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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.18 n.51 Guadalajara May./Aug. 2011

 

Estado

 

El proceso electivo trifásico en América Latina. Análisis del impacto de la interacción de los nuevos instrumentos institucionales

 

The triphasic elective process in Latin America. Impact analysis of interaction in the new institutional instruments

 

Adriana Gallo*

 

* Investigadora Conicet/UNSAM. doctoraag75@hotmail.com.

 

Fecha de recepción: 26 de mayo de 2009
Fecha de aceptación: 9 de marzo de 2011

 

Resumen

En este trabajo se analizan los efectos de la aplicación concurrente de dos instrumentos institucionales —internas o primarias abiertas y sistema de doble vuelta electoral o con balotaje— sugeridos durante las últimas reformas políticas latinoamericanas. La temática es relevante ya que dichos mecanismos comparten objetivos similares, que pueden reducirse a lo siguiente: dotar de más herramientas de discernimiento político a los ciudadanos, proveer de mejores condiciones democráticas a los partidos e incrementar la base de sustentación electoral y la legitimidad del presidente. Aquí, a través de la exposición y discusión de ciertos modelos teóricos propuestos, se pretende evaluar el balance entre los beneficios potenciales y los costos ocultos de la utilización conjunta de ambos sistemas, así como su impacto sobre la representatividad democrática.

Palabras clave: primarias abiertas, doble vuelta electoral, representatividad partidaria.

 

Abstract

This paper will analyze the effects of the concurrent application of two institutional instruments -open primary elections and majority run off system-suggested during the last political reforms in Latin America. The relevance Abstracts No of the thematic is due to that both share similar objectives that synthetically are: to give citizens more political discernment tools, to provide the parties with better democratic conditions, to consecrate the medium voter candidate, and to increase the electoral base and democratic legitimacy of the President. By the exposition and discussion of certain theoretical models proposed, we will try to evaluate the balance between potential benefits and hidden costs of the application of both system, and their impact on democratic representativeness.

Key words: Open Primary Elections, Majority Run Off, Party Representativeness.

 

1. Introducción

Con las últimas reformas político-institucionales que tuvieron lugar en América Latina se procuró incorporar procedimientos que consolidaran liderazgos concentradores, que incentivaran la participación efectiva del electorado en las decisiones públicas y que, a la vez, optimizaran la representatividad de los partidos políticos.

Cabe aclarar que la representatividad partidaria ha de ser concebida como la propiedad para ejercer la representación, característica en un gobierno electoral representativo (Abal Medina, 2004), o lo que es lo mismo, como la materialización de la relación representativa (Gallo, 2007) -es decir, del nexo que comunica a tres elementos: los ciudadanos, el partido político y el representante individual o candidato- que tiene como recinto privilegiado, precisamente, la escena electoral1 (Panebianco, 1990).

En este trabajo se analizan dos prácticas institucionales concretas incluidas en la agenda reformista latinoamericana,2 que comparten el común objetivo de promover la reconexión entre esos tres factores constitutivos del vínculo representativo, éstas son: el mecanismo de elecciones internas o primarias3 abiertas presidenciales (destinado a que los ciudadanos invistan a determinado dirigente partidario en candidato a presidente) y el sistema de elección de doble vuelta electoral o con balotaje (Majority Run Off) (que exige que el candidato partidario obtenga una contundente ratificación ciudadana para transfigurarse en representante).

Las internas abiertas —a diferencia de las cerradas, que restringen la asistencia a los afiliados acreditados oficialmente al partido (Muñoz, 2003: 146)— constituyen un método de nominación mediante el cual se autoriza a participar en la selección de candidaturas partidarias a todo ciudadano empadronado en el registro electoral nacional del país, en el caso que así lo desee (Freidenberg, 2003: 4).

El sistema de doble vuelta (DV) o con balotaje es un procedimiento de desempate, para producir mayorías en circunscripciones uninominales, que señala que el candidato debe lograr un porcentaje prefijado de votos en la primera ronda (generalmente, aunque no siempre la mayoría absoluta) para vencer en la contienda (Lijphart, 1994; Kenney, 1998; Martínez Martínez, 1998). De no conseguirse ese requisito legal, se celebra una segunda elección exclusivamente entre los dos aspirantes más votados (Shugart y Carey, 1992; Jones, 1995), en la cual rige el principio de decisión de la mayoría absoluta expresada sobre todos los sufragios válidos positivos.

Consideramos que el análisis del impacto de estos dos instrumentos electorales sobre la representatividad partidaria es sugestivo y relevante, ya que ambos apuntan a propósitos anclados en corpus teóricos análogos, que sintéticamente se reducen a la obtención de los siguientes beneficios:

• Mayor empoderamiento y más herramientas de discernimiento político para los ciudadanos.

