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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.47 Ciudad de México jul./dic. 2008

 

Reseñas

Carlos M. Tur Donatti, La utopía del regreso. La cultura del nacionalismo hispanista en América Latina, México, INAH, 2006, 119 pp.

Mario Magallón Anaya* 

* CIALC-UNAM. México.

Tur Donatti, Carlos M.. La utopía del regreso. La cultura del nacionalismo hispanista en América Latina. México: INAH, 2006. 119 pp.


Hoy me es grato reseñar el libro del maestro Carlos Tur Donatti La utopía del regreso. La cultura del nacionalismo hispanista en América Latina, ya el título en sí mismo resulta ser motivante para incursionar en los meandros históricos de una vieja, pero presente, ilusión perdida de los grupos conservadores de nuestra América de finales del siglo XIX y del primer medio siglo XX. Como es obvio, reflexionar sobre la utopía de regreso es volver a los sueños despiertos, en vigilia, sobre la historia y el pasado criollo racista y excluyente de las “burguesías conservadoras latinoamericanas.”

La obra de Carlos Tur Donatti está suficientemente acotada, porque no analiza ni reflexiona sobre toda la historia de América Latina, sino, especialmente, sobre la cultura del nacionalismo hispanista. Esta expresión de la cultura que, metafóricamente diríamos, se “pinta de colores” con un centro de pureza de raza y con ideología racista excluyente de otras expresiones étnico-culturales presentes en la América de Bolívar.

Esta concepción del liberalismo ilustrado se reconfigura en la región, que sólo incorpora a aquellos que son propietarios capaces de producir y consumir cultura, el resto, los indígenas, los campesinos, los obreros, las mujeres, en general, los trabajadores, no son considerados parte del Estado oligárquico y, sin embargo, países como Argentina y Uruguay se verán en la necesidad de nacionalizar, al lado de la población nativa, la creciente oleada de migrantes, de finales del siglo XIX y principios del XX, particularmente de origen europeo.

La utopía de regreso de Carlos Tur es la recuperación historiográfica y política de origen oligárquico. Es, a la vez, el análisis crítico de la batalla entre liberales y nacionalistas (conservadores), de la Banda Oriental del Uruguay y la Argentina, los cuales configuraron el rostro de las burguesías clasistas criollas rioplanteses. Empero, la metodología historiográfica que utiliza nuestro autor para aquella región, la amplía al estudio de las utopías de México y Perú.

La metodología historiográfica de Carlos Tur se resiste a utilizar las tradicionales formas de analizar los fenómenos histórico-culturales a partir de los modelos de la tradición histórica, para ello se lanza a la tarea de reconstruir la historia de la cultura del nacionalismo, desde donde explica, interpreta, analiza y critica, ante la ingente e ingrata labor de historiar, desde una posición crítica asumida racional y consciente sobre la empresa asumida.

Cuando nuestro historiador incursiona en el México de la Revolución y el nacionalismo unitario y cerrado, paralelamente aparecen y están presentes expresiones artísticas, literarias, arquitectónicas, simbólicas e icónicas de nacionalismos revolucionarios y contrarrevolucionarios, especialmente estos últimos, los cuales se resisten al cambio de ruta en la historia y la historiografía. Estas son, como señala Carlos Tur, “las utopías reaccionarias” que transitan de la Revolución mexicana, a la Primera Guerra Mundial (19141918), la Revolución rusa (1917), hasta la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, lo cual constantemente amenaza con calentarse -a pesar de la caída del Muro de Berlín (1989) y la Perestroika (1992)- y llevar a una nueva catástrofe mundial impredecible.

En el estudio sobre el México pre-revolucionario, revolucionario y posrevolucionario hacen su aparición arquitectos, artistas e intelectuales como Francisco Mariscal, Francisco Monterde, José T. Acevedo, Mariano Azuela, Saturnino Herrán, Artemio del Valle Arizpe y muchos otros. En el horizonte del México posrevolucionario, los fantasmas de la locura, la muerte del tiempo ido se expresa en la narrativa, la arquitectura y la pintura, en donde se entrecruzan posiciones románticas, estridentistas, vanguardistas, expresiones de la mentalidad aristocrática criolla preocupada, de manera excluyente y selectiva, por lo que estaba pasando en México. Esto sin duda bloquea la percepción y el reconocimiento de nuevas formas de representación estéticas de las llamadas “vanguardias” urbanas y radicales latinoamericanas y europeas, en la cual se encontraba encerrada la cultura de la Belle Época, anterior a 1914.

