, algunos migrantes centroamericanos viajan a través de México en situación migratoria irregular como medio para eludir los controles de inmigración. México es percibido como una puerta accesible y permeable de entrada a Estados Unidos, una llena de peligros que los migrantes deberán afrontar (Aragón, 2014; Brigden, 2015).
La distancia representa el primer riesgo: perderse, extraviarse y/o morir son posibilidades a las que se enfrentan los migrantes en México debido a la situación económica, social, ambiental y personal en sus países de origen (Aragón, 2014). Existen tres rutas principales cuya distancia oscila entre los 1 800 y los 4 100 km (Hernández López, 2016), lo que conlleva otros riesgos asociados a las condiciones naturales, el transporte, la inseguridad pública y el control migratorio. Existen problemas ambientales derivados de las condiciones climáticas y de la vida silvestre; problemas de transporte debido a vehículos y trenes en mal estado; problemas de inseguridad causados por la delincuencia y la violencia social; y problemas institucionales derivados de violaciones a los derechos humanos por parte de funcionarios de control migratorio (Aikin Araluce y González Arias, 2017; Bucci, 2017). En el año 2011, la Ley de Migración dispuso el respeto a los derechos humanos y el acceso a la justicia e información jurídica de los migrantes (Decreto, s. n. de 2011). Aunque en su texto esta ley es innovadora, no ha logrado evitar los efectos negativos del control migratorio que sitúan a los migrantes en una posición vulnerable, tales como la falta de información jurídica, el abuso y la corrupción policial, así como la captura por tiempo indefinido en centros de detención improvisados (Dresel, 2012; Schiavon, 2015).
La ruta migratoria mexicana es, por tanto, un espacio físico compuesto por espacios y medios de transporte específicos que se han vuelto cada vez más peligrosos, clandestinos e inhóspitos a medida que se han endurecido los controles migratorios. Con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, en México se han implementado una serie de controles para prevenir la migración irregular y el narcotráfico (Aragón, 2014; Herrera, 2006; Instituto Nacional de Migración, 2005; U. S. Department of State, 2018; Segura Mena, 2016; Zepeda Martínez y Rosen, 2016). Se han implementado medidas de control migratorio en todo México a través de la presencia del ejército en la frontera sur: el establecimiento de estaciones migratorias y puestos de revisión en 26 estados, la implementación del control del transporte público en 26 estados y la modernización tecnológica y administrativa de las estaciones migratorias ya existentes (Segura Mena, 2016). El 90 por ciento de los deportados desde México son devueltos a El Salvador, Honduras y Guatemala, países que conforman el triángulo norte de Centroamérica (Rodríguez Chávez, 2016). No obstante, esta ruta clandestina sigue siendo un medio viable para que los centroamericanos emprendan el viaje hacia Estados Unidos.
Un conjunto de recursos colectivos resulta necesario para garantizar el éxito de la migración irregular, en razón de lo cual la familia y las redes de transporte ilegal de personas desempeñan un papel fundamental (Brigden, 2015). Sin embargo, cuando los migrantes se embarcan en esta ruta, el cuerpo recibe y conserva las marcas de esta peligrosa forma de migración (Bredeloup, 2008), al verse obligados a utilizar su cuerpo y su fuerza mental para continuar el viaje hacia el norte (Ghosh, 2013). Esto significa que los migrantes en tránsito deben tener un grado mínimo de condición física para tener éxito en su viaje hacia el norte, porque la experiencia migratoria los desgasta físicamente. En el presente artículo se propone identificar las formas en que los migrantes irregulares centroamericanos en tránsito por México continúan su viaje hacia el norte a pesar de las exigencias físicas de la ruta. ¿Qué es lo que permite a estas personas continuar su camino?
¿Qué recursos y estrategias despliegan?
En la vida cotidiana, el cuerpo es uno de los elementos de la vulnerabilidad humana, entendida esta como la posibilidad de ser víctima de una amenaza a la vida o al cuerpo (Daniel-Genc, 2015). Instituciones oficiales, académicos y participantes activos de la ruta migratoria mexicana han identificado las circunstancias que provocan enfermedades o lesiones durante el trayecto, como los climas extremos, la falta de alimentos y agua, el transporte precario y los espacios que representan riesgos físicos (Aragón, 2014; Bucci, 2017; Centro Nacional de Prevención de Desastres, 2017). Los efectos de la ruta migratoria en la salud a veces se estudian en el país de destino (Salerno Valdez et al., 2015), mientras que los investigadores han identificado problemas de salud mental que pueden experimentarse tras una deportación (Bojorquez, 2015).
Además, los migrantes en tránsito también presentan problemas de salud pública que pueden quedar ocultos durante la estancia temporal de estas poblaciones. Las enfermedades y afecciones más comúnmente reportadas son problemas respiratorios, enfermedades gastrointestinales, estrés, micosis, deshidratación, lesiones y traumatismos derivados de accidentes (Aikin Araluce y González Arias, 2017; Bojorquez, 2015; Salerno Valdez et al., 2015).
Dado que la buena salud es esencial para poder continuar el viaje hacia el norte, los migrantes tienen que buscar asistencia médica en el país de tránsito. En México, el derecho a la salud está legitimado en la Constitución y garantizado para nacionales y extranjeros. Los migrantes tienen derecho a acudir a cualquier centro de salud pública para recibir atención gratuita (OIM y OPS, 2022), aunque el acceso para los extranjeros dependerá de su estatus migratorio (Bojorquez- Chapela et al., 2020). A esta situación se suman las carencias y la falta de infraestructura médica, aunadas a la insuficiencia de los presupuestos públicos, la situación laboral de la persona, la imposibilidad de pagar servicios privados, la subvaloración de los migrantes irregulares y la discriminación (Paz et al., 2016).
Para un estudio publicado en 2015, Leyva Flores et al. (2015) entrevistaron a 7 061 migrantes en albergues mexicanos para migrantes durante el período 2009-2013. El 31.6 por ciento de estos presentó problemas de salud, mientras que seis de cada diez utilizaron los servicios de salud (1 338 personas). El 80 por ciento recibió atención médica en los albergues, el 3.5 por ciento en el sector privado, el 2.5 por ciento en clínicas u hospitales, el 1.8 por ciento en centros de atención primaria, el 1 por ciento en farmacias y el 3.7 por ciento de otros servicios salud, como curanderos. Este estudio muestra la diversidad de proveedores de atención sanitaria consultados por los migrantes que se valen de albergues. Los migrantes prefieren los albergues dado que ahí los servicios de salud son gratuitos y su ubicación resulta conveniente. No es de extrañar que muchos migrantes en tránsito por esta ruta no puedan costearse los centros de salud privados.
