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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.18 n.52 Guadalajara Sep./Dec. 2011

 

Estado

 

Análisis del moderno Estado brasileño: de la sociología a la teoría económica

 

Modern Brazilian State analysis: from sociology to economic theory

 

Matheus Silveira Lima*

 

* Doctor en Sociología (UNESP-Brasil). Profesor asistente de Ciencias Políticas de la Universidade Estadual do Sudoeste da Bahia/UESB, campus de Jequié, Bahía, Brasil. silveira_lima@hotmail.com.

 

Fecha de recepción: 17 de abril de 2009
Fecha de aceptación: 16 de junio de 2011

 

Resumen

Este artículo se refiere a las ideas más generales de la discusión sobre los significados del papel del Estado en Brasil a través del siglo XX. Se realiza una confrontación con algunas interpretaciones estructuradas en la sociología política desde el punto de vista de la teoría del patrimonialismo, donde se establece la separación entre sociedad y las estructuras de poder mediadas por el Estado que amortigua la lucha de clases, bloqueando así la democracia y la distribución de la riqueza. Otro campo de conocimiento, tal como la teoría económica, muestra las mismas cuestiones desde una perspectiva de las estrategias estatales de superación del retraso y de los estrangulamientos tecnológicos, concibiendo un modelo llamado "nacional-desarrollista", que entra en colapso en la década de 1980.

Palabras clave: patrimonialismo, formación del Estado, capitalismo, desarrollismo.

 

Abstract

This work intends to show an important discussion presented in the sociology and in the Brazilian economic theory about the role of the State in Brazil. Portuguese heritage it is analyzed in the sociology as a patrimonial construction, which evokes commercial capitalism and blocks the democracy and the modern State. On the other hand, the State, for the economy, is responsible for propelling the development during the entire twentieth century, which would only change in the nineteen eighties when the State looses its strength and therefore the developing strategies are changed toward the market.

Keywords: patrimonialism, State formation, capitalism, development.

 

La definición de patrimonialismo como tipo ideal de configuración del Estado, aparece en la obra de Max Weber como una figura de transición de las formas tradicionales de dominación a otras más burocráticas y racional-legales. Los criterios para la definición de sus características proponen límites, si no exactos, bastante claros, de la diferencia entre lo público y lo privado. De este modo, la responsabilidad del plan privado se ha ido centrando cada vez más en el mercado, mientras que al Estado se le asigna el orden público, expresado en términos de la racionalización y la legalidad formal que va adquiriendo. El patrimonialismo es, entonces, la continuación de un momento de transición donde el Estado estaba en el dominio privado del rey y de sus servidores, circunstancia que sin embargo fue atenuándose paulatinamente.

La interrupción, por congelamiento, de ese proceso histórico es el tema ampliamente desarrollado en Los dueños del poder, libro de Raymundo Faoro (2000), que estructura su visión empezando por una (supuesta) formación de lo que llama "capitalismo comercial" hegemonizado por el Estado. Éste además se apropia de la mayor parte de las riquezas de la sociedad portuguesa, que en adelante conducirán a una potente expansión económica del reino con el tráfico de hombres y mercancías y teniendo bajo su control a un gran cuerpo de funcionarios actuando, primero, en nombre del rey y, segundo, en su propio nombre, sin tener nunca en cuenta las cuestiones públicas.

En las décadas posteriores al descubrimiento (1500), empieza la asociación entre los fenómenos políticos de Portugal y su colonia:

Portugal no buscó, en América, un reflejo de sus instituciones, una nueva réplica de un antiguo reino; lo que pretendía era la expansión pasiva de sus instituciones, armadas de poderes para crear, desde arriba, como resultado de un marco jurídico, la vida política (Faoro, 2000: I67).1

Así pues, pretendiendo el control y la represión, se fundó la ciudad de Salvador en 1549, convirtiéndola en la capital de Brasil hasta 1763. "La centralización es el medio adecuado, ya cristalizado tradicionalmente, para el dominio del Nuevo Mundo" (Faoro, 2000: 164). Esta perspectiva arraiga fuertemente en el régimen de las minas, en el cambio al siglo XVIII, con una centralización cada vez más represiva (Faoro, 2000: 171).

