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Espiral (Guadalajara)
Print version ISSN 1665-0565
Espiral (Guadalaj.) vol.18 n.51 Guadalajara May./Aug. 2011
Estado
La solidaridad: un puente que unió a México y la Rusia soviética1
Solidarity: a bridge that united Mexico and Soviet Russia.
Humberto Monteón González*
* Maestro Decano y Profesor Investigador del Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales (OECAS) del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Becario COFAA y EDI. humog04@hotmail.com.
Fecha de recepción: 18 de octubre de 2010
Fecha de aceptación: 8 de marzo de 2011
Resumen
El 25 de mayo de 1923, el general Álvaro Obregón, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, recibió una carta de D. H. Dubrowsky, representante de la Cruz Roja Rusa en América, con sede en Nueva York. El Comité Central de esa organización humanitaria agradecía al gobierno de Obregón la ayuda brindada por el pueblo y gobierno mexicanos a las víctimas de la hambruna que la región del Volga, durante el periodo 1921-1923. El objetivo del presente artículo es desempolvar este singular episodio por ser, en nuestra opinión, el prolegómeno más sobresaliente en un proceso que culmina con el establecimiento de las relaciones entre México y la Unión Soviética, el 2 de agosto de 1924.
Palabras clave: Rusia, solidaridad, diplomacia, hambruna.
Abstract
On May 25th 1923, General Alvaro Obregón, president of the United States of Mexico, received a letter from D.H. Dubrowsky, representative of the Russian Red Cross in America, New York-based.
The Central Committee of that humanitarian organization thanked the government of Obregón for the aid offered by the Mexican people and government to the victims of the starvation the Volga region endured during the 19211923 period.
The objective of the present article is to dust this extraordinary episode for being, in our opinion, the most outstanding prolegomenon in a process that ends with the establishment of the relations between Mexico and the Soviet Union, on August 2nd, 1924.
Key words: Russia, Solidarity, diplomacy, starvation.
La Historia inscribirá en sus más bellas
páginas que en el momento en que el
pueblo ruso sufría expuesto a la prueba
del hambre y la miseria, fue el pueblo del
lejano país de México quien ayudó y le dio
fuerzas para continuar la lucha.
D. H. Dubrowsky.
México y las presiones contra la Rusia soviética
México fue el primer país del hemisferio occidental en reconocer a la Unión Soviética. Los EU requirieron de dieciocho años para reconocer que en la sexta parte del planeta había un nuevo Estado. Se entiende y valora mejor este hecho si se toman en cuenta las condiciones adversas que rodearon y se levantaron contra el acercamiento entre los dos países.
El establecimiento de relaciones diplomáticas fue la culminación de todo un proceso, se trata de una suma de hechos y acciones que partieron de los pueblos y gobiernos de ambos países; camino en dos direcciones que facilitó el entendimiento y cuyo punto natural de arranque se ubica en el hecho fundamental de que ambos pueblos habían protagonizado en su pasado reciente dos revoluciones que, al margen de sus diferencias de objetivos, alcances y significación históricas, tenían en materia antiimperialista coincidencias básicas.
Cuando la jauría internacional se vuelca sobre la Rusia soviética, a México se le brinda la "magnífica oportunidad" de lograr el reconocimiento de los poderosos a cambio de sumarse a la condena y a la agresión contra la Rusia revolucionaria. Este es un hecho poco conocido y que tiene una gran relevancia.
El 21 de septiembre de 1918 el general Cándido Aguilar, Secretario de Relaciones Exteriores de México recibió de los eu "una información de fuentes fidedignas, de la que aparece que la población pacífica rusa de Moscú y otras ciudades está siendo víctima de una campaña de terrorismo general".
[...] Todas las noches continúa el documento veintenas de ciudadanos rusos son fusilados y bandas irresponsables están desahogando sus brutales pasiones [...] En vista del vehemente deseo del pueblo de los Estados Unidos de amparar al pueblo ruso prestándole toda la ayuda posible en su lucha para fundar su nación que tenga por bases los principios de democracia de su propia soberanía, y actuando, por consecuencia, únicamente en pro del pueblo ruso, el gobierno de los Estados Unidos considera que no debe permanecer impasible si no expresa su horror por el estado de terrorismo existente. Además cree que para contrarrestar con éxito el desarrollo más amplio de la carnicería sin distinciones de ciudadanos rusos, todas las naciones civilizadas deben patentizar su horror hacia semejante barbarismo.
Finalmente, el documento concluye solicitando al gobierno del presidente Carranza dar a conocer su posición e informe [...] si el Gobierno mexicano está dispuesto a tomar alguna acción inmediata [...] para inculcar a los perpetradores de tales crímenes la aversión con que el mundo civilizado presencia sus injustificables actos (Universidad Obrera de México, 1986: 30-31).