Según ese estudio, los migrantes suelen preferir los servicios e instituciones formales. Sin embargo, descubrimos que esto no incluye otros tipos de estrategias de atención sanitaria. Aproximadamente el 40 por ciento de los migrantes que requieren atención médica no la reciben, mientras que los migrantes irregulares evitan cualquier servicio institucional debido a su falta de dinero y al miedo a ser detenidos (Leyva Flores et al., 2015). ¿Cómo es entonces que enfrentan sus problemas de salud? Además, este estudio no tiene en cuenta a los migrantes que no acuden a albergues. Por ello, se ha intenta llenar los vacíos a partir de otras perspectivas y de datos sobre migrantes que utilizaron otras rutas para llegar a Estados Unidos. De esta manera, se explora la diversidad de la migración junto con las diferentes formas en que los migrantes se organizan y ejercen su autonomía en un contexto de marginación (Schmoll, 2020).
Metodología
El objetivo de este artículo requería conocer a los actores sociales implicados en el fenómeno y captar sus voces. Para ello, las entrevistas, como método cualitativo, permitieron identificar las prácticas realizadas en la ruta migratoria, centrándose en aquellas utilizadas para hacer frente a la enfermedad y/o al debilitamiento del cuerpo.
Las entrevistas permitieron grabar y analizar las palabras de los individuos para así obtener claridad sobre los sistemas de significados y representaciones, recabar experiencias y captar emociones. Este método sitúa al actor en el centro de la investigación, cuyo objetivo principal es presentar su punto de vista. Para comprender las experiencias de la ruta desde la perspectiva de los migrantes, se considera que quienes han estado en tránsito en un contexto irregular, son los más aptos para proporcionar esta información. No obstante, esto limita al estudio, ya que el punto de vista de otros participantes de la ruta, como los coyotes, el personal médico y el de los albergues, también es de suma importancia.
La población de la muestra está compuesta por 42 inmigrantes, de los cuales 29 son hombres y 13 mujeres, quienes fueron entrevistados entre los años 2018 y 2020. Al momento de las entrevistas, sus edades eran entre los nueve y los 46 años, siendo 25 años la media de edad. Dado que entre los años 1995 y 2015 el flujo migratorio medio anual de centroamericanos se estimó en 230 000 personas (Rodríguez Chávez, 2016), este dato no es estadísticamente significativo. Aunque este estudio no pretende ser estadísticamente representativo, se basa en el principio de una comprensión profunda del campo elegido (Kaufmann y Singly, 2007).
La selección de informantes se basó en su condición de migrantes irregulares centroamericanos -de Guatemala (2), Honduras (15), El Salvador (25)- que ya habían realizado el viaje a través de México (o al menos hasta Monterrey) y que habían experimentado el control migratorio en sus propios cuerpos.
La autora estableció contacto personal con todas estas personas, presentándose como voluntaria en albergues y organizaciones sin ánimo de lucro, pero también como investigadora. En primer lugar, se informó al respecto a los directores de estos centros. Ellos sugirieron a cuáles migrantes entrevistar, además de proporcionar la autorización necesaria para abordarles directamente en el contexto de las actividades de los albergues. Posteriormente, se realizaron 20 entrevistas en los albergues, algunas en las oficinas o en los comedores y otras en la calle. Durante la segunda fase, se realizaron 22 entrevistas a migrantes que habían viajado con coyotes a Estados Unidos. Ser voluntaria de orientación legal permitió a la autora contactar a diversos tipos de migrantes. Uno de ellos dio permiso para utilizar el método de bola de nieve para contactar a migrantes que no se encontraban fácilmente en los albergues. Dado que estos entrevistados se encontraban en Estados Unidos o en El Salvador (tres deportados), se les contactó en sus domicilios a través de Internet. Aunque en un principio estaba previsto realizar reuniones cara a cara, la crisis sanitaria del COVID-19 lo hizo imposible. En consecuencia, las entrevistas se realizaron en línea en los domicilios de los entrevistados en 2020. Esto permitió explorar los nuevos espacios de estudio que ofrece Internet (Kaufmann y Singly, 2007).
Las entrevistas, grabadas con la autorización de cada migrante, duraron entre 40 minutos y dos horas. El análisis consistió en identificar y comprender los riesgos de la ruta, los problemas encontrados a nivel físico y los medios para hacerles frente.
La práctica de realizar encuestas en zonas sensibles como la ruta migratoria o con personas que viven en los márgenes de la sociedad, implica prestar especial atención a los asuntos de anonimato (Caseau, 2020). Se utilizaron seudónimos para las entrevistas y, en ocasiones, para ocultar determinadas características sociales de los encuestados. Aunque se indican los países donde tuvieron lugar las entrevistas, no se exponen las ciudades de Estados Unidos y El Salvador en cuestión, a excepción de la ciudad de Monterrey, en México. Los nombres de las asociaciones y albergues visitados también fueron deliberadamente anonimizados.
Migración de tránsito: entre la autonomía y la vulnerabilidad
La migración de tránsito es una etapa de la migración entre la partida y la llegada, que implica un cambio en el migrante y una recomposición de su repertorio de recursos (Roulleau-Berger, 2010). Este enfoque, centrado en el efecto de la migración sobre el individuo, sostiene que la migración es un proceso de transición discontinuo y multisituado que puede incluir un período de tribulación y aprendizaje interior (Trifanescu, 2013). Esta característica hace que la migración de tránsito forme parte de un proceso social que transforma física y mentalmente a los migrantes y a las sociedades (Mainwaring y Brigden, 2016).
Suele ser un período de la vida caracterizado por violencia y riesgos que victimiza y estigmatiza a los migrantes (De León, 2021; Ragaru, 2013). La intensidad de estar en tránsito se asume para evitar fracasar o tener que regresar a los países de origen. Y aunque se espera que estas personas sufran durante su paso por México, pueden decidir participar en su migración y llegar a su destino perseverando y soportando el sufrimiento; esto requiere agallas e implica tener coraje tanto físico como moral. (Bredeloup, 2008).
Esta táctica de actuar y recuperar una medida de poder sobre sus trayectorias en una tensión espacio-temporal entre la vulnerabilidad y el impulso de alcanzar una vida mejor, se interpreta como autonomía bajo tensión (Schmoll, 2020). En este caso, la autonomía está incrustada y debe entenderse en el contexto de las formas de poder y las relaciones sociales que guían y estructuran el proceso migratorio. Es un poder que tanto posibilita la existencia como el sometimiento de los individuos (Schmoll, 2020). Esta forma de resistencia personal tiende a pasarse por alto. Es por tanto el objetivo de este estudio resignificar estas formas de movilización, teniendo en cuenta la situación precaria y limitada en la que se encuentran los migrantes.
