“¿Por qué las emociones son relevantes en los estudios acerca del poder y la resistencia?” (p. 30). Apenas iniciada la lectura de la obra La sutileza de la resistencia. Mujeres y emociones contra el despojo en la frontera sur de Chiapas, su autora, Carolina Díaz Iñigo, plantea esta pregunta y nos lleva hacia una reflexión que ya no nos permite mirar atrás. Por lo menos para mí fue así porque en un acto involuntario recordé aquellas investigaciones que he realizado a lo largo de mi quehacer como antropóloga feminista y me percaté de lo bien arraigada que está en mí esa formación antropológica tradicional que nos demanda objetividad y lejanía emocional que procuramos en nuestro trabajo de campo y que, por tanto, alcanza a la sistematización y análisis de la información, a nuestras reflexiones provocadas en el proceso investigativo, así como los hallazgos que priorizamos.
Recordé aquellas ocasiones en las que mis emociones y las emociones de las mujeres con las que me implicaba en procesos investigativos pudieron haber sido piezas fundamentales para conocernos y elaborar conocimiento conjunto. Esa fue una posibilidad que ni siquiera vi en su momento. Y, pues, como dijera Sabina, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Al paso de las páginas, Carolina continúa construyendo preguntas que no están de más y que no nos permiten dejar de leerla: “¿Qué lugar ocupa la colonialidad del poder en las emociones? ¿Cómo la colonialidad del poder afecta al cuerpo y las emociones de mujeres indígenas y mestizas? ¿Cuál es la relevancia de emociones como la alegría, la valentía, el amor y el apego al lugar en su participación y resistencia? ¿Qué características personales y reglas del sentir posibilitan o impiden su participación? ¿Cómo se manifiestan los liderazgos y la participación de las mujeres en un contexto fronterizo y de múltiples violencias?” (pp. 30-31).
Tal como lo señala su autora, La sutileza de la resistencia… es un libro que contribuye a los movimientos de mujeres que han visibilizado que las emociones son fundamentales para reconstruir y transformar el tejido social (p. 22). En este sentido, el objetivo principal de la obra es identificar el rol y la relevancia de las emociones en la participación y liderazgo de mujeres en el Soconusco de Chiapas, además de comprender cómo el manejo emocional les permite convertirse en lideresas e impulsar la organización y resistencia comunitaria frente al despojo en un contexto de violencia y frontera. A este objetivo se suma la pretensión de comprender y explicar de qué manera la sutileza es una práctica política construida desde las mujeres que les permite participar y fortalecer su liderazgo (p. 23).
La investigación que dio lugar a este libro se llevó a cabo en los municipios de Acacoyagua, Escuintla, Acapetahua y Villa Comatlán, todos ellos ubicados en la región fronteriza del Soconusco de Chiapas. El texto está compuesto por cinco capítulos que describen el contexto fronterizo en el que se encuentran los municipios y mujeres que motivaron la investigación; el desarrollo de la perspectiva teórica sobre el estudio de las emociones, su historia, principales debates y aportes a los movimiento sociales, concretamente a los movimientos sociales de mujeres y de las indígenas zapatistas.
Obviamente, en el desarrollo de la perspectiva teórica de La sutileza de la resistencia… es fundamental el segundo capítulo del libro, titulado “Antropología de las emociones, cuerpo y colonialidad de la afectividad”, ya que Díaz Iñigo nos presenta conceptos clave en el desarrollo de la investigación, tales como colonialidad del ser y colonialidad afectiva, ya que nos permiten conocer cómo afectan a las subjetividades y cuerpos de mujeres indígenas y mestizas (p. 36).
Particularmente, el capítulo “Tenemos que sanar: el cuerpo y las emociones en la investigación antropológica” es sumamente atractivo y conmovedor. Si bien a lo largo del libro se va tejiendo y reflexionando en torno a conceptos fundamentales, es aquí donde se observa la importancia de la mirada analítica propuesta. El abordaje de la sanación como eje nodal para la consolidación de la participación de mujeres, la dimensión espiritual de la sutileza en los ámbitos que se traducen como amor al territorio y apego al lugar, como fuerza vital, horizonte de futuro y esfuerzo de las mujeres en el rescate y construcción de una espiritualidad propia.
Uno de los rasgos cualitativamente más importantes y que resultan en un aporte fundamental es la implicación de Carolina en tanto mujer, antropóloga que investiga, que se hace preguntas que le permitan aproximarse y comprender los escenarios en los que ella queda inmersa. Es a través de la práctica encarnada que desarrolla una mirada y sentires que le permiten retomar su experiencia corporal y emocional dentro de la investigación. Bien sabemos que esto no es fácil.
Y persiste entonces la pregunta planteada por Caro al inicio de esta obra, en la página treinta, para ser más específica: “¿Por qué las emociones son relevantes en los estudios acerca del poder y la resistencia?” (p. 30). Una de las respuestas que nos obsequia es a través de lo dicho por Alice Poma: “… la comprensión del papel de las emociones es estratégica para los que luchan, ya que lo que los sujetos sienten y como interpretan y manejan sus emociones es parte de la arena de la lucha política” (p. 261).
