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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.5 no.3 Tijuana ene./jun. 2010

 

Artículos

 

Migraciones entre países del sur: Los cambios y las continuidades en los flujos limítrofes hacia Argentina

 

Changes and Continuities in Immigration to Argentina from Neighboring Countries

 

Eduardo León Bologna

 

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Dirección electrónica: ebologna@gmail.com.

 

Fecha de recepción: 20 de octubre de 2008.
Fecha de aceptación: 26 de marzo de 2009.

 

Resumen

El crecimiento en las restricciones que imponen los países centrales al ingreso de inmigrantes invita a dirigir la atención hacia las migraciones entre países "del sur". Siendo usualmente de menor distancia y afectando a poblaciones de menores recursos, tienen larga existencia y reconocen polos regionales de atracción. En el cono sur, Argentina ha sido históricamente el destino de migrantes limítrofes provenientes de Paraguay, Bolivia y Chile, aunque la relevancia de esta migración sólo es apreciable desde los años cincuenta, al reducirse casi completamente las corrientes ultramarinas. Este artículo observa las migraciones limítrofes hacia Argentina considerando que los cambios suceden bajo los efectos conjuntos de las coyunturas externas y de un proceso acumulativo que tiene sus propios tiempos, y que juntos determinan su continuidad o extinción.

Palabras clave: migración limítrofe, flujos fronterizos, migración de corta distancia, cono sur, flujos sur–sur.

 

Abstract

Developed countries' growing restrictions on immigration invite us to examine migration between "southern countries." Compared to south–north flows, these migrations usually involve shorter distances and poorer populations. The flows also have a long history and target certain locales in the region. In the Southern Cone, Argentina has historically been the destination for migrants from Paraguay, Bolivia, and Chile. Beginning in the 1950s, when overseas immigration ceased almost completely, the flows from neighboring countries took on great significance. This article examines these flows into Argentina, considering changes brought about by the combined effects of external factors and a cumulative process over time, which together determine if the flows will continue or come to an end.

Keywords: immigration from neighboring countries, cross–border flows, short–distance migration, Southern Cone, south–south flows.

 

El cambio en la composición de la población extranjera

En Argentina, el número de nacidos en países de ultramar cambió a lo largo del siglo XX en relación cercana con los avatares económicos, políticos y sociales que afectaron a Europa y a América durante ese período. Estos cambios respondieron a las variaciones en los ingresos y egresos de población por el puerto de Buenos Aires, flujos que se han encontrado correlacionados con variables macroeconómicas en los países de origen y en Argentina, en una época en que los mercados de trabajo internacionales se complementaban con la oferta y demanda de mano de obra. De modo similar a lo que sucedía con las llegadas a Brasil, se trataba de flujos entre regiones cuyos mercados de trabajo guardaban un alto grado de integración y, eventualmente, de complementariedad frente a los países del sur de Europa entre 1890 y la Primera Guerra Mundial (Taylor, 1992).

En términos numéricos, los censos nacionales (INDEC, 1997) muestran que luego del máximo en el año 1914, el volumen de población de origen ultramarino se estabilizó y acusó un leve repunte con la llegada de italianos después de la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1960 se observa una reducción del volumen absoluto de personas nacidas en países no limítrofes.

La medición de los flujos, por su parte, señala un lento crecimiento de los ingresos de europeos por el puerto de Buenos Aires desde 1857, con marcadas fluctuaciones en los volúmenes anuales. Estas fluctuaciones resultaron coincidentes con las variaciones que sufrieron las condiciones políticas y económicas de Argentina, entre las que destacan, según Bunge y García Mata (1931), las hostilidades entre Buenos Aires y las provincias, la guerra contra Paraguay, ciclos de crisis financiera (con inflación y emisión de moneda), así como un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires en 1871. A partir de la década de 1880 se registra un sustancial incremento en el ingreso de europeos, que se asocia a etapas de expansión de la economía argentina.

Así, las migraciones ultramarinas hacia Argentina manifiestan sensibilidad a las variaciones sufridas por los factores económicos y políticos hasta su desaparición a mediados del siglo XX. Los efectos de estos factores se advierten de manera global cuando se observa que los volúmenes de extranjeros residentes en este país se modificaron, en parte, como respuesta a las políticas orientadas a captar población migrante y, en parte, como consecuencia de los cambios en las condiciones económicas relativas. Entre los autores que han realizado esfuerzos para cuantificar de manera precisa la relación entre factores económicos y migración, Taylor (1992) encuentra que la correlación entre diferenciales de ingreso y volumen de los flujos migratorios europeos se muestra significativa en algunos períodos.

Gráfica 1

De ello se desprende que, en una perspectiva macroscópica –es decir, sin analizar casos particulares de grupos procedentes de determinados países o de regiones dentro de los países de origen–, los razonamientos basados en los análisis sobre las ventajas comparativas de las áreas de origen y de destino son adecuados para explicar las migraciones europeas hacia Argentina en el período que va desde finales del siglo XIX hasta la década de los treinta del siglo XX.