La migración implica poner a prueba los límites del cuerpo, que muchas veces es vulnerable en el momento del viaje migratorio. Por esta razón, algunos autores se refieren a la migración hacia México como un proceso de selección natural (Feldmann y Durand, 2008) o como un lugar de control (Schmoll, 2020) en el que solo sobreviven los más aptos. La vulnerabilidad provocada por la ruta migratoria suele abordarse mediante la movilización de recursos como el capital cultural migratorio (Aragón, 2014), es decir, los recursos informativos y financieros de los que se valen las familias (Brigden, 2015).
Pero cuando los recursos son insuficientes, se vuelve necesario aclarar cómo y con qué elementos los migrantes pueden alcanzar la seguridad en tal contexto de incertidumbre. La aplicación de esta perspectiva a distintos aspectos de la vida en movimiento evidencia que el cuerpo, su cuidado y su salud son el núcleo del problema.
En el ámbito de la salud, las ciencias sociales han contribuido a esta dicotomía entre victimización y agencia. Mientras que el primer término se centra en la importancia de los determinismos sociales en los individuos y en las desigualdades que estos provocan (en relación con el acceso a la atención médica, la calidad de la atención médica recibida por los migrantes y los efectos en su estado de salud) (Cognet et al., 2012), el segundo hace hincapié en las estrategias que desarrollan los migrantes para mejorar su salud, como las consultas a distancia (Tarrius, 2010), la automedicación debido a su desconfianza en las instituciones (Kurbonova et al., 2018), la prevención como consecuencia de la falta de disponibilidad y el elevado coste de los servicios de salud entre las mujeres migrantes (Rustamova, 2018), la adhesión a círculos de mujeres y la búsqueda de clérigas como medio de apoyo y fuente de información sobre asuntos de salud para las mujeres (Weine et al., 2018), así como el intercambio de conocimientos tradicionales transnacionales (Sicot y Touhami, 2018).
Teniendo en cuenta estos estudios realizados en países de destino en otras partes del mundo,
¿qué podemos aprender de la experiencia mexicana y centroamericana en un contexto de migración en tránsito?
Resultados
Un análisis minucioso de la experiencia de los migrantes durante su viaje a través de México demostró que la irregularidad genera un contexto social que debilita a los migrantes irregulares. Aún así, contrariamente a las suposiciones anteriores, los migrantes en tránsito no son meras víctimas del sistema migratorio, pues despliegan todas las estrategias a su alcance para salir adelante. Este estudio arroja luz sobre su complejidad.
Los países de tránsito son un espacio migratorio que puede agotar la fuerza y los recursos de los migrantes en su trayectoria hacia el norte. Como objeto de persecución, el cuerpo recibe el impacto del control migratorio. De acuerdo con los relatos de los migrantes entrevistados, los efectos físicos más comunes de la migración de tránsito son la enfermedad y la pérdida de peso. Estas reacciones corporales están íntimamente ligadas a los espacios y transportes clandestinos que los migrantes irregulares se ven obligados a utilizar para permanecer escondidos, ya que sus recursos económicos y sociales les impiden utilizar otras formas de transporte.
La identificación de estos efectos no solo contribuye a descartar la idea de que los migrantes traen enfermedades a los países de tránsito, sino que también subraya el hecho de que los países de tránsito y destino pueden tener consecuencias negativas para la salud de los extranjeros, sobre todo de los migrantes irregulares.
Espacios públicos y migrantes clandestinos: el transporte y los lugares de resistencia corporal
Cuando los migrantes disponen de recursos económicos limitados, suelen utilizar el tren de mercancías conocido como La Bestia como medio de transporte gratuito hacia el norte, combinándolo con el transporte público y la marcha a pie. El ferrocarril es una ruta clandestina que evita las zonas de control migratorio en el sur de México. Hay tres rutas principales -este, centro y oeste- del centro al norte de México. Se entrevistó a migrantes de la ruta este que habían realizado el trayecto entre el estado de Chiapas, en la frontera sur, y el estado de Nuevo León, en la frontera norte. Allí se contactó a migrantes que describieron las características y complicaciones de salud derivadas del viaje en tren.
Ya que el tren se utiliza para transportar mercancías, a veces con vagones abiertos, los migrantes viajan encima de estos vagones durante horas. Las paradas son más aleatorias que planificadas. A veces el tren se detiene en lugares aislados, mientras que en otras puede circular durante más de 18 horas ininterrumpidamente. Esta desorganización tiene dos efectos físicos en los migrantes: enfermedades debidas a la exposición a los elementos climáticos y cambios físicos derivados de la mala alimentación causada por los caóticos horarios de los trenes.
En cuanto al clima, “lo más difícil es el frío, el mal tiempo. Cada estado de México es diferente. A veces hace tanto frío que te duele la cabeza, te cambia el cuerpo y te duelen los huesos, pero es normal” (Alfredo, comunicación personal, 5 de abril de 2018). Los problemas de salud más mencionados se relacionan a infecciones en las vías respiratorias, enfermedades gastrointestinales, fiebre y dolores de cabeza. Por ejemplo, el tren se detuvo en el centro de México con Román a bordo: “En Orizaba, Veracruz, hay un lugar donde hiela mucho y cuando íbamos por unos túneles nos quedamos afuera. Cuando nos levantamos, había mucha escarcha, me estaba enfermando de neumonía” (Román, comunicación personal, 3 de mayo de 2018). El clima también varía diariamente, “temprano en la mañana y en la noche hace mucho frío” (Hugo, comunicación personal, 4 de abril de 2018). Algunos migrantes centroamericanos no están acostumbrados o equipados para hacer frente a las bajas temperaturas. “El mayor problema que tuve anoche fue el frío, ¡no encontraba a dónde ir, hombre! No estoy acostumbrado porque en nuestro país (Honduras) hace muchísimo calor” (Michel, comunicación personal, 8 de abril de 2018).
El clima no solo es un factor importante durante el trayecto en la parte alta del tren, sino también cuando la gente recorre esta ruta clandestina: “A veces hay que aguantar la lluvia. Estás en el camino y te mojas todo, te bañas en ríos con agua sucia y te da infección estomacal y gripe” (Alfredo, comunicación personal, 5 de abril de 2018). En ocasiones, los migrantes se ven obligados a caminar largas distancias y muchas horas para eludir los controles de inmigración, porque el tren u otro medio de transporte no cubre esa parte del trayecto o porque no pueden permitirse pagar el transporte. En el caso de Mario, las autoridades le obligaron a bajar del tren porque está prohibido viajar en un tren de mercancías. Caminar es tan difícil como viajar en tren; puede provocar lesiones como las que Mario tenía en los pies tras caminar por largas jornadas:
Cuando empezamos este viaje, teníamos que caminar por lo menos de ocho a quince días por las vías del tren, pero no tenemos la misma capacidad que otras personas. Vi a algunas personas que se fueron a casa al principio de la ruta. Caminaron solo dos o tres días y fue suficiente, se devolvieron [...] Yo seguí adelante. No me rendí y seguí adelante [...] Me dolía mucho caminar, pero tampoco podía detenerme a mitad de camino, tenía que seguir [...] Hasta que llegué aquí, no podía caminar, no podía usar chanclas, pero gracias a Dios ya me siento mejor [...] En San Luis Potosí empecé a sentir dolor, ya me había pasado antes, pero no fue tan fuerte porque había tomado el tren y eso me ayudó a descansar los pies. Entre San Luis y Saltillo hay por lo menos tres días a pie. Llegué a San Luis y caminé unos doce kilómetros. Empecé a caminar incluso antes de San Luis porque nos obligaron a bajar del tren y luego caminé hasta un lugar a las afueras de San Luis que se llama Vanegas. También nos obligaron a bajar del tren y tuvimos que caminar otros cinco kilómetros (Mario, comunicación personal, 2 de marzo de 2018).
