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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.2 no.1 Tijuana ene./jun. 2003

 

Artículos

 

Migrantes mexicanos en la industria del vestido de Los Ángeles

 

Guillermo E. Ibarra Escobar *

 

* Universidad Autónoma de Sinaloa

 

Fecha de recepción: 17 de febrero de 2003.
Fecha de aceptación: 26 de junio de 2003.

 

Resumen

Este ensayo analiza la participación de la fuerza de trabajo inmigrante mexicana en la manufactura del vestido de Los Ángeles. Se estudia su composición por sexo, estado de origen, perfil socioeconómico, inserción laboral y salarios. El análisis de los datos de una encuesta aplicada en el distrito manufacturero de esta ciudad, llamado Fashion District, en el 2000 muestra cambios importantes en esta población. En primer lugar, se percibe el predominio de mexicanos indocumentados de reciente arribo con un nivel bajo de capital humano. En segundo, se observa una creciente masculinización de la fuerza de trabajo, mediante la sustitución de mujeres por hombres jóvenes y de estados de origen diferentes a los de la región tradicional de migración en México. Finalmente, se encontró que la operación de redes de solidaridad entre los trabajadores mexicanos posibilita su inserción en el mercado de trabajo pero en condiciones cada vez más precarias.

Palabras clave: migración internacional, redes sociales, industria de la ropa, Fashion District, Los Ángeles.

 

Abstract

The participation of the Mexican immigrant workforce in garment manufacture in Los Angeles is considered in terms of its sex, state of origin, socioeconomic profile, labor insertion, and wages. Analysis of data from a 2000 survey taken in the city's manufacturing district, now renamed the Fashion District, shows significant changes in this population. First, the majority appears to be recently arrived, undocumented Mexicans, with little human capital. Second, there is an increasing masculinization of the workforce, with women being replaced by young men from states in Mexico that are not in the traditional sending region. Finally, the study found that solidarity networks operating among the Mexican workers make possible their insertion in the labor market but under conditions that are increasingly precarious.

Keywords: international migration, social networks, clothing industry, Fashion District, Los Angeles.

 

Introducción1

Las nuevas tendencias de la migración internacional en la reciente globalización han acelerado la intensidad de los flujos de población, diversificado sus motivaciones y orígenes, y con ello se ha politizado y feminizado, a la vez que han surgido nuevos tipos de redes sociales entre los actores emergentes (Castles y Miller, 1998; Held et al., 1999). En este contexto, la migración internacional de México, que en 99 por ciento se dirige a los Estados Unidos, ha venido experimentando una metamorfosis desde finales de los años ochenta. El flujo migratorio se ha acelerado, crecido, feminizado; se ha convertido en urbano en su origen y destino, y se ha diversificado geográficamente, por estratos de edad, de educación, social y ocupacional. Ha crecido la migración ilegal y se ha desacelerado su carácter circular para dar lugar a mayores flujos con tendencia a buscar la residencia permanente en Estados Unidos, y las remesas aparecen como una variable importante por su efecto en la economía nacional y en las localidades de origen de los migrantes (Canales, 1999).

El origen geográfico de los migrantes sigue siendo principalmente la región tradicional de expulsión: Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas, pero poco a poco se han añadido otros lugares. Entre las nuevas regiones migratorias están el corredor urbano sur de la zona metropolitana de la capital del país, los estados de México y Morelos, el norte de Guerrero, el sureste de Puebla y la zona mixteca (Oaxaca, Guerrero y Puebla). También se han sumado el centro de Oaxaca y el centro y sur de Veracruz, entre otras áreas. Asimismo, de acuerdo con el censo del 2000, en 2 350 municipios del país (92.2% del total) hubo migración a los Estados Unidos y sólo 93 no la experimentaron (CONAPO, 2001, 1997). Durand, Massey y Zenteno (2001) sostienen que, a pesar de este cambio geográfico, en lo esencial hay continuidad en los patrones migratorios que prevalecieron a lo largo del siglo XX. Así, los estados tradicionales (principalmente del occidente de México) continúan siendo el origen principal de la mayoría de los migrantes y ha disminuido el flujo desde la frontera norte. Marcelli y Cornelius (2001), que han recopilado datos para el sur de California, refutan esta tesis, y comparando las cohortes que llegaron al condado de Los Ángeles entre 1970 y 1974 con las que lo hicieron entre 1990 y 1992 encontraron que disminuyó el porcentaje de los migrantes provenientes de los estados históricos y fronterizos y que aumentó el de regiones del centro del país: Distrito Federal, Estado de México y Puebla, y del sur: Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Al respecto, con datos recogidos en el 2000 mediante una encuesta aplicada en el distrito de la costura (Fashion District) del centro de Los Ángeles y con datos complementarios de una encuesta aplicada en el Valle de San Fernando, en este ensayo ofrecemos algunas evidencias que refuerzan la tesis de Marcelli y Cornelius acerca del cambio en el patrón del origen del flujo migratorio hacia esa área. Al mismo tiempo, analizamos las condiciones de inserción laboral en la industria del vestido (una de las más globalizadas, desintegradas y competitivas) de la nueva ola de inmigrantes mexicanos en Los Ángeles. Para el área de referencia, distrito manufacturero del centro de Los Ángeles, existe una literatura que ha investigado estos temas sin profundizar en el caso de los mexicanos (Zentgraf, 2001; Bonacich, 2000; García-Castro, 2000; Light, Bernard y Kim, 1999; G. Scott, 1998; Sarmiento, 1996; Loucky et al., 1994).

En la región de Los Ángeles laboran tres cuartas partes del total de trabajadores de la manufactura textil y del vestido de todo California, y en el condado de Los Ángeles -que constituye más de 85 por ciento de los cinco condados que la integran (con Orange, Riverside, San Bernardino y Ventura)- se encuentran 3.5 por ciento del empleo de la región (U.S. Census, 1997). El censo industrial de 1997 registró para el área metropolitana Los Ángeles-Riverside-Orange la existencia de 4 306 establecimientos manufactureros de ropa con 106 559 trabajadores, equivalentes a 25.2 por ciento del total nacional de los primeros y a 14.8 por ciento de los segundos; sin embargo, y si se considera a otras firmas textiles relacionadas los totales se elevan a 5 341 y 133 717, respectivamente. El gobierno de California calcula que en 1998 había entre 110 mil y 120 mil trabajadores de esta industria en Los Ángeles; 65 por ciento de ellos eran obreros, de los que 80 por ciento operaban máquinas de coser. En 2001, según el County Business Patterns, el número de trabajadores todavía superaba los 100 mil (U.S. Census, 2001). Edna Bonacich (2000) estima que esta cifra pudiera elevarse a 160 mil si se toman en cuenta las industrias conexas. De ellos, 28 por ciento son hombres, 61 son latinos y 47, mexicanos. De todos los trabajadores, 55 por ciento son mujeres de origen latino, que en conjunto atienden al 75 por ciento de las tareas operativas. Aproximadamente, 81 por ciento de los trabajadores de esa industria son indocumentados. La baja remuneración era evidente, pues el salario mínimo en 1998 era de 8 840 dólares, pero el trabajador promedio de la industria del vestido percibía 7 200. Según Bonacich, entre los mexicanos el hombre ganaba 8 160 y 6 500 la mujer. El Fashion District es el de mayor densidad laboral entre los distritos de Los Ángeles, pues concentra 37 por ciento del total de los contratistas de la región; los coreanos tienen ahí 70.7 por ciento de sus establecimientos y los latinos, 28.7 por ciento.