Prosigue afirmando Faoro que la llegada de la familia real de Portugal a Brasil, en 1808, promueve demandas urgentes en la colonia: "organizar el Imperio y el ministerio era lo mismo que reproducir la estructura administrativa portuguesa en Brasil y dar empleos a los desempleados" (2000: 284). Aunque se creasen instituciones que existían en Portugal, no se prestó atención a las características específicas del nuevo país donde se instalaban.

Para Faoro hay, entonces, una continuidad en la centralización, que empieza con los inicios de la formación del capitalismo comercial bajo la hegemonía de un Estado empresarial, dando la tónica del control y de la represión en las minas de oro recién descubiertas en siglo XVIII (en el territorio de Minas Gerais) y, a continuación, con el enorme aumento de funcionarios que acarreará la transferencia de la Corte en 1808.

Por lo tanto, existe una misma perspectiva que se ejecuta en el mundo político portugués y brasileño, siempre apuntando al fortalecimiento del Estado, un elemento crucial de la inducción de la expansión y el desarrollo en un primer momento, aunque va tornándose cada vez más en un poderoso obstáculo para que las síntesis de elementos modernos pudiesen alcanzar su plena realización en el mundo social portugués.

Esta conclusión es resultado de cómo Faoro se da cuenta de la interrelación entre las clases sociales en Portugal y cómo esta cuestión habría sido, como en Portugal, también desarrollada en Brasil. El mecanismo básico de relación entre las clases es que la crisis que podría haber modernizado un Estado excesivamente centralizado hacia su apertura e inclusión de las exigencias típicas de las nuevas zonas urbanas y de la sociedad burguesa, acaba siendo debilitado por mecanismos que en el siglo XX se llaman cooptación, pero que en el periodo tratado por Faoro, debido a la distinta escala de valores, tiene como término más adecuado el de ahidalgamiento (proceso de transformar a plebeyos en nobles) (cf. Faoro, 2000: 67, 220, 222 y 223). Lo que Faoro presenta también como resultado del carácter conciliador y policlasista del patrimonialismo portugués (p. 47), continuando con el tema de la emancipación de la clase pobre, desde entonces ennoblecida social y políticamente después de la revolución de 1385 (p. 50). En la colonia ese proceso tiene lugar de la misma forma: "la sociedad aristocrática, establecida en el estamento en sorda y tenaz lucha contra la mercancía, que, incapaz de ser independiente, provoca la adhesión a los valores de la nobleza, sus costumbres y su ética" (Faoro, 2000: 200).

En otras palabras, el modelo de Estado centralizado y patrimonial fue, en los primeros momentos, algo importante para la evolución política y económica de la sociedad portuguesa.2 Sin embargo, la teoría defendida por Faoro sobre la ausencia de feudalismo en Portugal,3 con su lucha de clases reñida e intensa, lleva entonces a una mezcla de clases sociales que se allegan como compañeras y no como antagónicas, sin crear grandes dificultades para la ascensión de una clase a la inmediatamente superior, en particular en la incipiente burguesía cada vez más hidalga.

Así, la principal característica del patrimonialismo es evitar la lucha de clases, sin la cual entonces no hay revolución burguesa ni modernidad. Por lo tanto, el peso de la excesiva centralización del Estado portugués es sentido a finales del siglo XIX, cuando el retraso del mundo portugués se evidencia ante el Reino Unido y Francia.

En resumen, la perspectiva histórica con que Faoro analiza los seis siglos, desde los acontecimientos portugueses en 1385 hasta alcanzar el siglo XX, tiene una caracterización típica-ideal del patrimonialismo como concepto clave. El modelo de Estado patrimonial, que comienza a tomar forma a partir de 1385 en Portugal, entrará en oposición con las características sociales organizadas de manera descentralizada, que son rápidamente superadas. Entonces, ese patrimonialismo triunfador se convierte en el organizador de una estructura de poder que se retroalimenta indefinidamente, partiendo de la capacidad intrínseca para incorporar todas las demandas nuevas y con potencial conflictivo, pero inefectiva en su capacidad política.

Así, en la teoría de Faoro el Estado es el articulador del mundo social portugués, todo pasa por él y recibe la coacción de su peso y su dominación excesiva. Aunque esta teoría se opone a la argumentación de una parte importante de la sociología política brasileña, especialmente de Oliveira Vianna (1987), Gilberto Freyre (2000) y Néstor Duarte (1966), que están más cercanos a una interpretación que considera la existencia de feudalismo en la historia brasileña (aunque un feudalismo más político), donde la colonia sería un ejemplo de la fragmentación extremada de la sociedad, con las islas económicas que se ensamblan como vectores de poder local y, por lo tanto, como impedimentos para la creación de un Estado centralizado, cualquiera que sea.

