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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.3 no.2 Tijuana jul./dic. 2005

 

Reseña bibliográfica

 

Erotic Journeys. Mexican Immigrants and their Sex Lives

 

Germán Vega Briones

 

Gloria González-López, Berkeley, University of California Press, 2005

 

El Colegio de la Frontera Norte, Dirección electrónica: gvega@colef.mx

 

En este interesante y novedoso libro, Gloria González-López nos presenta un tema poco estudiado por los migrólogos: las prácticas sexuales de hombres y mujeres migrantes mexicanos en Estados Unidos. El libro está conformado por ocho capítulos y un par de apéndices. Acerca del perfil de los migrantes heterosexuales cuyo análisis nos presenta la autora, se señala que las personas que fueron entrevistadas se ubicaban en un rango de edad de entre 25 y 45 años; todos llevaban viviendo en Estados Unidos entre cinco y 15 años; la mitad de la muestra (20 mujeres y 10 hombres) nació en el estado de Jalisco, que cuenta con el mayor número de migrantes con SIDA, y la Otra mitad incluye a individuos que nacieron y fueron criados en la ciudad de México. En total, la autora entrevistó a 60 individuos.

En el primer capítulo, González-López establece las preguntas que guiaron la argumentación de todo el libro: ¿Qué creencias y prácticas sexuales llevaron las migrantes mujeres a Estados Unidos y cómo cambiaron esas creencias y prácticas en el nuevo contexto social? ¿Cómo reformularon su ideología y prácticas sexuales como efecto de las redes sociales, los cambios laborales, los medios de comunicación, la religión y el papel materno? La autora entrevistó tanto a hombres como a mujeres y su centro de atención fueron las parejas heterosexuales. Sin embargo, reconoce que pensar en los varones y en las familias le hizo darse cuenta de que necesitaba aprender y profundizar más acerca de la complejidad de la psicología, la economía, la historia, la cultura y los aspectos sociales vinculados con la construcción de la sexualidad y masculinidad mexicana en conexión con las expresiones sexuales de las mujeres. González-López se confronta a sí misma con el cuestionamiento de algunos varones, quienes al ser entrevistados le preguntaron: "¿Para qué quieres entrevistar a hombres si sólo vas a decir que somos un montón de machos?" Insistir en el machismo de los hombres es algo muy típico que suele hacerse bajo el pretexto de realizar "estudios de género", aunque más bien se trata de estudios feministas, que son cada vez menos utilizados, dado que la nueva perspectiva de los estudios de género va más allá de sólo entrevistar a mujeres y también se incluye el punto de vista de los varones.

Uno de los aspectos interesantes que plantea González-López es el estudio de la virginidad vista como una forma de capital social, a la que visualiza como una construcción social que expresa símbolos públicos. Es decir, la virginidad no es solamente un asunto personal o individual. La investigadora introduce el concepto de patriarcalismo regional, al que considera no monolítico ni generalizable, para explicar cómo las expresiones locales hegemónicas afectan no sólo a las mujeres sino también las vidas sexuales de los varones. Finalmente, señala que si bien Estados Unidos representa la tierra de las oportunidades, también constituye una tierra de amenaza sexual tanto para hombres como para mujeres. Esto lo desarrolla en Otro capítulo del libro haciendo referencia explícita a la necesidad que tienen algunos migrantes de prostituirse por razones económicas, por soledad o por presiones de compañeros de trabajo y de personas que los contratan para trabajar en sus domicilios. La mayor parte de estas últimas son homosexuales, aunque también refiere casos de mujeres que contratan a hombres bajo el pretexto de ofrecerles trabajo cuando en el fondo lo que demandan de ellos es sexo. Algunos de estos migrantes rechazan este tipo de ofrecimientos, básicamente por temor a contraer SIDA, así como por los valores de masculinidad que les hacen resistir, independientemente de que vayan precedidos de más dinero del que podrían ganar en una semana de trabajo. Aquí habría que decir que si bien la autora se interesa prioritariamente por la población heterosexual, dado que sus entrevistas fueron realizadas entre personas originarias de Jalisco y de la ciudad de México, hubiese valido la pena explicar un poco más el asunto de la población homosexual. También le faltó profundizar en las razones por las que los varones están más expuestos al mercado sexual que las mujeres. ¿Acaso no existen mujeres, sin tener en cuenta el sector donde trabajen, a quienes sus compañeros de trabajo o los empleadores les hayan solicitado "favores sexuales"? Esto es algo de lo que el estudio nunca da cuenta. Finalmente, uno de los temas de este libro son los riesgos a los que están expuestos los migrantes mexicanos en el mercado sexual (incluidos pandillas, alcohol, drogas, etcétera). Un acierto de la autora es justificar su trabajo afirmando que el estudio de la migración hasta el momento ha permanecido "desexualizado" o bajo el cobijo de los estudios de salud pública, la psicología y, en general, las ciencias epidemiológicas.