Es la expresión de nostalgia por la Arcadia perdida, de la poblaciónparaíso heredada de otros siglos que se resisten al paso del tiempo y abren el espacio de y hacia una vía inédita en los dominios del arte y de la estética. En esta visión edénica de recuerdos, imaginaciones y memoria se dan coincidencias fundamentales, como el rechazo al país posrevolucionario, la confusión de la minoría criolla con la sociedad mexicana, la revalorización de los siglos hispánicos y el abierto repudio al siglo XIX y a la Revolución mexicana de 1910.

Empero, ante el horizonte histórico-cultural de la época, donde dominó la ideología nacionalista, colonialista e hispanista, se busca borrar simbólicamente a las mayorías indígenas, de trabajadores, en general, de los sectores populares. “Estos intelectuales, -según Tur- atrincherados en su mentalidad de casta, sus prejuicios raciales y aristocratizantes, constituían una falange de nostálgicos del antiguo régimen porfiriano a la defensiva, que procuraban avanzar de espaldas al horizonte histórico, hipnotizados por su recreación de los siglos muertos” (p. 34). Sin embargo, la evolución posterior de la nación mexicana se encargaría de estas fantasías reaccionarias.

En cambio, la investigación sobre Perú abarca de 1919 a 1930, lo cual lleva al maestro Carlos Tur por caminos que no tendrán precedente en la interpretación y explicación historiográfica de la historia cultural y la estética peruana. Es la invención de los nacionalismos, la recreación y la reconstrucción de formas culturales inéditos, lo cual dará un viraje ideológico y político en la región.

El derrumbe de la “república aristocrática” del país andino había sido la consecuencia histórica de los movimientos obreros y de los estudiantiles reformistas. Abriéndose, al fin a los requerimientos de los nuevos tiempos.

Desde la regionalización de la palabra como forma de expresión discusiva e entitaria en Perú, a partir de 1910 se va a pugnar por alcanzar una literatura auténticamente peruana. Es el surgimiento de la literatura con José Gálvez, José de la Riva Agüero, Abraham Valdelomar, Enrique López Albújar, Ciro Alegría, Ricardo Palma, Ventura García Calderón, etc. Esta intelectualidad provinciana defenderá, a través de la producción cultural y estética, la propuesta literaria original y nacionalista. Así, se inicia un ciclo excepcional de la producción cultural peruana. Empero, esta visión europeizante, muestra el sello de la mentalidad colonialista criolla, posición reaccionara racista excluyente.

Las grandes tendencias ideológicas y culturales en la década del veinte en Perú, delinean la nueva producción estética y la definición política de dos grandes poetas: José Santos Chocano y el extraordinario poeta César Vallejo, el cual a través de su poética hace expresa la militancia ideológica y política de raíz socialista. Los dos afirman y defienden su origen urbano limeño y en su obra poética se hace expresa la reflexión romántica. Así, escribe Carlos Tur, “las palabras vitales y artísticas de Chocano y Vallejo ejemplifican las rupturas estéticas y políticas de dos generaciones, de dos épocas de la cultura peruana” (p. 39).

En el primer lustro de la década del veinte, se hacen presentes los artistas vanguardistas internacionales y nacionales como Tristán Tzara, Vicente Huidobro, Juan Gris, Gerardo Diego y Pablo Neruda y novelistas como López Albújar y Tamayo Vargas. En estos dos últimos, existe la decisión de convertir en el protagonista de su obra literaria: al negro, al mulato y al indio. Ambos buscan narrar desde las profundidades de la sociedad y sus problemas económicos, sociales, políticos y culturales.