Para Simon Schwartzman (1975) habría una separación entre las zonas de Brasil más patrimoniales —Minas Gerais y Nordeste— y las otras más capitalistas —San Pablo y Río Grande del Sur— de modo que las condiciones de conflicto entre las diferentes zonas geográficas de Brasil estarían dirigidas políticamente. En las zonas más patrimoniales se atendería a las demandas de movilidad social a través de la concesión de cargos, mientras que en el segundo caso el Estado sería usado por los grupos políticos con intereses claramente económicos. Las diferentes realidades regionales son resultado de diferentes formaciones, la tendencia a la forma tradicional, principalmente en el Nordeste y Minas Gerais, centros económicos vigorosos en el pasado y en decadencia en el siglo XIX, mientras que el patrimonialismo creó raíces más profundas en Río de Janeiro, antigua capital y centro de administración, lo que contrasta fuertemente con San Pablo, una jurisdicción históricamente aislada, con tendencia a ser más burguesa y desvinculada del patrimonialismo. La cuarta región, Río Grande del Sur, fronteriza, belicosa, militar y proclive a convertirse en un espacio bajo fuerte influencia del positivismo, en virtud de estas características, y no por su lado europeo y moderno, ocupa un papel político hipertrofiado, en contraste con la pequeña presencia política de San Pablo, a pesar de su mayor fuerza en la economía. Llama la atención a nuevas divisiones entre los sectores urbano y rural y entre capitalistas y trabajadores dentro de cada uno de estos sistemas, el autor concluye que "es elevado el número de posibles combinaciones" (Schwartzman, 1975: 55), lo que permite una comprensión más precisa de la realidad del Estado brasileño, de manera más compleja y plural.

La genealogía, por lo tanto, del centralizado Estado brasileño, que es el responsable de la modernización económica y social durante el siglo XX, tiene en el patrimonialismo su componente histórico más inmediato. Es este modelo de relaciones entre el rey, sus funcionarios y la sociedad, el que se ha forjado como composición política estable, con el Estado al frente de las relaciones, incluyendo las económicas.

Sin embargo, ese método también ha atrofiado las relaciones económicas, mientras que en otros países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos, con una sociedad más emancipada, se adoptaron importantes iniciativas para crear un mercado, así como relaciones de poder más equilibradas entre las clases y se satisficieron las demandas económicas de la clase burguesa, que se estaba convirtiendo cada vez más en hegemónica.

De este modo, será fundamentalmente ese modelo de Estado centralizado el responsable de la diminuta presencia de las clases obreras en la vida política de Brasil, y también el obstáculo para el surgimiento de una burguesía fuerte en la sociedad brasileña a mediados del siglo XX. A este Estado se le asigna también el papel de inductor de la superación de la condición periférica a la que fue demasiado relegado Brasil desde su independencia (1822). Esta contradicción fundamental sólo puede entenderse conociendo la trayectoria nacional desarrollista del Estado y su acción en todo el siglo XX.

El Estado centralizado brasileño, que lleva a modernizar la economía y la sociedad durante el siglo XX, tiene como origen más inmediato el patrimonialismo. Es este tipo de relaciones establecidas entre el rey, sus funcionarios y la sociedad el que ha forjado una política de composición estable, y que pone al Estado al frente de las relaciones, también las económicas.

Finalmente, el Estado centralizado es el responsable, en gran medida, de la pequeña (o casi nula) presencia de las clases populares en la vida política del país. Su éxito relativo, dado el tamaño que adquiere, impone ese contrapunto de las profundas desigualdades que ha generado, asociado a la coyuntura política impregnada por el autoritarismo, siendo ésta, sin duda, la encrucijada que compone el debate de fondo sobre el camino elegido y sobre sus posibilidades en la actualidad.

 

El Estado nacional y la inducción del desarrollo

Cambiando de un campo científico a otro, o sea, de la sociología a la economía, se cambian los resultados, ahora muy distintos, sobre los significados del Estado centralizado.

El correcto diálogo entre el análisis económico y el análisis sociológico, por lo tanto, es del conocimiento, o de la dependencia de lo continente, dos límites de la acción posible y de la comprensión de las políticas efectivamente hechas, a lo que vienen a agregarse la identificación de los autores ausentes y de las dificultades que se oponen a su formación (Touraine, 2005: 20).