La evolución del volumen de población migrante procedente de países limítrofes muestra otro panorama. De modo agregado –es decir, sin considerar los diferentes países de origen–, el volumen crece continuamente desde el primer censo nacional. La presencia de extranjeros limítrofes es registrada desde esa fecha, pero sólo aparece claramente visible cuando cesan los flujos de ultramar y la población de esos orígenes envejece y se extingue en ausencia de renovación de llegadas. El Censo nacional de población, hogares y viviendas de 1991 marca la igualación en los volúmenes de población procedentes de estos dos grupos de orígenes, y en 2001, los nacidos en países limítrofes (923 215) constituyen 60.3 por ciento del total de extranjeros (1 531 940).

Tres países hacen la mayor contribución al volumen actual de extranjeros residentes en Argentina: Paraguay, Bolivia y Chile, en ese orden. Las 770 939 personas de estos orígenes que enumera el censo de 2001 constituyen poco más de la mitad del total de extranjeros residentes en Argentina. Su evolución en el pe ríodo 1869–2001 se muestra en la gráfica 2.

Al desagregar por país, se observa que la tendencia continuamente creciente no es propia de todos ellos: sólo Bolivia muestra tasas de crecimiento positivas en el período completo; Paraguay acusa, en el censo de 1991, una anomalía en su aumento continuo, mientras que Chile muestra un estancamiento en 1991 y una posterior reducción en el censo de 2001. Las tasas medias anuales para el período completo se sitúan en torno a tres por ciento (Paraguay, 3.5; Bolivia 2.7 y Chile 2.3 %), pero son muy variables, entre un mínimo de –0.4 por ciento de los paraguayos en la década de los ochenta, hasta un máximo de 6.4 por ciento para los chilenos en el lapso 1947–1960.

 

La distribución actual de paraguayos, bolivianos y chilenos en el territorio nacional

Como se señaló antes, Paraguay, Bolivia y Chile son países de origen de migraciones hacia Argentina que reconocen un inicio temprano, por lo que todas estas corrientes participaron en una dinámica que se inicia con la demanda de mano de obra en las áreas de frontera, y posteriormente comparte con los nativos los desplazamientos internos que dieron lugar a una marcada concentración en la capital del país y la provincia de Buenos Aires.

En el año 2001 se observa una clara polarización en los asentamientos de población de los tres orígenes entre las áreas próximas a los países de procedencia y las cercanías de la capital del país de destino. Como se ve en el cuadro 1, la concentración en la ciudad y provincia de Buenos Aires alcanza 80.4 por ciento de los paraguayos, casi 60 por ciento de los bolivianos, pero sólo 28.7 por ciento de los chilenos.

El análisis comparativo de la composición por edades de estos grupos de extranjeros muestra diferencias entre las áreas de establecimiento. Así, los paraguayos residentes en la ciudad y provincia de Buenos Aires tienen una edad media de entre 36 y 40 años, mientras que los que viven en provincias de frontera promedian entre 15 y 20 años más. Una situación similar, aunque menos acentuada, sucede con los nacidos en Bolivia, quienes tienen un promedio de 31 a 36 años de edad en la región de la capital y provincia de Buenos Aires, mientras que alcanzan un promedio de 45 a 49 años en provincias limítrofes con su país. Diferente resulta el caso de los chilenos, cuyos promedios de edad no difieren significativamente entre las zonas de frontera y las próximas a la capital del país.

Consistente con esta descripción, se observa que la dispersión de las edades promedio entre provincias es sustancialmente mayor entre paraguayos y bolivianos que entre chilenos (coeficientes de variación de 14.9, 15 y 4.5 %, respectivamente).

Por otra parte, la composición por sexos muestra características más diferenciadas para los tres orígenes. La población paraguaya, que en el total del país aparece como preponderantemente femenina de acuerdo con el índice de masculinidad (IM = 73), acentúa este carácter en la ciudad de Buenos Aires (IM = 56), mientras que se aproxima al equilibrio de sexos en provincias fronterizas, con índices de masculinidad superiores a 80.

La población nacida en Bolivia se encuentra equilibrada (IM = 101) y no acusa variaciones marcadas entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires (IM = 93–105) y las provincias limítrofes (IM = 90).

La población de chilenos es levemente femenina (IM = 92) y tampoco varía sustancialmente entre áreas. La excepción a esto se da en la ciudad de Buenos Aires (IM = 75), pero constituye una porción pequeña del total de chilenos residentes en el país.

Cuadro 2

La asimetría en esta distribución es parcialmente explicada por la inserción laboral de los migrantes. El cuadro 3 indica los conjuntos de ramas de actividad que concentran a más de la mitad de los trabajadores de los orígenes observados. En el cuadro se muestra la relativa especificidad de los nichos laborales ocupados por los extranjeros de estos orígenes.

La alta concentración de paraguayos en la ciudad y provincia de Buenos Aires se explica por su inserción preferencial en actividades urbanas. Sólo los bolivianos aparecen presentes en actividades agrícolas, que para ellos son el principal espacio laboral.1 los chilenos muestran una mayor heterogeneidad en sus actividades, consistente con su dispersión geográfica en el territorio nacional.