• Mayor circulación de incentivos para la participación electoral.

• Nómina más vasta de postulantes y más opciones para la expresión de la voluntad política del individuo.

• Mejores condiciones democráticas para los partidos (perfeccionando su función mediadora y canalizadora de la opinión pública).

• Refinamiento del control de calidad por el que deben pasar los aspirantes cargos públicos.

• Selección del contendiente con mayor preferencia para el mayor número de electores (o sea, el candidato del votante mediano).

• Incremento de la legitimidad electoral y democrática de quien resultare electo presidente.

Simultáneamente, los detractores de ambos mecanismos puntualizan la existencia de inconvenientes o costos ocultos similares en los dos casos, a saber:

• Prevalencia de votantes estratégicos y especuladores.

• Preeminencia de la política pragmática en detrimento de la ideológica.

• Incremento excesivo de instancias electorales de segundo orden.

• Escaso interés ciudadano en la definición de la compulsa.

• Polarización de opciones políticas, con enfrentamientos innecesarios y desgastantes.

• Señalamiento de dirigente extremista y periférico, y desvinculado de la organización partidaria.

• Subjetivización de la representación e instauración de una lógica personalizada en el voto.

Aquí nos proponemos, en primer lugar, exhibir los efectos de cada uno de estos procedimientos de ingeniería institucional, y al mismo tiempo, examinar con rigor los corolarios de la aplicación concurrente de ambos, subrayando el modo en que se activan y coadyuvan los elementos del nexo representativo a lo largo de todo el proceso eleccionario.

No obstante, dejamos aclarado que el material contenido en este documento forma parte de una investigación más amplia que estudia el empleo de ciertos mecanismos institucionales sobre la representatividad partidaria en América Latina. Aquí nos circunscribimos a la exposición y discusión de los modelos teóricos propuestos, haciendo una mínima alusión ilustrativa a los ejemplos concretos; dejando para otra ocasión el abordaje empírico de los casos en que efectivamente se implementaron ambos recursos institucionales en el subcontinente latinoamericano.

 

2. Pregunta de investigación, hipótesis y metodología

Nuestro problema de investigación se planteará de este modo: cómo repercute la utilización concurrente de dos instrumentos recientemente incorporados —internas abiertas y sistema con balotaje— sobre la representatividad partidaria, entendida ésta como la satisfactoria imbricación y adecuado funcionamiento de los tres integrantes de la relación representativa (ciudadanía, partido político y candidato).

Frente a esa pregunta se propondrá la siguiente hipótesis: la aplicación de los dos dispositivos analizados promueve que la contienda presidencial se resuelva en tres4 etapas electivas diferenciadas; de ahí que los efectos sobre la representatividad democrática sólo puedan vislumbrarse tras haber concluido el ciclo electivo ternario. Por ello, es el balance de los resultados al final del proceso lo que determina la conveniencia o no de la incorporación de ambos instrumentos simultáneamente. Consideramos que el empleo conjunto de aquellas herramientas podría tener repercusiones favorables sobre la representatividad partidaria, sólo si, una vez resuelta la compulsa electoral, se obtienen utilidades positivas respecto a la ciudadanía, al partido y al candidato (o al menos neutras en alguno de ellos). Por el contrario, si a lo largo del proceso electivo, los costos colaterales prevalecen por sobre los beneficios buscados, entenderemos que no es conveniente la aplicación de las mismas.

Las derivaciones correspondientes a cada momento tienen una disposición lógica tal que si en una primera etapa se producen y visibilizan los efectos lesivos potenciales, es asequible que se dificulte la superación del umbral de rendimiento requerido de ahí en adelante.

Mientras que si en la primera fase se generan utilidades positivas (postulación de candidatos que combinen elementos partidarios, programáticos e ideológicos) y en la segunda instancia sucede lo propio (contiendas moderadas, consagración de un dirigente aceptado por la opinión pública, etc.), habrá más probabilidades de que se sortee el tercer momento o que se implemente sin efectos perjudiciales (con una amplia ratificación del triunfador originario, tras una negociación interpartidaria).

Procuraremos identificar el comportamiento de la variable independiente (empleo conjunto de primarias abiertas y doble vuelta electoral) y evaluar su impacto sobre la variable dependiente (representatividad partidaria, definida más arriba), y compararemos los resultados con el objeto de constatar la evolución de la implementación consecutiva de estas normativas y de sus efectos sobre el vínculo representativo. Todo esto, teniendo en cuenta especialmente la línea argumentativa que apuntaba a señalar que la cristalización legal de aquellas modificaciones institucionales generaría un círculo virtuoso sumamente fructífero para la reconstrucción de la representatividad democrática, cuyos corolarios sólo serían aprehensibles tras la estabilización y permanencia en el tiempo de las nuevas prácticas.