Nueve días después, el 30 de septiembre, se enviaba la respuesta del gobierno mexicano:
En respuesta escribió el Secretario de Relaciones me es grato manifestar... que el gobierno mexicano ya pide informes a sus agentes diplomáticos sobre la verdadera situación en Rusia, y que tan pronto como se reciban esos informes, y si el caso lo amerita, estudiará la actitud que deba tomar para poner de manifiesto su simpatía por el pueblo ruso (Instituto de Amistad e Intercambio Cultural México-URSS, 1987: 12).
La respuesta mexicana en torno a tan espinoso asunto debió de haberse considerado como un verdadero desacato. ¿Por qué solicitar informes, cuando lo que se había proporcionado al gobierno mexicano eran precisamente informes y, además, de "fuentes fidedignas"?
Sin duda que el gobierno mexicano tenía ya no sólo informes sobre Rusia, sino seguramente también una opinión que no era precisamente coincidente con la que expresaba el vecino del norte.
Cabe recordar que ya a esas alturas es probable que se hubiera realizado la entrevista del presidente Carranza con Mijael Gruzenberg, mejor conocido como Borodin que, debidamente acreditado como Cónsul General Plenipotenciario, con credenciales firmadas por el mismo V. I. Lenin, había venido a nuestro país en ese mismo año (1919) a explorar la posibilidad de la regularización de las relaciones soviético-mexicanas. Sin duda que esa entrevista, cuyo contenido y detalles permanecen desconocidos, habrá arrojado luces al gobernante mexicano sobre la situación real que prevalecía en Rusia.
En la respuesta del gobierno de Carranza es evidente el peso de la memoria histórica, y no había que remontarse al siglo XIX, que tan duras lecciones nos dio a los mexicanos del significado real del discurso de las potencias cuando se refieren a la defensa de la "civilización" y la "democracia"; los ejemplos estaban más cercanos, estaban frescas las huellas de los marines pisoteando la soberanía nacional en Veracruz y Pershing persiguiendo a Villa en territorio nacional.
A no dudar, el gobierno de Carranza se habría "beneficiado" alineándose con los poderosos que cercaban a Rusia. ¿Por qué no sumarse? Además, la suerte de los trabajadores rusos parecía ya echada ¿Qué tanto podría resistir Rusia que a raíz de la obligada paz de Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918) había perdido Ucrania, Lituania, Letonia, Estonia, parte de Bielorrusia y varias regiones del Cáucaso; es decir, alrededor de un millón de kilómetros cuadrados?
¿Acaso podría sostenerse Rusia? El país estaba en ruinas por cuatro años de guerra imperialista, además invadido militarmente por catorce naciones en apoyo a los poderosos ejércitos contrarrevolucionarios de Deninkin, Kolchak, Wrangel, y Yudénich, ex generales y almirantes zaristas.
No es posible saber que se pensaba en las altas esferas del gobierno carrancista. No obstante, algo sí queda claro, en la medida en que la compleja situación lo permitió, se actuó con apego a principios y se supo, al menos, negarse a negociar en términos tan bajos nuestra soberanía; la negación a alinearse es un hecho político a favor de la diplomacia mexicana.
Un documento más nos permitirá conocer mejor la situación de la Rusia revolucionaria por una parte y, por otra, evaluar la postura mexicana.
Desairada la invitación a sumarse al coro de intervencionistas con el prurito de "vamos a estudiar el caso" el gobierno de Carranza deslindo campos, lo que no fue del agrado de las potencias, así que pronto recibió, esta vez en otro tono, el llamado de la "civilización" y la "democracia".
Concluida la guerra imperialista, se reúne en Versalles en 1919 la Gran Cumbre de las Potencias Victoriosas para diseñar el nuevo reparto del mundo colonial y semicolonial. En este foro se escuchó el veredicto de George Clemenceau: "La Rusia revolucionaria es un grave peligro para la seguridad de todas las potencias". Acto seguido, el Consejo Supremo de las Potencias Aliadas y Asociadas dirigieron a todos los gobiernos, al de México entre ellos, un listado de burdas acciones represivas a las que todos debían ceñirse para lograr un bloqueo y aislamiento total de la Rusia soviética, de tal suerte que se dejaran manos libres y cómodas a la contrarrevolución y a los ejércitos intervencionistas de las potencias. En el documento se lee:
"Los gobiernos Aliados y Asociados piden al gobierno mexicano tenga a bien tomar inmediatamente de acuerdo con ellos, las medidas aquí indicadas para impedir a sus jurisdicciones libres todo comercio con la Rusia bolchevique, y dar garantía de que se pondrá rigurosamente a ejecución esta política."
Y a continuación se anunciaban las medidas:
1. Negar documentos de partida a todo naviero que permanezca dentro de los puertos rusos en manos de los bolcheviques o vengan de dichos puertos.
2. Establecimiento de una medida similar sobre las mercancías destinadas a ser enviadas de inmediato por otra vía a Rusia bolchevique.
