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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.22 no.63 Guadalajara may./ago. 2015

 

Teoría y debate

 

Más allá de la indignación. Una propuesta de análisis desde abajo del movimiento de los indignados

 

Beyond indignation. A propose of analysis of the indignados' movement from below

 

Alice Poma,* Marco Baudone,** Tommaso Gravante***

 

* Becaria postdoctoral en la UNAM FES-Iztacala (México). alicepoma@gmail.com

** Candidato a Doctor en Ciencias Políticas, Departamento de Ciencias Políticas, Universidad de Florencia (Italia). marco.baudone@stud.unifi.it

*** Investigador visitante en la UNAM FES-Iztacala (México) y miembro de COMPOLÍTICAS, Universidad de Sevilla (España). t.gravante@gmail.com

 

Fecha de recepción: 18 de noviembre de 2014.
Fecha de aceptación: 11 de marzo de 2015.

 

Resumen

En este artículo proponemos un análisis de la protesta a nivel micro y la relación entre el cambio individual y el cambio social que se produjo en los participantes del movimiento de los indignados en Sevilla. Enfocándonos en las experiencias personales de los protagonistas, para alcanzar nuestro objetivo analizaremos los siguientes procesos cognitivos-emotivos: el shock moral, la elaboración de la amenaza y la identificación de los culpables, el injustice frame, la transformación de consciencia y conducta, y el empoderamiento. Finalmente, lo que se quiere demostrar es que, cambiando la mirada hacia los sujetos que participan en el movimiento, se puede apreciar el potencial emancipatorio de estas experiencias.

Palabras clave: indignados, subjetividad, emociones, empoderamiento, cambio social.

 

Abstract

In this paper, by analyzing deep qualitative interviews, we explore how ordinary people, in other words persons without previous political experience, are now participating actively in the urban movement and have developed a personal process of emancipation, transforming themselves into political subjects. The study case that we propose is the local expression of 15M in Seville, the capital of one of the poorest regions of Spain and Europe, Andalusia, and one of the most affected areas because of the economic and the social crisis. With regard to the emotional dimension of the protest, we want to show how the persons interviewed deal with the threat deriving from moral shock, identify those responsible and elaborate the injustice frame as well as the process that leads to the transformation of conscience and behaviour.

Key words: 15M, protest and emotions, empowerment, social change.

 

Introducción

El movimiento de los indignados en España se encuadra en un ciclo de movilizaciones que desde el 2008 surgieron como respuesta a las consecuencias de la crisis económica y social que está sacudiendo tanto Europa como otros continentes. En Europa el tentativo de grupos de poderes económicos y financieros de penetrar e influir en la gestión de las políticas públicas de los países miembros ha llevado a un desmantelamiento de los servicios sociales y el empeoramiento de las prestaciones, con consecuente pérdida de calidad de vida para los ciudadanos europeos, sobre todo en el sur del continente. El modelo actual parece perseguir el objetivo de retransformar lo que en la jerarquía inglesa se llama la middle-middle class y la lower-middle class, en una nueva y amplia working class compuesta por jóvenes que vivan en las ciudades y que, aunque sean relativamente pobres, tengan un alto capital social y cultural y formen parte del precarious proletariat (Savage et al., 2013), es decir, los más pobres, que carecen no sólo de recursos materiales sino también sociales y culturales, lo cual los convierte en una gran fuente de mano de obra a bajo costo y de consumidores para los productos baratos y de baja calidad producidos por las empresas nacionales y transnacionales.

En España, esta tendencia ha viajado paralelamente con una general desconfianza por parte de los ciudadanos hacia los partidos políticos y las instituciones, debido tanto a la agudización de la crisis económica que empezó en el país en 2008 como a los repetidos casos de corrupción, tergiversación de dinero público, cohecho, creación de privilegios, etc., que involucran a todos los partidos e instituciones del país, independientemente de su ideología política.

En este escenario, que ha producido un notable aumento de la tasa nacional de desempleo, las elecciones administrativas del 22 de mayo de 2011 se convirtieron en el escenario para la protesta de quienes se sentían desencantados por el modelo democrático español e indignados por los privilegios de la clase política. El domingo 15 de mayo de 2011, a través de una convocatoria que viajaba principalmente en la red, se realizaron, con éxito, manifestaciones en más de sesenta ciudades a lo largo del país. La euforia procedente de la alta participación en la convocatoria llevó al grupo del llamado 15M de Madrid, sigla derivada de este domingo de protesta, a decidir, de manera asamblearia, realizar una acampada en la Plaza del Sol, inspirándose también por las imágenes y los acontecimientos de la Plaza Tahrir en Egipto. El desalojo violento del 17 de mayo de la acampada en Madrid fue el elemento desencadenante para la extensión del movimiento y de la práctica de la acampada a muchas otras ciudades. Al día siguiente una multitud llenó la Plaza del Sol en Madrid y otras acampadas se organizaron en las principales ciudades del país. Con la prohibición de las acampadas y los consecuentes desalojos violentos en la acampada de Barcelona y en otras ciudades, el movimiento se fortaleció, encontrando un amplio respaldo por parte de la ciudadanía, ya golpeada por la crisis económica y generalmente cansada por los abusos de la clase política.

Partiendo de estas premisas, con el presente artículo nos proponemos presentar un análisis centrado en el proceso de emancipación, considerado como uno de los resultados del movimiento, independientemente de los objetivos más generales. Privilegiando un enfoque desde abajo, es decir, centrado en los individuos que participaron en estas experiencias, exploraremos cómo la protesta contribuye a "despertar" a los ciudadanos, impulsando el empoderamiento de las personas y las trasformaciones sociales.

 

Metodología de la investigación

El análisis se basa en el trabajo de campo realizado con los protagonistas de la acampada de Sevilla, que se ubicó en la plaza mayor sobre el mercado de la Encarnación, lugar popularmente llamado "Las Setas". Además de apoyarnos en la observación etnográfica de la acampada (18/05/11-19/06/11), el trabajo etnográfico se desarrolló en dos fases: primero se realizaron ciento sesenta y un entrevistas random a lo largo de la manifestación del 15M que se realizó en Sevilla el 12 de mayo de 20121 con el objetivo de evidenciar las características demográficas básicas de los participantes (sexo, edad, profesión, etc.) y obtener unas primeras indicaciones sobre las principales motivaciones para la participación. En un segundo momento (septiembre-octubre 2012) recurrimos a entrevistas en profundidad a algunos protagonistas de la acampada, considerando también a aquellas personas que después de la marcha del 12 de mayo se incorporaron en la organización de la acampada.

Los datos obtenidos desde las tres distintas lecturas han sido sucesivamente analizados, como sugiere Della Porta (2010), a través de una temática trasversal, individuando los conceptos centrales que emergen de forma repetida en las palabras de los sujetos (p. 113).

De acuerdo con el enfoque biográfico y la perspectiva narrativa, para las entrevistas en profundidad decidimos utilizar lo que Flick (2000 y 2004) definió como la episodic interview, o entrevista episódica, en la que se pide a la persona entrevistada que cuente episodios de su experiencia. Este método permite reconocer y analizar "el conocimiento narrativo-episódico utilizando narraciones, mientras que el conocimiento semántico se hace accesible por preguntas intencionadas concretas" (Flick, 2004, p. 118). En la investigación se ha demostrado una herramienta útil porque "facilita la presentación de las experiencias en una forma general, comparativa, y al mismo tiempo asegura que esas situaciones y episodios se cuentan en su especificidad" (Flick, 2004, p. 119).

