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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.15 no.1 Ciudad de México ene. 2008

 

Artículos

 

El regreso del FSLN al poder: ¿Es posible hablar de realineamiento electoral en Nicaragua?

 

The Return to Power of FSLN: Is It a Matter of Realinging Elections?

 

Salvador Martí i Puig*

 

* Profesor titular de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca, Facultad de Derecho, Campus Unamuno s/n 37007 Salamanca, España. Correo electrónico: smarti@usal.es.

 

El artículo se recibió en febrero de 2007.
Aceptó para su publicación en julio del mismo año.

 

Resumen

En las elecciones nicaragüenses de 2006 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) recuperó el poder después de 16 años en la oposición. El objetivo del texto es analizar las razones de la victoria sandinista y formular si dichos comicios supusieron un proceso de realineamiento electoral en el país. Para ello se expondrá en primer lugar cuál ha sido la dinámica de la competencia electoral desde 1990 hasta las elecciones de 2006, enfatizando la aparición en estas últimas de un nuevo clivaje que se sobrepuso al de sandinismo/antisandinismo. Después se señalarán las características del sistema electoral nicaragüense y se expondrá la naturaleza de las fuerzas políticas y de la campaña realizada. Finalmente, se analizarán los resultados a la luz de la teoría sobre el tema con el objetivo de averiguar hasta qué punto los comicios de 2006 han supuesto (o no) un realineamiento electoral que abra una nueva dinámica de competencia partidaria y un sistema de partidos diferente en Nicaragua.

Palabras clave: Nicaragua, elecciones, FSLN, realineamiento electoral, elecciones críticas.

 

Abstract

In the Nicaraguan elections of 2006, the Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) regained office after 16 years of being in the opposition. The objective of this article is to analyze the reasons for the Sandinista victory and to verify if such elections constitute an electoral realignment in the country. First, the dynamics of electoral competition will be explained emphasizing a new cleavage that opposed the old sandinismo/antisandinismo since 1990. Second, the features of the Nicaraguan political system and the nature of the political forces as well as those of the campaign will be examined. Finally, and in order to find (or not) the level of realingment, the electoral results will be analyzed. These results may open a new dynamic of electoral competition and a different party system in Nicaragua.

Key words: Nicaragua, elections, FSLN, realigning elections, critical elections.

 

Las elecciones de 2006: ¿Es posible calificarlas como críticas?

El resultado de las elecciones de 2006 en Nicaragua sorprendió a propios y ajenos, pero la sorpresa no fue el exiguo margen de votos con que ganó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), sino la nueva lógica que adquirió la competencia electoral y la capacidad que tuvo el FSLN para moldear las instituciones del país en beneficio propio hasta hacerse con la Presidencia de la República.

Ante ello, el texto que se presenta parte de la hipótesis de que las elecciones nicaragüenses de 2006 pueden calificarse como críticas, en tanto que suponen (han supuesto) un proceso de realineamiento electoral al transformar la lógica de competencia ordinaria que existía desde 1990 hasta la fecha. Uno de los textos seminales sobre realineamiento expone que este fenómeno sucede cuando en unas elecciones se produce una súbita alteración del clivaje preexistente entre el electorado y aparece uno nuevo o se modifica el anterior (Key, 1955, 1964).

El estudio del realineamiento electoral se ha caracterizado sobre todo por analizar ciclos temporales prolongados con la intención de observar e identificar coyunturas específicas que suponen cambios de larga duración respecto a la dinámica de competencia política entre partidos.1 En el caso que aquí se analiza no se trata exactamente de un ciclo temporal largo (en el sentido en que se suele utilizar al estudiar el sistema político estadounidense, por ejemplo), pero los 16 años de dinámica electoral competitiva presentes en Nicaragua —desde 1990 hasta 2006— pueden considerarse un periodo suficientemente largo como para intentar aplicar los conceptos que aporta la literatura sobre el tema en cuestión. Además, el hecho de que las elecciones de 2006 estuvieran marcadas por un cambio significativo en los patrones de votación de los ciudadanos justifica explorar hasta qué punto ha ocurrido en Nicaragua un proceso de realineamiento electoral que va a tener, presumiblemente, repercusiones en la vida política futura.

Con esta intención el texto intentará analizar hasta qué punto en el caso de Nicaragua se han dado los seis elementos que la literatura atribuye al proceso de realineamiento electoral,2 a saber, la existencia de una gran participación electoral, la aparición de conflictos en la nominación de candidatos dentro de alguno de los grandes partidos en liza, la irrupción de "terceros partidos" en la arena electoral, la aparición de nuevos temas de conflicto (issue cleavages), una fuerte polarización ideológica y, finalmente, cambios sustanciales en las propuestas de políticas públicas (Mayhew, 2002).

En caso de darse estos elementos, o una porción importante de ellos, se podría afirmar que en Nicaragua se celebraron unas elecciones críticas que seguramente desencadenarán, a corto plazo, cambios sustanciales en la dinámica electoral y en el sistema de partidos del país. De ser así, ¿podría afirmarse que ha existido un realineamiento electoral en Nicaragua? Averiguarlo o dar una respuesta sensata es el cometido del texto que sigue. Para ello se empieza señalando cuál ha sido la dinámica ordinaria de competencia en el país. Posteriormente se analizan las claves de la vida política nicaragüense durante la última década. En tercer lugar se constata la capacidad que ha tenido el FSLN para modificar las reglas institucionales a su favor, y después se analizan tanto la campaña electoral de 2006 como los resultados de dichas elecciones. Por último, como conclusión, se presenta una respuesta tentativa sobre la emergencia de un realineamiento electoral en Nicaragua después de las elecciones críticas celebradas en noviembre de 2006.

 

La dinámica ordinaria de competencia electoral en Nicaragua desde 1990 hasta 2006

Para entender la singularidad del proceso electoral de 2006 es necesario recordar, por un lado, el triunfo de la convocatoria insurgente del FSLN en 1979 y el proceso revolucionario que se extendió durante toda la década de los años ochenta, cuando se llevaron a cabo reformas que supusieron profundos cambios en la estructura productiva y en el formato institucional del país3 y, por otro, a la convocatoria y desenlace de las elecciones de 1990 en las que el mismo FSLN perdió y se llevó a cabo por primera vez en la historia un cambio de titular en la jefatura del Estado de forma pacífica.

El proceso revolucionario nicaragüense, como toda revolución en un país periférico, fusionó y sintetizó una multiplicidad de objetivos que se podrían agrupar alrededor de tres cuestiones básicas: la cuestión democrática y movilizadora, la soberanía nacional y el tema del desarrollo (Vilas, 1984). Con esta base se empezó a desplegar un nuevo andamiaje institucional y simbólico: políticas intensivas de desarrollo agropecuarias de matriz colectivista y estatizador, una profunda transformación productiva y un nuevo posicionamiento en el ámbito internacional. Apreciar los resultados de este empeño es una tarea compleja y contradictoria, con todo, es imposible analizar con profundidad la experiencia revolucionaria sandinista sin tener en cuenta el impacto de la pronta agresión financiera, política y bélica articulada por una coalición en la que la administración estadounidense tuvo gran responsabilidad y que generó un ejército campesino llamado Resistencia Nicaragüense en las zonas del interior del país.4 Esta guerra, que se inició a comienzos de la década de los ochenta, limitó, condicionó y terminó por transformar muchos de los proyectos originarios. En medio de esta situación el FSLN, que en un inicio optó por crear un sistema de representación corporativo semejante al cubano, convocó en 1984 las primeras elecciones libres y plurales de la historia del país5 y tres años más tarde aprobó una Constitución que consagraba un modelo político liberal y representativo.