3. Negar pasaporte a todas las personas que vayan a la Rusia bolchevique o que vengan de allá.
4. Disposiciones en vista de impedir a los bancos tratar asuntos con la Rusia bolchevique.
En lo que sea posible, negar [...] las facilidades de correspondencia con la Rusia bolchevique, tanto por correo como por telégrafo y telégrafo inalámbrico (Instituto de Amistad..., 1987: 13).
Sabemos hoy que México no se ciñó al dictado y chantaje de las potencias. El "cordón sanitario", la contrarrevolución y la intervención extranjera fueron derrotadas. La revolución socialista produjo el primer Estado socialista de la historia.
La hambruna en el Volga
La Nueva Política Económica (NEP) elaborada por V. I. Lenin, recién empezaba a brindar sus frutos cuando en las zonas del Volga, las inmediaciones de los Urales, el Cáucaso, Crimea y una parte de Ucrania, un territorio equivalente al de Francia, Bélgica y Holanda juntas, una terrible sequía destruyó los sembradíos. Los granjeros del país dejaron de proveer granos a la población y, más grave aún, tampoco pudieron recoger semilla para la siembra.
Hacia el invierno de 1921 y la primavera de 1922, el hambre se extendió a la cuarta parte de la población. Particularmente grave fue la situación en la región del Volga. Se calcula que alrededor de cinco millones de habitantes murieron a consecuencia del grave siniestro.
El gobierno soviético destinó todos los recursos materiales y humanos que disponía para socorrer a la población en desgracia. Para ello se creó una Comisión Central bajo la presidencia de Mijail I. Kalinin. Esta comisión llevó a cabo una serie de medidas extraordinarias; entre otras, elaboró un Plan Nacional de Emergencia mediante el cual vinculó solidariamente a cada región en desgracia con otra donde no existía o era menos agudo el problema del hambre.
De las exiguas reservas de que disponía el Estado, se enviaron a las zonas afectadas víveres, dinero, ropa y trenes especiales sanitario-alimenticios. Los habitantes de las principales ciudades empezaron a recibir en sus hogares a los niños huérfanos, víctimas del hambre.
Millones de trabajadores de las zonas no afectadas donaban parte de su escaso salario y compartían su ración alimenticia en beneficio de las zonas azoladas por la sequía y la peste.
De esta manera la ayuda a los damnificados se convirtió en una causa de todo el pueblo trabajador. La consigna que lanzó Lenin fue: "Guerra al hambre". Con esta política todos los recursos del país sirvieron para salvar las vidas que la adversidad había sitiado en la región del Volga.
Por octubre de 1921, V. I. Lenin escribió:
Que sea la clase obrera en su conjunto la que se ponga de pie como un solo hombre a curar la grave herida de la región del Volga, ya en su momento, esta fértil región sabrá corresponder con su trigo. Sólo de esta manera conservaremos el poder soviético y defenderemos la libertad conquistada contra y a pesar de los malvados atentados de los capitalistas de todo el mundo (Lenin, 1973: 425).
Por su parte, el clero se apresuró a actuar en medio de la grave situación en que se debatía el pueblo ruso. Aprovechándose del fanatismo religioso, orquestó campañas en contra del "ateo poder soviético" al que le atribuía la responsabilidad de la peste y de la hambruna, pues éstas, según rezaba su propaganda y agitación, eran "castigo divino".
Gracias a la línea trazada y a la autoridad moral y política de los revolucionarios rusos, el pueblo descubrió pronto que debajo de las sotanas de los popes con todo y sus riquezas, se parapetaban sus verdaderos enemigos; de ahí que resultara abrumador el apoyo popular al Acuerdo del gobierno soviético del 23 de febrero de 1923 de confiscarle a la Iglesia todos los artículos de oro, plata y piedras preciosas; todo lo que no afectara sustancialmente el propio culto para entregarlos al Fondo de Ayuda a los Hambrientos.
La "filantropía" yanqui
El gobierno de los Estados Unidos asumió una postura prepotente. Después del fracaso político-militar que significó el envío de 18 mil marines a Vladivostok para participar en el estrangulamiento de la revolución socialista, el gobierno de Warren Harding accedió a brindar ayuda pero bajo un severo condicionamiento que frecuentemente rayó en la amenaza y el chantaje.
Fue justamente en los días más agudos de la crisis del Volga, cuando a través de la prensa y revistas como El Maestro, que editaba la Secretaría de Educación Pública, los mexicanos se enteraban de que el gobierno estadounidense no reconocería al gobierno comunista ruso. Diversas organizaciones humanitarias norteamericanas demandaron al gobierno de la Casa Blanca asumir una actitud comprensiva hacia un pueblo que atravesaba en esos momentos por dificultades extremas.
Charles Evans Hunghs, entonces Secretario de Estado, sintetizó en los siguientes términos la posición irreductible de la Casa Blanca:
[...] el gobierno de los Estados Unidos no piensa otorgar el reconocimiento al gobierno de Rusia, en tanto que los hombres que dominan la situación en el antiguo imperio moscovita, no se muestren dispuestos a abandonar su política por lo que hace al repudio de los compromisos que el país tiene con el extranjero, la confiscación de la propiedad privada y, en términos generales, el sistema de gobierno que ha adoptado con respecto a los demás gobiernos del mundo (Secretaría de Educación Pública, 1923, t. III: 373).