Al centrar nuestro análisis en la experiencia biográfica y en la dimensión emocional de los participantes, nos resultó útil recurrir al método narrativo (Atkinson, 2002; Poggio, 2004; Marradi, 2005). Haber acudido al método narrativo nos ha permitido interpretar, comprender y atribuir significados a las experiencias vividas por los protagonistas. Además, ese método se ha demostrado útil también en el estudio del cambio porque permite describir el antes y el después respecto de un punto de ruptura, como ha sido la participación en la acampada de Sevilla. De hecho, aunque pudimos entrevistar a sujetos en momentos distintos durante la participación en la acampada, la experiencia de cambio se analiza a través de la experiencia narrada por las personas. En otras palabras, en esta investigación reconocemos el papel de la experiencia como fuente válida en la construcción del conocimiento.

Las narraciones permiten recorrer el proceso de aprendizaje y cambio personal, mientras que la observación participante y el eventual seguimiento de los sujetos pueden, por ejemplo, permitir conocer las prácticas y proyectos en los que las personas se involucran sucesivamente, mostrando los efectos del cambio en la vida de estas personas, como ha sido demostrado en otras investigaciones (Poma y Gravante, 2013 y 2015). El análisis de este artículo no se basa en el seguimiento de los sujetos, terminando la investigación en diciembre de 2012.

Coherentemente con el enfoque desde abajo que presentaremos enseguida, hemos orientado nuestra atención hacia personas que no pertenecían a ninguna organización. La decisión de analizar este caso de estudio exclusivamente a través de metodología cualitativa responde a la exigencia de los autores de comprender el conflicto a través de categorías subjetivas y de un conocimiento contextualizado; en otras palabras, nos proponemos comprender "los motivos que llevan a la persona a actuar de manera determinada prestando atención al contexto en el que la acción se desarrolla" (Coller, 2005, p. 20). Considerado todo lo anterior, y basándonos en los resultados de nuestra investigación empírica, hemos decidido enriquecer el análisis con testimonios extraídos de las entrevistas, ya que, como escriben Romero y Dalton, "los relatos humanos son más elocuentes" (2012, p. 12).

 

El contexto español

Estudiar un movimiento ciudadano como es el 15M, conlleva la necesidad de enmarcar la protesta en el contexto político y cultural del país, sin el que la comprensión del movimiento resultaría reductivo, ya que no se podría comprender la importancia que puede tener esta experiencia en la sociedad. Para empezar, la cultura política española se caracteriza por el escaso diálogo entre la clase política y la ciudadanía, debido a que en la historia política del país ha predominado el absolutismo con episódicos momentos democráticos (Sierra, 2012). En las tres décadas que lleva el sistema democrático actual no se ha conseguido instaurar un diálogo efectivo entre ciudadanía e instituciones y, aún peor, se conservan todavía herencias de la dictadura militar de Franco, como la monarquía, que nunca fue sometida a referéndum popular como pasó, por ejemplo, en Italia. Ese último ejemplo es particularmente actual y oportuno si pensamos en las manifestaciones que se organizaron en muchas ciudades españolas el 14 de abril de 2013 y que contaron con la participación de miles de personas pidiendo un referéndum sobre la monarquía. Ni las fuerzas políticas protagonistas de la "transición democrática" en los años ochenta del siglo XX, ni los gobiernos sucesivos de la democracia, tuvieron el interés de desarrollar una arena pública fundada en la pluralidad y en la diversidad de corrientes ideológicas. Más bien, alimentaron un sistema partidario restrictivo, caracterizado por una concentración de poderes económicos, judiciales y políticos, así como mediático. En fin, España se caracteriza por tener un sistema político esencialmente fundado sobre redes clientelares, en el que además no han sido erradicados elementos propios de la dictadura (Sierra, 2012).

En este contexto, hay que considerar también los efectos de la crisis económica actual, que en este país ha alimentado, por una parte, el malestar social debido al empeoramiento de la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos, y por otra parte ha aumentado la desafección hacia la clase política y hacia los grandes grupos de presión y económicos del país, contribuyendo a debilitar el modelo estatal constitucional progresista. Esto fue el escenario del que emergió la protesta de quienes se sentían desencantados por el modelo democrático español e indignados por los privilegios de la clase política. El movimiento de los indignados constituye no sólo una novedad en el panorama político español, sino también una posibilidad de apertura de los espacios públicos en el Estado.

 

El movimiento de los indignados

Antes de presentar nuestro análisis sobre la capacidad emancipadora que ha demostrado poseer este movimiento, vamos a describir algunas características del mismo, que pueden ser útiles para comprender qué es el movimiento de los indignados.

El 15M es un movimiento ciudadano, que se caracteriza por una amplia y generalizada participación de la gente de a pie. Como expresó una entrevistada:

Creo que fue y sigue siendo como una base que se mueve y cada vez que hay algo importante está allí y sale (entrevistado 2, 2012).

La composición social del movimiento refleja la sociedad española, menos jerarquizada ideológicamente que otras en Europa, y caracterizada por relaciones que se construyen en la vecindad, donde juegan un papel importante la solidaridad y las relaciones sociales y afectivas entre las personas. Pero, a los canales tradicionales de comunicación como el "boca a boca", se sumó la apropiación por parte de los ciudadanos de las nuevas tecnologías de la comunicación que permitieron difundir las noticias y llegar a personas que antes no se conocían o no estaban en contacto.

El movimiento de los indignados se caracteriza además por rechazar la participación de cualquier organización, prohibiendo banderas en sus manifestaciones y aceptando la colaboración a título individual y no corporativo. Los participantes, en lugar de los activistas, son así un componente esencial del movimiento, pues proporcionan su colaboración voluntaria movida por motivaciones éticas y emocionales, en lugar de incentivos materiales que responden a una lógica costo-beneficios.

Otra característica de este movimiento ciudadano es que, a pesar de algunas consignas comunes y del sentimiento común de indignación hacia el sistema político y económico actual, se constituyó por acampadas que surgieron a lo largo del país y que elaboraron sus propias prácticas y estrategias de lucha. En algunas ocasiones se fortalecieron las experiencias en los barrios de los centros urbanos, en otras el movimiento se deslizó hacía los pueblos periféricos, en otras más las asambleas se orientaron hacia luchas concretas como, por ejemplo, la lucha contra los desahucios. Entre los repertorios de la protesta, además de las acampadas, encontramos las marchas, las sentadas, los flash-mob, improvisaciones artísticas y, actualmente, los escarches.2 La heterogeneidad, la difusa participación, el carácter local de las acampadas, entre otras razones, han dotado al movimiento de creatividad, ironía y resiliencia, ya que las estrategias se adaptan al momento y al territorio, o con palabras de una entrevistada:

El 15M es un conjunto de diversidad que no se pueden generalizar [...] hay muchas diversidades y sensibilidades (entrevistado 1, 2012).