Con todo, el conflicto prosiguió hasta 1990 a pesar de la firma, en 1987, de los Acuerdos de Esquipulas II. En el marco de estos acuerdos el gobierno de Nicaragua permitió la inclusión en el proceso electoral de 1990 de una amplia coalición de 14 partidos liderada por Violeta Barrios de Chamorro, llamada Unión Nacional Opositora (UNO), que ganó las elecciones contra la mayoría de los pronósticos.6

A partir de las elecciones de 1990 las prioridades del gobierno fueron pacificar y desmovilizar a las tropas irregulares presentes en el país, estabilizar la economía e insertarla en el mercado internacional, y transformar la dinámica institucional. Para lograrlo, la nueva administración abandonaría la estrategia estatista, daría prioridad al mercado, abriría la economía al exterior y reduciría drásticamente la prestación de políticas sociales.7

Este empeño supondría una transformación profunda del Estado nicaragüense y de su papel, en el que la capacidad de dar satisfacción a las demandas sociales ya no sólo sería atribuible a la acción de las instituciones políticas, sino al efecto combinado de la intervención de un conjunto más amplio de actores.8 Precisamente esa dinámica política, iniciada durante la década de los años noventa, despertó muchas resistencias que desembocaron en una notable conflictividad política, que abrió una dinámica de recurrente inestabilidad y crisis, si bien nunca hubo una ruptura de la institucionalidad que se consagró en la Constitución de 1987 (Close, 1988, 1999).

Desde 1990 hasta las elecciones que se analizan aquí se han celebrado todas las convocatorias electorales previstas cuyos resultados siempre se han respetado, a pesar de las múltiples irregularidades que se presenciaron en los comicios de 1996.9 También se puede afirmar que desde las elecciones de 1990 hasta las de 2006 ha existido una doble dinámica electoral: por un lado, una polarización extrema entre el FSLN y una formación antisandinista cuando se celebran elecciones para la Presidencia de la República10 (véase el cuadro 1) y, por otro, cierta dispersión del voto antisandinista entre las dos tradiciones históricas de la derecha —los liberales y los conservadores— cuando no está en juego la presidencia (véase el cuadro 2) que genera una menor concentración del voto (véase el cuadro 3).

Las elecciones de 2006 fueron diferentes a todas las celebradas anteriormente por diversas razones. Las transformaciones que se produjeron en el paisaje político nicaragüense, sin embargo, sólo pueden comprenderse si se tiene en cuenta el legado de las administraciones Alemán y Bolaños y su interacción con el FSLN, pero esta cuestión corresponde al próximo apartado.

 

Las administraciones Alemán y Bolaños y su interacción con el FSLN: Quebrando el clivaje histórico

La administración Alemán y el pacto con Daniel Ortega

A pesar de la continuidad ideológica de las administraciones nicaragüenses desde 1990 hasta 2006, su desempeño y su estilo han sido muy dispares. La administración Chamorro pacificó el país, desarticuló el andamiaje administrativo y productivo del proyecto revolucionario e insertó de nuevo a Nicaragua en el concierto internacional en una lógica abiertamente pro estadounidense en un contexto de gran conflictividad 11 y con limitados (y condicionados) apoyos en la Asamblea Nacional. Los balances de la era Chamorro son muy debatidos, si bien la mayoría de los estudios coinciden en afirmar el acierto discursivo del mensaje conciliador de doña Violeta y los avances en la construcción del Estado de derecho (Close, 1999).

La administración siguiente, encabezada por el líder del PLC, Arnoldo Alemán, se caracterizó por un afán polarizador, un desempeño clientelar y caudillista, y por una flexibilización de la Ley Fundamental.12 Además, en su legislatura hubo duras confrontaciones entre el Poder Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo, así como con la comunidad internacional de donantes, a la vez que se partidarizaba la administración y las agencias reguladoras. En ese contexto estallaron rápidamente escándalos sobre la malversación de fondos públicos y la corrupción, en su mayoría asociados con el manejo del dinero proveniente de los organismos transnacionales y de las donaciones de las organizaciones no gubernamentales, entre los que destaca la apropiación por parte de Alemán y su entorno de las ayudas destinadas a mitigar el desastre causado por el huracán Mitch (Kampwirth, 2004).

Con todo, más allá de la lógica cleptocrática de la administración Alemán, ésta trascendió por la capacidad que tuvo para negociar y establecer pactos con quien a priori representaba su principal enemigo: Daniel Ortega, secretario general y líder indiscutido del FSLN.

En un contexto social que criminalizaba al caudillo liberal y que era potencialmente peligroso para él cuándo hubiera abandonado el poder debido a los delitos cometidos, Alemán decidió establecer garantías recíprocas de no agresión y de impunidad con el líder sandinista, quien también tenía diversos juicios en curso.13

En agosto de 1999 Alemán y Ortega empezaron a establecer las bases de una negociación —conocidas en el país como El Pacto (en adelante EP)— que se selló en enero del año 2000 a través de una serie de reformas a la Constitución y de otras leyes. EP supuso un acuerdo entre las cúpulas de los dos partidos que dominaban la escena política desde mediados de los años noventa. Así, a pesar del intenso nivel de polarización política existente en Nicaragua y de la animadversión explícita entre las dos formaciones firmantes y sus bases, los líderes del PLC y del FSLN acordaron establecer, ignorando los espacios institucionales, acuerdos de gran calado que tendrían una importancia determinante para la vida política posterior. Los elementos fundamentales de EP fueron dos: por un lado, la capacidad de un control bipartidista —mediante el otorgamiento de cuotas de representación según su peso político— de las tres instituciones clave del Estado: la Oficina del Contralor General de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral (Dye, 2001) y, por el otro, restringir el espacio de representación política y cambiar la Ley Electoral.

En cuanto a la administración de justicia, más allá de la composición de la Corte Suprema, las reformas supusieron un cambio de prebendas entre los líderes Alemán y Ortega. Éstas endurecieron las condiciones para que la Asamblea Nacional sancionara judicialmente y levantara la inmunidad del Presidente de la República, exigiendo una mayoría absoluta de 50 por ciento, a la vez que otorgaban, en la legislatura que se iniciaría a finales de 2001, un escaño adicional (con su consiguiente inmunidad parlamentaria) al ex Presidente de la República Arnoldo Alemán y al candidato a la presidencia que quedara en segundo lugar (o sea, a Daniel Ortega, seguro competidor por la presidencia bajo las siglas del FSLN).

En el plano electoral destacaba el cambio de criterio respecto a las condiciones necesarias para ganar la Presidencia de la República, bajando de 45 a 40 por ciento los votos necesarios para hacerse con el triunfo sin la necesidad de segunda vuelta, y de 35 por ciento en caso de que la diferencia entre la primera candidatura y la segunda fuera superior a 5 por ciento. Muchos analistas percibieron este cambio como una concesión de Alemán a Ortega, pues ya en esos momentos eran obvias las dificultades que tenía el FSLN —que siempre ha sido el partido más organizado del país y con mayor número de militantes—14 para articular grandes coaliciones electorales susceptibles de salir vencedoras en una segunda vuelta y que en cambio era (y ha sido) capaz de alzarse con buenos resultados en la primera la vuelta electoral (en 1990 obtuvo 41 por ciento del sufragio y 38 por ciento en 1996). En cuanto a la fórmula electoral proporcional para la elección de los diputados para la Asamblea Nacional, se cambió la existente en 1996 —de restos más altos— por una de cociente electoral con restos de la media mayor, que restringe la proporcionalidad a favor de los partidos que reciben mayor cantidad de votos (Dye, 2001, 2004). Los cambios citados, junto con la introducción del oneroso requisito de presentar un número de firmas equivalente a 3 por ciento del sufragio para que las nuevas formaciones políticas puedan obtener su personalidad jurídica y la obtención de 4 por ciento del electorado en el ámbito nacional en las elecciones en que concurrieran para poderla mantener, hicieron de la nueva ley electoral nicaragüense una de las más restrictivas de América Latina.15

Como consecuencia de lo expuesto, la mayor parte de los actores sociales y políticos manifestó su repulsa a EP, ya que su objetivo era otro del que esgrimían los líderes del PLC y el FSLN,16 al exponer que se trataba de un conjunto de medidas para garantizar la gobernabilidad. En realidad se diseñaba un reglamento para establecer un bipartidismo de facto que cerrara las puertas a cualquier otra formación partidaria y otorgaba el control de las instituciones a los partidos existentes, a la par que se daba impunidad a los caudillos. En cierta forma se trataba de un pacto entre formaciones que se proclamaban de derecha y de izquierda para secuestrar las instituciones y constreñir el pluralismo (Close y Deonandan, 2004).