Estos problemas de salud (dolores de estómago, de cabeza, cansancio y debilidad física) se ven agravados por una mala alimentación que no permite a los emigrantes mantenerse en forma ni recuperarse tras un esfuerzo físico importante. Como ya se dijo, el horario de los trenes es caótico y resulta imposible planificar las horas de comida o de sueño en un contexto de paradas no programadas y largos viajes. En consecuencia, muchos de los que viajan solos sufren los efectos acumulados del tren, su situación migratoria irregular y su falta de recursos, evidenciando las marcas físicas de un sistema migratorio selectivo.
El tren nunca se detuvo, las autoridades de migración nos persiguieron y caminamos por dos días. Volvimos al tren y nunca encontramos un pueblo ni siquiera para pedir comida. Fue hasta que llegamos aquí [Monterrey] que un señor nos dio 100 pesos [mexicanos] y nos llevó en su carro, por eso pudimos comer algo, porque ya estábamos débiles (Efraín, comunicación personal, 16 de mayo de 2018).
A veces, incluso quienes pueden permitírselo no logran comprar comida o agua, sobre todo cuando el tren se detiene en lugares aislados, como montañas o zonas despobladas:
La deshidratación también es un problema de salud durante el viaje en tren. Llegas y no hay comida, no hay nada, y a veces se pasa tres o cuatro días sin moverse en lugares como una colina y, ¿dónde vas a encontrar comida? (Antonio, comunicación personal, 9 de mayo de 2018).
A veces, aunque tengas dinero no puedes comprar nada porque a lo mejor coges el tren y se para en una colina y no hay nadie, solo animales. Para llegar a un pueblito tienes que caminar entre 15 y 25 kilómetros y te tardas toda la noche, todo el día... Una vez me pasó eso. Una vez nos quedamos en un lugar y el pueblito más cercano estaba muy lejos. Eran las nueve de la mañana y mi mujer tenía hambre. Le dije: “Ahorita regreso, voy a una tienda”. Caminé todo el día hasta que volví con comida por la tarde. ¡Batallé mucho para encontrarla! En ese contexto, sufrimos, pero si hay un pueblo cerca no batallas, y si veo que vamos a batallar, prefiero bajarme del tren con ella y comemos, y esperamos tranquilamente. Eso ya depende de cada uno. ¿Por qué tanta prisa? Yo prefiero bajarme y comer, relajarme y esperar al siguiente tren (Michel, comunicación personal, 8 de abril de 2018).
Como mencionó Michel, algunos aspectos del viaje dependen de los migrantes. Por ejemplo, Hugo narra lo que vivió con sus amigos: “sufrimos unos tres días sin comer nada, porque no queríamos bajarnos del tren y arriesgarnos a esperar” (comunicación personal, 4 de abril de 2018). Él decidió priorizar seguir adelante antes que cuidar su cuerpo (alimentación y salud). Enfocarse en la movilidad antes que en la integridad física es un requisito previo para llegar a Estados Unidos, un filtro para seleccionar a los emigrantes más aptos. No solo se requiere fuerza física, la cual es efectivamente importante, sino también otras formas de hacer frente a las precarias condiciones de movilidad en un contexto irregular. El primer paso para los migrantes es aceptar estas condiciones y, después, encontrar la manera de salir adelante con los recursos de los que disponen. En el caso de la comida, “no puedes elegir lo que hay a la venta; eso es lo que estás obligado a comprar” (Hermes, comunicación personal, 2 de abril de 2018).
Además, el contar con recursos financieros limitados reduce sus opciones:
Estábamos limitados, siempre limitados, porque nunca había suficiente dinero para comprar todo lo que queríamos [...] Comprábamos las cosas más baratas: crema, queso, tortillas, un refresco, galletas. También nos limitábamos porque en lugar de comer algo nutritivo, comprábamos refrescos, galletas ¡y ya! (Daniel, comunicación personal, 5 de abril de 2018).
Por último, cuando no tenían dinero pedían limosna y muchas veces recibían “un refresco, pan o algo así, eso es lo mejor que puedes encontrar y lo que la gente te puede dar” (Hugo, comunicación personal, 4 de abril de 2018).
Llegar a buenos términos con su situación actual implica aceptar mentalmente un lugar marginal, reservado a quienes se atreven a aventurarse en el territorio sin autorización oficial:
Estás consciente de que vienes ilegalmente, estás consciente de que en los países que vas a cruzar no tienes estatus legal. Así que, al menos en mi caso, estaba mentalmente consciente de que iban a pasar muchas cosas malas o incluso más que malas. Eso es lo único que te salva. Cuando pasas por el país tienes que aceptar lo que suceda, porque nadie te ha obligado a venir, lo haces por decisión propia (Juan Manuel, comunicación personal, 3 de mayo de 2018).
Viajar en tren de mercancías impone restricciones a las dietas de los migrantes, quienes se ven obligados a elegir entre no comer y comer alimentos de mala calidad. En este caso no hay distinción entre los migrantes con cierto poder adquisitivo y los que no pueden permitirse comprar alimentos de calidad. No obstante, el proceso de obtención de alimentos es indudablemente más problemático para los que carecen de dinero, pues deben recurrir a la mendicidad para comer: “cuando el tren llega a una estación, empiezas a buscar comida. Si tienes dinero, te bajas a comprar algo. Si no, le ruegas a la gente que te dé algo” (Hugo, comunicación personal, 4 de abril de 2018).
Al no contar con una dieta adecuada y luchar por conservar las fuerzas a través de la comida afectan al cuerpo de los migrantes. Notan cómo la ropa les queda más holgada, y los que lograron dar una cifra dijeron haber perdido hasta cuatro kilos: “bajé mucho de peso, la ropa me queda grande, se nota la pérdida de peso, y además me pesé en San Luis Potosí. Allá pesaba 54.43 kg [120 libras] y antes (en Honduras) pesaba 58.05 kg [128 libras]” (Hugo, comunicación personal, 4 de abril de 2018).