Recordemos que Estados Unidos aún no había reconocido al gobierno del general Obregón y que por tanto las palabras de Evans, publicadas en México, tenían una clara dedicatoria. Ni duda cabe que éstas retumbaron fuerte allá por una casona de la calle del Virrey Bucareli en la ciudad de México, donde los enviados del gobierno yanqui los ex ministros Charles Beecher y Jhon Barton Payne jugaban al gato y al ratón con los comisionados del sonorense, el abogado Fernando González y Ramón Ross, amigo personal de Obregón.
El Estado soviético decidió utilizar una gran parte del fondo estatal de divisas para comprar trigo en el extranjero, pero los círculos gobernantes de Europa y Estados Unidos dilataban premeditadamente las negociaciones sobre la materia, viendo en el hambre del pueblo ruso un poderoso recurso de lucha política.
Tal actitud indignó a la gente democrática de todo el mundo. En la tribuna de la Liga de las Naciones se hizo escuchar la denuncia del fundador del Comité Ejecutivo de Ayuda Internacional a Rusia, el científico noruego Fritjof Nansen:
[...] En el Canadá este año se dio una cosecha tan buena que podría exportar el triple de lo que nosotros pedimos. En Estados Unidos el trigo se pudre en los almacenes porque no hay quien lo compre. En la Argentina hay tal excedente de maíz que [...] lo usan para encender locomotoras. En los puertos de Estados Unidos y Europa siguen amarrados buques sin fletes. Y, mientras tanto, en el oriente mueren de hambre millones de personas (Usherenko, 1979: 19).
En Estados Unidos una serie de organizaciones de carácter filantrópico, religioso y nacionalista, integradas en lo que se llamó American Relief Administration (ARA), y que dirigía el Ministro de Comercio Hebert Hoover, destinaban ayuda en alimentos y de otro género a los pueblos de Europa, víctimas de la guerra.
Esta organización, que tenía como una de sus misiones secretas la de penetrar en los distintos países que requerían su ayuda para luego ejercer sobre ellos presión política, se caracterizó por sus interferencias abiertas en los asuntos internos de la Unión Soviética.
En la prensa mexicana de aquellos años se informaba que el gobierno de los Estados Unidos, "[...] enemigo acérrimo de los bolcheviques temía que [...] el socorro prestado pudiera fortalecer a Lenin [...]" y por ello había presentado, a través de la ARA, una serie de condiciones que los rusos debían aceptar:
El gobierno bolchevique debía poner en absoluta libertad a todos los prisioneros de nacionalidad norteamericana; el alivio que prestarían los Estados Unidos sería para los enfermos y niños; los delegados estadounidenses encargados de la distribución de alimentos y medicinas gozarían de libre tránsito y sus personas y correspondencia serían inviolable [...] ningún comité bolchevique participaría en la labor caritativa norteamericana; sino que ésta sería llevada a cabo exclusivamente por los comités que organizara la misión estadounidense [...] (Golinkov, 1975: 314).
Finalmente, y para hacer más evidente que el socorro al pueblo ruso no podría interpretarse de ninguna manera como un comienzo de relaciones amistosas entre los gobiernos, los Estados Unidos de América decidieron no llevar consigo su bandera a Rusia.
Una condición más, que no trascendió a la prensa mexicana, fue la exigencia estadounidense de que el gobierno soviético depositara una fianza para garantizar que los víveres para Rusia se utilizarían según lo estipulado.
V. I. Lenin, que seguía paso a paso todo lo relacionado con la guerra contra el hambre, reaccionó indignado ante el fariseísmo del gobierno yanqui e instruyó a A. G. Chicherin y L. Kámenev a desenmascarar a la ara en las negociaciones (Lenin, 1977: 115-116).
La firme posición soviética forzó a la ara a ceder en sus pretensiones de extraterritorialidad para sus representantes. Sin embargo, se les otorgaron atribuciones bastante amplias para la instalación de sus secciones.
El gobierno estadounidense envió una colmena de espías camuflados con el uniforme "humanitario" de la ara. Estos elementos ya en funciones, a menudo como admitían empleados suyos a rusos de reconocida filiación antisoviética reunían en torno suyo a kulaks, sacerdotes reaccionarios y elementos de la intelectualidad burguesa, procurando poner en manos de estos individuos la distribución de los víveres y la dirección de los puestos de alimentación.