De esta forma, si ese tema aparece en Raymundo Faoro (2000) como largo bloqueo para el desarrollo de la industria y del capitalismo moderno, Simon Schwartzman (1975), de manera distinta, dice que el sistema es doble. Una parte del mismo es tradicional, mientras que la otra es más burguesa y capitalista. Esta última parte es la referencia que aparece en las reflexiones de la economía política en Brasil como un Estado centralizado que conduce el crecimiento económico a través de la inducción del desarrollo en los sectores en situación de estrangulamiento. Este tipo de relación económica será conocido en Brasil como nacional desarrollista, con una vida prolongada durante casi todo el siglo XX.

La transición del modelo de ciclo económico agroexportador a un complejo económico que enviase los capitales a otros sectores de la economía (proceso conocido en Brasil como inversiones de capital), estimulando su desarrollo, fue el resultado de la formación del complejo económico del café, inicialmente en la región del Valle del Paraíba, en los estados de Río de Janeiro y San Pablo y, a continuación, ampliándose en todo el oeste del estado de San Pablo. Según Wilson Cano (1998), economista brasileño, la transferencia de capital desde el complejo de café hacia otras actividades generó y expandió un mercado que sirvió de base para el desarrollo de una industria naciente, principalmente de bienes de consumo. Sobre la función amplia cumplida por los productores de café en el conjunto de la economía brasileña, dice Cano que:

Creo que la manera por la que la intermediación financiera se hizo dueña de gran parte del capital del café ocultó sus orígenes, no pudiendo saber que los capitales industriales, financieros y comerciales son fundamentalmente las propias facetas del capital del café. Un punto que refuerza aún más la ocultación de los orígenes de esos capitales del complejo del estado de San Pablo, se da por la propia transferencia del capital del café invertido directamente por estancieros, o a través de relaciones familiares, en las actividades urbanas y que, en muchas situaciones, se cambian por banqueros, industriales, comerciantes, importadores, etc., aun cuando los estancieros no abandonan definitivamente su condición anterior de capitalistas rurales (Cano, 1998: 98).

Sin embargo, ese modelo agroindustrial exportador y su rudimentaria industria se muestra limitado frente a la profunda recesión que empezó en 1929 con el crack de la Bolsa de Nueva York. Eso es, precisamente, lo que dará inicio a las políticas de defensa del café, como una política keynesiana orientada a la protección de toda la renta nacional. Según Celso Furtado:

Es, por consiguiente, perfectamente claro que la recuperación de la economía brasileña, que empieza desde 1933, no se debe a ningún factor externo, sino a la política de fomento seguida inconscientemente en el país y que era un subproducto de la defensa de los intereses del café (Furtado, 2005: 190).

El éxito inicial, dada la rápida capacidad de reacción del gobierno brasileño, que ya en 1933 restaura los niveles de actividad económica a los presentados en 1929, antes del crack, por lo tanto, le confiere un papel hegemónico a toda la economía brasileña, que perdurará. "Brasil es un ejemplo de esa tendencia. Sin el estímulo de los sectores exportadores, la industrialización brasileña avanzó durante este periodo con la sustitución de importaciones, gracias básicamente a los estímulos de la demanda interna y las políticas gubernamentales" (Sallum Jr., 2000: 410), consiguiendo un uso triunfal del mercado interno, que es inmediatamente ampliado, de manera que los nuevos obreros de la industria pasan también a componer el mercado consumidor.

Al modelo de desarrollo inducido por la sustitución de las importaciones se agregará un nuevo impulso, a partir de ese momento, una vez más también en favor de la industrialización, como fue en la crisis que siguió a la de 1929. Ésta es la nueva situación de la bipolaridad y la feroz competitividad por los espacios geopolíticos entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética. En este contexto cabe destacar la incorporación por el Estado brasileño de la industria siderúrgica con capital y tecnología de Estados Unidos inmediatamente después de la guerra, las industrias del automóvil y de electrodomésticos de capital europeo, y después también de Estados Unidos en la siguiente década y, por último, la planificación estratégica a largo plazo que llevaron al país a incorporar a su parque industrial las tecnologías nucleares y las industrias petroquímicas en las décadas siguientes, así como la significativa expansión de la infraestructura de comunicaciones y transportes.