En la cambiante y tradicional imagen urbana dará inicio la irrupción de la cultura y la arquitectura moderna limeña. Es el retorno entusiasta y justificado al arte tradicional de la Colonia, hasta llegar a convertirse en una corriente caudalosa, incontenible. Es el regreso de la utopía de la cultura barroca, del gótico y del romanticismo europeo. Un ejemplo marcado por estos matices es Lima la horrible de Salazar Bondy.

En este horizonte histórico y problemático el indigenismo se perfila como la propuesta cultural alternativa, desde donde se intenta crear un estilo de regreso a la tradición incaica, empero, a pesar de sus defensores y simpatizantes, sólo alcanzan a cristalizar en aspectos muy inmediatos y concretos, con fines decorativos y ornamentales.

Al lado de ello, hará su aparición la crítica a la sensibilidad y a la cultura hispanista a través del método marxista, y del indigenismo con intelectuales de la talla de Juan Carlos Mariátegui. La crítica al hispanismo hará presencia en la revista Amauta fundada por Mariátegui en 1926. En ella se expresa un voto ético de compromiso por la vida y el futuro del Perú. Es el intento cultural por peruanizar al Perú.

Desde la fundación de la república aristocrática, la Iglesia católica va a actuar como la institución vinculadora de los países centrales y de la oligarquía limeña. La neocolonización del Estado acentuó la fragmentación regional del país en lo económico, político y cultural. Persisten, hasta la actualidad, las viejas formas de control de la población. Así, ante cada crisis social la respuesta ha sido la franca represión violenta.

Se da entre los intelectuales de la cultura neocolonial y las vanguardias futuristas el enfrentamiento de dos proyectos políticos y culturales diferentes. Los primeros se convertirían en meros gestores de las inversiones imperialistas. En cambio, los segundos votan por la revolucionaria y nacionalista. Para Carlos Tur, aquellos “intelectuales que efectivamente apuntaron al futuro constituyeron una vanguardia a la vez nacionalista y revolucionara, que se perfila con claridad en los amos últimos de la república civilista. Ellos ocupan desde los años veinte el centro del escenario cultural y político, asumen con audacia la iniciativa histórica y cimientan el Perú del futuro” (p. 68).

Para Carlos Tur Donatti, la utopía criolla argentina del siglo XX lleva implícita la recuperación del nacionalismo restaurador y la cultura política, en todo lo cual pueden rastrearse residuos de aquel universo ideológico tradicionalista conservador. Así, los artífices de esta notable reelaboración cultural son intelectuales provenientes de campos políticos, simbólicos e icónicos afines o abiertamente antagónicos del nacionalismo restaurador cada vez más identificado con la prédica desarrollista.

El estudio de Tur Donatti remite a los precursores de este movimiento a partir del Estado oligárquico de 1880. Destacan en esta etapa escritores como Ricardo Rojas (1882-1957) y Manuel Gálvez (1882-1962). Ambos son provincianos sensibles a la cultura criolla y son ganados por el idealismo aristocratizante urbano del uruguayo José Enrique Rodó.

En los años anteriores a la Primera Guerra es cuando la prédica de Rojas, de Gálvez y de Leopoldo Lugones preparará el terreno en la cultura y la política para el gran viraje posterior del espiritualismo contrapuesto al positivismo. Destaca, de forma especial, la invitación de Alejandro Korn, sobre la vuelta a los clásicos como: Kant, Hegel, Bergson y Croce. Esta reacción espiritualista entraba de la mano de la democratización de la principal universidad del país: la Universidad Autónoma de Buenos Aires.

El ascenso del radicalismo al poder en 1916 y el primer liderazgo al gobierno de Hipólito Irigoyen, con amplia base de apoyo de los sectores populares, suscitará el rechazo clasista en los medios conservadores y en los intelectuales.