Además, esta distribución de las ramas de actividad en que se insertan reconoce diferencias entre varones y mujeres. Como se ve en el cuadro 4, las tres ramas que acumulan más de 50 por ciento de los ocupados acusan clara especificidad no sólo por país de nacimiento sino por género.

Estos tres orígenes nacionales permiten, entonces, distinguir algunos subgrupos: los paraguayos y bolivianos continúan incrementando su presencia en Argentina y difieren (cuantitativa y cualitativamente) entre quienes residen en provincias cercanas a los respectivos países de origen y quienes habitan en la capital del país receptor y la provincia de Buenos Aires. Esta diferencia consiste en edades y tiempos de residencia mayores para quienes viven en las áreas próximas a las fronteras con sus países y, además –para los paraguayos–, en una población más femenina en la capital y la provincia de Buenos Aires. El dinamismo que caracteriza a estas dos corrientes se concreta para los residentes en las zonas de la ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense. Los chilenos, por su parte, constituyen una corriente en etapa de retracción y no difieren entre quienes están en distintas regiones del país de destino.

 

Los cambios en los flujos migratorios

Desde la consideración de la migración como un fenómeno dinámico (Massey, 1987; Fussell y Massey, 2004) se espera que las corrientes migratorias cambien a lo largo del tiempo bajo los efectos conjuntos de las coyunturas externas (como los diferenciales entre países) y un proceso acumulativo que implica: difusión de información, facilitación de las condiciones para migrar y aumento de la eficacia de las redes para movilizar información y ayuda, así como aportar contención emocional. Los cambios que sufran las corrientes dependerán de los factores externos y de la historia propia de cada corriente y pueden conducir a la continuidad o a la extinción de los flujos. Argentina tiene experiencia con flujos migratorios que se extinguieron, como los ya señalados procedentes de Europa hacia mediados del siglo XX. La continuidad de un flujo implica la existencia de una comunidad en el país de destino (Bankirer, 2003), retornos de algunos migrantes, nuevas llegadas y mantenimiento de una red de vínculos materiales y simbólicos entre áreas de origen y de destino. En otro lugar (Bologna, 2007) hemos creído conveniente tratar esta etapa como de irreversibilidad de la corriente (Domenach y Picouet, 1987), no en el sentido de la desaparición de los retornos sino, por el contrario, de la cimentación de una comunidad que mantiene relaciones con personas que residen en ambos países –el de origen y el de destino.

La pregunta que se aborda a continuación es cómo cambian, a lo largo del tiempo, los volúmenes, su composición, las uniones –ya sea al interior de las comunidades extranjeras o incluyendo argentinos–, el apoyo que el grupo ofrece para facilitar las llegadas, y la forma que toman estas últimas. Estas preguntas deberán tratarse de manera separada para los tres orígenes nacionales que se consideran, ya que es posible que cada corriente evolucione según una lógica propia.

Los análisis que se presentan a continuación constituyen una primera exploración en perspectiva comparativa de estos tres flujos, a partir de los datos de la Encuesta complementaria de migraciones internacionales (INDEC, 2007), y pretenden aproximarse a responder esas preguntas. Los tamaños de muestra resultantes de las restricciones impuestas (país de nacimiento y período de llegada) no autorizan la generalización de los resultados al total de extranjeros de cada nacionalidad residentes en las áreas seleccionadas. Sin embargo, y dado que por primera vez en Argentina se cuenta con datos detallados sobre hogares con migrantes, los resultados permiten señalar regularidades que se asocian a los cambios que experimentan las corrientes, sugerir tendencias sobre su evolución y orientar líneas de indagación para investigaciones futuras.

 

Distribución de las llegadas entre áreas fronterizas y metropolitanas

Los extranjeros de los tres orígenes considerados que permanecen en Argentina, se componen de personas llegadas en épocas variadas y difieren no sólo según el país de procedencia sino también según el área de residencia. Entre los bolivianos, son mayoría los que arribaron de manera más reciente, opuesto a lo que sucede con los chilenos, cuya mayor parte dicen haber llegado antes de 1980. La distribución de los momentos de arribo de los paraguayos muestra una mayor dispersión, con aproximadamente un tercio de los que llegaron antes de 1969 y otra parte similar en 1990.

Gráfica 3

En una primera aproximación, los bolivianos y chilenos que viven actualmente en Argentina representarían posiciones opuestas. Si bien ambos grupos han mantenido continuidad en las llegadas, comparativamente, los primeros acumulan escaso tiempo de permanencia en el país, mientras que los segundos constituyen globalmente una población con larga tradición de residencia en Argentina.

Sin embargo, no es sólo el origen nacional lo que marca las diferencias. Si las poblaciones de paraguayos y bolivianos se analizan por región de asentamiento con las categorías señaladas más arriba, se encuentran los patrones diferenciados que se muestran en la gráfica 4.2

Se observa, entonces, que en la región de frontera priman, para ambos orígenes nacionales, aquellos que acumulan un mayor tiempo de residencia en Argentina, mientras que en la región próxima a la capital del país, los bolivianos son mayoritariamente recién llegados, y los paraguayos aparecen más heterogéneos reuniendo tanto a llegados en la últimas década como a residentes de larga data.

