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Migraciones internacionales
On-line version ISSN 2594-0279Print version ISSN 1665-8906
Migr. Inter vol.2 n.1 Tijuana Jan./Jun. 2003
Artículos
Las redes sociales de la migración emergente de Veracruz a los Estados Unidos
Mario Pérez Monterosas *
* Universidad Veracruzana
Fecha de recepción: 31de marzo de 2003.
Fecha de aceptación: 17 de junio de 2003.
Resumen
Este artículo examina el proceso migratorio internacional en una región de Veracruz, donde desde mediados de la década de los noventa se ha desarrollado una migración de hombres y mujeres indocumentados que se dirigen a destinos tanto tradicionales como nuevos en los Estados unidos. se utilizan entrevistas abiertas y en profundidad en tres municipios del centro de Veracruz para analizar el papel que juegan las redes sociales en la migración de trabajadores rurales. Estos nuevos migrantes hacen uso de los recursos sociales y económicos que les brinda la pertenencia a redes migratorias de densidad y antigüedad diversas que facilitan el incremento de la migración del Veracruz central a los Estados Unidos.
Palabras clave: migración internacional, redes sociales, regiones migratorias emergentes, Veracruz, Estados Unidos.
Abstract
This article examines the process of international migration in a region of Veracruz. Since the mid-1990s, undocumented men and women have begun migrating from this region to traditional and new destinations in the United States. Analysis based on both open-ended and in-depth interviews in three municipalities in central Veracruz considers the role that social networks play in the migration of rural workers. These new migrants make use of social and economic resources that give them membership in various mature and dense migrant networks, which facilitate increased migration from central Veracruz to the United States.
Keywords: international migration, social networks, emerging emigrant regions, Veracruz, United States.
Introducción1
La migración de mexicanos a los Estados Unidos, con más de un siglo de existencia, tuvo sus orígenes en la región occidente del país, donde han tenido lugar formas de socialización y organización informal que han permitido su desarrollo y mantenimiento. Ésa era una certeza en el proceder del fenómeno migratorio; sin embargo, desde finales de los años setenta del siglo XX tal fenómeno se ha venido redefiniendo de manera gradual y a pasos lentos, rompiendo con el estereotipo de que en el centro y sur del país no tenía lugar un proceso de migración de carácter internacional. En la década de los noventa, el estado de Veracruz emerge con una participación importante en la migración a los Estados Unidos. Los factores económicos han influido en ello, pero también los no económicos.
La gestación y el desarrollo de las redes sociales en la migración temprana, en las diversas regiones de origen de los migrantes veracruzanos, han contribuido a su expansión social y geográfica, engrosando así los flujos de una población heterogénea que dista de parecerse a la que ha migrado tradicionalmente. Con la migración emergente se han formado diversos tipos de redes que brindan ayuda de manera selectiva y excluyente entre algunos de sus miembros, pero que muestran también una organización sólida en relación con los lugares de destino y con el acceso al mercado de trabajo urbano en los Estados Unidos.
La emergencia del fenómeno migratorio internacional en Veracruz y su multiplicación tan acelerada son situaciones que preocupan a las autoridades municipales. El incremento de las muertes en la frontera y las redefiniciones de los tejidos sociales, que se han visto alterados de manera particular en las sociedades rurales, obligan a pensar en la manera de asumir los costos que han implicado, pero en ocasiones ese objetivo rebasa los alcances de quienes tienen en sus manos la elaboración y conducción de las políticas públicas orientadas a reducir los costos de la migración e incrementar sus beneficios.
Con el fin de contribuir en parte a la comprensión de los fenómenos migratorios emergentes en las nuevas regiones de origen, proponemos dar cuenta del papel que juegan las redes sociales en la propagación del fenómeno migratorio, de los recursos sociales que circulan a través de las redes y de la conformación de nuevos lugares de destino en los Estados Unidos. Para ello tomamos como ejemplo el estado de Veracruz, donde en la década de los noventa emergió de manera importante la migración internacional que ha contribuido a redefinir las formas de organizarse y proceder de las sociedades rurales.
Con la utilización de técnicas de investigación propias de la sociología y la antropología, realizamos trabajo de campo etnográfico, aplicamos entrevistas y echamos mano de la observación participante en varias comunidades de reciente contribución a los flujos migratorios con destino a los Estados Unidos, para generar así información que permitiera darle cuerpo al nuevo fenómeno que se nos presentaba.
En la primera parte del trabajo hacemos un recuento de cómo se ha regionalizado al país según diversos enfoques de la migración y analizamos las discusiones originadas por los cambios y permanencias que el fenómeno ha mostrado a lo largo del siglo XX.
Con la perspectiva de las redes sociales, nuestra reflexión se enfoca en cómo se ha abordado su estudio, en su importancia en la perpetuación de la migración internacional y en los recursos que brinda a sus miembros a manera de capital social producto de la interacción entre los actores que participan del fenómeno. Esto ha hecho posible que analicemos la existencia y expansión del fenómeno en el centro de Veracruz, lo mismo que la reconfiguracion de los actores sociales que participan con proyectos migratorios heterogéneos y las nuevas dinámicas que adquiere la vida rural a partir de entonces.
La presente investigación se realizó entre 1997 y 2002. En 1997, mientras escribía mi tesis de maestría en El Colegio de Michoacán sobre el trabajo y las representaciones sociales en la migración de michoacanos a California, durante uno de mis viajes en plan de vacaciones a la capital veracruzana, de donde había emigrado dos años antes, comencé una serie de recorridos de campo por el medio rural del centro de Veracruz para explorar el fenómeno migratorio a los Estados Unidos.
Los recorridos por varias localidades de tres municipios resultaron muy interesantes, pues conforme se incrementaba el número de personas entrevistadas aumentaba la información sobre las personas que se habían ido "recientemente" o que "apenas se empezaban a ir a los Estados Unidos", "porque eso antes no existía". Aplicando la técnica "bola de nieve" fue como identificamos a varios migrantes de retorno o a sus familias, quienes nos pusieron al tanto de cómo se inició el movimiento migratorio en sus hogares.
El trabajo etnográfico fue nuestra principal herramienta para dar cuenta, "desde abajo", de cómo se gestó, desarrolló y mantuvo el fenómeno migratorio internacional en la sociedades rurales. Con el transcurrir del tiempo los "paseos académicos" fueron adquiriendo solidez y formalidad. Desde luego, la magnitud que para entonces (1999-2000) había adquirido la migración en la región central del país y en el estado de Veracruz exigía la formulación de instrumentos que nos permitieran captar información más precisa y ordenada.
Al trasladar mi residencia a Xalapa en 1998, continuamos con la investigación sobre la migración de veracruzanos a los Estados Unidos en cuando menos seis municipios cercanos a la capital, ubicados en la cuenca cafetalera y cañera, que presentaban patrones migratorios muy diversos.