Las mujeres de esta investigación [afirma Carolina] fueron referentes primordiales para acercarnos a emociones que fortalecen la participación y liderazgo, como el amor por el territorio, el apego al lugar […] y la alegría. La envergadura de incorporar el estudio de las emociones en la participación de las mujeres posibilita [prosigue la autora] comprender, de manera concreta, que las emociones son relaciones sociales y, al mismo tiempo, políticas (p. 263).
Es importante destacar que desde el proceso de investigación se llega a estas importantes conclusiones gracias a que conceptos como sutileza, apego al lugar, fueron ampliamente desarrollados en sus vertientes teóricas y epistemológicas para ser utilizados luego en el análisis que la autora hace a lo largo del libro La sutileza de la resistencia…; a su vez, esta obra enriquece dichos conceptos desde una perspectiva localizada que abona a su complejidad, riqueza, y que los redimensiona.
Continuando con la línea de preguntas con las que Carolina Elizabeth Díaz Iñigo atrapa nuestro interés al inicio de la obra, me gustaría retomar un concepto nodal que da origen y sentido a este libro que presentamos hoy: “¿Qué significa la práctica de la sutileza en la participación y liderazgo de las mujeres?” (p. 31).
“…la sutileza es la manifestación de la política hecha por las mujeres, la cual representa la forma estratégica que debe tomar la resistencia de los oprimidos en situaciones de peligro extremo”, señala la autora en la recta final de la obra.
…representa la corporeización de la estrategia política de las mujeres, evidencia una afronta al poder y su dominio. Es la manifestación de la resistencia y lucha por la vida en un contexto de violencia y despojo. Es combate emocional. Es un disfraz para lograr contender en espacios políticos ampliamente masculinos. En muchos casos parece ser invisible, pero no ausente. Requiere de detenimiento, observación, intuición y apertura para poder ser contemplada (p. 270).
Señala que las dimensiones de la sutileza son la emocional (p. 267); la infrapolítica (en tanto resistencia, estrategia y práctica política desde las mujeres); la espiritual (en las que se manifiestan el amor y el apego al lugar, alimentadas ambas por la relación cotidiana con el territorio); y la dimensión de conocimientos y habilidades (en tanto capacidades y aptitudes en las mujeres: habilidad comunicativa y el conocimiento de la cultura emocional del Soconusco).
Para comprender esto, no perdamos de vista que es una de las lideresas con las que Carolina desarrolla la investigación quien expresa, desde su experiencia vivida y en resistencia, cuál es la importancia de este concepto: “La participación de las mujeres del Soconusco en la lucha contra la minería y por la conservación del territorio se desarrolla en un contexto fronterizo de múltiples violencias” (p. 21). Es a propósito de este contexto que Leonora, una de las mujeres centrales en esta investigación, le confía a Carolina: “Yo voy a trabajar con la sutileza. Es tiempo de la sutileza” (p. 21). Leonora echó a andar este mecanismo después de haber sido blanco de fuertes amenazas que ponían precio a su cabeza.
En lo personal, unir este rompecabezas analítico con el que nos reta Carolina y cuyas piezas estratégicamente va colocando a través de su inteligencia antropológica y expositiva, me trasladó de inmediato a nuestra propia experiencia en el movimiento feminista veracruzano y el trabajo que hacemos de sistematización sobre violencias contra mujeres en Veracruz. En tanto feministas y defensoras de derechos de las mujeres, ¿hemos dado tiempo a la sutileza para potenciar nuestro actuar desde la resistencia? ¿O solo nos hemos retraído como una ola para tomar un impulso que nunca llega? ¿Qué enseñanzas deja a feminismos de otras latitudes la aplicación de la sutileza en tanto estrategia? He de confesar que sigo rumiando las respuestas, no sin ausencia de un poquito de impotencia.
Para finalizar, me gustaría cerrar con una pregunta, tal vez la más hermosa que Carolina nos obsequia a las antropólogas feministas para la reflexión: “¿De qué manera la práctica etnográfica se relaciona con las emociones y el cuerpo de la investigadora?”; “…las emociones aterrizaron en mi cuerpo durante gran parte del proceso de investigación” (p. 268), nos comparte.
Realizar manejo emocional […], tal y como lo hicieron y hacen las mujeres con las que trabajé, fue una de las características conscientes en el desarrollo de este libro. Usar una categoría que aterricé no solo en el trabajo de campo, sino también en mi propia subjetividad, fue una lección profunda y fructífera. Lo que observaba y buscaba en mis interlocutoras, era un reflejo de lo que sucedía también en mí (pp. 268-269).
Es a partir de la respuesta a esta pregunta que nos obsequia reflexiones indispensables para nuestro propio quehacer:
Para construir una investigación comprometida son imprescindibles la autobservación y el autocuestionamiento. Abrirse emocionalmente a otras realidades.
Sentipensar sobre la importancia de trabajar la empatía.
Para avanzar en la descolonización del conocimiento hay que plantear y vivir debates y transformarnos a partir de lo que resulte de ello.
Desde luego, es a partir de estas reflexiones que nos muestra retos importantes. Les recomiendo abrevar de la lectura de La sutileza…, será interesante analizar estos retos.