El 15M se caracteriza también por su horizontalidad y descentralización, razón para la que las asambleas generales, de barrio, de comisión, de grupo de trabajo, etc., representan el núcleo del movimiento mismo. El énfasis puesto en la participación del individuo en las actividades del movimiento y de la autonomía de las acampadas nace de la necesidad de una participación real, democrática y directa del ciudadano en la vida política. Esta práctica democrática directa local que caracteriza el movimiento, fortalece y legitima su discurso, evidenciando aún más el fracaso del sistema democrático representativo, que excluye a los ciudadanos de los procesos de toma de decisión. Tomar las plazas y las calles se convierte así en el primer paso de los ciudadanos para retomar el poder decisional sobre sus vidas, haciendo política desde la dimensión que más les pertenece, es decir, su cotidianeidad.

Una de las críticas más frecuentes que se ha hecho a este movimiento es que le falta concreción y propuestas políticas, dando por hecho que el objetivo de un movimiento tiene que ser el cambio estructural, de políticos y políticas, mientras veremos que el 15M se caracteriza justamente por su práctica de democracia directa, horizontal y descentrada, en la que el individuo es el centro del movimiento, así como afirma esta persona que participó activamente en la acampada de Sevilla:

Lo que más me ha molestado de los que eran activistas de muchos años [de profesión] es que muchos han tomado la actitud de "No, que yo no estoy con el 15M porque tiene un discurso muy vago" o no sé qué. Tienen media vida hablando de participación y ahora que tienen participación de la gente no estás porque tienen un discurso muy vago. Que todos empezamos con un discurso muy vago (entrevistado 15, 2012).

Las problemáticas que enfrenta el movimiento del 15M no surgieron con el movimiento; de hecho, como escribe James Scott, en cada sociedad existe un 'discurso oculto' de los subordinados que en eventos especiales3 emerge y se hace público. Ese discurso oculto "representa una crítica al poder a espaldas del dominador" (Scott, 2000, p. 21), es un producto social "resultado de las relaciones de poder entre subordinados" (Scott, 2000, p. 149), emerge en los espacios sociales y marginales y cuando hay más gente que lo comparte, y "existe sólo en la medida en que es practicado, articulado, manifestado y diseminado dentro de los espacios sociales marginales" (Scott, 2000, p. 149). El 15 de mayo de 2011, en España, ese discurso oculto se ha vuelto público, y ha sido el humus que ha alimentado la movilización. La creación espontánea de acampadas se puede considerar como una consecuencia de la voluntad de los ciudadanos de recuperar espacios y capacidad decisional, aunque el proceso no es fácil ya que estamos domesticados dentro de un sistema de delegación en el que no tenemos control sobre nuestras vidas, nuestra instrucción, nuestra salud, etc., y por esa razón hay que reaprender a autorganizarse, como expresa esta entrevistada:

Es todo un proceso de aprendizaje. Ahora todo funciona, pero es como un desorden organizado; es como un caos donde todo tiene que ver con todo y todo está entrelazado (entrevistado 3, 2012).

Si consideramos la identidad como un proceso (Della Porta y Diani, 1997, p. 109), el movimiento del 15M ha ido construyendo su identidad antagónica entre el "nosotros" y el "ellos" a lo largo de estos años, a través de formas rituales, narraciones, performances, etc. Las imágenes de las plazas llenas de miles de personas alimentan el sentimiento de pertenencia de un "nosotros" compuesto por ciudadanos que sufren la crisis económica y social, frente a una clase política y empresarial corrupta, rica, descaradamente irrespectuosa hacia la gente de abajo, y que representa una minoría de la sociedad, aunque existen densas relaciones de complicidad entre las dos. La participación multitudinaria, así como la no violencia, diferencian los ciudadanos del Estado, aunque la escasa o nula respuesta de parte de las instituciones frente a la participación puede poner en crisis la utilidad de la no violencia y radicalizar la protesta, como han demostrado las muchas manifestaciones de solidaridad y apoyo a la lucha de los mineros asturianos realizadas en 2012.

La identidad, además de fortalecerse compartiendo experiencias personales, conociendo las historias de personas de otros países, de otras luchas, para cuya difusión han sido determinantes las nuevas tecnologías de la comunicación, tiene raíces en el territorio, en las plazas de cada lugar, ciudad o pueblo, que se convierten en el punto de referencia para los ciudadanos que quieren participar e involucrarse pero no tienen conocidos en el movimiento.

En cuanto a la motivación para la acción y la participación, en el caso del 15M es individual, ya que no hay un llamamiento corporativo a participar, sino que son los ciudadanos que sienten que quieren hacer algo, como expresa esta mujer:

No quería quedarme quieta, porque para mí era muy importante. Para mí todo [el 15M] tenía mucho corazón y quería participar (entrevistado 3, 2012).

El poner en relación la esfera individual y colectiva de la experiencia es lo que movilizó a mucha gente (Della Porta y Diani, 1997, p. 88) y eso vuelve a poner al individuo y sus sentimientos en el centro de la acción colectiva, ya que lo personal se convierte en político. En el 15M las personas que participan se convierten en actores, transformandose a sí mismos en sujetos activos, imaginando un futuro diferente y proporcionando propuestas y argumentos al movimiento. Siendo el individuo el mismo promotor y creador del movimiento, es necesario invertir la mirada hacia el sujeto para poder comprender en profundidad esta experiencia.

 

Estudiar la protesta desde abajo y hacia los sujetos

En este apartado presentaremos la forma epistémica que hemos elegido para estudiar la protesta que, como veremos a lo largo del artículo, ofrece nuevos argumentos para el análisis del movimiento del 15M.

Las movilizaciones sociales de los últimos veinte años en América Latina, los proyectos sociales autogestionados de los ciudadanos griegos desde 2008, las protestas populares en algunos países árabes, las revueltas en Inglaterra de 2001 y por supuesto el movimiento de los indignados en España, son todas experiencias en las que una parte de la población ha hecho público el fracaso de los actuales sistemas de poderes, y la necesidad de una reorganización de la sociedad. Estas experiencias, muchas veces deslegitimadas y menospreciadas por los mismos poderes atacados por la gente, no han encontrado justicia en los análisis académicos, centrados en los elementos estructurales de la protesta que impiden analizar, observar y acercarse a la complejidad de los sujetos sociales colectivos, a sus prácticas políticas y a su subjetividad (Regalado, 2012, p. 170). Resulta evidente que teorías como la movilización de los recursos, de los procesos políticos y de las oportunidades políticas, para recordar las principales, no son suficientes para reconocer estas prácticas como prácticas políticas, ni comprender las experiencias de emancipación en Latinoamérica o la "acción social menos formalizada en el norte" (Thompson y Tapscott, 2010, p. 14-15). Por estas razones necesitamos nuevas lentes para poder abarcar la complejidad de estas experiencias, es decir, utilizando las palabras de Martín-Barbero, necesitamos "cambiar el lugar desde donde se formulan las preguntas" (2002, p. 29).