Este proyecto de autonomía de la economía brasileña lo llevó a cabo principalmente el Estado durante casi seis décadas, y sólo mostró su agotamiento, y por completo, debido a la deuda externa resultante de esa política, que multiplicó la deuda como resultado de los cambios de la política económica de Estados Unidos en 1979, con un aumento de los intereses y del dólar que hicieron crecer dramáticamente los valores de la deuda de países como Brasil.

La crisis, sin embargo, fue una sorpresa porque "la economía brasileña a principios de 1979 tenía una cantidad de reservas a la altura de la percepción de la existencia de un margen de maniobra nada despreciable para hacer frente a los avatares del entorno internacional" (Macarini, 2008: 7). El componente de la sorpresa podría estar vinculado a la profundización de la internacionalización, especialmente en su dimensión financiera, pero que no se limitaba a ella (véase Macarini, 2008: 51).

La secuencia de la crisis económica iniciada en 1979 es descrita, en su desarrollo a lo largo de la siguiente década, en el artículo de Maria da Conceição Tavares (1985), quien señalaba en aquel momento: "Por lo tanto, mientras nosotros [los brasileños] tenemos que resolver el problema interno de la financiación pública a expensas de la inflación y el aumento espectacular del interés interno, Estados Unidos ya no tiene ninguna presión en ese sentido" (Tavares, 1985: 11).

La prolongación de la crisis pone en primer plano la lucha contra la inflación, acción urgente del Estado brasileño que ocupa los primeros años del decenio de 1980 y hasta la mitad de la década de 1990. Concluye Sallum Jr.:

El último gran esfuerzo de industrialización fracasó porque el país había logrado sus objetivos, sí, pero sobre la base de una tecnología que estaba en camino de quedar anticuada y que se apoyó en tal grado de endeudamiento que, en última instancia, debilitó al que había sido su motor y guía: el Estado desarrollista (Sallum Jr., 2000: 423).

Por estas razones, relacionadas con las limitaciones del Estado para seguir promoviendo el desarrollo nacional, el país entra en un periodo de recesión cíclica y casi nulo crecimiento de la economía, para encontrar un nuevo proyecto de gestión económica que tiene lugar a través de reformas en el país y sus fundamentos macroeconómicos, con la aplicación del Plan Real en 1994, ejecutado durante el gobierno del presidente Itamar Franco (1992-1994) y el siguiente de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), destinado a la lucha contra la inflación4 así como a la redefinición del papel del Estado, que desaparecerá progresivamente de la economía durante la década de los noventa en favor del capital privado y las fuerzas del mercado, restituidores de la pérdida de capacidad del Estado.

Uno de los sentidos fundamentales de la nueva economía brasileña, surgida de las particularidades del Plan Real, es la contención de inversiones en las áreas sociales, dirigida a la reducción de la inflación y del déficit público. Los opositores del Plan lo llaman neoliberal, en cuanto sus principales ideólogos ponen en evidencia la capacidad de defensa de la renta de la población más pobre a través del ataque a la hiperinflación. Era lo que decía, por ejemplo, Gustavo Franco (1995), académico de teoría económica y asesor especial del Ministerio de Economía de Brasil en el momento del lanzamiento del Plan Real (1994), solamente un año después:

La moneda devaluada es una moneda para el pobre que no tiene maneras de defenderse de la inflación. La moneda del rico es la moneda indexada, que lo aisla del proceso inflacionario y se transfiere la renta en favor de este grupo. Por eso, la regeneración de la moneda en Brasil representaba un profundo reordenamiento social (Franco, 1995: 77).

Por ese camino de contención generalizada de inversiones, con miras a sustentar la nueva moneda, el Estado va esfumándose de los sectores más importantes de la economía, como las telecomunicaciones, los transportes, las minas, el sector financiero (con la venta de los bancos públicos de los estados), abriendo en todos esos sectores concesiones para la iniciativa privada con la expectativa, sólo confirmada en algunos casos, de que llegasen fuertes inversiones.

Políticamente, la opción de salida paulatina del Estado de los mecanismos de estímulo directo a la economía, así como el abatimiento del Estado nacional desarrollista resulta en una implicación bastante clara: considerando que muchos sectores de la economía brasileña fueron estimulados con aportes de capital privado, el Estado empieza a tener una recaudación de impuestos mucho mayor, haciendo inversiones, desde entonces, en las políticas sociales y en infraestructuras en los últimos años, volviendo, aunque tímidamente, a las vías del desarrollo y construyendo un proyecto de crecimiento que asoma como más duradero.