Los coyotes y los espacios privados: planificación y poder de facto
Los que viajan con un coyote -un traficante de personas- siguen las instrucciones y los planes de sus guías. Pagan por este servicio, que funciona como una agencia de viajes, planificando y decidiendo cada aspecto del viaje. Viajar con un “buen traficante” es el resultado de contar con buen capital social y económico, y cuesta entre 4 500 y 10 000 USD, según los migrantes. Con este servicio, los migrantes tienen más probabilidades de éxito en su iniciativa migratoria. Todos los migrantes entrevistados llegaron a Estados Unidos tras pasar con éxito por México.
A pesar de los problemas climáticos y de salud, los migrantes también eran obligados a hacer largas caminatas y a usar transportes precarios. Sin embargo, se les transportaba en vehículos privados, como furgonetas o autos y en transportes comerciales, como camiones de mercancía. Así mismo, la precariedad del tren estresaba intensamente el cuerpo de los migrantes. En todos los casos, el transporte implica largos trayectos, mantenerse inmóvil y esconderse para garantizar el éxito del viaje. José viajó dentro de un camión comercial donde tuvo que permanecer en la misma posición incómoda durante horas, en el espacio entre el motor y la carrocería:
Viajé junto al motor. Éramos cuatro: tres hombres y una mujer. Íbamos uno detrás de otro, en fila, pero en cuclillas. Pasamos frío durante tres, cuatro o cinco horas, y no traíamos suéter, solo la ropa que llevábamos puesta. Más tarde, sentimos el calor y nos asfixiábamos dentro del camión. Sí, entraba aire, pero hacía calor, igual que afuera. Al cabo de un rato, otras cinco horas después, volvía a hacer frío. La verdad es que no estoy seguro si el clima afuera era así o si nuestro estrés nos hacía sentirlo así [...] Cuando abrieron la puerta, dijeron: “Crucen la calle y va a haber un taxi esperándolos. Súbanse y el taxista va a arrancar. Los va a llevar al lugar donde se van a quedar”. No podíamos caminar porque teníamos las piernas muy débiles. Habíamos pasado más de 24 horas en cuclillas dentro del autobús, pero poco a poco nos recuperamos. Cruzamos la calle como pudimos, con las piernas adoloridas y estábamos todos sucios y oliendo a humo. Nos recuperamos en el taxi, ahí nos estiramos porque no teníamos tiempo de dar vueltas ni de caminar despacio (José, comunicación personal, 27 de enero de 2020).
El transporte refleja la dificultad de cruzar las fronteras en el trayecto hacia el norte. El control migratorio se ha hecho omnipresente en los países de tránsito, afectando directamente a los migrantes irregulares. El itinerario que deben completar se asemeja a un rito de paso en el que deben demostrar su fuerza y valía para lograr la inmigración (una nueva forma de vida en otro país, con condiciones mínimas para el desarrollo personal).
En este proceso, el cuerpo de los migrantes no es prioritario, sino continuar el viaje. Para ello, es esencial seguir las instrucciones del guía o coyote. Los coyotes tienen así un poder de facto sobre sus clientes, que son tratados en función del precio que pagaron: cuanto más caro es el coyote, mejor planificado está el viaje y todos los servicios. Esto no exime a los migrantes de estar expuestos a las precariedades de transporte y alojamiento.
Los encuestados a veces se refieren a estos lugares como casas y otras como bodegas. Ambos son utilizados por los coyotes para mantener a los migrantes ocultos de la vista pública. También sirven como alojamiento temporal durante períodos de espera, los cuales pueden ir de un día a varios meses. Estos espacios están asociados a sus cuerpos, pues suelen ser el sitio donde se recuperan, comen, duermen y descansan. En cuanto a la comida, los viajeros que contratan a un coyote se diferencian de los que viajan solos porque los coyotes organizan todo para que los migrantes no se queden sin comer:
A lo mejor fue un solo día el que me quedé sin comer. Para mí eso fue pasar hambre. Pasaba mientras nos trasladábamos de un sitio a otro, pero cuando llegabas a tu destino, ya habían hecho una comida o ya habían empezado a cocinar para que pudiéramos comer, pero yo no pasé hambre en el sentido de que hubiera pasado un día entero sin comer. No fue así, era simplemente una comida (Jaime, comunicación personal, 3 de febrero de 2020).
Estos lugares también están asociados a problemas de salud. Suponen un alojamiento problemático en cuanto a alimentación, sueño, seguridad y salud. Los migrantes enferman a menudo en estos lugares debido al hacinamiento:
Toda la gente se enferma ahí. Si hay una infección, como la gripe, todos se contagian. Si una persona se enferma, como a muchos nos pasa, todos se enferman. Ahí el que tiene dinero compra sus medicinas, pero no las compra directamente. Tiene que esperar a que alguien venga a la bodega y se lo traiga. Solo a las personas con heridas en la cabeza o que necesitan una operación las llevan rápidamente al hospital o a una clínica privada que ellos mismos pagan. A las demás personas con fiebre, temperatura alta e infecciones no les hacen caso, por eso tienes que cuidarte (Juan Manuel, comunicación personal, 6 de febrero de 2020).
En estos casos, la dependencia del coyote y de las casas de seguridad son el centro de la tensión entre salud y movilidad en un contexto de irregularidad. La logística del coyote está diseñada para priorizar el éxito del proyecto migratorio y asegurar su negocio. Para ello, manipulan a los migrantes como si fueran mercancías, proporcionándoles una mínima atención de salud, para así recibir su pago. Los migrantes que se valen de coyotes tienen menos probabilidades de acudir a servicios médicos, porque no se les permite interactuar con otras personas ajenas a la red de coyotes.
En este contexto, preservar la salud no es solo una cuestión de dinero, familiar o de instituciones. El poder de facto de los coyotes desempeña un papel importante en la preservación de la integridad física de sus clientes y ellos mismos pueden a veces dañar el cuerpo de los migrantes:
Muchas veces se aprovechaban de las chicas. Y a quien se metiera le ponían una pistola en la cabeza porque iban armados. Venían y se llevaban a las chicas. Luego, cuando ellas volvían nos contaban lo que había pasado (Juan Manuel, comunicación personal, 6 de febrero de 2020).
En el caso de las mujeres migrantes, sus cuerpos también se convierten en blanco de una violencia específica. Las agresiones físicas y sexuales son habituales en el camino hacia el norte. Muchos actores a lo largo de la ruta -autoridades, población local e incluso otros migrantes- agreden el cuerpo de las mujeres en un contexto de falta de justicia y de acceso a la salud reproductiva. Las mujeres suelen hacer frente a este problema adoptando un discurso en el que ajustan su moral para aceptar la responsabilidad del acto e interiorizar la violencia simbólica (Willers, 2016). En este contexto, las mujeres son más propensas a sufrir problemas de salud mental (Salerno Valdez et al., 2015).