 

3. Las internas abiertas y el sistema de doble vuelta electoral

En la introducción de este trabajo mencionamos sucintamente algunos de los efectos positivos y perjudiciales que suelen atribuirse a las dos herramientas institucionales aquí analizadas. Ahora asentaremos ciertas consecuencias posibles de la aplicación de ambas, extraídas de los puntos básicos sobre los que gira el debate académico respecto a la temática, organizadas en función de cada uno de los componentes de la relación representativa; las cuales podrían reducirse a lo siguiente:

Método de primarias abiertas

Ciudadanía

El argumento central respecto a este punto es que con el sistema de internas abiertas, contrariamente a cualquier mecanismo restrictivo, la sociedad entera puede participar en la elección de los candidatos del partido de su preferencia; creando y acrecentando la adhesión de los votantes independientes (Haro, 2002: 113) quienes perciben que las oportunidades de participación son reales (Billie, 2001; 364; Blanco Valdés, 2001: 108/111).

Efectivamente, para lograr el objetivo buscado (que los candidatos electos sean consagrados por la voluntad de los ciudadanos independientes —quienes, además conforman una amplia mayoría—), el electorado interno debería ser, en términos cualitativos y cuantitativos, representativo del conjunto de los votantes empadronados a nivel nacional. Para ello, debería existir una elevadísima participación de electores independientes que neutralizara la porción de miembros del partido, cuya presencia está asegurada desde el lanzamiento de la campaña.

En todo partido existe un grupo de miembros organizados —que varía en términos de volumen y composición— que son quienes manifiestan un sentimiento de pertenencia a un partido político. Esta categoría abarca a los dirigentes, militantes, adherentes y a algunos afiliados que participan constantemente en la selección de autoridades, sin intervenir necesariamente en otras actividades partidarias.5 Estos votantes tienen una presencia periódica permanente en los procesos electorales internos y concurrirían a una primaria abierta de la misma manera que lo harían si ésta fuera cerrada. Consiguientemente, se puede presagiar que en una interna abierta —a menos que surgiera un acontecimiento extraordinario que produjera una motivación importante de la participación neutral— se obtendría un resultado muy similar al que se conseguiría en una interna cerrada.

A la vez, cada partido también posee un núcleo de simpatizantes no afiliados que no pueden asistir a una primaria cerrada, pero sí están habilitados para pronunciarse en una interna abierta. Son electores que tienen sólidamente determinada su preferencia por su partido y reciben incentivos colectivos de la organización de la que se sienten parte integrante (Panebianco, 1990: 41), básicamente ideológicos aunque también de identidad. Es decir, el simpatizante es tal porque adhiere a la causa, pero no milita ni se ha afiliado porque no tiene mucho interés en tomar parte en las cuestiones organizativas internas ni en la resolución de candidaturas.

Así, es cuando menos contraintuitivo sostener que para los simpatizantes la mera apertura de los métodos selectivos signifique un estímulo a la participación, al tiempo que es mucho más probable esperar que ellos intervengan si ven que en este evento se está dirimiendo la identidad doctrinaria o el perfil ideológico de la organización. Por tal razón, cuando hay diferencias ideológicas o discrepancias significativas entre los sectores enfrentados, probablemente se obtenga un mayor nivel de participación de los simpatizantes —particularmente de los más movilizados extremos, y alejados del centro de gravedad del electorado general (Key, 1964)—. Posiblemente esto coincida con una trifulca más reñida, lo cual acarrea el riesgo de resentir la estructura y unificación partidaria (Gallo, 2007).

Por otro lado, están los electores que se consideran políticamente independientes, quienes constituyen la gran mayoría de los votantes habilitados para sufragar. Por tal razón quienes abogan por las internas abiertas apelan, básicamente, a la incorporación de estos ciudadanos en el proceso selectivo. No obstante, aunque los independientes son muchos más que los afiliados y, según los apólogos del sistema de primarias, sugieren mayor representatividad; también suponen una adhesión más volátil y hasta ocasional (Bottinelli, 1997).

Por último, se encuentran aquellos votantes oposicionistas, afiliados y simpatizantes de otras fuerzas, como así también a electores que sin adherir necesariamente a otro partido, rechazan de plano la línea política del mismo. Estos podrían ejercer lo que se denomina "voto cruzado" o "estratégico", sufragando en las internas de un partido ajeno a sus preferencias, procurando alterar un eventual resultado en las elecciones generales.

Como queda en evidencia, para lograr el propósito buscado con las primarias abiertas, los independientes deberían prevalecer por sobre los otros segmentos de votantes.

Partido político

Otro de los argumentos presentes para incorporar primarias abiertas se resume en la idea de que éstas constituyen una vía para democratizar internamente a la formación partidaria (Alcántara Sáez, 2002; Spota, 1990; Haro, 2002; Vargas Machuca, 1998; entre otros).