La investigación de campo ha generado información importante, en particular relativa a los latinos, aunque sin referencia específica a los mexicanos. Loucky et al. (1994) estiman que para principios de los noventa 80 por ciento de los trabajadores de esta industria eran de origen latinoamericano, principalmente de México, Guatemala y El Salvador. Sarmiento (1996) encuentra que 68 por ciento de los trabajadores eran latinos recién llegados e indocumentados, que había una alta proporción de jóvenes y solteros, que 70 por ciento no habían cursado la educación secundaria, que 86.7 tenían ingresos menores al salario mínimo y que 92.2 no contaban con beneficios como atención médica, vacaciones o retiro. La autora propone analizar a nivel micro el papel de los inmigrantes en la restructuración de la economía y en el surgimiento de la economía informal, lo mismo que los lazos entre el proceso de inmigración de la fuerza de trabajo y la internacionalización de la producción. Gregory Scott (1998) calcula que del conjunto de trabajadores latinos la mitad son de origen mexicano y la tercera parte de El Salvador. Para Zentgraf (2001), en 1994 de los trabajadores de la industria manufacturera de ropa 93 por ciento eran inmigrantes y 80 por ciento latinos, sobre todo de México, El Salvador y Guatemala. También estima que 75 por ciento de los trabajadores son mujeres. García-Castro (2000) aplicó una encuesta a mujeres en el Fashion District y encontró que 88 por ciento eran de México, 8 por ciento, de El Salvador y 4 por ciento, de Guatemala.

En este trabajo nos enfocamos en el caso de los mexicanos que trabajan en este distrito, estudiando el tipo de mercado que les ofrece la industria textil y del vestido, su composición por estado de origen y su relación con las nuevas tendencias de la migración de México a los Estados Unidos, su perfil socioeconómico, las condiciones de su inserción laboral en comparación con las de otros grupos latinos, sus niveles salariales y los cambios en la composición por género.

 

Mexicanos en Los Ángeles

Según el censo, en el 2000 los Estados Unidos tenía una población de casi 273.6 millones de habitantes, de los cuales 30.4 millones habían nacido fuera de esa nación, el 11.1 por ciento del total. Los mexicanos alcanzaban la cifra de 8.7 millones. Si añadimos los 11.8 millones de origen mexicano pero nacidos en los Estados Unidos, totalizan 20.6 millones. La mayoría se concentra en los estados de California, Texas, Illinois y Arizona, y los condados con mayor población son de Los Ángeles, Houston, Dallas, Chicago, San Antonio, San Francisco, Fresno, Sacramento y Tucson. En ese mismo año, la región metropolitana de Los Ángeles-Riverside-Orange tenía una población total de 16.4 millones de personas, de las cuales 8.8 millones eran nacidas en el exterior. De ellas, 2.3 millones eran mexicanas. Si se toma en cuenta a los de origen mexicano nacidos en los Estados Unidos, la cifra aumenta a casi cinco millones. Ahora bien, considerando únicamente al condado de Los Ángeles, con una población de 9.5 millones, los mexicanos totalizaban más de 1.5 millones, y más de tres millones si se incluye a los nacidos en los Estados Unidos de origen mexicano. En el conjunto de los nacidos en el exterior, los mexicanos representaban 44.2 por ciento y los latinos 62.1 por ciento del total de habitantes del condado (cuadro 1).

Esta región es el corazón de la presencia mexicana en los Estados Unidos, pues en el área Los Ángeles-Orange-Riverside residen 27.3 por ciento de los nacidos en México que viven en aquel país y 24 por ciento de la población de origen mexicano. Entre los trabajadores mexicanos predomina la mano de obra poco calificada (Waldinger, 2001a). En el 2000 la población de inmigrantes mexicanos indocumentados en el condado de Los Ángeles era de 530 mil y el número ascendía a 809 mil considerando la de los otros cuatro condados de la región, que representaban 35 y 27.3 por ciento, respectivamente, del total de mexicanos nacidos en el exterior residentes en esas circunscripciones (Ibarra y Robles, 2002, y cálculos propios con base en el censo del 2000).

La composición por entidad de origen del conjunto de la población migrante es difícil de precisar; sin embargo, las estadísticas de las matrículas consulares y de los pasaportes, a pesar de los sesgos que presentan por incluir principalmente a indocumentados, nos facilitan una aproximación. En 1995, tan sólo Jalisco, Michoacán y Zacatecas tenían 54.5 por ciento del total, y les seguían Guanajuato y el Distrito Federal, que sumaron 11.3 por ciento. Las primeros cuatro entidades de origen pertenecen al occidente de México. Los estados restantes tienen una participación mediana y baja (cuadro 2).

Las ramas económicas donde se concentran los mexicanos, muchas de ellas con fuerte presencia de economías étnicas (con empresarios inmigrantes que emplean a coétnicos), son: textiles, muebles, productos de madera, restaurantes y bares, manufactura de alimentos, cuidado de casas, manufactura de bienes no durables, fabricación de metal, química, construcción y servicios de reparación. Sus nichos ocupacionales son: operador de maquinaria industrial y textil, trabajadores agrícolas, obreros de la construcción, trabajadores de la industria forestal, limpiadores manuales de equipo, empleados en servicios de alimentos, almacenistas, cuidadores de casas, trabajadores en la limpieza de edificios, albañiles y operadores de material movible y de productos de precisión (Marcelli y Heer, 1997; Pastor Jr., 2001; Ibarra y Robles, 2003). La restructuración económica que se realizó desde los años setenta amplió las oportunidades para los obreros de la manufactura tradicional y la construcción, debido al desplazamiento de los trabajadores nativos, e incrementó las plazas para empleados de servicios, vendedores, ayudantes de meseros y cocineros, conserjes, jardineros y empleadas domésticas. Estas plazas se duplicaron en la década de los ochenta y han continuado creciendo por el aumento de la capacidad de consumo de los grupos de mayores ingresos y por la expansión de la economía informal (Wright y Ellis, 2000; McCarthy y Vernez, 1997; Allen y Turner, 1997; Sassen, 1997; Ong y Valenzuela, 1996).

