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Boletín médico del Hospital Infantil de México

versión impresa ISSN 1665-1146

Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. vol.65 no.2 México mar./abr. 2008

 

Editorial

 

Obesidad abdominal y síndrome metabólico

 

Abdominal obesity and metabolic syndrome

 

Samuel Flores-Huerta

 

Departamento de Investigación en Salud Comunitaria, Hospital Infantil de México Federico Gómez, México, D. F., México.

 

La obesidad, condición en que la mayor cantidad de tejido graso representa un riesgo para la salud, constituye la alteración nutricia con mayor prevalencia en los niños de todo el mundo. Porque afecta prácticamente a todos los países y a todas las edades, ha sido calificada por los organismos internacionales como pandemia, siendo los países de las Américas los que presentan las más altas prevalencias. A partir de las últimas tres décadas, la biología y la epidemiología han mostrado las graves consecuencias que la obesidad tiene para la salud, siendo sus comorbilidades, particularmente las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, las primeras causas de muerte de los adultos en prácticamente todos los países. En el pasado, el tejido adiposo blanco se consideró solamente como un reservorio de energía; pero actualmente, por lo contrario, se considera un importante órgano endocrino. Secreta sustancias como leptina, adipocinas y adiponectina, con las cuales establece comunicación con el cerebro y los tejidos periféricos mediante sistemas de retroinformación, constituyendo una extensa red con la que regulan el apetito y la saciedad. Sin embargo, ante condiciones como la obesidad, independientemente de la edad, aparece un estado inflamatorio crónico de baja intensidad que se caracteriza por el aumento de IL-6, factor de necrosis tumoral a (TNFα) y PCR, entre otras citocinas, asociado con disminución de adiponectina.12 Actualmente, se acepta que obesidad e inflamación son la vía común para la aparición de enfermedades cardiovasculares y metabólicas a lo largo de la vida. Este fenotipo inflamatorio se asocia, desde edades tempranas, con diversos cambios morfológicos y funcionales que clínicamente se conocen como síndrome metabólico.3 En la niñez, las alteraciones que integran este síndrome son la obesidad abdominal, la hipertensión arterial y alteraciones en los lípidos y la glucosa.4 En este número del Boletín Médico se publica un trabajo,5 en el que los autores encuentran que en los niños obesos, la circunferencia de cintura (CC) y no el índice de masa corporal (IMC), es el indicador que mejor explica el aumento de la presión arterial sistólica y el aumento de los triacilglicéridos. Este tema forma parte de las prioridades en salud en prácticamente todos los países. Asimismo, es un consenso que se requiere del conocimiento de los mecanismos biológicos y sociológicos de cómo se produce la obesidad desde edades tempranas de la vida, para implementar las medidas para su prevención. Claramente, ni IMC ni CC, miden la grasa corporal, pero ambos se han validado para estimarla;6,8 mientras que IMC estima la grasa total y principalmente subcutánea, la CC estima principalmente la intraabdominal.9 Independiente de su localización, el tejido adiposo de estos compartimentos tiene funciones diferentes. Se conoce que el tejido adiposo blanco intraabdominal secreta más adipocinas como TNFα, interleucinas 8 y 10 (IL-8 e IL-10) que el tejido adiposo blanco subcutáneo, especulándose que los depósitos de grasa visceral liberan grandes cantidades de ácidos grasos libres hacia el hígado.10 Adicionalmente, hay numerosos estudios epidemiológicos que aportan evidencia de que la CC es mejor que el IMC para identificar riesgo cardiovascular.6,8,11,12 Éstos son parte de los argumentos de por qué la CC puede explicar o predecir mejor que el IMC fenómenos como la hipertensión arterial y el aumento de los triacilglicéridos. Por todo esto, no hay duda de lo pertinente que resulta incluir la medición de la CC como parte de las acciones para cuidar la salud de los niños, aunque no todos estén de acuerdo.13 Sin embargo, la principal limitante no está relacionada con su medición sino con su interpretación por la falta de referentes apropiados. Se han publicado algunos trabajos como el de Fernández y col.14 en los Estados Unidos de Norteamérica, que incluyen población México-Americana; en Inglaterra,15 e incluso en México, elaborados por Gómez-Díaz y col.,16 pero que no tienen la representatividad para generalizar su uso. Por lo tanto, se requiere avanzar hacia un referente internacional con puntos de corte biológicamente útiles, para posteriormente implementar el uso de este parámetro como indicador de salud en los niños.17

 

Referencias

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