 

La administración Bolaños y la ruptura de la coalición antisandinista

Una vez suscrito EP, apareció un nuevo elemento difícil de prever: la división del bloque político antisandinista a raíz del conflicto entre el Presidente de la República, Enrique Bolaños17 (y vicepresidente durante el mandato de Alemán), y su antecesor —el mismo Arnoldo Alemán.

Con la llegada de Bolaños a la Presidencia de la República para el periodo 20012006, muchos observadores pensaron que el nuevo presidente sería dócil a las exigencias del aparato del PLC, que continuaba bajo el control de Alemán. La selección de Bolaños como candidato del PLC se debió a la voluntad de Arnoldo Alemán de continuar ejerciendo el poder en el seno de su formación y, por lo tanto, necesitaba un presidente que no tuviera ninguna ascendencia ni apoyo entre la militancia del partido. Por eso, en la convención del PLC para elegir un candidato, Alemán cabildeó una victoria para Bolaños contra el otro aspirante: el joven banquero Eduardo Montealegre (Dye, 2004, pp. 26–27).

Sin embargo, a los pocos meses de que Bolaños llegara al poder, estalló un agrio conflicto entre éste y Alemán, debido a que a principios de 2002 el segundo se erigió en presidente de la Asamblea Nacional apoyándose en los 53 legisladores del PLC y desde ese cargo pretendió controlar al mismo Presidente de la República. En esa tesitura Bolaños reaccionó y lideró una campaña, en agosto del mismo año, para acusar a Arnoldo Alemán (y a varias personas de su confianza) de corrupción y malversación de fondos públicos.

A partir de entonces el enfrentamiento de quienes habían sido compañeros de fórmula en 2001 fue constante y bronco. Fruto de ello, además, fue la división del grupo liberal de la Asamblea Nacional entre alemanistas y bolañistas (estos últimos pasaron a llamarse Gran Unión Liberal en un inicio y, después, bancada Azul y Blanco). Esta división se extendió a todas las instituciones del Estado que tenían composición partidaria, tal como lo estableció EP.

La división entre allegados a Alemán y a Bolaños, a fines del año 2002, provocó que el FSLN fuera la fuerza política con mayor representación en la Asamblea Nacional, controlando además el resto de las instituciones públicas y las agencias reguladoras, incluyendo el sistema judicial; con eso el FSLN pasó a ser el actor vital con el que tanto el PLC como Bolaños tuvieron que negociar.

Para el PLC era necesario tener relaciones amistosas con el FSLN debido a que la presidenta del Juzgado de Distrito de Managua encargada de los cargos de corrupción de Arnoldo Alemán, era de adscripción sandinista y por lo tanto cualquier decisión sobre el proceso pasaba por una negociación del acusado con el líder del FSLN. El bolañismo necesitaba también pactar con el FSLN debido a que en septiembre de 2002 la bancada Azul y Blanco se alió con el FSLN para quitar el control de la mesa de la Asamblea Nacional y de su presidencia al PLC. Además, en el mismo año, miembros afines al FSLN se hicieron con la presidencia del Consejo Supremo Electoral (CSE) y de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). A raíz de eso, ya a principios de 2003 un FSLN obediente a Ortega tenía el control de la mayoría de los resortes institucionales del país.

Con ese control Ortega negoció indistintamente con Alemán (que desde 2002 estaba retenido por la justicia en su domicilio) y con el presidente Bolaños. Y si bien al principio Ortega se acercó a Bolaños para apoyarlo en su pretensión de frustrar la voluntad de Alemán de hacerse con el control de la Asamblea Nacional, a partir del año 2003 Ortega negoció con el PLC y Alemán (quien controlaba aún a un número importante de diputados) para intentar acortar el mandato de Bolaños y los poderes del Ejecutivo a favor del Legislativo, redactando la Ley Marco (Dye, 2004).

En ese contexto los apoyos de Bolaños terminaron siendo pocos y externos, a saber, su grupo de diputados fieles, la administración estadounidense y la comunidad internacional de donantes. Precisamente por eso, la presidencia impulsó una formación propia —la Alianza por la República (APRE)— para participar en las elecciones municipales de 2004, con las que obtuvo un resultado modesto pero significativo: 13 por ciento de los sufragios.

En este marco Bolaños optó por apoyar, para las elecciones de 2006, al grupo de liberales que progresivamente se habían distanciado de Alemán y que tenían como máximos valedores el apoyo incondicional de la administración estadounidense (tal como lo expuso de forma insistente el entonces embajador de Estados Unidos, Paul Trivelli) y el apoyo de los sectores organizados de la empresa privada. El líder de esta alianza terminó siendo Eduardo Montealegre, quien había ocupado el cargo de ministro tanto con Alemán como con Bolaños. La designación de Montealegre por la ALN se decidió a raíz de las maniobras del aparato del PLC (controlado siempre por Alemán) para que éste no pudiera presentarse como futuro candidato a la Presidencia de la República con las siglas del citado partido, por lo que se convirtió en "el hombre que no quiso Alemán"; así, ante la imposibilidad de concurrir con el PLC, prefirió encabezar la escisión liberal.

Pero no sólo el liberalismo tuvo conflictos internos; dentro del sandinismo también hubo un enfrentamiento que terminó con la salida de Herty Lewites, ex alcalde sandinista de Managua durante la gestión 20002004, quien (como veremos más adelante) dio vida a la fracción crítica del sandinismo liderada una década antes por el escritor Sergio Ramírez.

En ese marco la administración Bolaños terminó de forma agónica y en medio de una larga campaña electoral en la que además del clivaje histórico,18 que había dividido a la sociedad nicaragüense desde los años ochenta (el de izquierda/derecha o sandinismo/antisandinismo), se agregó uno nuevo: las formaciones adherentes al pacto entre Ortega y Alemán y las que se oponían a éste (pacto/antipacto). La aparición de este nuevo eje de conflicto supuso la división del electorado nicaragüense entre aquellos que —más allá de ser sandinistas o liberales— estaban a favor (o en contra) de una lógica partidaria caudillista basada en la figura de un hombre fuerte que suponía, a la vez, una visión populista de la política y una percepción estrictamente instrumental y cortoplacista de las instituciones. Quienes estaban en concordancia con estas premisas se adscribían al clivaje pro pacto y quienes lo rechazaban estaban con el antipacto.

De todo lo expuesto en este apartado es posible observar que durante el proceso anterior a la celebración de las elecciones de 2006 aparecieron tres de los seis elementos que la literatura sobre realineamiento electoral determina como cruciales. En primer lugar cabe señalar los conflictos en la nominación de candidatos en los partidos más importantes del país, tal como se constata con el bloqueo por parte de Alemán de la postulación de Montealegre en el PLC y la expulsión del FSLN de Lewites antes de que éste pudiera inscribirse como precandidato a la presidencia. En segundo lugar está la aparición (reaparición en el caso del MRS) de terceros partidos creados precisamente por los líderes que desafiaron el liderazgo tradicional en el PLC y el FSLN, y en tercer lugar la emergencia del nuevo clivaje o sistema de fuerzas al que se ha hecho referencia en las líneas anteriores. A todo esto debe añadirse que a lo largo de este proceso hubo acontecimientos dramáticos en el entorno sociopolítico, entre los que destaca el incremento de la pobreza a pesar del crecimiento sostenido de la economía nacional durante más de una década y, sobre todo, la politización de la justicia19 y de la administración electoral,20 y la imposición de nuevas reglas de juego en la vida política. A este último tema, debido a su trascendencia, está consagrado el siguiente apartado.