Gráfica 5

El actual dinamismo de las corrientes de paraguayos y bolivianos –expresado en la continuidad de los arribos– se concentraría en las áreas más metropolitanas del país de recepción, mientras que las ciudades próximas a las fronteras de los respectivos países quedarían relegadas a una posición más ligada a la historia de las corrientes.

 

Los componentes demográficos

Diferente grado de rejuvenecimiento

En el total de encuestados, la población de chilenos aparece como la más envejecida, con una edad promedio de 48.2 años; los bolivianos serían, al momento de la encuesta, los de menor edad promedio, con 38.3 años (véase el cuadro 5). La evolución de las edades según períodos de llegada es, como se espera, decreciente,3 pero las diferencias entre grupos indican que la mayor edad promedio actual de los chilenos no sólo se debe a la reducción de llegadas en los últimos períodos y a la consecuente primacía del envejecimiento de los llegados más temprano por sobre la renovación de arribos, sino también a que los que llegan de manera más reciente lo hacen con un mayor promedio de edad. Si este comportamiento se analiza sobre la mediana4 de las edades, se obtiene el mismo resultado (véase el cuadro 5).

Observando el cambio según la composición por grandes grupos de edades, se encuentra una reducción de la proporción de menores de 25 años a medida que se consideran fechas de llegada más recientes. Este es también un resultado esperado, ya que el peso mayoritario de este grupo entre quienes arribaron antes de 1970, que se verifica para todos los orígenes (véase el cuadro 6), no implica que efectivamente hayan llegado en edades distribuidas en esas proporciones, ya que la mortalidad afectó en mayor medida al grupo de los de más edad, concentrando a los sobrevivientes en los grupos de inmigrantes que habían llegado siendo más jóvenes. Sin embargo, en el caso de los paraguayos, el último período que se considera muestra un incremento de la proporción de llegados con menos de 25 años. Si se quitan los efectos de la mortalidad, este sería un indicador claro de arribos en edades efectivamente menores.

Los chilenos muestran la más acentuada de las reducciones en las llegadas de jóvenes: la proporción baja a menos de 60 por ciento en el último período, como señal del escaso dinamismo de esta corriente migratoria.

Si se observa por separado, entre residentes en regiones próximas a la frontera con los países de origen y la capital del país, se reproduce, de manera atenuada, la heterogeneidad en las edades que muestra el censo: más envejecidas las poblaciones de residentes en las zonas de más antigüedad de la migración para el caso de paraguayos y bolivianos, y diferencias menores para los chilenos. La menor disparidad entre estas edades se explica porque la Encuesta complementaria de migraciones internacionales (ECMI) sólo fue aplicada a hogares residentes en áreas urbanas de las provincias de frontera.

 

Feminización de los volúmenes pero no de los flujos

La población encuestada es predominantemente femenina, carácter que se acentúa entre los nacidos en Paraguay y es mínimo entre los bolivianos (IM = 96.6). Como se ve en el cuadro 7, la tendencia en el tiempo no es definida, y el número de llegados en los diferentes períodos varía levemente en su proporción de varones y mujeres en torno a los valores promedio.

Los índices de masculinidad hallados en la encuesta son menores que los del censo de 2001, probablemente por la especificidad urbana de la encuesta, aunque pueden sospecharse cambios en el período 2001–2004. La comparación de los censos de 1991 y 2001 indica procesos de feminización para los tres orígenes, resultado que no es compatible con la composición por sexos de las llegadas declaradas en la encuesta;5 es decir que las llegadas tendrían un índice menor de feminización que los volúmenes. Esto puede deberse a varios factores: si se tratara de una población envejecida, podrían señalarse los efectos de la mayor mortalidad de los varones, pero puede también suceder que los retornos al país de origen o la continuación de la migración hacia otros destinos afecte con mayor intensidad a los varones. La segunda opción se muestra más verosímil, en la medida en que la inserción laboral femenina –primordialmente en servicio doméstico– parece más estable que la de los varones en la construcción. No es posible identificar si esta situación sucede, ya que quienes retornaron no son captados por la encuesta realizada en el país de destino. Los viajes al país de origen, seguidos de reingresos en Argentina, afectan en una proporción ligeramente mayor a las mujeres. Así, del total de las que viajaron, 47 por ciento regresaron alguna vez. En el caso de los varones, esta proporción fue de 42 por ciento.

 

Endogamia creciente de las uniones conyugales

El patrón de nupcialidad que corresponde a ambos cónyuges nacidos en el mismo país (endogámico) afecta a porciones crecientes de hogares de todos los orígenes considerados, como se muestra en el cuadro 8.

La idea de mercado matrimonial permitiría explicar este comportamiento en la medida en que un mayor volumen de personas del mismo origen facilitaría las uniones dentro de la misma nacionalidad. Sin embargo, esto es válido también para los chilenos, quienes en el último período reducen su volumen. Este giro hacia la endogamia parece ser un rasgo propio de la antigüedad de la corriente y no sólo de la mayor disponibilidad de parejas, como lo confirma la tendencia en la proporción de mujeres en los diferentes períodos.