En 1999 reanudé los recorridos de campo y la realización de trabajo etnográfico: el objetivo era realizar entrevistas, observación participante y pláticas informales para informarme cómo había tenido lugar la migración. Hacía énfasis en los aspectos no económicos, especialmente en la formación y madurez de las redes sociales.
Para el 2000, aun cuando el fenómeno migratorio se había extendido en gran medida, seguíamos sin tener cifras confiables de la cantidad de personas que se habían incorporado a los flujos migratorios. Los políticos y funcionarios daban cifras, y aunque no eran confiables, eran las únicas con que se contaba. Un momento coyuntural fue cuando se transmitieron por Televisa las imágenes de un veracruzano ahogándose en el río Bravo. A partir de entonces el gobernador Miguel Alemán mostró interés por la migración y se propuso la creación del Programa Estatal de Atención a Migrantes, que ahora opera también en el nivel municipal y permite un mayor acercamiento con los procesos que la migración ha acelerado y redefinido trastocando los más finos tejidos sociales.
A finales de 2000 realicé entrevistas en Matamoros, Tamaulipas, y en Dallas, Texas, donde también viví y trabajé con veracruzanos de Xalapa, Alto Lucero y Actopan. Con las voces que los migrantes manifestaban antes de salir de su terruño y una vez instalados en escenario norteamericano fui formándome una visión más completa del proceso.
A lo largo de la investigación hemos recurrido a diferentes fuentes de información: censos del INEGI, hemerografia local y regional (con reservas), informes del Consejo Estatal de Población (COESPO) de Veracruz y del Instituto Nacional de Migración, así como avances de investigación de los todavía pocos académicos que se han abocado al estudio del fenómeno.
Las "nuevas" regiones migratorias
Los estudiosos de la migración de mexicanos a los Estados Unidos han regionalizado al país según sus intereses particulares o de acuerdo con las características geográficas y migratorias de los estados expulsores. Las dinámicas migratorias que se presentan a lo largo de todo el territorio de la República Mexicana son muestra de la constante movilidad de las personas a través del circuito migratorio entre México y los Estados Unidos.
El Estudio binacional (Secretaría de Relaciones Exteriores y Commission on Immigration Reform, 1997) divide a México en seis regiones, con base en la distribución geográfica de los lugares de nacimiento de los migrantes a los Estados Unidos según datos de 1992.
1. Estados tradicionales de la región centro-occidente: Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Colima.
2. Frontera norte: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
3. Los estados de Sinaloa, Durango, Nayarit, Zacatecas, San Luis Potosí y Aguascalientes.
4. El Valle de México: Distrito Federal, Estado de México, Querétaro, Hidalgo y Tlaxcala.
5. Los estados del sur: Oaxaca, Guerrero, Puebla y Morelos.
6. El sureste: Veracruz, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo (Secretaría de Relaciones Exteriores y Commission on Immigration Reform, 1997:23-24).
Bustamante propuso en 1998 regionalizar a México también en seis regiones, con base en un estudio de observación y medición de migrantes y deportados captados en diversos puntos de la frontera norte de México entre 1987 y 1996. El indicador en esta regionalización es el destino del flujo de los migrantes de acuerdo con su lugar de residencia en México. Esta regionalización es muy similar a la presentada por el Estudio binacional.
Otra propuesta es la que hace Durand (1998b), que considera los datos obtenidos de la aplicación de la etnoencuesta del Mexican Migration Project en algunos estados del país. Este autor sugiere dividir al país en tres regiones migratorias teniendo en cuenta los cambios generados con la instrumentación en 1986 de la Immigration Reform and Control Act (IRCA).
1. Región histórica (occidente y altiplano central): Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Nayarit, San Luis Potosí y dos entidades de menor tamaño y aporte migratorio: Colima y Aguascalientes (Durand, 1998:106-107).
2. La región fronteriza: Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Sonora y Baja California. A esta región se agregan dos entidades no fronterizas pero que están, migratoria y geográficamente, relacionadas con las anteriores: Baja California Sur y Sinaloa (Durand, 1998:109-110).
3. Nuevas regiones y destinos migratorios: Distrito Federal, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, México, Guerrero, Morelos y Oaxaca.
Cabe destacar que en la regionalización propuesta por Durand no figura el estado de Veracruz, que para los años en que dicho autor hace su análisis (1995) apenas empieza a vivir la presencia del fenómeno migratorio de carácter internacional; sin embargo, al parecer Veracruz cuenta con las características que presentan los estados que conforman la región 3 que plantea el investigador, pues los veracruzanos ya no escogen los destinos tradicionales y se dirigen, sobre todo, al este de la Unión Americana. Esto muestra las dinámicas cambiantes de los patrones migratorios y nos invita a reformular las regionalizaciones de manera constante.
Lozano (2001) ha dividido al país, de manera práctica, en dos grandes regiones para analizar la creciente urbanización del flujo migratorio de México a los Estados Unidos.
A. Región tradicional: comprende los nueve estados que tradicionalmente han sido proveedores de mano de obra migrante: Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas.
B. Región no tradicional, constituida por los 22 estados restantes.
Con la emigración internacional sucedió como con la Revolución Mexicana, que pasó casi como un suspiro por Veracruz mientras rugía en el norte y en el centro del país. Cuando los veracruzanos participaban de manera esporádica y contada en el mercado laboral norteamericano, en el occidente de México y en los estados del norte ya había echado raíces profundas la migración, que se ha constituido en una tradición, en una forma de vida.
En este largo andar por el tiempo y por las geografías parecía que ya sabíamos y predecíamos todo respecto a los flujos migratorios entre México y los Estados Unidos; sin embargo, la realidad nos empuja a ir más allá de las certezas y las características predecibles del fenómeno, para ser más cautelosos y críticos de los patrones migratorios, que se reconfiguran cotidianamente y que actualmente se han masificado y expandido por casi todo el territorio nacional.
La migración de mexicanos a los Estados Unidos tiene ya un poco más de un siglo de vida. En su composición han participado hombres en edad productiva, y en menor medida también mujeres y niños, provenientes de diversos estratos económicos y sociales de diferentes partes del país, pero sobre todo de unos cuantos estados que han logrado establecer una tradición migratoria: Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Zacatecas. Es hasta muy recientemente que se han hecho intentos por regionalizar al país de acuerdo con la dimensión y antigüedad de los flujos migratorios a los Estados Unidos, incorporando a los "nuevos" estados expulsores del centro y sur del país, que han tenido una participación importante desde la década de los setenta del siglo XX.