Como resultado de este tipo de economía y del papel de los inmigrantes, la pobreza se ha recrudecido en Los Ángeles. En 1998 los latinos constituyeron 57.4 por ciento de la población pobre de esa ciudad, frente a 18.4 de los anglosajones, 14.9 de los afroamericanos y 9.3 de los asiáticos. Por sexo, las mujeres mexicanas eran aún más pobres que los hombres, pues 46 por ciento de ellas estaban en situación de pobreza, frente a 27 por ciento de los segundos. En promedio, 18 por ciento de la población del condado eran pobre (Waldinger, 2001a; U.S. Census, 2000). Al igual que los latinos en general, los mexicanos se ven afectados más que proporcionalmente por las variaciones de la economía regional y presentan altas tasas de desempleo. A principios de los años noventa, cuando la tasa de desempleo general de Los Ángeles llegó a 9 por ciento, entre los mexicanos fue de 15 por ciento y para los centroamericanos de 20 por ciento; igualmente, los trabajos de tiempo parcial estuvieron ocupados en 22 por ciento por mexicanos y centroamericanos (Pastor Jr., 2001; Hum, 2001). Clark (2001) encuentra que entre más reciente es el arribo de los inmigrantes a la región más alto es el nivel de pobreza: 11 por ciento entre los que llegaron antes de 1970 y más de 40 por ciento entre los que arribaron después de 1990. Como la mayoría de los que arriban son mexicanos, su destino principal es la pobreza.

A pesar de que las oportunidades de progresar son cada vez menos, los inmigrantes siguen llegando, y el Fashion District, objeto de nuestro estudio, es uno de los lugares preferidos de arribo.

 

El Fashion District

El distrito de la costura, denominado oficialmente Fashion District, conocido también como Garment District, ubicado en el centro de Los Ángeles, es una aglomeración de talleres manufactureros y establecimientos de venta de ropa. Ocupa un área que tiene al sur el Washington Boulevard (cerca del freeway 10 a Santa Mónica), al oeste la calle Broadway, al este la calle San Pedro y al norte la calle Siete, aunque los talleres se extienden hasta la calle Cinco. Hacia el este y el sur de este cuadro se tienen áreas urbanas altamente degradadas donde pululan homeless y población de limitados recursos económicos, parte del viejo cinturón manufacturero de la ciudad. Hacia el norte y el oeste se ubican las áreas remozadas de la ciudad. Rumbo al sur existen barrios con alta presencia latina, sobre todo mexicana, donde reside gran parte de los costureros, aunque no exclusivamente (mapa 1). En los alrededores del centro histórico, en un anillo de aproximadamente nueve millas cuadradas, donde se mezclan áreas manufactureras tradicionales y zonas residenciales de bajos ingresos, 74 por ciento de la población en el 2000 eran latinos y la pobreza alcanzaba 43 por ciento del total (U.S. Census, 2000; Lin, 2002).

El barrio contrasta con el nuevo centro de la ciudad, que ostenta imponentes rascacielos y grandes edificios públicos que identifican a Los Ángeles en cualquier postal; contiguos se encuentran viejos edificios, galerones, callejones, donde están instalados cientos de talleres de manufactura, diseño y venta de prendas de vestir. Es un distrito industrial denso, con una división del trabajo compleja que articula redes de manufactureros, contratistas y subcontratistas que se valen de la fuerza de trabajo inmigrante, aunque existe una élite de administradores, diseñadores y técnicos.

En este distrito se concentra la actividad manufacturera de ropa del sur de California y en él se encuentran 37 por ciento de los contratistas de toda la región de Los Ángeles. Los asiáticos poseen alrededor de 60 por ciento de los talleres del lugar. Es una zona donde son comunes los abusos a los trabajadores. Datos oficiales citados por Bonacich y Appelbaum (2000) revelan que 61 por ciento de las firmas violaban las regulaciones laborales en 1998, 97 por ciento, las normas de seguridad y 54 por ciento, las leyes sanitarias. La norma en la industria textil es pagar por debajo de los salarios oficiales, disfrazando la ilegalidad por la vía del salario por pieza (Bonacich y Appelbaum, 2000; Light, Kim y Hum, 2001, 1999; García-Castro, 2000; Valenzuela-Camacho, 2000: Blumerberg y Ong, 1994; Scott, 1998; Sarmiento, 1996).

Para comprender el tipo de mercado laboral en ese distrito y la presencia de inmigrantes mexicanos, presentaremos a continuación la forma en que funciona la industria del vestido y la situación del sur de California en el contexto global.

 

La industria textil y del vestido en Los Ángeles

Después de que desde los años cincuenta la industria textil de los Estados Unidos se relocalizó en Asia, Latinoamérica y el Caribe, muchas de las regiones del país especializadas en el sector perdieron importancia, aunque otras, como California y en especial Los Ángeles, lograron mantenerse como centros textileros (Gettleman, 2002; Bonacich et al., 1994).

California era un importante productor de ropa desde la segunda década del siglo XX, pero ya en los setenta y ochenta, con la restructuración posfordista de la manufactura, se convirtió en el estado de mayor producción de los Estados Unidos (Piore, 2002; Piore y Sabel, 1984; Essletzbitchler y Rigby, 2001; Bluestone y Harrison, 1982). El sur de California se fortaleció con estos cambios por su enorme flujo migratorio (que provee abundante mano de obra barata) y bajos niveles de sindicalismo, junto con el desarrollo de líneas de producción altamente rentables y capaces de eludir las regulaciones laborales (Blumerberg y Ong, 1994). Así, el condado de Los Ángeles se convertiría en el mayor creador de empleos de la industria del vestido en los Estados Unidos, seguido por Nueva York, otrora centro dominante; le siguen en importancia Miami, El Paso, San Francisco, Orange, Hudson, Bristol, Chicago y Dallas (Bonacich y Appelbaum, 2000). A mediados de los noventa en la región de Los Ángeles ya laboraban tres cuartas partes de los trabajadores de esa industria en California, y el condado de Los Ángeles acogía a más de 85 por ciento de los obreros de los cinco condados de que consta la región. Una proporción similar se observa en cuanto a los establecimientos, los que, por la intensificación de las redes de subcontratación, se han venido reduciendo en su tamaño promedio. En 1970, 15.6 por ciento de los talleres de esta manufactura del condado de Los Ángeles tenían cuatro o menos empleados, y en 1995 el porcentaje ascendió a 36.6 por ciento (Valenzuela-Camacho, 2000). Como ya se mencionó, en 1997 el área Los Ángeles-Riverside-Orange contaba con 4 306 establecimientos y 106 559 obreros. Para 1999 el empleo bajó ligeramente, a cien mil obreros, y en 2001 repuntó a más de 102 mil (U.S. Census Bureau, 1997, 1999, 2001).