Dado que el crecimiento de la proporción de hogares constituidos por cónyuges procedentes del mismo país resulta apreciable para todos los orígenes que se analizan, su aumento no resulta coincidente con las variaciones de volumen. Se podría considerar la endogamia como resultado de la disponibilidad de connacionales del sexo opuesto. Desde esta perspectiva, la exogamia de las primeras épocas de las corrientes se explicaría por la dificultad de encontrar pareja dentro de la misma comunidad. Para observar si esto se verifica, correlacionamos la proporción de hogares endogámicos con el índice de masculinidad a la llegada. De este modo, se encuentra que sólo para el caso de los nacidos en Chile la correlación resulta significativa y en la dirección esperada –es decir, negativa–, lo que indica que la reducción del índice de masculinidad (mayor proporción de mujeres) se acompañaría de un aumento en la endogamia. Para los demás orígenes, que son las corrientes más activas en la actualidad, no se verifica una correlación apreciable entre estos dos indicadores.

Por otro lado, es posible que a la endogamia estricta que capta la ECMI (ambos cónyuges nacidos en el país de origen) haya que agregar una forma de endogamia percibida, cuando uno de los cónyuges es extranjero y el otro, aunque nacido en Argentina, es reconocido como perteneciente a la comunidad.6 es lo que probablemente sucede con los paraguayos en Formosa y Posadas, donde la endogamia disminuye para los llegados con posterioridad a 1980 (véase el cuadro 9).

 

Las ayudas recibidas

Los paraguayos muestran una tendencia globalmente creciente en la proporción de quienes dicen haber recibido algún tipo de ayuda al llegar (trabajo, contribución para conseguirlo, dinero o alojamiento) con una leve irregularidad para los llegados en la década de los ochenta, período coincidente con la reducción de inmigrantes paraguayos registrados en el censo de 1991. Entre los bolivianos, contar con ayuda es una ventaja que afecta a porciones crecientes a lo largo de todo el período. Por su parte, los chilenos incrementan la proporción de quienes reciben ayuda hasta 1980 y luego la reducen.

Estas variaciones son consistentes con las de los volúmenes, que se estabilizan y reducen en las últimas dos décadas, en el caso de los chilenos; manifiestan un punto de inflexión en los ochenta para los paraguayos, y crecen de manera sostenida para los oriundos de Bolivia. Aparece así cierta correspondencia entre la evolución de los volúmenes y la proporción de quienes reciben algún tipo de ayuda al llegar.

Resulta difícil señalar una causalidad unidireccional en esta relación, ya que es necesaria una masa crítica de compatriotas mínima en el lugar de origen para tener oportunidad de contar con ayuda y, al mismo tiempo, la disponibilidad de ésta debería aportar al crecimiento del volumen de inmigrantes.

 

Etapas en la llegada e intensidad de los desplazamientos

La proporción de quienes dicen haber vivido en una única localidad desde su primera llegada a Argentina –es decir, quienes llegaron de manera directa al lugar de la encuesta– acusa una tendencia creciente para todos los orígenes considerados. Esta tendencia no se ve afectada por la disminución del volumen (que en el siglo pasado afecta a los paraguayos en la década de los ochenta, y a los chilenos en las dos últimas). La corriente de chilenos es la que muestra la mayor proporción de llegadas directas en el último período: casi 80 por ciento. Esa proporción es menor para los paraguayos (70 %) y más baja aún para los bolivianos (67 %).

En el cuadro 10 se ve un resultado, en parte, esperado: las ciudades de la zona de frontera fueron destino de llegadas directas desde muy temprano y constituyen los puntos de primer acceso al país. Sin embargo, los arribos a la ciudad y partidos del gran Buenos Aires –en donde antes de 1970 menos de un cuarto y un quinto de las llegadas de paraguayos y bolivianos, respectivamente, habían sido directas– crecen hasta alcanzar dos tercios o más luego de 2002. Si en las primeras épocas la capital del país aparecía como destino posterior al primer ingreso por zonas de frontera, en tiempos más recientes es un polo de atracción autónomo, al que pueden dirigirse paraguayos y bolivianos desde sus países de origen sin necesariamente permanecer en localidades intermedias. Para que las llegadas sucedan de este modo se debe suponer que hay, en principio, información suficiente para elegir estos destinos de mejores oportunidades sin etapas tentativas previas.

Las llegadas directas dependen de la disponibilidad de información sobre el destino y las posibilidades de éxito allí. Esta información puede ser provista por lazos débiles (Granovetter, 1973); es decir, no es necesaria una relación de alto compromiso para comunicar acerca de mejores oportunidades en un destino que en otro; la información se "difunde" por canales diversos. Los lazos débiles7 crean puentes entre grupos sociales diferentes, y por ello pueden movilizar información novedosa que no es conocida por el grupo de los más allegados. Por el contrario, la ayuda que se proporciona al llegar, tal como la oferta de trabajo, la vinculación para conseguirlo o, en mayor medida, los préstamos de dinero o el alojamiento, requieren de relaciones más sólidas, de mayor compromiso; en el lenguaje de Granovetter, de lazos fuertes.