Actualmente, el fenómeno migratorio se ha extendido con amplitud por "nuevas" regiones de expulsión, tanto rurales como urbanas, que "nos obligan a modificar nuestro estereotipo del migrante como un hombre procedente de las regiones tradicionales" (Goldring, 1992:318). Como bien dice Binford: "La migración se ha extendido como fuego incontrolable por el sur de México" (2002). Los casos más representativos de esta emergencia del fenómeno son el centro de Oaxaca y el sur y centro de Veracruz (CONAPO, 2002).
Pero es pertinente preguntarnos a qué nos referimos cuando hablamos de nuevas regiones o de migraciones emergentes: a la maduración del fenómeno en tiempos cortos, a las características de composición y dimensión de los flujos migratorios que tienen como lugar de origen áreas que anteriormente no habían participado en flujos de larga distancia y de estancias prolongadas. Las migraciones emergentes se refieren a los procesos de movilidad que las conformaron y dan cuenta de la existencia de los patrones migratorios locales y regionales, de corta y media distancia, que han antecedido a los movimientos poblacionales de carácter internacional que han proliferado.
Se aprecian dos momentos:
a. Más allá de las certezas, la caracterización que se hace del fenómeno migratorio ha dejado de tener validez, si bien se había vuelto heterogénea. Como bien apunta Cornelius (1990), desde los años ochenta "la erosión del estereotipo" que teníamos de la migración aparentemente se ha intensificado a causa de las crisis económicas y de la implementación de leyes norteamericanas que regulan los flujos".2 La Ley Simpson-Rodino significó un parteaguas y contribuyó al cambio del perfil de los migrantes, con el crecimiento de la migración de origen urbano y con la modificación del tipo de mercado de trabajo de rural a urbano, además del aumento de la migración de mujeres y niños por motivos de reunificación familiar.
b. La elección de nuevos lugares de destino en los Estados Unidos. La migración cada vez que integra nuevas regiones de origen contribuye a dispersar los lugares de destino, de manera que ahora podemos encontrar a los mexicanos en casi toda la Unión Americana. Aunque tradicionalmente el estado de California había concentrado en promedio 50 por ciento de los migrantes mexicanos, los patrones de migración no eran estáticos, sino que había microflujos de movilidad en el interior del estado, pues se registraba un gran movimiento de población intrarrural, rural urbano y urbano-rural, en busca de mejores salarios y de la seguridad de no ser deportado o molestado por "la migra", pero también se dirigían a Chicago y a otras partes del medio oeste, e incluso a Nueva York (Cornelius, 1990:104-105). Sin embargo, con el paso del tiempo, tanto para los migrantes tradicionales como para los que recién se incorporan, no sólo Nueva York llegaría a ser un destino importante, sino en general los estados de la costa este norteamericana.
Cornelius observa que los orígenes de la migración estaban cambiando desde 1973; en el caso de California la mayoría de los migrantes seguían llegando de Jalisco y Michoacán, pero el flujo también incluía a personas de Baja California, Sinaloa y Guerrero. También encuentra que en 19871988 Jalisco y Michoacán aportaban el 50 por ciento de los migrantes y que el resto lo conformaban seis estados no tradicionales: Distrito Federal, Puebla, Hidalgo, Estado de México, Morelos y Oaxaca (Cornelius, 1990:112-114) (Cfr. Durand, 1998; Goldring, 1992; Lozano, 1998.)
La migración en los años noventa experimentó cambios significativos. Marcelli y Cornelius (2001) presentan algunos de ellos: incremento de los migrantes que se establecieron en los Estados Unidos, diversificación geográfica de los lugares de destino, recomposición del flujo para incluir a más mujeres, participación mayor en mercados de trabajo no agrícola y maduración de redes sociales facilitada por los ya nacidos en los Estados Unidos. Estos autores consideran que la implementación de la IRCA ha influido de manera importante en la reunificación familiar, hipótesis compartida por Frank Bean, Thomas Espenshade y Michel White (citados por Marcelli y Cornelius, 2001).
Por su parte, Durand parece coincidir, en un principio, con algunas de las generalizaciones de Cornelius respecto al incremento de la migración familiar y al aumento de la participación de mujeres y niños, y habla de la presencia de una "nueva fase migratoria diferente a las anteriores", debido al incremento de la migración de origen urbano, y de un resquebrajamiento del patrón tradicional de la migración de retorno, además del cambio en los patrones de residencia de los migrantes y de su mayor perspectiva de movilidad social (1998a:210-212).
Marcelli y Cornelius abren el debate en torno a la continuidad o no de las características de la migración mexicana a partir del cambio de opinión que al respecto hace Durand, pero ahora en un documento escrito a tres manos, en coautoría con Massey y Zenteno (2001), quienes en su estudio afirman que la migración ha llegado a ser más cíclica y urbana, que el lugar de origen sigue siendo el centro-occidente de México y que en la composición de los flujos migratorios siguen dominando los hombres en edad de trabajar. Durand, Massey y Zenteno afirman que la migración ha mostrado una notable continuidad a lo largo del tiempo (tomado de Marcelli y Cornelius, 2001). Pero Marcelli y Cornelius no coinciden con las afirmaciones anteriores y dan una versión diferente, analizando las fuentes estadísticas que los autores utilizan, así como su perspectiva teórica de la perpetuación del flujo migratorio, con argumentos que muestran la debilidad de lo aseverado por Durand, Massey y Zenteno.
Por su parte, Mendoza (2002), en un análisis comparativo entre un estado de migración tradicional: Michoacán y uno "emergente": Veracruz, encuentra patrones similares en la composición de sus flujos, al ser mayoritariamente de hombres, de origen rural y sin diversificación importante. Lozano (2001) también considera que hay una tendencia a la ruralización del fenómeno. Los cambios que Mendoza identifica en Michoacán consisten en que en los años noventa hay una menor tendencia a que los migrantes regresen, mientras que en Veracruz la migración tiene un mayor impacto en la recomposición familiar.
Al parecer, cada nueva oleada migratoria proveniente de regiones no tradicionales busca sus propios cauces para echar raíces en nuevos lugares de destino, adonde llegan en ocasiones a través de una migración escalonada, pues arriban primero a los estados tradicionales para luego seguir el camino "más al norte", al interior de los Estados Unidos, en lugares donde hay menos población latina.
