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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.21 no.41 México ene./jun. 2019  Epub 03-Ago-2020

 

Reseñas

Daniela Spencer, En combate.- la vida de Lombardo Toledano

* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, jaime_ortega83@hotmail.com

Spencer, Daniela. En combate.- la vida de Lombardo Toledano. México: Debate, 2018. 567p.


La biografía es un género por demás complejo. Su elaboración requiere del tejido paciente y fino a partir de los materiales disponibles. No es un género particularmente ensayado por quienes han privilegiado la escritura académica. La dificultad de labrar los elementos necesarios para su elaboración confluye con la dificultad de una narración que reclama un ritmo constante. A la laboriosidad del género debe sumarse la ambivalencia de los personajes: esquivos y contradictorios, los rastros dejados intencionalmente se encuentran llenos de grietas.

Todos estos elementos confluyen en la más reciente biografía sobre Vicente Lombardo Toledano, escrita por Daniela Spencer y publicada por la editorial Debate. Lombardo Toledano es un personaje complejo, aparece en la primera mitad del siglo de forma ininterrumpida, su sombra se proyecta hasta 1968, cuando se opone al movimiento estudiantil y se coloca del lado del presidente Díaz Ordaz. Su legado continuó marcando el ritmo de más de un espacio político y social tras su muerte. Aún hoy, en la Avenida Álvaro Obregón de la colonia Roma se pueden observar anuncios del próximo congreso del Partido Popular Socialista, en claro contraste con el entorno y el tiempo actual. Lleno de contradicciones, se especuló sobre su afinidad y relación con la Unión Soviética, sobre su papel en la campaña contra León Trotsky, así como en su actividad como constructor de los instrumentos del corporativismo estatal. Estos y muchos otros elementos son revisados con cautela por la antropóloga Daniela Spencer en más de 500 páginas.

El legado de Lombardo quedó dividido, por un lado, en la Obra editada por el Centro de Estudios que lleva su nombre y por el otro en su archivo personal a manos de la Universidad Obrera, institución fundada por él; ambas instancias operan aún el día de hoy con el respaldo de la Secretaría de Educación Pública. Sobre esa base y con un extenso trabajo de archivo, expuesto en cada uno de los capítulos, se construye el devenir de los distintos momentos que atravesó una de las personalidades más polémicas de siglo XX.

Más que un marxista -como mucho tiempo se le endilgó-, Lombardo era un hombre que apuntalaba una noción ilustrada de la civilización. Ello lo demuestra Spencer desde la narración de su juventud, la que venía acompañada de un rechazo de la obra de Marx, pero persistió hasta su posterior conversión al ideal socialista. La obra "civilizadora" era aquella en la que los desposeídos aumentaban sus capacidades de acceso a la educación y a la cultura gracias a la mediación estatal. La retórica civilizadora de Lombardo encontraba su punto de apoyo en el Estado, el cual debía ser capaz de organizar a la sociedad con la finalidad de aumentar su nivel cultural, sobre la base de la soberanía, el desarrollo económico y la paz. Dicha retórica empalmó con el marxismo difundido desde los centros del poder soviético, centrado en el crecimiento de las fuerzas productivas, en la idea del progreso y el tecnicismo: Lombardo hizo coincidir entonces el momento local de la Revolución mexicana con el horizonte abierto por la revolución soviética. La URSS aparece en él como el ejemplo de la obra civilizadora y ésta no queda en manos de la sociedad democrática, sino que recae en la cristalización estatal, que dirige y organiza los principales resortes culturales y económicos.