 

El sistema electoral como variable dependiente: La plasticidad de las reglas

Como se ha señalado antes, a raíz de EP entre Alemán y Ortega se reformó el sistema electoral en Nicaragua, tal como se expone en la Ley número 331, aprobada el 10 de enero de 2000 y publicada en la Gaceta número 16 del 24 de enero del mismo año. De la citada ley se deriva que en Nicaragua se emplea un sistema electoral que recurre a elecciones directas para todos los cargos; el Presidente de la República es elegido por mayoría y se requiere, después de la reforma constitucional de 1995, un mínimo de 45 por ciento de los votos para evitar una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados y, después de EP del año 2000, 40 o 35 por ciento si la diferencia entre los dos candidatos mejor situados es superior a 5 por ciento. Los representantes en la Asamblea Nacional se eligen por representación proporcional en dos circunscripciones de diferente naturaleza, una nacional (con 20 escaños) y 17 departamentales (con cifras que varían de 19 escaños en Managua a uno en Río San Juan) en las que la suma total de escaños es 70 —creando dos circunscripciones realmente proporcionales (la de Managua y la de ámbito nacional)— y 15 con efectos mayoritarios (pues el tamaño de cada una de las restantes es equivalente a seiso menos), siendo la fórmula electoral la de cociente electoral con los restos de la media mayor.21 Pero más allá de constatar la naturaleza de la regulación electoral presente en Nicaragua y sus sucesivas reformas, cabe destacar la forma en que, desde los años ochenta, se ha ido desarrollando (y transformando) la normativa. Es fácil observar cómo la apertura de espacios electorales de 1984 y 1990 se debió a la presión ejercida por la administración estadounidense, a la agresión bélica encabezada por la Contra y a los acuerdos regionales de Esquipulas II con sus consiguientes rondas de negociación (llamadas Comisiones Nacionales de Reconciliación) entre la administración sandinista y la oposición desleal (Martí, 1997). También podría exponerse que las reformas a la Constitución aprobadas en 1995, 1997 y 2000 han sido fruto de negociaciones forzadas por intereses ajenos a la institucionalidad con objeto de abrir o cerrar espacios políticos en función de las estrategias a corto plazo de las formaciones partidarias mayoritarias. De lo expuesto, en el caso nicaragüense es posible afirmar que la normativa electoral ha sido una variable dependiente de las coyunturas e intereses de los actores políticos hegemónicos (dominantes o con capacidad de chantaje) y no una variable independiente capaz de configurar escenarios políticos que a posteriori (a fuerza de voto estratégico y hábitos) se hayan cristalizado.

La última de estas dinámicas (la de moldear el sistema electoral según el antojo de los actores) ha sido EP, gracias al cual se ha establecido, entre otras regulaciones, la posibilidad de alzarse con la victoria en la primera vuelta casi como si se tratara de un sistema de mayoría relativa, aunque a los ojos de la formulación teórica el sistema sería de doble vuelta. Este hecho fue el que dio, el día 5 de noviembre de 2006, la victoria presidencial al candidato que mayor rechazo generaba entre los votantes: Daniel Ortega. Sin duda esta reforma electoral supuso un elemento crítico o acontecimiento dramático, tal como expondría la literatura al uso (Key 1955, 1964; Mayhew, 2002), que determinó la contienda electoral y el resultado último.

 

La puesta en escena: Las fuerzas de la contienda, la campaña y las injerencias externas

Durante 2005 y el primer semestre de 2006 la política nicaragüense dio muestras de mutación desde un sistema bipartidista que enfrentaba, desde 1990, a sandinistas y antisandinistas a otro donde se sumaban dos formaciones relevantes más, producto ambas de escisiones internas de cada uno de los bloques enfrentados —tal como se ha señalado antes—. Las dos nuevas expresiones suponían una reacción a la política caudillista, pactista y verticalista imperante en las formaciones tradicionales personalizadas en Ortega y Alemán.

Así, en el espectro de la izquierda aparecía el FSLN con su eterno candidato, Daniel Ortega, mientras Herty Lewites (hasta su muerte el 2 de julio de 2006) y posteriormente Edmundo Jarquín lideraron el Movimiento Renovador Sandinista —autodesignado como la fracción renovadora del sandinismo—. Por otro lado, la expresión ortodoxa del liberalismo, el PLC, presentó como candidato a José Rizo (quien había sido el vicepresidente de la administración Bolaños), ya que su líder, Arnoldo Alemán, estaba arrestado e imposibilitado de concurrir a la contienda debido a múltiples procesos judiciales en curso. La formación liberal disidente fue encabezada por Eduardo Montealegre.

El escenario descrito (con una dinámica polarizada y a cuatro bandas) no tenía precedente en la historia reciente del país y, por lo tanto, desde el inicio de 2006 se observó la posibilidad de un cambio en la lógica política que había imperado desde la revolución. Con el objetivo de mostrar cuál era la naturaleza de las formaciones y los discursos que se esgrimieron durante la campaña se expone a continuación un breve análisis de cada una de ellas.22

 

El FSLN

El FSLN que se presentó a las elecciones de 2006 era un partido que había superado los grandes dilemas con que se encontró tras la derrota del año 1990, si bien la solución esbozada supuso no pocos conflictos organizativos, escisiones y pérdidas de capital humano y moral. Respecto a los conflictos organizativos y deserciones cabe señalar la ruptura de un importante sector liderado por Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente de la República en el periodo 19841990, quien el 21 de mayo de 1995 fundó una organización que también se reclamaría sandinista: el Movimiento Renovador Sandinista (MRS).23

Tras la ruptura de 1995 se inauguró una nueva etapa en el sandinismo: por un lado el FSLN fue creando un formato de partido político similar al de otros muchos partidos de la región, a saber, un partido de corte electoralista y con una organización fundamentalmente personalista. Electoralista en tanto que orientó su estructura organizativa hacia la actividad electoral y personalista puesto que pasó a gravitar en torno al liderazgo de su secretario general, Daniel Ortega, reforzando la cultura política nicaragüense vinculada con la idea del hombre fuerte (Martí y Santiuste, 2006).

El FSLN desde la primera mitad de los años noventa se transformó en un partido político cuyo objetivo era la obtención del poder político a través de procesos electorales y de negociaciones en diversas arenas políticas, pactando muchas veces con quienes verbalmente eran sus más repudiados adversarios. Esta actividad significó una incesante dinámica de compromisos con otros partidos y actores que desembocaron, casi siempre, en una lógica dual: por un lado el pragmatismo negociador y, por el otro, el mantenimiento de la retórica revolucionaria. Esta doble naturaleza del FSLN, junto con la eclosión de turbulentos enfrentamientos intestinos —que casi siempre se zanjaron con escisiones, abandonos, expulsiones y peleas de cuadros—, han sido los dos fenómenos que más han golpeado la credibilidad y el capital político del Frente Sandinista.

Por otro lado, también es necesario apuntar que aún hoy el FSLN es la única formación del país que mantiene una estructura organizativa en muchos barrios populares y en bastantes zonas rurales. En este sentido, a pesar de su mutación, el FSLN representa —en zonas marginales— uno de los pocos tejidos comunitarios articulados y solidarios que existen. Además, cabe anotar que se trata del partido con mayor poder en el ámbito local, con el control de 87 de las alcaldías nicaragüenses (sobre 132 desde el año 2004), a la par que mantiene un sólido entorno organizativo de naturaleza sobre todo sindical, vecinal (MCN) y de estudiantes (UNEN).

La campaña del FSLN fue intensa y con una importante dotación de recursos obtenidos gracias a las donaciones de grupos económicos afines al sandinismo —la llamada burguesía sandinista— y a los recursos públicos procedentes de los poderes locales. Con esos recursos el FSLN desplegó gran cantidad de vallas publicitarias centradas en la figura de Daniel Ortega con el fondo de colores rosa chicha y azul celeste cuando aparecía también el candidato a vicepresidente, el banquero liberal Jaime Morales Carazo.24

La nueva fórmula política del FSLN en esta convocatoria se llamó Gran Alianza Nicaragua Triunfa y su discurso (inaugurado en la celebración del 19 de julio, en el vigésimo séptimo aniversario de la revolución) se basó en un mensaje de "amor, reconciliación y perdón", además de un nutrido abanico de promesas que iban desde una política masiva de créditos y subsidios para todos los productores, la condonación de las deudas a todos los acreedores, la regulación de las agencias bancarias que canalizan las remesas de los emigrantes y petróleo venezolano (barato) para abastecer a Nicaragua. Con eso la campaña sandinista evitó hablar de conflicto social

o de clases sociales y prefirió elaborar una dinámica festiva y despolitizada; finalmente, también cabe señalar el cambio realizado por parte del FSLN a la hora de tratar temas de carácter moral, como es el del aborto terapéutico, pues se alineó con sectores de la iglesia católica y concretamente con la postura de monseñor Obando y Bravo, con los que años antes se había enfrentado.