Las redes sociales en la migración a los Estados Unidos
En el fenómeno migratorio internacional inciden múltiples variables, por ello es multidimensional y multicausal. En un principio, las causas estructurales y económicas influyeron en la toma de decisiones de los "norteños"; sin embargo, con el tiempo los factores no económicos también han jugado un papel primordial. En la propagación del fenómeno han influido también la revolución de aspiraciones (Arizpe, 1985), la búsqueda de nuevas formas de vida y expectativas que sólo se pueden realizar trabajando en los Estados Unidos (López, 1996; Portes y Rumbaut, 1995:18), la diferencia salarial entre ambos países (Gamio, 1931; Durand, 1988) y la maduración de las redes sociales que multiplican y sostienen la migración. Con el paso de los años la migración se ha vuelto una práctica vital que se hereda de generación en generación, dando origen a una cultura específica (Durand, 1994), con actitudes tradicionales y costumbres que forman parte de la vida y que se aprenden desde la niñez (Rouse, 1996:251; Díaz, 2002). Pareciera que la migración laboral a Norteamérica, como cualquier otra actividad económica, está orientada socialmente (Portes, 1995).
La sociología económica de la inmigración (Portes, 1995) y la perspectiva de la migración como proceso social (Massey et al., 1987) proponen ver a la migración no con un enfoque económico sino con uno sociológico, para lo cual hacen uso de los conceptos de redes sociales y capital social considerados como "tipos ideales" (de origen inductivo, naturaleza heurística y como guías de investigación científica) (Weber, 1992), en lo que Merton menciona como un nivel de teorización de "mediana escala" (citado por Portes, 2002:127-129).
La migración había venido explicándose mediante teorías económicas que consideraban que los factores que la generaban eran netamente económicos, excluyendo la posibilidad de que otras perspectivas o enfoques emitieran su propia explicación, lo cual era una gran limitante. Por eso Portes y Rumbaut, al igual que Tilly, analizaron la migración como un problema social y consideraron los procesos de asentamiento en los lugares de destino y la pertenencia étnica de los inmigrantes (Portes y Rumbaut, 1995:33-34). Por su parte, Tilly dio cuenta de cómo las redes sociales transformaban las relaciones sociales y creaban nuevos grupos de identidad, solidaridad y desigualdad (1990:86-87).
Debido a las crecientes dudas de la teoría neoclásica para explicar numerosos aspectos de la vida económica, la sociología económica ha tenido un resurgimiento, más interesada en los postulados de la acción económica como socialmente orientada, en el sentido de que la búsqueda del beneficio material obra recíprocamente con otras metas egocéntricas, tales como la búsqueda de aprobación, el estatus y el poder, que dependen de las opiniones de otros (Portes, 1995). Las acciones económicas están orientadas socialmente por las expectativas de una reciprocidad en la que cumplen una función las interacciones sociales. Así, la migración ha tenido un significado social y se ha intensificado debido a las interacciones sociales tejidas entre los actores, los motivos y las expectativas que se generan al estar en relación con migrantes activos o de retorno, a partir no sólo de relaciones cara a cara sino también de relaciones determinadas por los medios de comunicación y por formas modernas de transmisión de imágenes y mensajes. Esto es lo que Weber llamaría la "conducta íntima", en la que las acciones están orientadas por las acciones de los otros (1992:18-19). La migración toma cuerpo en las acciones sociales individuales y colectivas, vistas como un proceso que se construye socialmente y se genera por diversas acciones con sentido subjetivo en un marco de intencionalidad, acciones que tienen un sentido propio dirigidas a la acción de los otros (Weber, 1992:19). Las interacciones de los sujetos sociales cristalizan en las redes migratorias que han permitido la permanencia de la migración en las comunidades rurales del centro de Veracruz y el incremento de su flujo con destino a Estados Unidos (Pérez, 2001).
Por su parte, Massey y colaboradores propusieron en 1987 analizar la migración como un proceso social en el que juegan un papel importante las redes sociales y los capitales social y humano como elementos que permiten perpetuar y autosostener el proceso migratorio internacional.
La migración de mexicanos a los Estados Unidos tiene ya una larga data. Desde hace más de un siglo se presentan flujos de carácter laboral desde el occidente de México, como resultado de un proceso social dinámico y complejo que ha introducido cambios en los ámbitos individual, familiar y comunitario (Massey et al., 1987; Durand, 1994; Cardoso, 1980; Wiest, 1977). Massey et al. consideran que la migración genera más migración a lo largo del tiempo mediante un poderoso impulso de automantenimiento (1987:3-4).
Aunque la migración tiene fundamento en los cambios estructurales de los lugares de origen y de destino, al iniciarse el fenómeno desarrolla una infraestructura social que hace posible convertir el movimiento originalmente económico en un fenómeno permanente y masivo. Es decir, las causas que originan la migración no son las mismas que lo sostienen (Mines, 1981; Massey et al., 1987).
La constante interacción inherente a la migración entre México y los Estados Unidos da paso a la formación de un circuito migratorio por donde circulan personas, bienes, dinero, información e ideas, de manera que con ella se crean vínculos sociales entre las comunidades de origen y las de destino hasta formar diversas redes que permiten disminuir los costos sociales y humanos que el fenómeno implica. La multiplicación de estas redes fomenta más migración (Mines, 1981; Wiest, 1977), la cual afecta las motivaciones individuales, las estrategias familiares y las estructuras de la comunidad. La migración se organiza de manera social e informalmente con base en las interacciones de los actores, migrantes o no migrantes, y se extiende en el tiempo, convirtiéndose de fenómeno aislado en masivo, en el que se incluye o excluye la participación de unos y otros.
Las redes sociales pueden ser definidas como un conjunto de nodos y actores fuertes y capaces unidos por relaciones sociales o vinculados de forma específica. La capacidad de los actores puede incluir información, avisos, amistad o intereses de relación y, típicamente, algunos niveles de confianza (que puede ser relacional o estructural) (Castilla et al., 2000:219).
Las redes son lazos que vinculan comunidades remitentes y receptoras, nexos que unen a migrantes y no migrantes en un entramado de relaciones sociales complementarias y de relaciones interpersonales que se sostienen gracias a un conjunto de expectativas recíprocas y de conductas prescritas. Estas redes pueden estar basadas en el parentesco, el paisanaje o la amistad, y se refuerzan con la interacción regular de las agrupaciones sociales (Massey et al., 1987:140). Las redes tienen puntos nodales en uno o varios lugares de los Estados Unidos, funcionan como articuladoras de la migración y con el tiempo pueden cambiar los lugares de destino. Los miembros de las redes proporcionan a los nuevos migrantes información, ayuda económica y moral, y apoyo para conseguir trabajo (Levitt, 2001; Kearney, 1996; Pérez, 2001).
En la actual teoría del capital, en contraste con la teoría clásica de Carlos Marx, se plantea el concepto de capital social, que se ubica en una red social y refiere a la cantidad y calidad de recursos3 que un actor (individuo, grupo o comunidad) puede usar o al que puede acceder (Lin, 2000). En el fenómeno de la migración es importante la clase de recursos (de capital social) que son válidos para los migrantes según sus condiciones de vida, además del contexto social en el que los migrantes viven y su posición social, que determinan la cantidad y calidad de los recursos que para ellos son válidos, pero también cuenta la habilidad de los migrantes, su obligación y reciprocidad (Menjívar, 2000:149).