Spencer presenta en su relato a un Lombardo plenamente seguro del devenir de la historia. Como si se tratara del personaje principal de alguna filosofía de la historia decimonónica, Lombardo asumía su papel en el despliegue de las fuerzas del progreso y de la razón. En el escenario de la conquista de la libertad, el socialismo era el momento cúspide y el dirigente mexicano aseguraba su papel al jugar del lado donde se encontraba convencido: así, la defensa de la Unión Soviética fue siempre de interés primordial, teniendo como complemento el rechazo del imperialismo. La defensa de la URSS encontró eco en los años de la segunda gran guerra, pero pronto fue extinguida por el posterior primado del anticomunismo, ante el cual Lombardo no sucumbió, como sí lo hicieron algunos de sus aliados. Su defensa del socialismo fue constante desde su viaje a la Unión Soviética y se acentuó con su firme adhesión a esa forma del marxismo confundida con el positivismo, la cual se dedicó a predicar. Con esa brújula fue que sostuvo que la Revolución mexicana era una etapa que no podía eludirse, sino que era el paso obligado en el desarrollo del país y un elemento crucial para intereses más amplios. Según lo muestran múltiples capítulos de la biografía, estaba convencido que para defender a la URSS era necesario defender al Estado mexicano, pues eso debilitaba a Estados Unidos.

Sin embargo, Lombardo no era sólo un defensor de una causa que pensaba era universal y necesaria. En la biografía se nos presentan dos dimensiones más: la de organizador sindical y la de político profesional. No surgió de la clase obrera, pero aspiró a convertirse en su voz y su cerebro. Las relaciones políticas y personales con las que contaba le permitieron desempeñarse como el gran mediador entre el capital, los trabajadores y el Estado. Consciente del papel que debería tener el entramado institucional estatal, se colocó como el impulsor principal entre quienes defendían que los conflictos fueran arbitrados por el presidente. Después de derrotar a Luis N. Morones y ya instalado el contexto del ascenso "cardenista", Lombardo procedió a operar la fundación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Una parte de la historia de la CTM es al mismo tiempo la de Lombardo. La central recorre una historia llena de obstáculos: su fundación es caótica, su poder de movilización depende en gran medida de la retórica nacionalista y antifascista del cardenismo, pero pronto comienza el proceso de degradación a manos de Fidel Velázquez, quien terminará disolviendo la independencia sindical ante el partido de Estado, previa expulsión del propio Lombardo. La fundación y los primeros años de la Confederación -después pilar del corporativismo- son relatados con todas sus ambigüedades: conflictos, expulsiones, exclusiones y escisiones. Se presenta una Confederación menos poderosa de lo que generalmente estamos acostumbrados a leer.

Junto a su papel como dirigente obrero local se acompaña su importante proyección internacional, en donde la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) y después de la Federación Sindical Mundial (FSM) son los espacios de mayor expansión de la influencia del mexicano. Verdadero dirigente continental, Lombardo se convirtió en una figura que disputaba el proyecto de organización obrera en la región, señalando sus pasos, su ejemplo a seguir y el ritmo que ésta debía tener en sus demandas. Confrontado con la forma dispuesta por Juan Perón en Argentina, Lombardo jugó las cartas necesarias para que la CTAL se convirtiera en la principal organización del continente y en parte medular de la FSM. Esta última fue constituida en medio de los escombros de la guerra en el periodo de la Guerra Fría. Lombardo jugó a apoyar al bloque socialista y a los sindicatos soviéticos y pronto fue recompensado por ello, siendo nombrado vicepresidente de la FSM. Papel clave que, sin embargo, ante el anticomunismo reinante en la Confederación mexicana, estará en varias ocasiones a punto de perder. Más tarde los propios soviéticos tendieron a destruir la CTAL y a sustituirla por algún organismo controlado directamente por los comunistas de la región.

Finalmente, como político hay que destacar sus más profundas ambigüedades. Amigo personal e incluso profesor de algún presidente, nunca aspiró a ocupar dicho espacio de poder. Prefirió mantenerse como un organizador que posibilitaba la mediación y contribuía a la contención de los múltiples conflictos. Tras duros descalabros, en los que deslindaba siempre a la figura presidencial de sus principales detractores, pronto se vio en la necesidad de formar su propio partido. En el relato de Spencer, el Partido Popular (PP) aparece en un primer momento como un organismo de doble función: por uno era la extensión de la voluntad de Lombardo, por el otro era el espacio que sectores sociales -particularmente campesinos- aprovecharon para dotarse de canales de expresión ante un régimen asfixiante y autoritario. El añadido socialista vino después, sin discusión y como capricho del máximo líder, que no soportaba oposiciones.