Como una de las funciones principales de los partidos políticos es reclutar candidatos aptos para ganar un cargo público, la utilización de un procedimiento selectivo que consagre a un aspirante con mayores condiciones de elegibilidad es un recurso de poder clave en una organización partidista (Freidenberg, 2003: 9). Básicamente, los procesos de selección de candidaturas partidarias se diferencian entre aquellos en que se realiza una elección por parte de una mayoría, y aquellos en que se produce una designación de los candidatos a puestos de poder por parte de un sector minoritario dentro del partido, siendo democráticos tan sólo los primeros (Muñoz, 2003: 147).

Para afirmar que las internas abiertas mejoran la calidad y funcionamiento del partido político, éstas deberían sustituir a un método no democrático de selección de candidaturas. De esta manera, sólo podrá considerarse que las internas proporcionan cierta legitimidad democrática al candidato surgido, si es que vienen precedidas de la utilización de mecanismos de nominación centrados en órganos de conducción ejecutiva o por órganos colegiados con delegados designados por la elite.

Representante

Con respecto al tercer elemento representativo que se quiere optimizar a través de este mecanismo, se argumenta que la "calidad" de los candidatos aumentaría con la realización de primarias, ya que su nominación tendría que pasar por un "control de calidad" más amplio que aquel representado por las cúpulas partidarias (Von Baer, 2006: 5). En efecto, se sostiene firmemente que "las elecciones internas dan fuerza a los candidatos, los legitiman y, además, los obligan a desarrollar y exponer un proyecto" (Felipe Solá, en Torres, 2007).

Para indagar acerca de qué tipo de líderes pueden emerger con las primarias abiertas, tendremos en cuenta que existen distintas clases de candidatos presidenciales, entre los cuales se destacan el Party Insider y el Party Adherent (Siavelis y Morgenstern, 2003). El primero proviene del seno de la organización partidaria, acreditando una larga trayectoria de militante y la ocupación de cargos dirigenciales; se trata del líder nato del partido. En cambio, el segundo puede ser un miembro ligado a la estructura partidaria, mas no es el líder indiscutido del mismo, con lo cual es más difícil que pueda controlar mayorías legislativas, teniendo más probabilidades de enfrentar conflictos faccionales y de someterse a la negociación permanente.

Es más factible que sean los Party Adherents quienes tengan que dirimir sus candidaturas en primarias abiertas, ya que éstas se implementan en los casos en que las facultades de los líderes nacionales para postular candidatos son difusas y limitadas. Por el contrario, los Party Insiders serían igualmente postulados por cualquier otro mecanismo de nominación partidaria, en tanto poseen una crucial influencia sobre los órganos de conducción de sus partidos6.

Sistema de doble vuelta electoral

Ciudadanía

Se argumenta que el mecanismo de DV posee la ventaja de no constreñir de antemano la expresión de preferencias ciudadanas; en la medida en que promueve que el elector emita un voto sincero en la primera ronda, señalando al partido con el cual se identifica más o que, desde su perspectiva, le ofrece mayores beneficios (De Andrea, 2003), y que en el momento del balotaje se decante por su segunda o tercera opción inicial (Martínez Martínez, 1998: 173), ejerciendo un sufragio sofisticado o estratégico hacia alguna de las opciones con más proyección de victoria (Sartori, 2003: 24).

No obstante, si los porcentajes de los dos calificados en la primera elección son altamente dispares —"efecto de elección definida" (Blanck, 2007)—, es factible que muchos electores adversos a quien lleva la delantera perciban que su sufragio es irrelevante en la resolución final y encuentren menos motivaciones para emplear un voto estratégico que para abstenerse de participar en el balotaje.

Partido político

Se sostiene que la fórmula de elección con balotaje genera incentivos para la cooperación entre los actores políticos, en la medida en que los calificados para la segunda ronda deben forjar alianzas con los partidos eliminados en la elección inicial, y esos acuerdos pueden transformarse luego en el soporte político del futuro gobierno (Chasquetti, 1999). Se subraya también que en todo sistema en el que existe un único ganador, los partidos y electores tienden a asociarse alrededor de dos centros de referencia diferenciados, derivando en un equilibrio duvergeriano;7 al tiempo que ante la perspectiva de una segunda votación las fuerzas políticas minoritarias no experimentan, de entrada, la presión de una polarización que las asfixia y conduce a la pérdida de espacios (Bottinelli, 2004), posponiendo el esfuerzo de reagrupamiento y simplificación para la instancia subsiguiente.