Como punto de partida consideramos necesario retomar el debate que se está dando desde hace ya muchos años en el ámbito académico y social latinoamericano, en el que se están proponiendo nuevas preguntas y nuevos desafíos para repensar formas de investigar los movimientos sociales. Desde esta perspectiva, mirar, pensar o repensar al 15M, a las protestas griegas o a las London Riots desde el sujeto significa comprender que toda realidad social es el resultado del producir y del actuar de los sujetos sociales; significa reconocer la capacidad de acción-reflexión y de producción de conocimiento por parte de las personas comunes y corrientes. Lo que proponemos al aplicar esta nueva mirada para comprender los resultados de la protesta a nivel micro es reconocer aquellas prácticas que se desarrollan a partir de la cotidianidad de la gente sencilla y trabajadora, utilizando las palabras con las que se autodefine la gente que participó en la Guerra del Agua en Bolivia. La decisión de no centrarnos en el discurso de los activistas o personas que pertenecen a organizaciones, sino más bien de explorar las experiencias y reelaboraciones de los participantes en las protestas se fundamenta además en la idea de que

el cambio social no es producido por los activistas [... ] es más bien el resultado de la transformación apenas visible de las actividades cotidianas de millones de personas. [Y por esto] Debemos buscar más allá del activismo entonces para descubrir los millones y millones de rechazos y de otros-haceres, millones y millones de grietas que constituyen la base material del cambio radical posible (Holloway, 2011, p. 13).

Esa elección metodológica y epistémica se traduce así en invertir la mirada y prestar atención a los sujetos que normalmente han sido olvidados tanto por el poder como por los análisis académicos, es decir, a la gente ordinaria.

El salto que presupone ese cambio de perspectiva crítica reside no sólo en el hecho de incorporar los individuos al análisis del movimiento y cómo ellos influyen en el movimiento o protesta, sino más bien de mirar los cambios que se producen en los individuos a raíz de su participación. El centro del análisis ya no será el movimiento, sino la experiencia de los sujetos que participan. Este cambio de mirada conlleva el alejamiento de las lecturas más estado-céntricas, que miran, por ejemplo, a los cambios en la política institucional, con el fin de mirar a los cambios personales que convierten a las personas en sujetos políticos.

Para concluir, pensar el movimiento 15M desde el sujeto implica resignificar procesos como el cambio cultural, desde la experiencia de las personas, sus biografías y aquellos elementos de significación que para ellos son importantes. Esta forma de mirar el 15M influye en el análisis del movimiento que presentaremos a continuación, que será centrado en el proceso de emancipación que experimentan los ciudadanos indignados, y para el que es esencial analizar la dimensión emocional de la protesta, ya que "las emociones están intrínsecamente conectadas con los significados cognitivos que uno construye sobre el mundo y las evaluaciones morales que los acompañan" (Jasper, 1997, p. 110).

 

Emociones y procesos cognitivos

El 17 de octubre de 2011 en El País fue publicado un artículo en el que Zigmunt Baumann expresaba su idea sobre el 15M, que veía como un movimiento "emocional al que le falta pensamiento", afirmando además que "si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada [ya que] es inestable e inapropiada para configurar nada coherente y duradero". Disentimos de esta interpretación, que además ha sido utilizada instrumentalmente para descalificar el movimiento, defendiendo la idea de que la emotividad que caracteriza este movimiento es una de sus fuerzas, como la horizontalidad y el descentramiento. Como afirman Goodwin, Jasper y Polletta "cada cambio cognitivo es acompañado por uno emocional" (2001, p. 19), y por eso las emociones resultan centrales en la comprensión del aprendizaje final de la experiencia del conflicto, de la toma de conciencia y de la trasformación de los participantes en sujetos políticos, que reivindican derechos más allá de la motivación que los llevó a participar en el conflicto.

El papel de las emociones en los procesos cognitivos, es decir, en los procesos a través de los que los seres humanos interpretamos el mundo y le damos sentido, nos permite explicar cómo las emociones influyen en el cambio cultural. Según Jasper (1998) el cambio está relacionado con las emociones en juego: cuanto más intensas sean las emociones más profundos serán los procesos cognitivos experimentados por las personas. Las emociones, además de ser "provocadas por creencias" (Rodríguez, 2008, p.150) (un ejemplo entre todos es la indignación), influyen en el cambio de valores y creencias (Kelly y Barsade, 2001), y es allí cuando se convierten en factor explicativo para analizar el cambio cultural. Los procesos cognitivos que hemos tratado en nuestra investigación son: el shock moral, la elaboración de la amenaza y la identificación de los culpables, el injustice frame, hasta llegar a la transformación de consciencia y conducta y al empoderamiento que serán tratados en los párrafos sucesivos. Hemos seleccionado estos cinco procesos porque creemos que son los que mejor permiten comprender la evolución que viven las personas que luchan y que las lleva a un cambio de sus ideas, creencias y valores. Cada uno de estos conceptos ha sido propuesto por estudiosos de los movimientos sociales para comprender distintas dimensiones de la protesta, pero creemos que analizados en su conjunto, y como sugiere Jasper, incorporando las emociones, se puede conseguir una comprensión profunda del cambio cultural producido por el conflicto.

En una primera fase de acción-transformación, la motivación a la acción es determinada por un shock moral que "ocurre cuando un evento inesperado o un conjunto de informaciones aumenta el sentimiento de ultraje en una persona que se inclina hacia la acción política, que tenga o no conocidos en el movimiento" (Jasper, 1998, p. 409), como confirma este testimonio:

Yo al inicio no conocía a nadie, fui allá y "¡oye! que yo quiero ayudar" (entrevistado 17, 2012).

El shock moral se produce a raíz de muchas emociones, como la sorpresa, el miedo, la rabia, el sentimiento de inseguridad, la decepción, el ultraje, la indignación, etc. Estas emociones se suman a y son alimentadas por el discurso oculto presente en la sociedad (Scott, 2000), ya que, por ejemplo, habrá mucho más miedo o rechazo hacia lo que puede hacer un gobierno si existe un sentimiento de desconfianza previa. El desalojo violento de la acampada en la Plaza del Sol el 17 de mayo de 2011 es sin duda un acontecimiento que produjo el primer shock moral que han vivido los sujetos, a raíz del que surge la primera acampada en Sevilla, como se puede apreciar en este testimonio:

Después de lo que pasó en la acampada de Madrid, que desalojaron a la gente de manera violenta, [...] estuvimos por tres tardes concentrándonos en las Setas. En la tercera tarde, en la asamblea que se hacía todos los días, se decidió quedarnos a dormir y en acampar en las Setas (entrevistado 1, 2012).

De esta respuesta emocional depende tanto la motivación a la acción como la radicalización de la protesta (Gould, 2009), que por lo que concierne el 15M se tradujo en la participación de centenas de miles personas en las calles españolas, con sorpresa de los mismos participantes:

Nosotros fuimos a ver qué era y nos encontramos con diez mil personas en la calle. No nos lo creíamos para nada (entrevistado 3, 2012).

Sin embargo el shock moral, aunque sea necesario para que una persona se involucre, no es suficiente para el cambio, ya que entran en juego otros mecanismos que analizaremos a continuación. Los primeros pasos después de experimentar un shock moral son la elaboración de la amenaza y la identificación de los culpables, que a su vez desencadenarán otras emociones ya que "cuando seres humanos pueden ser culpados de causar una amenaza, el ultraje es la respuesta común" (Jasper, 1998, p. 410).