 

La Alianza HertyMRS

El MRS fue una opción sandinista que nació a raíz de la primera escisión del FSLN en 1995. Esta organización, que tuvo resultados desastrosos en las elecciones de 1996 y que no se presentó en 2001 (si bien algunos de sus miembros apoyaron directamente al FSLN), renació con el nombre de Alianza Herty MRS en 2005 a raíz de la incorporación del popular ex alcalde de Managua, Herty Lewites, cuando éste fue sometido a una campaña de ostracismo por parte del aparato del FSLN. Con su candidatura el espacio electoral del sandinismo volvió a dividirse en dos formaciones, cada una de ellas con pesos pesados del sandinismo revolucionario, ya que el MRS contaba con el apoyo de tres comandantes de la histórica Dirección Nacional (Henry Ruiz, Víctor Tirado y Luis Carrión) y dos comandantes guerrilleros (Dora María Téllez y Mónica Baltodano).

Con la inesperada muerte de Herty Lewites, la fórmula que sustituyó a Lewites/Jarquín fue la del mismo Jarquín25 (apodado Mundo) junto con el cantautor Carlos Mejía Godoy. La propaganda televisiva de los anaranjados (el MRS utiliza el color naranja) presentó a Mundo Jarquín como el más feo (feo pero no ladrón) de los candidatos, siendo el eslogan: "El feo que quiere una Nicaragua linda". Esta propaganda fue más celebrada entre los medios de comunicación internacionales que en Nicaragua, donde tuvo una influencia limitada debido al desconocimiento del candidato por parte del electorado y a la poca presencia orgánica del partido más allá de Managua.

También cabe señalar que el mensaje no cuajó por su relativa ambigüedad: no se definía nítidamente en el eje izquierdaderecha y sólo hacía hincapié en su ataque a EP, manteniendo siempre un lenguaje políticamente correcto y ligeramente tecnocrático. El mayor debate entre el sandinismo que representaban el FSLN y el MRS se llevó a cabo fuera de Nicaragua, donde los colectivos de solidaridad, algunos movimientos ciudadanos y diversos intelectuales se enzarzaron en debates sobre la pertinencia de apoyar a unos u otros.26

 

Partido Liberal Constitucionalista

EL PLC presentó como candidato a la presidencia a José Rizo en tándem con José Antonio Alvarado. Ambos eran representantes del liberalismo tradicional, con responsabilidades de gobierno durante la última década,27 abanderados del antisandinismo durante los años ochenta, enfrentados al discurso conciliador de doña Violeta durante su administración y con conexiones simbólicas con el PLN somocista.

La mayor baza que tuvo la candidatura del PLC fue la solidez de la organización partidaria, su asociación con la figura de Arnoldo Alemán y sus respectivas cuotas de poder institucional, ya que sus cuadros se mantuvieron fieles al partido después del enfrentamiento de Bolaños con Alemán, tal como lo constatan la permanencia en el PLC de 40 de los 53 diputados electos durante la legislatura 20012006 y las 56 alcaldías liberales. Por otro lado, el pasivo de esta formación fue su supeditación a las directrices de Arnoldo Alemán, quien desde su domicilio (donde estaba arrestado) dirigió la estrategia de la formación en la campaña e incluso la conformación de las listas —cabe anotar que en la cuarta posición de la lista nacional de diputados figuraba su hija, María Dolores Alemán.

 

Alianza Liberal Nicaragüense

La formación ALN, liderada por Eduardo Montealegre28 y Fabricio Mejía, suponía la continuidad de la administración Bolaños. Esta afirmación pudo constatarse tanto por el apoyo explícito que dio el Presidente de la República saliente a su campaña como al hecho de que en las listas de diputados de esta formación aparecían varios altos funcionarios del gobierno entonces en curso. A la vez, esta opción mantuvo siempre un apoyo explícito del sector empresarial nicaragüense y centroamericano, el apoyo del rotativo La Prensa y también de la administración estadounidense que denostaba tanto el regreso del sandinismo al poder como la victoria simbólica de Arnoldo Alemán que representaba el PLC.

El discurso de la campaña, cuyo eslogan fue "Sembrando oportunidades", tenía como eje fundamental la llamada a la inversión extranjera y a la creación de empleo. Sin embargo, su debilidad —además del estilo marcadamente elitista del candidato y de su grupo más cercano en contraste con el liberalismo populista promovido por los alemanistas— fue su total ausencia de organización partidaria en el territorio, sobre todo en las zonas rurales, y la implicación del mismo candidato en un caso fraudulento de quiebra bancaria llamada los CENIS.29

 

La campaña y las injerencias externas

Durante la campaña el tema fundamental fue hasta qué punto las divisiones dentro de los liberales y los sandinistas harían mella en las dos formaciones tradicionales: el FSLN y el PLC. Sobre este debate los sondeos pronto indicaron que en el ámbito del voto sandinista la mayor parte de los apoyos se mantendrían fieles al FSLN debido a que esta formación era la única que tenía una organización que gozaba de una extensa implantación territorial a lo largo del país y una gran cantidad de recursos, además de mantener un liderazgo firme y reconocido por las bases y de haber tenido la capacidad de apropiarse y patrimonializar los elementos simbólicos tradicionales del sandinismo —como la bandera rojinegra o la celebración del 19 de julio.

Otra cuestión era la profundidad de la escisión liberal, sobre la cual la mayor parte de los analistas sospecharon que la división del voto entre la ALN y el PLC no sería simétrica y que al final una de las dos formaciones (la ALN presumiblemente) aglutinaría el voto útil antisandinista. Por eso se pensaba que no habría una victoria presidencial del FSLN en la primera vuelta y que los resultados del 5 de noviembre de 2006 supondrían una especie de primarias dentro del bloque antisandinista. Fruto de este razonamiento ninguno de los dos líderes liberales tomó en serio la propuesta impulsada por la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua (y apoyada con entusiasmo por el embajador estadounidense Paul Trivelli) que decía que el candidato liberal que gozara de mayor popularidad30 debería encabezar una plataforma unitaria llamada Unidad por Nicaragua para evitar así la posibilidad de que Ortega se alzara con una victoria en la primera vuelta.

Al final, el efecto de estas propuestas generó una reacción antiintervencionista y movilizó el voto a favor del FSLN, tal como ocurrió en las elecciones de Bolivia del año 2000 con la candidatura de Evo Morales, pero la intervención estadounidense no fue la única injerencia externa: el FSLN también hizo gala de sus buenas relaciones con Hugo Chávez, lo que generó, a su vez, temores entre aquellos ciudadanos que pensaban que Ortega se podía sumar al eje Castro–Chávez–Morales.31

El hecho de que la administración venezolana apoyara a los alcaldes del Frente a través de la asociación de municipios AMUNIC, con la entrega casi gratuita de 304 mil litros de petróleo el 7 de octubre de 2006, y de que Hugo Chávez prometiera una política de grandes inversiones si el FSLN ganaba las elecciones, hizo temer que la llegada de Ortega a la Presidencia de la República supusiera un cambio respecto a las políticas económicas y comerciales iniciadas en 1990. En este sentido la aparición de la administración Chávez como un aliado económico (insospechado un lustro antes) con pretensiones hegemónicas y enfrentado a Estados Unidos fue un elemento a tener en cuenta, ya que la literatura que versa sobre elecciones críticas expone que la posibilidad de ofertar políticas públicas de nuevo cuño por parte de uno de los contendientes es un elemento que puede inducir el realineamiento electoral.

Con todo, según los resultados de las últimas encuestas realizadas por las firmas M&R, Borge y Asociados y CIDGallup antes de la celebración de las elecciones (véanse los anexos), se exponía que el resultado para la Presidencia de la República tendría que definirse en una segunda ronda electoral, ya que a tan sólo un mes del día de las elecciones no se perfilaba claramente un candidato que pudiera obtener más de 40 por ciento (o 35 por ciento con cinco puntos de ventaja sobre el segundo lugar) para alzarse con la victoria. En éstas también se exponía que Daniel Ortega se mantenía como primera opción, pero sin llegar a 35 por ciento, a la vez que se señalaba una tendencia al estancamiento de su voto. Mientras, Eduardo Montealegre mantenía el segundo lugar (con 23, 22 y 25 por ciento según la encuesta) con un ligero incremento, mientras José Rizo Castellón aparecía con un apoyo que oscilaba entre 15 y 17 por ciento. El cuarto lugar era para Edmundo Jarquín con unos resultados de entre 10 y 15 por ciento. A la vez, el voto oculto aumentaba 1.6 por ciento y se calculaba que representaba 9.6 por ciento. Además, Raúl Obregón, director de una de las firmas encuestadoras, dijo que en el momento de los comicios entraría en juego el voto útil que beneficiaría al candidato que pudiera ganar a Ortega (Arróliga, 2006).