El gobierno soviético tuvo que enfrentarse a todas estas adversidades. Al respecto, Lenin escribió:
Es cierto que los capitalistas, que gobiernan ahora en los más poderosos Estados del mundo Inglaterra, Norteamérica y Francia nos declararon que también querrían ayudar a nuestros campesinos hambrientos, pero en unas condiciones que suponían la entrega en sus manos de todo el poder de nuestra república obrera y campesina. Eso es claro. ¿Cuándo se ha visto que el capitalista y el usurero, sanguijuelas que viven a costa del obrero, le ayuden a éste desinteresadamente? La clase capitalista se ha aprovechado siempre del hambre del trabajador para esclavizar su cuerpo y su alma. Y ahora también quieren aprovecharse de nuestra hambre para ahogar la libertad conquistada al precio de nuestra sangre, para arrancar para siempre el poder de las manos de los obreros y campesinos y volver a imponerle al Zar, al terrateniente, al amo, al comisario de policía y al burócrata (Lenin, 1975: 2).
En ese marco de agudización de la lucha de clases y, encontrándose bajo asedio el poder de los obreros y campesinos, V. I. Lenin convocó al proletariado mundial a brindar una activa solidaridad a la revolución socialista, Máximo Gorky se dirigió a todos los hombres honestos del mundo solicitando ayuda humanitaria para el pueblo ruso en desgracia (Secretaría de Educación Pública, 1923, t. II: 17-19).
La clase obrera internacional, todos los sectores progresistas y democráticos, así como la intelectualidad avanzada fueron sensibles al llamado de la revolución socialista. En el Museo de la Revolución que se erigió durante la era soviética, se conservaban los testimonios de aquellas gloriosas jornadas de solidaridad que le ayudaron a superar los días aciagos de la hambruna del Volga.
Los mexicanos ante el drama del pueblo ruso
El tema del "hambre en Rusia" se ensambló directamente con la cuestión agraria, a la sazón materia central del debate en el seno de la Cámara de Diputados que, coincidiendo con la noticia, discutía acaloradamente el proyecto de país, el tipo de desarrollo y sistema social y económico que habría de construirse en México.
"El hambre en Rusia" fue recibida y festejada por la reacción como prueba del fracaso del bolchevismo. Pero no sólo la reacción apresuró su juicio derrotista, algunos representantes de sectores democráticos sucumbieron ante el tableteo tendencioso de las agencias internacionales de noticias; así, por ejemplo, El Demócrata, en su editorial del día 28 de octubre de 1921 escribió:
[...] todas las naciones fuertes y civilizadas declararon la guerra al bolchevismo, y lo atacaron por la propaganda, por el bloqueo y por las armas.
La Rusia Roja triunfó militarmente, este éxito militar le atrajo la admiración de innumerables espíritus dispuestos a santificar todos los éxitos. Pero la propaganda y los bloqueos ganaron al fin, el desprestigio y el hambre vencieron a los rojos (E Demócrata, 28 de octubre de 1921).
Diputados como Soto y Gama, Luis León y otros, declaraban en la Cámara y en la prensa que había sido la socialización de la tierra en Rusia la que había provocado la falta de víveres (El Demócrata, 26 de noviembre de 1921), y por lo tanto, había que ver en ello la "lección" para, como recomendaba el diputado Gustavo Serrano: "[...] mejorar nuestros procedimientos con las enseñanzas que nos da el fracaso de Rusia" (Diario de los Debates, 6 de diciembre de 1921).
En cambio, diputados como Manlio Fabio Altamirano y Rafael Ramos Pedrueza criticaron las apreciaciones y enfoques distorsionados que resultaban del desconocimiento de las causas reales que habían ocasionado el siniestro en Rusia.
En la alta tribuna de la Cámara, el diputado Ramos Pedrueza explicó que la hambruna se debía "[...] al bloqueo infame y criminal de los gobiernos capitalistas, que en nombre de la paz están mirando perecer de hambre a cuarenta millones de habitantes [...]".
Ramos Pedrueza explicó que un país once veces más grande que el nuestro, sin maquinaria, y empecinados los Estados capitalistas en no permitir la entrada de insumos, enfrentaba además la acción de los saboteadores que enviaban los enemigos de la revolución: "[...] no habiendo ni bestias de carga, ni medios de transporte ese es el origen del hambre en Rusia y este es un crimen de los aliados, de los gobiernos capitalistas (Diario de los Debates, 1° de noviembre de 1921).
La solidaridad con la "Rusia soviet"
Mario Gill, en su libro acerca del impacto de la revolución de octubre en México, escribió que uno de los primeros acuerdos del Partido Comunista de México (PC de M) fue emprender una campaña de solidaridad y defensa de la primera revolución socialista.
"Ante la confabulación de las potencias que trataban de ahogar en su cuna al primer país socialista, el proletariado mundial asumió como tarea principal la defensa del primer Estado socialista y eso fue lo que hizo el PC de M en sus primeros años" (Gill, 1975: 22-23).
En efecto, la prensa de aquellos años recoge la labor solidaria que realizó el núcleo de la Federación de Jóvenes Comunistas. A iniciativa de ellos se convocó a la constitución de un "Comité de auxilio" con delegados de las centrales obreras, de las diversas organizaciones regionales de trabajadores y con representantes de la Liga de Maestros y de la Federación Estudiantil, a fin de realizar algunas festividades para recabar fondos que dirigir a los necesitados de la Rusia Roja (El Demócrata, 19 de diciembre de 1921).