La construcción de la amenaza es importante ya que "en la amenaza se puede encontrar el origen de muchos movimientos sociales" (Jasper, 1997, p.125) y es central en las experiencias de resistencia. En el caso del 15M la amenaza es la pérdida de la calidad de vida, es la conciencia de tener que sufrir las decisiones tomadas por una clase política desconectada de la ciudadanía y que persigue los intereses de grupos de poder en lugar que de la colectividad. Las amenazas cotidianas tienen que ver con la tasa de desempleo, la imposibilidad de encontrar trabajo para la mayoría de la población, el drástico empeoramiento de las condiciones de trabajo, los desahucios debido a la imposibilidad de pagar la hipoteca, así como los riesgos relacionado con el empeoramiento de la calidad de los servicios públicos, como instrucción y sanidad. El movimiento del 15M se ha caracterizado desde el principio por ser propositivo, por demandar una democracia real y mejores condiciones de vida para la gente, lo que a veces se ha traducido en peticiones más puntuales como los cambios en la ley electoral o respecto a los desahucios, que simbólicamente hubieran podido revelar un intento de acercamiento por parte de las instituciones que nunca se ha dado.

La elaboración de la amenaza es acompañada por una notable intensidad emocional que abarca desde el miedo hasta la incertidumbre. La elaboración de una amenaza está además relacionada con la idea de seguridad y de calidad de vida, de dignidad, que es uno de los "beneficios emocionales"4 de la protesta, y de percepción del riesgo, que también depende de la cultura y de las emociones, ya que "el riesgo es percibido cuando haya aunque una sola posibilidad remota de que la amenaza pueda destruir la comunidad, la forma de vida" (Jasper, 1997, p. 122).

Elaborada la amenaza, el paso sucesivo es individuar a los culpables, proceso indispensable para poder dirigir la rabia y las demás emociones hacia un objetivo. En el caso del movimiento del 15M los culpables son los políticos corruptos, de toda tendencia, que además de enriquecerse con el dinero público impulsan los intereses de banqueros y empresarios en lugar de favorecer a la gente que está sufriendo los efectos de la crisis. Así se percibe entre los lemas más usados en las manifestaciones "PP-PSOE, la misma mierda es" y "no hay pan para tanto chorizo", así como los más propositivos como "tenemos la solución, los banqueros a prisión". Esa pérdida de legitimidad de la política institucional se produce a raíz del trato reservado a los que protestan, pero es también consecuencia de lo que a nivel popular se define como "añadir insulto a la injuria", es decir, que no sólo se ha engañado a la gente, sino que se hace de manera continuada y manifiesta. La falta de claridad, de trasparencia, la actitud autoritaria y la falta de respeto también influyen en la pérdida de legitimidad, confirmando que este proceso también es el producto de las emociones experimentadas.

Haber conseguido detectar a los culpables, o haber llegado a "una conciencia de motivados actores humanos que llevan algunas de las responsabilidades de causar daño y sufrimiento" (Gamson, 1992, p. 32) abre el camino a lo que Gamson define como el injustice frame, es decir, "la indignación moral expresada en la forma de conciencia política" (1992, p. 6). El enmarcar la experiencia vivida como una injusticia y el reconocer que se está siendo víctima de una injusticia son procesos que influyen en la motivación para la acción y fortalecen las razones de seguir implicados en el conflicto, más allá de intereses materiales, evaluaciones coste-beneficios y discursos. La participación en el movimiento permite que la gente elabore colectivamente otra interpretación de la realidad, enmarcando la experiencia individual en un contexto social y político más amplio y reinterpretándola como problema social. Los discursos y la práctica que los ciudadanos que participan en el movimiento experimentan permiten así elaborar su condición personal como parado, desempleado, afectado por la mala sanidad, etc., como una injusticia social de la que son culpables los políticos corruptos.

Para concluir, las emociones influyen en la motivación a la acción, a nivel colectivo creando el ambiente favorable para el desarrollo de la movilización (Aminzade y McAdam, 2001), y a nivel individual permiten entender por qué los individuos deciden involucrarse hasta que los costes de la movilización puedan superar los beneficios, empujando a participar hasta a personas que nunca habían protestado antes, como demuestra este testimonio:

yo por lo general no soy así, nunca he participado en nada parecido, yo no tengo que ver nada con todo esto [... ] era algo que me salió del corazón. Esta fue mi primera experiencia (entrevistado 9, 2012).

Los procesos descritos hasta ahora permiten comprender cómo y por qué las personas se involucran en una acción colectiva y hasta dónde están dispuestos a llegar. Respuestas emocionales y procesamientos cognitivos se autoalimentan y son el motor de la participación, pero son la causa también del cambio que experimentan los protagonistas. Para analizar este cambio describiremos ahora dos procesos: la transformación de conciencia y de conducta descrita por Piven y Cloward (1977) y el empoderamiento.

Como escriben Piven y Cloward: "el cambio en la conciencia tiene por lo menos tres distintos aspectos. [...] El cambio en la conducta es igual de sorprendente, y normalmente más fácilmente reconocible, por lo menos cuando toma la forma de huelgas masivas, marchas o revueltas" (1977, pp. 3-4). Los tres aspectos del cambio en la conciencia que evidencian estos autores nos ayudan a definir algunas dinámicas que hemos podido observar en nuestros casos de estudio y que describiremos a continuación. El primer aspecto del cambio de conciencia es la pérdida de legitimidad que sufre el sistema, que está relacionada con la pérdida de confianza y respeto de los ciudadanos hacia los sujetos que han sido identificados como culpables, políticos y banqueros, pero también con la pérdida del miedo hacia la autoridad, como se puede apreciar en este testimonio:

Con la presencia de la policía secreta, yo me reía, me reía porque no hacía nada malo, expresaba mi opinión, no mataba a nadie, no le voy poniendo fuego a nadie, ni voy en hacer nada, nada que yo sepa que no puedo hacer. La policía estaba allí porque tenía miedo, por el miedo a la gente, le daba miedo que seguíamos adelante, entonces la estrategia era dividir a la gente. Si en nuestro grupo pequeño pasaba esto, imagínate en cosas a niveles más fuertes qué hay (entrevistado 5, 2012).

El segundo aspecto de esta transformación son las personas que empiezan a demandar derechos o cambios en ellos. Una de las demandas centrales de cambio de este movimiento es la realización de una democracia real, directa, transparente, en la que los ciudadanos participen en la toma de decisión. Pero la pérdida de legitimidad de los representantes de las instituciones y de los medios de comunicación oficiales conlleva que la gente no se limite a demandar cambios sino a crear el cambio, buscando los medios para superar las barreras impuestas por el poder, a través de las asambleas como lugar decisional o a través los medios de comunicación alternativos que permiten crear su propia información. Ese cambio en la consciencia y en la conducta conlleva un alejamiento de la práctica de la delegación como vía para cubrir sus necesidades, como demuestra este testimonio:

La cuestión no es enfrentarse al sistema, sino crear y generar uno propio. Porque enfrentarse y nada más te desgasta, además que es imposible porque es un monstruo gigante, y crear algo nuevo donde tú te muevas, donde no debes depender del sistema, porque yo creo que es más sano. Y creo que esto se puede hacer solamente de lo local y de lo pequeño (entrevistado 1, 2012).