 

Las razones de la victoria sandinista: un país y un liberalismo dividido

Las razones de la victoria del FSLN

Los resultados de las elecciones de 2006 dieron al traste con el formato de competencia partidaria que existía en elecciones de carácter nacional desde 1990 y otorgaron la máxima magistratura al candidato sandinista Daniel Ortega, así como una mayoría simple al FSLN tanto en la Asamblea Nacional como en el Parlamento Centroamericano (véanse los anexos). Ante dichos resultados la pregunta pertinente es: ¿cuáles fueron los factores que explican la victoria del FSLN? Para responder dicha cuestión es preciso desarrollar los tres puntos que siguen.

En primer lugar cabe señalar que el doble clivaje, al que ya se ha hecho referencia, terminó con el bipartidismo tradicional y evitó que los votos se concentraran en sólo dos opciones como en todas las elecciones anteriores. Además, esta fragmentación favoreció el voto fiel y duro del FSLN que, si bien sufrió con la reaparición del MRS, se concentró mayoritariamente en el danielismo.32 Ese fenómeno supuso que Daniel Ortega ganara a pesar de haber obtenido relativamente menos votos que en todas las elecciones anteriores. Contrariamente, el liberalismo (PLC y ALN) dividió su voto casi por la mitad (26 y 29 por ciento), si bien sumado era casi el mismo porcentaje que obtuvo en 2001 la fórmula de Enrique Bolaños (56.3 por ciento de los votos). Con esta composición la Ley Electoral vigente permitió una inesperada victoria a Daniel Ortega con 38.07 por ciento de los sufragios.

Sobre este fenómeno cabe señalar también que, además de las animadversiones personales dentro del liberalismo, el FSLN contribuyó de manera activa a la escisión entre los candidatos de la derecha a raíz de la capacidad de esta formación de jugar (a través del control del Poder Judicial y, en especial, del tribunal que lleva el caso de Alemán) con las expectativas de liberar al líder del PLC, al otorgarle permisos puntuales y al imposibilitar cualquier entendimiento entre las dos facciones liberales.

Sin embargo, además del resultado aritmético (38.07 por ciento frente a 29 y 26 por ciento) es importante anotar que el FSLN tuvo la capacidad de retener un volumen muy elevado de sus apoyos tradicionales. En esta tarea es preciso destacar que el FSLN pudo hacerlo debido a sus características organizativas como partido y gracias al discurso que elaboró en campaña.

Respecto a las características organizativas del FSLN se debe destacar, en primer lugar, que los sandinistas disponían de una máquina partidaria muy bien engrasada, con un tendido territorial nacional muy denso y con la propiedad de canales de televisión y de radio (Ortega Hegg, 2006). En segundo lugar, debido a la disciplina orgánica y la unión incondicional de todos los militantes sandinistas alrededor de la figura de Daniel y su núcleo duro, hecho que si bien supuso un proceso recurrente y sistemático de expulsión de todos aquellos que discrepaban de la línea oficial del FSLN desde 1990, también terminó por crear la formación política más cohesionada, obediente y extendida del país.

En cuanto a los recursos discursivos, es preciso anotar el despliegue por parte del FSLN de una larga e intensa campaña conciliadora con un mensaje de "todo se puede solucionar", que obtuvo la adhesión de los colectivos más críticos con el modelo económico vigente y un sector de los más desfavorecidos.

 

La división territorial del voto

Más allá de la victoria sandinista, los resultados de los comicios de 2006 dieron cuenta de un país territorialmente dividido entre sandinistas y antisandinistas y, sobre todo, de un liberalismo también territorialmente dividido entre los modernizadores urbanos y los tradicionalistas y populistas rurales.

Nicaragua quedó conformada como un país con tres regiones políticamente diferenciadas: por un lado aparece el eje urbano de ManaguaLeónChinandega, el norte cafetalero y la Región Autónoma del Atlántico Norte (donde el FSLN pactó con la formación indigenista Yatama) de ascendencia sandinista. Por el otro, la región sur occidental (el oriente), relativamente desarrollada por el turismo y por la cercanía con Costa Rica que apoya el proyecto neoliberal de oportunidades que pregonaba la ALN, y finalmente una región interior de economía campesina y ganadera donde el liberalismo tradicional y populista del PLC es mayoritario.

Además, cabe apuntar que de los 17 departamentos del país, el FSLN siempre ganó o quedó segundo (con la excepción de Chontales y la Región Autónoma del Atlántico Sur), mientras que ALN y PLC se dividieron territorialmente el voto, compitiendo entre sí, quedando en la primera o tercera posición según los casos. Si se observan atentamente los resultados por departamentos puede advertirse claramente la división del voto entre ALN y PLC: quien ganaba desplazaba a la otra formación a la tercera plaza, tal como se observa en el cuadro 5.

Si se divide el resultado electoral en bloques de izquierda (que suman los sufragios del FSLN y el MRS) y derecha (con los resultados del PLC y ALN) se constata que la izquierda sólo conquistó cinco de los 17 departamentos, a saber, Estelí (con 52.91 por ciento), Chinandega (53.55 por ciento), León (54.75 por ciento), Managua (51.76 por ciento) y Carazo

(52.09 por ciento). En el resto del país la hegemonía del voto es claramente liberal, a pesar de que a nivel agregado el voto de las elecciones de 2006 está ligeramente más sesgado hacia la izquierda que las de 2001, cuando la izquierda sólo consiguió victorias muy ajustadas en Estelí, Chinandega y León.33

En este sentido, el gran perdedor de los comicios fue el MRS, que logró 6.44 por ciento de los votos para candidato a la presidencia y 8.69 por ciento de los sufragios para los diputados nacionales, notablemente por debajo de los esperados.34 Con todo, también es preciso señalar que por primera vez en la historia democrática del país el sandinismo no fue patrimonio exclusivo del FSLN, ya que el MRS conquistó cinco escaños para diputados. Este fenómeno, junto con la división del liberalismo, mostró que las elecciones de 2006 se comportaron como críticas debido a que terminaron con una dinámica de competencia congelada durante más de tres lustros. Es necesario, sin embargo, analizar hasta qué punto el resultado descrito en estos párrafos supone un realineamiento electoral en Nicaragua.

 

¿Es posible hablar de realineamiento electoral en Nicaragua?

Nunca es fácil en esta disciplina afirmar de forma concluyente la aparición de fenómenos que marquen claramente un antes y un después en las dinámicas políticas de determinado país y este caso no es la excepción. Sin embargo, como se ha expuesto a lo largo del texto, aparecen de forma clara la mayoría (si no todos) los elementos que la literatura expone como atribuibles a un proceso de realineamiento electoral.

En primer lugar está la presencia de conflictos internos en el PLC y en el FSLN en el momento de nombrar candidatos a la presidencia. La expulsión de Lewites antes de que pudiera formalizar una candidatura sandinista alternativa a Daniel Ortega (quien es candidato in pectore a la Presidencia de la República desde las elecciones de 1984) y el bloqueo de Arnoldo Alemán a la candidatura de Montealegre con el fin de nombrar un candidato fiel a su causa lo corroboran. En segundo lugar cabe señalar también el elemento de la irrupción de terceros partidos con un importante arrastre electoral —entre ALN y MRS sumaron más de un tercio de los sufragios—. Estas nuevas formaciones, que fueron encabezadas por los candidatos expulsados no sólo supusieron la aparición de nuevos liderazgos sino que también mostraron la emergencia de un nuevo clivaje que superaba el clásico del sandinismo/antisandinismo y anteponían el tema del pacto/antipacto, fenómeno que da cuenta de la presencia de un tercer elemento de los que expone la literatura. También debe señalarse que, a pesar del fraccionamiento de la oferta partidaria y la sobreposición de clivajes, se mantuvo la polarización política en el país debido al amplio rechazo de una gran porción del electorado a la candidatura del FSLN —a pesar de su discurso de reconciliación y de paz y amor—. Es más, la aparición en la escena política de la administración venezolana con promesas de inversión directa en el país y la integración en la nueva alianza comercial del ALBA en caso de una victoria sandinista hicieron que muchos sectores percibieran las elecciones de 2006 no sólo como un proceso de cambio de cargos a través de las elecciones sino también como una coyuntura de la que podía emerger una transformación institucional y un profundo cambio de políticas.