Hay diversas definiciones del capital social. Coleman lo define como el proceso por el cual se establecen relaciones humanas que actúan como recurso para la cooperación económica. Las relaciones sociales están basadas en redes sociales que pueden ser densas o difusas (1988). Según Portes, el capital social refleja la capacidad de los individuos para poner orden, por virtud de su membresía a una red o a amplias estructuras sociales, cuando los recursos (por ejemplo, las oportunidades de empleo) escasean (citado por Wilson, 1998).
Bourdieu define al capital social como la suma de recursos, actuales o potenciales, que posee un individuo o grupo como parte de una red duradera de relaciones, conocimientos y reconocimientos mutuos más o menos institucionalizados; esto es, el capital social es la suma de los capitales y poderes que semejante red permite movilizar (Bourdieu y Wacquant, 1995:82). El volumen del capital social que una persona posee depende del tamaño de la red a la que pertenece y que puede movilizar y del volumen de otras formas de capital (económico, cultural) que cada uno de sus contactos tenga (Bourdieu, 1986:249).
Para Massey y colaboradores, en el proceso migratorio el capital social se incrementa con la incorporación de nuevos migrantes y se acumula en proporción directa con el capital humano en forma de experiencias y aprendizaje en la sociedad que recibe al migrante en sus redes (1987:150). Según la teoría de los recursos sociales (relaciones y redes sociales), el capital social sirve para acceder a la movilización de recursos personales4 o sociales. El capital social es de utilidad instrumental para los migrantes, que mediante estos recursos5 se movilizan y circulan a través de las redes sociales. La utilidad del capital social está en proporción de los capitales que se posee, de la fortaleza de esos capitales y de la densidad de los vínculos (Lin, 1999), pero las redes también lo generan (Wilson, 1998).
Las relaciones sociales crecen y pueden dar a los migrantes un capital social del que pueden valerse para iniciar una carrera migratoria (Massey et al., 1987:150). Las redes pueden ser una fuente importante de poder y de influencia, ayudan a transmitir información y conocimientos entre los diferentes actores y producen innovación (Castilla et al., 2000:222).
La emergencia de la migración internacional en Veracruz
A lo largo del siglo, Veracruz ha ido perdiendo de manera gradual su importancia como estado receptor de inmigrantes para convertirse en expulsor, primero por migraciones intraestatales y nacionales de jornaleros agrícolas, luego por la migración del sur del estado a la frontera norte y, finalmente, por la migración de origen urbana y rural con destino a los Estados Unidos. Esto nos da una idea de lo difícil que es entender los procesos migratorios que se realizan en el estado.
La migración internacional en Veracruz es prácticamente nueva. Por las características que presentan la dimensión y la composición de sus flujos, el estado pertenece a la región del sureste, junto con Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. En conjunto, esta región contribuyó en 1996 con 2 por ciento de la migración total de mexicanos a los Estados Unidos (Secretaría de Relaciones Exteriores y Commission on Immigration Reform, 1997). En esta baja participación al flujo migratorio destaca Veracruz, "de donde provienen la mayor parte de los migrantes" que entre 1987 y 1996 eligieron como destino Texas, con 56.5 por ciento; California, con 24.2 por ciento, y Florida y Nueva York, con 1 y 3.5 por ciento (Bustamante, 1997).
En 1992, de los 12 578 migrantes de retorno mayores de 15 años provenientes de la región sureste que la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF)6 captó en la frontera, 5 561 eran veracruzanos, de los cuales 81 por ciento eran de procedencia rural (Lozano, 1998). Esto indica la mínima participación del área en la migración internacional; pero esta situación cambió de manera acelerada a lo largo de la década, llegando a una situación crucial en el último quinquenio. Las entidades que han presentado una pérdida neta de población entre 1995 y 2000 son el Distrito Federal, Guerrero, Veracruz y Oaxaca. En el caso de Veracruz, la tasa de crecimiento promedio anual entre 1990 y 2000 fue de 1.05 por ciento, mientras que en el periodo 1995-2000 tuvo un descenso de 0.6 por ciento, el más drástico después del registrado por Durango, Zacatecas y el Distrito Federal (CONAPO, 2002). En ese quinquenio Veracruz registró un saldo neto migratorio de 800 mil personas que salieron del estado (COESPO, 2002), aunque según los datos del CONAPO fueron sólo 400 mil. En el 2000 el gobernador Miguel Alemán reconoció que entre 1997 y 1999 "más de 200 mil personas habían salido del estado, un promedio de 66 mil por año, con destino a las ciudades medias y grandes ubicadas en la frontera norte y a los Estados Unidos" (Diario de Xalapa, 18 de febrero del 2000). La baja productividad en el campo como resultado de la migración afectó directamente a la sociedad, ya que "45% de la población en edad de trabajar emigra para explorar nuevos mercados de trabajo en diversas regiones del estado, del país e incluso del continente, considerando la existencia de diversos flujos migratorios con destino a Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica" (Segundo Informe de Gobierno, 2000).
Lo que se hizo evidente a nivel microsocial fue la pérdida de población económicamente activa en las áreas rurales y las quejas, tanto de los empresarios rurales como de los políticos, por la falta de mano de obra para levantar las cosechas de café, caña y cítricos. Sin mencionar la fuente de información utilizada, la dirigencia estatal del Partido de la Revolución Democrática llegó a decir que 200 mil veracruzanos habían abandonado el estado, mientras la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras hablaba de 600 mil (Rodríguez, 2000:2). Lo que sí quedó claro fue que la migración emergente a la frontera norte y a los Estados Unidos incluyó a miles de campesinos y habitantes de las ciudades de todo el estado desde 1995, en un movimiento que tuvo un incremento considerable en 1999.
Hay que apuntar que Veracruz ha venido escalando posiciones en la tabla de los estados que más contribuyen con población migrante a los Estados Unidos: en 1992 se ubicaba en el lugar 30, para 1997 pasó al 27, en el 2000 ocupó el lugar 14 y en 2002 llegó a su nivel más alto, ubicándose en la cuarta posición. Como podemos ver, aunque el estado ha tenido una participación ascendente, hasta el momento el conocimiento que se tiene respecto a las características del fenómeno es limitado. La encuesta anexa al Censo de Población y Vivienda del 2000 ubica a Veracruz como el quinto expulsor de migrantes hacia los Estados Unidos, contribuyendo con 4.88 por ciento del total nacional, lo que significa que al menos entre 1997 (último levantamiento de la ENADID) y el 2000 el estado "ganó" 10 posiciones.