Resistencia colectiva e individual: una respuesta a la irregularidad
La irregularidad generó condiciones de viaje precarias para los migrantes entrevistados, estas incluyen el transporte y los lugares que, debido a las condiciones naturales, los itinerarios y los actores, debilitan sus cuerpos. Estas condiciones y sus efectos sobre la nutrición y la salud evidencian la precariedad del lugar y la posición que ocupan los migrantes irregulares en tránsito. En este contexto de debilitamiento, se han identificado dos estrategias utilizadas por los migrantes para hacer frente a los problemas de salud: la movilización de redes sociales y la resiliencia física y mental.
Estrategias relacionales: movilización de la información local y transnacional
La forma en que los individuos movilizan sus habilidades y recursos, llevándolos al éxito o al fracaso en determinadas etapas, determina el modo en que la macroestructura afecta sus vidas (Martuccelli, 2006). Los migrantes con acceso a la información pueden prepararse para hacer frente a situaciones relacionadas con la salud física. Este recurso, suministrado por una red social, proporciona información, cultura y apoyo a los migrantes, permitiéndoles preservar un mínimo de salud durante su viaje:
Mi hermana, la mamá de mi sobrino y mi mamá dijeron que si nos íbamos lejos deberíamos llevarnos medicinas. Nos dijeron qué llevarnos, porque podíamos necesitarlo y de hecho lo usamos [...] Fue en Salto de Agua donde no tuvimos comida por tres días y estuvimos en una tormenta con mucho frío toda la noche. Llegamos a Coatzacoalcos, Veracruz en esas condiciones. No teníamos ni una bolsa de plástico o nylon para protegernos. Estábamos dentro de un vagón donde tiran chatarra. Éramos como 60 personas bajo la lluvia, con la ropa mojada, aguantando el frío. Hasta hubo alguien a punto de morir de frío [...] Tuve gripe durante unos 10 días por la lluvia y el frío. Como teníamos pastillas para todas esas enfermedades, nos las tomamos y mi sobrino también. Él no podía respirar, y yo le decía: “ándale, trata de respirar porque este viaje va a valer la pena” (Efraín, comunicación personal, 16 de mayo de 2018).
Esta estrategia que lleva a automedicarse está vinculada a una red social en el país de origen. En el caso de Juan Manuel, sus amigos, que ya habían hecho el viaje, le dieron consejos, entre ellos uno relativo a la salud:
Traía mis pastillas en la mochila, las conseguí en El Salvador, así que cuando las necesitaba me las tomaba y hasta compartía algunas con mis amigos que se enfermaban. Tenía muchas pastillas para el dolor de cabeza, para todo, para la gripe, porque mis amigos me habían avisado, así que estaba preparado y tenía mi bolsita de medicinas (Juan Manuel, comunicación personal, 6 de febrero de 2020).
Esta estrategia combina dos aspectos: la capacidad de la red social para proporcionar información de alta calidad y la capacidad de los migrantes para pedir información, movilizar a las personas de su entorno y utilizar esta información para preparar el viaje a través de México. El dinero es importante para comprar medicinas en el país de origen y evitar gastos inesperados en el camino que puedan afectar a su presupuesto de viaje. Cuando compraron medicamentos en una farmacia, Hugo y sus amigos se gastaron todo el dinero que tenían al principio de su viaje por México:
Traíamos algo de dinero. Teníamos como 500 pesos mexicanos y bajamos a Tierra Blanca a comprar unas medicinas en una farmacia y ahí nos lo gastamos todo, así que para comer nos fuimos al albergue de migrantes de ahí (Hugo, comunicación personal, 4 de abril de 2018).
Estas dos experiencias en situaciones similares muestran dos formas distintas de autoconstrucción: por un lado, las condiciones precarias del tren, la gravedad de la situación de Efraín y su sentimiento de incertidumbre le permitieron sobrevivir al viaje y aferrarse a su sueño de llegar a Estados Unidos. Es un sujeto espiritual y físico que fluctúa entre la agencia y la vulnerabilidad, con recursos materiales e intangibles para alcanzar una meta personal. Por el contrario, la experiencia de Juan Manuel muestra cómo la información proporciona seguridad en momentos difíciles durante el tránsito, cuando la red social tiene menos influencia (Brigden, 2015; Vogt, 2016). Juan Manuel solo pudo movilizar a su red antes de iniciar el viaje, ya que su coyote no permitía el uso de celulares u otros medios de comunicación. Su preparación, apoyada en información proporcionada por migrantes previos, evidencia los lazos establecidos entre la comunidad salvadoreña en Estados Unidos y el país de origen. Estas comunidades están presentes en ambos países y desarrollan redes sociales que operan dentro de un modelo específico de relaciones sociales que surgen dentro y al margen de las macroestructuras del sistema mundial. Incluso si los coyotes restringen sus posibilidades durante la migración de tránsito, los migrantes pueden crear comunidades que cruzan las fronteras nacionales (Portes, 1999).
Cuando las condiciones lo permiten, la red transnacional también puede movilizarse durante el tránsito. Los flujos migratorios han introducido la tecnología en la movilidad hacia el norte. Los teléfonos móviles se han convertido en un instrumento para los migrantes en tránsito (Barros, 2017). Se ponen en contacto con sus seres queridos, informan de sus progresos y comparten sus experiencias. Algunos migrantes en tránsito mantienen múltiples relaciones sociales que vinculan sus sociedades de origen, destino y tránsito.
Bertha pidió a su familia en Estados Unidos que la apoyara económicamente en su viaje hacia el norte. Su familia eligió y pagó el coyote, y le envió dinero para preparar su viaje. Además de la preparación material, Bertha, cuya familia había evitado los peligros del desierto, decidió comprar vitaminas para que, si tenía que caminar largas distancias, su cuerpo pudiera hacer frente a la enfermedad y a la intensa caminata necesaria para llegar al norte.
Durante su viaje por México, Bertha se mantuvo en contacto con su sobrina que vive en México, su familia en El Salvador y con su familia en Estados Unidos. En Reynosa, tenía “la mejilla hinchada por un dolor de muela”. Para hacer frente a esta situación, su sobrina en México, que es dentista, le recetó un medicamento para el dolor de muelas. A pesar de la distancia, Bertha adquirió la información que necesitaba para sentirse mejor y la compartió con quienes podían salir a comprar medicinas a los almacenes: “Vinieron unos mexicanos y preguntaron quién se sentía mal, para ir a comprar medicinas. Me compraron los analgésicos que me había recomendado mi sobrina” (Bertha, comunicación personal, 19 de febrero de 2020).