Aunque de los setenta a mediados de los noventa en el condado de Los Ángeles la industria textil tuvo un incremento permanente en empleos, la creciente producción en el exterior hizo que fuera perdiendo importancia; sin embargo, en la actualidad se mantiene aún como la de mayor peso en la región. Comparada, con datos de la Standard Industrial Classification (SIC), con otras industrias de alta participación en el empleo del condado, como la de equipo y maquinaria industrial (SIC 35), la electrónica y otro equipo eléctrico (SIC 36) y la de equipo de transporte (SIC 37), desde 1970 la industria de la ropa (SIC 23) fue ampliando la creación de empleo en la manufactura hasta superar a las demás, y en 1997 su participación fue de 17 por ciento de la manufactura del condado; el segundo lugar lo ocupó la industria del equipo de transporte con 13.4 por ciento (cuadro 3). En 2001, en la nueva clasificación, la North American Industry Classification System (NAICS), que sustituyó a la SIC, aparece con un porcentaje similar (17.4%) en la punta de los registros.

La fortaleza del área en el ramo textil le ha permitido posicionarse en las cadenas globales de la producción. A ello contribuyeron las ventajas competitivas en el diseño y en la variedad, que se basan en el carácter del condado de lugar propicio para la explotación en las industrias culturales (Molotch, 1996) y en la fuerza de trabajo altamente calificada. De igual forma, se beneficia de las ventajas inherentes a una producción basada en la reducción de costos por contar con el trabajo de los inmigrantes (Scott, 2000; Valenzuela-Camacho, 2000).

La industria textil es una de las más dispersas en el mundo pues responde, en una nueva división internacional del trabajo, a la difusión de la inversión extranjera directa y a la conformación de redes de producción global. Así, en general, pero no fatalmente,2 los procesos de mayor complejidad tecnológica y con mano de obra calificada en las regiones desarrolladas y los procesos rutinizados y con bajo nivel tecnológico se realizan en las regiones periféricas (Gerefi, 1994; Scott, 2000; Held et al, 1999). Estos sistemas productivos posibilitan la existencia en múltiples lugares del mundo de nodos para las diferentes fases del proceso, en los que los diversos actores económicos, dependiendo de su capacidad organizativa y de control, obtienen ganancias diferenciales. En los lugares donde se concentra el mayor control se ubican los centros de las cadenas y su orientación puede recaer en los compradores o en los vendedores (Appelbaum y Gerefi, 1994). Estos centros son controlados por los vendedores, las firmas detallistas y las grandes marcas de prestigio, como sucede con Levi Strauss, Sara Lee, Vanity Fair Corporation, Liz Clairbone, Fruit of the Loom, Guess, entre otras (Appelbaum y Gerefi, 1994; Bonacich y Appelbaum, 2000; Ballesteros-Coronel, 2002). Como es una industria volátil, que corresponde a una moda muy cambiante, sobre todo en ropa de mujer, el imperativo de la flexibilidad en las relaciones de la firma con la producción y el mercado mueve constantemente los procesos de producción de una región a otra y de un país a otro, lo que propicia una gran explotación de la mano de obra. No es fortuito, entonces, que en los países desarrollados un alto porcentaje de los trabajadores en esta industria sean inmigrantes. Pero éstos no son las víctimas exclusivas. En los Estados Unidos han resultado severamente afectados también los trabajadores nativos. Los obreros de la industria textil a principios de los años noventa ganaban en promedio 15 por ciento menos que sus contrapartes de otras industrias y su salario promedio era el menor entre los trabajadores de 25 grupos industriales. Sin embargo, la industria textil constituye un mercado de trabajo competitivo, con salarios más altos que el de otras industrias para los nativos hombres en ocupaciones de alta calificación, principalmente en funciones de organización, marketing y diseño, claves para el éxito de las firmas (Shippen, 1999; Brown, 2001).

En Los Ángeles, la industria del vestido opera tanto en los segmentos del mercado de alto diseño como en los de manufactura de ropa de bajo precio, pero los trabajadores que ensamblan piezas se ven desfavorecidos sin distinción por la organización de la cadena productiva, dominada por las marcas y por las grandes tiendas de venta al detalle. Esto es una realidad en el Fashion District (Bonacich y Appelbaum, 2000; Light, Kim y Hum, 2001; García-Castro, 2000; G. Scott, 1998; Blumerberg y Ong, 1994; Sarmiento, 1996). Kessler encuentra que los fabricantes de ropa del sur de California que con el NAFTA han relocalizado plantas a partir de 1994 se dirigen en mayor medida a México, y que lo hacen en busca no sólo de costos laborales más bajos, para eludir la mayor fiscalización de las autoridades del trabajo estadunidenses y para acceder a subsidios y facilidades gubernamentales en México, sino para generar nuevos procesos que eleven la calidad del producto y las ganancias. Los que se quedan en California pertenecen a dos segmentos: los que soportan costos altos (por ofrecer líneas de producción para clientes de altos ingresos, muy sensibles a la moda), orientados a nichos muy específicos del mercado, y aquellos que pueden operar con mano de obra barata, sobre todo inmigrante (Kessler, 1999).

 

