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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.16 no.1 Ciudad de México ene. 2009

 

Reseñas

 

La posdemocracia, por Colin Crouch

 

Mónica Judith Sánchez Flores*

 

Madrid, Taurus, 2004, 179 pp.

 

* División de Historia, CIDE.

 

Este ensayo crítico de Colin Crouch comienza por señalar que aparentemente la democracia se encuentra en un momento de auge mundial, pues el número de países que celebran elecciones más o menos libres ha ido en aumento desde la caída del imperio soviético. Sin embargo, Crouch cuestiona esta postura desde la observación de elementos cualitativos en la democracia actual que la convierten en lo que él llama "posdemocracia": Una reducción en el interés ciudadano por participar en los procesos democráticos en los países desarrollados y la actividad política que se produce principalmente entre gobiernos electos y élites empresariales. Esto, a juicio de Crouch, provoca que en los países desarrollados la izquierda se arrincone y la actividad política tienda a la derecha sin que se considere el tema de la igualdad ni de la redistribución del poder y la riqueza. Aunque acepta que la agenda igualitarista y la decadencia de la democracia no son exactamente el mismo asunto, plantea que ambas cuestiones se entrecruzan en puntos determinantes y allí es donde enfoca la atención este ensayo.

Para el autor, un rasgo importante que define a la posdemocracia es que los subordinados pierden poder político y para ello hace referencia a la "parábola de la clase trabajadora", donde menciona cómo a lo largo de la historia ésta pasó de ser débil y excluida a convertirse en una fuerza poderosa y numerosa hacia su apogeo con el Estado de bienestar, y que en la actualidad declina hasta ser una clase marginada del escenario político. Alude también a la apatía del resto de las clases sociales (profesionales, administradores, personal de oficinas, ventas, empleados de instituciones financieras, funcionarios y servidores públicos) que no han creado un perfil político autónomo. De igual forma, Crouch hace uso del viejo argumento de la izquierda crítica que plantea el uso de la manipulación constante de las masas para el logro de los intereses de las minorías en el poder político y económico: Posdemocracia es un término que sirve para describir el constante uso de técnicas de encuesta y mercadeo para averiguar qué es lo que la gente quiere escuchar y comunicar eso mismo a través de los medios masivos de comunicación.

Crouch prosigue a examinar las causas y las consecuencias políticas de la posdemocracia. Comienza por hablar de la globalización económica como el factor más destacado detrás de este fenómeno y de cómo, dentro de ésta, los Estados deben competir entre ellos para ofrecer a las grandes corporaciones las condiciones más favorables a fin de atraer su inversión. Esto ha producido el debilitamiento de la importancia política de los trabajadores, quienes sufren las consecuencias de que las grandes empresas muevan sus operaciones estratégicamente a los países con mano de obra barata y sin los costos de aquellos beneficios que constituyeron los grandes éxitos de la lucha obrera. Ante estas facilidades, las empresas mismas se transforman, externalizan y subcontratan de más en más los procesos productivos, quedándose con la sede central de poder donde se toman las decisiones estratégicas, y no constituyen más que acumulaciones financieras temporales y anónimas. A este fenómeno, Crouch lo llama la "empresa fantasma" y dice que, siguiendo su ejemplo, los Estados intentan desprenderse gradualmente de toda responsabilidad directa del funcionamiento de los servicios públicos, se limitan a garantizar la libertad de mercado y a construir su imagen. Surge la subcontratación de servicios públicos y se gestiona por medio de concesiones sujetas a renovaciones periódicas. Esto se convierte en una alianza de élites en la que las empresas ofrecen al liderazgo de los partidos los fondos para sus campañas nacionales, sobre todo las televisivas, que resultan tan onerosas, y las empresas privadas están en contacto permanente con los lobbies, círculos de asesores y grupos de presión para lograr esas concesiones y contratos.

Sin embargo, el autor apunta que la prestación de servicios públicos asociada con el Estado de bienestar pertenece al ámbito del interés general y debería estar protegida contra injerencias del mercado, pues éste crea barreras que no permiten el acceso a dichos servicios a menos que se pague por ellos. Crouch también señala que se asume que los servicios tendrán mayor calidad al ser prestados por la iniciativa privada bajo el supuesto de competencia perfecta de los manuales de economía y de las ideas de la Nueva Gestión Pública, pero esta situación nunca se encuentra en la realidad empírica. Lo que ocurre es que las grandes empresas son tan influyentes políticamente que no permiten competir a las medianas y pequeñas, y los supuestos de eficiencia en condiciones de mercado no se dan. Esto a su vez compromete la validez de los controles democráticos sobre el abuso de poder y de las influencias. Por otro lado, en la prestación privada de dichos servicios, el ciudadano pierde capacidad política, pues se relaciona a través del sistema electoral con el gobierno, pero no tiene ninguna relación ni de mercado ni de ciudadanía con el proveedor privado.

Crouch concluye que el mayor problema de la posdemocracia radica en que la política se está convirtiendo en un asunto de élites cerradas, así como ocurría en los tiempos predemocráticos. Recomienda que para detener esta tendencia se deben crear políticas cuyos efectos actúen en tres niveles: 1) detener el creciente dominio de las élites empresariales, 2) reformar el ejercicio de la política como tal, sobre todo interviniendo para que los partidos contrarresten la desigualdad que promueve la posdemocracia y 3) ayudar a que los ciudadanos se involucren y participen más en la política. Además, Crouch menciona que la creación de nuevas identidades sociales conlleva la posibilidad de rehabilitar las energías democráticas e igualitaristas de la política de izquierda. El autor nos recuerda que las sociedades modernas se han desplazado hacia un nuevo momento histórico y que haber llegado allí ha traído consigo un legado de lecciones y desarrollos que han de aprovecharse. Para él, los nuevos movimientos pueden ser los "portadores de la vitalidad futura de la democracia" (p. 169).

Así, el ensayo de Crouch sobre la situación actual de la democracia constituye una crítica de la izquierda igualitarista hacia ciertas tendencias que se presentan en las sociedades desarrolladas contemporáneas. Ilustra sus argumentos con ejemplos tomados de la política de Europa y del mundo anglosajón, y diagnostica una tendencia perniciosa en las prácticas políticas actuales hacia lo que define como posdemocracia, que es en realidad una situación en la que los valores democráticos de participación e igualdad se van perdiendo. El ensayo resulta una crítica acertada a muchas de las tendencias políticas que pueden vislumbrarse sobre todo en el mundo desarrollado, y que podrían comprometer la participación de los ciudadanos, sobre todo de aquellos con menor poder social y económico, como las mujeres. Es una situación sin duda preocupante que Crouch deja examinada, pero con pocas sugerencias sobre cómo lidiar con ella. Concluye dando valor a los movimientos sociales como posibles portadores de la vitalidad futura de la democracia, aun cuando al principio de su ensayo menciona que carecen de posibilidades reales para ejercer presión por su falta de poder económico y por su actividad al margen de la política electoral. A pesar de que Crouch termina sus reflexiones con una deontología que da lugar más bien a la desesperanza que a cualquier solución posible, este libro plantea un problema claro de las sociedades desarrolladas que es necesario reconocer y abordar desde una perspectiva crítica.

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