Sin embargo, para que haya disposición a la coalición, deben coexistir varios partidos alineados del mismo lado de un eje ponderado, con un espacio competitivo continuo y con incentivos sólidos para asociarse para la segunda vuelta (Gallo, 2008). No obstante, en sistemas discontinuos, con fuerzas descentralizadas, donde los votos no son mecánicamente endosables, el apoyo oficial de un partido a cierto candidato no garantiza que sus simpatizantes sigan las instrucciones partidarias (Navia y Joignant, 2000); lo cual incrementa la abstención entre los electores de las organizaciones minoritarias expelidas en la primera etapa (Martínez Martínez, 1998: 174) y torna más compleja la articulación de alianzas pluri-partidistas viables para la segunda instancia.

Representante

Una de las ventajas atribuidas al sistema con balotaje es la de proveer al primer mandatario de una "legitimidad a toda prueba" (Sabsay, 1991), en tanto se requiere que éste tenga, por lo menos como segunda opción, un apoyo mayoritario, exigiendo niveles más altos de aceptación popular. Se aduce que la doble vuelta garantiza la maximización de la legitimidad del candidato elegido, porque asegura la superación de un umbral electoral fijo (Martínez Martínez, 2006) y evita que el presidente sólo cuente con el respaldo de una franja reducida del electorado; ya que en la primera fase se descarta a los postulantes más débiles e impopulares.

Los detractores del sistema puntualizan que los efectos legitimantes no se consiguen si se produce una reversión del resultado inicial (que el segundo en la primera gane al primero en la primera). Esto indicaría que un potencial triunfador en un sistema de mayoría simple cuenta con la oposición de un sector mayoritario de la población (Pérez Liñán, 2002), revelando que la doble vuelta no superaría la "paradoja de Condorcet" (Buquet, 2004), en la medida en que el presidente electo podría no ser el predilecto por el votante mediano; lo cual podría desfavorecer las opciones mode-radas8 y presentar algunas dificultades para traducir las preferencias ciudadanas en alternativas gubernamentales.

A continuación, construiremos tres modelos artificiales, ejemplificando un posible sistema que conjugue internas abiertas presidenciales y doble vuelta electoral (apartados 3.1, 3.2 y 3.3), y posteriormente procederemos a la discusión sobre los efectos concatenados de cada una de las fases (apartado 3.4).

3.1 Posibles escenarios de la primera fase (internas abiertas)

Estipularemos diversas opciones de escenarios hipotéticos de primarias abiertas, recalcando el tipo de candidatos que se presentan —básicamente, Party Insider (PI) o Party Adherent (PA)—, la modalidad de disputa interna, y la clase de electores más animados por participar en cada uno de ellos, partidarios (miembros organizados, simpatizantes) o extrapartidarios (independientes, oposicionistas).

Existen otras posibilidades de internas y no todas son reductibles a estos modelos. No obstante, consideramos que se trata de las opciones más habituales dados los antecedentes del caso,9 los cuales dan cuenta de que los votantes menos proclives a intervenir en las primarias son los independientes, precisamente aquéllos convocados para participar en ellas.

Cuadro 3.1

 

3.2 Posibles escenarios de la segunda fase (elección general)

Aquí veremos los escenarios plausibles de primera ronda, teniendo en cuenta el espacio de competencia electoral configurado y el posicionamiento de los candidatos de acuerdo con las líneas demarcatorias establecidas, como también las características de la contienda, la cantidad de candidatos viables y el tipo de sufragio que tenderían a emitir los votantes.

 

Considerando los objetivos de los propulsores de la DV, el escenario más favorable debería ser aquel en que hubiera una probable definición en segunda vuelta, en particular con un esquema con dos competidores preestablecidos, que facilita la emisión de las dos clases de voto ciudadano (sincero en la primera y estratégico en la segunda) y que genera una propensión binaria que puede materializarse en dos grandes conglomerados partidarios, con sus satélites respectivos, facilitando la articulación de una estructura bipolar multipartidista (Crespo, 2008: 4)

3.3 Posibles escenarios de la tercera fase (balotaje)

Vislumbramos los hipotéticos escenarios de segunda vuelta, en el caso en que efectivamente se produzcan, con sus respectivas características, teniendo en cuenta qué tipo de alianzas se establecen y qué clase de ganador final promueve cada uno de ellos; estableciendo una gran divisoria entre el escenario de doble primera vuelta (cuando se reitera el orden del primer turno, en el que se impone el más votado originariamente), o la situación de reversión del resultado inicial (que invierte el ordenamiento primigenio y termina consagrándose el segundo más votado de la primera instancia).