Las formas más socorridas eran los mítines, bailes, veladas literarias, colectas, corridas de toros. El anfiteatro de la Escuela Preparatoria y el Tívoli del Eliseo, así como los locales de las organizaciones sindicales, eran los lugares en donde preferentemente la izquierda de aquellos años volcó con entusiasmo su identificación con la "Rusia soviet". En la prensa se anunciaba que los fondos recolectados se harían llegar a través del famoso cantante ruso Shaliapin, radicado entonces en la ciudad de Nueva York (El Demócrata, 16 de noviembre de 1921).
La acción de nuestro país se produjo al instante, y se convirtió en un movimiento de gran amplitud. Además de la actividad desplegada por el Comité de la Cruz Roja Rusa organizando colectas, surgió un "Comité Pro-Auxilio del Hambre en Rusia", que fue bastante activo organizando representaciones teatrales. El teatro Arbeu fue escenario de algunas representaciones organizadas por este comité. Muy cercano a este organismo actuó un "Comité de Damas Mexicanas para el socorro de Rusia" (Archivo General de la Nación, Ramo Presidentes Obregón-Calles, 1923).
No era tiempo de bonanza, pero los mexicanos de aquella generación sabían de bloqueos, de guerra civil, de intervención extranjera, de cómo actúa la contrarrevolución. Se sabía también de hambrunas; seis años atrás, el 19 de mayo de 1915, las multitudes famélicas de la capital se habían agolpado ante las puertas del domicilio en donde se reunía la Soberana Convención para plantearle a ésta, de manera enardecida, el problema del hambre, agravado por la acción de los especuladores de maíz y trigo.
La campaña de solidaridad con la Rusia soviet alcanzó su mayor intensidad y amplitud durante el periodo de 19221923. Felipe Carrillo Puerto, al frente del gobierno socialista de Yucatán, sobresalió por sus acciones de solidaridad. No es posible establecer ni cuantificar el monto total de la ayuda reunida por los diversos comités y agrupaciones humanitarias que surgieron, y no es posible, porque la ayuda, desde la recolectada por la Federación de la Juventud Comunista a la del Comité de Damas Mexicanas para el socorro de Rusia, era canalizada a través de las organizaciones de beneficencia estadounidenses y de la Cruz Roja en Estados Unidos.
México-URSS, por el camino de la solidaridad, hacia el establecimiento de relaciones
Como hemos visto, el movimiento de solidaridad con Rusia fue de gran magnitud y resonó fuerte a lo largo y ancho del país. El mundo entero se ocupó de este problema y, por tanto, no podía no provocar expresiones o toma de posición por parte de un gobierno emanado de una revolución que, a su manera, también enfrentaba el problema del reconocimiento por parte de los países poderosos y que era, por cierto, también condicionado. A su manera, este gobierno que presidía Álvaro Obregón fue solidario.
Llama la atención cómo en el México de aquellos años en el que una tras otra se orquestaban campañas antisoviéticas que no favorecían el conocimiento del proceso real que tenía lugar en la sexta parte del planeta, pudo ocurrir que en las más altas esferas del gobierno, no sólo no lograra predominar una actitud prejuiciada sino que de manera activa se fuera al encuentro de una relación que, dada la actitud de presión del gobierno de los EU, adquiría para el país un carácter estratégico.
Existen evidencias que demuestran que el general Obregón tenía claridad sobre lo que estaba ocurriendo en Rusia, o para ser más exactos, que sabía lo que las potencias tramaban y llevaban a cabo en contra de la Rusia revolucionaria. Esta afirmación la apoyamos no sólo en las conocidas referencias del presidente Obregón hacia la Revolución rusa, sino también en los informes confidenciales sobre Rusia, elaborados por John Kenneth Turner, Lincoln Steffens y por otros elementos progresistas estadounidenses a petición expresa de Ramón P. Denegri, cónsul General de México en Nueva York (Relaciones mexicano-soviéticas, 1981: 18-19).
Además, mucho antes de que a través de la gran prensa mexicana se levantara una nueva ola de desinformación con motivo de la hambruna en el Volga, Obregón tenía sobre su escritorio un informe detallado acerca de las causas y magnitud de la crisis, y también la petición de brindar solidaridad a la Rusia en desgracia. El documento en cuestión es el que D. H. Dubrowsky, representante plenipotenciario de la Cruz Roja Rusa en las Américas, le había enviado con fecha del 20 de febrero de 1921 (Archivo General de la Nación. Ramo Presidentes Obregón-Calles, 1923).