Por último, Piven y Cloward hablan de un nuevo "sentimiento de eficacia", que se produce en el momento en el que las personas que ordinariamente se consideran políticamente impotentes, comienzan a creer en su capacidad para cambiar las cosas, proceso que viven muchas de las personas que participan en una lucha. En el movimiento de los indignados, el "Sí se puede", lema que resume el sentimiento de eficacia política, se ha producido con la participación multitudinaria en las manifestaciones y demás convocatorias y con las pequeñas victorias. Pero además hemos podido observar que la centralidad del individuo que caracteriza este movimiento lleva a las personas a comprender la importancia del cambio personal, que está en la base de cualquier cambio a más amplia escala, como se puede leer en este testimonio:

Lo que yo he visto es que para cambiar las cosas, tiene que cambiar uno, y lo demás da igual. No se trata de luchar contra nadie sino de cambiar tu conciencia, allí está el cambio. No se trata de exigir a los otros que cambien sino que yo cambie, mi mentalidad tiene que cambiar (entrevistado 5, 2012).

El último aspecto del cambio de conciencia nos reconduce al concepto de empoderamiento que es tanto personal como colectivo y que, como veremos, es uno de los resultados de la protesta. Entre las muchas definiciones de empoderamiento que se pueden encontrar en la literatura, hemos decidido referirnos al empowerment como "una condición socio-psicológica de confianza en las habilidades de uno que desafía las relaciones existentes de dominación" (Druri y Reicher, 2005, p. 35). Aun siendo un concepto de amplia envergadura, estamos de acuerdo con los autores cuando afirman que siguen empleando este concepto

no sólo porque lo utilizan las mismas personas que están involucradas en los movimientos sociales, sino porque captura aspectos de la experiencia -en particular las concomitantes alegría, entusiasmo y placer emocional- que la mera 'eficacia', una explicación del poder subjetivo que un cálculo esencialmente racional, no hace (Drury y Reicher, 2005, p. 54).

Coincidimos además con dichos autores en que el proceso de empoderamiento es uno de los resultados de los movimientos que lleva a un cambio social y que depende de las emociones experimentadas en la protesta. Finalmente, ese concepto resulta ser central en este análisis ya que, como escribe Dallago, "el concepto de empowerment subraya, en el ámbito político, la estrecha interdependencia que existe entre el cambio individual y el cambio social" (2006, p. 11), lo que en nuestra propuesta de trabajo se manifiesta en el cambio cultural consecuente de la experiencia de protesta, lo que confirma además la idoneidad de la elección de un enfoque biográfico y desde abajo.

Para concluir y pasar a la última parte de este trabajo, en la que describiremos el cambio resultante de la participación del movimiento, queremos recordar que todos los procesos que hemos descrito son influidos por emociones. De hecho, en los casos en los que se consiguen victorias, aunque pequeñas, emociones como la alegría y la satisfacción alimentan el autoestima y la consciencia de que se pueden cambiar las cosas, mientras que en los casos en los que se fracasa, muchas veces la frustración y el dolor llevan a la resignación, aunque emociones como la rabia o el sentimiento de injusticia pueden superar este estado de ánimo y proporcionar las energía para retomar la lucha.

 

De la indignación a la emancipación: el cambio cultural como resultado del movimiento

Lo que experimentan quienes participan en el movimiento, a partir de la transformación de conciencia y de conducta y a raíz del proceso de empoderamiento, descritos precedentemente, es un cambio cultural; es decir, una reelaboración y redefinición de valores, creencias e identidades que les lleva a tomar conciencia de aspectos de la realidad que hasta el momento no habían considerado, a cambiar su percepción de la misma, y a actuar en consecuencia. Una de las maneras para poder examinar este cambio es a través del aprendizaje que los protagonistas experimentan gracias a la participación. En un mundo en el que parece predominar el individualismo, participar en el movimiento permite superar los prejuicios acerca de la apatía y el egoísmo de la gente, como se puede apreciar en este testimonio:

aprendí qué hay gente muy valiosa, muy abierta, con una capacidad brutal de trabajo y de sacrificio; personas que creen en lo que hacen. Y que lo hacen desde la cabeza y desde el corazón (entrevistado 2, 2012).

Este cambio es muy importante porque produce esperanza, optimismo y confianza en la posibilidad de conseguir otros cambios. Pero además, la participación en el movimiento influye también en la reelaboración de los prejuicios hacia determinados colectivos o personas que anteriormente se veían a través de las lentes de la ideología y de la cultura dominante. La práctica de la resistencia permite conocer más en profundidad a estas personas y colectivos, confrontarse y ponerse en su lugar, un cambio que ha hecho resaltar la importancia de la diversidad:

Hay que respetar a todas las personas y que cada uno aporte como pueda y cuando pueda (entrevistado 9, 2012).

El compartir espacios, la práctica asamblearia, la horizontalidad, hacen que haya que confrontarse con personas que no tienen la misma visión del mundo, experiencia, extracto político o social, cultura, etc. La vivencia en el movimiento permite superar barreras que la cultura y la ideología pueden haber construido, aprendiendo que en muchos casos también las divisiones son construcciones sociales y que existe un discurso y unos intereses que pueden coincidir allí donde no se pensaba, como afirma esta persona:

Lo que me ha sorprendido ha sido el espacio de coincidir de toda una serie de personas diferentes. Porque hay muchas cosas que no son ni de derecha ni de izquierda sino que son de justicia o injusticia, de coherencia o incoherencia, y que no estamos hablando de ideología, estamos hablando de humanidad y de dignidad (entrevistado 15, 2012).

Además de estas reelaboraciones sobre los demás, entre los aprendizajes que surgen de la participación en el movimiento encontramos la posibilidad de acceder a informaciones y experiencias que antes no se conocían, y eso influye positivamente en el sentimiento de eficacia ya que las personas que antes se sentían solas ya saben que hay mucha más gente que comparte la misma sensibilidad y ganas de cambiar, como nos comentaron en nuestras entrevistas:

El saber de otras historias que se están llevando a cabo [...] ahora [para mí] está todo más visible. Tener otras personas con qué arreglar el mundo (entrevistado 5, 2012).

La protesta es un evento social, y la relación con personas que antes no se conocían convierte la experiencia de la protesta en un momento de crecimiento personal, como confirma este testimonio:

He aprendido muchas cosas, te hace conocer cosas que no conocía antes, conocer gente que no conocía antes, formas de pensar que no conocía antes. Sí, me ha enriquecido mucho (entrevistado 15, 2012).

Uno de los resultados del movimiento resulta entonces ser la creación de nuevas relaciones, que además de ser beneficios emocionales de la protesta son también oportunidades para el futuro, ya que desde estas nuevas relaciones muchas veces nacen también nuevos proyectos de vida, políticos o sociales. Como afirma esta otra mujer:

De esta experiencia han nacido vínculos, amistades, de todo. De hecho, es como si [estas personas] fueran parte de tu vida, de tu grupo de gente con que te relacionas. Yo ya tengo amigos que antes del I5M no los conocía y ahora son personas que para mí cuentan mucho. Si no hubiera sido por eso no los habría conocido. Relaciones de todo tipo: de amor y de desamor, de amor y de odio. También ha habido ruptura, porque cuando estás en un conflicto, con ciertas personas, en ciertos momentos y con ciertas tensiones, no se puede funcionar. Y eso es un aprendizaje, he aprendido que con ciertas personas yo no puedo trabajar (entrevistado 17, 2012).