Como se vio en el apartado anterior, al reducirse la corriente migratoria hay menos ayuda, pero la información se sigue difundiendo. Quienes llegan en esas etapas avanzadas en la historia de la corriente lo hacen en gran medida con información, pero si los flujos han perdido intensidad, muchos arribos sucederán sin recurrir a la red de ayuda. A esto puede seguir que si los macrofactores (diferenciales económicos, políticos y sociales entre países) lo vuelven conveniente, estarían dadas las condiciones para incrementar los flujos, porque la red de ayuda estaría latente, con posibilidad de activarse cuando sea necesario.

Las gráficas 6 y 7 muestran la evolución diferenciada de estos dos indicadores de los cambios en las corrientes migratorias de los tres orígenes: paraguayo, boliviano y chileno.

Mientras las llegadas directas –que dependen de la información disponible sobre las oportunidades en el lugar de destino– crecen continuamente, la ayuda recibida –que está más determinada por la existencia de compromisos mutuos– varía acompañando aproximadamente a la evolución del volumen de las corrientes.

Para identificar eventuales patrones de cambio de la dinámica migratoria, hemos considerado la pregunta acerca del número de lugares en los que cada encuestado declaró haber vivido al menos un año desde su primera llegada a Argentina. A partir de las respuestas se genera un indicador de síntesis: el número medio de lugares –cada 10 de permanencia– en que la persona vivió al menos un año antes de llegar al lugar donde es entrevistada, lo que permite dimensionar la frecuencia de los desplazamientos posteriores a la primera llegada a Argentina y compararla para los diferentes grupos. De este número de lugares se obtuvo el promedio para cada período de llegada. Como se esperaba, se observa una tendencia decreciente en el tiempo para todos los casos, ya que los llegados de manera más reciente han tenido menos tiempo para ejecutar desplazamientos; es decir, estos promedios corresponden a períodos de diferente duración para los distintos momentos de llegada. A fin de eliminar ese efecto, se toman los cocientes entre las medias del número de lugares y los tiempos transcurridos desde la llegada (aunque lo óptimo sería usar como denominadores los tiempos desde la llegada de cada persona que responde a la encuesta, el formato de la base de que se dispone no permite realizar operaciones sobre casos individuales y se debe usar la aproximación que se señala). Los valores de estos denominadores son aproximados por el tiempo entre el punto medio del período de llegada y el año 2003. El resultado se presenta multiplicado por 10, a fin de hacer más inteligibles las cifras.

Esta medida sintética es luego aplicada a los encuestados procedentes de Paraguay y Bolivia que residen en las diferentes áreas donde fueron encuestados, y a los cuatro períodos de llegada considerados. De esta manera se obtienen los resultados que se presentan en las gráficas 8 y 9.

Una vez estandarizados los valores para poder comparar, se observa que los llegados más temprano promedian un menor número de lugares que quienes lo hicieron en épocas más recientes. Esta variación aparece como un patrón estable, en la medida en que el mismo comportamiento se manifiesta para diferentes orígenes nacionales y distintas áreas de residencia actual; es decir que, independientemente de que se trate de paraguayos o bolivianos y que estén afincados en ciudades próximas a las fronteras o en la capital argentina, aquellos que llegaron antes se desplazan, en promedio, con menor intensidad que los que arribaron últimamente.

El resultado admite dos interpretaciones, de acuerdo con la escala que se considere. En primer lugar, puede suponerse que la dinámica migratoria de las corrientes no ha variado en el tiempo; es decir, que el ritmo con que sucedían los desplazamientos de estos diversos orígenes era idéntico desde antes de 1970 hasta los primeros años del siglo XXI. Bajo esta suposición, la lectura del resultado indica que los migrantes son más móviles en sus primeros tiempos de llegada y viven un proceso de sedentarización a medida que se extiende su permanencia en el país de destino. La movilidad en sus primeros años de arribo a Argentina habría sido equivalente para los que llegaron en los diferentes períodos, y quienes ingresaron en el país en la última década –por hallarse en épocas recientes de su arribo– manifestarían alta movilidad, que también caracterizó, en sus primeros tiempos, a los llegados más temprano.

En segundo lugar, cabe considerar que el cambio afecta a la corriente migratoria como unidad y no a los comportamientos de los individuos. De esta manera, las etapas más tardías de la corriente estarían asociadas a una mayor movilidad, en tanto que los desplazamientos de los pioneros habrían sido más graduales y tentativos.

 

El contexto de los cambios

Los procesos de cambio que acabamos de enumerar suceden en un marco de condiciones fuertemente variables para los países involucrados. Si bien no es posible ajustar modelos que expliquen los desplazamientos como función de variables económicas y sociales de los países de origen y de destino –ya que no se dispone de datos de flujos anuales–, al menos sí es posible ilustrar los avatares sufridos por los países bajo análisis en el período que se considera. A título ilustrativo, mostramos a continuación las variaciones del PIB per cápita, un indicador que más allá de sus deficiencias para reflejar el estado de las economías de los países –y en especial las condiciones de vida de sus habitantes–, resulta útil para poner de manifiesto las variaciones a que se vieron sometidas esas economías; es decir, facilita que se visualice la marcada incertidumbre que afectó a estas poblaciones durante el período.8 Para este análisis no nos interesan los valores absolutos sino las comparaciones entre países, aquellas que pueden constituir factores coadyuvantes de las variaciones de los flujos migratorios (véase el cuadro 11). (cuadro 12)