La creciente participación de Veracruz en la migración también se reflejó en las remesas económicas que captaba. Telecom calcula que en 2002 se recibieron 200 millones de pesos, 70 millones de los cuales tuvieron como destino las áreas urbanas y 130 las zonas rurales, lo que posicionó al estado en el quinto lugar como receptor de dinero proveniente de los Estados Unidos, después de los de amplia tradición migratoria, como Michoacán, Guanajuato, Zacatecas y Oaxaca (Política, 5 de marzo de 2002).
Redes sociales y migración en el centro de Veracruz
Para entender la presencia de la migración internacional en Veracruz es necesario puntualizar que tradicionalmente el estado había sido caracterizado como de atracción de migrantes. Desde principios del siglo pasado, oriundos de Michoacán, Jalisco y Guanajuato eran contratados para trabajar en los campos cañeros, y posteriormente gente de Hidalgo, Tlaxcala y Puebla hicieron lo mismo. Esto permitió a los veracruzanos el establecimiento y la recreación de vínculos con la gente de esos estados, procedentes tanto de regiones de amplia tradición migratoria a los Estados Unidos como de zonas de reciente incorporación. Fue de esta manera que se tejieron las redes en las que los veracruzanos se insertaron y donde hicieron uso del capital social y accedieron a los recursos que redujeron los costos sociales y económicos que su participación implicaba. Otra vía de acceso a la migración internacional fue la que construyeron unos cuantos veracruzanos que salieron del estado a mediados del siglo XX para trabajar en la ciudad de México y en Puebla, donde se contrataron en el Programa Bracero, que después compartieron su experiencia con sus paisanos invitándolos a migrar.
Las redes que han originado y desarrollado los veracruzanos tienen cierta centralidad, pero también conectan a lugares muy dispersos y variados de los Estados Unidos. Incluso, en un mismo municipio podemos encontrar la presencia de flujos tan heterogéneos que nos impiden dar una explicación generalizada de la presencia y maduración del fenómeno en el estado. Hay migrantes que, siguiendo la lógica estructural de las redes migratorias, se establecen temporal o definitivamente en estados de destino tradicionales, como Texas, Illinois y California. Pero también hay quienes se han insertado en redes que los llevan a nuevos lugares de destino, ubicados en la parte este de la Unión Americana, que reciben tanto a migrantes veracruzanos recién llegados a los Estados Unidos como a aquellos que habían estado en Illinois o Texas y luego decidieron ir a Nueva York o Carolina del Norte.
Los "nuevos destinos" de los nuevos migrantes del Golfo de México son principalmente Florida, las Carolinas, Georgia, Distrito de Columbia, Wisconsin, Indiana y Nueva York. Allí han empezado a establecerse aprovechando los nichos laborales, los vínculos sociales y personales, y los enclaves étnicos que han facilitado su socialización y creado las condiciones propicias para que sigan llegando más paisanos.
La "nueva" migración veracruzana muestra patrones de movilidad geográfica especializados. Los migrantes eligen como lugares de destino los determinados por las redes, de manera tal que ya existen concentraciones importantes de población de una misma zona de origen en un mismo lugar de destino. De allí que en los Estados Unidos "se forman pueblos similares a los de aquí (en México)", y con el transcurso del tiempo se han ido formando "comunidades hijas": Landero Chiquito en Chicago, Tres Vallitos en Kansas, los Tuxtlas de Florida, el Actopan de Oak Cliff (Texas), el Yecuatla de De Kalb (Illinois), el Veracruz de Illinois y el Otates de Atlanta (Georgia). Estas conformaciones siguen el patrón que han establecido los migrantes de otras nacionalidades: los cubanos en Little Havanna, los chinos en Chinese Town, los árabes en Michigan y los bosnios y sudaneses en Iowa (Portes y Rumbaut, 1995). Las comunidades hijas se forman cuando "las redes sociales migratorias se originan en una comunidad corporativa localizada espacialmente y delimitada socialmente" (Kearney, 1996:118). En Veracruz se han identificado redes migratorias con diferentes niveles de desarrollo. En un principio su formación fue lenta y con destinos especializados, pero con el tiempo presentan un crecimiento más acelerado y ramificado en la medida en que los migrantes se afianzan en el lugar de destino (cfr. Massey et al., 1987:161).
Las redes migratorias crean vínculos entre los lugares de origen y de destino, un movimiento circulatorio entre comunidades espacialmente demarcadas (Rouse, 1996:251). El fenómeno de que un punto geográfico sea atractivo para los migrantes de una misma región y que la mayoría de los paisanos recurra a él ya había sido observado en las regiones migratorias de mayor tradición, cuyos emigrantes se dirigen a California y han creado redes que son determinantes en su viaje hacia ese estado (Cornelius, 1990:107).
Las redes sociales brindan apoyo económico y moral. Es una forma de organización social informal que permite establecer el intercambio de los recursos que necesitan los miembros de la organización (Lomnitz, 1994:252). A través de ellas se obtiene apoyo económico del migrante ya establecido para pagar los servicios de un "coyote", así como para solventar los gastos de vivienda, alimentación, ropa, etc., y sobre todo apoyo para conseguir trabajo (López, 1996; Massey et al., 1987; Durand, 1994). Las redes reducen los costos sociales y económicos que la migración implica; ayudan a contrarrestar los miedos y la incertidumbre, y facilitan la integración con la convivencia en una cultura similar (López, 1996:28; Yáñez, 1996:171).
Mediante las redes se trazan las rutas geográficas, se determinan los enclaves laborales y se proponen normas implícitas que garantizan la perpetuación de la migración, aunque los migrantes no estén del todo convencidos del lugar al que llegan, del trabajo que les consiguen o de las reglas que rigen en el hogar al que arriban.
Las redes sociales en el centro de Veracruz
La migración internacional que se presentó de manera emergente y acelerada en Veracruz a partir de 1995 tuvo su origen en las áreas rurales ubicadas en el centro del estado, donde se conformó un "corredor migratorio" integrado por 15 municipios7 (Pérez, 2001). Esta información, recopilada en recorridos de campo, se verificó con los datos del censo del 2000, que mostraban al centro y sur de Veracruz "con una cada vez mayor propensión migratoria, que se está transformando en una zona de expulsión a los Estados Unidos" (CONAPO, 2002). Los municipios del corredor, colindantes entre sí, estaban agrupados no sólo en torno a la geografía, sino también en relación con el tipo de producción agrícola, pues fueron las zonas cafetaleras y cañeras las principales expulsoras de hombres. Con el transcurso del tiempo se han ido incorporando cada vez más municipios y actualmente la migración se ha extendido a prácticamente todo el estado.