Entendemos que los escenarios más optimistas de segunda vuelta serían, o bien la doble primera vuelta (aunque podría argumentarse que en algunos casos se torna innecesaria la existencia de esta tercera instancia), o el 2°+3°>1° que no presenta grandes complicaciones posteriores. De todos modos, cabe mencionar, respecto a los últimos dos subtipos expuestos, que un exiguo consenso positivo originario puede debilitar al candidato para la confrontación de segunda ronda, que suele ser mucho más cruda y focalizada en puntos que sensibilizan y dividen a la opinión pública.10 La evidencia de que el conglomerado de enemigos es más sólido que el de partidarios podría socavar la figura del presidente, especialmente en electorados fragmentados o con preferencias polares.

3.4. Análisis comprehensivo de las tres fases del proceso

Respecto a la primera fase (la de las internas abiertas), advertimos que las probabilidades de encontrarnos con una asistencia mayoritaria de independientes son francamente limitadas; lo que deriva en que la incorporación de este método no favorezca necesariamente la consagración de los postulantes más acordes con las preferencias de la ciudadanía común. Para que los electores extrapartidarios prevalecieran sobre los partidarios se requeriría de cierto grado de incertidumbre sobre el resultado de la interna, que generara un estímulo a la participación (Zuasnabar, 2004). Pero el tema es que cuando existe un aceptable nivel de competitividad en la compulsa, es posible que se impongan los votantes oposicionistas, quienes asisten con el mero objeto de torpedear las candidaturas; con lo cual este mecanismo podría, ocasionar una "antiselección" o "selección adversa",11 que condujera a la elección de dirigentes desacreditados, impopulares o deslegitimados.

Cuadro 3.4

Percibimos que, tal como había señalado Josep Colomer (2000: 8), respecto al caso norteamericano, los postulantes que resultan electos en internas suelen ser los más extremos ideológicamente y no los más moderados y componedores. Así, paradójicamente, una selección abierta a ciudadanos independientes puede resultar en la configuración de una oferta post interna ideológicamente polarizada, que deja al electorado moderado e independiente desprovisto de candidatos representativos (Gallo, 2005).

Notamos también que es factible que se desencadene una competencia entre dos precandidatos ubicados ideológicamente en bandos de clivaje discordantes,12 al tiempo que alguno de ellos puede situarse en el mismo polo dicotómico que un contendiente antagónico; lo cual conlleva a que los votantes configuren un orden de preferencias con opciones entrelazadas, delineando un escenario discontinuo para la etapa contigua.

A la vez, se sostiene que en un sistema fragmentado la existencia de primarias abiertas permite ceñir la cantidad de fuerzas que ingresan a la lid electoral, en tanto promueve que las líneas de fractura que dan lugar a determinados alineamientos de los que surgen los partidos pequeños sean absorbidas por las fuerzas principales (Gallo, 2008). No obstante, aunque este mecanismo permite capturar los diversos colores de los partidos mayoritarios (Epstein, 1986: 132), es relativo su efecto reductor, ya que los simpatizantes de las facciones derrotadas en las internas podrían orientarse hacia fuerzas minoritarias más afines en la elección general.

En relación al segundo estadio (la elección general), dados los posibles escenarios precedentes, los postulantes que compiten aquí, o bien no se sitúan cerca de la localización espacial del votante mediano o no son tan representativos de la orientación ideológica o cosmovisión unitaria de su partido de procedencia. A la vez, si el espacio de competencia es discontinuo, difícilmente se producirá una disminución del número efectivo de partidos electorales (uno de los objetivos buscados con este sistema). Empero, si el espacio competitivo es continuo, es poco probable que los ciudadanos configuren un consenso por la positiva hacia su candidato favorito, sino más bien un consenso por la negativa en contra de un dirigente desacreditado, especialmente si se tiene en cuenta que la doble ronda castiga a los partidos que tienen muchos seguidores, pero más enemigos que partidarios (Rose, 1981). Esto torna más ardua la tarea de establecer alianzas ganadoras que faciliten el apoyo parlamentario;13 con lo cual es posible que sobrevengan gobiernos divididos, con riesgos sobre la gobernabilidad.

Respecto a la tercera instancia (el balotaje), si se requiriera, las opciones más favorables se presentan en caso de suscitarse una doble primera vuelta que permite ungir al contendiente más representativo y menos contrariado de los postulados inicialmente (para ello, el porcentaje de voto sincero acopiado por el ganador en la primera ronda debería superar a la porción de voto estratégico recibido en el balotaje por el derrotado). No obstante, considerando el tipo de postulantes que tienen más oportunidades de emerger de las primarias abiertas, y por ende de competir en las elecciones generales (los más extremos y/o impopulares), es probable que en la segunda votación obtengan porcentajes tan o más cerrados que en la primera, pudiéndose generar una reversión del resultado (con el escenario Todos contra el yanki como más reprobable)14. Este último, al dificultar la cimentación de algún principio común de identificación positiva capaz de sustentar un acuerdo mayoritario, puede llegar a ser pernicioso para la gobernabilidad y la continuidad institucional.