Sólo Chile y Bolivia manifiestan tendencias crecientes aunque en niveles muy dispares. El primer país, con una política intensa de posicionamiento en la economía global, crece sostenidamente en todo el período, con pequeñas caídas en algunos años de cada década. El cambio neto para los 26 años que se observan es de 132 por ciento (de 2 835 dólares estadounidenses en 1980 a 6 574 en 2006). Bolivia, por su parte, también crece, pero a un ritmo mucho menor y acumula poco más de 60 por ciento de 1980 a 2006.

La situación de Argentina y Paraguay es diferente: ambos caen sustancialmente en el último período, luego de haber tenido un crecimiento importante en la década de los noventa. El PIB de Argentina se reduce 37 por ciento entre 1980 y 2006 (de 7 478 a 4 708 dólares), con enormes fluctuaciones en cada década. En menor escala, es similar el caso de Paraguay, con una pérdida de 15 por ciento (de 1 411 dólares en 1980, a 1 200 en 2006).

Una aproximación a la volubilidad de estas economías viene dada por la observación de los cambios porcentuales en el PIB per cápita, de acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional (véase el cuadro 13). (cuadro 14)

Resulta difícil identificar un patrón de cambio regular, pero sin duda es Argentina el país con mayores disparidades. La década de los ochenta, de crecimiento promedio casi nulo, incluye el año 1986 con crecimiento de siete por ciento, y 1989 con menos siete por ciento. La década de los noventa es, para Argentina, la más positiva. En el último período, en el año 2002, posterior a la devaluación de la moneda local, se tuvo una reducción del PIB de casi 11 por ciento; dos años más tarde se crecía a nueve por ciento.

Por sí sola, esta medida permite vislumbrar el carácter poco predecible de las economías de esta región y la dificultad para establecer una vinculación entre las variaciones en los flujos migratorios y los cambios económicos.

 

Conclusiones

El arraigo que los flujos migratorios muestran en su historia, el proceso acumulativo que los lleva a expandirse involucrando porciones crecientes de población de las áreas de origen, sumado al desequilibrio en los ritmos de crecimiento económico de los países de la región, hacen altamente probable que la evolución futura de la migración procedente de Paraguay y Bolivia hacia Argentina tienda a continuar su incremento.

El cambio sucedido hacia mediados del siglo XX no sólo se dio en la composición de la población extranjera, sino que también se manifestó en la dinámica de las corrientes migratorias que tienen a Argentina como destino. Indudablemente, los desequilibrios entre países constituyen variables explicativas del fenómeno, pero estos desequilibrios no son estáticos. La diferencia positiva respecto de los países que aquí se analizan –que caracterizó a Argentina durante buena parte del siglo pasado– ha perdido intensidad, sobre todo en el caso de Chile, y la evolución de la corriente de ese origen atestigua que el efecto no es neutro.

La organización del mercado de trabajo –más específicamente, de los nichos en que se insertan de manera preferencial los migrantes– muestra cierta capacidad explicativa. Los paraguayos tienen comportamiento diferenciado según sexos, y lo que se visualiza como una feminización de los volúmenes a la luz de los datos censales, es un efecto de la inserción laboral diferente entre mujeres y varones de ese origen. Estos últimos –empleados en actividades vinculadas a la construcción– presentan modalidades migratorias que implican mayor movilidad. Su trabajo depende de la demanda en obras específicas a las que se encuentran vinculados por las redes que proveen de información: cuando se requiere de trabajadores, éstos pueden reclutarse con facilidad desde el país de origen.

Por el contrario, una gran proporción de las mujeres se hallan ocupadas en el servicio doméstico, que es una actividad más estable; supone permanencia por períodos más largos y menos rotación entre empleadores que en la construcción.

Los bolivianos comparten con los paraguayos el trabajo en la construcción pero en menor medida. Para ellos, la agricultura –en pequeña escala pero no de subsistencia– es el nicho principal de inserción laboral. Aunque una parte sea mano de obra estacional, existe un patrón histórico de cambio: la forma en que esta ocupación ha evolucionado en las últimas décadas es comenzando como empleados para avanzar posteriormente a medieros y de allí a propietarios (Benencia y Karasik, 1995). En razón de esto, la demanda de mano de obra es continua y creciente al ritmo de expansión de la producción. Por tratarse de emprendimientos familiares, esta demanda no marca diferencias apreciables entre varones y mujeres, y además se orienta de manera preferencial hacia compatriotas a quienes se recluta en el país de origen.

La relación entre la evolución de los volúmenes, la composición de las llegadas y las modalidades de inserción laboral, sugiere una cierta autonomía de los flujos de paraguayos y bolivianos respecto de las diferencias que miden los indicadores macroeconómicos, políticos y sociales de los países de origen y de destino. La crisis del empleo en los noventa estuvo compensada, desde la perspectiva de las ventajas comparativas, en la sobrevaluación del peso argentino, que condujo a una valorización de los ahorros en divisa y su transformación en remesas hacia los países de origen. La salida de la convertibilidad y el quiebre institucional de 2001 estuvieron acompañados del crecimiento del sector agrícola y de la demanda de trabajadores en los servicios y la construcción en las ciudades del interior del país, cuyo principal ingreso proviene de la producción agroindustrial.