En el corredor migratorio se han identificado redes que vinculan a uno o varios destinos. Los municipios de Colipa, Misantla, Yecuatla, Landero y Coss, Chiconquiaco, Miahuatlán, Acatlán y Alto Lucero expulsan gente a la ciudad de Chicago y al suburbio de De Kalb, en Illinois; los de Jilotepec y Actopan se dirigen a Nueva York; de Emiliano Zapata salen para Washington, D.C.; de Puente Nacional y Paso de Ovejas, a las Carolinas y Texas; de Úrsulo Galván, a Nueva York y California; de Actopan y Alto Lucero, a Dallas, Texas, y de Otates, a Atlanta, Georgia.
Entre los motivos que los hombres y mujeres del campo veracruzano argumentan para su incorporación a los flujos migratorios se encuentran traslapados los factores económicos y sociales. La falta de empleo y los bajos salarios son los principales; pero también hay quienes decidieron emigrar por ser parte de una red familiar y de paisanaje, o bien por cumplir el deseo de "conocer" y comprobar que es verdad lo que se dice de los Estados Unidos. Lo cierto es que, si bien las decisiones se toman individualmente, están influidas por las narraciones y la invitación que se les hace a las personas para irse al norte.
Pertenecer a la red, tener un hermano o familiar integrado al flujo, ha facilitado, impulsado y desencadenado la migración. Este hecho es idéntico al que se presenta en el inicio de la migración de origen catalán a los Estados Unidos (Yáñez, 1996). La migración de retorno, aunque mínima, pues hay quienes después de cuatro años de iniciado el proceso migratorio no han vuelto a México, también ha influido para que cada vez más miembros de la familia o amigos, que no necesariamente viven en el mismo municipio o estado, decidan emigrar.
Las personas que quieren emigrar encuentran cada vez menos obstáculos, pues se ha generado y socializado un conocimiento específico sobre el fenómeno que facilita su desarrollo. La reconversión de los actores del campo es muy evidente en cuanto participan en el mercado laboral norteamericano: los campesinos que se volvieron migrantes luego devinieron "coyotes", y el capital humano y social acumulado ha hecho posible que cierta gente practique el tráfico ilegal de personas en regiones específicas. Había quienes, en un principio, sólo brindaban información y ayuda en la recepción de los paisanos a cambio de módicas sumas de dinero y se sabía de los que traspasaban su empleo en los Estados Unidos a sus conocidos y familiares a cambio de 500 o mil dólares, e incluso de quienes ofrecían información respecto a algún trabajo si les daban 100 o 200 dólares (entrevista, Manuel8/MP/Dallas, 2000).
Así se inició un proceso de "comercialización del conocimiento" que se fue ampliando, y ahora el servicio de los "coyotes" incluye el cruce de la frontera o llevar al migrante hasta Dallas o Chicago. El servicio es realizado por individuos solos que, en su afán de obtener "dinero fácil", ponen en práctica el capital social y humano producto de su experiencia migratoria y que sin contar con la infraestructura necesaria se aventuran en el negocio de traficar con indocumentados, sobre todo desde su región de origen.
Los costos del servicio que ofrecen los "coyotes" han ido variando. Entre 1995 y 1997 oscilaban entre mil y 1 500 dólares, pero quizá la gran demanda hizo que los precios se incrementaran hasta llegar actualmente a los 2 500 dólares. Cuando se trata de cruzar a los niños hay mayor garantía en la seguridad del viaje y que pasarán por la línea, pero el precio aumentará a tres mil dólares. El pago se hace en dos partes: un anticipo de 50 por ciento en México y el resto una vez que el migrante es "entregado" a sus familiares o amigos en los Estados Unidos.
El incremento del capital humano y social relativo a la migración y al cruce de la frontera ha permitido la emergencia de nuevos actores en el medio rural, como lo muestra el siguiente ejemplo: "En un principio Juan consiguió coyote en la frontera; luego usaba los servicios de un coyote, 'el mero tigre' del municipio vecino de Miahuatlán; pero luego el mismo Juan se volvió coyote, y empezó a ofrecer sus servicios en la localidad y en los municipios vecinos" (entrevista, Doña Lupe/MP/Landero y Coss, 1999). Juan no sólo dejó de usar los servicios del coyote de Miahuatlán, sino que ahora representa una competencia. Así, muchos "coyotes" aparecieron en la región y cada cual tiene sus propios clientes y formas de funcionamiento.
El incremento del capital relacional posibilita que los migrantes y sus familiares, después de la acumulación de capital social y cultural, ofrezcan sus servicios como "coyotes", pero dentro de una red internacional de tráfico de indocumentados que opera con la infraestructura necesaria en un espacio geográfico que vincula las áreas rurales veracruzanas, la frontera norte de México y diferentes estados de la Unión Americana.
En los municipios de Alto Lucero, Xalapa y Actopan es muy conocida "Doña Carmen". Esposa de un migrante hoy convertido en "coyote", ambos contratan camiones para llevar a los migrantes a la frontera de Naco, Sonora, donde poseen la Posada Veracruz; ahí los mantienen por días o semanas, dependiendo de la situación que impere en la frontera, para luego internarlos a los Estados Unidos y llevarlos a la Posada Veracruz de Phoenix, Arizona, de donde los trasladan en avión o amontonados en "vans" (camionetas) a los diversos lugares de destino. Estos "coyotes" se han vuelto muy populares en la región, y se han hecho de una gran clientela porque dan un promedio de tres meses para que se les liquide la cuenta y por el buen trato que brindan a los migrantes (entrevista, Doña Concha/MP/Actopan, 1999).
En los últimos años se ha hecho evidente la emergencia y expansión de servicios específicos ligados a la migración internacional: los "coyotes", la telefonía y el fax rurales, los materiales de construcción, la recepción de remesas, los nuevos destinos para el transporte nacional y para los vuelos internacionales que salen del puerto de Veracruz, todo ello para cubrir las demandas de los migrantes y sus familiares, además de que dejan jugosas ganancias.
Las remesas se reciben en negocios o instituciones especializadas, como Western Union-Elektra y Telecom, pero también en establecimientos menos organizados, que operan en mercerías o tiendas de abarrotes ubicadas en determinados municipios y ciudades de alta incidencia migratoria. Estos servicios dotan de mayor dinamismo a pueblos o municipios que habían dejado de tener importancia comercial y de servicios, por lo que ahora el fenómeno ha contribuido a que se vuelvan nodos centrales en las dinámicas económicas y sociales de las sociedades rurales y urbanas. En estos nodos comerciales cotidianamente se hace patente la publicidad en la prensa escrita y en la radio invitando a los familiares de los migrantes a realizar sus compras e inversiones, o bien a recibir las remesas, en determinados negocios. Se hace evidente así lo que parece ser un mercado cautivo que pronto ha rendido frutos al sector empresarial.