 

4. Conclusiones

En este artículo se procuró analizar los tres componentes de la relación representativa a lo largo de este proceso trifásico, intentando establecer si con la implementación conjunta de ambos dispositivos se podía preservar el rol nodal de los partidos en el funcionamiento democrático, comunicando a la ciudadanía con los representantes políticos. En esta indagación se comenzó con la línea argumental existente, según la cual estos dos instrumentos novedosos podrían devenir, con el tiempo, valiosos recursos de participación ciudadana, propiciando el inicio de un proceso circular altamente beneficioso para la restauración de la representatividad partidaria.

Para empezar, advertimos que la partición del proceso eleccionario en tres etapas diferenciadas imponía una consideración global de los beneficios y costos, y una estimación pormenorizada de la articulación de los efectos; notando que los tres momentos analizados poseían un orden lógico intrínseco tal que la distribución de las utilidades en la primera fase era determinante en las instancias subsiguientes.

Con respecto a la evaluación de cada uno de los tres elementos representativos por separado, entendimos que para que hubiera un efecto positivo sobre la ciudadanía, en la primera instancia debería producirse una participación considerablemente alta, orientada a privilegiar a una opción preferida por sobre alguna menos preferida, eligiendo a alguien que se desee ver triunfar en la última fase. A la vez, para que un individuo ejerciera una preferencia sincera en la primera rueda y luego votara estratégicamente en la segunda, debía presentarse un escenario fragmentado e incierto de cara al balotaje; lo cual, inevitablemente puede ocasionar consecuencias adversas sobre los otros elementos. Con respecto al partido, éste sólo podría democratizarse internamente si el mecanismo de primarias se implementara para sustituir un método no electivo de nominación. Empero, para que esto tuviera efecto en la práctica, la asistencia electoral debería ser espontánea y sin distorsiones. Al mismo tiempo, para que hubiera disposición de los partidos para coaligarse, debería existir una variedad de fuerzas políticas alineadas en un mismo bando de clivaje o del mismo lado de un eje ponderado. Finalmente, en relación al candidato debería tratarse de un dirigente asociado de un modo u otro con la ideología o proyecto partidario. A la vez, el triunfador tendría que ser el "ganador-Condorcet" (solo alcanzable si la elección se definiera en primera vuelta) o por lo menos no ser el "perdedor-Condorcet" y situarse más cerca del votante mediano que su principal oponente; y debería lograr una amplia ratificación que le otorgara una mayor legitimidad a su victoria (Crevari, 2003). De este modo, la optimización del funcionamiento de estos elementos podría contribuir a recomponer el lazo representativo que los conforma y comunica en el marco de un sistema democrático.

Una vez identificados algunos de los efectos potenciales de la aplicación de los dos mecanismos aquí estudiados, y elaborados ciertos escenarios tipificados para cada una de las etapas, tratamos de comprender el cuadro completo: como vimos, la coexistencia conjunta de internas abiertas y de doble vuelta en un mismo sistema encierra una dinámica que oscila entre rivalizar públicamente con antagonistas internos, para luego concertar con adversarios externos. De este modo, notamos que los riesgos asociados al primer estadio (v. gr. selección de candidato extremista o periférico, con bajo arraigo partidario, luego de riñas interfaccionales) suelen intensificarse si la elección se define recién en la segunda vuelta (en especial si desarrolla en un escenario fragmentado y luego se revierte el resultado inicial); propiciando que el mandatario carezca de apoyo parlamentario, e incluso que no sea respaldado siquiera por su propio partido. A la vez, una disputa excesivamente competida engendra fricciones al interior del partido, alentando el faccionalismo, corroyendo la cohesión partidaria y deslegitimando el origen del candidato elegido.

En el otro extremo, si la interna sólo sirve para ratificar la candidatura del líder natural (que igualmente hubiese sido señalado por un método partidario restrictivo), quien además obtuviera un triunfo contundente en primera vuelta (pudiendo haber sido electo en un sistema de mayoría simple sin alterar el resultado final), se tornaría superflua la apelación a la ciudadanía tanto en el primer turno como en el tercero, y se reforzaría excesivamente el liderazgo del representante consagrado.

Por último, como advertimos inicialmente, las conclusiones de esta pesquisa son acotadas y de carácter esquemático, dados los límites de extensión del documento; no obstante lo cual, pretendemos abrir el camino para profundizar el estudio en torno a las líneas marcadas, analizando el funcionamiento institucional en países que hayan adoptado formalmente ambos procedimientos.