Siendo que los coyotes y guías son los únicos autorizados para salir de las casas de seguridad, sirven de enlace entre los migrantes, los servicios de salud y los medicamentos. Este servicio no sería posible sin los recursos financieros y el conocimiento sobre buenos coyotes que proporciona la red social. Esta experiencia revela la importancia de la tecnología y del capital social, pero también la capacidad de los migrantes para utilizar la tecnología y movilizar sus redes sociales con el fin de mantener sus cuerpos sanos en el viaje.
Durante el tránsito, los agentes locales también pueden intervenir. Los migrantes suelen ser descritos como víctimas sin recursos que se ven obligadas a hacer frente a situaciones difíciles. Para combatir este tipo de sufrimiento, dichos agentes implementan estrategias para ayudar a los migrantes gratuitamente. El número de albergues para migrantes y asociaciones civiles ha crecido en los últimos años. Llevan a cabo sus actividades cerca de la ruta de los migrantes, dando visibilidad a la causa migratoria y mostrando cómo el paso de migrantes irregulares ha alterado el espacio mexicano. Esto incluye a los migrantes que utilizan los trenes o el transporte público, dejando su huella en estos lugares.
De acuerdo con este estudio, los que no han contratado a un coyote suelen acudir a los albergues. Estas organizaciones son parte de una red de solidaridad y un recurso que los migrantes pueden utilizar en momentos de angustia. Los albergues pueden ofrecer servicios de salud primarios a los migrantes. Aura María, que viajó en autobús con su hijo de cuatro años, utilizó esos servicios durante su estancia en Ixtepec, Oaxaca:
En el refugio para migrantes donde me quedé me dieron bebidas rehidratantes porque estaba muy enferma, hasta mi hijo estaba muy enfermo. En Honduras estaba bien. Creo que fue por el viaje porque nunca había viajado tan lejos (Aura María, comunicación personal, 7 de mayo de 2018).
Sin embargo, agrupar a los inmigrantes en estos espacios de solidaridad también puede desencadenar trastornos de salud:
Fuimos a varios refugios donde la gente nos ayudó. En algunos lugares la comida nos dio dolor de estómago, pero en otros no. En algunos lugares cocinan bien y en otros no, pero sí, la comida no tiene mucho sabor [...] A mí me dolía el estómago y, gracias a Dios, me dieron medicina, me dieron pastillas para el dolor de estómago (Wilson, comunicación personal, 5 de abril de 2018).
Si bien los albergues son una forma establecida de solidaridad, los migrantes también disponen de otras opciones en su viaje. Algunos empleadores de mano de obra irregular, por ejemplo, intentan cubrir los gastos sanitarios de los migrantes que trabajan para ellos. Daniel trabajó para una mujer en el centro de México para pagarse el viaje a Estados Unidos. Mientras trabajaba allí, contrajo la gripe:
En Hidalgo, una mujer nos ofreció medicinas cuando trabajábamos para ella. Nos dio unas pastillas antes de irnos. Nos dio unas medicinas y nos preguntó si queríamos ver a un médico, pero le dijimos que no, que con las pastillas era suficiente y, gracias a Dios, nos recuperamos (Daniel, comunicación personal, 5 de abril de 2018).
Este tipo de servicio no requiere recursos financieros. En cambio, es útil tener información sobre la ubicación y los servicios que ofrecen los albergues u otros actores solidarios. Según los entrevistados, esta información puede obtenerse a través de tres tipos de personas: migrantes que han realizado varios viajes por México y que han adquirido experiencia y cultura migratoria; migrantes con una fuente directa de información como familiares o amigos que ya han realizado el viaje y comparten su experiencia y cultura migratoria; y actores locales que proporcionan información a los migrantes durante su viaje.
Estos mecanismos subrayan la diferencia entre migrantes informados y desinformados. En cuanto a los recursos de información, el estereotipo del migrante que no sabe dónde está ni qué hacer está muy extendido en todo México. A veces este estereotipo es preciso; los migrantes no disponen de toda la información y las situaciones inesperadas pueden escapar a su control. Las condiciones climáticas extremas, por ejemplo, fue una situación que Román no consideró al planear su viaje, “nunca me hablaron de eso” (Román, comunicación personal, 3 de mayo de 2018). La calidad de la información recibida también es importante, porque permite anticipar situaciones difíciles. Sin embargo, la capacidad de planificación de los migrantes no solo se ve afectada por la información, sino también por las condiciones cambiantes del país de tránsito (Brigden, 2015). En este contexto de incertidumbre y acceso desigual al capital cultural migratorio,
¿qué otros recursos pueden movilizarse?
Aguante individual: una inversión de cuerpo y mente
Este tipo de comportamiento puede ser también una expresión de autosuficiencia. Los emigrantes toleran pequeños inconvenientes, como las picaduras de insectos, porque esperan recuperarse pronto, y estos problemas los animan a seguir moviéndose. Además, siendo que resolver este problema no requiere recursos económicos o sociales, los migrantes pueden ahorrar dinero y evitar pedir ayuda a extraños o familiares. Estos recursos pueden utilizarse posteriormente para problemas mayores:
Pasamos por unos establos y nos escondimos allí y esperamos a que pasara el tren, pero no nos habíamos dado cuenta de que el ganado estaba allí y acabamos siendo comida de garrapatas. Fue difícil, pero fuimos al río a bañarnos y hasta ahí llegó [...] las picaduras de mosquitos y las garrapatas, nos salieron muchas ampollas, como burbujitas con agua, pero como nos bañamos y nos limpiamos, logramos deshacernos de ellas (Daniel, comunicación personal, 5 de abril de 2018).
Esta capacidad de resistencia es el primer recurso personal que permite a los emigrantes proseguir su camino hacia el norte, por una ruta en que el riesgo es inevitable. Algunos riesgos superan las capacidades de los migrantes y, al no tener recursos, adoptan una actitud mental fundamentada en el optimismo. El secuestro, por ejemplo, priva a los migrantes de todos sus recursos sociales, económicos y físicos. Lo que queda es la incertidumbre sobre el futuro y unas condiciones extremas en términos de alimentación, salud y vivienda. Este tipo de situación supera la voluntad de los migrantes, quienes confían únicamente en su fuerza mental:
Cuando te secuestran y alguien te amenaza con matarte, empiezas a recordar todo lo que has pasado en la vida, las cosas buenas y las cosas malas que has hecho. También piensas en tus padres, en que no vas a volver a verlos, ni a tus parientes tampoco. Es como un programa de televisión en tu cabeza y aunque tengas qué comer, no comes por la ansiedad. No sabes si te van a soltar o no, aunque te envíen el dinero, no lo sabes. En ese momento empiezas a sentirte mal porque no sabes nada [...] Luego, entre los secuestrados, algunos nos armamos de valor y, gracias a Dios, conseguimos salir. Después de siete días sin comer, solo con agua [...] También tuve la motivación de mi esposa [mexicana], porque decidí hacer mi último viaje por ella. Le dije que viniera a Honduras a casarse para que pudiéramos viajar legalmente, pero ella no podía venir y yo no quería arriesgarla yendo a Honduras, así que vine por ella (Antonio, comunicación personal, 9 de mayo de 2020).