También se ha presentado el caso de migrantes originarios de San Luis Potosí o de Durango, residentes en los Estados Unidos o con green card, que ofrecen el servicio de mensajería, llevando y trayendo mercancías de gran aprecio para los veracruzanos y sus familias. Este ejemplo ha sido imitado y actualmente hay varios pueblos veracruzanos que ya cuentan con su propio "mensajero", quien se mueve por los hilos de la red llevando y trayendo mensajes, dólares y bienes, por encargo y pago de los familiares de ambos lados de la frontera.
Conclusiones
La incorporación de nuevas regiones y la participación de estados emergentes en el fenómeno migratorio que ocurre entre México y los Estados Unidos han traído consigo cambios significativos, que se captan y se aprecian de manera diferenciada de acuerdo con la perspectiva del análisis y con los instrumentos de medición empleados. La inserción y redefinición de los nuevos actores de la migración de los años noventa ha dado lugar a nuevas discusiones y regionalizaciones, pero también nos conduce a replantear los acuerdos para hacer frente a una realidad tan cambiante.
La emergencia del fenómeno migratorio internacional en el estado de Veracruz ha sido significativa en los ámbitos social, comunitario y familiar, y ha propiciado la generación de algunos procesos sociales y la aceleración de otros. En el centro de esos cambios está el logro de metas o de condiciones de bienestar que en otros tiempos requería años o décadas de trabajo, y que una vez inmersos en el fenómeno migratorio los migrantes han conseguido en tan sólo un quinquenio.
La migración ha traído mayor dinamismo económico y social a municipios o ciudades que lo habían perdido. Por ella se han abierto negocios vinculados con las remesas para servir a los migrantes y sus familias. También ha redefinido la función de los que se quedan, los que se van y los que retornan, inmersos en las redes sociales que facilitan la migración.
Hemos encontrado algunas características que nos parece importante destacar, sin que esto signifique que los patrones migratorios en el estado sean homogéneos o que muestren una tendencia en un solo sentido.
La migración internacional en Veracruz, compuesta por flujos heterogéneos, se presenta de manera importante entre 1995 y 2000. Lo mismo la conforman hombres jóvenes y adultos que mujeres y niños. En tan sólo un quinquenio el fenómeno apareció y se llevó una parte considerable de la población en edad productiva, en un proceso acelerado que trastocó rápidamente a la sociedad.
Algunos de los hombres y mujeres que se fueron en esos años aún no han regresado, lo que indica poca recurrencia a la migración de retorno, y al parecer existe la tendencia a la reunificación familiar en los Estados Unidos.
Encontramos una mayor presencia de las mujeres en los flujos migratorios. Después de un año o dos de que el esposo emigró, la mujer "se fue a alcanzarlo", en ocasiones sola, pero casi siempre acompañada de los hijos. El motivo principal es la reunificación familiar, pero también el deseo de la mujer de incorporarse al mercado laboral norteamericano. Hay madres y mujeres solteras que se van solas con la finalidad de conseguir un empleo de tipo urbano.
La mayor parte de los migrantes son de origen rural, pero sus redes se han ampliado hasta llegar a sectores de las sociedades urbanas. Los migrantes que encontramos son de origen campesino; muchos de ellos no poseen tierras de cultivo, y cuentan con una amplia experiencia de trabajo como jornaleros. También han vendido su fuerza de trabajo en los campos agrícolas del país, e incluso en el sector de los servicios, en la industria de la construcción y como obreros en las empresas del puerto de Veracruz, Xalapa, Puebla y la ciudad de México.
La nueva migración ha llevado a los veracruzanos, no sólo a los estados tradicionales de destino en los Estados Unidos, sino también a muchos lugares de la costa este. Al parecer, los nuevos migrantes no se emplean ya en actividades agrícolas, sino en las propias del medio urbano: los servicios y las fábricas.
Para insertarse en los flujos migratorios, los veracruzanos hacen uso de las redes sociales, entre las que destacan las de tipo familiar y de paisanaje. Identificamos tres tipos de redes en la migración emergente:
1. Redes densas, formadas principalmente por vínculos familiares cercanos (padres, hermanos, tíos, hijos), que han mostrado un buen funcionamiento y ofrecen una gran cantidad de recursos sociales para reducir los costos sociales y económicos de la migración.
2. Redes difusas, constituidas por amigos y paisanos, entre quienes hay menor interacción. A estas redes se recurre menos que a las redes densas. Las relaciones entre sus miembros son menos solidarias y afectivas, además de que geográficamente son más distantes.
3. Sin red. En la migración de inicio, muchos migrantes no cuentan con amigos o familiares que los vinculen a las redes densas o difusas, por lo que se "aventuran" a realizar el viaje solos, con la expectativa de hacerse de un amigo en el camino o de encontrar un "coyote" en la frontera que no sólo los interne a los Estados Unidos sino que los ayude a encontrar trabajo. Aunque estos migrantes se van solos, sin tener ningún contacto, finalmente terminan atrapados en una red de coyotaje de la ciudad de México o de alguna ciudad fronteriza.
Las redes sociales no son totalmente armónicas. Presentan desajustes y son selectivas y excluyentes, lo que genera disfunción entre sus miembros. Pero han sido un factor importante en la gestación y desarrollo de la migración internacional en un estado que sólo recientemente ha contribuido a los flujos migratorios de corte internacional.
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1 En la realización de este trabajo, deseo agradecer el apoyo logístico de Virginia Ramírez y los comentarios de dos dictaminadores anónimos de Migraciones Internacionales.
2 La Immigration Reform and Control Act (1986) y la Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsability Act (1996).
3 Entendidos como conexiones sociales de los trabajadores que se mueven laboralmente a través de redes sociales, su movilidad depende de la densidad de las redes (Castilla et al., 2000:220).
4 Los que posee un individuo y usa libremente. A los recursos sociales se accede a través de vínculos directos e indirectos que pueden ser temporales.
5 El acceso a los recursos puede estar ligado al estatus de los individuos, al capital humano que poseen y a los vínculos sociales de ego. Esto determina la extensión de los recursos a que el ego puede tener acceso a través de tales conexiones (recursos de redes) (Lin, 1999).
6 Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México, El Colegio de la Frontera Norte.
7 Ubicados de sur a norte: Úrsulo Galván, Actopan, Alto Lucero, Tepetlán, Naolinco, Coacoatzintla, Jilotepec, Chiconquiaco, Landero y Coss, Acatlán, Miahuatlán, Juchique de Ferrer, Yecuatla, Colipa y Misantla.
8 Los nombres de los informantes se han cambiado para proteger su confidencialidad, no así el de los lugares donde se realizaron las entrevistas.