González-López empieza el capítulo dos con parte de una entrevista que resulta sumamente reveladora. Azalea, la entrevistada, comenta:

...trabajo y me sostengo a mí misma, así que no tengo que tener sexo con mi esposo si no lo deseo. Antes de venir a los Estados Unidos, usualmente hacía (sexualmente hablando) lo que mi esposo quería. No tenía más opciones, pero todo eso se acabó (p. 18).

La autora asume que el relato de Azalea desafía la visión común que se tiene acerca de la sexualidad de los latinos (y de los mexicanos en particular). Para González-López la sexualidad es creada y reproducida a través de la vida familiar. La familia es el lugar primario y original del control social, es la institución donde se redefinen y ordenan las políticas de las relaciones de género vinculadas con la experiencia heterosexual de hombres y mujeres, lo mismo que las relaciones amorosas. Por ejemplo, después de la migración una madre puede redefinir su percepción sobre la virginidad y el sexo premarital en la medida en que está educando a sus hijos en un contexto sociocultural distinto al suyo.

En este segundo capítulo se analiza la idea de que las mujeres mexicanas necesitan preservar su virginidad, más allá de las prescripciones religiosas, para poder construirla como un recurso para mejorar sus condiciones de vida. La autora percibe la virginidad como un "capital femenino" que permite a las mujeres incrementar sus oportunidades sociales. Las mujeres también tratan de conservarse vírgenes por razones de respeto. Vale la pena mencionar que detrás de este capital femenino se encuentra entreverada la posibilidad para las mujeres de explorar su "agencia" (poder) sexual, el placer y su autonomía en el nuevo contexto estadunidense.

En el capítulo tres se presentan las experiencias de iniciación sexual de los varones, mostrando no sólo las desigualdades de género sino también la doble moralidad sexual y la rigidez con que se les inculca este principio a las mujeres. De ahí que la autora considere a la virginidad como un capital femenino, en la medida en que al ser vírgenes las mujeres son más altamente valoradas por los varones, particularmente si provienen de una sociedad patriarcal como la mexicana. La autora también da cuenta en este capítulo del miedo que padecen hombres y mujeres ante su primera relación sexual, temor que a su vez es reproducido al interior de sus propias familias.

En el capítulo cuatro se explica cómo la familia —vía la autoridad maternal— constituye una institución que establece y forma creencias y prácticas con respecto a lo que son la feminidad y la masculinidad, el cortejo, el amor heterosexual y la sexualidad en general. Finalmente, González-López recurre a la figura del vestido blanco como un símbolo de la virginidad preservada, símbolo al que considera como un ritual de pasaje que es público, familiar y social.

En el capítulo cinco se discute cómo la vida sexual de los mexicanos es transformada por las condiciones sociales y económicas en el nuevo país, incluidos los peligros sexuales (abuso sexual de menores, SIDA, drogas, etcétera).

En el capítulo seis la autora discute los puntos de vista de hombres y mujeres y sus experiencias eróticas en el contexto de sus conversaciones como miembros de la comunidad migrante.

En el capítulo siete se aborda cómo y por qué las mujeres reformulan sus vidas sexuales (y la manera en que los varones perciben este tipo de cambios) como parte de sus experiencias cotidianas en los nuevos contextos socioeconómicos, caracterizados por el anonimato, la distancia geográfica, un control familiar más suave, las redes sociales y las leyes que protegen a las mujeres y que se abocan a disminuir la violencia doméstica. En su análisis del concepto de estratificación de género, la autora parte del supuesto de que entre mayor autonomía económica obtienen las mujeres, mayor es el poder económico relativo que alcanzan y, por tanto, mayor es su control sobre sus propias vidas. Esto la lleva a plantear que al obtener esta autonomía la mujer está en posibilidad de ejercer control sobre asuntos tales como el matrimonio, el divorcio y la sexualidad y una mayor autoridad en el hogar y en la toma de decisiones (p. 188). Sin embargo, explica que existen limitaciones en este nivel de autonomía ligadas a la construcción de la sexualidad femenina y a factores, como el respeto familiar, que controlan la vida sexual de las hijas. También señala González-López que la obtención de un ingreso y el quedar expuestas al mundo del trabajo bien pudiera empoderar a las madres inmigrantes, transformando, en este sentido, su percepción de la sexualidad y redefiniendo la clase de educación que desea dar a sus hijos en Estados Unidos (p. 190). Lo interesante es que González-López lo mismo encuentra varones que, al menos en el discurso, favorecen la autonomía de las mujeres o relaciones de género más igualitarias, que varones que consideran como un atentado a su masculinidad el hecho de que las mujeres trabajen, "porque empiezan a rebelarse" (p. 191).