Ante la imposibilidad de ser un partido de oposición, pues eso lo habría enfrentado a los "gobiernos de la revolución", tuvo que tomar el papel de la contención de las movilizaciones y del creciente descontento, intentando vanamente ser el mediador por excelencia. No se podía servir a dos amos plenamente y Lombardo optó siempre en los años de desarrollo del PP por la integración negociada. A pesar de los descalabros, los fraudes electorales y la violencia que el régimen político desplegaba, Lombardo se quedó del lado de los presidentes Adolfo López Mateos primero y después de Gustavo Díaz Ordaz. A ellos los alabó, pidió defenderlos y a cambio negoció la obtención de pequeños espacios. En el PP -después renombrado como PPS- se daban rupturas de figuras como Enrique Ramírez y Ramírez, que pasó al PRI, o Ramón Danzós Palomino, que se convirtió en el candidato del Frente Electoral del Pueblo, cuya columna vertebral estaba formada por los comunistas. También llegaban algunos excomunistas como José Revueltas o Miguel "El Ratón" Velasco.

En su última etapa, Lombardo es un político de ornamento, pero necesario por momentos. El régimen le otorga una curul y continúa con sus viajes a los países socialistas. Su retórica antiestadounidense lo lleva a sostener que existe una conspiración contra el gobierno mexicano, en tanto que es incapaz de entender las revueltas juveniles. En 1968 el desfase es ya demasiado visible. Formado en una época distinta, la emergencia pública de las mujeres y la insubordinación de los jóvenes en la arena política son simplemente intolerables para él.

A 50 años de su muerte, es difícil imaginar una posición equivalente a la que Lombardo ocupó. A la posteridad quedó como un traidor a la izquierda, constructor de un partido "para estatal" y un marxista sospechoso. Ante sus contemporáneos tampoco era bien visto. A los ojos de la derecha mexicana y de los estadounidenses era un agitador, un stalinista. En los reportes de la policía política aparece siempre como un comunista disfrazado, a la espera de tomar el poder. A los ojos de los comunistas era un falso izquierdista. Aun con todo esto, Lombardo fue un vínculo cultural con América Latina (como lo muestra la revista Futuro) y con la intelectualidad marxista de Europa (como lo demuestran las clases de exiliados alemanes en la Universidad Obrera), un dirigente sindical con una influencia en las organizaciones mundiales e incluso su partido, por más "para estatal" que fuera, fue semillero de futuros cuadros de la izquierda, como por ejemplo los asaltantes al Cuartel Madera en 1965.

Más allá de las pasiones que levantó durante décadas, hoy es posible meditar más acerca de su influencia real en el sistema político, mucho menor de la que él mismo suponía, así como matizar sus aspiraciones e intervenciones. Hijo de su tiempo, Lombardo Toledano vivió entre la creencia de que la historia tenía un telos y que para cumplir tal objetivo de liberación y emancipación humana él debía ocupar su lugar en la defensa del Estado y de la ideología que éste producía. La obra de Daniela Spencer enriquece la bibliografía clásica de Robert Millon, Lourdes Quintanilla, Luis Fernando Álvarez y Luis Bernal, y a la más reciente de Patricio Herrera y Rosendo Bolívar Meza, aportando datos sugerentes y una comprensión compleja, que es la que un personaje de este tipo requiere. Contra los reduccionismos fáciles que condenan a una época y a sus personajes a posiciones predispuestas de ante mano, observamos un conjunto conflictivo y abigarrado marcado por los variados impactos de las revoluciones en México y Rusia.

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