La familia desempeña un papel fundamental para resistir el viaje. La promesa de reunirse con sus seres queridos ayuda a los migrantes en las circunstancias difíciles. Si bien es cierto que la familia contribuye a su movilidad mediante el suministro de recursos financieros y sociales (Araya y Araya, 2016), se encontró además que esto también incluye el apoyo emocional. La religión también juega un papel clave. Los migrantes se dirigen a Dios cuando enfrentan problemas de salud, hacen lo que pueden para recuperarse y el resto lo dejan a Dios, eventualmente le agradecen por mantenerlos en forma para el camino que tienen por delante.
La migración y los migrantes no solo recurren al apoyo material, demostrando que tanto el fenómeno como quienes lo protagonizan son complejos y no responden a la dicotomía tradicional de víctima-héroe (Mazzella, 2014). Esta inversión física y mental constituye una forma de lucha de los migrantes, desafiando el sistema de control migratorio, así como los límites de sus cuerpos (García y Díaz, 2018). Los migrantes tienden a priorizar el progreso en la ruta migratoria por encima de la salud propia, continuando mientras sus cuerpos y mentes se lo permitan (Ruiz Marrujo, 2001). Esto también explica el aumento de la exposición a situaciones peligrosas. Los emigrantes se empujan a sí mismos para llegar cada vez más lejos, colocándose en situaciones cada vez más vulnerables. Al final, este proceso de resistencia funge como un proceso de selección de los migrantes más fuertes y mejor preparados y adaptados (Feldmann y Durand, 2008).
Conclusión
Los efectos del control fronterizo se manifiestan en problemas de nutrición, enfermedades y descuido del cuerpo de los migrantes. Las necesidades básicas no están cubiertas ni garantizadas por el actual sistema migratorio, diseñado para eliminar a los migrantes irregulares. Al verse la vida y la salud afectadas por el control migratorio, esto podría considerarse una violación de derechos humanos (Bustamante, 2002).
Al enviar a las personas a espacios sociales hostiles, la irregularidad ha convertido a muchos países de tránsito en lugares donde solo sobreviven los más aptos. El control migratorio provoca, por tanto, un sufrimiento despojado de visibilidad pero que causa un dolor sutil, recordándonos la importancia del cuerpo cuando se trata de castigar (Foucault, 1975). Este proceso de selección se ve redefinido por las habilidades que los migrantes desarrollan para emprender este camino. A veces, la fuerza no es ni física ni económica, sino que entran en juego otros rasgos de carácter, como la cautela y la preparación. Ser capaz de recuperar información valiosa y transformarla en un recurso durante el período de tránsito es una forma de resistir a las fuerzas que excluyen a estas personas de la migración internacional.
La movilización de recursos, sobre todo relacionales, sirve para recordar el papel clave que desempeñan las redes migratorias y la transmisión de una cultura migratoria. La migración consta de actores de diversos lugares que movilizan productos y/o ideas (Sicot y Touhami, 2018) y dan testimonio de otras formas de experimentar el tránsito y sus dificultades inherentes.
Cuando estos recursos sociales y colectivos son insuficientes o no están disponibles, los migrantes se valen de habilidades individuales como la resiliencia, que a veces toma la forma de aguante y normalización, porque “has pasado por tanto que te vuelves insensible” (Gustavo, comunicación personal, 17 de mayo de 2018). Los migrantes están preparados para aceptar los momentos difíciles y continuar su viaje, al menos aquellos que logran llegar al norte de México o Estados Unidos. Cuando estos recursos son insuficientes, los migrantes movilizan valores morales como la familia o la religión, o se aferran a sus proyectos migratorios, convirtiéndose en individuos materiales y espirituales que se consideran a sí mismos como personas complejas. Desde esta perspectiva, el sufrimiento que experimentan puede transformarse, posibilitándoles alzarse de las dificultades y fortalecerse (Bredeloup, 2008): “estas son las formas en que Dios nos pone a prueba para hacernos más fuertes y llegar más lejos” (Catalina, comunicación personal, 13 de mayo de 2018).
Como resultado de estas prácticas, la vida interior de los migrantes se combina con la narrativa de la experiencia migratoria. El doble uso de esta vida interior, como generadora de resiliencia y como medio de adaptación a las exigencias de la ruta migratoria, es una forma de organizarse que las poblaciones marginadas utilizan para hacer frente a los mecanismos de exclusión (Schmoll, 2020). Estos últimos incluyen la exclusión de la vida social, de la seguridad y del apoyo institucional creada por la asimetría de poder.
Así, seguir emigrando es abrirse a nuevos horizontes y experiencias a pesar del sufrimiento causado por su condición migratoria. Durante la dura experiencia del viaje, el migrante se construye a sí mismo como sujeto tanto práctico como emocional y ético, a través de diferentes mecanismos y estrategias de subjetivación que le permiten recuperar su sentido de dignidad, agencia y autorresponsabilidad. El migrante consigue singularizar su viaje y los efectos que este produce en él.
La desigualdad desempeña un papel fundamental en este proceso. La migración es una prueba para el cuerpo, que normalmente ya es vulnerable al momento de la migración. Entre los migrantes del estudio, los que viajaron sin traficante de personas suelen partir de sus países de origen desde una posición más desfavorecida que aquellos que sí contratan a uno. Las condiciones de partida influyen en el desarrollo de la migración de tránsito y en el éxito o fracaso de la empresa migratoria durante esta etapa transitoria. Esto sugiere que México, como país de tránsito, es una extensión geográfica de esta condición de desventaja; es un espacio marcado por la desigualdad en el que los más pobres verán mermadas sus capacidades más rápidamente que aquellos con mayor poder adquisitivo. Por lo tanto, los migrantes crean proyectos determinados por estas desigualdades y por la combinación de macro y micro procesos (política migratoria vs. voluntad de ir al norte).
No obstante, los migrantes participan en otros tipos de acciones que demuestran que, incluso en circunstancias angustiosas, tienen poder para gestionar sus vidas y no son meramente observadores pasivos, como afirma la perspectiva de la vulnerabilidad (Caseau, 2020). En este contexto, mientras que los migrantes transforman la ruta migratoria a través de su paso y sus acciones, el camino hacia el norte marca sus cuerpos y sus vidas, así como las de las comunidades locales y las personas que habitan a lo largo de esta ruta migratoria hacia el norte.
Traducción: Fernando Llanas.
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Recibido: 22 de Octubre de 2021; Aprobado: 02 de Junio de 2022