La investigadora encuentra a lo largo de su trabajo que tanto los varones como las mujeres provenientes de contextos rurales son más conservadores que los originarios de las grandes ciudades. Aunque también hay excepciones a este hallazgo. Encuentra también que en Estados Unidos algunas mujeres se vuelven más atrevidas en las caricias sexuales y disfrutan de mayor libertad sexual, algo que no a todos los compañeros disgusta. Otras mujeres se consideran más despiertas y con mayor valor para dar rienda suelta a sus fantasías sexuales y compartirlas con sus esposos. Aquí, igualmente, existen hombres que no están del todo de acuerdo con estos puntos de vista, en tanto que otros mencionan una vida sexual más satisfactoria.

En el capítulo final la autora discute cómo los padres y las madres redefinen sus propios significados de la virginidad en la medida en que están educando a una nueva generación en Estados Unidos.

Podríamos concluir diciendo que si algo caracteriza a las distintas personas que González-López entrevistó es la ambigüedad, la resistencia y, en varios casos, la apertura hacia nuevas prácticas heterosexuales. Sin embargo, aun a pesar de la parte dedicada a las fantasías sexuales, queda poco explorada la sexualidad de las y los hijos de las personas entrevistadas. Tampoco queda del todo claro si siempre se entrevistó a ambos cónyuges o si en la mayoría de los casos sólo se entrevistó o a la mujer o al varón. Al libro le hubiera venido bien incluir un cuadro donde apareciera la edad de las personas entrevistadas, su lugar de origen, su estado civil, su nivel de escolaridad, el tipo de trabajo que desempeñan en Estados Unidos y el que desarrollaban en México; quiénes llegaron casados a la Unión Americana y quiénes se casaron en este país, y cuántas hijas e hijos tienen las parejas entrevistadas. Toda esta información hubiera sido sumamente rica para tener una visión más amplia de las personas de las que el libro nos ofrece un pequeño pedazo de vida. Otros trabajos han mostrado que si bien las mujeres ganan autonomía y se empoderan trabajando en Estados Unidos, lamentablemente, cuando regresan o vienen de visita a sus lugares de origen, mucha de esta autonomía se pierde ante la presión de índole patriarcal que aún es fuerte en muchas de las comunidades mexicanas, por lo que, en este sentido, las mujeres viven un retroceso respecto al empoderamiento que habían alcanzado en Estados Unidos. Por Otra parte, suelen ser los propios padres y otros familiares los que les recuerdan a las mujeres migrantes que las cosas en México son diferentes, que no hay un número de teléfono 911 para pedir ayuda ante el maltrato y que las viejas prácticas culturales de sus respectivos contextos siguen dictando lo que es propio e impropio del comportamiento femenino y, por ende, de su sexualidad. También les recuerdan lo que la comunidad espera de ellas respecto a estos asuntos, que para nada son privados, aunque así lo proclamen los discursos y la legislación. Así que todavía falta recorrer una buena parte del camino para conocer más mujeres como Azalea.

 

Información sobre el autor

GERMÁN VEGA BRIONES es profesor investigador en El Colegio de la Frontera Norte. Doctor en sociología por la Universidad de Texas en Austin, se especializa en temas de migración internacional, género y familia. Es autor de "Migración internacional y cambio económico en una zona rural de Jalisco" -en Germán A. Zárate Hoyos (coord.), Remesas de los mexicanos y centroamericanos en Estados Unidos. Problemas y perspectivas, El Colegio de la Frontera Norte/Miguel Ángel Porrúa, 2004- y de "Organizaciones de migrantes guanajuatenses en Estados Unidos" (Papeles de Población, año 10, núm. 39, 2004).

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