La búsqueda del retorno y destino en 1930, es la vuelta a las formas aristocratizantes criollas de las oligarquías conservadoras. La revista Sur mantendrá la vieja idea cosmopolita, combinada con el deseo de los “martinfierristas” que buscarán por todos los medios integrarse a la vanguardia europea de origen urbano y experimental. Así, la tendencia militante de la cultura argentina de raíz socialista de aquellos años, se manifestará con la fundación de la revista y la editorial Claridad en 1922, la cual llevará una labor socializante en la cultura de aquella época.

Así, hará presencia la influencia de Henri Barbusse y la izquierda intelectual francesa, pacifista y simpatizante de la Unión Soviética, la cual inclina a los escritores por la literatura social, hasta acercarse poco a poco a la preparación de la política del peronismo hacia 1943, la cual se verá acechada por el pasado reaccionario aristocratizante. Alado de todo ello, numerosos nacionalistas restauradores se incorporan al naciente justicialismo. “Este aporte intelectual fue decisivo para teñir a los años peronistas de un acentuado tradicionalismo en el terreno de la producción cultural.”

Argentina, durante el primer medio siglo XX atravesará por golpes militares y asonadas violentas, donde se dan choques violentos entre intelectuales tradicionalistas y los militaristas criollos con los vanguardistas, que intentan superar las mediaciones ideológicas y culturales del neoconservadurismo. En la polémica sobre el lenguaje y la escritura se manifiestan dos actitudes básicas para entender la cultura y el proyecto de país argentino. Una se recostará en el pasado hispánico criollo y en la crítica de la tradición liberal, la que de todas formas cuenta con la participación popular, pues desconfiaba de los aspectos plebeyos del peronismo y partidario de un régimen fuerte corporativizado. Mientras la otra, se fundará en las tradiciones del arrabal tanguero, con sus afectos y desafectos de la vida en el barrio, en las aventuras y desventuras de los sentimientos. Ésta es la expresión de la fiesta popular y de la beligerancia retórica que empezará a replegarse ante el nuevo curso conservador que le imprime Perón en su segundo gobierno, a partir de 1952. “Juan Domingo Perón -escribe Carlos Tur- retrocede ante las debilidades de su proyecto original y la presión del ascendente imperialismo estadounidense. En los últimos años de su gobierno desapareció el bailar un tango final con la melancolía de Malena e intentó un inédito rock con la casquivana reina Ginebra. Pero esa fantasía póstuma no pudo concretarse. Era septiembre de 1955 y los gorilas lo acechan, “hasta provocar su caída” (p. 96.).

Concluye la investigación de Carlos Tur Donatti con el análisis de la Familia ideológica tradicionalista en América Latina. Es la recuperación del horizonte de la utopía del regreso y de la estética de la barbarie en la región. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la primera etapa de los triunfos arrolladores del Eje, coincidirán con el auge fascistoide, sinarquista e inclusive nazi, en México y Argentina a lado de la negación del papel protagónico de la ideología indigenista.

En la década del cincuenta, al fin se ponía en camino el proyecto y la aplicación de las tendencias ideológicas del imperialismo norteamericano. México, Perú y Argentina se verán obligados por las circunstancias y la presión latinoamericana a someterse a las formas culturales unidimensionales de Estados Unidos, por encima del dominio de las influencias europeas.

De esta forma, puede decirse con Carlos Tur que “la derrota de las potencias del Eje, la oleada revolucionaria que se desató en la posguerra y al final del inicio de la Guerra Fría empujaron a los antiguos simpatizantes del fascismo a una opción que los repelía. Ya no trata de elegir entre Roma -más tarde Berlín o Madrid- y el omnipresente Moscú; descubrieron entonces que el destino les jugaba una amarga pasada y se encolumnaron mansamente detrás de la estrategia mundial de Washington. No era ésta “la tercera alternativa” ni “la revolución del retorno y del destino” con que soñaron en los años de crisis y aceptaron el prosaico liderazgo norteamericano porque la contrarrevolución ahora seguía a la bandera de las barras y las estrellas” (p. 110).

Es, finalmente, el porvenir de una ilusión frustrada por la realidad histórica que demandaba respuestas y soluciones a los problemas controversiales de desencanto y de enfrentamientos, todo lo cual precipitará a la irremisible caída de los nacionalismos.

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