La perspectiva actual, en 2011, revela que se ha retomado el desarrollo, aunque volviendo a los niveles del pasado. Teniendo como base el año de 1994, de fuerte crecimiento económico en Brasil en relación con los años anteriores (5.9%),5 se puede comprender que el periodo más difícil de ajustes de la economía brasileña, donde la industria de bienes de capital fue bastante sacrificada sufriendo retracción económica por cuatro años, se cambia a la reposición a los niveles más altos de la historia reciente de la industria de bienes de capital en Brasil:

Según los indicadores de la CEPAL podríamos observar que en 1994 la producción de bienes de capital equivalía a un índice de 122, cayendo a 97.9 en 1999, y subiendo a 125 en 2002 (CEPAL, 2005, apud Martins, 2007: 39).

Aunque 2002 y 2003 hayan sido años de bajo crecimiento del PIB, 2.7 y 1.1%, respectivamente, el periodo que comprende de 2004 a 2007, sin embargo, presenta un significativo crecimiento del PIB, llegando a una media anual de 4.5% durante cuatro años. Lo que se presenta como un dato modesto puede interpretarse bajo la visión de los siguientes elementos: desde la década de 1970 el país no experimentaba un crecimiento por encima de 3% durante cuatro años seguidos, y esa secuencia es posible sin necesidad de los mecanismos inflacionarios de crecimiento.

Así, la economía de Brasil da muestras de estar más sólida en el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento, más modesto sin duda, pero con mayor distribución de renta,6 aunque sobre todo con democracia, con una participación más plural y con mecanismos más claros de toma de decisiones.

Eso es posible especialmente por la continuidad de fundamentos importantes del Plan Real en el periodo del gobierno de Lula (2003-2010), que garantiza también mecanismos de transferencia de renta para la población de "renta baja", como el cambio de la experiencia de "beca escuela" del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, ampliándola y llamándola "beca familia",7 lo que garantiza un ascenso de los estratos en miseria (clases E), para la clase pobre (clase D) y, en cadena, para un crecimiento progresivo de la clase C (o media baja). Este movimiento es parte de la consolidación de lo que es llamado en Brasil "renta de las familias", responsables, junto a la disminución de los impuestos y tributos a finales de 2008, del retraso de ingresos de Brasil, así como de su pronta salida de la actual crisis económica mundial iniciada en Estados Unidos en octubre de 2008 y ampliada hacia distintas partes del mundo.

Como es sabido, finalmente la conyuntura mundial favorable de los años anteriores a la crisis, asigna condiciones sobre las cuales la economia brasileña se beneficia y crece, completando su momento de ciclo positivo.

 

Breve conclusión

La función del Estado brasileño, desde la perspectiva con que se ha analizado aquí, se presenta de manera extremadamente contradictoria, oscilando entre la condición de instrumento de cooptación de las clases sociales que pueden ser antagónicas a éste, y la condición de inductor del desarrollo. Lo fundamental en la cuestión se presenta en los sentidos que pueden estar relacionados con el "Estado nuevo", fruto de la revolución de 1930 y consolidado a partir de 1937. En aquel momento, de centralización cada vez mayor de las instituciones, se aumenta de manera intensa la regulación de la vida política del país (hasta llegar a una dictadura casi fascista) pero también la regulación económica (con un Estado intervencionista), como ya hemos señalado.

La complejidad del cuadro institucional y económico de Brasil en ese periodo lleva a interpretaciones bastante distintas sobre cuál es el significado real del Estado brasileño en el siglo XX. La severidad con que se trata la tensión existente entre la sociedad civil, a quien se le ha impedido desarrollarse plenamente, y el poder estatal, que se configura de manera autoritaria, ha sido motivo de interpretaciones bastante pesimistas sobre la posibilidad de constituir un Estado democrático y moderno, ejemplo que aparece en el estudio de Raymundo Faoro (2000) publicado en 1958.