Migración, restructuración económica y redes sociales

En el debate académico actual sobre migración se discute si los inmigrantes recién llegados pueden progresar en la sociedad estadunidense (es decir, si pueden cambiar después de haber llegado) y se analiza el papel de las redes sociales que establecen los migrantes desde su salida del lugar de origen hasta su incorporación a la sociedad que los recibe. Por ello, el problema de la inserción laboral es tema clave (Zenteno, 2001; Durand, 2001; Waldinger, 2001b; Menjívar, 2000; Portes y Rumbaut, 1996; Sassen, 1995; Massey et al., 1991). A partir de la experiencia de los Estados Unidos en este siglo y con la reciente evidencia empírica de Los Ángeles, Ivan Light, Kim y Hum (2001) se cuestionan si la restructuración económica experimentada en las últimas décadas (Ibarra, 2001; Valle y Torres, 2000; Soja y Scott, 1996; Scott, 1996) es suficiente para explicar la intensificación de la migración en Los Ángeles. Sostienen, además, que si bien la nueva economía creó una demanda de fuerza de trabajo inmigrante, que se expresó en el crecimiento de los salarios y en el bienestar de los recién llegados, se llegó a un límite que saturó la demanda creada por la restructuración, con el resultado de que se generó una inmigración excedente que propició el crecimiento de las economías étnicas, el autoempleo no constituido (diferente del autoempleo constituido, producto de una demanda nueva de profesionistas y servicios de parte de la economía global) y la economía informal. Esta expansión del empleo por el lado de la oferta deteriora los salarios tanto de los trabajadores nativos como de los inmigrantes ya establecidos e involucra a los inmigrantes "excedentes" en ocupaciones de baja calidad y remuneración. Esta migración excedente, según estos autores, producto de las redes sociales que autosostienen el flujo de personas, es alentada por una legislación migratoria de los Estados Unidos que privilegia la reunificación familiar (Light, Kim y Hum, 2001). La industria del vestido en Los Ángeles es, también, un ejemplo de lo que estas redes generan en los mercados de trabajo, al incrementar la cantidad de empleos que ofrece la economía formal más allá de los nichos laborales tradicionales de los inmigrantes y fomentar la creación de economías étnicas de inmigrantes que autoemplean y emplean a coétnicos (Raijman y Tienda, 2002). A favor de su argumento, Light, Bernard y Kim (1999) subrayan que, precisamente en esta industria, sólo 30.3 por ciento de los empleos son del mercado general; el resto pertenece a economías étnicas o a nichos de inmigrantes. Este planteamiento sobre la inmigración excedente es frágil, pues los mercados capitalistas tienen siempre una reserva de mano de obra que es atraída y expulsada de la economía en las fases cíclicas del crecimiento (Marx, 1867).3 No existe una situación de equilibrio con la que puedan medirse el déficit o el excedente de mano de obra. Myrdal (1957) sustentó una crítica a los enfoques neoclásicos demostrando que el sistema económico no es un todo orientado a lograr siempre el equilibrio (siendo anormales y pasajeras las situaciones de desequilibrio), y mostró los inconvenientes de desligar los factores económicos de los no económicos en los estudios sociales. En el enfoque de Light y colaboradores, entre estos últimos factores estarían las redes sociales de los inmigrantes. Myrdal propuso, contra la teoría neoclásica del equilibrio general, el principio explicativo de la causación circular acumulativa, una hipótesis de histéresis que retomó Massey (1998, 1990) para la migración internacional argumentando que los migrantes, en su trayecto y asentamiento en la sociedad receptora, generan capital social articulado en redes sociales que amplían y refuerzan la migración como un proceso circular. De esta manera, se presupone que los inmigrantes de un mismo origen étnico o de algunas regiones se concentran en ciertos lugares o mercados de trabajo por efecto de las redes que construyen. Estas redes no son siempre igualitarias y de solidaridad, sino que pueden incluir la institucionalización de las relaciones de clase y estatus (Durand, 2000). Con un planteamiento similar, Portes (2001) sostiene, a su vez, que estas redes no sólo se constituyen por acción de los inmigrantes sino por la conjunción de factores históricos, económicos, culturales y geopolíticos determinados por los propios gobiernos receptores.4 La red social, por tanto, ayuda a los inmigrantes a insertarse laboralmente, sea en el mercado general o en los nichos o economías étnicas,5 pero no necesariamente induce su progreso (Hum, 2001; Clark, 2001). El Fashion District de Los Ángeles es un sitio que tiene mercados laborales formados por redes de esta índole.

 

Datos

Para estudiar la participación de los inmigrantes en el Fashion District de Los Ángeles realizamos un trabajo de campo durante el verano del 2000. Aplicamos 273 cuestionarios en las calles del barrio a trabajadores latinos, de los cuales 209 eran mexicanos. Fue un muestreo estratificado aleatorio para poblaciones móviles. El cuestionario tenía por objeto conocer el perfil sociodemográfico del migrante, su llegada a Los Ángeles, oficio, redes familiares, ingreso, manejo del inglés y estatus migratorio, entre otros elementos. Se piloteó el instrumento en varias ocasiones y lo ajustamos a 25 preguntas para que fuera respondido en tres minutos como máximo. La limitada cantidad de preguntas nos obligó a acotar los ámbitos de análisis, por lo que no recogimos información sobre la participación de los encuestados en sus centros de trabajo. De igual manera, debido al limitado número de casos, sobre todo para los estados de baja participación, fue obvio que no era posible hacer una generalización para todas las cohortes de inmigrantes de cada una de las entidades federativas. Para superar estas deficiencias de la encuesta levantada en el Fashion District y esbozar con mayor certidumbre algunas proposiciones, recurrimos complementariamente a los resultados de otra encuesta, con preguntas del mismo tipo, que aplicamos en el mismo año en el Valle de San Fernando a 282 inmigrantes latinos, 195 de los cuales eran mexicanos. Esta segunda encuesta fue aplicada en un conjunto de ciudades del sureste del valle y tenía objetivos similares a los de la realizada en el Fashion District, sólo que fue para trabajadores en general, no para los de una sola industria. Los resultados de esta encuesta se encuentran en Ibarra y Robles (2003). A lo largo de este trabajo analizamos a la población inmigrante correspondiente a los 209 cuestionarios de mexicanos del Fashion District y a los 195 del Valle de San Fernando.

Los resultados presentados deben tomarse sólo como una aproximación a la situación de los inmigrantes mexicanos en el Fashion District en el contexto de la inmigración mexicana en Los Ángeles. Con estos datos no es posible tener proposiciones concluyentes, pues se requiere mayor investigación empírica que recoja datos suficientes para realizar comparaciones estadísticamente válidas para cohortes de inmigrantes a lo largo del tiempo.

Sin embargo, las tendencias que resultan de nuestros datos aportan elementos nuevos para conocer la presencia mexicana en el mercado de trabajo de la economía de Los Ángeles.