Con lo expuesto se puede afirmar que en las elecciones de 2006 están presentes todos los elementos anunciados para que exista un proceso de realineamineto electoral, menos aparentemente uno: el de una gran participación electoral. Aparentemente debido a que si bien en las elecciones de 2006 se estima que la abstención fue de 33 por ciento (20 puntos más que en las anteriores) muchos analistas exponen que el padrón electoral estaba sobredimensionado en 15 por ciento (Ortega Hegg, 2006), ya que tenía inscritos a unos 3 millones 419 mil votantes a pesar de que las cifras del último censo de 2005 afirman que en Nicaragua viven 3 millones 245 mil personas mayores de 16 años y con derecho a voto. Debido a eso muchos de los que quedaron registrados como abstencionistas o no existían o eran emigrantes económicos que viven en Estados Unidos, Costa Rica u otros países y no acudieron a votar y, por lo tanto, no es descabellado afirmar que la participación electoral fue, si no masiva, sí muy concurrida.

Así, se puede concluir que Nicaragua ha experimentado un realineamiento electoral que va a modificar la dinámica de competencia y el sistema de partidos del país. En efecto, hay muchos elementos que apuntan en ese sentido, aunque el hecho de que se produzca (o no) va a depender de las alianzas que se formen en el futuro entre el FSLN y las demás formaciones en un contexto de gobierno dividido35 y de un paisaje internacional relativamente convulso en el que la ascendencia de Chávez en el FSLN parece crecer.

En caso de que Ortega estreche lazos con el PLC y su líder Arnoldo Alemán podría pensarse en la cristalización del doble clivaje y, por lo tanto, la consolidación de una nueva dinámica de competencia electoral y partidaria en Nicaragua. Si, por el contrario, hay una recomposición de las fuerzas políticas sobre el tema sandinismo/antisandinismo, las elecciones de 2006 no habrán supuesto más que una coyuntura excepcional.

 

Post data: Comentario de coyuntura

Es interesante anotar que las primeras reacciones del candidato del PLC, José Rizo, después del resultado electoral fueron de crítica al ex presidente y reo Arnoldo Alemán por la derrota electoral que sufrió su partido. Rizo dijo que fue un error del PLC haber pactado con el FSLN la reforma de la Ley Electoral y que "también fue un gran error" haber promovido la creación de la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), "al ignorar la realidad de ese 35 por ciento y la fortaleza del FSLN". Agregó que la siguiente tarea de su partido era modernizarlo, "terminar con EP, combatir la corrupción, promover la no reelección absoluta y trabajar por un liberalismo renovado". Rizo lamentó que el ex presidente Alemán ostentara el control del PLC.

Con todo, a unos meses de estas declaraciones es posible constatar que el liderazgo de Alemán se mantiene firme en el PLC y que las relaciones de éste con Ortega son fluidas. La presencia de Alemán en la toma de posesión de Daniel Ortega como Presidente de la República y la sentencia que ha otorgado al líder liberal "país por cárcel" hacen pensar que EP continúa más allá de la coyuntura electoral y que la hipótesis de un realineamiento electoral se confirma. De ser así parecería natural que se mantuviera una lógica de competencia partidaria multipartidista (y no bipartidista) con coaliciones sin concordancia ideológica —tal como expusieron los líderes del MRS el día en que se celebraba el primer aniversario del fallecimiento de Herty Lewites al declarar que veían posible un acuerdo con ALN, pero nunca con el PLC.

 

Apéndice

 

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El Nuevo Diario         [ Links ]

Revista Envío         [ Links ]

Revista Confidencial         [ Links ]

 

Notas

* El autor agradece los comentarios y observaciones de David Close, Andrés Pérez Baltodano y de dos ponentes anónimos que han intervenido en el proceso de dictaminación anónima de la revista Política y gobierno.

1 Este tema ha sido ampliamente discutido en países con una larga historia de elecciones competitivas. Destaca el caso de Estados Unidos, donde la mayoría de los politólogos coinciden en aclarar que hubo procesos de realineamiento en 1860, 1896 y 1932. El debate es intenso y no siempre existe coincidencia en los postulados ni en las interpretaciones. Entre los autores que han trabajado este tema destaca la obra pionera de V.O. Key (1955, 1964) y los desarrollos posteriores, como el de Ware (1996), Mayhew (2002) y Schofield, Miller y Martin (2003).

2 Cabe señalar que dicha literatura está muy centrada en el sistema político de Estados Unidos y en su lógica de competencia partidaria, por eso es necesario ser cautos y matizar su aplicación a casos latinoamericanos en general y al nicaragüense en particular.

3 Existe mucha literatura sobre el proceso revolucionario sandinista. Uno de los textos que pretenden hacer un análisis del proceso desde la insurrección hasta el traspaso de poder es el de Martí (1997).

4 Sobre el desarrollo de un ejército campesino de carácter contrarrevolucionario en las zonas rurales del interior véanse Martí (2004) y Horton (1998).

5 Las elecciones de 1984 fueron las primeras elecciones libres del país a excepción de las de 1928 y 1932, organizadas por los marines estadounidenses. Respecto de las elecciones de 1984, véase Close (1985).

6 En este trabajo no se analizan los resultados electorales de 1990 y es necesario señalar varios elementos a partir de los cuales se enmarca el desenlace electoral: a) la situación de profunda crisis económica fruto de la agresión de la Contra y de algunos errores cometidos por el FSLN; b) la permanencia del conflicto bélico; c) el impacto de las políticas de ajuste en amplios colectivos de la población, y d) el comportamiento prepotente de ciertos dirigentes sandinistas y la reaparición de dinámicas clientelares. Hay muchos trabajos sobre este tema, entre los que destacan Font y Gomà (1991) y Vilas (1990).

7 A partir de 1990 disminuyó el interés tanto académico como mediático por Nicaragua. En la última década han sido pocos los analistas que se han centrado en el análisis de este país y destacan las obras de Close (1999), Close y Deonandan (2004), Anderson y Dodd (2005) y Dye (2001, 2004).

8 Este tipo de cambio, según varios teóricos, ha supuesto la aparición en América Latina de una nueva matriz sociopolítica que no se basa en la centralidad del Estado sino en la interacción entre éste y el mercado y que han convenido en llamar: Neoliberal MarketDriven and Multicentered (Garretón et al., 2003, pp. 93–100).

9 En esas elecciones hubo irregularidades de diversa naturaleza; sin embargo no es posible aducir la existencia de un fraude generalizado, pues los dos instrumentos necesarios para llevarlo a cabo (el control del censo electoral y el conteo final) no estaban bajo la responsabilidad de una sola fuerza política. Para más detalles véanse Close (1999, pp. 188–199) y Martí (1997).

10Para un análisis de la dinámica electoral nicaragüense en las elecciones desde 1990 hasta 2001 véase el artículo de Anderson y Dodd (2002).

11 Para un análisis de los conflictos durante la primera mitad de los años noventa véase Martí (1998).

12 Existe poca literatura académica sobre la administración de Arnoldo Alemán (19962001), sin embargo destacan los análisis de Close y Deonandan (2004), de Dye (2004), así como las crónicas en las revistas Envío y Confidencial.

13 De los diversos casos abiertos destacó —por su visibilidad internacional— el caso Zoilamérica.

14 Si bien actualmente el FSLN es la formación con una organización más sólida en el país, su formato organizativo ha cambiado notablemente desde la década de los ochenta hasta hoy. Desde su llegada al poder en 1979 el FSLN fue un partido más orientado a la movilización que a la participación. El mantenimiento de esta forma de organización, que es típica de la política bosista o caudillista electoral, ha sido clave para que el FSLN continuara siendo una formación relevante a pesar de estar en la oposición desde 1990. Para un análisis de la organización del FSLN durante las dos últimas décadas, véanse Santiuste (2001) y Martí y Santiuste (2006).