Dubrowsky visitó nuestro país en enero de 1922 y por invitación personal de Felipe Carrillo Puerto asistió a la toma de posesión de éste como gobernador de Yucatán.2 Antes de dirigirse al sureste, el 15 de enero de 1922, Dubrowsky se entrevistó con el presidente Obregón. Fue una entrevista fructífera. Obregón se comprometió a ayudar a Rusia, de ello quedó constancia en un telegrama que con fecha 24 de enero de 1922 Obregón dirigió al visitante soviético y que a la letra decía: "[...] Ejecutivo a mi cargo, accediendo gustoso solicitud hecha por usted, nombre Cruz Roja, cooperará como verbalmente expréseselo, dentro modesta medida sus funciones, a conjuntar situación angustiosa porque atraviesan algunas provincias de Rusia" (Archivo General de la Nación, Ramo Presidentes Obregón-Calles, 1923).
Con este documento enviado al Hotel Isabel, donde se hospedaba Dubrowsky, Obregón dejó constancia de su compromiso; pero si alguna duda o suspicacia hubiese despertado la entrevista con el funcionario soviético, el texto del telegrama se encargaba de aclarar que la motivación que le animaba era humanitaria y que el compromiso era con la Cruz Roja Rusa.
Muy pronto Obregón tuvo noticias de Dubrowsky y otros funcionarios de la Cruz Roja Rusa. Ellos le solicitaron su intervención para que la aduana de Ensenada, Baja California, permitiera la salida de un cargamento de 25 toneladas de trigo donado por la Colonia Sectaria Rusa en México. El barco en Ensenada pudo zarpar sólo hasta que el administrador de la aduana recibió instrucciones precisas del Ejecutivo.
Poco después, el presidente Obregón, en un cable proveniente de Talin, recibe el agradecimiento al gesto solidario del pueblo y gobierno mexicanos. El documento venía firmado por el doctor Z. Soloviev, presidente de la Cruz Roja Rusa.
Posiblemente sea este momento cuando madura la determinación en Obregón de iniciar de manera concreta, y bajo una cobertura humanitaria, un camino de acercamiento a la Rusia soviética, misma que representaba un mercado promisorio para los productos mexicanos, que de todas maneras llegaban a Rusia sólo que a través de intermediarios.
Ese mismo día envía a Adolfo de la Huerta un telegrama a Hermosillo, Sonora, en el que le informa y transcribe el cable de Soloviev a la vez que lo instruye para que de manera urgente le haga un cálculo sobre el costo que arrojaría la compra y envío diez mil sacos de maíz y tres mil de arroz; a la vez Obregón anuncia a la Cruz Roja Rusa su decisión de mandar más ayuda.
Se inicia una accidentada gestión para adquirir los granos y contratar los servicios de un barco que transportara la carga. Obregón coordina y dirige la operación, de ello dan constancia alrededor de 120 documentos en forma de telegramas, cartas, oficios, acuerdos y memoranda, que cubren un periodo que va del 5 de abril de 1922 al 8 de octubre de 1923. Gran parte de éstos fueron intercambiados entre Obregón y Dubrowsky, Obregón y Adolfo de la Huerta, Obregón y el general Ángel Flores y otros.
El aparato burocrático no reaccionaba con la celeridad que Obregón quería, por ello asume directamente el mando de toda la acción de solidaridad de su gobierno con Rusia. Fue evidente su interés en el éxito de esta operación, de otra manera el problema simplemente hubiera sido delegado a algún funcionario.
Durante este periodo Obregón recibe mensajes e informaciones acerca de "las atrocidades cometidas por las hordas bolcheviques" que buscando boicotear el acercamiento México-urss, le fueron enviados por altos personeros del zarismo. Sin embargo, los lamentos de la reacción rusa no podían desviar un camino ya trazado. Se dieron incluso casos de solicitud de apoyo pecuniario y otros para diversos comités rusos en la emigración. La respuesta a ellos fue siempre negativa.
Otra evidencia de que Obregón le había señalado objetivos a ese operativo se tiene en el hecho siguiente: había dificultades en la contratación del barco para transportar la ayuda. Dubrowsky se mantenía en contacto con Felipe Carrillo Puerto y se enteró por éste que no prosperaba el trámite con las compañías navieras, entonces envió un telegrama a Obregón (13 de mayo de 1922), en el que dice estar enterado por el gobernador Carrillo Puerto de que el gobierno federal disponía ya de la ayuda anunciada y que el único problema era el transporte, Dubrowsky propone a Obregón que tanto los cinco mil sacos de maíz reunidos en Yucatán, como la ayuda central del gobierno, se enviaran a Nueva Orleáns de donde serían enviados a Rusia por cuenta de la Cruz Roja Rusa.