 

Resultados de la encuesta a inmigrantes en el Fashion District

Mercado de trabajo para inmigrantes de estados emergentes

Por origen nacional, 76.6 por ciento de los costureros latinos del Fashion District son mexicanos; le siguen los guatemaltecos, con 16.1 por ciento, y los salvadoreños, con 4.4 por ciento. En general, los mexicanos tienen un promedio mayor de años de residencia, su porcentaje de indocumentados (81.8%) es mayor que el de los guatemaltecos y su escolaridad apenas es un poco mayor que la de éstos, aunque menor que la que presentan los salvadoreños (cuadro 4). Aunque los salarios son bajos en todos los casos, en un día de trabajo un mexicano gana en promedio 41 dólares, 46 los guatemaltecos y 49 los salvadoreños. Esto contradice la evidencia en toda la región de Los Ángeles de que los centroamericanos en general tienen menos oportunidades de conseguir empleos bien remunerados que los mexicanos (López, Popokin y Telles, 1996). Al respecto, podemos conjeturar que en promedio el ingreso de los mexicanos es más bajo porque la mayoría de éstos ha llegado recientemente: 67 por ciento de los hombres y 45.6 por ciento de las mujeres arribaron en los años noventa, cuando el mercado laboral estaba precarizándose (cuadro 8). Esta precarización impide a los inmigrantes nuevos adquirir ventajas sobre los centroamericanos (sobre todo, los guatemaltecos), que toleran una mayor explotación a cambio de unos cuantos dólares adicionales al día, lo que se facilita cuando se paga por pieza. Asimismo, el costo de ser deportado o fracasar en Estados Unidos es considerablemente mayor para ellos que para los mexicanos, lo que los motiva a trabajar más intensamente. Éste es un asunto que requiere mayor investigación, pues en nuestra muestra el número de centroamericanos es muy bajo respecto al de los mexicanos.

Entre los mexicanos predominan los originarios de Puebla, Guerrero, Distrito Federal y Estado de México, que suman el 50 por ciento; les siguen los oriundos de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Veracruz, con menos de la mitad de ese porcentaje (cuadro 5). Este origen revela una tendencia novedosa de la emigración de México a los Estados Unidos, consistente en que aunque los estados tradicionales expulsores de la migración, como los del occidente de México, mantienen su predominio, pierden paulatinamente peso frente a estados del centro y del sureste (Marcelli y Cornelius, 2001). En el cuadro 5 incluimos la composición de la población mexicana por estado de origen que arrojó la mencionada encuesta paralela aplicada en el Valle de San Fernando, donde en promedio existe una migración de mayor antigüedad: sólo 32.3 por ciento del total arribaron en 1991-2000, frente a 75 por ciento del Fashion District. En el Valle de San Fernando predominan los originarios de estados del occidente de México, con 59.5 por ciento del total, y los provenientes de estados emergentes sólo representan 21.3 por ciento. En cambio, en el Fashion District los oriundos del occidente de México suman apenas 21.3 por ciento del total, en tanto que los provenientes de los estados emergentes alcanzan 54.8 por ciento. Jalisco y Michoacán tienen en el valle 26.2 y 15.4 por ciento del total, respectivamente, y en el Fashion District apenas 8.7 y 5.3 por ciento, porcentajes altos comparados con los que presentan algunos de los estados emergentes, pero no en relación con su propia cuota en el conjunto de los mexicanos que residen en Los Ángeles, donde participan con 29.6 y 14.7 por ciento del total del condado (cuadro 2). Con estos datos podemos conjeturar que la población trabajadora que se dirige al Fashion District de Los Ángeles, es de arribo más reciente y originaria de estados emergentes, en un porcentaje cada vez más alto de primera inserción laboral e indocumentada, y con redes sociales más pobres que lo que muestran los originarios de los estados históricamente expulsores de migrantes.

Llama la atención que los poblanos, que tradicionalmente se han dirigido a Nueva York, donde representan 45 por ciento de la población de origen mexicano (Creuheras, 2002; Macías, 2001), sean también el grupo mayoritario en el Fashion District, con 16.8 por ciento, siendo que en 1995 apenas alcanzaban 2.3 por ciento del total de mexicanos en Los Ángeles. García-Castro (2000), en la encuesta que aplicó entre las mujeres del Fashion District, encontró que 16 por ciento del total eran de Puebla, grupo mayoritario también. Esto obedece a que con la crisis y la reconversión productiva de México de mediados de los años ochenta, que afectaron al campo y a las manufacturas tradicionales, cambió el patrón migratorio por región de origen. Se requiere más investigación empírica en el tema para conocer la interconexión de las economías regionales de los estados emergentes con las nuevas pautas de la migración a los Estados Unidos. En el caso del área conurbada del Estado de México y el Distrito Federal, la razón es que el proceso de urbanización y la economía que se practica ya no ofrecen suficientes empleos para las nuevas generaciones ni, incluso, para los pobladores de las zonas periféricas, que tenían en ella el principal destino de la migración interna (Garza, 2000).

 

Fuerza de trabajo explotada

Los inmigrantes mexicanos del Fashion District, por conformar una masa de población de arribo más reciente a los Estados Unidos, constituyen una fuerza de trabajo en su plenitud, con 32 años de edad en promedio, y 63.6 por ciento de ellos están en el rango de los 34 años o menos. Incluso, son más jóvenes en promedio que el conjunto de inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos mayores de 15 años en el 2000, entre los cuales 47.1 por ciento tenían 34 años o menos (CONAPO, 2001). A principios de los años noventa los costureros eran todavía más jóvenes, pues 59 por ciento eran menores de 26 años (Sarmiento, 1996).

El manejo del inglés y el capital humano de los inmigrantes del Fashion District son muy pobres: solamente 5.3 por ciento de ellos declararon hablar bien inglés y su escolaridad promedio es de 7.8 años. La tasa de indocumentación en este grupo es muy elevada, de 81.8 por ciento, cifra que también reportan Bonacich y Appelbaum (2000), cuando en áreas como el Valle de San Fernando fue de 30.3 por ciento en el mismo 2000. En lo referente a la escolaridad, sólo 20 por ciento de los inmigrantes del distrito tienen 10 años o más de estudios, mientras en el conjunto de los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos este porcentaje alcanza 55.7 (CONAPO, 2001).

Los trabajadores del Fashion District en el 2000 ganaban 252 dólares en promedio a la semana cuando laboraban 40 horas o más, casi todos carecían de beneficios como vacaciones, seguro médico, etcétera, y estaban sometidos a una intensa explotación, pues el pago por pieza hacía la jornada laboral inestable, riesgosa y estresante, y dejaba a los trabajadores a merced del abuso de los patrones. El salario, pues, era de apenas mil dólares al mes, muy por debajo del salario mensual promedio que percibían los inmigrantes mexicanos en el resto de los Estados Unidos, que era de 1 483 dólares en el 2000 (CONAPO, 2001). Finalmente, respecto al capital social se advierte una creciente dependencia de las redes de parentesco y amistad, pues 78 por ciento de los entrevistados tuvieron personas que los ayudaron a instalarse en Los Ángeles (cuadro 6).