Aparece, así, un fondo de continuidad en estos procesos migratorios. Las redes por las que circulan la información y la ayuda se mantienen activas y se fortalecen de manera tal que se intensifica la sensibilidad de la corriente para reaccionar a cambios en las ventajas comparativas de los países. Como lo señala Zlotnik (1999): "aunque las corrientes migratorias pueden adquirir una cierta inercia en condiciones estables de los países de origen y de destino, también pueden adaptarse rápidamente a las cambiantes circunstancias". El crecimiento de las redes parece ser el camino por el cual la capacidad de adaptación de las corrientes es cada vez mayor. Aún es necesario observar con mayor detenimiento las corrientes migratorias en perspectiva longitudinal para identificar qué elementos cambian de manera gradual en procesos acumulativos, y cuáles lo hacen como respuesta a coyunturas externas. Más precisamente, cuáles son los componentes estables, de evolución aproximadamente predecible, que hacen que el flujo migratorio, como sistema supraindividual, permita a sus integrantes aprovechar del mejor modo los desequilibrios entre países.

 

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Notas

1 Una alta proporción de los bolivianos se ubica en las quintas de producción frutihortícola de la provincia de Buenos Aires (Benencia y Karasik, 1995).

2 Posadas y Formosa para los paraguayos, Gran San Salvador de Jujuy y Gran Salta para los bolivianos.

3 Si la edad a la llegada permaneciera constante en el tiempo, la diferencia de edad entre los llegados más tempranamente y los más recientes sería la diferencia en los tiempos de residencia.

4 El interés en usar otra medida resumen es el de eliminar la distorsión que eventuales valores extremos podrían introducir en la media.

5 El IM del volumen de paraguayos, según los censos, habría pasado de 78.7 a 73.5 entre 1991 y 2001. Por el contrario, el cuadro 7 muestra que en la década de los ochenta habrían llegado 70 varones por cada 100 mujeres, pasando a casi 75 por cada 100 en el período 1990–2003.

6 En las observaciones de campo (Bologna, 2007) se apreció que, al menos entre bolivianos, la consideración de pertenencia a la comunidad iba mucho más allá del haber nacido en un país o en otro.

7 Que, según Granovetter (1973), estarían caracterizados por: rara frecuencia de contacto, escasa intensidad emocional e intimidad, y pocos compromisos de reciprocidad.

8 Otro indicador que podría ser aún más pertinente para la comparación de las condiciones de vida en los países considerados es la tasa de desempleo, pero sus limitaciones lo vuelven inadecuado. En primer lugar, éstas son conceptuales: en la mayoría de los países se mide el desempleo urbano a través de encuestas de hogares, pero la relación con la migración es muy indirecta, ya que muchas de las áreas de expulsión son rurales (por ejemplo en Paraguay y Bolivia). Además, una medida global del desempleo no informa sobre las variaciones en la demanda de mano de obra en nichos específicos, como la construcción, las actividades agrícolas de pequeña escala o el servicio doméstico, que son preferenciales para la inserción de migrantes en Argentina. Por el contrario, esta demanda se informa por redes de contactos de manera puntual.

En segundo lugar, la tasa de desempleo presenta limitaciones metodológicas para la comparación. Señalemos que entre los países que nos interesan, Argentina modificó el modo de medir el desempleo a partir de 2003, con lo que las cifras no son comparables con años anteriores; Chile ofrece totales nacionales; Paraguay limita la información al área metropolitana de Asunción para 1990 y luego ofrece total urbano nacional, y Bolivia presenta su información sobre las capitales departamentales más el Alto. Esta disparidad torna muy inconveniente comparar niveles de desempleo y, más aún, ligar las diferencias con las corrientes migratorias.

 

Información sobre autor

EDUARDO LEÓN BOLOGNA es doctor en demografía por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, y la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de París 5–la Sorbona. Actualmente coordina el programa movilidad Territorial de la Población, del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, y es moderador de la red movilidad internacional de la Población, de la Asociación Latinoamericana de Población (Alap). Entre sus publicaciones recientes se encuentran La reversibilidad en los estadios avanzados de los sistemas migratorios. El caso de Argentina y Bolivia (Córdoba, Argentina, Centro de Estudios Avanzados/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Institut de Recherche pour le Développement/ Copiar), en coautoría con Norma Meichtry y Adela Pellegrino; Migrantes latinoamericanos: El estado de las investigaciones en la región (Río de Janeiro, Brasil, Asociación Latinoamericana de Población, 2008), y Temáticas migratorias actuales en América Latina: Remesas, políticas y emigración (Río de Janeiro, Brasil, Asociación Latinoamericana de Población, 2009). Sus líneas de investigación abarcan el estudio de la migración en el cono sur de América latina, y vínculos entre áreas y remesas.

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