De este testimonio emerge claramente la importancia de los vínculos entre las personas y de las emociones recíprocas en la dinámica de un movimiento. Pero además, permite recordar que la protesta, como toda experiencia de la vida, no sólo incluye aspectos positivos, sino también vivencias negativas, rupturas, que se convierten en momentos de aprendizaje también. Aunque estamos demostrando que participar en el movimiento es una experiencia enriquecedora y emancipadora, no hay que olvidar que también está acompañada por momentos duros, como se puede apreciar en este testimonio:

Fue un desgaste muy grande, muchísimo desgaste. Eran todos los días reuniones, todos los días manifestaciones, todos los días cosas, mucho desgaste. Ahora, yo no entiendo como lo hice, aparte de trabajar (entrevistado 1, 2012).

Por esa razón, es común que las personas busquen tranquilidad o sientan la necesidad de alejarse del movimiento en un determinado momento. Este comportamiento, aunque haya sido interpretado por algunos activistas o académicos como egoísmo o apatía, desde el enfoque que estamos proponiendo se puede comprender teniendo en consideración la intensidad emocional y la dedicación que requiere la lucha.

Entre los resultados del movimiento a nivel local, los entrevistados afirman que se ha conseguido mayor trasparencia en la información, solidaridad, apoyo y vinculación de mucha gente que antes no participaba, así como un cambio de la actitud de la gente:

Creo que la evolución del concepto de solidaridad se ha generalizado más, se han creado más lazos, más relaciones de barrio. El individualismo se ha perdido por lo menos en una pequeña parte, la ciudad a mí no me parece ya así de mal, es verdad que nos movemos en un registro de minoría, pero no tanta minoría como hace dos años (entrevistado 3, 2012).

El no sentirse "tanta minoría" como antes también es uno de los logros que ha conseguido el movimiento y que ha sido posible gracias a la participación de mucha gente que, voluntariamente y desde sus capacidades y posibilidades, ha contribuido a crear el movimiento. Ese proceso no ha sido fácil: ha habido intentos de cooptación, aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje, desconfianza y escepticismo, que por lo general se han podido superar gracias a la voluntad de todos, en un proceso de "creación conjunta", como nos comentó esta persona:

Una grande evolución del I5M ha sido que un año después se ha podido aprovechar el trabajo de gente que desde años estaba trabajando en diferentes temas. Al principio había un momento de rechazo, otro momento de transición, y otro momento en que este colectivo aportaba y se aprendía de este, y después de aprender ha habido una creación conjunta (entrevistado 5, 2012).

Ese proceso de cambio colectivo, que ha permitido al movimiento crecer, no se puede comprender si no se examina el cambio individual que han experimentado las personas que se involucraron en las acampadas del movimiento. Entre los cambios individuales, como ya hemos mencionado, encontramos la recuperación de la esperanza en los demás y la superación de la soledad que alimenta el sentimiento de eficacia, procesos que se pueden conseguir en un proceso de destrucción constructiva, como nos evidencia una entrevistada:

A mí esto me ha servido para renovarme las esperanzas, para aprender mucho de los compañeros, para no sentirme tan sola. Porque antes nos sentíamos muy solos en tantas cosas que hacer. Y ahora veo que el trabajo es más repartido, hay más ideas, más gente que aporta lo suyo, hay como más vidilla ahora. ¿A costa de qué? A costa que no se puede crear algo si no se destruye la capa que hay: hay que desaprender lo aprendido (entrevistado 2, 2012).

Por lo que concierne a las mujeres, uno de los resultados de la participación es recuperar la importancia de participar activamente en la vida pública, esto para demostrar no tanto la capacidad de poder hacer lo mismo que hacen los compañeros, sino que las cosas se pueden hacer de forma distinta, rompiendo con una visión del mundo masculina y positivista:

Decíamos que debemos aguantar aquí y no abandonar porque las mujeres tampoco han tenido muchas veces la posibilidad de estar detrás de un medio que estaba comunicando algo tan grande como lo que está pasando. Y esto con otro tipo de discurso, otro tipo de sensibilidad (entrevistado 1, 2012).

Finalmente, el cambio cultural afecta a la dimensión política de los protagonistas, su forma de ver el mundo y de cómo las cosas deberían cambiar, partiendo de lo común y abandonando el individualismo:

Lo importante es cambiar la mentalidad; si todos somos conscientes de que no hay un tú, un yo, y que somos siempre enfrentados, y que somos un todo uno, entonces las cosas serían diferentes (entrevistado 7, 2012).

La participación en el movimiento se convierte así en una experiencia enriquecedora, a pesar de lo duro que puede ser compaginar la vida privada y laboral con el tiempo que se le dedica. Todos estos elementos influyen en el placer de la protesta que, como escribió Jasper "reside en el estar con la gente con quienes compartes visiones del mundo, experiencias, etc., y la euforia relacionada con la actividad colectiva" (1997, p. 188).

Los cambios que hemos descrito en este apartado no son cambios estructurales: no se ha conseguido que cambiase un representante político o que se modificaran determinadas políticas, y en este sentido, más bien ha habido un empeoramiento ya que en muchos casos la represión o el hostigamiento hacia los participantes ha aumentado (un ejemplo entre muchos, la reciente ley que ha ilegalizado los escarches). Pero eso ha pasado porque el movimiento, a pesar de muchas críticas que se le hacen, ha resultado ser efectivo y es percibido como una amenaza por los que detentan el poder, entre otras cosas porque es un movimiento ciudadano muy difícil de controlar y cooptar por su descentralización y horizontalidad. Los cambios conseguidos muchas veces, con palabras de una entrevistada, "son muy pequeños, no se ven, son invisibles" (entrevistado 15, 2012), y esto hace que en algunos casos los que participan se sientan frustrados, sientan impotencia, aunque los que los viven reconocen su importancia, como emerge de este testimonio:

Siempre me pregunto si esto servirá de algo, y me contesto que de algo servirá; mejor que no se hiciera nada. Yo creo que los grandes avances no son tangibles porque son pequeños cambios que se dan en cada uno, pero me parecen más importantes que los visibles. Lo que pasa es que no son así de palpables, te frustras mucho porque dices que no está cambiando nada (entrevistado 3, 2012).

La dificultad de un proceso de cambio cultural es que es lento, no se hace de un día para otro, no se ve en los telediarios o en la prensa, más bien se nota en el día a día, en la cotidianidad, y es allí que se percibe que este cambio es mucho más trascendental de lo que se pueda pensar.