 

Diferencias por región de origen

Si consideramos entre los estados que más migrantes aportan al conjunto de trabajadores de la industria textil en el Fashion District a tres de reciente importancia migratoria (Puebla, Guerrero y Veracruz) y a tres históricos (Guanajuato, Jalisco y Michoacán), encontramos que en los segundos el porcentaje de indocumentados (54.5, 61.1 y 41.6%, respectivamente) es más bajo que en los primeros (85.7, 96.2 y 90%) (cuadros 6 y 7). Hay que señalar que para los migrantes indocumentados no cuenta la diferencia en la constitución de la red social, pues, con excepción de los veracruzanos, que por su reciente arribo a la región tienen el más alto porcentaje (40%) de individuos que llegaron sin ayuda a Los Ángeles, tanto los de estados nuevos como los de estados históricos tienen altos porcentajes de ayuda de familiares y amigos para instalarse. Los mexicanos que tuvieron que arreglárselas solos para llegar a Los Ángeles fueron únicamente 20.6 por ciento (cuadro 6). Pudiera suponerse, por los magros resultados en salario y tipo de ocupación, que el capital social implícito en las redes sociales de esos grupos regionales es todavía muy pobre.

En los resultados de la encuesta realizada en el Fashion District, considerados por región, si bien el promedio de edad de los veracruzanos es ligeramente menor al que registran los provenientes de otros estados, los guerrerenses tienen el más alto porcentaje de trabajadores con 18 años o menos, quizá porque éstos trabajan con sus padres o familiares con los que migraron y quienes los introdujeron en ese mercado laboral. No se puede afirmar más al respecto hasta no tener mayor evidencia empírica. Por otra parte, los migrantes de Guanajuato tienen el porcentaje más alto de mayores de edad (18.2 por ciento con 55 años o más), lo que se explica por ser Guanajuato un estado tradicionalmente expulsor, en tanto que los guerrerenses presentan un porcentaje de 3.8 en ese rango y los otros estados no registran personas mayores (cuadro 6). Los guanajuatenses también tienen el mayor número de personas con estudios de bachillerato. En este sentido, es notable la baja escolaridad de la mayoría de los migrantes, pues el promedio en todos los grupos es de seis años, lo que supondría la existencia de un extremo de personas con mayor escolaridad de los que han arribado recientemente, lo que se ha elevado en México en los últimos años, pues esa media es superior al promedio de escolaridad de los migrantes temporales de México en los Estados Unidos en el 2000, que fue de 6.6 años (CONAPO, 2001).

En el caso de los indocumentados también cuenta la antigüedad en Los Ángeles, pues entre los inmigrantes de origen reciente el Distrito Federal, Guerrero y el Estado de México tienen porcentajes de indocumentados por arriba de 90 y Puebla por arriba del promedio de los mexicanos. En cambio, Michoacán tiene un porcentaje de indocumentados de casi la mitad (cuadros 6 y 7).

Los inmigrantes de más reciente arribo son los del Estado de México y Puebla y los de mayor antigüedad los de Michoacán y Jalisco, seguidos por los del Distrito Federal. Igualmente, el mayor porcentaje de indocumentados lo tienen el Distrito Federal, con 95.4 por ciento, seguido por el Estado de México con 90.4 y Puebla con 85.7. Por su bajo capital social y humano, todos los grupos, históricos o recientes, son mal remunerados, y sólo aparecen un poco más castigados los poblanos, que hasta hace poco empezaron a llegar masivamente a Los Ángeles.

 

Género y fuerza laboral

En las dos últimas décadas los mercados de trabajo de las principales metrópolis estadunidenses, y de la región de Los Ángeles en particular, se han segmentado por etnia y género, y los inmigrantes indocumentados han irrumpido como actores destacados de la nueva economía urbana (Waldinger y Bozorgmeher, 1996; Scott, 1996). De acuerdo con Zentgraf (2001), más de la mitad de los inmigrantes que arribaron a Los Ángeles desde los años setenta son mujeres, la cuarta parte de ellas son originarias de México y Centroamérica, y la mitad son indocumentadas y juegan un papel importante en el mercado laboral. Otras estimaciones han señalado que entre el 70 y el 80 por ciento de los trabajadores de la costura son mujeres (Bonacich, 2000; Loucky et al., 1994; Zentgraf, 2001), aunque reconocen el creciente número de hombres que incursionan en la industria. En nuestra encuesta levantada en el Fashion District las mujeres constituyeron sólo 26 por ciento del total de las personas que respondieron, lo que es incluso inferior al porcentaje real, pues la encuesta se hizo en las calles del distrito, no en los lugares de trabajo, y los hombres fueron más proclives a responder en esas circunstancias. No obstante, los datos relativos a los recién llegados revelan con claridad el paulatino cambio en la composición por género de los trabajadores de la costura.

Las trabajadoras de la costura del Fashion District son de mayor edad que los hombres (en promedio, 36 años frente a 31), tienen más tiempo de residencia en Los Ángeles (10.7 años frente a 7), aunque cuentan con la misma escolaridad (7.7 años de promedio). La mayor antigüedad de las mujeres refleja que aunque entre ellas hay un alto porcentaje de indocumentadas (76.9%), es inferior al que se observa en el personal masculino (81.7%) (cuadro 8). Entre los grupos de mayor edad de los trabajadores del Fashion District, las mujeres tuvieron 48.1 por ciento en los estratos con 35 años o más, mientras entre los hombres sólo el 31.8 por ciento corresponde a esas categorías. En cuanto a la fecha de arribo, se advierte una creciente masculinización, más evidente en la segunda mitad de la década de los noventa. De los hombres entrevistados, 41.5 por ciento arribaron entre 1996 y el 2000, mientras que las mujeres que llegaron en el mismo periodo sólo fueron 15.2 por ciento; es decir, por cada mujer que llegaba a Los Ángeles y se incorporaba a la costura en el Fashion District, lo hacían tres hombres. Nuestra encuesta, por tanto, pone en evidencia la masculinización de la fuerza de trabajo entre los mexicanos costureros del distrito, la sustitución de inmigrantes mujeres por hombres más jóvenes y que el origen de los migrantes, cada vez más, es diferente al que tradicionalmente habían tenido.

Se requiere nueva investigación para evaluar en qué medida esta tendencia se puede observar en todo el condado de Los Ángeles y en el sur de California, pero especialmente para conocer las nuevas pautas de inserción femenina en la economía de Los Ángeles, si las mujeres se dirigen a los servicios o a otras actividades, por qué se están alejando de la costura, si esto obedece a una pauta de rotación de personal reciente en la que los patrones prefieren a los trabajadores hombres, o si ante una sobreoferta de estos trabajadores han optado por contratarlos dado que su capacitación es casi inmediata y sin costo. Por algunas entrevistas a profundidad llevadas a cabo en la zona, nos inclinamos a conjeturar que la industria del vestido ya no depende de la fuerza de trabajo femenina, pues el hombre es igualmente hábil para las tareas de ensamblaje de prendas y el salario por pieza se aplica independientemente del sexo.