La información de que disponía Dubrowsky era verídica, a estas alturas el gobierno mexicano aún no había concertado ningún acuerdo definitivo con la compañía mercante y, lo que es más, tampoco había cerrado trato alguno con los vendedores de grano. Todo se encontraba a nivel de pláticas y negociaciones. Sin embargo, días después, Obregón asegura a Dubrowsky que había enviado en embarques las provisiones y pronto le comunicaría la salida del barco desde California. Este cable está fechado el 16 de mayo de 1922 y, sin embargo, el vapor Mississippi de la French Line, que fue con el que finalmente se cerró el trato, zarpó hacia la Rusia soviet poco más de dos meses después. Es evidente que Obregón no quiso que su ayuda se perdiera confundida entre las que partían de los distintos puertos estadounidenses, sino que se propuso significarla, subrayar el gesto de su gobierno, y lo modesto de su monto podría tener una repercusión política concreta si ésta llegaba sólo como un mensaje de aliento desde las lejanas tierras de un México revolucionario e independiente. Y así fue: después de innumerables peripecias, la ayuda llegó a su destino.
Independientemente del interés manifiesto de buscar una diversificación de su comercio, hecho éste que, además de legítimo, ya había sido expuesto de manera expresa en un memorándum que el consulado de México en Moscú envió el 4 de mayo de 1920 al Consejo de Comisarios del Pueblo de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, y el cual conoció el propio V. I. Lenin. (Relaciones mexicano-soviéticas 1981: 22-23). Al margen de esto, la acción quedó inscrita en los anales de la solidaridad entre los pueblos.
En telegrama fechado el 20 de abril de 1923, Dubrowsky fue el primero en informar a Obregón sobre el arribo a Rusia de los "63 carros de carga". Un día después Obregón recibió la carta oficial de agradecimiento del Comité Central de la Cruz Roja Rusa con la firma de su presidente a Soloviev.
La ayuda oficial mexicana no se limitó a los alimentos, así lo evidencia el hecho siguiente: para septiembre 17 de ese mismo año, con la firma de Paxton Hibben, secretario de la Cruz Roja Rusa en América, Obregón recibió una carta oficial a la que se le adjuntó una fotografía de un hospital que la generosidad del pueblo de México contribuyó a levantar en Yalta, Rusia (Archivo General de la Nación, Ramo Presidentes Obregón-Calles, 1923).
A estas alturas, la diplomacia de ambos países trabajaba activamente en encuentros bilaterales. Por instrucciones directas del presidente Obregón, desde principios de mayo de 1923, el embajador mexicano en Alemania, Miguel Álvarez del Castillo, toma contacto en Berlín con Nicolai Krestinsky, embajador soviético en Alemania. Luego de una serie de encuentros entre ambos diplomáticos. Para el 22 de agosto de 1924, México se constituye en el primer país del hemisferio occidental en establecer relaciones con el primer país socialista de la historia: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Con esta acción diplomática el gobierno mexicano contribuyó a romper el cerco que tendieron las potencias alrededor del naciente Estado soviético. Reconocer al Estado soviético fue, ante todo, un acto de ejercicio soberano, expresión de independencia política.
En estos precisos términos dejó su constancia el presidente Álvaro Obregón al dirigirse el 1° de septiembre de 1924 al Congreso de la Unión: "[...] Y en el ejercicio irrestricto de nuestra soberanía y de nuestra independencia y en cabal respeto al inviolable derecho de autodeterminación que tienen todos los pueblos y todos los países, [...] hemos establecido relaciones diplomáticas con el país de los soviets" (Instituto de Amistad e Intercambio Cultural México-URSS, 1987: 14).
Esta mención expresa de los principios en que apoyó México su decisión para reconocer a la URSS y que el presidente Obregón subraya al anunciar el establecimiento de relaciones es reveladora:
Primero, del marco de presión que hubo hacia nuestro país para impedir que los soviets fueran reconocidos.
Segundo, de la naturaleza soberana del gobierno mexicano para normar su conducta en los asuntos internacionales.
Tercero, de la sensibilidad del presidente Obregón para responder a una demanda sentida y de múltiples formas manifestada por el pueblo mexicano que, como lo revelan las conocidas expresiones de Emiliano Zapata y Ricardo Flores Magón, vio con simpatía a la Revolución rusa de octubre.
Bibliografía
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1. Este artículo es resultado del proyecto de investigación SIP 20100462: "La Escuela de Postgraduados de la ESIME en el marco de la política de ciencia y educación superior del Presidente Lázaro Cárdenas del Río".
2. Dubrowsky mantuvo una estrecha relación con el líder socialista Felipe Carrillo Puerto, que fue en el México de aquellos años un decidido defensor de la Revolución rusa. Cuando éste último fue asesinado, la condena enérgica de Dubrowsky se expresó así: "El brutal asesinato de Felipe Carrillo Puerto por los contrarrevolucionarios, en una desesperada tentativa para esclavizar otra vez a las masas mexicanas, ha conmovido al mundo entero. Las masas laborantes de todas partes están de luto por la muerte del estimable líder y querido amigo de los obreros y campesinos mexicanos, heridos cobardemente por la mano de los enemigos de la república en los momentos en que su utilidad era mayor y constituía una esperanza más grande" (Archivo General de la Nación. Ramo Presidentes Obregón-Calles, 805-R-101).