A pesar de los descarríos del autoritarismo y de la perspectiva de cooptación de una clase por la otra, que fue la permanencia más viva del pasado patrimonialista, es posible observar, por vía del alejamiento histórico, que tal hecho estuvo ligado al modelo de Estado centralizado que apareció de las fuerzas espirituales8 que permearon la misión de construcción de la nación. También a pesar de los obstáculos anunciados por los críticos del modelo patrimonialista, fue justo con ese modelo de superposición del poder del Estado sobre la sociedad, regulando y amortiguando los conflictos de clase, pero también direccionando esfuerzos para la constitución de un modelo de relaciones sociales de producción (el mundo laboral) y la incorporación de fuerzas productivas (tecnología), con el que se logró impulsar al país para superar las condiciones limitadas de una economía predominantemente precapitalista hasta el inicio de la década de 1920, hacia otro modelo que ingresaba en formas de un capitalismo rudimentario, pero que podría perfeccionarse, como se hizo de hecho en las décadas siguientes.

Un camino alternativo, dice Jessé Souza, sociólogo brasileño, se configuró como solitaria excepción, si pensamos que "en sentido estricto, por lo tanto, sólo Estados Unidos logró construir una sociedad en la cual la presencia de un fuerte Estado centralizado fue una realidad tardía" (Souza, 2000: 172); todas las demás, en algún grado estuvieron expuestas a las formas de dominación tradicional que evolucionaron, después, hacia un Estado centralizado.

La trayectoria de este fuerte Estado centralizado, al mismo tiempo que inhibió la libre iniciativa económica y también la libre asociación de la sociedad civil, condujo, por otro lado, no sólo a las formas concretas de desarrollo económico, sino también político, sobre todo si se tiene en cuenta el establecimiento de una industria de bienes de capital que se construye en Brasil desde la década de 1950 y, en términos políticos, de la legislación laboral que tiene un comienzo en la década de 1930 y que mejora en las décadas sucesivas.

Por lo tanto, la mejora de este modelo de industrialización es algo que se pretende en el momento actual en Brasil, así como el más vivo legado del pasado patrimonialista, vinculado a la llamada cooptación del trabajador, que se ha hecho especialmente a través de la Consolidación de Leyes del Trabajo (CLT) promulgada en 1943, fundamento esencial para la ampliación de los derechos sociales y mantenida bajo duras luchas, son los factores responsables de los avances, aunque modestos, en la reducción de la desigualdad social en el país. Por lo tanto, si la presencia del Estado brasileño fue muy grande durante el siglo XX, era absolutamente necesario y respondió en gran medida a los importantes avances que se han producido en el cambio de un país de modelo agroexportador en la mitad del siglo XX, a la condición de país de economía compleja con una fuerte producción industrial a finales del mismo.

 

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Notas

1. La traducción de esta cita es mía, así como de todas las que siguen.

2. "Los Estados patrimoniales, implacables en sus pasos, no tendrán respeto por el peso de los siglos, ni privilegios del linaje antiguo" (Faoro, op. cit, p. 13).

3. Cf. Faoro, 2000: 27, 33, 146 y 147.

4. De forma general, el Plan Real sólo tiene paralelo histórico con la experiencia de indexación conocida como rentenmark alemán, de 1923, donde apareció una nueva moneda indexada, pero no convertible, asociada a los precios del centeno. Por lo tanto, un bien que en la secuencia del Plan se cambia como referencia para el oro e indirectamente por el dólar. La estabilidad de la tasa de cambio es llevada para los precios domésticos y el proceso inflacionario es derruido con un solo golpe (véase Franco, 1995: 118).

5. Cf. IBGE, 2008.

6. Con un índice de Gini en 1995 de 0.567, llegando a 0.570 en 1997, pero cayendo en 2006 a 0.528. (Fuente: PNAD/IBGE. http://www.planalto.gov.br/2BalancoPAC.pdf, accesado en septiembre de 2008). Aun esa interpretación, según la Fundación Getúlio Vargas [Brasil] "En 1992, 32.52% de la población estaba en la clase media, habiendo llegado ese contingente a 47.06% en 2007". Véase: http://www.agenciabrasil.gov.br/noticias/2008/09/19/materia.2008-09-19.7160397205/view, acesso en septiembre de 2008.

7. Aunque en los debates académicos se sepa que el origen de este programa es el correlacionado Programa Oportunidades de México. "Un gobierno de centro empezó el programa en México, pero éste despegó bajo una administración conservadora. En Brasil, el Beca Familia fue fundado por un fiscalista moderado, pero se expandió bajo un gobierno a la izquierda del centro" (McMahun, 2007).

8. Espirituales en el sentido utilizado por Dilthey (1949).

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