En suma, hasta acá consideramos que con la coexistencia de primarias abiertas y balotaje en un mismo sistema, resulta difícil que se obtengan los beneficios esperados, aunque en países con una trama institucional consolidada, plausiblemente puedan neutralizarse muchos de los costes que acarrea el uso concurrente de estos mecanismos. Mientras que en realidades más hostiles, la aplicación conjunta de ambas herramientas, podría derivar en consecuencias perjudiciales respecto al propósito de restituir la representatividad partidaria, promoviendo alguna desunión entre los vínculos que comunican a los elementos que conforman el nexo representativo.

 

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Notas

1. Como las elecciones generales constituyen el núcleo central de la democracia representativa (Cox, 1997), entendemos que estos tres sujetos representativos se conectan e interactúan, efectivamente, en el ámbito de la competencia electoral, en el cual los ciudadanos toman decisiones, contemplando sus preferencias entre los partidos y candidatos postulados.

2. El mecanismo de internas abiertas se adoptó formalmente sólo en Uruguay, a través de una norma oficial que torne compulsivo el sometimiento a todas las fuerzas políticas existentes, con la intervención del organismo electoral del país. También se ha intentado, sin éxito, aplicar un sistema semejante en Bolivia, Nicaragua y Ecuador. A la vez, ha sido utilizado para la resolución unilateral de las candidaturas en alguno de los partidos políticos (Colombia, México y República Dominicana) o frentes (Argentina y Chile) más relevantes. Respecto al sistema con balotaje, en Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, R. Dominicana y Uruguay se utiliza la DV de mayoría absoluta; mientras que en Argentina, Nicaragua, Ecuador, se aplica la DV de umbral y distancia, y en Costa Rica, la DV de mayoría calificada.

3. Técnicamente, ambos términos no implican exactamente lo mismo, dado que el vocablo "primarias" tiene su origen en EU, donde no existe un padrón electoral con miembros afiliados con las mismas características que los latinoamericanos o los europeos. De todas maneras, una vez hecha esta salvedad, utilizaremos ambos términos indistintamente.

4. El sistema de DV no fue creado para que la elección se resuelva en dos fases, sino para que el ganador se acredite un porcentaje fijo de votos, estimulando el logro de una mayoría en la primera votación; y por lo tanto, la segunda vuelta es el último recurso frente a la ausencia de definición en la etapa originaria. No obstante, aquí se considera que con la aplicación de estos dos mecanismos simultáneamente, el proceso electivo quedaría seccionado en tres instancias electorales diferenciadas.

5. Unificamos en la idea de votantes organizados a subgrupos difíciles de discernir, en tanto el concepto de militantes es una idea excesivamente restringida, mientras que la de afiliados resulta por demás amplia.

6. De todos modos, agregamos que existen dos circunstancias que son excepciones a esta regla y que también se desprenden de lo expuesto más arriba: en primer lugar, el caso de un partido estructurado, pero que estuviera pasando por una circunstancia de crisis de legitimidad, y por tanto su líder indiscutido estuviera comenzando a ser cuestionado; y en segundo término, el caso de una coalición formada por dos partidos sólidos con sendos Party Insiders.

7. En los equilibrios duvergerianos, el número de candidatos viables es igual a M+1 (Cox, 1997). Es plausible que si existe más de un eje electoral, con candidatos disímiles, el voto estratégico tienda a operar en torno a las alternativas más aceptadas. En los equilibrios no duvergerianos, hay más de tres candidatos significativos porque los votantes no saben a quién descartar entre aquellos que están cerca de empatar por el segundo puesto (Palfrey, 1989; Cox, 1997). Lo que implicaría, probablemente, que estos candidatos están alineados en un mismo continuum.

8.Ya que sólo la votación mayoritaria por pares haría triunfar la posición moderada (Martínez Martínez, 2006: 5).

9. Para un análisis exhaustivo sobre la aplicación de primarias abiertas presidenciales en América Latina, léase Gallo (2007).

10. Si se revisa cómo han sido las segundas vueltas en todo el mundo, los ataques violentos y personales, y la campaña sucia están presentes en la mayoría de las oportunidades. Además, el esfuerzo por reunir financiamiento adicional acarrea riesgos de financiación partidista irregular (Martínez Martínez, 2006).

11. Se trata de una selección efectuada mayoritariamente por los individuos más indeseables para la organización (Aguilar Villanueva, 2004). 12. V. gr. en Uruguay, en 1999: PC (Batlle-Hierro) y PN (Lacalle-Ramírez); 2004 PN (Lacalle-Larrañaga); en Chile, en 1999, Concertación (Lagos-Zaldívar), etcétera.

13. Por ejemplo, dos partidos de centro que se coligaran antes de la primera votación para evitar que califiquen los dos extremistas.

14. En estos casos suelen producirse situaciones críticas (en los que se evidencia un contraste entre el encumbramiento excesivo de la figura presidencial y el bajo contingente legislativo, y no se puede establecer una coalición gubernamental pluripartidista). Para más detalle, léase Gallo (2009).

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