Finalmente, se observó que la mayor antigüedad, la presencia aún mayoritaria y el menor grado de indocumentación de la mujer en este mercado de trabajo no significan ventajas laborales para ellas. Como hemos visto, las mujeres tienen en promedio el mismo nivel de escolaridad que los hombres; sin embargo, su manejo del idioma inglés es deficiente (69 por ciento lo hablan poco o nada, frente a 66 por ciento de los hombres), y aunque la media de horas de trabajo a la semana es de 40 para ambos sexos, en el salario promedio semanal sólo 24.9 por ciento de las mujeres ganan 250 dólares o más, contra 78.2 por ciento de los hombres que lo hacen. Esto último no significa que las mujeres tengan un salario menor, pues regularmente se paga por pieza (independientemente del sexo del trabajador). La explicación quizá sea que al atender el hogar en la mayoría de los casos las mujeres se dedican menos intensamente al trabajo, y también a que desempeñan más funciones de menor remuneración que los hombres. Esto se refuerza con la información de García-Castro (2000) de que sólo 8 por ciento de las latinas del Fashion District hacen trabajo a domicilio, lo que puede significar que no tienen tiempo para llevarse trabajo a casa aunque se lo pidan sus empleadores o necesiten mayor ingreso.

 

Conclusiones

Los resultados de la encuesta muestran que ha habido un cambio geográfico en relación con el lugar de origen de los inmigrantes mexicanos en Los Ángeles, tal como lo señalan Marcelli y Cornelius (2001). No obstante, se requiere mayor investigación empírica para analizar las conexiones entre las economías regionales de México y Los Ángeles. De igual forma, en la participación de los nuevos inmigrantes, a la luz de la evidencia del Fashion District, persisten las redes sociales en el arribo y en la inserción laboral, sólo que ahora los resultados en términos de salario y beneficios son precarios. Los mexicanos que se dirigen a laborar a este distrito manufacturero tienen un bajo capital humano y social; así lo evidencian la baja escolaridad, el pobre manejo del inglés y la falta de papeles para residir en los Estados Unidos. Esta situación hace víctimas a los migrantes de un mercado laboral que les paga sólo lo suficiente para que se mantengan en niveles de subsistencia. En ese mercado de trabajo urbano se observa también un proceso de masculinización de la fuerza laboral: en la última década, por cada dos hombres que se iniciaban en las labores de la costura únicamente lo hacía una mujer, que probablemente tenía que buscar otras opciones laborales.

Los nuevos inmigrantes en Los Ángeles, como lo ha señalado Clark (2001), cuentan con menos oportunidades que los ya establecidos y, además, constituyen la fuerza de trabajo de las ramas económicas con menor prestigio social, como la industria del vestido, que por la globalización de sus redes de producción requiere de una mayor explotación laboral. El Fashion District de Los Ángeles es en este sentido un "paraíso" del nuevo capitalismo global, y allí los trabajadores solamente obtienen un salario para vivir en los límites de la pobreza y carecen de seguridad laboral y beneficios, pero constituyen la base de las ventajas competitivas que ofrece el sur de California a los inversionistas. Es así que los resultados expuestos en este trabajo muestran el agravamiento de las condiciones de explotación de los trabajadores que señalan los estudios realizados en los años noventa del siglo XX.

 

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Notas

1 Agradezco a Adriele Robles, Ana Luz Ruelas, Ismael Castro, Blas Valenzuela y Miriam Nava su participación en las encuestas levantadas en Los Ángeles. Asimismo, deseo expresar mi deuda con tres revisores anónimos de este artículo cuyas observaciones me permitieron presentar una versión más sistemática. Sin embargo, las limitaciones persistentes son de mi exclusiva responsabilidad.

2 Kessler (1999) encontró que, entre las empresas que emigran del sur de California a México, las que se posicionan ventajosamente en la cadena global de la producción textil cuentan con procesos de mejoramiento tecnológico.

3 Al estudiar la composición de la clase obrera en relación con su incorporación al proceso de producción, Marx distingue a la superpoblación relativa, a la que llamó "ejército industrial de reserva del capital". De ésta conceptualiza a tres grupos; la flotante, constituida por los que entran y salen del empleo y son de tiempo parcial; la latente, conformada por los campesinos que están disponibles para incorporarse a la producción capitalista, y la intermitente, que son los trabajadores que ocupan empleos irregulares y tienen un nivel normal medio de la vida obrera, cuyas características son una "máxima jornada de trabajo y salario mínimo" (Marx, 1867:544-545). Los inmigrantes de baja calificación en los Estados Unidos y en Los Ángeles pertenecen a los tipos flotante e intermitente.

4 "La migración internacional es, sobre todo, un mecanismo constructor de redes. Una vez iniciada por el reclutamiento de trabajadores u otros fenómenos activadores, el movimiento crea una red de lazos sociales a larga distancia. El crecimiento de tales lazos hace que la decisión para trasladarse sea cada vez menos costosa, ya que reduce la incertidumbre y los peligros del viaje para los migrantes más recientes (...) La aportación práctica fundamental de las redes sociales no sólo es que bajan los costos de la migración, sino que pueden sostener el proceso, incluso cuando los incentivos originales desaparecen o son debilitados en gran medida. Una vez que las redes transnacionales son establecidas, las personas empiezan a trasladarse por una variedad de razones, muy diferentes a las de aquellos que iniciaron la salida: para reunirse con la familia, para atender a enfermos, para obtener educación, o incluso porque se vuelve la conducta de moda entre jóvenes de ambos sexos en comunidades expulsoras" (Portes, 2001).

5 "...grupos de categorías distintas tienden a converger en ocupaciones particulares o industrias; si se llevan a cabo en el empleo, este proceso de concentración crea un nicho étnico. La existencia de un nicho étnico puede disminuir las barreras de empleo a coétnicos con requerimientos bajos de capacidad, dado que: 1) la concentración étnica incrementa la posibilidad de [que] los nuevos puestos se goteen a otros miembros del grupo; 2) la preferencia común de los empleadores para contratar trabajadores que se parezcan a la fuerza de trabajo existente permite activar esas conexiones" (Waldinger, 2001a:85). En el distrito de la joyería de Los Ángeles, una concentración manufacturera multiétnica, Scott (2000) encontró que 53.3 por ciento de los dueños de talleres del centro de la ciudad contratan a los nuevos empleados pidiendo recomendación a sus propios trabajadores. En la industria del mueble ocurre algo similar, aunque aquí la composición de trabajadores es predominantemente latina, y en el caso de los hombres, por ejemplo, pasaron de ser 17.8 por ciento del total en 1970 a constituir 47.6 por ciento.

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