15 La nueva ley eliminó la posibilidad de que agrupaciones electorales de suscripción popular pudieran lanzar candidaturas de alcaldes y exigió que las alianzas electorales que quisieran participar presentaran un número de firmas igual a 3 por ciento del sufragio multiplicado por el número de partidos existentes en la coalición, exigiéndole también 4 por ciento de los sufragios en las elecciones en que participara para mantener su personalidad. Esta ley también exige a los partidos que la obtención de su estatus se adquiera doce meses antes de las elecciones nacionales o seis antes de las municipales.

16 Los nueve pequeños partidos presentes en la Asamblea Nacional —que en ese periodo ocupaban 15 escaños de los 93 existentes— realizaron campañas informativas contra EP. También lo criticaron numerosas personalidades, como Mariano Fiallos, el primer presidente del CSE. Por otro lado, en un sondeo realizado en diciembre de 1999 en Managua, 67 por ciento de los encuestados exponían que EP obedecía a la voluntad de repartirse cargos por parte de los dos grandes partidos y en otra encuesta nacional 61 por ciento de las respuestas expresaban que EP sólo beneficiaba a los dos partidos, mientras que sólo 8 por ciento decía que beneficiaba al país.

17 Enrique Bolaños, empresario y dirigente de la patronal nicaragüense (COSEP) fue uno de los opositores más activos del FSLN durante la revolución. En la administración Chamorro tuvo poco protagonismo a pesar de ser miembro de la UNO y pronto pasó a apoyar al líder que representaba el antisandinismo más radical: Arnoldo Alemán. Por tal motivo, en 1996, Bolaños fue el candidato a vicepresidente de la República de la fórmula Alianza Liberal (liderada por Alemán) a pesar de su ascendencia conservadora más que liberal. Su gestión como vicepresidente fue modesta y tuvo poco protagonismo. Su nombramiento como candidato presidencial por el PLC en 2001 se debió a que no era un liberal de cepa. Como la ley prohíbe la reelección consecutiva Alemán prefirió un sucesor que no pusiera en riesgo su liderazgo en el PLC (Dye, 2004).

18 En este artículo utilizamos el término clivaje a sabiendas de que, tal como expone Randall (2001), el concepto de Liptset y Rokkan es difícil de transportar en países en vías de desarrollo.

19 Para un análisis detallado de la politización del sistema de justicia en Nicaragua véase el trabajo de Martínez Barahona (2007).

20 Una de las grandes preocupaciones de los comicios fue la credibilidad del Consejo Supremo Electoral (CSE) cuyos magistrados (tanto en el ámbito nacional como en cada una de las instancias departamentales y municipales) habían sido electos en el marco del ya citado EP y, por lo tanto, eran directa y abiertamente partidistas del FSLN y del PLC. En este contexto la tarea sobre la que hubo más susceptibilidades fue la de la cedulación ciudadana (NitlapánEnvío, 2006). Según varias fuentes, el padrón electoral estaba sobredimensionado en aproximadamente 15 por ciento (Ortega Hegg, 2006). Además, también se temía que en caso de empate técnico o de resultados muy apretados la composición partidaria del CSE terminara decidiendo el desenlace.

21 Véanse en este sentido los capítulos II y III de la Ley Electoral. El tamaño de las circunscripciones departamentales es el siguiente: Departamento de Boaco, dos diputados; Carazo, tres; Chinandega, seis; Chontales, tres; Estelí, tres; Granada, tres; Jinotega, tres; León, seis; Madriz, dos; Managua, 19; Masaya, cuatro; Matagalpa, seis; Nueva Segovia, dos; Río San Juan, uno; Rivas, dos; Región Autónoma del Atlántico Sur, dos; Región Autónoma del Atlántico Norte, tres.

22 También existían otras formaciones y candidatos presidenciales, como la de Edén Pastora (el antiguo Comandante Cero), pero el papel de éstas fue tan marginal que no creemos necesario hacer una mención específica.

23 En el MRS se integraría un nutrido colectivo de militantes que abandonaron el FSLN. Con ello se sellaba la ruptura del sandinismo, si bien los magros resultados del MRS en las elecciones de 1996 (con un porcentaje de 0.44 por ciento en la elección para presidente y de 1.33 por ciento en la elección para la AN) volvieron a dar, en el ámbito partidario, la casi totalidad del patrimonio simbólico del sandinismo al FSLN.

24 Jaime Morales Carazo fue durante los años ochenta y la primera mitad de los noventa un cercano aliado de Alemán. Su inclusión como vicepresidente en la fórmula del FSLN simboliza, junto con la figura de monseñor Obando y Bravo y la del comandante de la Contra Salvador

Talavera, una alianza reconciliadora entre el sandinismo y sectores que lo combatieron desde posturas contrarrevolucionarias durante los años ochenta.

25 Edmundo Jarquín, quien se presentó en los medios como Mundo, es yerno de doña Violeta Barrios de Chamorro y fue un alto funcionario del BID durante la última década y, desde 2005, uno de los responsables de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) del gobierno español.

26 Destaca en este debate la refriega dialéctica entre François Houtart y Sergio Ramírez, o los debates en la red entre los intelectuales mexicanos a raíz del apoyo de Gilberto López y Rivas al MRS. En cuanto al debate entre Houtart y Ramírez véase el artículo de El País del 5 de noviembre de 2006. En esta línea cabe interpretar el texto que firmó la dirigente histórica del sandinismo y miembro del MRS, Mónica Baltodano, en el periódico Gara y que apareció el 12 de septiembre de 2006.

27 Durante el gobierno liberal de 1996 a 2001 José Rizo tuvo diversos cargos. En 2001 fue vicepresidente de la República. Por su parte, José Antonio Alvarado, si bien tuvo relaciones tensas con Alemán (quien lo expulsó del PLC) y creó un partido propio, pocos meses antes de las elecciones de 2006 estuvo dispuesto a formar parte de la candidatura del PLC.

28 Montealegre fue un banquero vinculado a las administraciones liberales. En septiembre de 1998, bajo la administración Alemán, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores. Posteriormente fue jefe de la campaña electoral de Bolaños y en su gobierno fue ministro de Hacienda y Crédito Público, y luego secretario de la Presidencia y coordinador general del gabinete de gobierno. Antes de presentarse como candidato se presumía que tenía un patrimonio personal de cinco millones de dólares.

29 El escándalo de los CENIS se refiere a las quiebras bancarias que desembocaron en una fraudulenta reclasificación de las carteras de los bancos quebrados y en la también discrecional adquisición de las propiedades embargadas. En esta segunda etapa de la crisis se benefició el grupo financiero Bancentro, vinculado con Montealegre.

30 Atributo que se obtendría a través de la elaboración de una encuesta que encargaría la misma Cámara.

31 Sobre la injerencia de actores externos en las elecciones nicaragüenses de 2006 véase el texto de Pérez–Baltodano (2006a).

32 Es preciso anotar que esta tendencia ya se exponía en un trabajo editado en el semanario de información y análisis político nicaragüense Confidencial (edición núm. 501) , donde se exponía que tanto el FSLN como el PLC conservaban el voto duro.

33 La revista Envío del mes de diciembre (www.envio.org) realizó un exhaustivo trabajo de análisis electoral, contrastó el voto de los departamentos, la adjudicación de diputados y comparó los resultados de 2006 con los de 2001.

34 Al igual que las demás formaciones, el MRS también tuvo un voto muy desigual en el territorio. Sólo obtuvo un sufragio superior a 5 por ciento (con los votos para diputados en los departamentos) en Chinandega (con 6.69 por ciento), León (8.09 por ciento), Managua (16.59 por ciento), Masaya (13.13 por ciento), Carazo (17.81 por ciento) y Granada (10.64 por ciento).

35 Cabe señalar que el FSLN debe manejar una Asamblea Nacional en la que es la minoría mayor con 38 diputados y siempre estará a merced de las alianzas con el PLC (con 25 diputados), la ALN (con 22, además de los dos escaños del ex presidente Bolaños y del candidato presidencial Eduardo Montealegre, tal como expone el artículo 133 de la Constitución) y el MRS (con cinco, a pesar de haber perdido ya dos de ellos).

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