Ese cambio tiene raíces profundas porque es la suma de los cambios que vive cada individuo, que nunca serán los mismos de antes. En la sociedad actual la velocidad es un valor, lo que no sale en los media mainstream no existe, lo inconmensurable no cuenta, pero aun así, en la sociedad de las personas, las ideas y los valores se ponen en discusión y se aprende que los cambios deben ser lentos para ser efectivos, así como reflexiona un entrevistado:

Como todo buen proceso debe ser lento, porque si no, no sería real. Yo creo que son pequeños pasos, porque cuanto más pequeños sean más claro los tienes y firme los das. Si das un paso muy largo también puedes volver rápidamente porque el terreno que pisas no es seguro (entrevistado 5, 2012).

Como dicen los zapatistas en México: "lento, pero avanzo", y así las distintas experiencias de lucha que se reconocen bajo el paraguas de las siglas 15M han avanzado mucho en estos primeros dos años. Para visibilizar estos cambios es suficiente con mirar hacia las nuevas prácticas que surgen a raíz del movimiento. En cada acampada, asamblea de barrio, etc., han surgido nuevos grupos, asociaciones, ocupaciones, soluciones para problemas cotidianos como el acceso a la vivienda o la autoproducción alimentaria. En el caso de Andalucía, por ejemplo, además de la masiva participación en huelgas y manifestaciones, las "corralas" son un ejemplo excelente de la pérdida del miedo de la gente afectada por la crisis económica, así como pasa en el ámbito del acceso y difusión de la información, donde también ha habido muchos cambios, como expresa una integrante de la comisión de comunicación de la acampada de Sevilla:

Del último año y medio, en la calle se habla más de los medios alternativos, han surgido mucho más proyectos de periodistas independientes, grupos de personas se han puesto en publicar en una página web, en hacer su propio periódico, rosca de radio, su revista, su página de Facebook. Yo veo que todo eso [...] ha surgido, yo no diría para nosotros, eso ha sido como una mechita en que han influido millones de factores, no uno en particular. Uno de los puntos de esta revolución es que hay un alto nivel cultural de la gente que está participando. Y esto te da otra perspectiva de cómo hacer las cosas (entrevistado 1, 2012).

Esa "revolución de cómo hacer las cosas" es lo que están llevando a cabo todos los indignados españoles, y con eso terminamos nuestro análisis en el que hemos presentado cómo la participación a un movimiento se puede convertir en una experiencia que cambia a las personas, creando sujetos políticos más informados, más críticos, menos solos, más conscientes de su potencialidad de cambio social y, a nuestro entender, todos estos son resultados significativos de la protesta.

 

Conclusiones

En este análisis de la experiencia del 15M de Sevilla hemos demostrado que el estudio de la dimensión cultural de la protesta, que incluye creencias cognitivas, respuestas emocionales y evaluaciones morales (Jasper, 1997), permite comprender aspectos del movimiento que otros enfoques desatienden y desentienden. El análisis de las dinámicas individuales y de grupo que motivan y animan la protesta fortalecen la participación y crean nuevos vínculos afectivos que contribuyen a elaborar nuevos valores, ideas y creencias, nuevos imaginarios, y que pueden manifestarse en nuevas prácticas cotidianas; esto nos ha permitido comprender los mecanismos y las dinámicas de la resistencia y, con palabras de Holloway, "ver más allá de las luchas visibles" (2009, p. 22).

Empezando por el análisis de cinco procesos cognitivos previamente seleccionados y de las emociones que influyen en ellos, hemos descrito cómo los entrevistados empiezan el proceso de reelaboración que los lleva al cambio. Hemos demostrado cómo el shock moral, que es la respuesta emocional a un evento o información, produce una primera reelaboración de la realidad en los participantes del movimiento. La amenaza, como hemos visto, está principalmente relacionada con la pérdida la calidad de vida, y los culpables de esta situación son los políticos de todas las principales fuerzas políticas. La facilidad de identificación de los culpables ha sido sin duda un elemento a favor de la movilización, junto a la indignación y el ultraje que las personas experimentaron, así como la reelaboración de la propia condición personal como una injusticia social.

Como hemos podido leer en estas páginas, para poder ver los resultados no estructurales de un movimiento es necesario prestar atención a la experiencia individual de los participantes, acceder a sus sentimientos y pensamientos; es decir, mirar desde abajo hacia la cotidianeidad de la protesta. Es entonces allí, en esta dimensión micro de la protesta, donde se pueden apreciar los pequeños cambios que cambian el mundo. De hecho, las diferentes experiencias biográficas analizadas a lo largo del presente artículo nos indican que el objetivo del movimiento no es un cambio de gobierno, sino un cambio de consciencia de la mayoría de la población, que se puede conseguir actuando con razón y corazón, o con palabras de una entrevistada:

no se construye nada de la agresividad, es verdad que los grandes cambios sociales vienen cuando muere alguien, cuando pasa algo gordo. Pero eso no cambia la mentalidad, al final lo que ocurre es que te quito a ti y me pongo yo, y hago lo mismo que tú con otro nombre, con otra forma, entonces es igual (entrevistado 7, 2012).

Como evidencia Wallerstein (1999), las dos grandes revoluciones que fracasaron, a nivel estructural, la de 1848 y la de 1968, fueron las que de verdad cambiaron el mundo. En la misma línea, con esta propuesta analítica, reivindicamos la necesidad de invertir la mirada hacia los cambios que vive la gente común y corriente cuando lucha, porque de estos cambios de ideas, creencias y valores pueden surgir cambios sociales y políticos que salen de la dimensión individual. Pero, para hacer esto, es necesario estudiar la dimensión emocional de estas experiencias y profundizar en la comprensión de los procesos cognitivos que acompañan la participación en una protesta.

La participación en un movimiento esconde una potencialidad de cambio social mucho más poderosa de la que se le atribuye comúnmente, ya que en estas experiencias "nacen-crecen-germinan formas de lazos sociales que son la argamasa del mundo nuevo" (Zibechi, 2007, p. 55). Un cambio social a más amplia escala es posible solamente si la mayoría de las personas se empodera a través de un proceso de emancipación que no puede ser rápido ni puntual, sino lento, constante y difuso; un proceso en el que los protagonistas de estas experiencias "cambian ellos, cambiando el mundo" (Zibechi, 2007, p. 15).

 

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Notas

1. Utilizando el concepto de "campione causale" (Pitrone, M. C., 2009) se entrevistaron ciento sesenta y un manifestantes: setenta y cuatro hombres y ochenta y siete mujeres.

2. Se trata de una palabra de jerga utilizada en Argentina, Uruguay y España para referirse a un método de protesta basado en la acción directa, que tiene como fin la denuncia contra una persona pública a la que se acusa de haber cometido delitos graves o actos de corrupción. En general se realiza frente a su domicilio o en algún otro lugar público al que deba concurrir la persona denunciada.

3. O como las define Scott (2000), "insurgencias ocasionales", momentos de explosiones que muchas veces los analistas no saben explicar y parece que hayan surgido de la nada, mientras son alimentadas por ese discurso oculto que caracteriza a la infrapolítica.

4. Véase Wood (2001). La autora demuestra que no fueron ni los beneficios materiales ni las oportunidades políticas lo que motivó a los campesinos que apoyaban el FMLN en El Salvador, sino más bien aquellos beneficios morales y afectivos, como la afirmación del sentimiento de dignidad y de desafío que surge en el acto de rebelión, y los vínculos afectivos y la identificación con los demás, que sólo se experimentan participando.

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